Capítulo 5 "Alejándose del peligro"
La campanilla de la tienda sonó por última vez y el sonido inconfundible del cerrojo dejó claro que por el momento el servicio había terminado. Harry se relajó, soplando con tranquilidad su taza de té que sabía desagradable; le habían prohibido el café y no había nada que pudiera hacer al respecto con la vigilancia extrema de Draco; y relajándose cómodamente en el asiento del salón al fondo de la tienda.
—Vaya día de locos —comentó George, adentrándose en el salón y haciendo aparecer su propia taza de té—. Pero al menos ya tenemos todo el tiempo del mundo para charlar.
—No puedes negar que estos días de locos son buenos para el negocio —comentó Harry, riendo cuando un pequeño botón al fondo del salón saltó de su lugar y explotó en una nube de brillantina que formó coloridas palabras obscenas—. Recuérdame mantener a mi hijo lejos de esta tienda por sus primeros once años de vida.
—Oh, vamos Harry, no puedes negarle al crio un poco de diversión —protestó George con una risa queda, bebiendo de su taza de té y mirando a Harry con cariño—. Siendo sinceros ahora, ¿cómo estás?
—Aterrado —admitió Harry con un suspiro, apartando su taza a medio tomar y reclinándose en el asiento—. No creo que nadie alguna vez nos prepare para la paternidad, pero ser yo el embarazado ciertamente incrementa el miedo.
—Lamento no haberte advertido de ello. Mirando en retrospectiva, era casi demasiado obvio que Malfoy podía ser quien tuviera un núcleo mágico compatible con el tuyo —George se rio fuerte ante la mirada de reproche e incredulidad de Harry—. Amigo, literalmente siempre estaban saltándose al cuello y era visible lo obsesionados que estaban uno con el otro. Si eso no es magia de núcleos compatibles, no sé que pueda ser.
Ambos compartieron algunas carcajadas, recordando bromas de la época del colegio y los constantes enfrentamientos entre Harry y Draco. Fue obvio para Harry que George evitaba a consciencia las anécdotas que lo mencionaban a Fred y a él, pero no presionó en lo absoluto al respecto. El luto era un proceso individual que todos vivían distinto y, aunque se sintiera culpable, Harry sabía que nadie podría imaginar jamás el dolor de George.
—Fred era mi núcleo mágico compatible —confesó George luego de unos segundos de silencio, su mirada fija en un punto indistinguible en la nada. Harry guardó silencio—. Es algo que pensarías que sería frecuente entre gemelos, pero en realidad es lo contrario. Los gemelos suelen tener los núcleos mágicos más opuestos posibles. Nosotros no éramos así. El vínculo se había solidificado desde el útero de mamá. Éramos uno solo.
—¿Cómo estás, George? —preguntó Harry, consciente de que era una pregunta estúpida, pero sabedor de que detrás de aquella confesión era la única pregunta que podría acercarlo a la verdad.
—No puedo hacer muchos hechizos ahora, es como si mi magia se hubiera bloqueado —admitió George con una sonrisa triste—. La psicomaga dice que puede ser por la tristeza, que si lo intento, mi núcleo puede rebasar la ruptura del vínculo. Quizás tenga razón, pero yo no quiero averiguarlo. Prefiero aferrarme a ese vacío como mi último enlace a Fred.
—Lo entiendo —Y lo hacía, en verdad lo entendía.
Harry podía comprender el dolor de la pérdida en muchos niveles, pero no era eso lo que lo llevaba a empatizar de esa forma con George, sino el vínculo. Desde que había sido consciente de que su núcleo y el de Draco estaban unidos, muchas cosas se habían esclarecido. El incremento de su magia, su percepción del mundo, la capacidad que tenía de sentir a Draco incluso a la distancia. Si algún día eso le faltaba, al menos la ausencia de magia sería un recuerdo de que si había sucedido.
—¡George, te traje la cena! ¡Molly te la manda!
Harry y George respingaron en sus respectivos asientos ante el grito de Hermione. No habían sentido las alarmas saltar, ni las llamas de la chimenea crepitar, ensimismados en aquella frágil burbuja de tristeza que se habían permitido por un instante. Ya no había donde esconderse.
—Mierda, se me olvidó desactivar la red flú —farfulló George en un regaño bajo hacía sí mismo, viendo como Hermione se detenía en la puerta hacia el salón, casi petrificada ante la presencia de Harry.
—Hola, Hermione —saludó Harry cordialmente, poniéndose de pie y conteniendo sus temblores nerviosos metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta.
—No sabía que tenías visita, George —reprochó Hermione en un tono acusador, sus ojos lanzando dagas hacia George, quien se encogió de hombros y tomó la comida enviada por su madre de las manos de su cuñada.
—No tengo que avisar en casa cada que algún amigo decida visitarme —contestó el Weasley casualmente, restándole importancia al asunto—. Harry, iré a poner esto en la cocina y así les doy un tiempo a solas. Parece que lo necesitan —dedicándoles un guiño tramposo, George desapareció de la habitación.
—Tan sutil como siempre —comentó Harry con cierta diversión, viendo como la mirada de Hermione se suavizaba un poco.
—De hecho, me alegra haberte encontrado aquí sin Ron. Quería hablar contigo y estaba pensando en visitarte, pero él no estaba de acuerdo con la idea, así que estuve buscando una oportunidad apropiada.
—No sabía que ahora hacías lo que Ron te decía, casi siempre ha sido él quien te escucha a ti —repuso Harry, balanceándose sobre sus talones mientras Hermione se acercaba a él.
—A veces tengo que escucharlo, cuando considero que tiene razón —rebatió ella, y Harry sintió esas palabras cual látigos ardientes sobre la piel—. ¿Qué estás haciendo, Harry?
Era una pregunta sencilla que, en cualquier otro contexto, no tendría mayor peso que el de una conversación sobre el clima. Pero Harry sabía el verdadero trasfondo acusatorio de sus palabras. Cuando los Weasley habían descargado toda su ira contra Harry al enterarse del embarazo, Hermione se había mantenido al margen. Harry no estaba seguro de si eso le dolía más o menos, pero siempre supo que el momento de hablar entre ellos habría de llegar. No obstante, no esperó que fuera tan pronto.
—Estoy siendo feliz —contestó Harry sin titubeos, mirando fijamente a Hermione, mostrándose tan transparente con ella como la honestidad le permitía. Aunque mintiera, ella siempre había sabido leerlos bien a Ron y a él.
—¿Con Malfoy? ¿El mismo Draco Malfoy que te hizo la vida imposible durante los años en Howgarts y que casi mata a Dumbledore? —acusó Hermione, alzando el tono apenas lo suficiente como para mostrar su enfado. Harry lo percibió como gritos—. ¿El mismo Draco Malfoy que tiene una marca tenebrosa en el antebrazo?
—El mismo Draco Malfoy que lloraba desconsolado en el Baño de Prefectos, escondido, debido a que estaba siendo forzado y destruido por Voldemort para hacer algo que no quería —espetó Harry, sus músculos tensándose y su expresión transformándose en piedra—. El mismo Draco Malfoy que lloró y tembló cuando estuvo delante de Dumbledore, ese en el que Dumbledore confiaba y no creía un asesino. El Draco Malfoy que mintió mirándome a la cara en la sala de su casa, rodeado de mortífagos.
—Él sabía lo que hacía, Harry, y de qué lado luchaba —rebatió Hermione, las lágrimas de frustración y decepción llenando sus ojos, bañados en la recriminación evidente hacia su amigo.
—Él era un niño, todos éramos jodidos niños luchando una guerra de adultos, porque los adultos eran muy cobardes, muy débiles o solo muy ineptos. Sinceramente no lo sé, pero te aseguro que todos estábamos siendo manipulados de una forma u otra, Hermione.
—¡No sabes lo que dices! ¡Esto es Malfoy lavándote en cerebro, Harry! ¡Por favor, despierta! ¡Dumbledore jamás permitiría…!
—¡Basta ya! —gritó Harry, preso de la ira mientras una sensación punzante crecía en su abdomen bajo—. Durante cada noche después de que la guerra acabó, pasé horas despierto repasando en mi cabeza cada cosa que había ocurrido todos esos años, cada plan, cada decisión tomada y cómo pudimos haber hecho algo distinto para cambiar el resultado. ¿Sabes qué descubrí? Que todos al final habíamos bailado al ritmo de la sinfonía de otro. Incluso muerto, Dumbledore manipuló cada aspecto de la guerra, sabiendo que tomaría las decisiones que él me había guiado a tomar. Lo amé y respeté en vida como a nadie, y lo seguí haciendo en su muerte, pero si piensas que por eso voy a ignorar su mano controlando los hilos de los títeres, es que me crees más estúpido de lo que realmente soy.
—El Harry que yo conozco jamás diría eso —acusó Hermione, su rostro surcado en lágrimas de impotencia.
—La Hermione que yo conozco no se cegaría ante los hechos —repuso Harry, sintiendo un frío gélido congelar su cuerpo y la incomodidad del sudor bañando su piel. Su estabilidad flaqueó ante la punzada del dolor que creció en su abdomen y un grito agonizantemente ronco rasgó su garganta mientras él se doblaba, apoyando la mano contra el asiento.
A lo lejos Harry alcanzaba a escuchar gritos de voces familiares, a su lado Hermione se había petrificado sin saber si debía de acercarse o no, pero manteniendo una expresión preocupada fija en él. Sin embargo, nada de eso llegaba a Harry, lo único que pasaba por su mente en ese instante era que el dolor iba aumentando y su bebé estaba en peligro. La electricidad cortó el aire y Harry gruñó, sudando frío.
—Harry… ¡Harry! —Suaves manos refinadas acunaron su rostro y una mirada gris presa del pánico se detuvo en él—. ¿Qué demonios le hiciste, Granger? —acusó Draco, con una mirada iracunda fija en Hermione, rápidamente sustituida por miedo cuando volvió a fijarse en Harry—. Potter, joder, háblame.
—El bebé… me duele —farfulló Harry, desplomando todo su peso sobre Draco y refugiándose entre sus brazos.
—Weasley, envía un mensaje a San Mungo, que localicen al Dr. Alcázar y avisa que llegaremos por una de las rutas de emergencia de las chimeneas de la tercera planta —ordenó Draco, cargando a Harry en sus brazos y avanzando hacia la chimenea de la tienda sin detenerse.
George le lanzó los polvos flú apenas Draco estuvo dentro de la chimenea, enviando un mensaje a través del fuego para alertar de la inminente llegada del Salvador del Mundo Mágico con complicaciones en su embarazo. Lo último que Harry vio desde su adolorida posición contra el pecho de Draco fue la mirada de reproche y dolor de Hermione, y la preocupación culpable en George.
Un grupo de sanadores y medimagos los esperaban frente a la chimenea de emergencia del tercer piso tan pronto como ambos se materializaron a través de la red de polvos flú. Draco, tembloso e irritado debido a la impotencia y la preocupación, dejó ir a Harry en una camilla y fue guiado por un sanador hacia el área de espera.
El mundo parecía tambalearse en su eje y el dolor se volvía cada vez más ensordecedor, hasta que un latido errático apagó el sonido en los oídos de Harry. Había mucha magia fluctuando alrededor de él, varias personas hablando y, por momentos, podía comprender ciertas expresiones verbales de preocupación, pero el dolor era más fuerte que cualquier capacidad de comprensión.
Los latidos en sus oídos se ralentizaron, dejando un zumbido lejano que venía acompañado de oscuridad, y todo se detuvo. No supo cuánto tiempo estuvo sumido allí, flotando en una oscuridad pacífica y sin dolor, sin pensamientos de ningún tipo ni sentimientos, solo esa extraña sensación de calma. Sabía que fue el tiempo suficiente como para molestarse a medida que la oscuridad mermaba y la luz empezó a colarse por entre las fisuras.
—Harry… —Una voz lo llamaba con un susurro suave, era familiar y cálida. Lo atraía—. Potter, te juro que como que no despiertes ahora, la próxima vez que veas tus cosas estarán metidas todas en la Mansión Malfoy.
Una risa suave quiso brotar de él, supo que no llegó a hacerlo, pero la diversión fue genuina y Harry reconoció la voz atractivamente rasposa y ronca de Malfoy. Draco Malfoy estaba su lado, sosteniendo su mano, peinando su enredado cabello en forma de nido de lechuzas, dejando besos sobre su frente, sus pómulos y su nariz, suplicando que se despertara. Harry lo hizo.
Un gruñido seco y apenas perceptible alertó a Draco de la consciencia que regresaba a Harry lentamente. Sus nervios parecieron congelarse, su mirada atenta sobre Harry en busca de cualquier indicio de que algo fuera mal. Lo vio parpadear un par de veces, confundido, y luego sonrió a su pesar, atrayendo los espejuelos de Harry con un Accio y colocándoselos. Esa mirada profunda que era la viva imagen del infinito para Draco se enfocó en él, y el miedo finalmente cesó.
—Hola, Potter —susurró Draco, ignorando la ruptura de su voz o lo irritados que sabía que se veían sus ojos.
—Malfoy, ¿molestando tan pronto? —murmuró Harry, conteniendo una risa suave y apretando la mano de Draco que sostenía la suya. Para su disfrute, Draco se rio—. ¿Qué sucedió?
—Tuviste una amenaza de aborto, Harry —confesó Draco, acariciando el cabello enredado con dulzura, su mirada triste manteniendo perpetuo contacto con la de Harry—. Te alteraste demasiado, eso desestabilizó tu núcleo mágico y la magia, sin control, se reviró en tu contra. En un intento de defenderte, tu propio cuerpo buscó deshacerse de la amenaza.
—¿Me estás diciendo que mi cuerpo, el mismo que creó un útero falso para que yo gestara a nuestro bebé, ahora intentó matarlo? —cuestionó Harry, el aire estancándose en sus pulmones y su pulso acelerándose.
—Te estoy diciendo que nuestra magia nos defiende a nosotros por instinto por encima de cualquier otra cosa y, en ese estado de estrés, tu magia registró a nuestro bebé como una amenaza por alterar la estructura de tu núcleo mágico y desestabilizarlo —explicó Draco con paciencia, redirigiendo el pensamiento de Harry lejos de la culpa. Sabía que no había tenido mucho éxito.
—Creí que mi magia nos protegería —farfulló Harry, una lágrima solitaria deslizándose por el rabillo de su ojo hacia la almohada.
—La magia siempre protegerá primero a su portador —Draco acarició a Harry como si fuera de cristal, a punto de romperse con el más mínimo contacto. Harry inclinó el rostro hacia su mano, dejándose llevar por la refrescante sensación de Draco allí con él.
—¿Cómo llegaste a la tienda de George? —preguntó luego de algunos minutos.
—Sentí tu magia desestabilizarse —contestó Draco, acomodándose más en la silla para estar más cerca de Harry—. Nuestros núcleos mágicos están vinculados, así que puedo sentir cuando algo te pasa. Una precaución mágica para que el padre siempre pueda llegar a defender a su vínculo y al bebé. Corrí hacia la chimenea y le grité a George todo tipo de coloridas obscenidades mientras explicaba que estabas en peligro. Me creyó más rápido de lo que yo esperaba.
—No lo culpes a él, solo quería ayudar —pidió Harry, suspirando algo cansado, pero aliviado de no sentir dolor en esta ocasión.
—No lo culpo —aseguró Draco con delicadeza, su rostro transformándose en una máscara oscura en un instante—. A Granger, por otro lado…
—Draco, ambos estábamos discutiendo y yo fui el irresponsable —interrumpió Harry, alzando la mano hasta acunar el anguloso y perfecto rostro de Draco, embebiéndose en sus facciones preocupadas—. ¿Qué pasará ahora con el bebé?
—Esta noche te quedarás en observación. Si todo sale bien en el chequeo de mañana, te indicarán reposo absoluto e ingreso domiciliario por algún tiempo —Draco rio con ligereza al ver la mueca de protesta en Harry cuando escuchó las noticias—. Sé que no te gusta quedarte en casa, por lo que pedí que me liberaran de mis deberes presenciales para poder pasar ese tiempo contigo y asegurarme de que no hagas nada estúpido, ni te aburras.
—No puedes hacer eso, estás a punto de graduarte —protestó Harry, siendo acallado por la fría delicadeza de los labios de Draco sobre los suyos, devorando cualquier insulsa palabrería que Harry tuviera la intención de decir.
—Nada, absolutamente nada, y escúchame bien Potter, es más importante que tú —afirmó Draco con una ferviente firmeza que barrió las cenizas de cualquier duda todavía alojada en Harry.
—¿Sabes lo que me dijo George? —Harry se giró sobre la cama de hospital, acariciando los perfilados pómulos de Draco mientras sonreían, sus alientos besando la piel ajena—. Que siempre había sido evidente que estábamos hechos uno para el otro.
—¿Ah, sí? —bromeó Draco con una sonrisa, depositando un beso en la palma de Harry.
—Sí, y eso me hizo pensar —continuó Harry, recibiendo como respuesta un tarareó suave. Su mirada se enfocó en la piel que sus dedos tocaban, rehuyendo de los ojos de Draco al sentir el calor extenderse por su rostro—. Dijiste que me habías amado mucho antes de entender lo que era amar, ¿a qué te referías?
—Me preguntaba cuánto tardarías en darte cuenta de eso —comentó Draco con una risa ronca, reposando su peso sobre la camilla para inclinarse más cerca de Harry—. Sé que eres lento, Potter, pero no pensaba que tanto. He estado enamorado de ti desde que tuviste la osadía de rechazar mi mano delante de todos el primer día en Howgarts.
—Eras bastante petulante en ese entonces —interrumpió Harry, aunque su respuesta defensiva no tenía malicia ni enojo detrás. Draco sonrió, asintiendo.
—Sí, lo era. Me habían criado como el heredero Malfoy, por supuesto que era petulante y engreído. Que me rechazaras por un Weasley era la forma más grande de humillación que había vivido.
—Lo chistoso es que… me hubiese encantado llevarme bien contigo. Fuiste el primer niño del Mundo Mágico que conocí —Harry se inclinó más hacia Draco, la diversión quedando rezagada ante la sinceridad de sus sentimientos.
—No sabes cuántas noches me recriminé a mí mismo aquel día en Howgarts. Al principio te culpé por todo, pensándote un idiota sin cerebro, pero la realidad se imponía conforme pasaba el tiempo y, en algún momento, me vi añorando que me rescataras cuando yo no podía hacerlo. Tenías un mundo entero por salvar y yo quería que fueras a salvarme a mí.
—Lo habría hecho, Draco —aseguró Harry, apretando los dedos de Draco entre los suyos y viendo el destello de adoración en la mirada grisácea que se enfrentaba a la certeza absoluta del esmeralda.
—Lo hiciste, Harry —susurró Draco, pero aquellas palabras casi respiradas tenían la intensidad de un grito ensordecedor y el mundo desapareció. El universo entero se resumió a la suavidad de un beso y un susurro—. Lo hiciste.
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Opción 1: Las primeras dificultades.
Holi, pues tal vez esto no era de lo que iba la opción del día, pero me pareció más adecuado hacerlo así.
¿Ustedes qué opinan?
Pregunta del día:
¿Dinámica favorita para shipps?
Yo soy amante del "se odian y discuten y terminan empotrándose contra la pared y confesando su amor".
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