Capítulo 28 "Silencio entre el ruido"
La madriguera estaba bajo revolución por orden de Molly Weasley, lo que significaba que todos sus habitantes debían de cumplir con rigidez militar sus órdenes. Billy había venido de visita con Fleur y su hija Victoria por el fin de semana; Ron había pospuesto el viaje con sus suegros y él y Hermione se quedaban también; Charlie había tomado el fin de semana libre de responsabilidades de trabajo y George había accedido a quedarse con ellos esos tres días.
¿El motivo de semejante reunión familiar que había terminado en un tiránico matriarcado bajo el control de Molly Weasley?
Calantha Lunaria Lily Potter-Malfoy.
Draco tenía ese fin de semana un evento en los Países Bajos debido al gran avance de su investigación como alquimista, por lo que no sería apropiado que asistiera solo una vez que todos los gastos pagos corrían por el Ministerio de Magia, en orden de convencerlo de que asistiera. Aunque quiso rehusarse, Henry Clastor en persona le realizó una visita donde le imploraba y exigía a partes iguales que fuera.
Esto significaba que Harry tendría que acompañarlo, algo que regularmente no sería un problema, excepto que los Malfoy estaban de viaje para una visita familiar a la familia extendida de la que no pudieron librarse y Draco no confiaba en esos familiares lo suficiente para permitir que sus padres se llevaran a su hija con ellos. De esa forma, no tenían más opción que recurrir a los Weasley, pese a la inseguridad de Draco al respecto.
—¿Estás seguro de esto? —susurró Draco, sentado con Calantha sobre su regazo, viendo con terror como Molly gritaba órdenes que eran cumplidas con la rapidez de alguien bajo un Imperius.
—Ella ha criado suficientes hijos, Draco. Sabe lo que hace y adora a Calantha —repuso Harry por décimo quinta vez, su mano sobre el muslo de Draco.
—Y no es que las comadrejas hayan salido muy estables que digamos —farfulló Draco por lo bajo, ganándose una mirada divertida de George, quien estaba parado en el lado opuesto de la sala.
—Te prometo que mamá cuidará bien de Luna, Malfoy. Peor lo pasaremos nosotros —aseguró George con una sonrisa, atrapando a tiempo un mueble que voló por encima de su cabeza.
—¡He dicho que quiero la casa a prueba de bebés! ¿¡Les parece que eso es a prueba de bebés!? —gritó Molly, acercándose a Draco y Harry con una sonrisa más calmada—. Mis niños queridos, ya está casi todo listo. La habitación de Lunita estará al lado de la de Arthur y mía, por el otro lado está la de Ron y Hermione. Mi hijo es incompetente como niñera, pero Hermione es muy responsable. Victoria es una niña muy bien portada, no causará problemas con Lunita; y mi Billy y Fleur son excelentes padres… o algo. Charlie solo es apoyo moral, igual que George, pero saben que cualquier problema lo pagarán conmigo.
Por algún motivo, Draco se sentía asustado de hacer el más mínimo comentario respecto a la situación, incluso si no fuera una crítica. Había una luz brillante en los ojos de Molly Weasley que lo alarmaba y tranquilizaba a la vez. Harry pareció entenderlo, porque se rio quedamente antes de cargar a Calantha y ponerse de pie con Draco.
—Apreciamos el esfuerzo, Molly, y de nuevo, gracias por cuidarla el fin de semana —dijo Harry, besando la mejilla de Calantha—. Regresaremos el domingo en la noche, pero la recogeremos el lunes a primera hora.
—No hay apuro, Harry querido, y Draco, tú también relájate. Ese evento es en tu honor —repuso Molly, observando en derredor que todo estuviera listo—. ¿Seguros que no quieren dejar a la serpiente también con nosotros?
—Preferimos que permanezca en casa. Kreacher la alimentará y cuidará bien —negó Harry, inclinando a Calantha hacia Draco para que él la abrazara y besara antes de pasársela a Molly—. Nos vemos el lunes en la mañana entonces.
—Pásenla bien, queridos —despidió Molly, llevándose a la niña en brazos—. Ahora, ¿qué dices si vemos tu habitación, mi pequeña?
Los Weasley fueron en manada detrás de Molly para ver la reacción de la niña a su habitación creada en menos de un día, y Harry y Draco no pudieron más que reírse. Mientras avanzaban hacia la chimenea y Harry tomaba la mano de Draco para aparecerlos donde el traslador, Draco vio a Hermione por el rabillo del ojo quedarse atrás para mirarlos.
Habían hablado una sola vez desde que Calantha fue diagnosticada. Draco le había explicado las circunstancias, pidiéndole discreción extrema y ofreciendo perdón. La bruja aceptó sus disculpas y se mostró empática con la situación, alegando que debió de haberlo notado, considerando lo mucho que alardeaba de sus conocimientos.
Aún con eso, no podía decirse que estaban en buenos términos, pero sí en un punto medio de respeto. Hermione asintió una sola vez hacia Draco, asegurándole en silencio que estaría atenta a cualquier pérdida de control por parte de Calantha, y Draco le agradeció con el mismo gesto, confiando en ella. Inaudito.
El tirón en su estómago le indicó que Harry los había aparecido, el mundo se distorsionó alrededor de ellos y, luego, ambos estaban en un campo abierto donde un miembro del Ministerio de Magia los esperaba parado al lado de un quinqué. Después de los saludos correspondientes, Draco y Harry tomaron a la vez el traslador y todo se mezcló en un tornado de colores sin forma, hasta aparecer en el salón de recepciones del Hotel Wizard Ward.
Después de un protocolario recibimiento extenuante, ambos fueron finalmente llevados a sus habitaciones, donde Draco se desplomó en la cama mientras Harry tomaba un baño. Estaba alterado y alejarse de Calantha cuando aún no controlaba sus arrebatos de magia, dejándola bajo el cuidado de los Weasley, no lo tranquilizaba.
—Puedo escucharte pensar, Malfoy —comentó Harry desde la puerta del baño, cubierto con un albornoz largo, gotas de agua cayendo por su pecho, y su cabello, oscurecido por la humedad, pegándose a su rostro.
—Ahora mismo no estoy pensando ya —contestó Draco, su mente diluyéndose en el camino que las gotas creaban sobre el pecho de Harry.
—Ojos arriba, Malfoy —protestó Harry, secándose el pelo con una toalla pequeña—. Y vete a bañar, llegaremos tarde al evento.
—Sabes que podemos usar magia para arreglarnos, ¿cierto, Potter? —repuso Draco, levantándose de la cama y caminando hacia el baño.
—Pero ambos sabemos que eres demasiado vanidoso para no arreglarte meticulosamente sin varita —rebatió Harry, lanzándole la toalla a Draco con una sonrisa coqueta.
Escuchando la risa de Draco, Harry se quedó en la habitación preparándose. No era fanático de esos eventos y su gusto de la moda era inexistente, pero Luna había insistido en una de sus cartas de la importancia del evento y Hermione también parecía asombrada por el suceso, lo que significó que Harry tuvo que acceder a un encuentro con el sastre privado de los Malfoy para que hiciera algo para él exclusivamente.
Draco tardó tanto como Harry supuso que tardaría, lanzando un accio a su maletín disminuido de tamaño que se escondía en un bolsillo de su gabardina. Harry escuchó el maletín caer al suelo en su tamaño normal y Draco tarareando alguna tonada clásica que había aprendido en sus años de estricta educación mientras se preparaba.
Cuando Harry cerró el último botón de su camisa, ajustando el saco del traje encima, la puerta del baño se abrió. Harry todavía estaba mirando el rojo sangre que se mezclaba con el negro de su traje, algo sencillo y sin tantos adornos llamativos; excepto por los gemelos de oro, al igual que los botones. Tosiendo incómodo para aclararse la garganta, Harry se giró en busca de la mirada de Draco.
Su corazón se saltó dos latidos antes de acelerarse a la carrera. De repente, su propia apariencia no importaba nada. Su mirada se deleitó en Draco Malfoy, con un traje de tres piezas negro, donde arabescos verde jade se entremezclaban con hilos de plata en la camisa y el saco, y el chaleco negro se ajustaba con botones de plata. Su cabello estaba perfectamente peinado hacia atrás, como cuando la primera vez que se vieron, y guantes negros cubrían sus manos.
—Si quieres me desvisto, Potter —susurró Draco con voz ronca, alzando una ceja provocativamente mientras sonreía hacia Harry.
—Yo… eh —Harry carraspeó, aclarándose la garganta mientras sentía su rostro calentarse en un furioso rojo más intenso que el de su traje.
—Señores Potter-Malfoy —llamó una voz desde fuera de la puerta, dando dos toques en la puerta—. Se me ha indicado avisarles de que el evento ha de comenzar en diez minutos.
—Allí estaremos —respondió Draco, alzando la voz apenas lo suficiente, su mirada fija en el gesto frustrado del rostro sonrojado de Harry—. Tranquilo, Potter, la noche apenas comienza —prometió Draco, caminando hacia él y entrelazando sus dedos.
Harry sonrió, sintiendo el calor disminuir ligeramente mientras Draco lo llevaba casi a rastras fuera de la habitación. Detestaba los eventos públicos, más aún algunos tan formales como aquel, pero no se sentía tan nervioso con Draco a su lado. O, al menos, eso creyó, hasta que las grandes puertas dobles se abrieron para mostrar un amplio salón de baile repleto de miembros de la alta clase de la Comunidad Mágica, figuras importantes y representantes públicos.
Draco acarició con el pulgar el dorso de la mano de Harry, repasando en círculos repetitivos la cicatriz que aquella bruja de rosa había dejado allí. Detestaba pensar en ella y recordar la ayuda que le brindó. Sonriente y educado, un total contraste con Harry, e intencionadamente llamativo, para alejar la atención de su esposo, Draco fue saludando a todos sus conocidos, socios de negocios y compañeros alquimistas.
Harry hizo todo en su poder por parecer agradable, a la vez que evitaba cualquier tipo de conversación posible. Para su tranquilidad, Draco llevó el ritmo de la interacción social. El evento era, a fin de cuentas, en su honor. Harry Potter en ese momento no era más que un adorno a su lado y, si era sincero, Harry lo agradecía.
—Sus avances son impresionantes, Señor Malfoy, especialmente para ser hechos con tantos otros sucesos importantes en su vida —comentó un alquimista de Rusia con el que Draco había trabajado por un breve tiempo mientras estudiaba. Harry se mantenía desentendido de la conversación, bebiendo aquel champán plateado que debía de costar más que su casa.
—Hago buen manejo de mi tiempo, y tengo ayuda constante —repuso Draco, deslizando su mano hacia la espalda alta de Harry, sus dedos apenas acariciando su cuello.
Harry casi se atragantó a medio trago, su piel erizándose al reconocer la magia de Draco fluyendo desde el lugar de contacto por el resto de su cuerpo. Por el rabillo del ojo Harry vio la otra mano de Draco escondida en su bolsillo y casi podía ver sus dedos envueltos en la varita, ocultos a la vista pública.
—Ha de ser difícil, sin importar la ayuda —comentó insistente el alquimista, acercándose un paso más a Draco.
Harry sintió un pico de enojo aparecer y desaparecer igual de abrupto, cuando Draco dio un paso de distancia y bajo su mano por la espalda de Harry, acariciándolo firme pero sutil, hasta posicionarse tan bajo en su espalda que casi podía no ser apropiado. Harry desvió la mirada, el rojo creciendo en su rostro mientras algo sonaba en el fondo de su cabeza, pero él no llegaba a entender qué era.
—Le aseguro que no lo es —negó Draco con firmeza, mirando fríamente al alquimista—. Tengo todo cuanto deseo… al alcance de la mano.
Harry quiso haberse imaginado el ronco arrastre posesivo en la voz de Draco, pero el pinchazo de deseo que calentó su interior le hizo saber que no había sido imaginación suya. Su rostro se sonrojó intensamente y Harry bebió sediento de su copa, alejando la mirada del mago que ahora era un intruso en un intercambio privado, aunque lo desconocía.
—¿No es cierto, Potter?
Harry casi respingó en el lugar al escuchar la voz de Draco en su cabeza, mirándolo velozmente de forma interrogante, solo para encontrarse una sonrisa ladina y sus ojos todavía desafiantes en el tipejo. Harry dedujo que el mago había dicho algo más, pero su mente se inundó con el deseo de Draco de poseerlo en toda posición que se le ocurría y, de repente, sus pantalones se volvieron demasiado apretados y el mundo desapareció de alrededor.
Suspirando entre dientes de la forma más disimulada que pudo, Harry sintió en su cabeza la voz de Draco relatándole cada forma en la que quería besar su cuerpo, todas las posiciones en que deseaba doblarlo, que tan profundo se enteraría en él. Un gemido ronco resonó en su garganta y Harry se apoyó en Draco, tan lastimeramente como podía, queriendo que su excitación pareciera algún malestar producto del exceso de bebida.
—¿Estás bien, Harry? —susurró Draco en su oído, sabedor del efecto electrizante que eso tendría en Harry, quien solo negó con la cabeza por miedo a que su voz fallara—. Me temo que habrán de excusarnos por unos minutos, tengo que llevarlo a refrescarse. No está acostumbrado a estas bebidas.
—Claro, lo entendemos, Señor Malfoy —aseguró otro mago, llevándose al alquimista impertinente consigo, probablemente para recriminar su inapropiado comportamiento.
—Aguanta un poco, amado —ronroneó Draco para Harry, apretándolo con fuerza contra él—. Ya casi.
Harry lloriqueó por lo bajo, su cabeza explotando en las imágenes que Draco colocaba en su mente. Quiso resistirse, hacer uso de la poca Oclumancia que estudió, pero su deseo quemaba por dentro y era inútil. Había querido a Draco desde que lo vio salir del baño con el aspecto más Malfoy que jamás le había visto y, ahora, ese deseo se había transformado en una necesidad más importante que el aire mismo.
Draco, contrario a lo que Harry pensó, no los llevó de regreso a la habitación ni los apareció en algún lugar de su gusto. En cambio, Draco arrastró a Harry por un pasillo lateral al principal para huéspedes, el que usaban los empleados, y los encerró en uno de los cuartos de servicio. El espacio era pequeño y estaba atiborrado de productos de limpieza con hechizos, nada de lo que Harry imaginó cuando Draco lo sacó de la recepción.
—¿Draco, qué…? —Las palabras de Harry se transformaron en un gemido agudo tan pronto los labios de Draco descendieron por su cuello, sus dedos abriendo los botones de la camisa negra y exponiendo la piel añorada.
—Chsss, silencio, Potter —regañó Draco, perfilando con sus dientes la mandíbula de Harry, hasta llegar a sus labios—. No queremos que te escuchen afuera susurró, su lengua tocando apenas perceptible el labio inferior de Harry.
—Entonces cie… cierra la puerta y pon… —Harry gruñó, mordiéndose el labio inferior al sentir los dedos de Draco pellizcar sus pezones duros, arqueando la espalda hacia él—, pon un encantamiento silenciador —suspiró apresurado, restregando su endurecido miembro contra el muslo de Draco entre sus piernas.
—Ahora, Potter, ¿cuál sería la diversión en eso? —preguntó Draco provocativo, y Harry sintió su cuerpo temblar.
Su mirada se enfocó alarmada en Draco, embebiéndose en el aro gris consumido por el negro, la excitación viva ardiendo en sus ojos. Draco no mentía. Estaban en un cuarto de limpieza de un hotel con más de quinientos empleados, y la puerta estaba cerrada al estilo muggle, sin nada que silenciara los gemidos de Harry más que su propia fuerza de voluntad. Y Harry no debería excitarse por eso. Harry estaba goteando.
Draco sonrió, sabedor de su triunfo, cuando Harry se presionó más contra sus manos al dedicarse a abrir el cierre de su pantalón. Los dedos de Harry se enterraron en la solapas del saco de Draco, tirando de él más cerca mientras su pene era liberado de las restricciones de la tela.
—Tan mojado para mí, Potter —dijo Draco en un arrastre ronco, sus dientes tirando de la oreja de Harry mientras sus dedos envolvían su caliente miembro.
Entre tirones, Harry sintió como su pantalón y ropa interior caía al suelo, alrededor de sus tobillos, y reclinó todo su peso entre la pared a su espalda y Draco mientras pateaba un pie fuera de sus restricciones. Creyó escuchar el golpe sordo de su zapato saliéndose, pero no le prestó atención.
Draco sonrió sobre la piel de Harry al sentir su desesperación, besando el calor de su cuerpo y enterrando sus dientes en una marca perfecta en su cuello. Harry gimoteó, mordiéndose el labio inferior en un vago intento por controlar los sonidos que escapaban de su control. La mano fría de Draco se deslizaba y apretaba su miembro, esparciendo la humedad de su líquido preseminal por toda su extensión.
—Tan duro —gruñó Draco, empezando a perder el control sobre sí mismo.
Su mano empapada de los fluidos de Harry se deslizó por su muslo, alzando la pierna de Harry sobre sus caderas y alcanzando con sus dedos el apretado anillo de músculos que se contraía ansioso sobre la nada. Abriendo su propio pantalón con su mano libre y presionando a Harry más duro contra la pared, Draco sonrió sobre sus labios al sentir ambos miembros goteantes y duros frotarse juntos, y sus dedos juguetear en un estímulo con el culo de Harry.
—Dra… co —farfulló Harry entrecortadamente, sus brazos rodeando a Draco por el cuello mientras Harry presionaba su cabeza hacia atrás contra la pared.
Dos dedos de Draco se hundieron en Harry, deleitándose en el calor de su interior y gruñendo al sentir lo apretado que estaba. Su otra mano envolvió juntos ambos penes, su mente nublándose ante el placer de ver a Harry restregarse contra él y profundizarse en los dedos de Draco, mientras sus dientes se enterraban tan profundo en su labio que los tornaba blancos.
Un tercer dedo entró en Harry y Draco soltó sus penes, sosteniendo a Harry en su lugar al aferrarse a su cadera y moliéndose contra él, sus dedos enterrándose profundamente en su interior, golpeando inclemente su próstata y haciendo a Harry gimotear. Draco escuchó a lo lejos el sonido de pasos que se acercaban y la sonrisa malvada en sus labios se extendió.
Harry estaba demasiado sumergido en el placer para entender qué sucedía, solo supo protestar con gruñidos y gimoteos agudos cuando Draco sacó sus dedos de su interior. Un suspiro de placer ansioso salió de entre sus labios cuando sintió a Draco apartarse de él para subir más su pierna, la cabeza goteante de su pene restregándose contra su culo.
—¿Traes todas las botellas de champán? —preguntó una voz fuera.
Harry abrió los ojos, alarmado, finalmente notando lo que sucedía. Quiso protestar o detener a Draco, pero sintió su culo estirarse para recibirlo dentro y todo el mundo se salió de eje ante el ardiente placer de sentirse abierto. Draco enterró sus dedos en el cabello de Harry, haciendo que lo mirase en todo momento, deleitándose en su rostro deformado de placer conforme su miembro se adentraba más profundo.
—Lo repasé tres veces. Están todos —aseguró otra voz, y Draco sonrió con malicia hacia Harry, enterrándose hasta el fondo y golpeando su próstata.
Harry gimió, el sonido apagándose cuando Draco unió sus labios en un beso desesperado que se bebió los gemidos de Harry. Se embriagó en la calidez de su interior, en las apretadas contracciones que lo rodeaban, en los temblores de Harry aferrándose a él y lo hambriento del reclamo en sus labios.
Afuera los pasos se alejaron, ajenos a lo que sucedía en el pequeño cuarto de limpieza en penumbras, y Draco salió lentamente de Harry. El agarre de Draco sobre Harry se tornó de acero e, incluso si él sabía lo que venía y lo añoraba, nada pudo prepararlo para lo que sucedería de verdad.
Draco susurró un encantamiento entre dientes que Harry desconocía y, luego, embistió profundo dentro de Harry. Harry gritó, sin contenciones ni control, desesperándose ante la hipersensibilidad de sentir su placer y el de Draco. Se colmó en la sensación, en su culo siendo penetrado salvajemente y su pene sintiéndose apretado alrededor de un calor inexistente que no era suyo.
El encantamiento era parecido al Legerements, pero, en lugar de permitir al mago viajar entre tus recuerdos, le permitía implantar algo. Draco lo había perfeccionado con mucha practica, le había tomado algunos años, y todos habían valido la pena si el resultado era Harry desmadejado entre sus brazos, derritiéndose ante el placer doble.
Era una experiencia extracorpórea, se sentía rodeado de Draco y de sí mismo, combustión de lava en su interior quemando bajo su piel. No había forma muggle o mágica en que Harry pudiera contener los gritos incoherentes de placer que escapaban, la forma en que su cuerpo enredaba al de Draco contra el suyo y se sumergía en el placer.
Inevitable, impotente, destructor, el orgasmo lo golpeó rotundo, abrasándolo cual volcán en erupción, destrozando cualquier resquicio de consciencia al experimentar el clímax de Draco en conjunto con el suyo. El estado de éxtasis fue pleno y absoluto, Harry ni siquiera podía pensar más allá de las estrellas que brillaban en sus párpados y la sensación adormecida de su cuerpo.
No supo cuánto tiempo estuvo así, ni siquiera qué había pasado, hasta que poco a poco su consciencia fue tomando de nuevo el control. Así, se encontró sentado en el suelo del cuarto de limpieza, con su ropa arreglada y su cuerpo limpio, aunque sin nada que atenuara el dolor muscular producto del esfuerzo.
Draco estaba inmaculado frente a él, de pie entre sus piernas, la espalda arqueada contra la pared, ambas manos en los bolsillos y la sonrisa más satisfecha que Harry alguna vez le había visto; el complemento perfecto a la mirada arrogante en sus ojos. Harry se embebió en la imagen, sonriendo cansado.
—¿Volvemos a la fiesta? —preguntó Harry, escuchando con placer su voz enronquecida.
—Siempre estaré dispuesto a alardearte, Potter —respondió Draco, ampliando su sonrisa mientras extendía su mano hacia Harry.
Harry sonrió de igual forma, tomando su mano.
************●●●●●●●●●●●*************
Opción 1: El bebé se queda con los abuelos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro