Capítulo 3 "El impacto de la verdad"
Un murmullo lejano llegaba a Harry, sacándolo de las profundidades del océano de la inconsciencia. Era suave y arrullador, lo llamaba con una gentileza que erizaba su piel, y era tan atrayente que Harry se aferró a este con todas sus fuerzas.
Parpadeó, algo confundido, mientras despejaba los últimos resquicios de sueño y alcanzaba sus espejuelos de la mesita de noche. A través de la ventana se colaban sutiles hilos de claridad que mostraban que afuera todavía no había amanecido del todo. Harry se acomodó sentado en la cama, aferrado todavía a la almohada de Draco que mantenía el olor a sándalo y algo terroso y suave que él no lograba diferenciar del todo.
Tardó algunos segundos en comprender qué lo había despertado, hasta que el murmullo de cosas moviéndose se hizo más evidente y el inconfundible rastro de la magia lo vistió. Draco estaba en casa.
Contrario a lo esperado, no hubo miedo ni pánico que surgiera a la superficie. Era como si todo hubiese estallado la noche anterior y ahora no le quedase más que una calma implacable. Aun así, se tomó unos instantes más para sí mismo antes de levantarse de la cama y arrastrar sus pies hacia el estudio.
La puerta estaba entrecerrada, no abierta de par en par como Harry creía haberla dejado. ¿Era ese recuerdo real? No le interesaba. A través del espacio entrejunto, Harry observó a Draco usando su varita para organizar dentro. Los muebles ya habían sido reparados, todavía habían manchas por doquier, pero los documentos volaban hasta organizarse en pilas perfectas sobre el escritorio.
—Puedo sentir tu mirada sobre mí, Harry —dijo Draco, sin girarse a mirarlo y carente del reproche acusador que Harry esperaba encontrar.
Harry no dijo nada, solo entró en el estudio y se quedó de pie, pocos pasos dentro de este, observando a Draco terminar de acomodar sus documentos y pergaminos. Cuando Draco se giró hacia él finalmente, no había malicia en su mirada, solo una preocupación infinita que caló con el sentimiento de culpabilidad dentro de Harry. A su vez, también le hizo sentirse querido, le hizo creer que había alguna esperanza…, tal vez.
—No debías de regresar todavía —comentó Harry, inseguro sobre lo que debía de decir. ¿Qué se suponía que era adecuado en esas circunstancias?
—Estaba preocupado por el descontrol de tu magia, así que puse hechizos de alarma en la casa antes de irme para que me alertaran si algo como esto pasaba —explicó Draco con naturalidad, como si eso fuera la cosa más normal del mundo. Tal vez para la familia Malfoy lo era, o podía ser solo algo de Draco—. Esperé que te durmieras para empezar a acomodar todo.
—¿Esperaste a que me…? —Las palabras de fallaron a medida que la realización se abría paso—. Estabas aquí mientras lo hacía.
—Los hechizos saltaron apenas perdiste el control, llegué al principio de la crisis, pero no lograba alcanzar tu consciencia, así que me encargué de contener el daño para que solo se destrozara esta habitación y te dejé sacarlo todo. Parecías bastante ido. El sueño te hizo bien.
Harry sintió su garganta seca y las lágrimas llenando sus ojos con una sensación húmeda de calor. Draco, el siempre organizado y pulcro Draco, había permitido que él destrozara el estudio del cual se había apoderado en su casa solo porque Harry parecía necesitarlo. Draco, quien se había abierto un camino directo hacia su interior en todas las formas posibles, y se había alojado allí sin necesidad de permiso. Draco, el dueño de un núcleo idéntico al suyo.
Las lágrimas corrieron por sus mejillas y fueron limpiadas con delicados dedos fríos que aliviaron el calor creciente en su piel. No hubo sollozos ni temblores, solo un llanto silencioso arrullado por besos suaves que aquellos perfectos labios, apenas rosados, repartían por todo su rostro. ¿Siempre fue Draco capaz de tanta delicadeza? Harry no estaba seguro, pero, de nuevo, tampoco estaba seguro de que él hubiese sido capaz de mostrar semejante vulnerabilidad ante otros.
Las manos elegantes que estaban destinadas a recrear hechizos hermosos y estudiar la alquimia de la magia tomaron las suyas, más callosas y torpes, y con un tirón apenas perceptible que lo exhortaba más de lo que lo guiaba, Harry se dejó llevar por Draco hacia el sofá que horas antes había ocupado él.
—Harry, no sé qué te dijo el medimago para causar esta reacción, pero te aseguro que, sea lo que sea, lo resolveremos juntos —afirmó Draco con una seguridad tangible que cubrió a Harry de cariño—. No estás solo en esto, me tienes a mí.
—¿De verdad te tengo? —preguntó Harry en un susurro, su garganta todavía ardiendo después de casi desgarrarse las cuerdas vocales en la noche.
—Estoy aquí todo el tiempo cuando no estoy trabajando o de viaje, toda mi correspondencia llega a tu casa muggle y mi muy elegante ropa, hecha a medida además, está colgada en tu armario de madera sin magia que tuve que encantar para que todo cupiera. Pensé que eso era prueba más que suficiente de que me tienes a tu lado, Potter, para lo bueno y lo malo.
Aquellos ojos que durante horas había admirado tantas noches, al punto de aprenderse cada surco de los irises acerados y poder leer toda emoción de Draco con solo una mirada, mostraban en ese instante una adoración que rozaba lo enfermizo. Obsesivo.
Siempre estuvo allí, ese sentimiento atrayente que los llevaba uno hacia el otro como un imán, que hacía que fuera imposible que no se miraran cuando entraban en la misma habitación, que llevó a Draco y a Harry a perseguirse mutuamente por todo Howgarts hasta el punto de hartar a quienes los rodeaban y que los tacharán de locos. Siempre había estado allí y Harry se sentía estúpido por no haberlo notado antes.
—Estoy embarazado —susurró, sopesando las palabras como una realidad inexorable por primera vez. No como cuando lo dijo en San Mungo casi sumido en una nube de negación, sino como un hecho real y palpable.
Durante algunos segundos Draco solo miró a Harry, sumergiéndose en su mirada, en el temor que yacía detrás de la neblina que enmascaraba sus emociones. Era una protección inconsciente de Harry, su mente preparándose para el rechazo que había recibido durante tanto tiempo en su vida, y más profundo aún. Sin varita, sin un susurro, sin un pensamiento siquiera, Draco se vio dentro de la mente de Harry bajo el efecto de un hechizo Legerements.
No fue intencional, ni siquiera sabía cómo lo había logrado cuando él no había amaestrado nunca la magia sin varita para nada más que algunos hechizo sencillos como el Accio. Fue algo instintivo, su magia reaccionando antes que su mente y, de repente, estaba sumergido en los recuerdos de Harry, en la explicación del medimago y en el pánico asfixiante que Harry había vivido. No, que todavía vivía.
—Estás embarazado —susurró Draco, temeroso de romper la tranquilidad de aquella interacción y asustar a Harry.
Su mano se desplazó desde las manos de Harry hacia su abdomen, donde todavía no se sentía nada físico, pero desde el cual podía percibir el cambio mágico. Quiso golpearse la cabeza, cruciarse incluso, por no haberlo notado antes. Había visto todos los indicios constantemente, dormía con Harry todas las noches y sentía el electrizante poder de la magia cuando estaba alojado profundo en su interior, pero se consideraba a sí mismo tan inferior a Harry que nunca pensó en la posibilidad ni por un segundo.
Sin embargo, contra todo pronóstico; por Merlín, contra la opinión del Mundo Mágico, de sus familias y de Draco mismo; el destino le traía la prueba irrefutable de qué tan merecedor eran uno del otro. No había nadie más, no podía haber nadie más para ninguno de los dos, porque desde lo más básico y primitivo de sus núcleos mágicos, ambos estaban unidos.
Cuando Draco volvió a alzar la mirada hacia Harry, apenas pudo verlo bien, y solo al pestañar notó que se debía a lágrimas que llenaban sus ojos. ¿Cuándo había llorado por última vez? El día de su juicio, al llegar a la Mansión Malfoy y saberse a salvo, todo gracias a Harry Potter. Había sido la última vez que había llorado y Draco no supo discernir si había sido de alivio, felicidad, dolor o culpa. Las lágrimas que ahora derramaba él sí sabía de lo que eran.
Y allí estaba, con la devastadora fuerza de un tornado, la felicidad rebosante en la mirada de Draco que parecía estar destinada a consumir todo en Harry y dejarlo en cenizas. A hacerlo renacer como un fénix.
—Va… vamos a ser… papás —murmuró Harry, sintiendo el alivio añorado y apenas consciente en ese instante de la aprensión que lo había consumido desde que el medimago le había dado la noticia.
Tenía miedo, claro que tenía miedo. Era un hombre y estaba embarazado, ni siquiera sabía cómo era anatómicamente posible porque, en su estado de shock, no había preguntado al respecto. Pero nada de eso importaba, porque Draco lo sostenía entre sus brazos, sus dedos fríos contra su cuello en una caricia suave y sus labios cubriendo los de Harry.
Su beso, o besos, eran la calma que apaciguó la tormenta creciente en su interior. Con cada movimiento de sus bocas, o el roce de sus dientes perfilando sus labios, e incluso las caricias húmedas de sus lenguas explorando con familiaridad y seguridad, Harry dejaba caer los muros de años de enfrentamiento y palabras no dichas.
—Te amo.
El susurro fluyó como terciopelo desde su garganta, escapando en un suspiro tranquilo, con su aliento uniéndose al de Draco, sus ojos cerrados y sus frentes juntas. Harry pudo oír la sonrisa en Draco, sentirla casi sobre su piel, la tensión desapareciendo de la forma más humana posible. ¿Draco humano? El Harry que fue destinado a Gryffindor con once años jamás lo hubiera creído.
—¿Por qué siento que vacilas a la espera de mi respuesta? —cuestionó Draco sin verdadera reprensión, la diversión y la felicidad emanando de sus palabras—. Estúpido Potter, te he amado desde antes de que supiera siquiera lo que era amor.
Harry se rio, sereno y radiante, impulsándose hacia adelante para capturar los labios de Draco en un beso posesivo y hambriento. El rubio se dejó caer hacia atrás en el sofá, abrazando a Harry y llevándoselo consigo hasta que ambos estuvieron envueltos uno en el otro en el estrecho espacio. En todo momento sus labios se mantuvieron juntos, los besos apenas interrumpidos por sonrisas que escapaban de su control. Lo hogareño de la situación hizo del corazón de Harry algo cálido y suave.
Las manos de Draco vagaban con vida propia por la espalda de Harry, acariciándolo solo con el propósito de recordarle en todo momento que estaba allí, que estaban juntos, que no se iría a ningún lado. Una sonrisa estiró los labios de Draco con genuina alegría y rompió el último beso, sintiendo como Harry acariciaba su cabello de plata y descansaba su barbilla sobre el pecho de Draco.
—¿Qué haremos ahora? —preguntó Harry, deslizando sus dedos por el sedoso cabello lacio, perfectamente recortado y apenas un poco más largo de lo que solía llevarlo en su época de escuela.
—Ahora luchamos por nosotros y nuestro bebé —afirmó Draco sin vacilación ninguna, una firmeza afianzándose en su mirada que heló a Harry por un instante, llenándolo de fascinación—. Llevo meses planeando y moviendo nexos para poder deshacer mi compromiso con Astoria, no pensaba tener que apresurar tanto las cosas, pero, dada las circunstancias, ya realmente no me preocupa tanto.
—¿Por qué? Pensé que esto sería terrorífico considerando el tiempo que llevas comprometido y tus padres —Draco rio quedamente, sin amargura.
—Un embarazo masculino es un acontecimiento histórico, Harry, y cuando el mago decide llevar el embarazo a término, el bebé se convierte en un feto valioso. Es la prueba irrefutable de un vínculo que ninguna magia puede corromper o doblegar. Es algo sagrado. No hay ley ni compromiso que pueda interponerse entre nosotros ahora.
El calor que antes era una llama cándida, se había convertido en un abrazador fuego, quemando todo a su paso y dejando de Harry no más que polvo para el viento. Draco observó con fascinación mal disimulada como el negro de la pupila se tragaba el esmeralda del iris hasta dejar nada más que un anillo alrededor de la oscuridad, y el rojo se esparció besando la piel de Harry.
Fue un impulso, más que eso, una necesidad. Harry descendió sobre Draco, uniendo sus labios de nuevo, sin calma ni gentileza. Un gemido gutural resonó en la garganta de Draco, retumbando por su pecho y erizando la piel de Harry. Los dedos tembloroso se desplazaron rápidamente por los botones de la prístina camisa blanca que separaba la piel de Draco de la suya. Harry gruñó molesto.
Los botones saltaron en todas direcciones y Harry se incorporó sobre Draco, a horcajadas sobre sus caderas, sus nalgas acunando la creciente erección que despertaba caliente en Draco. Un chillido de emoción resonó en la habitación cuando Draco se incorporó sentado, sus manos aferrándose al borde del suéter de Harry y tirando de este hacia arriba, dejando que el calor y el frío de sus diferentes temperaturas se mezclaran y aplacaran la necesidad de contacto. Las llamas se elevaron más altas.
—¿Qué tienes… en… mente? —preguntó Harry entre besos mojados que surgían producto de la desesperación, sus caderas meciéndose ansiosas sobre la dureza de Draco.
—Pequeño y descarado provocador —gruñó Draco, enterrando sus dedos en las caderas de Harry y forzando la fricción entre ellos.
Harry no recordaba haberse cambiado de ropa anoche, pero cuando los dedos de Draco se deslizaron debajo de sus pantalones holgados de dormir y envolvieron su endurecido miembro, se dio cuenta que tampoco importaba si eso había hecho ese momento más factible. El gemido que brotó de él fue casi felino, el contacto frío cada vez más cálido debido a su propio calor, envolviendo su latente pene que goteaba de deseo.
—Así me prefieres —repuso Harry, arrastrando sus uñas por la blanquecina piel de Draco y dejando un rastro rojizo a su paso, por encima de las cicatrices de un Sectumsembra, hasta que alcanzó el cinturón de cuero y abrió la hebilla, desabotonando el pantalón de Draco y bajando el zipper con dedos ávidos—. Dime, ¿qué vamos a hacer?
Era una exigencia ahora y Draco lo sabía, porque de no serlo Harry le hubiera preguntado en otro momento, no cuando envolvía sus dedos alrededor de su goteante y dolorosamente endurecido miembro, que latió ante el contacto. Su mano presionó en las nalgas de Harry, haciendo que gimiera más fuerte y sin aliento, tirando de él hacia adelante. Sus miembros chocaron juntos y ambas manos envolvieron con el resbaladizo líquido preseminal sus penes, deleitándose en el contacto ajeno.
—Vamos a hacer un escándalo —gruñó Draco sin aliento, besando el pecho de Harry, hundiendo sus dientes en la carne debajo de su clavícula y siguiendo hacia abajo en un camino húmedo creado por su lengua—. Le gritamos al mundo… nuestra noticia y así, nadie podrá ne… ¡Joder!
—Negarnos —terminó Harry por él, sintiendo sus propias palabras tambalear ante los jadeos y gemidos, aullando cuando los dientes de Draco se cerraron alrededor de su pezón endurecido.
El dolor destelló en él, ardiente, y su mano libre se enredó en los sudorosos mechones blancos, tirando de estos hasta que Draco gruñó ronco por el ardor. Le encantaba. Harry se inclinó hacia adelante, moliendo sus caderas contra la mano de Draco y deshaciéndose en la fricción húmeda de sus penes juntos, envueltos en sus manos, latiendo ansiosos. Su aliento sopló sobre el cuello de Draco y sus dientes se enterraron en la carne que pudo alcanzar, gimiendo ahogadamente cuando Draco apretó más su agarre y jadeó, moviéndose más rápido hacia arriba.
Era algo animal, básico instinto, pero más real que cualquier otra cosa que hubiesen vivido antes. Estaban destinados a esto, a estar juntos, y podían gritarlo con la mayor demostración posible. Harry dejó una cadena de besos húmedos por el cuello de Draco, alzándose hasta alcanzar sus labios. No se besaban, no lograban hacerlo entre la sinfonía de gemidos jadeantes que llenaban la habitación.
Resbalaban uno contra otro en el frote de sus cuerpos, el sudor perlando sus pieles, sus cabellos mojados pegados a sus frentes, cada respiración caliente un rezo a cualquier fuerza del universo que había permitido aquello. La desesperación picó en lo más alto y no hubo forma de diferenciar los gruñidos y gemidos, solo quedó la rebosante sensación de placer que hizo temblar sus cuerpos y detuvo el tiempo en el momento en que sus orgasmos arrasaron triunfantes, bañando de un blanco pegajoso sus abdómenes.
Se tenían uno al otro, para siempre. Y, ahora, tendrían a alguien más.
Corazón de Bruja, Diario El profeta, El Quisquilloso, los medios de radio e incluso El mundo de la Escoba; que debía de estar hablando solamente de escobas voladoras, pero parecía haberse transformado por un día en una revista de cotilleos; estaban plagados por la trascendental noticia que revolucionaba al Mundo Mágico.
El Salvador del Mundo Mágico tiene un embarazo masculino.
¿Imperius o amor? Harry Potter embarazado de un mortífago.
Draco Malfoy es pareja de Harry Potter. Ambos esperan un hijo.
Harry Potter embarazado de Draco Malfoy ¿Se rompió el compromiso entre los Malfoy y los Greengrass?
Primer embarazo masculino en seiscientos años.
No había un lugar en el Mundo Mágico donde no se supiera ya del impactante suceso. Por todos lados corrían los rumores sobre el embarazo de Harry Potter. De cualquier otra persona la noticia habría sido de alto impacto, pero que el embarazo fuera protagonizado por El Elegido y un Mortífago hacía de aquello el espectáculo principal del circo.
La copa de refinado tallado estalló contra los ladrillos de la chimenea, reventando en cientos de fragmentos que se esparcieron sin dirección fija. Lucius Malfoy sentía sus manos temblar, la rabia cegándolo, consumiéndolo todo a su paso. En la misma habitación, sentada en la esquina contraria, Narcissa iniciaba tranquilamente un nuevo bordado mágico.
—Destruir la casa no va a cambiar nada —comentó ella sin alterarse, su voz un arrullo calmo que corría como la seda.
—¿Estás demente, mujer? ¿Qué esperas? —espetó Lucius, girándose hacia ella y sintiendo como la ira crecía conforme la miraba tan tranquila—. ¿He de aplaudir y alegrarme por esto?
—Es nuestro nieto, Lucius, consideraría esto una importante y alegre noticia —repuso Narcissa con igual sosiego, el hilo plateado creando puntos precisos en la manta verde.
—¡No digas tonterías, mujer! —gritó Lucius, un iracundo color rojo cubriendo su piel blanquecina hasta hacerlo ver casi caricaturesco. Narcissa contuvo una risa.
—Lucius, la magia no es algo ajeno a ti. Sabes mejor que nadie que si Harry Potter está embarazado de nuestro dragón, es porque sus núcleos están destinados y se complementan perfectamente. No hay magia superior en el mundo.
—No lo acepto. Pasamos años planeando el compromiso con los Greengrass, esto se suponía que nos ayudara a mejorar nuestra imagen en el Mundo Mágico y él va y lo arruina todo…
—¡Suficiente! —interrumpió Narcissa, apenas alzando la voz como para detener cualquier sinsentido que su esposo fuera a decir—. Tú sabes que esto no se escoge, Lucius, y que siempre se llamarían uno al otro. No sé por qué estás comportándote tan necio, cuando fue la familia Malfoy la que gestó el último embarazo masculino. Cualquiera que sea el motivo de tu enfado, deséchalo. Nuestro hijo va a tener un bebé con Harry Potter, lo que significa que tenemos una boda que planear y muchos arreglos que hacer. Y no escucharé más al respecto.
—Cissa, sabes que no es por eso por lo que me preocupo —farfulló Lucius, sintiendo el creciente dolor de cabeza que lo atormentaba.
—Tus decisiones e ideas, al igual que las de nuestras familias, casi nos acaban en dos ocasiones, Lucius —acusó Narcissa, su mirada gélida destrozando cualquier reticencia restante en Lucius—. No voy a interceder en nada que cause la felicidad de mi hijo y no voy a permitir que nadie interceda tampoco. Ni siquiera tú. ¿He sido lo suficientemente clara?
Así, mientras Lucius se rendía ante la firmeza de su mujer, en otra casa totalmente diferente el infierno había sido desatado en la forma de las pelirrojas Weasley que reclamaban justicia para Harry, una como madre y otra como exnovia.
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Opción 1: La noticia al papá /Opción 2: La noticia a la familia.
Hola, ¿qué tal están? ¿Tomando agua? ¿Seguro?
En fin, ¿comentarios, pensamientos o críticas respecto al capítulo?
Ya sé que no fue el sexo más excitante de la tierra, pero la intención no era esa, sino un momento más íntimo y a la vez algo maquiavélico. A fin de cuentas, Harry sí tiene un lado así.
Me dejan saber sus opiniones y, de paso, preguntita:
¿Drarry o Harco?
Personalmente me gustan ambos, pero jamás mezclados, la versatilidad se la dejo a la vida real. Prefiero Drarry, obviamente.
Besitos😘.
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