Capítulo 19 "Oscuridad en el interior"
San Mungo se había convertido en el epicentro de deseo de todos los periodistas mágicos durante los tres días que Harry, Draco y su hija pasaron allí. Los detalles el parto por cesárea y los futuros planes de los prometidos padres eran la fruta más jugosa que cualquier reportero podía desear y todos estaban dispuestos a hacer lo que hiciera falta para obtenerlo.
La situación se salió de control a tal punto que el Ministerio de Magia tuvo que emitir un comunicado, amenazando con encarcelar por una semana a todos los periodistas que fueran encontrados en las cercanías o el interior de San Mungo sin causa real. De todas formas, el jefe de Harry ordenó a un grupo de aurores hacer guardia constante en el ala del hospital donde él se encontraba.
Decir que Harry estaba abrumado era decir poco, así que para Draco no fue sorpresa que lo primero que Harry hiciera cuando regresaron a la Mansión Malfoy fuera encerrarse en su habitación y dejar a todos afuera, gritando a todo pulmón que quería estar solo y no deseaba ser molestado. Draco hubiese preferido estar con él y abrazarlo, pero ahora tenía que velar también por su hija y se negaba a hacer lo que todas las familias ricas, que dejaban el cuidado del niño a los elfos domésticos.
—Espero que te guste la habitación, mi dragón —comentó Narcissa, abriendo la puerta del cuarto de la bebé para que Draco pasara con ella en brazos—. La adornamos tu padre y yo, siguiendo los apuntes que Harry y tú tenían y usando los regalos del babyshower.
Draco se sintió levitar por un instante cuando se vio dentro de la habitación de su hija. Las paredes eran de un blanco hueso que era suave para la vista, tenía cortinas en tonos crema y gris y una alfombra grisácea azulada por todo el suelo. Las esferas de la Señora Weasley flotaban expectantes en el techo, Howgarts se alzaba imponente frente a la cuna, los walkie talkies estaban en la mesita de al lado, junto con la planta de Neville, y la manta verde colgaba de una de las barandas de la cuna.
El techo cambiaba con un hechizo para simular el cielo real y la amplia cuna llena de almohaditas esperaba paciente por su ocupante. Al fondo había un armario infinito que guardaba una amplia colección de ropas distintas, que Draco dudaba que llegaran a usar en su totalidad ni siquiera cambiando a Calantha más de tres veces por día, y la escoba de Oliver Wood sobrevolaba la habitación suavemente.
Draco notó cómo no había nada enteramente rojo o verde, a excepción de la manta bordada por Narcissa, de forma que ninguno de los padres se enojase por la prevalencia de una u otra casa. Era una consideración inmensa si tomaba en cuenta que la decoración la habían hecho sus padres y estaban en la Mansión Malfoy. Draco sonrió.
—Es perfecto, madre. Te lo agradezco.
—Nada que agradecer, mi dragón. Es nuestra nieta y la amamos.
Narcissa se mantuvo al lado de Draco mientras este colocaba a Calantha en la cuna, arropándola apropiadamente y rehaciendo los hechizos de calefacción que no permitían que el frío del invierno se filtrase dentro. Habiendo dejado los hechizos de seguridad necesarios activados y tomando un walkie talkie consigo, por si las esferas no eran del todo rápidas en encontrarlo, madre e hijo salieron de la habitación y dejaron a la pequeña durmiendo.
—Deberías descansar tú también, Draco. Debes de estar casi tan agotado como Harry —sugirió Narcissa, notando las visibles ojeras oscuras que yacían debajo de los ojos cansados de su hijo.
—Dormiré en mi habitación de infancia. Harry estaba muy irritado y no quiero perturbar su descanso —informó Draco, accediendo a la petición de su madre.
—Los elfos se encargarán de todos los cuidados y si mi nieta llora, puedo hacerme cargo yo —aseguró Narcissa, caminando al lado de Draco hacia la habitación.
—No, si ella se despierta y llora, iré yo personalmente madre —negó Draco, estirando el cuello ante el dolor que se había instaurado allí y no se iba—. Agradezco la ayuda y estoy seguro que más adelante la aceptaré sin problemas, pero ahora necesitamos hacer esto Harry y yo.
—Lo entiendo, Draco. Si no te despiertas por tu cuenta, te vendré a despertar yo.
Había una seguridad en las palabras de su madre que evaporó las dudas en Draco. Sus padres no podrían volver a criarlo, pero no dejarían que se repitiera la historia. Y él tampoco. Aceptando un beso en su frente, Draco entró en su habitación de su época de infancia y adolescencia y se tumbó en la cama sin ceremonias. Su extenuado cuerpo desfalleció ante el cansancio y su mente se sumergió en un estado de inconsciencia sin sueños que Draco agradeció.
No supo cuánto tiempo estuvo dormido verdaderamente, aunque sentía que había sido poco, pese a no tener referencia real del paso del reloj. El llanto de su hija proveniente del walkie talkie lo despertó y una esfera de cristal revoloteaba frente a su rostro en un brillante color naranja. Draco suspiró profundo, reuniendo fuerzas, y se levantó de la cama. Caminó rápido hacia la habitación de su hija, donde su madre ya le había cambiado el pañal y esperaba por Draco con un biberón en la mano.
—Pensé en irla calmando en lo que tú o Harry llegaban —comentó Narcissa, con una sonrisa que fue correspondida por su hijo mientras tomaba a Calantha en brazos.
—¿Harry se despertó? —preguntó Draco, sentándose en el balance acolchado y meciéndose con suavidad mientras colocaba el biberón en la boca de Calantha, quien rápidamente empezó a beber desesperada.
—No que yo sepa, al menos no vino a la habitación —respondió Narcissa, reacomodando la cuna mientras el pañal sucio desaparecía gracias a un elfo que no mostró su presencia—. Aunque debería de haberse despertado, hay uno de esos aparatos en vuestra habitación y dos esferas salieron de aquí cuando yo entré. Una debe de haber ido hacia él.
—Puede que haya estado demasiado cansado para reaccionar de otra forma —comentó Draco, observando a su bebé lactar—. Prefiero encargarme yo mientras él descansa, ha estado muy estresado durante estos días en el hospital y la recuperación de la cesárea.
Narcissa no hizo más comentarios al respecto, limitándose a ver a su nieta alimentarse con gula y, luego, ayudando a Draco a posicionarla apropiadamente para que expulsara los gases antes de volver a dormir. Esta vez, Draco decidió quedarse en la habitación con ella mientras dormía, dormitando él mismo en el sillón cómodo al lado de la cuna.
Durante las siguientes horas Calantha despertó tres veces, dos para cambios de pañal y otra para beber fórmula nuevamente. Draco se hizo cargo cada vez, pese a las protestas de los elfos que se sentían inútiles al no poder atender a la niña. No fue hasta que su madre subió para avisarle de la cena que Draco decidió ir a su habitación. Necesitaba un baño y Harry tenía que comer también.
—¿Harry? —llamó Draco mientras entraba en su habitación, su mano masajeando su cuello adolorido—. La cena será servida en breve, quizás quieras darte una ducha conmigo para bajar limpios.
Draco observó la habitación en silencio, sintiéndose extraño ante la ausencia de respuesta. La cama yacía vacía y las sábanas estaban revueltas hasta caer al suelo, la puerta hacia el baño estaba abierta, por lo que Draco imaginó que Harry estaría allí. Una sensación inquietante se asentó en el fondo de su mente ante la imagen delante de él.
Sus dedos se enroscaron alrededor de su varita antes de dar el primer paso silencioso en dirección al baño. Conscientemente, Draco redujo su respiración a un gesto suave y lento, apenas perceptible desde la cercanía. Había una pesantez en el aire que se filtraba viscosa contra él y parecía querer retenerlo de seguir avanzando.
—¿Harry? —llamó Draco de nuevo, abriendo más la puerta del baño y asomándose dentro lo suficiente para ver y hacerse notar.
Una piedra se incrustó en su estómago, sacando todo el aire de su interior ante la escena que encontró: Harry sentado en la bañera llena de agua, todavía vestido con la ropa con la que habían llegado del hospital, empapado hasta los huesos a tal punto que temblaba incontrolablemente. Draco soltó la varita, corriendo hacia Harry de inmediato e intentando tocarle. Harry se alejó de él, apretándose más contra el fondo de la bañera y mirando a Draco con una expresión de pánico que lo dejó congelado.
—Harry, mi amado, soy yo —Draco apartó sus manos de la cercanía de Harry, alzándolas donde Harry pudiera verlas—. Harry, estás empapado, vas a enfermarte si no sales de allí pronto.
—No quiero —negó Harry, aferrándose a sus rodillas pegadas a su pecho, su cabeza moviéndose en una negativa temblorosa que apretó el pecho de Draco—. Está allá afuera.
—¿Qué? ¿Quién está allá afuera, Harry? —preguntó Draco, arrodillándose al lado de la bañera—. Puedes hablar conmigo, lo que sea que pase, yo me encargaré de ayudarte.
—Ella, ella está allá afuera y no puedo… no puedo… no puedo… no la soporto —entre tartamudeos y temblores, Harry cubrió con ambas manos sus oídos, intentando protegerse de un ruido que solo yacía en su cabeza.
—Harry, Harry, amor, escúchame —Draco imploró, desesperándose conforme la situación parecía salirse de control.
—No la quiero, no la soporto, no puedo —farfulló Harry, un terror implacable apoderándose de él—. Draco, Draco… Draco. ¡Draco!
Angustiado, incapaz de pensar en otra opción, Draco sucumbió al llamado agónico de Harry por él y entró en la bañera. El agua se desbordó con ambos cuerpos dentro y su ropa se empapó de inmediato, el frío caló hacia dentro hasta hacerlo temblar levemente y podía sentir su temperatura cayendo en picada. Sin embargo, nada de eso le importaba.
—Estoy aquí, Harry. Estoy aquí, mi amor —susurró con firmeza, extendiendo ambos brazos hacia Harry, quien lo miraba como si no lo reconociera.
Draco vaciló apenas un momento, sin saber si podría mejorar o empeorar la situación, pero luego la determinación creció ante la desesperación y Draco empujó hacia arriba su manga, dejando al descubierto la Marca Tenebrosa. Harry miró los trazos negros sobre la piel lechosa, detallándolos, sumergiéndose en su significado.
El pánico creciente en Harry pareció disminuir, sus ojos escrudiñaron el rostro de Draco en busca de la mentira, pero no encontraron más que preocupación y amor. Volviendo a respirar con normalidad, como no lo había logrado hacer en horas, Harry estiró sus manos para tomar las de Draco y se dejó arrastrar por él hacia su cuerpo, escondiendo su rostro en el cuello de Draco y sintiéndose a salvo siendo envuelto por sus brazos.
—Ya pasó, amado, ya estoy aquí —aseguró Draco, acariciando con calma la espalda de Harry y dejando besos en su frente—. Nadie te hará daño.
—Había tanto ruido y el llanto no paraba y aquella bola naranja seguía volando enfrente de mi rostro y yo solo quería… yo quería que parase, Draco, pero no paraba.
Draco controló la respuesta inconsciente de su cuerpo a tiempo para que Harry no notase como sus palabras tensaron sus músculos. No sabía qué había pasado exactamente, pero lo que Harry describía era consecuente con el primer llanto de Calantha en la Mansión Malfoy.
—¿El llanto y la esfera mágica te despertaron, Harry? —preguntó Draco con suavidad, cuidando de mantener su tono neutral.
—No, no estaba dormido —negó Harry, aferrándose más a Draco, su voz apagada contra su piel—. Yo solo quería estar solo. Habían tantas personas todo el tiempo y ella es tan pequeña. Todos siempre querían que estuviera encima de mí, pero siempre me la quitaban también. Y el llanto, Merlín, ese llanto insufrible que retumba en mis oídos. No la quiero cerca, Draco, no puedo tenerla cerca. Ya no más, por favor, no la acerques a mí. Ya no puedo más.
Draco forzó el aire dentro de sus pulmones con lentitud, sintiendo su propio cuerpo rígido e inamovible. Ni siquiera lograba procesar del todo lo que Harry había dicho, demasiado atrapado en sus palabras, en el rechazo evidente que implicaban. Pero Harry temblaba en sus brazos y lloraba contra su cuello y Draco hizo de eso su prioridad.
—Tranquilo, solo yo estoy aquí ahora, contigo —susurró seguro, abrazando más fuerte a Harry y dejándolo llorar.
Estuvieron sumergidos en el agua de aquella bañera durante una hora y media más. En ese tiempo, el llanto de la bebé inició de nuevo y resonó estridente por la habitación a través del walkie talkie. La esfera mágica sobrevoló hacia el baño llena de humo naranja y verde y la desesperación de Draco alcanzó el punto máximo mientras Harry gritaba suplicando que todo parase y temblaba entre sus brazos.
Draco llamó a un elfo a gritos y le ordenó llevarse la esfera mágica y el walkie talkie, le indicó también que le pidiera a su madre que alguien viniera a poner un hechizo silenciador en la habitación y que se hicieran cargo de la bebé. El elfo hizo una reverencia antes de cumplir las órdenes y algunos minutos después, todo quedó en silencio.
Harry lloró abrazado a Draco y farfulló algunas maldiciones y quejas más respecto a “ella”. Draco notó que no la llamaba por su nombre en ningún momento, solo “ella”, de forma indiferente e impersonal. Algo había ido mal, demasiado mal, pero Draco ni siquiera sabía en qué momento había pasado.
Mientras sacaba a Harry de la bañera y retiraba sus ropas mojadas, Draco pensó al respecto. Habían estado en el hospital apenas tres días después del nacimiento, nada había sido fuera de lo esperado y Harry parecía haber estado normal. Un padre de ensueño, si Draco se permitía a sí mismo decirlo. ¿Qué había cambiado desde que habían salido del hospital hasta llegar a la Mansión Malfoy?
Con esfuerzo, Draco logró que ambos tomaran una ducha caliente y secó a Harry, vistiéndolo con el pijama más cómodo y suave que tenía y arropándolo en la cama con una taza de chocolate caliente que le ordenó a uno de los elfos. Cuando Harry estuvo más calmado, la noche ya estaba avanzada y Draco se sentía exhausto, pero su preocupación superaba cualquier sensación física.
Con la excusa de necesitar algo de comer decente para sí mismo, Draco dejó a un Harry más tranquilo en la cama y salió de la habitación, asegurándose de cerrar la puerta de forma segura. Un suspiro cansado salió de sus labios y la realidad de lo que había vivido lo golpeó con el peso de un gigante.
Draco corrió hacia la habitación de Calantha, encontrándola dormida como un angelito gracias al efecto de la planta de Neville. Cuando su preocupación paterna se vio más calmada, Draco fue en busca de sus padres, quienes lo esperaban angustiados en el estudio de Lucius. Las indicaciones específicas de Draco en la tarde habían alertado al matrimonio de que algo iba mal, pero no sabían qué. Sin embargo, era notable que era algo muy malo con solo ver el rostro demacrado de Draco.
—Dragón, estábamos afligidos hasta la locura ya, ¿qué ha sucedido? —preguntó Narcissa, viendo a su hijo desplomarse sin ceremonias en el sillón frente a ellos.
Su cuerpo estaba tenso, sus codos apoyados sobre sus rodillas soportaban todo su peso inclinado hacia adelante y su mirada, cubierta por los mechones sueltos de su cabello, estaba fija en algún punto en la alfombra que él realmente no estaba observando. Lucius y Narcissa esperaron algunos segundos más, permitiéndole a su hijo organizar sus pensamientos.
—Algo malo pasa con Harry —confesó Draco finalmente, ese simple susurro requiriendo más esfuerzo del que Draco alguna vez creyó posible.
—¿Qué sucede con Harry, hijo? —preguntó Lucius esta vez, percibiendo que Draco empezaba a alejarse de la realidad para sumergirse en su dolor.
—Yo… no lo sé.
Sobreponiéndose a su tembloroso tartamudeo producto a la impresión de lo que acababa de vivir, Draco logró explicar lo sucedido sin poder ocultar su evidente perturbación. Lucius y Narcissa no emitieron juicio alguno, solo escucharon atentos hasta que Draco pudo decirlo todo, desahogar sus propios sentimientos respecto a lo vivido y, finalmente, dejarse caer contra el espaldar del sillón.
—Llamaré a un psicomago amigo de la Familia Black, atendió casos así antes —dijo Narcissa, levantándose apresurada para realizar la llamada urgente por red flú desde la chimenea principal.
—¿Qué pasará ahora, padre? —preguntó Draco, el dolor filtrándose en su voz como veneno ardiente.
—Ahora esperamos a que venga un psicomago y confirme nuestras sospechas —respondió Lucius, sintiéndose impotente ante la situación. Sabía que Draco debía de sentirse igual—. Hijo, quiero que estés preparado. Lo que vivirán a partir de este momento será duro y tortuoso, nada que pueda describirte. Habrá días donde creerás que Harry en serio siente todo lo que dice o grita en sus crisis de enojo, te parecerá que su rechazo hacia Calantha es genuino y no dudarás de su odio y repudio hacia la niña. No hay forma de prepararte para esto.
—¿Qué se supone que debo hacer con esto, padre? —preguntó Draco, lágrimas de desesperación llenando sus ojos mientras miraba a Lucius en busca de una respuesta que él no tenía—. Estaba preparado para enfrentar el mundo con Harry con tal de proteger a nuestra hija, y ahora tengo que enfrentar a Harry para proteger a nuestra hija, mientras trato de no herirlo porque no es su culpa. Yo no sé qué hacer. ¿Cómo sobreviviré esto?
—Con paciencia —respondió Lucius imperturbable, pero Draco se encontró en los ojos de su padre una mirada suave que tenía la intención de consolarlo—. No estás solo, Draco. No será el tipo de paternidad que esperabas, pero no estás solo. Los Weasley, vuestros amigos, nosotros y tantos elfos como el dinero pueda comprar estaremos a tu lado para ayudarte.
Desconsolado, perdido, Draco cubrió con su mano sus ojos y se desplomó. El llanto era silencioso, apenas existente, solo lágrimas solitarias que caían por su rostro dejando un rastro seco atrás. Draco sintió la calidez de la mano de su padre sobre su hombro, el afecto en el apretón suave que recibió, la veracidad de sus intenciones en sus palabras.
—Sé que no es cómo lo imaginaste hijo, pero estamos contigo. No estás solo. Ninguno de ustedes lo está.
Draco no pudo dormir esa noche, y la comida no pasó por su garganta sin importar el hambre que había tenido anteriormente. En cambio, pasó las horas acurrucado en la cama con Harry, besando su frente a través de los mechones rebeldes y despeinados cada vez que él despertaba, abrazándolo más fuerte cuando lo sentía despertar estresado y temiendo el momento en que llegara el alba.
Sus miedos, por más reales y asfixiantes que fueran, no detuvieron la salida del sol. Y, con el astro rey, llegó el psicomago. Draco convenció a Harry con palabras suaves y promesas de permitirle descansar encerrado en la casa durante el resto del día, de ir y hablar con el psicomago. Aun contra sus propios deseos, Harry se dejó arrastrar por Draco hacia el estudio, un encantamiento Muffliato sobre él a medida que recorría los pasillos evitaba que escuchara ningún ruido que pudiera desencadenar una crisis.
Reticente, pero aceptando los consejos de su madre, Draco dejó a Harry solo con el psicomago y fue a cuidar a su hija. La sostuvo en sus brazos, jugaron con el sonajero de mano que Ron le había regalado y Draco asistió sus biberones y cambios de pañales. Meciéndola entre sus brazos, sentado en el sillón, Draco sintió a su madre entrar en la habitación sutilmente y detenerse a su lado.
No tuvo que verla, no necesitaba mirar sus ojos. Sabía lo que vería si lo hacía: preocupación, lástima, pena, desesperanza al no saber cómo consolarlo ni arreglar la situación. Draco no quería ver eso. En cambio, siguió mirando a su hija dormida en sus brazos, su manito aferrada a la manta que su abuela había tejido para ella durante el embarazo. Draco la siguió mirando dormir, incluso cuando su visión se tornó borrosa por las lágrimas, Draco no dejó de mirarla.
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Opción 2: Depresión postparto.
Quiero aclarar que la depresión postparto no es un tema ligero que pueda abarcarse de una sola forma y se acabó. Cada persona es un mundo y la experimenta de forma diferente, si alguien tuvo o vio otras experiencias, es válido. Yo escogí las características que desee y el tiempo de aparición que me pareció más oportuno y, si bien el fanfic es bien informativo, no es una fuente por la que guiarse de forma absoluta.
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