Capítulo 4 "El tamaño del universo"
Cuando Harry accedió a hacer el escándalo que Draco sugirió, no contó con las consecuencias abrumadoras que traería. Por una parte, recibió decenas de cartas, vociferadores, llamadas de fuego e incluso llamadas telefónicas por parte de los Weasley. Harry quiso explicarles, ir a visitarlos siquiera, pero ante el enojo que los impulsaba a decir cosas que Harry prefería no recordar y que no le repitió a Draco por nada en el mundo, prefirió darles su tiempo.
Por otra parte, los Malfoy fueron un cambio inesperado. Narcissa Malfoy le escribió a Harry directamente, felicitándolo y diciendo lo agradecida que estaba de que fuera el compañero de su hijo. Sí, no fue extraño en lo absoluto, claro que no. O al menos eso decía Draco, que solo sabía reírse de la expresión espantada de Harry. En una carta a Draco, en cambio, Narcissa los invitó a la Mansión Malfoy para discutir el asunto y festejar como era debido, prometiendo el buen comportamiento de Lucius.
Harry tardó una semana en acceder, siempre temeroso de lo que Lucius haría. No temía que este lo atacara, sabía que Draco lo defendería de todos, incluido su propio padre, y él sabía defenderse también. Pero el temor de que su magia se saliera de control debido a cualquier cosa que Lucius dijera lo paralizaba.
No fue hasta que Draco le explicó que la Mansión Malfoy estaba preparada para soportar esas explosiones de magia, debido a que en siglos pasados en la familia hubo embarazos masculinos, que Harry se convenció de ir. Si alguien le hubiera dicho que podía sostener una cena civilizada con los Malfoy y hablar de su futuro bebé sin que todos salieran lanzando Avadas y Crucios, Harry se hubiera carcajeado hasta no poder respirar.
Al final, Lucius Malfoy no habló demasiado para más que felicitarlos y algunas ocasionales afirmaciones de apoyo sobre lo que decía su esposa, y Narcissa Malfoy parecía encantada con la idea de un nieto, confesando que ya había empezado a bordar la manta para el bebé. Propuso que ambos se casaran de inmediato, antes de que el embarazo de notara, pero Draco intervino al sentir la ansiedad de Harry por la idea de un matrimonio.
De alguna forma, habían sobrevivido la cena sin contratiempos y accedieron a pensar la idea de trasladarse a la Mansión Malfoy cuando el embarazo avanzara más y las explosiones descontroladas de magia se hicieran más peligrosas.
Por supuesto, debido a su condición Harry tuvo que someterse a un interrogatorio en la Oficina de Aurores, donde comprobaron que no hubiera ningún rastro del encantamiento Imperius y le autorizaron permisos especiales para continuar su entrenamiento desde el trabajo de escritorio. Harry no estaba feliz, pero no arriesgaría a su bebé ni a sus compañeros.
Por el momento, habían reformado Grimmauld Place, pues ya no cumplía objetivo esconderse del Mundo Mágico. Si Sirius hubiera sido más apegado a aquella casa, tal vez Harry hubiese estado más renuente a los cambios que Draco propuso, pero su padrino no había visto en Grimmauld Place más que un lugar donde esconderse, tan oportuno como cualquier otro, y Draco quería que Harry tuviera el hogar que deseaba. Grimmauld Place ahora estaba irreconocible y, con el objetivo de no despertar más sospechas estúpidas sobre Draco, había sido expuesto a la vista de los magos. Ya no era un escondite, sino un hogar.
—Todo estará bien —susurró Draco con cariño, colocando su mano en una caricia firme sobre la rodilla de Harry, en la pierna que no dejaba de subir y bajar a una velocidad alarmante por los nervios.
—Lo sé, solo… Soy hombre, Draco, no tengo la anatomía para esto —protestó Harry, dándole voz a sus temores lógicos.
Draco sonrió con cariño, sabedor de que estas dudas aparecerían eventualmente debido a la crianza muggle que Harry había tenido. Si en lugar de los Weasley, Harry se hubiera hecho su amigo, Draco se hubiera encargado de enseñarle todo del Mundo Mágico con la misma pericia con la que sus tutores privados le habían educado a él. Pero Draco había sido un mocoso insufrible y él lo sabía. Se merecía el rechazo que Harry le había dado.
—Esto no es el Mundo Muggle, Harry. Nuestros núcleos se vincularon y la magia en ti determinó que podías y estabas listo para esto. Confía en eso —Draco entrelazó sus dedos, acariciando en movimientos circulares el dorso de la mano de Harry con su pulgar y manteniendo su mirada fija en el esmeralda de su pareja. Merlín, nunca se cansaría de mirarlo.
—Harry Potter y Draco Malfoy.
El llamado de la sanadora atrajo toda la atención hacia ellos, que hasta el momento habían pasado en su mayoría desapercibidos. Culpa de Harry, pensó Draco, por negarse a ser atendido por el medimago privado de los Malfoy y querer permanecer con el Dr. Alcázar. Podrían estar haciendo esto en Grimmauld Place en lugar de en San Mungo.
Aunque, considerando la trayectoria de los Malfoy y lo defensivo que se había puesto el Mundo Mágico respecto al embarazo de Harry y su cercanía con Draco, era mejor que fuera así. Si algo salía mal podrían demandar de inmediato y nadie dudaría de la veracidad de todo si el medimago no era pagado con oro de mortífagos.
Con sus manos todavía entrelazadas y Harry muy consciente de cuanto estaba sudando, ambos entraron a la consulta del Dr. Alcázar, quien recibió a la pareja con una actitud profesional que sus años de medimago habían perfeccionado, indicándoles que se sentaran frente a su buró.
—Bueno, Señor Potter, cuénteme cómo se encuentra.
—Controlar la magia todavía me es difícil, y estoy muy nervioso con todo esto, pero me encuentro bien, dentro de lo posible.
—Me alegra escucharlo más optimista de lo que estaba hace unos días —comentó el medimago, abriendo la carpeta llena de pergaminos médicos que tenía el nombre de Harry Potter encima. Era su historia clínica—. Antes de comenzar, me gustaría responder a cualquier pregunta que usted tenga.
—Más que nada, he intentado imaginar cómo puedo gestar si soy hombre y no tengo útero, ya sabe… —cuestionó Harry, apretando la mano de Draco hasta que sus nudillos se pusieron blancos.
El antiguo Slytherin sabía que Harry tenía esas dudas, pero él había dicho querer consultarlas con un medimago y Draco le había dado su espacio. Si en el proceso había implementado un ala completa de la biblioteca en Grimmauld Place con libros sobre embarazos mágicos y embarazos masculinos, pues había sido mera precaución. Nada impedía que Harry se tropezara con esos libros por casualidad, si es que algún día ponía un pie en esa biblioteca.
—Verá, Señor Potter, como le expliqué en su momento, los embarazos masculinos surgen debido a un vínculo único de dos núcleos mágicos compatibles. Contrario a la opinión ignorante y popular de muchos en los periódicos, no existe hechizo o pócima que pudiera recrear este efecto y causar un embarazo masculino como resultado. El vínculo es genuino y, por ello, su propio núcleo mágico adapta su cuerpo.
—Pero no tengo vagina —interrumpió Harry abruptamente, sonrojándose ante su impulsividad y la sonrisa oculta de Draco que solo él podía notar.
—No, Señor Potter, pero su cuerpo crea un saco mágico en su interior, derivado desde su recto, que se desprende de este y crea un útero… artificial, creo que sería la palabra más propicia para explicarlo de una forma muggle —Draco frunció el ceño de forma casi imperceptible, cansado de que todos intentaran explicarle a Harry las cosas en terminología muggle, como si eso pudiera abarcar la inmensidad de la magia.
—Entonces no puedo parir de forma natural, imagino yo.
—Puede hacerlo, Señor Potter —aclaró el medimago con paciencia—. Cuando el momento del parto llegue, su cuerpo creará un conducto de escape para el parto cercano a su ano, pero sin unir ambos. Un canal de parto que desaparecerá, aunque sí dejara detrás una cicatriz. Siendo una zona que nadie ve, no causa problemas estéticos.
Harry se sonrojó furiosamente ante el comentario, recordando que la noche anterior había estado de rodillas, apoyado sobre sus hombros, con su rostro sumergido entre almohadas y Draco arrodillado detrás de él, observándolo directamente en todo su esplendor expuesto. Su lengua había recorrido cada área supuestamente no visible de Harry hasta hacerlo correrse sobre las sábanas en un estruendoso grito agudo que lo avergonzaba.
El apretón de manos cómplice y la forma en que Draco reacomodó su posición apenas unos milímetros en el asiento le hicieron saber a Harry que él sabía todo lo que había pensado. Probablemente incluso estaba metido en su cabeza en ese instante con esa habilidad de Legeremancia suya.
—Está bien, entonces… por el momento no tengo más dudas. Solo quiero saber cómo está mi bebé —farfulló Harry, carraspeando para darle más firmeza a su voz y espantar cualquier pensamiento poco apropiado para el momento. Si el medimago lo notó, no hizo señal alguna.
—Acompáñeme, Señor Potter, Señor Malfoy —indicó el Dr. Alcázar, guiándolos hacia la misma área separada por el divisor encantado y señalando hacia la camilla para que Harry subiera—. Retírese la chaqueta y descubra su abdomen, por favor.
Draco ayudó a Harry a subir a la camilla, como si se tratara de alguna escalada de montaña imponente que pudiera lastimarlo, pero Harry lo agradecía. Seguía temblando y sudaba copiosamente por los nervios, sentía que sus piernas podían flaquear en cualquier momento y tener a Draco cerca lo consolaba. Él se quedó a un lado de la camilla, sosteniendo la mano de Harry y mirando expectante al medimago.
—Por lo que se me ha informado, el Mundo Muggle tiene algo llamado ecografía, donde se muestra una imagen del feto —Harry asintió velozmente para reasegurarle al medimago sobre sus conocimientos—. Nosotros, como habrá de suponer, no tenemos esos servicios, pero usamos hechizos que causan efectos similares. El hechizo que le haré ahora no le hará daño ni a usted, ni a su bebé. Consiste en un hechizo de seguimiento simple que mostrará en una burbuja una imagen de la criatura y nos permitirá escuchar su corazón. ¿Están listos?
Con el medimago esperando sus respuestas, Harry apretó más fuerte la mano de Draco hasta un punto estrangulador y, luego, miró hacia él. Había una calma tan absorbente en su mirada de acero, que Harry no podía evitar ser arrastrado por ella. Si Draco estaba seguro de que todo estaría bien, Harry confiaba en eso. Sin poder hablar, asintió en un gesto quedo hacia el medimago.
El Dr. Alcázar alzó su varita y Harry intentó controlar su respiración, no queriendo reaccionar de forma agresiva ante la sensación apremiante de peligro. Nadie iba a hacerle daño a su bebé, tenía que recordar eso. Una tenue luz azulada, similar a humo líquido, flotó desde la punta de la varita del medimago hacia el abdomen de Harry y el hechizo comenzó.
Un frío extraño lo sobrecogió por un instante, no como cuando Draco lo tocaba con su temperatura corporal inusualmente baja, sino de una forma escalofriante, pero Draco acarició con suavidad el despeinado enredo de nudos que Harry tenía por cabello y él se forzó a calmarse. Eso era normal, así se suponía que se sentía, nada iba a pasarle.
La frialdad continuó por unos segundos más, en los que aquel humo acuoso envolvió su abdomen, y entonces Harry sintió que no podía respirar ante lo que veía. El humo se había alzado desde su cuerpo, ahora cálido y más denso, creando una burbuja traslúcida que flotaba sobre él. En medio de aquella esfera multicolor, estaba su bebé.
—Allí está, tiene doce o trece semanas —informó el Dr. Alcázar.
Tenía su rostro redondeado, con sus orejas pequeñitas y todas sus extremidades, abría y cerraba la boca en un gesto casi constante y estaba allí, tranquilamente flotando. El sonido llegó algunos segundos después y Harry tardó en entender que el latido acelerado que llenaba sus oídos no era el suyo propio, sino el de su bebé.
Su visión estaba nublada por las lágrimas y Harry restregó sus párpados en un gesto torpe que subió sus espejuelos hasta su frente y los torció ligeramente. Algo frío y suave se posó sobre su piel, encima del plástico de los espejuelos, llegando a la línea de su cabello oscuro y una risa queda que dejó una sonrisa dibujada en sus labios fue la respuesta ante el dulce beso de Draco.
—Es nuestro bebé —susurró Harry, su voz estrangulada por el llanto.
—Así es, Potter, es nuestro bebé.
Había algo extrañamente íntimo en Draco llamándolo por su apellido, una parte de su historia en la que nadie podía entrometerse, que nadie comprendía. Otros podrían decirle Potter, pero nunca como lo hacía Draco. Y la familiaridad del nombre, en esos momentos, golpeaba más profundo que cualquier apodo cariñoso que pudieran decirse en un momento íntimo.
—Eres mío, Malfoy —declaró Harry con una sonrisa, mirando a Draco embelesado. Nada en el mundo podía interponerse entre ellos ya, y aunque lo había sabido desde antes, en ese momento todo se solidificaba.
El resto de la consulta no era algo que Harry recordara, pero sabía que Draco había estado prestando atención respecto a los cuidados que habrían de tener y el seguimiento que recibiría Harry. Por el momento la gestación iba sin problemas, pero los embarazos masculinos transitaban como de riesgo o alto riesgo, así que los cuidados preventivos y la vigilancia constante eran imprescindibles.
—Traeré uno de los elfos de la mansión —comentó Draco tan pronto entraron a Grimmauld Place.
Habían tenido que viajar con polvos flú directamente desde la consulta, pues afuera de San Mungo había un desfile de periodistas hambrientos por cualquier migaja de información respecto a ellos que pudieran colectar. Tanto Harry como Draco estaban acostumbrados a eso, y también habían acordado alejar a las pirañas de su bebé tanto como pudieran. Era difícil siendo ellos quienes eran, mas no imposible.
—No creo que sea necesario, Draco. El medimago dice que estoy bien —repuso Harry, no sintiéndose cómodo con la idea de quitarle nada a los Malfoy.
—Alguien tiene que cuidar de ti y atender la casa cuando no estoy, Harry. Si quieres seguir estudiando para terminar tu entrenamiento como auror, algo a lo que no me opongo siempre que te mantengas alejado del trabajo de campo, necesitarás que otra persona haga lo demás. Estoy pronto a terminar mi preparación como alquimista y presentar mi tesis, no puedo estar aquí todo el tiempo y no voy a estar tranquilo si no sé que alguien está velando por ti constantemente.
—Pero no quiero quitarle nada a tus padres, tu padre ya me odia lo suficiente tal como están las cosas —insistió Harry, dejándose caer en el sofá de la sala y arrastrando a Draco consigo, todavía sus dedos entrelazados.
—Tonterías, Potter. Sabes que mi madre estaría más que contenta de poder consentirnos. Ha estado tejiendo desde que los periódicos publicaron la noticia, a este paso tendremos la manta del bebé antes de que finalice el primer trimestre de embarazo —comentó Draco en tono burlesco, pero sus palabras siendo tan serias como cualquier otra cosa.
—¿Cuál es el misterio de la manta, por cierto? —preguntó Harry, peinando con caricias suaves el cabello perfectamente acomodado de Draco, hasta que las hebras plateadas cubrieron su frente de forma desmadejada.
—Es una tradición Black, de hecho —respondió Draco, sonriente, acomodándose entre las piernas de Harry y abrazándolo, sus rostros apenas distanciados para mantener sus miradas fijas uno en el otro—. Cuando una generación queda embarazada, la abuela por parte de la familia Black escoge una manta de color entero y toma un hilo mágico de algún color contrastante. Así empieza a bordar sin pensar siquiera en lo que hace, solo pensando en ese nuevo bebé y, según la tradición, el hilo la guiará por esos pensamientos para crear un bordado único que pertenecerá y representará al bebé.
—Es una tradición hermosa —susurró Harry, conmovido por la dedicación de Narcissa Malfoy.
—Sé que mi familia cometió muchos errores, Harry, yo mismo cometí cientos. Para muchos somos unos monstruos sin corazón, pero te aseguro que, a nuestra manera, tenemos sentimientos y defendemos con fiereza a aquellos a quienes amamos.
Harry sonrió suavemente, acunando el rostro de Draco e inclinando su cara hacia arriba, hasta dejar un beso apenas perceptible en la punta de la nariz de Draco. Este último rio quedo por el gesto, pero lo devolvió con infinito cariño y adoración.
—Traeré a Kearcher —dijo Harry repentinamente, dejando a Draco algo confuso ante el abrupto cambio de conversación, hasta que las palabras se asentaron en su mente.
—Pensé que lo habías despedido porque era maleducado y no se llevaban bien —repuso Draco, desconcertado por el cambio de opinión.
—Y no nos llevamos bien, pero él tiene adoración por los sangres puras y es leal a la familia Black, lo era con Sirius y lo consideraba un traidor a la sangre, así que a ti te obedecerá de forma incondicional —explicó Harry, descendiendo más en el sofá para que Draco quedase por encima de él, sus rostros ahora a la misma altura.
—Además de no tener que quitarle un elfo a mi padre —bromeó Draco, acariciando los rebeldes mechones oscuros que cubrían parte de los ojos de Harry, aun con los espejuelos.
—Además de no tener que quitarle un elfo a tu padre —concordó Harry con una risa traviesa, que se transformó en una carcajada violenta cuando los delgados dedos de Draco lo atacaron con cosquillas.
Su cuerpo se retorcía entre el cómodo sofá y el frío cuerpo de Draco, el calor se esparcía por su piel en un tono rojizo y las carcajadas le traían vida a los pasillos en antaño desolados de Grimmauld Place. Casi sin poder respirar, forcejeando con Draco para liberarse aunque no quería alejarse, Harry pensó por un instante que era feliz, más de lo que alguna vez creyó que sería o merecía. No importaba que se estuviera uniendo a un Malfoy, en su interior sabía que su padrino habría estado orgulloso.
Así que cuando las risas fueron perdiendo intensidad y solo quedaron caricias leves que arropaban todas sus inseguridades y temores, envolviéndolo en la calma del amor, Harry se sintió en paz. Se aferró a Draco con brazos y piernas, reclamando de forma innegable sus labios en besos lentos que pasaban como caricias fantasmales de un toque ligero, y se dejó llevar como nunca antes en su vida.
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Opción 2: La imagen del bebé.
Waaaa, 4to día, ¿qué tal vamos por aquí? ¿Les está gustando?
Como preguntita diaria, por hacer una dinámica vamos, fuera de Drarry, ¿qué otro ship sería su favorito del universo de Harry Potter?
Soy sincera, como buena amante del Enemies to Lovers, me encanta Sirius x Snape con Severus como Power Bottom.
Recuerden tomar agua y no pasar tanto rato frente al celular 😉😘. Nos leemos mañana.
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