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Capítulo 30 "Control y descontrol"


El recibimiento del Año Nuevo fue novedoso para Harry, habiéndose perdido el anterior debido a su depresión postparto. Durante el día habían visitado a Dudley y, extrañamente, Calantha se llevaba bien con él pese a verlo pocas veces. Por lo que parecía, el primo de Harry sería un buen primo mayor para la niña y estaba dispuesto a mostrarle el lado muggle de su familia. Los tíos de Harry seguían fuera del panorama familiar, pero él lo prefería así.

La noche y la celebración principal transcurrió en la Mansión Malfoy, donde se reunieron todos como habían hecho en el cumpleaños de Calantha; exceptuando a Andrómeda, quien todavía permanecía renuente a entrar allí. Permitió a Teddy estar con ellos, para sorpresa de todos y pese a la insistencia de Draco y Harry de ir a cenar con ella y Teddy en su casa para que ella no pasara el Fin de Año sola.

Andrómeda alegó estar vieja y acostumbrada, y sentirse más tranquila sabiendo que el niño estaría celebrando con ellos.  Harry aún se mostró inseguro, pero Draco entendía los motivos detrás de la decisión de su tía. Los años habían sido inmisericordes con Andrómeda y lo único que verdaderamente le quedaba era Teddy.

Habiendo llevado la vida que había vivido, aun si la había escogido ella misma, no había que ser un experto para saber que a la bruja no le quedaban muchos años de vida. Los magos y brujas podían alcanzar los dos siglos de edad antes de sucumbir a la muerte por senectud, pero el estrés y el sufrimiento acortaba la vida de cualquier ser en la tierra, y de eso Andrómeda había tenido demasiado. Si aun se aferraba a la vida, era por Teddy, y algún día eso no sería suficiente.

Saber al niño a salvo, rodeado de quienes lo amaban y en una familia estable era todo lo que ella necesitaba para dejar de luchar contra el llamado de su alma. Draco no podía explicarle esto a Harry sin hacerlo sufrir antes de tiempo y tampoco lo hablaría con Andrómeda, pero ambos se habían entendido sin palabras y lo sabían. Por eso Draco convenció a Harry de no insistir más y aceptar a Teddy en la Mansión Malfoy. Narcissa también comprendió lo que pasaba cuando vio a Harry jugar con Calantha y Teddy, pero no dijo nada.

Así, la algarabía había vestido la Mansión Malfoy como nadie en esa familia lo había permitido antes y enero llegó como un golpe de regreso a la realidad. Habían estado desayunando en Grimmauld Place, disfrutando del final de sus vacaciones por festividades antes de tener que regresar a la vida laboral, cuando la explosión sucedió.

No hubo fuego ni objetos quebrados por doquier, pero el estallido sí causó que la casa se sacudiera y los colores de cada objeto cambiaran a su complementario repentinamente. Harry y Draco corrieron a la habitación de Calantha, quien había estado durmiendo hasta que un sueño demasiado vívido la hizo perder el control de su magia, despertándola.

La habitación era un desastre, un tornado parecía haber sacudido todo desde los cimientos y Calantha, confundida, miraba en derredor parada en su cuna, con ambas manos sujetas a la baranda. Harry corrió hacia ella y la cargó, sacudiéndola en un abrazo firme para que superase el shock inicial. Los pequeños por generalidad no solían notar sus eventos de magia accidental, Harry mismo no había notado los suyos y ya era más grande cuando empezaron, pero la magia de Calantha era demasiado fuerte incluso para ella. Por supuesto que lo notaba.

Draco, quien se había preparado de antemano para un evento posible, usó su varita para restaurar todo a su estado original, nombrando una serie de hechizos que Harry desconocía. Suponía que él, como auror, también dominaba encantamientos que le eran extraños a Draco.

La casa regresó a su estado original y Draco se acercó a Harry, sosteniendo el rostro de Calantha entre sus manos frías y besando su frente. Ambos padres compartieron una mirada preocupada. Si dejaban a Calantha por su cuenta, los desastres serían interminables. La niña tenía que aprender a controlarse en el máximo de sus posibilidades. No podían aplazarlo más.

Así fue como Grimmauld Place se vio reforzado por encantamientos especiales que lo hacían resistente a las explosiones de magia, y el jardín se reorganizó como área de entrenamiento. Por el momento, y considerando el secretismo alrededor de los poderes de Calantha, solo Draco y Harry estarían allí. Las otras personas familiarizadas con su condición no estaban preparados para lidiar con eso.

Pasaron horas exponiendo a Calantha a distintas situaciones, algunas estresantes y otras divertidas en extremo, pero nada detonó su magia. Harry sabía que debía de haber un patrón, algo en común que provocara el descontrol, pero carecía de ideas y, sin importar cuánto se esforzaba, no veía el hilo conector entre el incendio y la explosión anterior.

—¿Qué sentías cuando perdías el control durante el embarazo? —preguntó Draco, deslizando a Calantha por la canal pequeña que tenían en el patio y viendo cómo caía en el colchón de flores.

—Yo… no lo sé —Harry suspiró, la frustración acumulándose junto a la preocupación—. Electricidad.

—¿Electricidad? —cuestionó Draco, alzando a Calantha y volviendo a subirla a la canal.

—Era como si mi cuerpo tuviera corriente corriendo por mis venas y buscara salir —explicó Harry, su mirada perdida en algún lugar de su memoria—. Entonces, sin que yo lo controlara, simplemente salía. Se alejaba de mi cuerpo y cargaba el ambiente a mi alrededor. Ya luego pasaba lo que habías visto.

—Electricidad —susurró Draco pensativo, observando a Calantha asomar su cabello plateado entre las flores—. Necesitamos a Granger.

—Pensé que dijiste que era mejor no involucrar a los demás —repuso Harry, confundido ante el cambio de parecer de Draco, quien cargaba a Calantha y se la entregaba a él.

—Ella estaba en la habitación con la niña cuando el incendio —respondió Draco, apresurándose dentro de la casa en busca del celular de Harry.

Hermione mantenía uno para comunicarse con sus padres y, ocasionalmente, con Harry también. Draco tenía su número, y sabía que ella tenía el de él, pero no se llamaban ni escribían y, si pudiera evitar hacerlo, él siempre escogería esa vía. Harry solía discutirle al respecto a menudo, sobre todo después de haberlos vistos juntos y conversando como personas civilizadas en Navidad, y la respuesta de Draco siempre incluía algún alegato respecto a cómo la distancia era mejor para ellos dos.

—Llámala —indicó, tomando a Calantha y dejándola caminar hacia las escaleras. Ella usualmente subía apenas cinco escalones y, luego, se giraba hacia quien estuviera en la base de la escalera para tirarse y ser atrapada.

Harry, decidiendo acceder a lo que fuera que Draco estuviera pensando y confiando en la explicación que él le dio, marcó el número de Hermione. Pasaron cinco tonos antes de que Hermione contestara, con Ron a su lado preguntándole si había pasado algo, según Harry escuchaba.

—Mione, dile a Ron que no sucede nada —comentó Harry en el tono más tranquilo que podía manejar, sin necesidad de mayores saludos.

—Ya se lo dije, pero él no parece entender que contactarme por vía muggle no es equivalente a que te estés muriendo —protestó Hermione, acallando a Ron con un sonido entre dientes y volviendo a enfocarse en su amigo—. Claro, eso no significa que no sea inusual que llames. ¿Sucedió algo?

—¿Podrías venir a la casa? —preguntó Harry, sus ojos fijos en Calantha mientras saltaba desde el quinto escalón hacia los brazos de Draco. Hasta la fecha la niña nunca había querido hacerlo sin ellos y Harry esperaba que siguiera así—. Tenemos unas preguntas que hacerte respecto al día del incendio. O, más bien, Draco las tiene.

—¿Sigue dudando de algo? —cuestionó Hermione, y la amargura dubitativa en su voz le hizo saber a Harry que seguía herida por las palabras de Draco aquella noche.

—No, Mione, no tiene que ver con eso —aseguró Harry, tan comprensivo como podía. Entendía a ambas partes involucradas—. Draco necesita algunas respuestas para ver si encontramos lo que detona a Calantha y podemos educarla en torno a un control sobre eso.

—Eso significa que hubo otro evento de descontrol de magia —susurró Hermione con preocupación, y con algo más que a Harry no le gustaba nada. Era el tono que usaba cuando su mente estaba analizando algo que solo ella sabía.

—¿Vendrás o no?

—Estaré allí en unos minutos, hay algo que tengo que comprobar primero —dijo Hermione, colgando sin permitirle a Harry decir nada más.

Harry suspiró, cansado de absolutamente todo. La vida era difícil antes de esto, ahora tenía que tratar con el constante cuestionamiento de la Comunidad Mágica y un descontrol absoluto de la bomba de relojería que su hija tenía como núcleo mágico. La risa de Calantha siendo levantada por Draco tan alto como sus brazos daban estalló en la habitación, Harry los miró a ambos, embelesado. No importa lo cansado que estuviera, valía la pena.

Notando la mirada de Harry, Draco bajó a Calantha, agachándose a su lado y señalando a Harry mientras le susurraba algo al oído. La niña soltó un chillido feliz antes de correr hacia Harry entre trompicones divertidos, dando pisadas fuertes que no hacían más que divertir a ambos padres. Cada vez alejándose más para que la distancia fuera mayor, Harry y Draco dejaron pasar los minutos en un juego de correr de uno a otro donde Calantha era la principal jugadora, hasta que la chimenea alertó de una visita.

Harry fue quien recibió a Hermione, quien se veía eufórica. Un escalofrío recorrió su columna por esto. Reconocía esa expresión, era la que ponía cuando descubría un conocimiento nuevo a consumir hasta que su cerebro lo tuviera tatuado en la memoria. Hermione le dio un abrazo rápido a Harry, quitándose su abrigo en gestos apresurados, antes de correr hacia donde estaba Draco.

—Harry me dijo en la llamada que había ocurrido otro evento de magia accidental, ¿cierto? —dijo Hermione, apenas conteniendo la emoción y saltándose cualquier saludo—. ¿Cuándo fue?

—Esta mañana. Estábamos desayunando cuando la casa se sacudió y todos los objetos cambiaron de color —respondió Draco, dejando que Calantha siguiera corriendo alrededor de ellos mientras él se incorporaba.

—También, su habitación parecía un caos —añadió Harry, mirando a Draco de reojo al ver la sonrisa radiante de Hermione. Parecía el gato de Cheshire.

—No hay registro en el Ministerio de Magia de que haya ocurrido ningún evento de magia accidental, como tampoco lo hubo ninguna de las otras veces, ni siquiera el día del incendio —dijo Hermione, mirando significativamente a Draco.

—¿Eso qué significa? —preguntó Harry, confundido.

—Cuando un niño hace algún tipo de magia accidental, por ínfima que sea, aparece una nota al respecto en su expediente en el Ministerio de Magia. Así es como se hace control de daños si esto ocurre en presencia de algún muggle y es discernible que ha sido magia —explicó Draco, siguiendo el hilo de Hermione y creyendo entender hacia dónde iba ella.

—Yo hice magia accidental un par de veces, no sucedió nada las primeras —repuso Harry, sin entender del todo lo que Draco y Hermione pensaban.

—Porque no hubo de qué preocuparse —rebatió Draco, girando hacia Harry—. Tus tíos sabían lo que eras y los muggle no prestaron atención al evento ocurrido la mayor parte de las veces. Pero siempre hubo registro y, cuando tuvieron que intervenir, lo hicieron. Sin embargo… —continuó, mirando esta vez a Hermione—, no hay nada en el expediente de Calantha, por eso nadie notó que el fuego había sido resultado de magia accidental provocado por ella.

—No solo no hay registro —dijo Hermione, sacando de su maletín de trabajo los expedientes de Draco y Harry—, no hay expediente en lo absoluto.

—¿Qué? —preguntaron ambos a la vez, viendo a Hermione poner sus expedientes en la mesa central de la sala y abrirlos.

—El último registro de Calantha es su acta de nacimiento, después de eso se crea un expediente mágico que se añade a los registros familiares, como sucede con el árbol genealógico de los Sagrados Veintiocho. El expediente de Calantha nunca se creó. No aparece en el Ministerio de Magia, es como si no existiera.

—¿Cómo es eso posible? —preguntó Harry, anonadado, mientras Draco revisaba sus expedientes.

—Granger —interrumpió Draco sin levantar la vista del acta de nacimiento de Calantha—, ¿sentiste algún tipo de electricidad en el ambiente el día del incendio?

—Electricidad en sí misma, no, pero había una especie de sensación como de estática —respondió Hermione.

—¿Alguien me va a explicar algo? —demandó Harry, irritándose ante lo que era un obvio intercambio de conocimiento del cual él estaba siendo excluido.

—Es una hechicera —afirmó Draco, sentándose en el sofá y juntando ambas manos frente a su rostro.

—Eso se sobreentiende —espetó Harry, su paciencia agotada al límite.

—No, Harry, es una hechicera —recalcó Hermione, sacando un pergamino que parecía más viejo que Dumbledore—. Originalmente, todos los magos y brujas eran hechiceros, la magia fluía de ellos y se relacionaba con lo que los rodeaba. No había encantamientos ni palabras rebuscadas, solo poder absoluto.

—¿De dónde sacaste esto? —preguntó Draco, reconociendo el pergamino como uno de los documentos más antiguos que existían en el Ministerio de Magia, en el cual se explicaban las clasificaciones de la evolución mágica.

—Lo tomé prestado sin preguntar —respondió Hermione casualmente—. A medida que la magia fue utilizada con diferentes fines, fue cambiando dentro de quienes la poseían, reduciendo la cantidad de bebés con habilidades mágicas hasta lo que somos hoy en día. Más muggles, menos magos, inferior magia.

—Los hechiceros puros desaparecieron durante la época de los vikingos —continuó Draco, señalando la fecha al lado del trazado de un hechicero—. Se supone que, como los magos y brujas se reproducían de forma tan… cerrada y exclusiva, en todos ha de restar algún gen de lo que fuimos.

—Pero hubo que mezclarse con muggles para evitar la extinción de la Comunidad Mágica, y así el gen de la magia se fue pasando de forma recesiva entre muggles, por eso existimos los hijos de muggle que hacemos magia.

—En nuestro caso, Calantha fue concebida por tres núcleos mágicos, si tomamos en cuenta la influencia del Señor Oscuro en el núcleo de Harry —dijo Draco, mirando a Harry con una disculpa en la mirada—, y en el mío propio.

—Tres núcleos mágicos que ya cargaban con el gen recesivo de la magia original, el gen de los hechiceros —declaró Hermione, complacida consigo misma por haberlo deducido.

—No entiendo, entonces… ¿ella no pertenece a la Comunidad Mágica? —cuestionó Harry, sintiendo un dolor de cabeza surgir con la fuerza del golpe de un martillo.

—Por el contrario, pertenece más que nadie —negó Hermione, con una sonrisa de orgullo que Harry realmente no toleraba en ese instante—. Pero eso también significa que el sistema mágico actual está demasiado desactualizado para ella, ¿o avanzado? No lo sé, el punto es que no aparece en los registros, su magia no es captada por nuestros hechizos y puede que su cuerpo incluso sea inmune a la magia de los magos y brujas actuales.

—Sino inmune, definitivamente resistente —comentó Draco, reclinándose contra el sofá ante el cansancio que lo sobrecogía.

—No hay solución entonces, hay que dejarla que siga explotando cosas hasta que los del Ministerio den con esta pieza faltante del rompecabezas que ya tienen iniciado y decidan hacer algo al respecto —protestó Harry, el terror arrastrándose bajo su piel. Draco tomó su mano, acariciando el dorso por encima de la cicatriz de Umbridge.

—No —aseguró, con una sonrisa floja en sus labios que calmó a Harry—. Los hechiceros tenían su propia forma de controlar a los niños a medida que aprendían a aceptar la conexión de lo que los rodeaba con su magia interior y, por suerte para todos, la Mansión Malfoy tiene la segunda biblioteca del mundo donde se encuentra un libro al respecto.

—Y, siendo como eres, asumo que ya te lo has leído —comentó Harry, sintiéndose más seguro al ver a Draco en control de la situación. Draco sonrió con arrogante suficiencia.

—Potter, ¿qué tipo de Malfoy sería si no hubiese leído todo lo que hay en mi biblioteca? —bromeó Draco, dejando un beso en el dorso de la mano de Harry—. Granger, ¿te quedas para el suceso?

—Si prometen no ponerse melosos delante de mí. Es… extraño —repuso ella, aunque la sonrisa divertida y traviesa de sus labios decía que solo lo hacía por provocar.

—Harry, trae el relicario que tu primo te regaló para la niña —pidió Draco, levantándose del sofá y yendo hacia donde Calantha jugaba con algunos cojines robados de los asientos—. Te esperamos en el jardín.

Con Calantha de la mano y Hermione caminando detrás, Draco se dirigió al jardín reordenado y llevó a Calantha hacia el colchón de flores. La niña se carcajeó cuando Draco la levantó en brazos, haciéndola saltar en el aire y atrapándola un par de veces antes de arrojarla contra el colchón esponjoso que la recibió con cuidado. Calantha se levantó de entre las flores con una gran carcajada y corrió hacia Draco, pidiendo que lo hiciera de nuevo.

—Aquí estoy —anunció Harry, trayendo consigo la cajita tallada de madera en la cual guardaban el relicario. Habían acordado no dárselo hasta que tuviera cinco al menos, pero al parecer eso ya no sería posible—. ¿Qué harás con él?

—Yo no haré nada —respondió Draco, abriendo la cajita para tomar el relicario con delicadeza—. Ella por otra parte… —dijo misteriosamente, agachándose frente a Calantha, que estaba al límite del colchón—. Mi luna hermosa, mira lo que papá tiene para ti.

Ojos curiosos y deditos inquietos exploraron el relicario en la mano de Draco. Harry podía ver el brillo en la mirada verde de Calantha, aunque no tenía edad para comprender la verdadera belleza e importancia de aquel regalo.

—¿Te gusta? —preguntó Draco con suavidad, Calantha asintió entusiastamente—. Te lo regaló el primo Dudley.

—Pimo Duly —repuso Calantha con una sonrisa. Harry tuvo que contener la risa en su garganta, adoraba como Calantha no lograba decir bien el nombre de Dudley.

—Sí, el primo Dudley —afirmó Draco, abriendo el cierre de la cadena—. Ahora papá te va a poner la cadena alrededor del cuello, ¿quieres usarlo?

—¡Sí! —gritó Calantha, sonriente, chillando con algarabía mientras Draco colocaba el relicario alrededor de su cuello. Era demasiado largo para su edad, pero a ninguno de ellos parecía importarle.

—Es un relicario, una pieza muy importante que guarda el amor de toda tu familia —explicó Draco con seriedad, aunque mostrándose sereno—. Este es muy especial, porque es solo para ti y está vinculado a tu núcleo.

—¿Mi núleo? —dijo Calantha, mirándose la barriga y tocando con sus manos su ropa como si fuera a encontrar algo allí.

—Tu núcleo mágico, el centro de todo —declaró Draco, sosteniendo sus manitos—. ¿Quieres saber lo que se siente vincularte? Es una experiencia divertida.

—Y yo me… ¿vinlulo esto? —preguntó la niña, intentando entender lo que Draco decía. Todavía no lograba una oración perfecta en otra cosa que no fuera pársel.

—Sí, lo haces —aseguró Draco, besando su frente—. Ve al centro del colchón y solo cierra los ojitos. Esto hará el resto —indicó, tomando por un instante el relicario entre sus dedos para que Calantha se enfocara en este, antes de dejarlo caer.

Con expresión determinada y pasos torpes, pero firmes, Calantha fue hasta el centro del colchón y cerró los ojos, apretando el relicario en su manita izquierda. Draco se incorporó y tomó la mano de Harry, tranquilo ante la calma de que nada sucediera.

Los segundos parecieron pesar eones sobre Harry, viendo a su niñita con el ceño fruncido y sosteniendo el relicario, esperando algo que él también desconocía. Fue entonces que lo sintió, la electricidad en el aire, el cambio en sus alrededores. Las flores se movieron al ritmo de una ventisca que solo rodeaba a Calantha y los pies de la niña se alzaron del colchón de flores apenas veinte centímetros.

Harry, Hermione y Draco miraban embelesados la escena, apreciando la magia que cargaba el aire con pesar y chocaba contra ellos. Todo terminó bruscamente, y Calantha cayó sentada sobre el colchón de flores con una carcajada divertida y una innegable sonrisa triunfal en su rostro.

—¡Lo hice, papá! —gritó la niña, corriendo hacia Draco, quien la atrapó cuando ella saltó hacia sus brazos.

—Lo hiciste, mi luna —afirmó Draco, complacido y feliz, orgulloso más que nada.

—¿Eso es todo? —preguntó Hermione, sin saber qué había pasado exactamente.

—Eso es todo —respondió Draco, acariciando el cabello rebelde de Calantha y sonriendo hacia Harry.

Todavía quedaban muchas dudas en el aire y nadie podría prever qué sucedería en el futuro, pero, por el momento, Harry sabía que estarían bien.

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Opción 3: Educando al bebé.

ACLARACIÓN:
Soy perfectamente consciente que los niños de 1 año y pocos meses no hablan de esta forma, excepto algunas excepciones (porque a todo hay excepciones). No sé si sea canon o no, pero si en el canon niños de 11 años hicieron todo lo que sucedió en Harry Potter y la piedra filosofal, yo tengo todo el derecho en mi fanfic de usar a mi favor su núcleo mágico y exceso de magia para justificar un desarrollo cognitivo alto y acelerado.
Recordemos también que esta es la misma bebé que durante su vida intrauterina protegió con su poder a Harry de un Avada y pateó en sus momentos de estrés para traerlo de regreso a la realidad y anclarlo.
Es un fanfic donde dos hombres magos tuvieron sexo, se embarazaron y tuvieron una hija producto de tres núcleos mágicos que habla pársel y tiene un poder caótico. Alteré lo suficiente la biología ya, puedo alterar mucho más si quiero.
Lo aclaro porque este fic está en inglés en Ao3 y allá no me dio tiempo a añadir la nota y, por ende, me salieron algunos lectores rectificando el comportamiento de Calantha con 1 año y algunos meses. Para evitar eso acá, aclaro de antemano.

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