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Capítulo 11 "Siempre a ti"


Dolor, agudo y punzante, que provenía y se extendía de todas partes. No podía moverse ya, sus músculos estaban desgastados y mantenerse consciente requería de un esfuerzo que no sabía por cuánto más podría soportar. Tenía un sabor metálico en la boca y su nariz tapada con el olor de la sangre, su sangre.

Había ido a la Mansión Malfoy a petición de su madre. Un regalo había finalmente florecido y ella quería contar con su aprobación para mostrárselo a Harry. Draco había abrazado a su madre mientras miraba la belleza de lo que él y Harry habían creado, seguro de que lo haría feliz verlo también.

No había tardado casi nada, estaba emocionado por volver para buscar a Harry y traerlo a la mansión. Había pensado irse por red flú, pero entró una llamada para su madre y su padre acababa de regresar de vigilar Grimmauld Place, seguro de que Draco iba hacia allá y su vigilancia no sería necesaria hasta la noche. Por eso, Draco había decidido aparecerse.

Recordaba poco de lo que sucedió. Su magia fue absorbida por algo que lo atrajo lejos de Grimmauld Place y, después, solo dolor. Creía escuchar risas de fondo, sabía que alguien le había estado hablando, pero el dolor gritaba por encima de todo lo demás en la forma de su propia voz. La maldición Cruciatus, tan familiar para él durante la época en que Voldemort vivió en su casa, ahora volvía a alojarse en su cuerpo.

Durante la guerra había sido receptor del maleficio imperdonable para torturar de forma casi diaria. Torturarlo era una manera de mantener a su madre bajo control, o eso pensaba Voldemort, poco imaginó el Señor Tenebroso que fue el daño a su hijo y su afán por protegerlo lo que orilló a Narcissa a la traición que salvó a Harry. Quizás fue su falta de alma y sentimientos lo que hizo que cometiera ese error.

Draco sabía que ahora no estaba viviendo lo mismo. Sí, estaba siendo cruciado, pero quienes lo hacían sí tenían sentimientos y emociones, sí tenían alma. Para su infortuna, todo lo que esas personas sentían hacia él era odio, y lo que querían era venganza.

¿Por qué él? Su familia no había sido de las que más daño causó y sin ellos Harry hubiera muerto, pero los Malfoy seguían siendo muy poderosos, lo que significaba que eran demasiado conocidos. Un objetivo claro y popular para la venganza.

El detonador, sin embargo, Draco sabía que había sido su relación con Harry. No importaba cuánto el Gryffindor se empeñara en hacerle saber que la guerra había acabado y no debía de darle oído a algunos magos todavía llorando sus lutos. Draco sabía que no eran solo magos de luto, eran personas sufridas que querían castigar a alguien porque sentían que lo que vivieron no había sido adecuadamente compensado, que las condenas no habían sido suficiente.

No estaba paranoico hace semanas, cuando le pidió a sus padres ayuda para proteger a Harry y su bebé, y no lo estaba ahora, tirado en un charco de su propia sangre sobre el duro suelo, envuelto en las penumbras de un lugar sin identificar.

Aun con su cuerpo apenas capaz de moverse por el dolor, todo lo que Draco podía pensar era en Harry. ¿Estaría bien? ¿Habría corrido hacia la Mansión Malfoy donde sus padres lo protegerían? ¿Se mantendría lo suficientemente tranquilo como para no dañar a su bebé? ¿Podría sobrevivir en su delicada condición la muerte de Draco? Porque estaba seguro de que moriría, lo habían atrapado para torturarlo por diversión, pero el objetivo final era su descenso.

Otra ráfaga del hechizo lo alcanzó desde alguna parte, Draco no sabía porque mantenía los ojos cerrados. Su cuerpo convulsionó sobre el suelo rugoso, su garganta desgarrada incapaz de producir más que quejidos roncos sin forma, la sangre brotando de las heridas que la maldición no había creado. Debían de haberlo cortado con algún otro hechizo, o quizás lo hicieron como los muggles, para mayor placer.

No había a dónde huir ni cómo refugiarse, su mente ya no lograba sumergirlo más en ese espacio feliz donde se enajenaba de todo. Estaba demasiado ido en el dolor. ¿Cuánto tiempo habían estado torturándolo? Draco no podía decirlo con certeza, había estado saliendo y entrando en el dolor durante milenios si le preguntaban a él. La maldición Cruciatus podía hacerte eso.

El hechizo se detuvo y su cuerpo yació lánguido, su espalda ahora estaba presionada contra la superficie rígida y Draco pensó de forma fugaz que debió de haberse girado entre convulsiones espasmódicas por el dolor. Había una presión extra sobre su esternón, quitándole el poco aire que lograba respirar, pero ese dolor era insignificante con lo que había sufrido.

—¿Tan rápido te rindes, hurón? —preguntó una voz que Draco no reconocía. Debía de conocerlo; por el apodo, debía ser alguien que estudió en Howgarts—. Te creía más fuerte, dime, ¿cuántas víctimas torturaste en tu mansión para Voldemort?

Draco no dijo nada, las palabras no saldrían y el mero intento de hablar requería un poder que ya no tenía. Ni siquiera gritaba. La presión en su esternón aumentó, Draco estaba seguro de que el dolor en su costado provenía de alguna costilla rota, incluso varias. Creyó comprender que el peso en su pecho era de un pie encima, pisándolo contra el suelo.

—Iba a dejarte ir, había hecho las paces con el hecho de que tu familia de mortífagos sería libre pese a la muerte de tantos, pero entonces tuviste que entrometerte en la vida de Harry Potter. Asquerosa alimaña, no podías dejarlo en paz.

Todavía no lograba abrir los ojos, pero ahora su agotada mente parecía más alerta. Esta persona era alguna de las que le habían estado enviando cartas de amenaza, siguiéndolos a todas partes, observando desde las sombras.

—¿Cuál era tu plan, mortífago? ¿Una poción de amor para que Harry saliera embarazado de tu venenoso engendro y luego qué? ¿O fue la maldición Imperius? Dime, Malfoy, ¿cómo conseguiste que el Salvador del Mundo Mágico se fijara en ti?

Era una mujer. Draco tardó mucho en reconocer el toque femenino de la voz que le hablaba, pero ahora estaba seguro de que era una mujer. Habían más personas involucradas, Draco recordaba varias manos sosteniéndolo y crucios viniendo de diferentes direcciones a la vez. Sin embargo, al parecer la líder de su tortura y pronto final era una mujer. Alguien que conocía a Harry, porque Draco podía sentir que era algo personal.

—¿Tienes idea de lo que hiciste? Destruiste su imagen, acabaste con su credibilidad como héroe, lo separaste de su familia… —Draco reconoció la ronquera de la ira en esa voz. Ya sabía quién era—. Lo separaste de mí.

Ginny Weasley. Draco quiso reírse. Si no estuviera cerca de morir, ya fuera por un Avada o por la cantidad de crucios, es posible que se hubiera reído aun con el dolor. En esas condiciones, sin embargo, no merecía el esfuerzo. Se lo concedería a la comadreja hembra, la había subestimado. Esto estaba tan bien orquestado que le aplaudiría si no incluyera su tortura.

—Pero eso ya no importa —continuó Ginny, ignorante de los pensamientos de Draco y moderando su voz en un arrastre complacido. Draco sintió un escalofrío recorrerlo, tenía un mal presentimiento respecto a ese cambio repentino—. Ahora acabaré contigo, será una labor comunitaria, un favor al Mundo Mágico. Después, cuando tu cuerpo aparezca frente el edifico del Ministerio de Magia, iré a por tu engendro. Sacaré a ese parásito del cuerpo de Harry y limpiaré su sangre de cualquier mierda que le hayas hecho. Será mío otra vez y tú estarás muerto.

Dolor, diferente y más tortuoso de lo que Draco alguna vez había imaginado. Caminaría libremente hacia cada maleficio Cruciatus con tal de no sentir lo que sentía en ese momento. Su bebé estaba en peligro, esa comadreja loca iba a matar a su bebé. Draco abrió los ojos, pestañeando la sangre que nublaba su visión y enfocándose en la imagen borrosa de Ginny Weasley.

Siempre supo que la chica tenía una predisposición al lado oscuro, su padre la había elegido para entregarle el diario de Tom Riddle por algo, no solo para fastidiar a los Weasley. Ahora podía verlo en todo su esplendor y era tan hermoso como perturbador. En otra época, Draco hubiera pensado que ella tenía potencial de mortífago. Agradeció mentalmente que hubiera nacido en la familia Weasley, ella hubiera sido un peligro en batalla para Harry si hubiera estado en el bando de Voldemort.

Al ver su mirada sobre ella, Ginny sonrió de una forma sádica tan similar a la de los mortífagos que habitaron su casa, que Draco se estremeció por encima del dolor. Iba a matarlo y lo iba a disfrutar.

—¿Últimas palabras, Malfoy? —preguntó Ginny de forma burlesca, el disfrute brillando en sus ojos—. Gozaré acabando contigo, Malfoy, y con todos los de tu especie, empezando por tu hijo.

El brillo verde de la varita alumbró el rostro de Draco, la amenaza del fin a un suspiro de distancia. Draco observó el hechizo Avada creándose, la magia repiqueteando contra el aire a su alrededor, y lo único que pudo pensar fue en Harry. El verde de sus ojos, tan profundos y sinceros, parecía mirarlo a través del maleficio que terminaría su vida. Deslumbrante, real y único, el amor de la persona que siempre había sido suya, a quien él siempre había pertenecido.

Draco cerró los ojos, no quería que esa imagen se desvaneciera en su mente y se perdiera en su muerte. Quería recordarlo hasta el último instante, cada día que habían vivido, desde ese primer momento en la tienda de túnicas cuando Draco no dejó de hacer preguntas que Harry no entendía y dio una primera impresión poco adecuada, por decir lo poco. Cada recuerdo desfiló por su mente, recordando solo los buenos, aquellos que hacían estallar su pecho de felicidad. Esos que estaban bañados en el verde de los ojos de Harry.

¡Expelliarmus!

—¡Stupefy!

Los gritos vinieron de dos voces diferentes, a lo lejos Draco escuchaba más voces, probablemente un duelo o varios. No estaba seguro. Su mente seguía evocando la imagen de Harry, el calor de su cuerpo, la sensación placentera y relajante de sus manos acariciando a Draco con un cariño que para él siempre había sido desconocido. Se sentía tan real, el dolor desvaneciéndose entre los recuerdos y la sensación de las manos de Harry sobre su rostro.

—Draco, por favor, por favor, abre los ojos —Era la voz de Harry y su súplica trémula estremeció a Draco. Quería recordarlo feliz, no triste—. Por favor, estoy aquí contigo. Estás a salvo, abre los ojos.

El aliento cálido de Harry sobre sus labios parecía devolverle el aire, sus manos acunaban su rostro con delicadeza, limpiando la sangre y las lágrimas que lo cubrían. Había una calidez que lo sobrecogía, anteponiéndose al frío del suelo duro. Gotas caían sobre su rostro, cálidas y constantes, como lágrimas.

—Malfoy, te juro por Merlín que si no abres los putos ojos y me miras, te voy a cruciar yo —amenazó la voz de Harry, rompiéndose en el dolor que lo torturaba—. No puedes dejarnos, Draco. No puedo criar a nuestro hijo solo.

Su hijo, su bebé… Harry. Los recuerdos fueron oscureciéndose, fundiéndose en el lugar en su memoria al que correspondían. Draco forzó una respiración profunda, sintiendo todo su cuerpo quejarse ante el dolor que lo abatía. Sus párpados se sentían pesados y el esfuerzo era más de lo que él quería hacer, pero esa voz que lo llamaba era real y las manos que lo acariciaban sí lo estaban tocando y él quería verlo, necesitaba tener la certeza.

—Draco —susurró Harry, viendo como sus ojos se abrían con pesadez y el gris de su mirada lo enfocaba con trabajo—. Joder —farfulló por lo bajo, inclinándose hacia adelante para dejar un beso en sus labios ensangrentados—. Estás bien, te pondrás bien. Estoy aquí, contigo.

Draco vio las lágrimas bañando el rostro de Harry y sus espejuelos empañados a medias, apreció el alivio que iba cubriendo el desasosiego que había vivido en las últimas horas. En su dolor, Draco tardó algunos segundos más en entender que no había muerto, que Harry sí estaba allí a su lado, que el bullicio que lo rodeaba eran sus padres y aurores luchando contra quienes lo habían secuestrado, que estaba a salvo.

—Debemos llevarlo a San Mundo de urgencia —dijo Lucius, parándose al lado de Harry y colocando una mano en su hombro como consuelo—. Déjame a mí, será mejor para tu magia. Narcissa te llevará a ti.

—Está bien, está bien —accedió Harry, asintiendo a medias debido al estado embotado en que se sentía.

Lucius se agachó al lado de Draco, su ropa manchándose por la sangre del suelo. Harry se puso de pie, apoyándose en Narcissa, que lloraba de forma más contenida. Draco creyó ver cabellos rojos más a su derecha, pero no lo sabía con exactitud, su visión estaba demasiado borrosa.

—No te esfuerces más, hijo. Estás a salvo —aseguró Lucius y, por primera vez desde que Draco tenía memoria, había un afecto real en las palabras de su padre. Draco cerró los ojos. Lucius se lo llevó consigo.

Harry estaba sentado en aquel sillón cuyo espaldar se reclinaba hacia atrás, un detalle del hospital con el gran Elegido que había llegado cubierto de sangre y dando gritos sobre que debían de salvar a su pareja o los mataría a todos. Estaba seguro de que eso aparecería en la portada de El Profeta al día siguiente, no la tortura a Draco, sino la locura del gran Harry Potter. No le importaba.

Tenía una manta roja encima y sus piernas estaban dobladas sobre el asiento, tanto como su vientre le permitía. Su bebé había estado pateando durante un tiempo hacía unas horas, pero se había calmado al fin cuando Harry mismo se sintió más aliviado. No estaba dormido, lo había intentado de forma ineficaz, por lo que se limitaba a observar la figura inconsciente de Draco, rodeado de aparatos mágicos y hechizos que él desconocía.

Los sanadores y medimagos lo habían atendido tan pronto Lucius llegó con él al hospital. Harry había contado un total de cinco horas y veinte minutos antes de que Draco saliera del área de cuidados intensivos y pasara a una habitación especial.

El medimago a cargo le había explicado a Harry y los Malfoy que Draco había llegado en una condición muy delicada, su cuerpo había recibido más crucios de los que alguien podía sobrevivir, además de que se habían usado hechizos cortantes y golpes muggles. Habían reparado el daño y el peligro para su vida ya no existía, pero le tomaría un tiempo recuperarse del todo y permanecería dormido hasta que su mente estuviera lista. Eso podía ser en cualquier momento, Harry no quería perdérselo, así que no dormía.

—No entiendo por qué no me lo dijo —murmuró, sabedor de que Narcissa estaba tan dormida como él, sentada en el sillón al fondo de la habitación.

—Le dijimos que te lo dijera, pero habías tenido la amenaza de aborto y el medimago había recomendado que te mantuvieras lo más lejos del estrés y las emociones fuertes como fuera posible. Él temió hacerte daño, creímos poder manejarlo.

Harry permaneció en silencio, apretando la colcha entre sus manos en un gesto nervioso, su rostro inmutable ante la imagen de Draco dormido. Narcissa entendió su falta de respuesta por lo que era y no intentó seguir hablando. Todos habían vivido demasiadas emociones fuertes en un solo momento.

La noche siguió su curso con pesadez, cada minuto un siglo para Harry. Lucius vino a recoger a Narcissa para que descansara en la Mansión y trajo consigo algunas ropas para Draco que recogió de Grimmauld Place. Harry le había dado permiso para entrar. Sabiendo que Harry no se sentía cómodo en su presencia, Lucius le dejó un té caliente en la mesita a su lado y refirió que se encontraría afuera en caso de que necesitara algo o Draco despertara. Harry volvió a quedar solo.

El hospital era más frío de lo que Harry esperaba, pensó que Draco debía de tener frío, pero él estaba tan agotado que no imaginó siquiera usar su varita. Se levantó del asiento y se acercó a Draco, colocando su manta roja encima de su cuerpo inmóvil. Viéndolo allí, dormido, Harry se sintió desesperar.

Acarició con cariño los mechones despeinados de Draco. Estaba caliente bajo su tacto. Draco solía estar frío todo el tiempo, como una serpiente.

—Harry.

Apenas fue un susurro, pero Harry sintió su cuerpo volverse piedra. Miró, incrédulo, como Draco pestañeaba varias veces en un intento de desperezarse. Entonces, esos ojos que tanto amaba lo miraron y Harry sintió que el mundo volvía a su eje.

—Hola —susurró Harry, sonriendo y apartando las lágrimas de sus ojos. Draco estaba bien. Draco estaba vivo.

—¿Qué…? —Su voz era rasposa y se sentía incómodo hablar.

—Toma, bebe algo de agua primero —indicó Harry, acallando a Draco mientras le inclinaba la cabeza apenas lo suficiente para beber—. No te esfuerces mucho, llevas varias horas inconsciente y pasaste por algo difícil.

—¿Qué sucedió? —preguntó Draco entrecortadamente, mirando a Harry todavía algo confuso consigo mismo.

—Fuiste secuestrado cuando intentaste aparecerte en casa. Los aurores dicen que alguien había puesto un hechizo similar al de Howgarts rodeando Grimmauld Place. Por eso pudieron desorientarte. Estuve preocupado, tardamos horas en darnos cuenta que te habían llevado porque yo te hacía en la mansión y tu madre creía que estabas conmigo. Pensé que te había perdido.

Draco pudo ver el pánico creciente en Harry, el dolor que había atravesado y, por un instante, se preguntó cómo habría reaccionado él si la situación fuera al revés. Esperaba no tener que averiguarlo.

—Tú estabas allí —murmuró, estirando su mano bajo la manta para entrelazar sus dedos juntos.

—Estaba en la Mansión Malfoy, rodeado de aurores y escuchando a tus padres informar respecto a las amenazas de muerte que habíamos estado recibiendo. Yo no sabía nada, solo quería encontrarte. Entonces apareció tu patronus en el salón, un salvaje león gigante que cargaba consigo tus recuerdos de mí. Él nos llevó contigo. Nos aparecimos allí de inmediato, nadie pudo evitar que yo fuera y créeme que lo intentaron.

—Siempre tan intrépido, Potter.

—Cállate, Malfoy —repuso Harry, la tensión desvaneciéndose al fin—. Creí que te había perdido cuando te vi cubierto de sangre, con ella encima. Lancé el encantamiento desarmador antes de siquiera pensar y luego estaba arrodillado al lado tuyo y tú respirabas, así que todo estaba bien. Tenía que estarlo.

—Lo está —aseguró Draco, apretando la mano de Harry con más fuerza—. ¿Un león, dijiste? Mi patronus es un león.

—¿No lo sabías? —preguntó Harry, apartando la confusión ante el cambio de tema y sin entender por qué Draco se veía tan complacido.

—No envié el patronus de forma intencional, Harry. Nunca lo había hecho antes, no sé cómo se ve.

Harry dejó que la comprensión lo bañara ante la admisión de Draco, y luego sonrió, porque habían tantas formas en las que él le decía y mostraba que lo amaba, que a veces se preguntaba si Harry en serio era recíproco en sus acciones. Las lágrimas que no quería derramar cayeron, sus dedos apretaron los de Draco con cariño y sus labios lo besaron suavemente. Luego, más tarde, llamaría a los medimagos; ahora, en ese momento, Draco era suyo y estaba vivo.



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Opción 2: Haciendo algo que jamás pensó que haría.

Creo que genuinamente esto concuerda con la actitud canon de Ginny, sobre todo en el libro, pero igual en la película hasta cierto grado. Incluso Ron dijo que Ginny tenía una obsesión con Harry antes de conocerse. Y sabemos que ella era una bruja poderosa e impulsiva, pero inteligente.

No soy de tirar basura a un personaje para hacer una shipp válida, no lo hice con Astoria por ejemplo, pero Ginny no me gusta y este es mi fic, así que a volverla mala y listo.

Dicho esto, ¿alguna opinión?

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