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Sunset in black and white.


[Este fanfic está especialmente dedicado a mi mejor amiga, ella que se ha metido en mi vida de forma inesperada y a la que le agradezco muchas cosas, entre ellas el haber encontrado una parte extraviada de mi alma y un pedacito de mi corazón en otro cuerpo.

Alejandra, Alejita, Lexi, esto q ue no es mucho está escrito para ti.

Y no, no se vale que llores como marica cuando leas estas notas.

<3 :3 ]




Respiró el aire rápidamente, tomando una bocanada grande, en la siguiente oportunidad sumergiéndose de nuevo y liberando lo acumulado en una exhalación profunda dejó su mente volar, eran los últimos 50 metros de ese 200 de afloje. Iba lento y sus brazos casi laxos acariciaban el agua en cada extensión. Una vez en el borde se sacó los googles y la gorra, dejó que sus cabellos flotaran en el agua clorada. La tensión en sus hombros se había disipado, y los músculos hinchados de sus piernas pulsaban un poco por el esfuerzo dado esa noche. Se hundió una vez más y se dio el lujo de quedarse bajo el agua hasta que sus pulmones chillaron por oxígeno.

Estaba satisfecho, terriblemente cansado pero satisfecho. El día estresante y cargado de trabajo por fin estaba en la recta final. Deseaba estar en casa, cenar era lo único en lo que podía centrar su mente ahora.

Minutos después, se vio sentado frente a una ensalada y una taza de té; su vida era así, cada día con una rutina preestablecida y marcada a fuego en una apretada agenda. No le molestaba, mucho menos se aburría, las cosas eran mejor cuando estaban meticulosamente planeadas. No había sorpresas desagradables ni contratiempos. Era simplemente el dueño de lo que ocurría a su alrededor y todo fluctuaba con el ritmo que imponía.

Observó satisfecho la blancura de sus paredes, los cuadros específicos que decoraban cada estancia, cada uno dispuesto en un orden riguroso que pocos tenían la oportunidad de apreciar. No había sillones ni mesas cafeteras, mucho menos un televisor, su sala únicamente estaba decorada por cientos de libros en repisas de bambú pintadas de negro. Había tomos tan viejos que se encontraban tras una puerta de cristal, demostrando contra todo pronóstico que eran inmunes al tiempo. Tomó uno de los que estaban en la parte inferior derecha, uno de los nuevos, ese que apenas había adquirido un par de días atrás. Lo miró esperando que la reseña que leyera hiciera justicia a todas esas páginas. Y que al final no fuera una de esas estúpidas novelas para adolescentes aún más estúpidos.

Se lavó los dientes y se puso la pijama, se aseguró de que todas las puertas estuviesen bien cerradas un par de veces más y sin necesidad de poner el despertador sacó la cama que estaba oculta en una pared, se tiró rendido y suspiró al escuchar como sus huesos crujían en la posición poco adecuada en la que se hallaba.

Sus lentes de armazones gruesos se deslizaban sobre el puente de su nariz y en un cabeceo más decidió que por fin era la hora de dormir. Mañana a medio día tenía una cita en la galería, y debía estar fresco y descansado; de lo contrario la perfección que caracterizaba sus exposiciones se encontraría ausente y aquello de ninguna forma podía ocurrir.

6:30

Y su sistema comenzaba a despertar, su vejiga estaba llena y su boca seca, abrió los ojos encontrando una obscuridad absoluta, sin temor a tropezar se levantó y ahí donde la noche anterior las dejara, sus zapatillas de dormir reposaban sin cambio alguno, se guió por el instinto dado por años de práctica y con pasos perezosos llegó a la única habitación en casa que tenía más muebles y que por supuesto era más amplia. Alzó la tapa del inodoro y después de unos segundos el alivio en su bajo vientre le llenó por completo.

Regresó a correr las espesas cortinas y abrió una ranura pequeña del ventanal, la luz podría filtrarse unos minutos y así eliminar cualquier rastro de bruma nocturna. Inició la rutina una vez más sin prisa, justo como debía ser.

Estiramientos y algunas posiciones para despertar a su cuerpo frente al amanecer que le pintaba ese último piso en Berlín, exhalaciones e inhalaciones controladas y pausadas, en ese momento era él un ser que recibía lo bueno del día. Saludaba al sol, respiraba y pronto se sintió en, paz, dispuesto y motivado.

Regresó a estirar sus sabanas y a acomodar el pequeño desastre que aun durmiendo había hecho, dejó el libro bajo la rígida almohada ortopédica y metió la cama, dejando una impresión de amplitud en la habitación, de orden y pulcritud. Estaba sudando, y casi pudo jurar que su cuerpo pedía a gritos ser lavado. Dejó fruta preparada en la barra de la cocina, y un café que esperaba se enfriara pronto.

Escuchó el agua fría correr y con un rápido vistazo a la repisa de su no modesta colección de CD's recordó dónde se había quedado la mañana anterior y sin más elegía uno de los muchos que estaban guardados en la letra J. Janis Joplin comenzó a sonar con un volumen alto pero moderado en todo el departamento. Con la llave del agua caliente al máximo y el vapor corriendo libre por el cuarto se dejó acariciar por las miles de gotitas que recorrían cada palmo de su piel. Era un viernes común, sin novedad y el shampoo con olor a lavanda le prometía frescura a lo largo del día.

El bus lo dejó a cinco minutos de su lugar de trabajo, en la florería aledaña ya le tenían listo el ramo de camelias blancas que siempre llevaba, dejó el monto y después de la despedida de cortesía se encaminó de nuevo. Ya estaba abierto, eran las 7:50 y ya había gente haciendo sus labores. El mármol estaba siendo trapeado con el limpiador que olía a brisa de alguna playa, sonrió pensando que realmente ninguna playa en el mundo tenía un olor similar y que probablemente el químico encargado de asegurar que el producto vendiera era un soñador o que simplemente nunca había estado en un lugar con vista al mar. Saludó a los intendentes y se abrió paso a través de la puerta de cristal que anunciaba su nombre en letras doradas.

Wilhem Kaulitz- Curador.

-Querido, tu cita se ha retrasado, el interesado llegará aproximadamente a las 2:00 P.M., comerán en el restaurante de la galería, así que ya he reservado la parte privada. Sólo me falta saber qué es lo que quieres que se te sirva.- Christina siempre olvidaba que tenían una extensión telefónica y que las puertas debían ser tocadas, suspiró poco más que frustrado y retiró la vista de las cédulas que estaba revisando.- ¿Me has escuchado?-

-Sí Tina, he escuchado tu melodiosa voz interrumpirme con noticias de mal gusto, generalmente tendrías la delicadeza de avisarme antes de concretar algo, dime ¿Qué fue lo que te motivó a tentar a tu suerte modificando mis horarios? Yo como en el comedor, con la comida que traigo de mí casa después de las 2:30, si el cliente está retrasado debe hacer una cita para después y si se puede acoplar a los horarios disponibles se da. De lo contrario sabes que no acepto a nadie fuera de tiempo.- Nadie más que él podía disponer de su tiempo, nadie.- ¿Es que acaso recibimos a Nicolaes? ¿A Caravaggio? ¿Revivió Ricketts? Yo sólo iba a detallar puntos con el manager, productor o lo que sea.-

-Sí bueno, Georg me pidió que aceptara las condiciones porque el artista es quien viene a hablar del proyecto y él mismo quiere ver la organización, recorrer el lugar y asegurarse de que el trabajo se ajuste a lo que sus obras representan, por eso Georg...- Christina supo que había cometido un error en el momento en el que el curador levantó la vista y la clavó con fuerza en ella, nadie, absolutamente nadie se atrevía a poner en duda el trabajo de alguien como Kaulitz, si bien Georg Listing era el dueño de "Akademie der Künste", todo lo referente a las obras expuestas corría a cargo del gestor, él tenía más roles que los de un curador cualquiera, organizaba exposiciones, galas y evaluaba obras y artistas. Era respetado más que nada por su papel como editor en la revista que publicaba la universidad de Berlín, era un gestor de renombre, casi un mecenas y por si fuera poco era el doctor encargado de dirigir los proyectos terminales de los alumnos más destacados en historia del arte. Bufó, la persona que tenía enfrente tenía tanta modestia como genio y eso era un doble problema.-

-Mira cariño, yo no soy el mandamás aquí, soy una simple secretaría pasante de la facultad de artes, tú eres mi tutor y quien me está llevando por el camino del verdadero arte. Georg, quien es el dueño de la galería y tu amigo de años es quien ha decidido que las cosas se hagan con las condiciones que se piden. Si el artista, el manager o quien sea ha dicho que se retrasa la cita, no puedo hacer nada; sé que no te gusta que se juegue con los horarios y que odias escuchar que alguien duda de tus habilidades aun más de lo que odias a Duchamp, si quieres explotar por las condiciones dadas, puedes hacerlo con él, no conmigo. De hecho estará aquí a las 12:00 para calmar tus nervios.-

-De no ser porque eres eficiente y buena en tu trabajo y en la universidad, hace mucho me habría desecho de ti y de los horribles modales que tienes. Puedes decirle a Georg que si llega a mi oficina sin algo que calme mis nervios de verdad, puede olvidarse de esa exposición. Al final, no se me ha mostrado material suficiente para elaborar algo, y eso de que alguien quiera supervisar mi trabajo sin darme pautas me enerva, no sé el nombre del artista, ¿Seguridad nacional tiene algo que ver?. Todo es tan desastroso; como si estuviésemos improvisando y tengo mi código ético tatuado en los tres doctorados que tengo a cuestas. Si quieren una exposición para principiantes Hans está libre, junto con el espacio en el jardín.-

-Cielo tú me amas, sabes que soy la mujer de tu vida y no podrías vivir sin mí. Ahora, respira recita unos mantras y cálmate. No entiendo por qué estas a la defensiva.- Sacó dos tazas de la repisa que estaba al fondo de la oficina, en una vertió cinco centímetros de agua caliente y después un sobre de twinings chai estaba reposando. Ella por el contrario se preparó un café cargado y caliente. Después de pasarle la taza casi vacía a su tutor se sentó.- Me pregunto cómo sería nuestra vida si no te hubieras marchado a la Accademia di Belle Arti, quizá serías más como yo...

-Cierto, no sabría qué hacer con mi desastrosa vida sin ti, digo soy un caso perdido, un irresponsable ¿No?- Río con un poco de gracia, sí; esa mujer era alguien que le daba un toque de sorpresa a su vida. Le tenía un cariño muy especial, a ella y al pequeño Anthony.- Y no lo sé, estar en Florencia fue una de esas oportunidades que no se presentan dos veces, y por la que pelee en la universidad, sabes que mi doctorado pendía de ése trámite de movilidad. Fuimos maduros para saber que lo nuestro había llegado al final, el ciclo se estaba cerrando y el empuje llegó con la carta de aceptación. ¿Por qué la pregunta ahora? ¿Es una clase de proposición indecente Tina?- Él no podía imaginar la vida hipotética que habría llevado de quedarse con ella años atrás.-

-Curiosidad, supongo que nunca te pegunté si me extrañaste esos años... Luego de Florencia siguió Londres, y después Praga, te perdí la pista hasta que regresaste a Berlín a tomar el puesto que te ofrecía la universidad. Verte aquí y no en Hannover fue una sorpresa total. Y no, no extraño tus manías cuando estás fuera de control.-

-Nunca estoy fuera de control, simplemente admite que no aguantaste el ritmo mujer, y que te has ablandado con los años, lo sostengo es efecto Anthony.-

-No hay quien pueda llevar un ritmo contigo, y ser madre no me ha ablandado, simplemente ya no es lo mío ponerme a cuatro y esperar que me azotes baby, detrás de todo tu... Temple hay una bestia y como comprobaste el año pasado ya no puedo domarla como antes.-

-Podría ser pero...- Pensó en lo mucho que había disfrutado de sus años mozos, y casi se carcajeó ante el recuerdo de aquel reintento de ser pareja con la mujer que estaba frente a él. Había sido un rotundo fracaso. Ahora podía reír de aquello, sí, había tenido a esa mujer, la había querido y aun lo hacía, sin embargo, no había más que recuerdos y un lazo fraternal.-

-No, yo ya no puedo tratar de...-

-Nunca me domaste.-

-Cierto, él único que puede es Anthony; él ama tener el control sobre su tío "Wilgg".-

-Soy su padre, no su tío; y él me dice papá, no "Wilgg" por mucho que se lo metas en su cerebro.- Era el padre, oficialmente lo era, ante las actas; ante el registro era Anthony Kaulitz, pero la sangre le recitaba un apellido distinto, uno que estaba disperso en el mediterráneo.-

-Sí, eres como cerberus, una bestia del infierno que se la pasa ladrando órdenes. Y por Dios, hace tiempo que no trato de que te llame con otro nombre, ya supéralo.- Y esperando que algún objeto le fuera lanzado Tina, salió riendo de la oficina.-

-Bruja odiosa.-

Horas después olvidaba un poco el mal humor que le acechaba, un mensajero le entregaba el paquete que había estado anhelando por meses.

Una fotografía, y no cualquiera. Era esa por la que había peleado en la subasta de N.Y. una adquisición única. Una puesta de sol monocromática un todo capturado en un instante. Era la vista perfecta de la infinidad, del horizonte de la vida, la delgada línea entre lo que unos ojos simples pueden captar y lo mucho que sus ojos podían apreciar aquella obra. Cierto que no se veían los maravillosos tonos magentas, los naranjas ni la mezcla de ocres y azules en el cielo. Tampoco era un paisaje espléndido como el Coucher de soleil à Venise au Crépuscule Venetian de Monet, ni un lugar específico reconocible a simple vista. Aquello era un momento cotidiano atrapado en la eternidad y visto desde una perspectiva distinta, bajo un concepto casi etéreo y sublime. Admiró cada esquina, los detalles en gamas de negro y gris, y ese blanco no impoluto que enmarcaba un todo. Sonrió y colgó con sumo cuidado la obra en la pared frente a su escritorio.

Al regresar a su asiento, se encargó de guardar los papeles que hacían valida la obra, el certificado de compra, y una hoja de papel con un simple "Gracias" bajo la firma de T.T. el fotógrafo casi anónimo del que gustaba. Un genio detrás del lente.

El genio que había revolucionado su concepción de belleza.






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