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Capítulo 14 "Unidos en la madrugada"


La Mansión Malfoy estaba cargada de sombras del pasado que los Malfoy habían intentado por todos los medios desprender. El color de las paredes había sido cambiado, los adornos eran menos lúgubres y antiguos, las cortinas estaban abiertas durante el día para que entrara la luz del sol y habían encantado la casa para eliminar el efecto del eco. Harry de todas formas no se sentía cómodo.

Debido a lo secreto de su ataque, había sido dado de alta apenas veinticuatro horas después de su ingreso, y los Malfoy habían llenado la habitación que Draco y él ocuparían con todos los aparatos mágicos necesarios para que los dos medimagos que habían quedado a cargo de su cuidado no tuvieran problemas en atenderlo. La suma de pago era cuantiosa y el silencio estaba asegurado. Los demás sanadores que habían intervenido en su atención habían sido remunerados y luego encantados con un Obliviate. Era lo mejor.

Harry había estado algo confundido al despertar, pero Draco le había contado lo que había sucedido, admitiendo incluso su participación en una venganza de la que apenas fue consciente. Temió aterrar a Harry, pero él solo apretó con más fuerza su mano y susurró un “Bien hecho” por lo bajo, casi inaudible para Draco. No habían vuelto a hablar del tema.

El miedo en Harry, en cambio, había llegado para quedarse. Cuando le dieron el alta Harry había tenido un ataque de ansiedad ante la idea de regresar a Grimmauld Place, donde se sentía desprotegido. Draco pasó varios minutos calmándolo hasta que sus palabras lograron traspasar el pánico en la mente de Harry.

—Estamos a salvo, estás conmigo y nos vamos a la Mansión Malfoy.

La idea de vivir allí le era, extrañamente, reconfortante. Sabía que la mansión estaba protegida por los mejores hechizos de defensa, que la casa en sí misma estaba preparada para enfrentar descontroles mágicos dentro y fuera de la misma y, más importante aún, que no estaría solo en ningún momento. Harry no podía pedir más para sentirse seguro.

Kreacher se quedó en Grimmauld Place para mantenerlo limpio y preparado para cuando Harry estuviera listo para regresar. Harry no estaba seguro de cuándo sería eso.

Por otra parte, la primera semana de su recuperación había sido tranquila, pero cuando los medimagos dieron permiso para visitas la Mansión Malfoy se vio invadida por un desfile de pelirrojos Weasley, las incongruencias delicadas de Luna Lovegood, cientos de disculpas y sugerencias prácticas de Hermione, consejos de distintas hierbas que sería buenas para él provenientes de Neville e, incluso, una muy disgustada McGonagall.

Aunque lo más increíble fue escuchar los comentarios fuera de contexto y sin sentido de Ron y Dudley, que se habían llevado bien al permanecer en sus posiciones distantes por sentirse incómodos. Un muggle en la mansión era aún más impresionante que la manada Weasley, pero ese era el efecto Harry, indiscutiblemente.

Harry no daba crédito a lo que sucedía. Más aun cuando vio las miradas y sonrisas comprensivas y satisfechas del trío Malfoy. Pero, había un placer tranquilo en ver a Draco unido a sus padres en algo que no estaba relacionado con el odio, y admirar como las personas que creía haber perdido volvían a su vida. Harry lloró de alegría y consuelo siendo abrazado por Molly, abarrotado en cientos de disculpas constantes y muestras de afecto genuino. Le tomaría tiempo olvidar el rechazo recibido, pero sobreviviría.

Con tantas mejoras, Harry quería decir que todo había quedado atrás, que se centraba felizmente en su embarazo y su relación reconstruida con su familia y nada lo perturbaba ya. Ginny había sido encerrada, igual que sus secuaces, Dennis Creevy estaba muerto y todo estaba en calma. Desafortunadamente, no era así para Harry.

Un sudor frío lo empapaba, humedeciendo incluso las sábanas que cubrían la cama, su cuerpo se movía es espasmos espásticos por instantes y su mente corría a cien por hora. El grito se atoró en su garganta y el temblor de su cuerpo lo movió hasta el borde de la cama, despertándose con una expresión de terror plasmada en el rostro y su corazón latiendo desaforado. Respirar era difícil y el pánico le hizo tardar en reconocer su entorno.

La oscuridad lo consumió por unos minutos. Harry vio dementores en las sombras y el zumbido en sus oídos se escuchaba como un grito ensordecedor. Pateó las sábanas lejos de su cuerpo, sintiendo como se arrastraban sobre él cual serpiente para ahogarlo, y algo verde se movió por la periferia de su visión con la velocidad de un Avada. Harry abrió la boca para gritar. Ni un sonido salió.

Un dolor repentino lo ancló de nuevo a la realidad, haciendo que se doblara tanto como su vientre lo permitía. Colocó su palma sobre la izquierda de su abdomen, debajo de sus costillas, volviendo a sentir el mismo dolor: un golpe. Su bebé pateando, su bebé alertándole de que estaba a salvo, su bebé mostrándole que no eran más que malas jugadas de su mente en pánico.

Harry se aferró al golpeteo esporádico de su bebé, repitiendo en su mente que estaba a salvo en la Mansión Malfoy, que ya no estaba en peligro, y respirando profundo. No supo cuántos minutos estuvo así, pero cuando volvió a abrir los ojos la habitación no estaba oscura, solo en penumbras; las sábanas yacían inmóviles en el suelo y el destello verde era una gabardina de Draco que estaba en el perchero de la esquina de la habitación.

Sentándose torpemente y pasando su mano por su frente para apartar su cabello sudado que se pegaba a su piel, Harry tembló un momento al sentir el frío que lo cubría. Suspiró lento, mirando al otro lado de la cama. Estaba vacío y falto de calor, lo que indicaba que hacía mucho que Draco debió de haberlo dejado solo en la habitación.

Conteniendo una protesta, Harry se levantó de la cama y caminó hacia el armario; sacando una pijama limpia, se dirigió al baño. El agua de la ducha se calentó casi de inmediato, bendita magia, y Harry no tardó en desnudarse y entrar, sintiendo el calor aflojar la tensión en sus músculos y limpiar de su mente los resquicios de la pesadilla.

Todas las noches desde aquel fatídico día Harry tenía pesadillas y se levantaba en pánico, creyendo ver enemigos en cada esquina. Todas las noches se despertaba solo también. Sabía que Draco no estaba durmiendo casi, podía ver a través del glamour que enmascaraba sus ojeras y el rojo de sus ojos irritados. Draco no cuestionaba sus pesadillas, Harry no presionaba sobre su insomnio.

La ducha calmó su corazón ansioso y la tela fresca de su pijama limpio se sintió como una capa relajante sobre su piel. Dejando al ropa sucia en el cesto que los elfos recogerían en la mañana para lavar, Harry tomó también las sábanas empapadas de sudor y las juntó a sus ropas, saliendo de la habitación poco después con el único objetivo de encontrar a Draco.

Agradecía los cambios en la mansión, no creía poder sentirse del todo cómodo con la decoración anterior cuando deambulara solo y descalzo a media madrugada. Aunque no conocía todas las habitaciones y recovecos, Harry sabía dónde buscar a Draco, pues él nunca se refugiaba en sitios difíciles, sabedor de que Harry iría a buscarlo en algún momento de la noche y cuan desesperado se ponía si no lo encontraba.

No fue hasta después del tercer intento que Harry entró a donde Draco se encontraba, sentado en un sillón cerca del fuego de la chimenea, con un libro entre sus manos. La Mansión Malfoy contaba de dos bibliotecas, la principal para uso familiar y la privada de Draco, concedida como capricho a muy temprana edad. Si Draco no tenía trabajo acumulado que revisar en el estudio, solía estar aquí entonces.

—Te diste un baño —comentó Draco, levantando la mirada de su libro y observando a Harry con detenimiento. Todavía quedaban fugaces matices de su miedo en él.

—Demasiado sudor —respondió Harry con ligereza, restándole importancia mientras se acercaba a Draco y se sentaba encima de su regazo. Había dudado al principio debido a su peso, pero Draco lo había acallado con un beso la primera noche y Harry se sentía mejor envuelto en su cuerpo, refugiado como si fuera un capullo—. ¿Qué lees?

—Crónicas del imposible —respondió Draco, mostrándole el diseño de dos varitas enfrentadas que estaba grabado en la portada verde de tapa dura, enredadas en la elegante caligrafía del título—. Cuenta la historia del primer vínculo de núcleos del Mundo Mágico.

—¿Termina bien?

—No exactamente —admitió Draco, cerrando el libro y dejándolo caer. Antes de que este llegara al suelo, voló a través de la habitación hacia su lugar en uno de los estantes más altos.

—¿Qué sucede al final? —preguntó Harry, sumergiéndose en el abrazo de Draco y escondiendo su rostro en su cuello.

—El mago que había escogido el camino del bien muere por proteger al mago que eligió seguir la magia oscura y, sumergido en su pena, este se suicida para seguirlo más allá de la muerte —respondió Draco, acariciando la espalda y el vientre de Harry.

—Suena como una buena muerte, protegiendo a quien amas o uniéndote  a él cuando ya no está —comentó Harry, sus dedos creando trazos sin sentido sobre el dorso de la mano de Draco.

Con apenas un suave reconocimiento sin palabras, Draco continuó acunando a Harry contra su cuerpo, acurrucados en el calor de la chimenea mientras afuera el clima se enfriaba en el paso de estación. El silencio de la mansión no era absoluto y Harry cada segundo se derretía más en la seguridad del abrazo de Draco, hasta que el nudo de pánico en su interior finalmente se deshizo.

—Estás muerto —murmuró en admisión. Draco no respondió ni reaccionó a esto, forzando la tranquilidad hacia afuera para no alterar a Harry—. Yaces muerto cerca de mí y no puedo protegerte. Vi como te torturaban antes de matarte, y ahora se acercan a mí. Quiero luchar y no lo consigo. Abren mi vientre y sacan a nuestro bebé, solo puedo ver como lo matan. Me dejan con vida, porque soy el Salvador del Mundo Mágico y yo intento morir para seguirlos a ustedes, pero no puedo. Es así cada noche.

Draco apretó más fuerte a Harry entre sus brazos, dejando besos en su frente, encima de su cicatriz, alrededor de sus cabellos humedecidos por la ducha reciente. Podía secarlos con un hechizo, pero sabía que a Harry le gustaba dejarlos húmedos hasta que secaran naturalmente, le daba una sensación de control sobre lo que ocurría en su cuerpo. Draco no le quitaría eso.

—Recuerdo cada detalle de ese día. Al principio era borroso y preferí que fuera así, casi lo agradecí, pero el insomnio llegó y con este, los recuerdos. Puedo verme apareciendo delante del carro volcado, sacando mi varita, pronunciando el maleficio y torturándolo. Incluso en ese estado, sabía que cruciarlo activaría las alarmas del Ministerio, que tampoco podía lanzar un Avada, pero mi cuerpo recordaba con claridad las demás técnicas que aprendí en esta misma casa, rodeado de mortífagos. Al final, sin embargo, me encontré gritando Sectumsembra y él murió. Me convertí en el asesino que todos decían que era y, lo peor, es que no me arrepiento.

—No puedo decirte nada sobre lo que hiciste, Draco —susurró Harry, sus dedos entrelazándose con los de Draco sobre su vientre, en la parte baja, donde se sentía la cabeza de su bebé—, pero puedo asegurarte que yo hubiera hecho lo mismo por ti.

Draco no dijo nada, siguió mirando al fuego que crepitaba imparable y se relajó en la respiración de Harry, hasta que su pecho subió y bajó al mismo ritmo. Un toque en la puerta interrumpió la calma incompleta de ambos, y sus ojos se posaron en la figura de Lucius en la puerta con expresión de disculpa.

—Hay algo que necesito que vean —dijo en voz baja, pareciendo incómodo, pero extrañamente relajado.

Harry le dio una mirada confundida a Draco antes de levantarse, entrelazando sus manos para seguir a Lucius hacia el pasillo. A medida que avanzaba, la pareja notó que se dirigían hacia el gran salón del té, donde la familia Malfoy se reunía en las celebraciones de Yule después de la cena en el comedor principal. Sin saber qué sucedía, se limitaron a seguir al patriarca familiar hasta detenerse delante de la puerta.

Lucius les dedicó una mirada de complicidad que Draco le desconocía, para luego dar dos toques que anunciaban su llegada. Las puertas se abrieron de par en par sin esfuerzo y tanto Draco como Harry se quedaron petrificados al mirar hacia el interior. El salón estaba lleno de sus amigos y familia, todas esas personas que ellos consideraban importantes, sentados en cojines gruesos o sillones, con tazas de té caliente en sus manos y sonrisas amables. Esperaban por ellos.

—¿Qué está sucediendo aquí? —preguntó Draco, siendo el primero en salir de su impresión apenas su padre se unió a su madre en uno de los sofás.

—Sabemos que las noches son difíciles para ustedes, así que la Señora Malfoy nos sugirió una alternativa para ayudarlos, o acompañarlos al menos —respondió George, sonriente desde su lugar en el suelo, acostado encima de un cojín enorme y con el té dando vueltas en el aire a su lado.

—No queríamos que siguieran sintiendo picazón en los pies, vinimos a ayudar —comentó Luna con una sonrisa, dando palmaditas al cojín circular casi gigante que estaba vacío a su lado.

Draco se quedó quieto por unos segundos, mirando la expresión relajada e inocente de la muchacha. El esbozo de una sonrisa creció en sus labios, rompiéndose con una risa suave y queda que relajó a Harry mientras se apoyaba contra Draco. Suspirando en conjunto, ambos caminaron entre el largo grupo y se sentaron donde Luna señalaba, tazas de té caliente apareciendo en sus manos.

—¿Cómo se reunieron todos, de todas formas? —preguntó Harry, acurrucándose más contra Draco y bebiendo de su té.

—La Señorita Granger nos había propuesto la idea hace unos días, así que he estado atenta a sus horarios nocturnos y cuando vi que hoy volvían a lo mismo, los llamé de inmediato —explicó Narcissa con una sonrisa cómplice. Harry miró a Hermione, que mantenía una expresión de disculpa constante desde que habían empezado a hablar de nuevo.

—Sabía que siempre has tenido problemas para dormir y… supuse que Malfoy no estaría en mejor estado —declaró Hermione, bajando la mirada hacia su taza y reclinándose contra el brazo de Ron que rodeaba su espalda.

—Lo agradecemos, de todo corazón —respondió Draco con educación, sintiendo la emoción de Harry que le impedía responder.

—Nunca supuse que tuvieras corazón, hurón —dijo Ron, recibiendo una palmada de Hermione en el hombro y malas miradas de parte de sus amigos. Para sorpresa de todos, Draco se carcajeó con soltura.

—Y yo no supuse que tu cerebro pudiera pensar tanto, comadreja —repuso Draco, ganándose una risa similar por parte de Ron. Y así, con la familiaridad de las ofensas de antaño, pero sin el borde malicioso que las caracterizaba, el ambiente se relajó.

Todos sentados bajo la trémula luz de la chimenea, que daba una sensación de intimidad familiar, escucharon las historias de la Señora Weasley respecto a sus embarazos; y si notaron que evitó hablar de Fred y Ginny a propósito, nadie mencionó nada. A sus anécdotas se le añadieron comentarios por parte de Narcissa hablado de su embarazo de Draco y, en ocasiones, Lucius y Arthur intervenían con sus perspectivas paternas desesperadas.

Las risas bañaron la madrugada, pasando a cada uno de ellos contando los eventos más divertidos de su época de estudiantes y, para perplejidad de Draco, admitiendo que hubo ocasiones donde Gryffindor no mereció ganar la Copa de las Casas. Draco casi saltó de emoción, su algarabía mostrándose en su rostro, para diversión de todos.

Hablaron de planes futuros para cada uno, de sus trabajos y cuánto odiaban a sus jefes. Para sorpresa de nadie, Hermione adoraba a sus superiores y estaba muy motivada con los cambios que causaría en la Comunidad Mágica cuando le dieran el visto bueno a sus ideas. Ron se quejó de lo tirano que era George como jefe y le pidió a Harry que, como inversor principal, interviniera en su favor. Solo se ganó un golpe en la cabeza por parte de su hermano mayor.

Neville comentó algunas de sus ideas para mejorar el sistema de estudios de Howgarts y, de esa forma, Luna llevó la conversación hacia Neville siendo futuro profesor del bebé de Draco y Harry cuando finalmente fuera a Howgarts. Draco hizo algunos comentarios amenazadores sin fundamento real hacia Neville, alertándole de enseñar como correspondía a su hijo cuando llegara el momento, y Neville tartamudeó nervioso mientras aseguraba que sería el mejor profesor posible.

—Solo espero que no te dé un ictus cuando tu hijo vista el rojo y dorado, hurón —comentó Ron con diversión, ampliando su sonrisa ante la mueca de Draco.

—No te confundas, comadreja, mi hijo será Slytherin sin dudas —refutó Draco, haciendo reír a todos con la discusión sin sentido entre él y el menor de los hermanos Weasley.

—Esas no son las únicas opciones, podría ser Ravenclaw como Luna —alegó Neville, mirando a la chica con aire ausente que solo sonrió apreciativamente.

—¡O Hufflepuff! —gritó George desde el fondo.

—¡Merlín me libre! —espetó Draco con un gruñido, la habitación estallando en risas.

—Puede que no podamos saber a qué casa pertenecerá —comentó Lucius, hablando por primera vez en mucho tiempo—, pero seguro que podemos saber si es niña o niño.

—¿Qué? ¿De qué habla? —preguntó Harry, sintiendo un nerviosismo bueno crecer en su interior.

—Todas las casas de los Sagrados Veintiocho tienen un árbol genealógico, como el que está en la sala de estar de Grimmauld Place —explicó Narcissa, a lo que la Señora y el Señor Weasley corroboraron asintiendo.

—El de nosotros está en el sótano, no lo tenemos a la vista porque usamos el reloj y no somos muy dados a las costumbres de ese tipo —dijo Arthur, respaldado por su esposa.

—El de los Malfoy está en la sala de estar número 5 —comentó Lucius entonces.

—Era el regalo del que le hablé a Draco hace semanas. No sabía si te gustaría verlo o no, así que lo consulté con él —dijo Narcissa con amabilidad, viendo como Harry rápidamente se enfocaba en su hijo.

—¿Todo este tiempo ustedes han sabido qué sería nuestro bebé? —acusó Harry, carente de genuino enojo.

—Solo mi madre lo sabe —respondió Draco, negando con la cabeza con tranquilidad—. Le prohibió a mi padre entrar a la sala cuando notó el cambio en el árbol y me llamó a mí. No quise verlo sin ti.

Harry se perdió en la mirada de Draco unos segundos, sintiendo como todos los miraban en cambio, pero los alrededores se desvanecieron en contraste del gris que brillaba ante las llamas danzantes. Había tanto dolor entre ellos, sombras que se extendían y arrastraban, y él no permitiría que eso drenara la vida que estaban construyendo.

—Quiero verlo —dijo finalmente, ganándose un grito de júbilo al unísono mientras Lucius y Narcissa se daban la mano con sonrisas en sus rostros.

Ayudándose unos a otros, todos se incorporaron y siguieron al matrimonio Malfoy por los extensos pasillos elegantes, antaño sin vida, ahora adornados de forma más alegre. Lucius fue quien abrió la puerta de la sala de estar número 5, los candelabros encendiéndose ante las presencias que llenaban la habitación e iluminaron el inmenso mural que se extendía a lo largo de una enorme pared.

Las ramas negras de las que brotaban hojas verdes destellantes cubrían en un intrincado patrón enraizado toda la pared blanca de fondo, que parecía brillar como si alguien la hubiera bañado en polvo de estrellas. Las esferas en las cuales se diferenciaban rostros flotaban encima de elegantes caligrafías de nombres, con fechas de nacimiento y muerte. Esas esferas estaban rodeadas de un círculo negro.

En cambio, aquellas más recientes, donde se mostraban a los miembros todavía vivos de la familia Malfoy, eran circuladas por halos de fluorescente verde. La visión era simplemente magnífica. Todos estaban como hipnotizados viendo danzar las ramas, las imágenes vivas de la familia Malfoy observándolos con detenimiento y disimulada sorpresa. Narcissa y Lucius se detuvieron al final del árbol, donde una esfera se encendía y apagaba al compás de latidos, la prueba de que era un retoño sin nacer.

Todos abrieron paso a la nerviosa pareja. Harry apretó los dedos entrelazados de Draco entre los suyos hasta que supuso que le estuvo causando dolor, pero Draco no se quejó ni hizo mueca alguna, su mirada cariñosa calmando los nervios alterados de Harry. Ambos quedaron delante de donde estaba plasmada la esfera de Draco, con una de Harry flotando al lado suyo, vinculado a la de Draco debido a la unión de sus núcleos.

De ambas salían ramas que envolvían la esfera que latía, debajo no había fecha, ni nombre, pero el patrón en el mural era fácilmente divisable. Los nombres de los hombres eran con una caligrafía más gruesa y recta, los de las mujeres eran más delicados e inclinados.

Respirando profundo, Draco y Harry se miraron, transmitiendo sin palabras todo cuanto querían decir. Lento, al mismo tiempo, ambos miraron hacia el mural y la verdad fue revelada. Harry cubrió su boca para acallar cualquier sollozo emotivo y Draco lo apretó entre sus brazos, mientras apoyaba su frente contra su cabeza en un gesto suave.

A su alrededor, todos observaban embelesados la escena, habiendo mirado tan pronto como la pareja lo hizo. El murmullo de fondo crecía conforme la felicidad los invadía y en algún lugar de la habitación un Weasley listaba los regalos que le daría de su tienda de artefactos de bromas, mientras una feliz Luna Lovegood celebraba su buen ojo y alardeaba de que en esa pared estaría su nombre.


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Opción 2: Pesadillas de medianoche/Opción 3: Insomnio.

¿Ustedes que dicen? ¿Querían un niño? ¿O están conformes con la niña?

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