Capítulo 22 "La vergüenza de la unión"
Harry estaba revisando el trabajo de Kreacher, quien era el encargado principal de llevar a cabo el proceso de cocina de la comida de esa noche. No había ningún evento en particular para celebrar, pero Harry había decidido hacía una semana que había mantenido a sus seres queridos lejos demasiado tiempo y era hora de cambiar eso. Pretendía reunirlos a todos en una cena en Grimmauld Place y, de paso, anunciar quienes serían los padrinos de Calantha.
Durante un tiempo se sintió reacio a permitirle la entrada a nadie, incluso cuando recuperó el control sobre sí mismo y su mente y pudo tener a su hija en su casa de forma permanente. Había algo sagrado en esa unión de ellos que no quería compartir con nadie que no fuera más que necesario.
Eso solo incluía a los padres de Draco, quienes se hicieron cargo de Calantha durante su estado de depresión postparto, y la psicomaga. El resto del mundo quedó vetado de Grimmauld Place hasta que Harry decidiera lo contrario. Sabía que sus amigos y los Weasley le estaban dando un tiempo difícil a Draco, pero él no se quejaba y Harry no quería hacerlo por su cuenta. Hasta la semana anterior.
Harry no era consciente de qué exactamente despertó ese sentimiento. Se había levantado de madrugada para ver a Calantha, quien necesitaba un cambio de pañal según el humo marrón dentro de la esfera flotante, y la idea apareció en su cabeza. No quiso arriesgarse a retractarse, así que despertó a Draco y lo hizo escribir las invitaciones mientras él mecía a Calantha para que volviera a dormirse.
Draco farfulló algunas quejas somnolientas ante el abrupto despertar de madrugada, pero no por eso se negó a ayudar a Harry. Con su caligrafía perfecta hizo las invitaciones y luego las ató a Astor y a Nyx, dejando que cada uno volara en direcciones diferentes para avisar a sus invitados.
Las respuestas llegaron a media mañana y, desde entonces, Harry parecía haber iniciado algún tipo de moción de limpieza extrema. Draco había tenido que regresar a trabajar antes de lo deseado, y Harry lo alentó a ello pese a que Draco todavía podía pedir algunos permisos más. No había podido acumular la experiencia de años deseada debido a todo lo sucedido, Harry no se sentía cómodo alejándolo más de su laboratorio. Eso significaba que Kreacher y Harry limpiaban y acomodaban la casa.
Como Draco temió, el resultado fue desastroso y, haciendo oídos sordos a las protestas de Harry, Draco pidió dos elfos a sus padres. En principio, Draco le dijo a Harry que eran un préstamo y solo estarían allí hasta que la noche de la cena pasara. La verdad era que Draco esperaba que Harry se acostumbrase a los elfos y no quisiera devolverlos luego y, por lo que había visto, su plan parecía haber funcionado.
Harry pasó por la habitación de Calantha, donde Effie cambiaba su pañal al ritmo de una canción de cuna que hacía a la pequeña reír entre gorgoteos. Con una sonrisa tranquila en su rostro, Harry dejó a la elfina con su hija y siguió a su habitación. Se sorprendió un poco de encontrarla vacía, juraba haber escuchado a Draco llegar mientras él estaba en la cocina, pero entonces el familiar ruido de la ducha llegó a él y supo que Draco estaba en el baño.
Ansioso por informarle todo sobre la cena y, en un intento de darle el gusto a Draco como agradecimiento por toda su paciencia, hablar sobre sus vestimentas para la noche y asegurar que fueran a juego, Harry caminó hasta el baño y apenas dio dos toques de advertencia antes de entrar.
Lo que Harry no previó fue su reacción instintiva a Draco. Sus pies se congelaron en la puerta del baño mientras sus ojos devoraban sin control el cuerpo desnudo de Draco, mojado bajo la ducha, con el cabello oscurecido por el agua y la espuma bajando por su cuerpo al clarear el champú. Su garganta se sintió repentinamente seca y rasposa, y sus manos cosquilleaban.
¿Cuánto hacía que no había visto a Draco desnudo? Verdaderamente, no solo en un intento de baño incómodo destinado a sacar a Harry de ese lugar oscuro en su cabeza. Harry no lo recordaba con exactitud, pero había sido antes de ingresar por última vez en San Mungo por las contracciones antes de tiempo. Calantha tenía nueve meses ya.
Merlín, ¿cómo había soportado tanto?
—Harry, ¿está todo bien? —preguntó Draco preocupado, ajeno a la mirada hambrienta de Harry y más atento a alguna señal de incomodidad o estrés que indicara que estaba cerca de una crisis.
Harry pudo notarlo, la forma clínica en que Draco miraba su cuerpo, analizándolo. Lo hizo sentir enfermo. ¿Cuándo su pareja, su amante, su jodido prometido, se había convertido en su cuidador personal, detector de rupturas emocionales? Estaba desnudo en la ducha y Harry prácticamente comiéndoselo con los ojos, pero Draco solo buscaba indicios de que algo fuera mal.
—Te sentí llegar, pero no te vi —comentó Harry, forzando las palabras fuera de su boca como arena.
—Hubo un estallido de unas pociones en el laboratorio mientras investigábamos unos minerales extraídos al norte de Rusia —explicó Draco, tomando el jabón líquido en su esponja de baño y empezando a pasarlo por su cuerpo—. Casi todo cayó sobre mí, porque era quien estaba más cerca, así que vine directo al baño para quitarme el olor de todos esos químicos. Es el tercer repaso con jabón que me doy —Aunque Draco contaba la historia con disgusto, había una sonrisa divertida en su rostro que aseguraba que disfrutaba su trabajo.
—Ya veo —farfulló Harry, siguiendo con la mirada la esponja que se deslizaba por el cuerpo desnudo de Draco, sostenida por aquella mano elegante en la cual se marcaban las venas con cada gesto.
—¿Sucedió algo? No es frecuente que entres así al baño —preguntó Draco de nuevo, menos preocupado ahora que no veía en Harry ningún signo evidente de estrés; si acaso, se notaba distraído.
Harry volvió a alzar la vista, encontrándose la mirada inocente de Draco. No había deseo allí, ni provocación alguna, se veía más relajado y Harry suponía que era porque no lo había visto entrar en una crisis pese a haberlo venido buscando al baño. Quiso gritar, tirar las cosas contra las paredes y reprenderse a sí mismo por haber permitido que su relación llegase a esto. Pero, más que nada, quería a Draco.
Su cuerpo se movió mucho antes de que su mente lo procesara. Harry le dio una mirada distraída al reloj y calculó que le quedaba una hora y media antes de que llegara el primer invitado, que posiblemente fueran los Malfoy. Con esa seguridad, Harry cerró la puerta del baño y lanzó un Fermaportus susurrado antes de dejar caer su varita al suelo.
Draco se detuvo y mantuvo debajo de la ducha, la esponja enjabonada olvidada en alguna parte y la espuma siendo arrastrada por el agua. Había tardado en notarlo, pero finalmente lo veía con claridad: el sonrojo profundo que besaba la piel de Harry; el hambre en sus ojos brillantes, coronados por un aro verde alrededor de dilatadas pupilas; sus jadeos sutiles y suaves que salían de sus labios entreabiertos. Hacía tanto desde la última vez que Harry lo miró así que Draco no había reconocido las señales de la excitación.
Harry abrió la puerta corrediza de la bañera, quitándose los zapatos con dos empujones de sus pies y pateándolos hacia algún lado junto con los calcetines. No se molestó en desvestirse, no tenía tiempo, había un deseo apremiante que rumiaba a fondo de su garganta y Harry iba a indultarse en este de forma inmediata.
—¿Quieres esto, Malfoy? —susurró, su aliento cálido besando los labios fríos de Draco mientras el agua de la ducha empapaba su ropa.
—Toma todo lo que quieras de mí, Potter. Yo vivo para complacerte —respondió Draco con voz ronca, las palabras raspando como lija su lengua.
Harry sonrió satisfecho, inclinándose hacia Draco y rozando sus labios juntos con una caricia fantasmal apenas perceptible, excepto por la diferencia de temperatura. Draco suspiró suave sobre sus labios y, luego, sintió el vacío de la soledad cuando Harry se apartó.
La sensación no duró mucho, un jadeo violento rompió el arrullo de la ducha cuando Harry besó el esternón de Draco, deslizando su lengua hacia abajo. Ninguna otra parte de sus cuerpos se tocaban, y el calor y el frío mutuo vestían desde la estrecha distancia al ajeno. Harry saboreó la piel de Draco con su lengua entre sus labios. Había un deje de jabón allí, y algo salado y frío, tan Draco que era doloroso saborearlo de nuevo. Su lengua no lo había olvidado.
Como de goma, sus rodillas se doblaron a medida que Harry descendía, dejando atrás un camino de besos sobre cada abdominal marcado en el esculpido cuerpo de Draco. Por un instante, Harry pensó que no veía a Draco hacer ejercicio nunca, pero él también lo hacía cuando Draco no lo miraba, así que no le dio importancia.
Sus dientes perfilaron con algo de fuerza la cresta de la cadera de Draco y Harry se regocijó en el espasmo incontrolable de sus caderas y el jadeo fuerte que Draco soltó. Su lengua se deslizó por su abdomen bajo, ignorando a consciencia el endurecido pene pulsante que yacía erecto frente a él, y sus dientes repitieron el gesto en la otra cadera.
Harry sonrió ante la impaciencia que empezaba a apoderarse de Draco, bajando por su muslo y acercándose de nuevo a su entrepierna, para saltar hacia el otro muslo y ser recompensado con un gruñido de frustración. Sus dientes se enterraron en la piel blanquecina cerca del pene de Draco y el gruñido agónico de placer por dolor llenó el baño. Harry sonrió.
Draco miró hacia abajo, encontrándose con la mirada lujuriosa de Harry, cuyos espejuelos yacían en algún punto detrás de él, lejos de la bañera. Draco no lo había visto quitárselos. Sabía que Harry no podía ver su rostro ni sus expresiones en ese momento, pero también era consciente de que retirar sus espejuelos fue algo que Harry hizo para él, para que se embriagara en sus expresiones mientras chupaba su pene. Y Draco iba a disfrutar cada segundo de ello.
Un siseo entre dientes llegó a los oídos de Harry cuando aplanó su lengua en la base del caliente pene de Draco, deslizándola por todo el inferior hasta alcanzar la goteante punta y succionarla entre sus labios, apenas lo suficiente para provocarlo. Sus dientes perfilaron la punta suavemente y Draco enterró sus dedos en el cabello mojado de Harry. Con el triunfo alojándose en su pecho, Harry contuvo una sonrisa y presionó la punta de su lengua contra el agujero coronado por una gota perlada de líquido preseminal.
Draco jadeó abruptamente y gruñó, su cabeza golpeando la pared en la que su peso descansaba a su espalda y sus ojos detenidos en el rostro sonrojado y marcado por el deseo de Harry. Draco no se perdió detalle alguno de la sonrisa lasciva y satisfecha de Harry y, aunque supo lo que venía, no había nada en el mundo que pudiera haberlo preparado para la intensidad de la sensación.
Ahuecando sus mejillas, Harry succionó el pene de Draco hasta que la cabeza golpeó su garganta y su nariz estuvo enterrada en la suavidad húmeda del vello rubio que cubría su pelvis. Aguantando la respiración, Harry mantuvo el miembro tan adentro como pudo, calentándolo y bañándolo en su saliva, deleitándose en el ardor que le causaba el agarre de Draco en su cabello.
Cuando no pudo soportar más la ausencia de aire, Harry mantuvo la succión y sacó el grueso pene de su boca, su lengua deslizándose por todo el inferior en un camino guiado por la latente vena marcada, hasta llegar a la cabeza. Apenas tomó aire antes de volver a succionar hasta el fondo, escuchando a Draco gemir.
El poder que le causaba deshacer a Draco de esa forma, aunque fuera él quien estaba de rodillas, era más del que Harry podría describir. Draco podía tomar el mando, tirar fuertemente de su cabello y tomar su boca a placer; ambos sabían que Harry no protestaría ni se negaría, pero también sabían que eso no era lo que Harry quería en el momento y Draco estaba más que gustoso de permitirle tener lo que quisiera.
Las succiones mantuvieron su letanía dolorosa que envió a Draco al límite más veces de las que admitiría, considerando su edad y experiencia. Sus ojos apenas lograban mantenerse enfocados en la viciosa imagen de Harry con su pene dentro hasta la garganta, su nariz tocando su pelvis rodeada de su vello rubio y la placentera sensación de las contracciones de su garganta con cada intento de tragar el líquido que goteaba de la punta de Draco.
Era una visión adictiva y destructiva, sin lugar a dudas, y cada segundo Draco estaba más fuera de sí mismo. No se vendría en la boca de Harry y ambos lo sabían, porque no era lo que deseaban, porque Harry quería a Draco tan profundo como fuera posible en su interior, tanto como Draco quería llenarlo; pero, oh, cuánto disfrutaban los dos la tortura previa.
No fue hasta que su garganta estuvo adolorida y cada respiración ardía en protesta por el esfuerzo que Harry finalmente dejó el pene de Draco, sonriendo lascivo al limpiar con su lengua el hilo de líquido preseminal que unía su labio inferior a la brillante punta del pene que se mantenía erecto, cubierto en su saliva.
Draco tiró de Harry hacia arriba por su cabello, disfrutando la expresión de dolor del otro y la forma en que su sonrisa se convirtió en una mueca abierta y ansiosa. Sus dedos lucharon contra el suéter de Harry, resistente a los tirones debido a lo empapado que estaba, hasta que un gruñido de desesperación hizo que Harry reclamara su varita.
—Accio varita —gruñó entre dientes, dejando que Draco poseyera su boca con una ferocidad que Harry devolvía—. Evanesco.
Draco sonrió contra los labios de Harry, sus dientes mordiendo su labio inferior y tirando de este hasta que el familiar sabor metálico golpeó sus lenguas. Draco le quitó de un gesto brusco la varita a Harry de la mano, empujándolo luego contra la pared bajo el chorro de la ducha y mordiendo su hombro al pegar su pecho a su espalda.
Harry soltó un gemido agudo, arañando la pared con sus uñas y erizándose al sentir el frío contacto del azulejo contra sus sensibles pezones erectos. Su propio pene goteante fue envuelto en los ágiles dedos de Draco, que lo apretaron al borde del dolor antes de presionar la punta con su pulgar, conteniendo el placer de Harry en un gruñido salvaje.
Draco contuvo una sonrisa al sentir a Harry temblar cuando él apoyó la punta de la varita cerca de su cerrado culo, expectante a lo que venía. Sus dientes se cerraron en su oreja y Harry chilló, sintiendo a Draco murmurar con voz ronca y quebrada un hechizo lubricante y un encantamiento de dilatación. Su cuerpo respondió, volviéndose moldeable bajo el poder de Draco, su propia varita obedeciendo su magia como si de Harry mismo se tratase.
La varita cayó al suelo mojado de la bañera y Draco se aferró a las caderas de Harry hasta que sus dedos dejaron marcas rojizas que se oscurecerían luego. Harry giró su cabeza, demandando para sí los labios de Draco en un beso sin forma donde sus lenguas se unieron y la saliva goteó por la comisura de sus labios, arrastrada por el agua de la ducha.
Harry torció su brazo hasta alcanzar entre sus dedos el pulsante pene de Draco, dirigiéndolo a su estrecha entrada. Incluso con el hechizo, ambos sabían que su cuerpo había pasado demasiado tiempo sin ser usado, pero cualquier pensamiento coherente que llamaba al cuidado se derritió bajo el calor de Draco abriendo a Harry con su pene.
Draco apretó los dientes, respirando errático y animal, gruñidos resonando en su pecho que retumbaban contra la espalda de Harry. El calor era abrasivo y las contracciones lo apretaban hasta hacerlo detener su paso. Su mente no parecía responder a más nada que aquella sensación y Harry solo se presionaba más contra Draco, haciendo que se adentrara más profundo, deleitándose en el candente ardor de su culo siendo abierto.
—Joder —farfulló Draco entre dientes, apretando a Harry duro contra sí mismo cuando su pelvis tocó sus nalgas y estuvo enterrado totalmente en su interior—. Estás tan jodidamente estrecho, Potter.
—Lo sé —respondió Harry con voz quebrada, girando la cabeza para ver a Draco por encima de su hombro, estirando una mano hacia atrás y arqueando su espalda—. ¿Qué vas a hacer al respecto, Malfoy?
La provocación de Harry fue combustible para un incendio en plena sequía. Con un gruñido animal, Draco tomó entre sus dedos las muñecas de Harry y tiró de sus brazos hacia atrás, haciendo que Harry se arqueara más contra él y solo su frente descansara apoyada en el azulejo.
Había una brutalidad salvaje en sus embestidas, una necesidad imperante que quemaba la parte racional y humana de sus mentes. Ambos gruñían, gemían y gritaban; en el baño se escuchaban gritos deformados de lo que podía entenderse como sus nombres en la boca del otro, pero no les importaba.
El chapoteo del agua que bañaba sus cuerpos se mezclaba con el golpe de la carne contra la carne. Harry gemía y demandaba más, y Draco complacía como si estuviera bajo un Imperius. Sus penetraciones inmisericordes golpeaban directo en la próstata de Harry, haciendo que su tambaleante pene endurecido goteara de placer y su culo se apretara más duro alrededor de Draco.
Una bruma tempestuosa se apoderó de sus mentes. El calambre en sus extremidades se unió a la sensación eléctrica que recogió sus testículos y se concentró en la base de sus penes, extendiéndose hasta la punta. Harry sintió las embestidas de Draco volverse más erráticas y sin forma, atacando de manera instintiva, y su propio placer llegó al pico ante el deseo.
Su semen salpicó el azulejo y fue arrastrado por el agua, su garganta adolorida se quebró ante un jadeo deforme del nombre de Draco y su cuerpo cedió sin fuerzas. Draco envolvió sus brazos alrededor de Harry, sosteniéndolo mientras él se hundía en su interior un par de veces más y, luego, se corría tan adentro como era humanamente posible, gruñendo el nombre de Harry en su oído.
Lentamente, con tanto cuidado como Draco podía mantener, se aseguró que ambos resbalaran por el azulejo hasta llegar al suelo. Allí permanecieron una cantidad indefinida de minutos, intentando volver a respirar con normalidad y manteniendo la añorada cercanía entre ambos.
—Eso fue… jodidamente… estelar —farfulló Harry entre jadeos, sintiendo a Draco todavía en su interior, aunque ya blando. Dejó que su cabeza colgara hacia atrás, descansando en el hombro de Draco.
—Fue perfecto —concordó Draco con la voz ronca, besando la mejilla de Harry con adoración—. Tú eres perfecto.
Harry sonrió, cansado y satisfecho, y giró el rostro lo suficiente para devolverle a Draco un beso suave en sus labios. Afuera del baño resonó un golpe sordo y, de repente, la realidad volvía a ellos. Tenían una cena esa noche e invitados que debían de haber llegado ya. No podían estar seguros de cuánto tiempo habían pasado allí.
Apresurados y torpes por el efecto postorgásmico, Harry y Draco se ducharon a medias y usaron hechizos para secarse. Salieron del baño a tropezones, cada uno usando su varita para vestirse sin siquiera pensar en lo que estaban poniéndose y saliendo de la habitación.
Sus cuerpos se congelaron en lo alto de la escalera, escuchando con pánico el bullicio de una animada conversación y algunos gorgoteos felices de su hija, quien estaba siendo cargada por alguien de su extremo agrado al parecer. Harry miró aterrado la hora en el reloj de la pared y farfulló algunas maldiciones que no podía decir delante de la niña, percatándose que ambos estaban una hora tarde para su propia cena, en su maldita casa.
Incapaz de contener la risa al ver la expresión furiosa y avergonzada de Harry; cuya piel tenía un tono rosado intenso por todo su rostro, orejas y cuello; Draco se ganó un golpe en el hombro como protesta. Ese ruido fue suficiente para alertar a sus invitados de que sus actividades íntimas había terminado, pues las conversaciones cesaron, haciéndolos a ambos demasiado conscientes de sí mismos.
—¡Oh, por Merlín! —exclamó una frustrada Hermione, quien salió de la sala de estar para pararse a final de la escalera y mirar exasperada hacia la pareja—. No sirve de nada esconderse, llevamos una hora aquí esperando y ninguno puede ocultar lo que hacían. Ahora, bajen de una vez, todos tenemos hambre y la única que ha comido es Calantha. No gracias a ustedes, eso seguro.
No queriendo hacer enojar más a Hermione, ambos se reunieron con sus invitados, quienes los miraban entre divertidos, apenados e, incluso, algo traumados; al menos en el caso de Ron, quien se había vuelto incapaz de mirar a Harry a los ojos o hablar sin tartamudeos.
A pesar de la vergüenza, no faltaron las risas y felicitaciones, algunos comentarios cómplices por parte de George y otros más desinhibidos e inconscientes por parte de Luna. Sentados a la cabeza de la mesa, viéndolos a todos compartir con tranquilidad y diversión, tomado de la mano de Draco y con su hija jugando con el sonajero cambiante a su lado, Harry se dio cuenta de que había obtenido lo que más había deseado en la vida: su amada familia.
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Opción 1: La familia que siempre quise.
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