Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 25 "El sonido de su voz"


El Mundo Mágico se revolucionó ante el incendio en Grimmauld Place. Los aurores y peritos especializados revisaron el lugar minuciosamente, pero solo pudieron deducir que el fuego había sido iniciado por magia. Ron y Hermione fueron sospechosos, para disgusto de Harry y la familia Weasley, pero su magia no era compatible con los rastros encontrados y sus varitas mostraban la suficiente cantidad de hechizos como para no haber sido borrado el historial en años.

Pese a eso, Draco se negó a disculparse con la pareja. Harry y él tuvieron una fuerte discusión por eso cuando Ron le contó a Harry la actitud de Draco y sus duras palabras. Draco se defendió, alegando la preocupación por su hija y, cuando Harry no quiso entender, él simplemente le preguntó qué hubiera pasado si Calantha hubiera muerto en el incendio.

Harry no tuvo respuesta, quedando mudo en medio de la discusión y no pudiendo decir nada ni siquiera para detener a Draco de irse. Esa noche Draco regresó de madrugada, revisó el bienestar de su hija que dormía profundamente y se dio un baño antes de meterse en la cama. Harry no habló y él tampoco, pero Draco no lo apartó cuando Harry giró hacia él en una petición muda y se acercó. Se acurrucaron juntos, aceptando el miedo que todavía los golpeaba, y durmieron. No volvieron a hablar de la actitud de Draco hacia Hermione.

Con las reparaciones empezadas en Grimmauld Place, tuvieron que volver a vivir en la Mansión Malfoy, y Draco temió que Harry hiciera un retroceso, considerando los recientes eventos, por lo que ordenó que trasladaran todo a otra habitación diferente y vaciaran su habitación infantil y la que ambos habían usado mientras vivieron allí los primeros meses de Calantha.

Harry no hizo ningún comentario y Draco tampoco admitió nada, pero fue evidente el entendimiento y lo agradecido que estaba Harry mientras cerraba la puerta de la habitación de su hija, que también había sido desplazada hasta quedar al lado de la de ellos, y caminaba hacia Draco para abrazarlo por la espalda.

Los aurores continuaron las investigaciones, intentando comprender qué tipo de magia podría causar semejante fuego y dejar un rastro tan intenso, pero no podía ser rastreada. Tal cual Draco esperaba, no encontraron nada concluyente y, al final, dejaron la investigación archivada. Harry quiso protestar, pero Draco tomó la evidencia en sus manos y le aseguró que él investigaría personalmente lo sucedido, no confiando en un puñado de aurores que fingían no despreciarlo de cara al público.

Narcissa fue quien se quedó cuidando a Calantha en todo momento, así que Lucius movió sus influencias en el Ministerio, que curiosamente conservaba; Draco le había dicho a Harry algo sobre el poder del dinero y una palabra susurrada en el momento adecuado; y Draco tuvo acceso a todo lo recolectado en el proceso de investigación.

Para su sorpresa, Alphonse no protestó respecto al cambio drástico y personal de la investigación en el laboratorio. El joven parecía hambriento de conocimiento y experiencia, y no todos los días podías hacer ese tipo de trabajo con magia tan peculiar, de la que no se tenían registros, según Lucius logró averiguar.

Aun con los resultados de las pruebas de laboratorio, lo único que habían conseguido era probar que la magia no estaba registrada, que parecía haber sido accidental y que debía de provenir de una fuente extremadamente fuerte, algo sin precedentes. Por eso no lograban rastrearla, sus hechizos eran demasiado débiles en comparación.

Conforme los días pasaba, mayor era la tensión sobre los angustiados padres. Los Weasley habían intentado ayudar a Harry a relajarse, pero estar lejos de Calantha más de lo que su trabajo ya exigía, lo ponía demasiado nervioso; y tenerla en la Madriguera no era opción mientras no supieran qué había pasado para iniciar el incendio.

—Draco, Harry —saludó Narcissa, entrando al comedor durante el desayuno temprano que ambos padres tomaban. Últimamente apenas dormían—. Me he tomado la libertad de llamar a sus trabajos para reportarlos enfermos.

—¿Qué hiciste qué? —preguntó Draco, la taza de café resonando en un estrépito contra el platillo—. Madre, ¿por qué hiciste eso?

—Porque ambos tienen más ojeras que rostro, toman más café que un muggle con trabajo nocturno y Calantha es quien está pagando las consecuencias —repuso Narcissa, aunque el reproche en sus palabras y su dura expresión era evidente—. La niña siente vuestro estrés y lo refleja. Estuve a nada de darle una poción para dormir sin sueños anoche con tal de que pudiera descansar, y no voy a tolerar más de esta actitud por parte de ustedes.

Abochornados ante su irresponsable actuar, tanto Draco como Harry suspiraron en derrota y aceptaron las duras palabras de Narcissa. Habían estado al borde de una crisis constante con la presión del trabajo y la preocupación por Calantha. Draco se sentía estancado en la investigación de aquella magia y Harry seguía lidiando con Christian Blass; juraba que si el auror volvía a hacerlo repetir un trabajo perfectamente hecho, Harry lo cruciaría.

—Lo lamentamos, Narcissa —se disculpó Harry, tomando la mano de Draco con la suya ante la expresión frustrada de Draco.

—Sé que lo lamentan, querido, como también sé que no lo controlan del todo —dijo Narcissa, siempre comprensiva con los padres primerizos—. Es por eso que me tomé la libertad de llamar a mi hermana, Andrómeda, y ella está más que alegre de recibir vuestra visita familiar. Dice que has dejado de lado tus responsabilidades como padrino de mi sobrino, Harry, y ahora que Draco es tu pareja, es su responsabilidad como primo y padrino consorte velar por el bien de Teddy también.

Era obvio que Narcissa no estaba haciendo una sugerencia, de la misma forma en que ellos no iban a negarse. Draco había visto a Teddy un total de dos veces, la primera en una visita con su madre para pedirle disculpas a su tía Andrómeda, y la segunda con Harry cuando se anunció su embarazo al mundo mágico. Sabía que Harry había ido en otras ocasiones, aunque pocas, y que le enviaba regalos en fechas especiales, para aminorar el dolor de saber de él solo por cartas.

El embarazo había sido difícil y lo que vino después, peor aún, así que había pasado mucho tiempo desde que Harry vio a su ahijado. Para Draco fue evidente el dolor que esto le causaba ahora que alguien parecía mostrarle la verdad, y no era menos cierto que un descanso sería bienvenido por ambos.

—Nos cambiaremos de ropa e iremos inmediatamente, confírmale a la tía Andrómeda de nuestra pronta llegada —dijo Draco, terminando su desayuno en un ambiente relajado y cómplice con Harry, quien le agradecía su disposición a aceptar el día libre.

Después de desayunar, ambos subieron a vestirse con ropas más apropiadas para el clima frío de Londres, y Narcissa fue quien vistió a Calantha, escondiendo sus rubios mechones rebeldes debajo de un cálido gorrito rosa viejo con perlas, a juego con el pantalón y el suéter afelpado blancos, con corazones rosados. Arriba ajustó un abrigo más grande y luego la llevó a la habitación de sus padres, quienes cargaban con una pequeña bolsa con las cosas de la niña.

El viaje por polvos flú fue un evento divertido para Calantha; sin importar cuántas veces hubiese viajado así, siempre parecía fascinarla. Cuando la sala de Andrómeda los recibió, en la casa resonó el gorgoteo divertido de Calantha moviéndose en los brazos de Draco mientras ellos salían de la chimenea.

—¡Padrino! —gritó Teddy a forma de saludo, corriendo hacia Harry y tirándose encima de este.

La bolsa que Harry cargaba cayó al suelo, sus brazos centrándose en maniobrar al niño para que no se cayera. Teddy se carcajeó feliz cuando Harry lo alzó por encima de su cabeza, dando vueltas en círculos los dos juntos. Embelesada, Calantha estiró los brazos queriendo dar vueltas también, lo que hizo sonreír a Draco.

—Todavía eres muy pequeña para eso, mi luna —susurró Draco, dejando un beso suave en la frente de la niña, quien divertidamente tocó su rostro y sonrió de esa forma adorable y boba que tenían los bebés.

—Bienvenidos —saludó Andrómeda cuando Teddy y Harry dejaron de dar vueltas por la sala.

—Gracias por recibirnos, tía —dijo Draco, siempre educado y ligeramente incómodo. Las relaciones entre su tía y los Malfoy no eran adversas, pero ciertamente no podía decirse que fueran más que solo educadas.

—¿Cómo has estado, Andrómeda? —preguntó Harry, avanzando hacia ella con Teddy aferrado a su pierna y abrazándola como saludo. La señora sonrió en el abrazo, dándole palmaditas en la espalda a quien ahora era un hombre.

—Cansada, hijo, pero bien. Muy ocupada con esta bola de energía —respondió ella, acariciando los cabellos de Teddy, quien los acababa de tornar azul intenso, haciendo a Harry reír—. Pero no se queden aquí, vamos a la sala de estar, así Teddy y Calantha juegan mientras nosotros hablamos.

Cargando de nuevo la bolsa y dejándose guiar por un efusivo Teddy que tiraba de su mano, Harry abrió el camino hacia la sala de estar. Andrómeda iba tranquilamente detrás, sonriendo ante la felicidad de su nieto al tener a su padrino allí, y Draco la seguía a una distancia prudente con Calantha. Adoraba ver a Harry así de feliz y risueño, por lo que escondía su propia incomodidad y tensión y se centraba solo en su hija.

Calantha fue colocada en el suelo, sobre una alfombra limpia que estaba bañada de colores, y Teddy se dedicó a mostrarle uno a uno cada juguete que poseía. La niña no entendía nada y solo reía con las caras que Teddy hacía, estiraba los brazos para tomar algún juguete cuando le parecía atractivo y gateaba por otros que Teddy todavía no le había mostrado.

Esto mantenía al niño ocupado, teniendo que correr para interponerse entre Calantha y el juguete, porque él estaba muy orgulloso de su colección y quería mostrarle todo en su propio orden. Calantha era muy pequeña para entenderle, o siquiera importarle, pero él no entendía eso y si así se divertían, los adultos no iban a entrometerse.

Sentados en los sillones, los tres adultos vigilaban a los niños para evitar accidentes; Teddy no dañaría a Calantha a propósito, pero seguía siendo un niño impulsivo que desconocía el peligro y era descuidado. Cuando pudieron ver que el juego era inofensivo y ambos pequeños estaban entretenidos, Andrómeda y Harry comenzaron una conversación tranquila donde él le contaba sus experiencias como padre primerizo.

La señora escuchaba atenta, y aportaba algunos consejos para ciertas cosas que podrían evitarse en el futuro, a veces incluía alguna anécdota de su experiencia con Nimphadora o con Teddy que hacía reír a Harry. Draco, manteniendo un respetuosos silencio, observaba divertido como cada carcajada de Harry atraía la atención de Calantha y Teddy hacía un puchero al perder su devota audiencia, teniendo que pararse frente a la niña para que ella volviera a enfocarse en él.

En algún punto Draco se enajenó totalmente de la conversación a su lado, su mente enfocada en los pequeños y el peso de la varita entre sus dedos, que mantenía oculta de la vista de los niños para que Teddy no pidiera hechizos de entretenimiento, pero que no guardaba por si algún imprevisto sucedía. Sabía que su tía debía de tener la casa a prueba de niños, mas eso no significaba que Draco iba a confiarse.

—¡Padrino! —llamó Teddy, cansado de compartir la atención de Harry con su abuela y ansioso por jugar los tres.

—Creo que el deber me llama —bromeó Harry, recibiendo una palmada consoladora en el hombro por parte de Andrómeda, junto con una expresión de fingido desasosiego que buscaba ocultar la diversión subyacente.

Sin cuidado ninguno, Harry se tiró sin zapatos sobre la alfombra cubierta de juguetes y Teddy se lanzó encima de él, montándolo a caballito mientras Harry le hacía cosquillas. Calantha parecía divertirse zarandeando un tren de juguete y viendo a su padre jugar con Teddy, soltando pequeñas carcajeadas con gorgoteos que hacían a Draco reír quedamente entre dientes.

—Nunca te imaginé del tipo de padre amoroso —comentó Andrómeda, acortando la distancia en el sofá entre ella y Draco lo suficiente como para que sus palabras solo fueran escuchadas por él.

—No creo que usted haya pensado mucho en mí en general, tía —respondió Draco sin apartar la mirada del trío revoltoso frente a él.

—Admito no haber pensado mucho en tú familia cuando Cissa se unió a tu padre —dijo Andrómeda, su mirada persistente sobre Draco, quien estaba dispuesto a evitarla tanto como pudiera—. Al principio sí pensaba en quienes había dejado atrás, pero todos tomaron sus decisiones, así que dejé de hacerlo.

—Solo porque algunos hayan tenido el valor de alejarse de lo que les fue enseñado desde su más tierna infancia, o de pensar fuera de la caja lo suficiente como para desviarse del camino que le habían designado, no significa que sean mejores o más grandes personas que aquellos que no lo hicieron —repuso Draco en un susurro seco, apenas lo suficientemente alto como para que Andrómeda lo escuchara. De alguna forma, él estaba logrando mantener su lenguaje corporal tranquilo.

—Todos tienen la capacidad de hacer eso, niño —rebatió Andrómeda, conteniendo su frustración.

—Todos tienen la capacidad de todo, tía. En base a eso, todos pudimos haber sido mortífagos o haber elegido la luz. Es en la diferencia donde está la sustancia, o algo así dicen —Draco sonrió con suavidad, viendo a Calantha tirarse sobre el pecho de Harry después de gatear hacia él, mientras Teddy se llevaba sus espejuelos—. El generalizar algo para todos solo porque para usted fue fácil verlo, es bastante irresponsable.

—¿Me estás diciendo que estoy equivocada, niño? —cuestionó Andrómeda, atónita ante la osadía.

—Cada persona es un mundo, cada mente es diferente. El mundo no se divide entre mortífagos y personas buenas, o sangres puras e hijos de muggle. Algo tan blanco y negro sería muy aburrido —contestó Draco, manteniendo una expresión relajada.

Andrómeda bufó por lo bajo, incrédula, pero su gesto fue opacado por las risas de Harry y los dos pequeños retozando en el suelo. Draco se embebió en la alegría que emanaba de la escena frente a él unos minutos, manteniendo un tácito silencio que Andrómeda le concedió, mirando a su nieto jugar feliz.

—Nosotros fuimos mortífagos, sin embargo, mi madre no dudó un segundo en traicionar al Señor Oscuro y proteger a Harry, solo por salvar mi vida. Y yo estuve dispuesto a matar, incluso lo intenté, por mantener a mis padres a salvo. Estoy seguro de que usted habría hecho lo mismo por su hija o su nieto. Ya ve, no éramos solo desalmados mortífagos —continuó Draco, guardando la varita al sentirse más seguro. Su mirada finalmente se apartó de Harry y los niños, encontrándose los ojos añosos y cansados de Andrómeda—. No somos tan diferentes, tía.

Draco era, por excelencia, un digno miembro de la familia Malfoy. No había nada en él que recordara a los Black y, sin embargo, mirando a sus ojos Andrómeda solo pudo ver la mirada determinada y alegre de la Cissa de su pasado. Había tanto de su hermana en su hijo, lo que nadie veía al ser camuflado con la elegancia y porte arrogante de los Malfoy, que Andrómeda no pudo más que recriminarse por no haberlo notado antes. Una sonrisa adornó sus labios, aceptando la derrota. Draco le sonrió de vuelta, un acuerdo silencioso de paz formándose al fin.

Harry gastó todas sus energías durante horas, jugando con Teddy y Calantha en el suelo a todo cuanto el niño quisiera. Siendo Calantha todavía una bebé, su cansancio llegó más pronto y Draco fue el encargado de alimentarla, cambiarla y dormirla mientras Harry seguía pasando un rato con su ahijado. Para sorpresa de ambos, Andrómeda fue amable y comprensiva con Draco el resto del día.

Tomaron el almuerzo en el comedor informal de la casa, aprovechando que Calantha dormía y Teddy estaba dispuesto a comportarse siempre que le dieran de comer. La digestión y el exceso de ejercicio hizo que el niño se durmiera en el regazo de Harry, quien lo acostó en el colchón al lado de Calantha y activó varios hechizos para mantenerlos a salvo y vigilados, soltando también las esferas de humo que permanecieron flotantes encima de ambos niños.

La conversación para los adultos transcurrió cordial y casi afectiva, incluso con algunas intervenciones oportunas por parte de Draco que fueron bien recibidas por su tía. La tarde avanzó y, como era de esperarse, Teddy se despertó junto con Calantha con energías renovadas que atrajeron a Harry a otra sesión de juegos sobre la alfombra.

—Debería visitarnos en casa algún día, incluso podría enviar a Teddy a pasar el fin de semana con nosotros —sugirió Draco, tomando una taza de té al lado de Andrómeda, quien no disimuló su sorpresa por la propuesta.

—¿A qué casa exactamente? ¿Grimmauld Place o la Mansión Malfoy? —preguntó ella, pero Draco pudo notar un toque de diversión en sus palabras.

—La que usted prefiera, tía —respondió él sin perder el paso, terminando su té—. Por hoy, creo que lo mejor es retirarnos.

—Sí, todavía tenemos trabajo que preparar para mañana y solicitar una revisión del avance en la reconstrucción de Grimmauld Place —concordó Harry, cargando a Teddy mientras Draco levantaba a Calantha.

—Pero no quiero que se vayan, me estoy divirtiendo —protestó el pequeño, aferrándose al cuello de Harry.

—Tu abuela ha quedado en visitarnos pronto, así que no es un adiós muy largo —comentó Draco con una sonrisa ladina, mirando a Andrómeda de reojo.

—¿En serio? —cuestionó Teddy con mirada esperanzada.

—Sí, en serio. Puedes pasarte con ellos el fin de semana incluso —accedió la señora, rindiéndose a lo inevitable—. Ahora despídete de tu padrino y tus primos.

Caminaron hacia la chimenea, con Teddy todavía abrazado a Harry, y, luego, el niño dejó sendos besos en las mejillas de cada uno mientras aseguraba que pronto se reunirían y hacía a Draco prometer jugar con él la próxima vez. Calantha, en los brazos de Draco, movía su manito en forma de despedida mientras miraba a Teddy y hacía un siseo extraño.

Draco no le hubiera dado mayor importancia, excepto que Harry se congeló en el acto, mirando a Calantha con un terror que Draco solo le había visto frente al Señor Tenebroso. Para Draco apenas había sido un siseo sin sentido y, sin embargo, Harry parecía estar mirando a la muerte en persona.

—Harry —llamó Draco, preocupado y sin entender qué acaba de suceder que había puesto a Harry en ese estado de alerta enajenada.

—Teddy —susurró Harry, sin dejar de mirar a Calantha, quien ahora le devolvía la mirada a Harry con desinterés, inconsciente de lo que había hecho.

—¿Qué? —preguntó Draco, confundido, sin prestarle atención a la mirada intensa de Andrómeda.

—Ella acaba de decir Teddy —dijo Harry, su voz rasposa al borde de quebrarse. Draco tembló—. Ella dijo Teddy en…

No pudo terminar, no pudo decirlo, la palabra quemaba en su garganta como un buche de lava. Draco sostuvo a Calantha más fuerte, pegándola a su pecho, como si así pudiera protegerla de sí misma. La pieza faltante en su investigación aparecía delante de sus ojos como por intervención divina. La realidad caía pesada sobre ambos, destructiva. La primera palabra de Calantha, uno de los momentos que habría de ser más felices en sus vidas como padres, se ennegrecía con rapidez.

Pársel. Su hija hablaba en pársel.

************●●●●●●●●●●**************
Opción 2: La primera palabra.

¿Se lo esperaban? ¿Qué opinan?

Pregunta fuera del fanfic: ¿ustedes shippean algunas casas?
No digo a los fundadores, sino a las casas; como cuando shippeamos países. Yo shippeo Slytherin con Hufflepuff. Sé que se esperaría que lo shippeara con Gryffindor, pero hay algo en la inocencia de Hufflepuff que me parece un gran contraste con Slytherin.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro