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Epílogo

1 de septiembre, 2015

La estación de tren estaba repleta de muggles que corrían para alcanzar su entrada a tiempo, demasiado ocupados en sus vidas, pegados a las pantallas de sus celulares. Pese a eso, el Ministerio de Magia había tomado la medida de encantar la Plataforma 9¾ de forma que ningún muggle pudiera ver a los magos y brujas desaparecer a través de esta.

Draco no pensaba que los muggles los vieran de cualquier manera, tan absortos en sus burbujas de tecnología que eran incapaces de mirar en derredor. Él había visto a un adolescente golpearse contra uno de los muros de la estación de trenes y sangrar por la nariz al estar demasiado ocupado escribiendo algo en su celular. Se había reído y Harry lo había regañado. Igual, era estúpido.

—¿Estamos seguros de que tenemos todo? —preguntó Harry con nerviosismo, haciendo que tanto Draco como Calantha pusieran los ojos en blanco. Había hecho la misma pregunta demasiadas veces para llevar la cuenta siquiera.

—Papá, puedes decirle a papi que rectificó todo más de siete veces anoche y otras diez esta mañana —pidió Calantha, ignorando a Harry y haciendo que Draco riera al escuchar a su esposo bufar por lo bajo con frustración.

—Perdón por estar nervioso, es tu primer día en Howgarts después de todo —repuso Harry, haciendo un puchero que no hizo más que aumentar la diversión de Draco.

—Luna, cariño, no presiones a tu padre, es un momento importante para todos —dijo Draco con suavidad, no buscando regañar a su hija, sino intentando mantener el ambiente tan relajado como pudiera. Era un día difícil para todos.

—Lo siento —se disculpó ella, alargando las palabras con un toque de irritación Malfoy que hizo que Draco girase el rostro para que no viera su sonrisa.

—Bueno, vamos. Llegó la hora —avisó Harry, dejando que Calantha sostuviera su carretilla ella sola—. ¿Lista?

—Lista —afirmó la niña sin vacilar.

—Ahora… —susurró Harry cerca de ella, entrelazando sus dedos con Draco—, ¡corre!

Calantha se impulsó hacia adelante, un pie detrás del otro con rapidez, cada segundo más cerca de lo que parecía una pared sólida a punto de aplastarla. Aunque sabía lo que sucedería, no le restó para nada a la experiencia de atravesar por primera vez la pared de ladrillos y ser recibida por la multitud en la Plataforma 9¾. El aire se estancó en sus pulmones un segundo, hasta que sintió la presencia de sus padres detrás de ella. Entonces, suspiró.

—Es… —No encontró un adjetivo para describir el sinfín de magos y brujas que desfilaban delante de ella.

—Lo sé —dijo Harry, la admiración palpable en sus palabras.

Había visto por primera vez aquella plataforma hacía veinticuatro años, y recordaba con detalles la ansiedad y la impresión que se arrastraron por debajo de su piel. Fascinación pura e indescriptible. Pensó que jamás podría sentir lo mismo, y se equivocó. Parado al lado de su esposo, detrás de su hija, en el primer día que ella pisaba la plataforma para viajar a Howgarts, Harry volvía a sentirse igual.

—Vamos, los nuevos deben de formarse allí —indicó Draco, notando el grupo dividido de padres de familia que acompañaban a los niños más pequeños.

Calantha empujó su carretilla con tranquilidad, pidiendo permiso en ocasiones para poder pasar, mientras más miradas empezaban a enfocarse en ellos. Ya los habían reconocido. Harry no esperaba menos, el Mundo Mágico había estado en sobreaviso de la fecha, pues todos habían sacado cálculos y sabían que ese año la heredera Potter-Malfoy se incorporaba a la escuela mágica.

—¡Padrinos! —gritó Teddy, apareciendo detrás de un grupo de personas y corriendo hacia ellos.

Su cuerpo impactó contra el de Harry en un abrazo efusivo, el azul brillante de su cabello transformándose en un rojo profundo solo para adaptarse a Harry. Calantha rio, teniendo que apartarse del camino para que Teddy no la golpeara por error.

—Si tu cabello se vuelve verde cuando me abraces, voy a golpearte —advirtió Draco con expresión seria, haciendo reír a Teddy debido a la obvia mentira. Solo por molestar, el adolescente cambió su cabello al verde fosforescente más irritante que Draco podía imaginar—. Mocoso inmaduro —farfulló Draco.

—Así que ya es el primer día de la princesita, ¿eh? —comentó Teddy, agachándose a la altura de Calantha y alzando su mano sobre la melena rubia platinada.

—No se te ocurra —espetó ella, deteniendo su mano con apenas un destello brillante en sus ojos.

—Oye, creí que habíamos acordado no congelar mi cuerpo —protestó el muchacho, no pudiendo mover más que su cabeza.

—Solo si es necesario —repuso Calantha con actitud altanera, haciendo reír a Harry, quien despeinó a Teddy con diversión.

—Luna, deja que Teddy pueda moverse. Su disculpa por intentar despeinarte será llevar tus cosas al tren, ¿no es cierto, Teddy? —Harry miró con fingida seriedad a Teddy, quien frunció el ceño en irritación y luego se carcajeó, rindiéndose.

—Vamos, princesa, déjame libre y llevaré esto adentro por ti.

Con una sonrisa triunfal, Calantha descongeló el cuerpo de Teddy y le permitió marchar, no sin antes forzar el cabello del joven al rubio oscuro natural que tenía sin que él se diera cuenta. Draco puso una mano en el hombro de la niña, acariciando suavemente como un gesto aprobatorio de su travesura. Calantha sonrió.

—¿Crees que se dé cuenta pronto? —preguntó ella, el brillo en sus ojos apenas desapareciendo cuando estuvo segura de que el color natural prevalecería.

—Esperemos que no —respondió Draco, guiándole un ojo en complicidad y ganándose un golpe suave en el hombro por parte de Harry—. Oh, vamos, Potter. Tú y yo hicimos cosas peores. Además, le diste el Mapa del Merodeador y la capa para algo, ¿no?

—Hay tradiciones que mantener, Malfoy —repuso Harry, ajustando sus espejuelos en un gesto imitativo del que hacía Draco cuando estudiaba sus pergaminos.

—Iré a revisar las divisiones de los vagones, para saber dónde se sentarán los nuevos —informó Draco, dejando un beso en la frente de Calantha antes de ir hacia el grupo de padres que se agrupaban delante del pergamino flotante.

Harry lo vio partir, caminando imponente y elegante, demasiado fuera de lugar en medio de tanto desorden de personas, niños corriendo y lechuzas que se habían escapado de sus jaulas. Era demasiado divertido y se preguntó cómo no notó lo mucho que Draco desentonaba en la estación en primer año.

A su lado, Calantha se movió casi imperceptible, su mirada fija en su padre. En cualquier otra persona, Harry no le habría prestado atención, pero en su hija era diferente. Cuando Calantha estaba nerviosa por algo se quedaba extrañamente quieta y solía buscar con la mirada a Draco, como asegurándose de que estuviera cerca, de que la protegería si algo salía mal. ¿Estaba preocupada? Peor..., insegura.

—Oye, Luna —susurró Harry, agachándose hasta que sus rostros estuvieron a la misma altura—. ¿Sucede algo?

—Soy diferente —murmuró Calantha, sus ojos mirando en derredor para asegurarse de que nadie los estuviera escuchando—. Demasiado diferente. ¿Qué pasará si no encajo en ningún sitio? ¿O si los demás no quieren acercarse a mí por eso?

Harry sabía de dónde provenía ese miedo. El relicario había sido un método efectivo de contención durante los primeros años, y había ayudado al entrenamiento de magia de Calantha dentro de la seguridad de Grimmauld Place y la Mansión Malfoy, con tutores especiales y luchando contra Draco y Harry, los únicos verdaderamente capaces de hacerle frente. Nada había ido mal, un dominio perfecto en todo momento, hasta que Calantha cumplió siete.

Habían estado almorzando en un restaurante de lujo pagado por el Ministerio de Magia en honor a la resolución del caso de tráfico de muggles para objeto de estudio de magia más grande que la Comunidad Mágica había visto. Los aurores estaban siendo premiados y habían sido invitados al restaurante con sus familias, incluidos los niños. Se suponía que no habría peligro alguno y Hermione, gracias a su posición en el Ministerio, le insistió a Harry de que llevara a Draco y Calantha, que no pasaría nada.

Se habían equivocado.

Solo tomó un momento, un instante en que Calantha dijo que necesitaba ir al baño y que ya era una niña grande e iría sola. Las puertas de los baños estaban a la vista desde la mesa que Harry y Draco habían elegido, nada cerca del centro de atención del restaurante, así que no dudaron en dejar a la niña ir sola. Habían pasado años desde la guerra, no pensaron que nadie haría nada y, de hacerlo, se suponía que atacaran a Draco, no a una niña de siete años indefensa que solo había ido al baño.

El ataque había salido mal. El miedo desencadenó la magia de Calantha fuera de control y la explosión fue inevitable. Los aurores que habían perpetuado el ataque yacían inconscientes, flotando en el aire, y un tornado de magia incontenible rodeaba a Calantha, quien estaba acurrucada en una esquina, sus manitos tapando su rostro.

Draco fue quien pudo acercarse, pues Harry estaba demasiado molesto y fuera de control para rebajar la magia de su núcleo mágico lo suficiente como para poder acercarse a Calantha sin morir en el intento. Tomó varios minutos de arrullar a la niña en los brazos de Draco para que su magia se controlara y dejara de atacar a todos. No hubo forma de contener la reacción de la prensa.

El Ministerio intentó evitar que se filtraran ideas absurdas, por lo que se vieron en la obligación de exponer la condición de Calantha como hechicera. La Comunidad Mágica tenía miedo, porque los aurores que la habían atacado seguían sumidos en un coma profundo del que nadie lograba sacarlos. Habían grupos divididos: unos decían que se lo merecían por haber atacado a la niña, otros abogaban que era algo extremo cuando solo estaban movidos por el dolor, y un grupo más pequeño permanecían imparciales.

Incluso ante la evidencia de que la niña no era peligrosa y las exhaustivas pruebas de magia a la que fue sometida, muchos quedaron inquietos. Demasiado poder en alguien muy pequeño con antecedentes de una familia de mortífagos. No había nada que ninguno pudiera hacer al respecto.

Calantha fue con un psicomago infantil, muy eficiente y de la aprobación de toda la familia, y eventualmente superó lo sucedido y comprendió que no fue su culpa. El nerviosismo, sin embargo, seguía allí. Draco y Harry habían previsto esta situación cuando vieron que ninguna varita podría conducir la magia de la niña. Tendría que usar su poder a ciegas, de sus manos, sin encantamientos ni hechizos.

Howgarts solo era la primera de la lista de escuelas por las que tendría que rotar para imitar la magia de los demás con la suya, adaptar sus hechizos. Sería un largo viaje para ella.

—Mi luna, escúchame atentamente —dijo Harry, ambas manos en los hombros de su hija, sus miradas fijas una en la otra—: Eres diferente, pero eso no es malo. Solo eres muy especial. A veces, cuando hay alguien muy especial, la gente se asusta porque no lo comprende. Pero eres fuerte como nadie más, y sé que sabrás sobreponerte a todo. Habrá personas que te amen y te acepten por quien eres, sin temerte ni juzgarte. Y esas personas formarán parte de tu vida para siempre.

—¿Cómo la tía Mione y el tío Ron? —preguntó Calantha, respirando profundamente para calmarse y mordiendo el interior de su mejilla.

—Exacto —afirmó Harry con una sonrisa suave—. No escondas ni temas nada de ti. Tienes que sentirte orgullosa. Eres la prueba infalible de que el amor hace cosas maravillosas y une dos personas que estaban a mundos de distancia. Ese tipo de amor llegará a tu vida y te rodeará plenamente, en forma de familia, de amigos y, algún día, de amantes. No te conformes con menos. No hay nada que temer.

—¿Ni siquiera caer en Hufflepuff y que papá me desherede? —preguntó Calantha, con una risa traviesa abriéndose paso, su tensión ahora disipada.

—Eso sí debes de temerlo —comentó Draco con una sonrisa, sorprendiendo a su hija, quien no lo había notado parado al lado suyo—. No quiero Hufflepuff en mi casa. Con Teddy es suficiente.

El tren silbó por encima del bullicio inconfundible y las familias empezaron a abrasarse más fuerte en forma de despedida. Los más grandes apenas si dijeron algunas palabras a sus padres antes de saltar apurados dentro del tren, disputándose los vagones de sus secciones; los más pequeños miraban intimidados la manada de mayores que subía en estampida, añorando ser como ellos.

—Ha llegado la hora —dijo Harry, poniéndose de pie y abrazando a Calantha, que se aferraba a su cintura—. Escríbenos en la noche, Nyx es veloz, tendrás nuestra respuesta en la mañana.

—Así lo haré —aseguró Calantha, sonriendo cuando Harry acunó su rostro y apretó sus cachetes. Normalmente no le gustaba, pero no lo harían en un tiempo y prefería llevarse la sensación con ella al tren.

—Y recuerda, nada de Hufflepuff —dijo Draco cuando Calantha se abrazó a él, acariciando su cabello perfectamente ondeado con un encantamiento y apretándola a ella más contra su cuerpo. Calantha rio con su rostro enterrado en la camisa de su padre.

—Nada de Hufflepuff —repitió con una sonrisa audible en sus palabras, haciendo a Draco sonreír.

—Cuídate, mi luna —susurró Draco, conteniendo las lágrimas para cuando ella se fuera y depositando un beso en su frente.

Calantha asintió fervientemente y, luego, se apartó del abrazo de Draco, corriendo por el andén hasta llegar al vagón que Draco le había indicado, donde estaban los demás niños que recién tomaban el tren por primera vez. Otro silbido cruzó el aire y la melena rubia desapareció entre la muchedumbre, subiendo al tren.

Harry tomó la mano de Draco, entrelazando sus dedos y apoyando su cabeza en su hombro. Draco giró su rostro lo suficiente para dejar un beso en su frente, justo encima de la cicatriz, mientras veían a Calantha asomar la cabeza por la ventana de su vagón y despedirse con su brazo en movimiento conforme el tren se alejaba.

—Ella estará bien —aseguró Draco en un susurro sobre la frente de Harry, alzando su propio brazo en un adiós.

—Sí, lo estará —murmuró Harry con confianza, una sonrisa suave en sus labios.

La cicatriz no dolía.

—Vamos a casa.

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Bueno pequepinkypitufibolas, hasta aquí la historia. Muchas gracias por su apoyo y me alegra que, incluso si no comentaron o votaron, hayan llegado hasta el final. A muchos que leyeron no llegué a saber que lo estaban haciendo, pero las lecturas han subido, así que sé que están allí y ustedes también han sido importante en todo esto.

Los capítulos extras empezarán a ser actualizados a partir de mañana, pondré una advertencia en el resumen para futuros lectores que sepan hasta donde es la historia principal, porque no voy a dividirlo en dos libros. Es fácil de hacer en Ao3, pero en Wattpad es incómodo.

Nos leemos pronto y muchas gracias por todo,

                                                           Loren.

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