Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 27 "Slytherin y Gryffindor"


Grimmauld Place se sentía como un lugar totalmente distinto cuando regresaron. Era como hacer un viaje en el tiempo o adentrarse en una mansión embrujada. Harry había dudado al tomar la decisión de volver, inseguro de cuánto bien podría hacerles y planteándose de forma seria que el sitio tuviera alguna maldición.

Después de un registro exhaustivo, dos sesiones de terapia con su psicomaga y una larga conversación donde Draco le recordó todo el bien que ese lugar le había hecho durante su depresión postparto, Harry aceptó regresar. Pero tenía condiciones que habrían de cumplirse al pie de la letra. La más importante era que la casa debía de exponerse a las pruebas más agresivas de magia, las más intensas, y superarlas con éxito.

Draco no dudó en aceptar, considerando que él mismo jamás habría traído a su hija de regreso a Grimmauld Place sin asegurarse primero de que fuera seguro para ella y quienes convivieran a su alrededor. Sería toda una noticia si la primera plana del Profeta estuviese cubierta por grandes letras negras que dijeran: “Matrimonio Potter-Malfoy amanece muerto por descontrol de la magia de su hija”.

Morir ni siquiera sería el problema en sí mismo, ni el peor escenario de esa posibilidad. La gente era cruel, los mortífagos y brujas como Umbridge eran la prueba, y la Comunidad Mágica no olvidaba. Calantha estaría marcada para siempre como la bebé que asesinó a sus padres sin darse cuenta y Harry sabía lo que era arrastrar con un pasado que no recordabas siquiera. La idea misma era aterradora.

Aún así, para Harry era trágico pararse frente a la chimenea para irse a trabajar, dejando a Draco y Calantha solos en casa. El Jefe del Departamento de Alquimia le había otorgado a Draco permiso para trabajar desde casa mientras encontraban una forma de contener la magia de su hija, incluso le pagarían honorarios extras, pues el trabajo era de riesgo. Draco no había estado feliz con la terminología, pero si eso le permitía quedarse en casa con su hija, él no se quejaría.

—Harry, estaremos bien, por favor —afirmó Draco, algo cansado de la intranquilidad que emanaba de Harry y empezaba a contagiársele—. Quita esa cara de cachorro de león apaleado, Potter.

—Lo siento, es solo que quisiera poder quedarme —repuso Harry, dándole un tercer beso a Calantha en la frente y tomando los polvos flú—. Prométeme que llamarás si pasa algo, por mínimo que sea.

—Te lo prometo, ahora largo. Tu jefe ya te odia lo suficiente —Draco le dio un beso rápido a Harry, con una sonrisa complaciente en sus labios que fue imitada por el otro antes de separarse.

—Nos vemos en la noche —susurró Harry con cariño, besando la punta de la nariz de Draco en un desvío bromista que hizo a Draco reír mientras veía a Harry correr hacia la chimenea y desaparecer en un estallido de polvos flú.

Apenas Harry se adentró en el Departamento de Aurores se arrepintió de haber regresado al trabajo. Tenían un caso nuevo sobre unas sospechas de magos que estaban traficando pócimas con peligrosos efectos alucinógenos que hacían que los magos perdieran el control.

Christian Blass, siempre encantador, le había gritado a Harry para que se preparase para trabajo de campo. Iban a seguir la pista dada por un informante anónimo hacia la casa que usaban para preparar las pociones de forma ilegal y atrapar a la mayor cantidad de integrantes que pudieran. Harry prefería no ir para permanecer atento a su celular, pero era él quien no quería renunciar a su trabajo como auror, así que no podía darse el lujo de dejar de lado sus obligaciones.

Refunfuñando internamente, le envió un mensaje de texto a Draco diciéndole que estaría fuera de cobertura porque iban en una misión rápida, que no se preocupara porque nada debía de salirse de control e iban un equipo capacitado de aurores, y apenas pudiera volver a tener su celular encendido le escribiría para hacérselo saber y que Draco le mandara información de Calantha.

Recibiendo un mensaje de buena suerte y asegurándole que todo estaría bien, Harry se sintió más tranquilo y apagó su celular, dejándolo en la gaveta de su escritorio. Blass gritó algunos improperios innecesarios para apurar a Harry y él apretó los dientes para no responderle mientras se unía al equipo y se desaparecían.

Los encantamientos de invisibilidad avanzada que habían practicado durante el entrenamiento en camuflaje fueron activados tan pronto se aparecieron en el área circundante a la localización que les había sido señalada. Blass dio indicaciones de subir a sus escobas tan alto como pudieran para sondear la zona en busca de la cabaña sospechosa en medio de aquel bosque perdido entre la nada, sin riesgo de ser vistos ante un fallo del camuflaje.

Harry, con su característica suerte, recibió la orden de ir al lado de su jefe en la vanguardia del equipo, violando la orden del Jefe de la Oficina del Departamento de Aurores respecto a salvaguardar la integridad de Harry y no exponerlo a peligro innecesario. La orden había sido emitida después de que el Ministerio de Magia fuera informado de la condición de Calantha, la discreción era clave, por lo que solo altos mandos sabían lo que sucedía, algo que molestó más aún a Christian Blass.

Decidido a demostrarle su valía, Harry no protestó respecto a su posición y voló a su lado, con un encantamiento de invisibilidad impecable. Desde su escoba Harry juraba que podía ir los dientes apretados de Christian al no poder señalarle ningún error. Girando el rostro, Harry sonrió con arrogancia y diversión.

—Miren, allí —señaló un auror novato, recién salido de la academia hacía apenas unos meses, durante la incorporación de Harry.

El área a dónde el joven señalaba era un pequeño claro apenas perceptible en el que se encontraba una cabaña aparentemente en ruinas. Al ojo común y poco entrenado, no sería más que eso, pero un ojo experto podía ver el glamour casi perfecto que había sido lanzado para hacer parecer la cabaña un lugar inhóspito y deshabitado.

—Thomas, Beverly, ustedes irán por la izquierda. Johnson y Nikiforov por la derecha. Potter irá conmigo adelante y el resto nos cubrirá —ordenó Blass, ganándose una mirada preocupada de sus compañeros, en contraste con la seriedad que Harry mostraba.

Sin protestar, ni pensar siquiera en hacerlo, Harry descendió con Christian hacia la cabaña, bajando de sus escobas y desapareciéndolas en los bolsillos infinitos del interior de sus gabardinas. Harry se lanzó un hechizo calentador antes de hacer más nada; el invierno era indómito y implacable en esa época del año y poco le importaba a Harry que su cuidado de sí mismo hiciera a Blass mirarlo con desdén. El tipo lo odiaba y el sentimiento era mutuo.

Con una sonrisa de superioridad; que por un instante le recordó demasiado a Draco y a Snape, pero con menor afecto; Blass le ordenó en silencio a Harry que avanzara primero y reconociera la casa. Y así Harry lo hizo, encontrando solo una entrada trasera viable, la entrada principal había sido bloqueada y dejada abierta para dar la impresión de seguridad. Era una trampa obvia.

Ni siquiera Christian Blass era tan estúpido como para caer en semejante engaño solo por contradecir a Harry, así que ambos prepararon sus varitas y se adentraron silenciosamente por la puerta trasera. La ilusión se desvaneció una vez estuvieron dentro, y Blass levantó los hechizos de cierre para permitir a su equipo entrar por distintas ventanas o agujeros disponibles, cubriendo toda la casa.

Blass hizo un gesto de subir las escaleras, pero el instinto de Harry lo guiaba hacia la pequeña puerta bajo la escalera. La manilla de la puerta estaba pulcra, pero gastada, prueba de su uso constante y poco mantenimiento. Él suponía que si fuera un mago traficante de pociones, su prioridad no sería el mantenimiento de una casa que funcionaba como tapadera.

Aunque la evidencia apoyaba la idea de Harry, Blass decidió ignorarla, empezando a subir las escaleras. Harry no tenía intenciones de ponerse a sí mismo en bandeja de plata para un ataque por la espalda, y no confiaba lo suficiente en sus compañeros como para defenderlo, pese a lo que le había dicho a Draco.

Desobedeciendo su orden directa, Harry se acercó a la puerta bajo la escalera y la abrió al estilo muggle, la manilla girando bajo su mano y la puerta abriéndose. Blass quiso gritar alguna maldición y reprenderlo, pero las voces que provenían del sótano que había estado oculto en una falsa habitación de trastes lo acalló. Harry había tenido razón.

Harry intentó no verse tan arrogante como se sentía cuando sonrió hacia Blass con suficiencia y empezó a descender las escaleras. No tenía sentido darle la oportunidad de ir primero a su jefe si este igual se negaría y lo mandaría a él. Otros aurores los siguieron, mientras algunos se quedaban detrás para cubrirlos.

Escondido entre las sombras, en total silencio gracias a la sutileza del espionaje que había desarrollado en sus expediciones extraescolares en Howgarts, Harry observó al grupo de siete magos y tres brujas que estaban en el sótano. Habían calderos de los cuales salía un humo de un intenso color violeta que se esparcía por todas partes, haciendo a Harry sentirse mareado.

No estuvo seguro de cuál fue el error; puede que algún novato perdiera el control de su magia, o tal vez Christian actuó movido por la arrogancia; un instante habían estado espiándolos en total sigilo y, al siguiente, hechizos volaban de un lado a otro de la habitación. Su rango de visión se vio disminuido por el humo espeso, forzando a Harry a guiarse por los bultos oscuros que veía entre tanto violeta.

Una sombra gruesa se movió a su derecha y Harry lanzó un encantamiento aturdidor. Por primera vez en su vida, Harry agradecía su escasa capacidad visual por naturaleza. Había aprendido a moverse guiándose por bultos oscuros y claros, algunos rangos de colores y las formas más grandes que podía discernir; pues, en más de una ocasión, sus espejuelos habían estado rotos por algunos días en los que sus tíos les conseguían otros.

Beverly cayó al suelo, herido con algún encantamiento cortante, y Blass persiguió al mago rebelde adentrándose en el humo. Harry quiso protestar, pero otra bruja apareció de una esquina y Harry tuvo tiempo de gritar Desmaius antes de agacharse y esquivar el ataque. Harry vio a Nikiforov a punto de ser atacado por la espalda mientras peleaba con un mago, gritando el encantamiento de desarme para protegerlo.

El humo espeso se fue dispersando, haciendo que fueran visibles los enemigos caídos, ya fuera por ser desarmados, estar heridos o simplemente petrificados. Harry sudaba y jadeaba; aunque fuera invierno, sentía un calor vibrante por dentro que lo mantenía alerta. Nunca había creído que extrañaría esto: la lucha, la tensión, su vida al filo de la muerte.

La guerra debería de haber sido suficiente para mantenerlo alejado de aquello de por vida, pero allí estaba, sonriente y eufórico por la batalla. Recordaba como Draco detestaba hablar de cualquier tipo de enfrentamientos y los repudiaba, incluso los duelos de magos. Él era diferente, aunque hubiese querido negarlo, Harry añoraba esto. Era lo que conocía, con lo que estaba familiarizado y la adrenalina bombeando por su cuerpo se sentía placentera.

—Bien, Thomas y Johnson, esposen a los criminales y llévenselos. Nikiforov y Potter, usen a los novatos para registrar el lugar y recopilar evidencia —ordenó Blass, sosteniendo su hombro derecho, visiblemente descolocado—. Quiero este lugar limpio y la evidencia empaquetada tan pronto como sea posible.

Harry contuvo la réplica que quemaba en su boca. Quería terminar el trabajo rápido y discutir con su jefe solo lo atrasaría, además de que podía costarle trabajo extra añadido. Blass le dedicó una mirada significativa a Harry, pero no dijo nada, frustrándose cuando Harry no bajo los ojos. Harry enfrentó a Voldemort mirándolo a la cara, no sería su jefe quien lo intimidara.

—Empezamos por aquí mismo, supongo —comentó Nikiforov, rascando su melena rubia oscura que estaba trenzada tan apretada que no se movía de su lugar sin importar la batalla que acababan de tener.

—Tú revisa los calderos, yo los ingredientes y documentos. Los novatos, den una vuelta a ver si encuentran algo extraño—indicó Harry, asintiendo cansado y dispuesto a cumplir su trabajo.

—Por cierto, jamás vi a nadie enfrentarse de esa forma a Blass —dijo Nikiforov, tomando una muestra de cada caldero en viales limpios.

—No lo enfrenté, me defendí —corrigió Harry, guardando un envase de cada suministro usado—. Ni siquiera entiendo qué problema tiene conmigo, pero he pasado por lo suficiente en la vida como para que no me importe siempre que me deje en paz.

—Su mujer e hijo murieron durante la Guerra Mágica en un ataque de mortífagos al Departamento de Aurores —explicó Nikiforov, destruyendo los calderos con magia sin manchar el lugar—. No se suponía que estuvieran allí, pero habían ido a visitarlo porque era el cumpleaños del niño y él estaba trabajando en lugar de ir a casa. Se culpa por eso tanto como a cualquier mortífago.

—¿Y yo emparejándome con los Malfoy y teniendo una hija con su heredero lo alteró? —preguntó Harry, incapaz de disimular la irritación en su voz—. Mi familia adoptiva también perdió a alguien, yo perdí a muchos. No por eso voy por allí, convirtiéndome en algo similar a ellos.

—Solo digo que el Salvador del Mundo Mágico uniéndose a una familia de mortífagos fue un golpe para él —repuso Nikiforov, casi tan bajo que Harry apenas lo escuchó—. Lo fue para todos —Harry se tensó cuando lo sintió demasiado cerca de él, respirándole casi encima. En un movimiento rápido, se apartó y salió de su rango de alcance.

—Como le dije a Blass, mi vida privada no es asunto de nadie, por más que los periodistas decidan escribir sobre mí casi diario —espetó Harry, su mirada endureciéndose hasta convertirse en hostil y amenazadora—. Terminé aquí. Revisa que no se quede nada más. Yo iré a ver qué hay arriba.

Sin darle tiempo a responder, Harry caminó fuera del sótano, subiendo las escaleras. Detestaba que la gente violara su espacio personal, más aún que se consideraran con derecho de opinar sobre su vida privada. Podían juzgar todo lo que quisieran desde la distancia, eso en nada lo afectaba. Sabía que trabajar de auror habiéndose unido con Draco sería difícil, pero no por eso permitiría que lo pisaran o se creyeran con autoridad sobre su vida.

Suspirando más tranquilo al verse solo, Harry subió las escaleras hacia las habitaciones superiores, donde antes Blass había querido empezar. Para ser un auror con tanta experiencia, parecía decidido a cometer errores letales con tal de no aceptar que Harry podía tener razón en algo. Era estúpido.

La primera planta estaba vacía, aunque limpia. Obviamente aquellos magos no vivían en la casa. En la planta superior solo habían dos habitaciones, una que usaban de almacén para los diales y separadores que necesitaban usar en la producción de la poción, y otra que alguna vez fue una habitación. Harry observó atento la capa de polvo que cubría todos los muebles, y el habitad artificial muerta de alguna mascota que era guardada en una pecera sin agua, probablemente una iguana o algo similar. Quien hubiera vivido allí antes se fue deprisa o lo asesinaron.

Al no encontrar nada de mayor importancia y haber recogido ya todas las pruebas, Harry se giró para salir de la casa. Necesitaba presentar la evidencia en el Ministerio de Magia para mayor estudio y luego escribir un informe apropiado que sabía que Christian Blass le pediría a él. Los demás podían equivocarse, él no.

—¿Nos vamos? —preguntó Nikiforov desde la puerta de salida del primer piso, esperándole. Harry se limitó a asentir, cansado de estar en su presencia.

Fue leve, apenas audible y definitivamente algo que otros pasarían por alto, pero Harry lo escuchó. Era suave y débil, la voz de alguien casi al borde de la muerte ya. Harry se detuvo en seco, haciendo una señal de silencio a su compañero cuando vio sus intenciones de protestar. El silencio se extendió algunos segundos y Harry casi creyó haberlo imaginado; entonces, lo escuchó de nuevo.

Sin dudar, Harry regresó sobre sus pasos, agachándose sobre el suelo y agudizando su oído. La voz era baja y agónica, pero él la siguió con paciencia, rezando internamente para que no fuera demasiado tarde. Si no podía salvarle, al menos terminaría con su sufrimiento, pero Harry todavía no quería pensar en eso.

La voz provenía del suelo, debajo del tableado de madera. Harry sacó su varita y rompió la madera con cuidado de que no cayera hacia abajo, levitándola hasta apartarla. Allí, en el falso suelo, yacía atrapada una serpiente pequeña, con un trozo de madera incrustado a mediados de su cuerpo. Medía la longitud del antebrazo de Harry, ya no se retorcía intentando escapar debido a lo débil que estaba, pero vivía.

Ayuda, por favor —suplicó la serpiente, mirando a Harry con lo que él identificó como algo similar a la sorpresa y la esperanza.

Te salvaré, no te preocupes —aseguró Harry en un siseo que alarmó a Nikiforov, pero a él poco podía importarle el auror en esos momentos.

Harry usó los hechizos que conocía para retirar la madera incrustada en la serpiente y hacer algunos encantamientos de sanación que la ayudaran a mantenerse con vida. Delicadamente la tomó en sus manos, pegándola a su torso y envolviéndola en su gabardina.

—Nikiforov, lleva todo a la oficina urgente. Yo tengo que salvarla —ordenó Harry, desapareciendo junto con la serpiente. Lo último que escuchó fue el grito de protesta del auror.

No conocía muchos veterinarios del Mundo Mágico que fueran a cuidar a una serpiente, mayormente se especializaban en criaturas mágicas y, después de la guerra, las serpientes pasaron a ser algo que la Comunidad Mágica mantenía a raya. Incluso repudiaban. Sin embargo, Harry sabía que había alguien que sí conocería al respecto. Por eso, y aunque se estaba saltando una infinidad de normas, Harry se apareció en los confines de Howgarts.

La noche había caído hacía poco más de una hora, Calantha ya había cenado y estaba con Draco sobre la alfombra que Astoria le había regalado, jugando con dunas de arena mágica imaginaria a crear castillos. Por lo que Draco había deducido de la precaria estructura, su hija intentaba recrear la maqueta de Howgarts que estaba en su habitación. Las protecciones de la casa se activaron y Draco sintió la magia de Harry apenas salió de la chimenea.

—Vamos a recibir a papá —dijo Draco con una sonrisa, su tono divertido haciendo que Calantha riera y tropezara sobre sus pasos hacia él, hasta caer en sus brazos.

Draco la cargó, levantándose del suelo y observando aliviado como la arena desaparecía de todas partes, dejando no más que una prístina alfombra blanca detrás. Ambos bajaron las escaleras en un juego que consistía en que Draco saltaba un escalón a la vez y Calantha se sacudía en sus brazos, riéndose a carcajadas.

—Bienvenido a casa —saludó Draco, quedándose congelado en el umbral de la puerta de la sala al ver a Harry parado cerca de la chimenea con una serpiente pequeña en una pecera de cristal.

—Escúchame, antes de que digas nada —suplicó Harry rápidamente, dejando la pecera con la serpiente encima de la mesa cercana a él y quitándose el abrigo con movimientos desesperados—. Fuimos a la misión que te dije y tuvimos un enfrentamiento con los magos que nos encontramos allí. El estúpido de mi jefe quería hacer algo sin sentido y tuve que enfrentarme a él y no veíamos nada por el humo violeta. Habían tantos hechizos que era loco.

—¿Enfrentamiento? —preguntó Draco, alarmado. Harry no lo escuchó.

—Entonces el imbécil va y me dice que me tengo que quedar con el idiota de Nikiforov recogiendo evidencia y ese estúpido haciendo comentarios sobre mi vida y nuestra relación. Me enojé muchísimo y me alejé antes de perder el control. Estaba demasiado cerca, casi me respiraba en la nuca.

—¿Perdona? —cuestionó Draco mientras veía a Harry gesticular nervioso, apenas levantando su mirada del suelo.

—Nos íbamos ya, porque estaba cansado de estar allí y quería volver a casa, pero la escuché suplicando por ayuda. Estaba debajo de los tablones del suelo, con un trozo de madera atravesándola y se estaba muriendo, Draco. No podía dejarla allí, yo la entendía. Así que la llevé con Hagrid y él llamó a un conocido suyo y la salvó y yo pensé: Oye, tanto Calantha como yo hablamos pársel. Y aquí está.

Cuando Harry terminó su verborrea, jadeaba rápido, estaba sudado y su mirada alterada se enfocaba en Draco con un temor subyacente y la inequívoca búsqueda de apoyo. Draco suponía, acertadamente, que cuando Harry recogió a la pequeña serpiente herida todos lo tomaron por loco o quisieron que desistiera de salvarla. Y allí estaba, delante del hombre que amaba, pidiéndole en silencio la validación que nadie más le había dado.

Draco se acercó a paso lento, cambiando a Calantha de brazo y deteniéndose junto a Harry. Su mano se apoyó delicada sobre el cristal y la pequeña serpiente se arrastró hacia él, su cabeza justo debajo de su palma. Calantha la miraba fascinada, como Draco observó al primer dragón que vio en su vida cuando su padre lo llevó a Noruega a sus siete años. Eso era todo lo que a Draco le importaba.

—¿Es venenosa? —preguntó en un tono suave, calmando a Harry con su tranquilidad.

—No, es una pitón real. Son grandes, pero no venenosas —respondió Harry apresurado, sus manos frotándose juntas en un gesto nervioso.

—Es albina, casi plateada —susurró Draco más lento, mirando a Harry de reojo.

—Y las manchas que deberían ser oscuras, son doradas —dijo Harry, sonriendo mientras sentía la tensión disipándose.

—Es como una mezcla de los colores más suaves de Slytherin y Gryffindor —comentó Draco, bajando a Calantha para sentarla en la mesa y viendo como la niña siseaba algo que animó a la serpiente a ir hacia ella.

—Sí, lo es —concordó Harry, abrazando a Draco por la espalda y descansando su cabeza en su hombro, embelesado con su hija.

Draco no dijo más nada, no necesitaba hacerlo. Girando un poco el rostro, dejó un beso sobre la cicatriz de Harry y ambos permanecieron allí, viendo a su hija hablar a medias con su nueva mascota. Harry sonreía y traducía para Draco los intentos de palabras de Calantha. Draco solo disfrutaba del ambiente hogareño. Puede que no fueran la familia mágica más normal, pero eran felices, y nadie podría quitarles eso.

*************●●●●●●●●●**************
Opción 2: Su primera mascota.

Oigan, ahora que se acerca el final del mes y, por ende, del fanfic, quería saber si les interesaría que hiciera algunos extras. O sea, hay temas que el fanfic no llegó a abarcar, como la conversación con Dudley o las reacciones de ciertos personajes al embarazo de Harry e, incluso, más de la vida de ellos dos a medida que Calantha crece. No voy a hacer un segundo libro, pero puedo darles capítulos especiales con escenas como esas cual me las imaginé.

Si eso quieren, tienen que decirme ahora porque yo escribo las cosas con antelación y, si no, me voy a demorar mucho en sacarlos. Ustedes deciden.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro