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Capítulo 12 "Sin distancia posible"


El diploma de graduado de Draco, con la aprobación de su estudio de la alquimia para proyecto investigativo futuro que indicaba posibles avances para la Comunidad Mágica, llegó dos semanas después de su breve y doloroso secuestro. Había pasado la mayor parte de ese tiempo en San Mungo, dando declaraciones a los aurores, entrevistándose con el abogado de la familia y preparándose para el juicio.

Draco quería poder decir que todo era sencillo, que había sido atacado y torturado por un grupo sin importancia de magos frustrados y todo iría normal después de que fueran encarcelados. No era así. La líder del movimiento había sido Ginny Weasley y eso significaba una nueva destrucción de la apenas recuperada relación de Harry con la Señora Weasley, y una mayor distancia entre él y el resto de esa familia.

Una vez que Draco estuvo fuera de peligro inminente, Harry se rompió. Había empezado a llorar una madrugada, tomado de la mano de Draco en la habitación del hospital, sin motivo aparente. No importó lo que Draco hizo, nada lo detuvo hasta la salida del sol. Las cosas solo fueron cuesta abajo después de esa noche.

Harry lloraba literalmente por cualquier cosa, por ínfima que fuera. Lloró cuando Draco tuvo permiso para pararse de la cama por su cuenta, y cuando el abogado los visitó para anunciar la fecha del primer juicio. Lloró viendo a Draco comer, y la noche en que su madre trajo una manta verde para que él usara y Draco decidió dársela a Harry y seguir usando la roja.

Hubo ocasiones que Draco comprendió, como cuando llegaron los periódicos al hospital con la noticia del ataque a Draco en primera plana, o el día en que le dieron el alta del hospital y ambos regresaron a Grimmauld Place. Hubo otras en que Draco quiso llorar también, acompañando a Harry en sus sentidos llorosos mientras Molly y George Weasley los visitaban, abochornados por la actitud de la menor de los Weasley, y le aseguraban a Harry que no querían perderlo como familia; sobre todo la Señora Weasley, que acaba de recuperarlo.

Por eso Draco estaba ahora en su estudio, con su diploma en la mano y temeroso de avisarle a Harry que había llegado. No quería causar otra de sus crisis de llanto sin sentido. Tanto la Señora Weasley como su madre y, especialmente, su padre, le advirtieron que eran las hormonas del embarazo. No es que las personas se volvieran locas, pero sí se hallaban más susceptibles y podían fluctuar entre emociones de esa manera.

Todos aseguraron que en algún momento la emoción del llanto pasaría y otra tomaría su lugar. Draco estaba ansioso porque llegara el cambio. Ver a Harry llorar todo el tiempo sin motivo real lo estresaba, no es que no lo comprendiera; pero con un embarazo como el suyo, temía que algo le sucediera al bebé.

—¡Draco!

El grito de Harry desde la habitación erizó a Draco, soltando el diploma en el escritorio casi como si ardiera y corriendo fuera de su estudio. No había sonado como alguien lastimado, pero Draco no lo haría esperar, fuera lo que fuera. Las escaleras se sintieron infinitas durante la subida. La puerta chocó contra la pared en un estrépito que no estaba destinado a suceder cuando Draco entró desesperado.

—¿Harry?

Cualquier duda existente se desvaneció en el aire, su cuerpo arrinconado contra la pared, las manos de Harry encarcelando su rostro en una posición fija, sus labios sobre los suyos en un reclamo exigente que apenas le dio tiempo a Draco a responder. El calor del cuerpo ajeno lo sobrecogía y envolvía como un manto, llamándolo de la forma más atrapante posible.

—¿Harry, qué…? —intentó preguntar Draco, sus labios una vez más sellados por la intensidad de los besos de Harry, un gruñido resonando en sus profundidades cuando sintió sus dientes encajarse en su labio inferior como un regaño a sus palabras.

—Te necesito, Malfoy —declaró Harry, su voz alcanzando una nota lujuriosa que Draco pocas veces le había visto obtener por sí solo.

Desconcertado y con su mente nublada por la excitación que recorría su cuerpo, Draco apoyó ambas manos en los hombros de Harry e impuso una diminuta distancia entre ellos, apenas lo suficiente para que sus ojos se embebieran en la viva imagen de la belleza. Fue así como lo comprendió. Harry, con sus ojos brillantes de pupilas dilatadas y sus mejillas con un encantador tono rojizo, estaba excitado.

—¿No más lágrimas? —preguntó Draco con una media sonrisa, la diversión mezclándose con el deseo en su voz.

—No más lágrimas —respondió Harry torpemente, su cuerpo temblando de anticipación.

El cerrojo que mantenía a Draco estable se quebró. Sus manos se aferraron a las caderas de Harry, ahora más redondas y fáciles de agarrar, presionando su cuerpo contra el suyo tanto como su avanzado vientre de embarazo le permitía. Sus bocas se devoraban con anhelo, sintiendo sus lenguas bailar en un ritmo desesperado y casi torpe. Era perfecto.

—Manos arriba —ordenó Draco, notando como Harry solo se dedicaba a recorrer tanto de él como pudiera, pero se hallaba incapacitado para liderar la acción por su cuenta.

Obedeciendo como si bajo el encantamiento Imperius se encontrase, Harry alzó ambos brazos y dejó que Draco sacara su suéter, dejándolo expuesto ante él. Anterior a este momento, Harry había sido muy consciente de su cuerpo cada que Draco y él intimaban, de los cambios poco atractivos que había tenido. Todo eso había desaparecido ahora. El deseo abrasándolo entre llamas.

Draco lo besó como si fuera un dementor queriendo devorar su felicidad, pero, en cambio, buscaba dársela. Sus manos se deslizaban en caricias firmes que marcaban la piel bajo su tacto por cada parte expuesta de Harry, gruñendo en su boca cada que sentía al león encajarle sus garras en la espalda, o sus dientes en sus labios.

Con cuidado, aun consciente de su entorno, Draco llevó a Harry hacia la cama en una caminata en reversa a la que solo él le prestó atención. Cuando sintió la cama detrás del cuerpo de Harry, imposibilitándole de caminar más, sus brazos envolvieron a Harry con cuidado. Tomando todo su peso, Draco acostó a Harry sobre la cama y se alzó en toda su estatura, embebiéndose en el rostro bañado en lujuria de Harry, con sus labios hinchados de sus besos.

—Eres hermoso, Potter —dijo Draco con un tono gutural que envió en escalofrío en Harry.

Tomando entre sus dedos los bordes del pantalón de pijama y los bóxers de Harry, Draco tiró hacia abajo, sacándolos por sus piernas y deleitándose en lo que descubría a su paso. Harry se quedó jadeante sobre la cama, con sus piernas abiertas, su cuerpo recostado de lado y su duro pene goteando contra su vientre, llegando tan alto como su barriga le permitía. Draco se sintió salivar cual animal en celo.

—Deja de mirarme y haz algo, Malfoy —demandó Harry con voz entrecortada, sus manos aferrándose a las muñecas de Draco con una petición clara.

Draco se limitó a sonreír ladinamente, inclinándose sobre Harry sin dejar caer su peso, apoyado todo el tiempo en sus brazos tensos. Descendió su rostro, con cuidado de dónde se apoyaba, hasta que estuvo respirando sobre el rostro de Harry. Dejó besos suaves, apenas caricias ligeras, en un camino descendente desde la comisura de los labios de Harry hacia su cuello, sintiendo los latidos desaforados del corazón ajeno pulsar en ese punto del cuello contra su boca. Draco suspiró suave y, sin aviso, encajó sus dientes en ese lugar.

Un sonido más similar a un lloriqueo que a un gemido reinó en la habitación, y Harry se estremeció contra Draco mientras sus uñas se encajaban en su piel a través de la tela de la camisa, dejando huellas de medialunas a su paso. Draco gruñó con una respiración pesada, aplanando su lengua sobre la superficie lastimada antes de dirigirse más hacia el sur.

Sintió el ardor de los dedos de Harry tirando de su cabello conforme sus labios se acercaban a su pezón, dejando un rastro de besos húmedos a su paso. Su aliento calentó el pezón erecto de forma bromista, ganándose un tirón más fuerte en su cabello por parte de Harry que lo hizo sonreír. La succión se sintió como un envío de corriente por todo su cuerpo tan pronto como Draco cerró los labios alrededor de su pezón y Harry deseó poder arquearse contra él como su cuerpo lo pedía.

—Estamos sensibles, Potter —provocó Draco con una sonrisa, sus dientes perfilando la carne endurecida del pezón de Harry apenas lo suficiente para acercarse al dolor.

Harry iba a protestar, pero sus palabras fallaron para darle paso a un gemido agudo conforme Draco humedeció con su lengua el otro pezón duro y su mente simplemente no podía seguir el paso, sintiendo su propia dureza gotear sobre su piel. Entre jadeos pesados, Harry vio a Draco incorporarse y su piel cobró vida propia cuando sintió sus manos acariciando su vientre, definiendo la forma del bebé dentro y estimulando a Harry.

Sus ojos estaban perfilados por un anillo grisáceo que enmarcaba el negro dilatado de su mirada. Draco sonrió, conteniendo sus propios jadeos, y cada mano rodeó un muslo de Harry. Mientras la derecha presionó una pierna contra el colchón para mantener a Harry en la posición más práctica para él y el bebé, la izquierda forzó su muslo hacia arriba hasta exponerlo del todo. Harry se sintió sonrojar de forma violenta conforme la sonrisa sabedora y arrogantemente traviesa de Draco se ensanchaba.

—¿Qué tenemos aquí, Potter? —bromeó Draco, sus dedos deslizándose desde donde habían dejado marcas en su muslo hacia el espacio entre sus nalgas, acariciando su culo lubricado y brillante—. Estabas tan desesperado que te habías preparado antes de llamarme.

—No es… no es así —protestó Harry, quebrándose ante el placer de sentir los dedos de Draco juguetear con su sensible entrada dilatada—. No quería molestarte, así que… yo…

—Así te masturbaste como una puta en nuestra cama, pensando en mí, hasta que no tuviste suficiente y decidiste llamarme —terminó Draco por él, enterrando dos de sus dedos profundamente dentro de Harry y haciéndolo temblar al golpear contra su próstata.

Harry gritó, su cuerpo perdiéndose en las caricias de Draco y su mente esparciéndose con sus palabras. Amaba cuando Draco era sensible y amoroso, pero nada lograba destruirlo más que escuchar de su boca siempre llena de discursos elegantes una serie de palabras obscenas solo para él. La uña roma del pulgar de la otra mano de Draco se deslizó desde la base de su pene hasta la punta, perfilando su cabeza húmeda mientras Draco seguía entrando y saliendo de su interior parsimoniosamente. Harry sintió su cabeza dar vueltas y se aferró a las sábanas.

—Respóndeme, Potter —exigió Draco, apretando el pene de Harry con fuerza e insertando sus dedos en tres embestidas furiosas contra el punto sensible en su interior—. ¿Te estabas masturbando con tus dedos, pensando en mí?

—Yo… ¡Joder!… ¡Sí! —admitió Harry entre jadeos, su rostro desfigurado por el placer y sus espejuelos empañados. Draco quería quitárselos para que nada le impidiera ver esas bellas esferas esmeraldas llenarse de lágrimas, pero quería más aún que Harry pudiera verlo a él.

—¿Tan deseoso estabas de mi pene en tu culo, Potter? —preguntó con voz ronca, el deseo rompiendo el camino a través de él y mermando su resistencia.

—Sí… —susurró Harry sin aliento, su pene goteando hasta embarrar la mano de Draco en el acuoso líquido preseminal que hizo que fuera más fácil deslizar su mano cerrada alrededor del latente miembro de Harry, caliente contra el frío de su palma.

—Tan buena puta, Potter —farfulló Draco, tomado por el exceso del momento, antes de caer de rodillas frente al borde de la cama.

Desde su posición Harry ya no podía verlo, y sus manos no alcanzaban a tomar su cabello. Eso no importó, no tuvo dudas de lo que Draco hacía tan pronto sintió su boca húmeda y caliente envolver la cabeza de su pene, en el mismo momento en que otro dedo entraba en su culo y azotaba su próstata. El aullido resonó en todo Grimmauld Place y Harry se vio aferrado a las sábanas como si su vida dependiera de ello.

Draco contuvo la sonrisa, más ocupado en deslizar su lengua por la vena gruesa que resaltaba en el pene de Harry hasta llegar a la punta, perfilando apenas con sus dientes y luego tragando hasta que la cabeza goteante tocaba su garganta. Cada que su pene estaba totalmente alojado en la húmeda garganta, Harry temblaba, sintiendo su culo apretarse alrededor de los tres dedos que lo dilataban más aunque no fuera necesario.

El sudor brillaba sobre su piel y Harry luchaba por removerse sobre la cama, siendo detenido por la mano libre de Draco aplanándose sobre su cadera tanto como podía, manteniéndolo en su sitio. Sus dedos se curvaban contra ese punto rugoso dentro de Harry y Draco ronroneaba con su pene alojado profundo en su garganta cada vez que las paredes de Harry se contraían sobre él. Era adictivo.

Los gemidos de Harry se fueron apagando, convirtiéndose en un gruñido agudo que se extendía mientras más líquido llenaba la boca de Draco. Con un último golpe a su próstata, Draco sacó sus dedos del interior de Harry al mismo tiempo en que deslizaba su lengua en una succión sobre su pene por última vez, elevándose en toda su altura con ojos nublados por la lujuria.

Harry se retorció sobre las sábanas entre temblores, la protesta muriendo en su garganta al ver el brillo de la saliva mezclada con sus propios fluidos cayendo de los labios hinchados de Draco hacia su barbilla. Con el dorso de la mano que se había embarrado en el lubricante que Harry tenía en su culo, producto de sus juegos previos, Draco se limpió la boca, observando atento la manera en que los labios de Harry se entreabrían.

Sus dedos fueron rápidos abriendo la camisa y deslizándola por sus hombros, pegando su endurecida erección contra el culo sensible de Harry mientras Draco abría la hebilla del cinto y bajaba el cierre de su pantalón. Su pene latía, tan duro que era doloroso, y había una mancha húmeda en su ropa interior que en otras circunstancias sería bochornosa. No se terminó de desvestir, sabedor de que Harry adoraba que Draco lo follara vestido mientras él yacía desnudo. Había un desnivel de poder en esa dinámica, sutil pero tangible, que hacía temblar a Harry.

—¿Ansioso, Potter? —provocó Draco, su propia voz rompiéndose ante su deseo al sentir su cabeza húmeda pegarse al culo dilatado de Harry, que se contraía alrededor de la nada como un reclamo evidente.

—Tanto como tú, Malfoy —repuso Harry con una sonrisa poderosa, alzando más su pierna derecha hasta engancharla en el brazo de Draco, quien rápidamente lo dobló para sostener el peso de la extremidad puesto que su condición actual no le permitía a Harry descansarla en su hombro.

—Sostente de mí —indicó Draco, estirando la mano del brazo que sostenía la pierna de Harry hacia él.

Obedeciendo de inmediato, Harry alcanzó la mano de Draco y dejó que este lo sujetara de la muñeca, previendo que Harry perdería su agarre temprano. Enterrando sus dedos entre las sábanas, Harry se retorció ansioso, calmándose cuando la otra mano de Draco acarició su pierna laxa sobre la cama.

El centro de ambos se tambaleó cerca del abismo por un instante, sintiendo como Draco se enterraba dentro de Harry en un solo movimiento profundo que abría su interior para el intruso bien recibido. El silencio se extendió un segundo de más, los dos asimilando la caliente sensación de su unión. Luego, todo fue fuego ciego.

Los dientes del zipper del pantalón de Draco se encajaban de forma dolorosa en las nalgas de Harry con cada brutal embestida que lo movía sobre las sábanas, entregándole un punto de dolor que se entretejía con el placer de la tortura sobre su próstata y su bamboleante pene soltando hilos de líquido preseminal hasta mojar su muslo.

Enterrándose en su cuerpo, Draco sentía a Harry contraerse a su alrededor como si no quisiera dejarlo ir nunca, aprisionándolo con fuerza y extrayendo cada gramo de cordura de su cabeza. Su propia piel ardía conforme se adentraba más en él, deleitándose en cada gemido que acompañaba sus propios gruñidos salvajes, junto con el armónico sonido de sus carnes chocando en el inconfundible chapoteo del lubricante.

Era primario, más guiado por el instinto que por cualquier racionalidad. Y ambos lo amaban. La cama se sacudía con fuerza, golpeando la pared. Harry gritaba y se ahogaba de forma irregular, balbuceando palabras que Draco no comprendía, apenas podía escucharse a sí mismo.

Apoyando una rodilla sobre la cama, sus caderas embistieron con más fuerza dentro de Harry, alojándose tan profundo en su interior como era humanamente posible. Harry se sentía lleno hasta lo imposible, su cuerpo recordaba este placer, después de semanas de mantenerse al margen, parecía haberlo añorado con cada partícula que lo componía.

Los gemidos guturales de Draco lo desquiciaban, sus ojos entrecerrados en un esfuerzo por ver a través de sus espejuelos empañados como Draco se perdía en el placer de penetrarlo. Su rubio cabello caía mojado por el sudor alrededor de su rostro, pegándose a su piel en ciertas zonas. El rojo se extendía desde sus mejillas hasta sus orejas, bajando por su cuello y alcanzando su pecho, haciendo que las cicatrices de un Sectumsembra perdido en la historia de su juventud resaltaran blancas como faros.

Lo que en su momento había sido un error, hoy era fuente principal de su excitación. El sudor que corría besando la blanca piel enrojecida por el esfuerzo, delineaba el relieve ligero del tejido cicatrizado y hacían a Harry temblar. Un gemido se cortó a medias en su garganta, transformándose en un quejido de lamento, al sentir la mano de Draco encerrar la cabeza de su pene.

Bajo sus embestidas, Draco sentía a Harry temblar y quejarse, rompiéndose y reconstruyéndose con cada movimiento que enterraba su pene en su culo. Sus dedos frotaron la húmeda, goteante y enrojecida cabeza del miembro de Harry, haciéndolo llorar de placer. Las lágrimas cayeron por el rabillo de sus ojos y todo en Harry tembló, apretando a Draco dentro y haciéndole imposible retirarse.

El calor húmedo llenó la mano de Draco, derramándose sobre la piel del vientre y muslo de Harry conforme su pene latía, expulsando su semen ante el orgasmo devastador que lo estremeció. Su culo apretó a Draco entre contracciones constantes que lo hicieron rechinar los dientes juntos ante el esfuerzo, arrasándolo en el mismo placer orgásmico que lo llevó a derramarse dentro de Harry, llenándolo con su semen.

Ambos jadeaban con respiraciones erráticas, sus pechos subiendo y bajando apresurados con la necesidad de respirar. Se quedaron quietos, incapaces de moverse, con sus mentes desmadejadas por el placer. Draco todavía estaba enterrado en Harry, abrazado caliente entre sus paredes que se contraían, con el pene de Harry flácido en su palma y los dedos de su mano libre entrelazados a los ajenos.

Les tomó varios segundos volver a funcionar con escasa normalidad. Draco soltó el pene de Harry y desenlazó sus dedos, sujetando su pierna con cuidado para bajarlo a una posición más cómoda. Esperó unos segundos más, hasta sentir su propio pene totalmente perder su dureza y, luego, salió del interior de Harry. Sus ojos se quedaron adheridos a la excitante imagen del culo de Harry contrayéndose y expulsando su semen, haciendo que Draco humedeciera con su lengua sus labios por el impulso del deseo.

—Draco —El llamado entrecortado de Harry fue lo que lo sacó de su trance, su expresión lujuriosa desvaneciéndose en algo suave que requería otra actitud totalmente distinta del Slytherin.

Sin dudarlo, Draco guardó su pene en su ropa interior y se apresuró a subir a la cama, dejándose envolver por los brazos de Harry y, a cambio, apretándolo entre los suyos. Con la poca fuerza restante, Draco ayudó a Harry a subir más en la cama, hasta depositar su cabeza en las almohadas, para luego dejarse caer a su lado, todavía abrazándolo.

—Eso fue… absolutamente magnífico —murmuró Draco, haciendo una mueca ante el sonido ronco y gastado de su voz. Harry rio contra él, su cabeza apoyada en el pecho de Draco, sus dedos trazando las cicatrices de su error.

—Puede que lo hagamos de nuevo pronto. Ando muy excitado últimamente —comentó Harry, su propias palabras arrastrándose en una ronquera suave—. Ya sabes, las hormonas y todo eso.

—Bueno, llámame cada que las hormonas te pidan sexo. Me aseguraré de dar lo mejor de mí para calmarlas —bromeó Draco, peinando con sus dedos el cabello de Harry y dejando un beso en su frente.

—Eres un pervertido, Malfoy —espetó Harry sin verdadero reproche. Draco rio entrecortado, sus labios contra la cicatriz en la frente de Harry.

—Solo por ti, Potter —repuso Draco en protesta, sonriendo al sentir un beso de Harry sobre su pecho, allí donde su corazón latía desaforado.


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Opción única: Las hormonas del embarazo.

Después de tantos problemas, ya tocaba algo de ñiqui ñiqui como en los sims, para relajar el asunto, jjj.

En fin, estos capítulos no suelen tener comentarios, así que nos leemos mañana.

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