Capítulo 28
Capítulo 28
Estaba muy orgulloso de Sidney.
Pese a la tremenda bomba que le había estallado encima, había conseguido salir adelante. El entrenador King y ella habían hablado largo y tendido y, si bien todavía conservaba el apellido materno, su padre ya se estaba encargando de que adoptara el suyo. También había conocido a Mia.
Todo parecía marchar bien.
Teníamos el partido a la vuelta de la esquina. Se palpaban los nervios y la presión en el ambiente. Queríamos darlo todo, ser los mejores y ganar. Había mucho en juego. Habría muchos ojeadores por allí y todos queríamos causar una muy buena impresión. ¡Los nuevos Golden Scorpions eran invencibles!
La semana anterior a la final los entrenadores volvieron a invitar al cretino de mi padre. Sí, era un as en el campo y sabía cómo llevar a su equipo a la victoria, pero no me gustaba toda la presión que ponía sobre mis hombros. Yo no era el único responsable de una derrota.
—¡Evans, despierta de una vez! —me gritó mi padre delante de todos mis compañeros. Un par de ellos se rieron de mí.
Apreté los puños con fuerza. Odiaba que hiciera eso, que me expusiera delante de los demás solo para humillarme.
—No le hagas ni caso —susurró Sidney trotando hacia mí—. Es un capullo.
Me guiñó el ojo y me dedicó una de sus sonrisas antes de alejarse de allí.
El día fue horrible. Me gané muchas broncas por parte de mi padre, quien no estaba para nada satisfecho con mi rendimiento. Me había costado tanto no poner los ojos en blanco cada vez que me humillaba delante de todos. Estaba harto, cansado de sus reproches. Lo último que quería hacer era seguir jugando. ¿Acaso nadie se daba cuenta?
No, por supuesto que no. Allí lo idolatraban.
—Quién pudiera tener una estrella del fútbol como padre —dijo Alex, uno de nuestros defensas, con una nube de ensoñación en la mirada.
—No me he perdido ninguno de sus partidos. Como jugador, era un Dios del balón. Qué pena que lo dejara —habló otro compañero.
—Ya quisiera yo que me entrenara a diario. Así de bueno eres, cabrón —parloteó otro más.
Estaba hasta las narices de todo. Ellos no sabían lo estricto que había sido conmigo. Me había obligado a levantarme a las cinco de la mañana cuando apenas era un crío para entrenar; si perdía, me aplicaba la ley del hielo; cómo me había ignorado si el tema no era el fútbol...
Menuda mierda.
—No es tan guay como parece —objeté sin poder callarme.
—Eres un exagerado. Cualquiera de nosotros habría querido que el gran Jacob Evans lo entrenara —me rebatió Robert con ese tonito soberbio que tanto me sacaba de quicio.
Tensé la mandíbula, pero me tragué mis palabras. Dijera lo que dijera, no iba a cambiar la imagen distorsionada que tenían de mi padre.
Con ese mal sabor de boca, salí de los vestuarios. Fuera me esperaba Sidney, con esa sonrisa que me llenaba de energía. Se acercó a mí con las manos metidas en los bolsillos.
—¿Estás bien? Se ha pasado de la raya contigo.
Me derretía que se preocupara tanto por mí. Le di un pequeño beso en los labios aprovechando que su padre no estaba por allí. No es que nos hubiera dicho algo, pero algo me decía que no le iba a sentar bien que su recién descubierta hija estuviera saliendo con alguien con tan mala reputación como yo, porque los chicos siempre han hablado de la cantidad de chicas con las que me he enrollado o voy a hacerlo en los vestuarios y todos sabíamos que el entrenador merodeaba por allí.
—Es un idiota —dije en cuanto nos separamos—. No hablemos de él. ¿Qué tal estás tú con la nueva situación? Te he notado un poco apagada esta mañana en clase.
Chasqueó la lengua.
—Vaya, si no supiera que te encanto, habría pensado que tienes una extraña fijación en mí —se burló.
Reí mientras la pegaba a mí.
—Te adoro, Chispas.
La carcajada que soltó fue el sonido más celestial que había escuchado, aunque, pronto, se puso seria.
—A veces me abruma todo esto —admitió muy bajito—. Quiero decir, me alegra haber podido conocer a mi padre, pero todo está siendo muy repentino. Temo que algo salga mal y que lo bueno que me está pasando se desmorone.
La apreté aún más contra mi cuerpo, pasándole los brazos por la espalda.
—Es normal que pienses así, Sid. Has pasado toda tu vida con una mujer que no ha hecho más que menospreciarte y ahora te sale un padre que, sorprendentemente, es muy cariñoso contigo. No estás acostumbrada.
—¿Y si no es real?
—Lo es. Es hora de que por fin seas feliz, de que seas tú misma, de que te comas el mundo y de que puedas soñar a lo grande. Ya no estás sola y no volverás a estarlo jamás.
—¿Lo prometes? —preguntó con la voz rota.
—Pienso remover cielo y tierra para cumplir mi promesa.
Y estaba muy seguro de que la cumpliría, porque Sidney era la mujer que más se merecía que la quisieran y yo esta loco por ella.
—Aquí estabas —escuché la voz de mi padre cuando volví a casa tras dejar a Sidney.
Estaba sentado en las escaleras del porche. La mandíbula apretada y el ceño lleno de arrugas no me dieron buena espina. Me puse en tensión. ¿Qué demonios estaba haciendo allí? Estaba agotado, lo único que quería era cenar con mis amigos y ver una serie en Netflix o Disney+. ¿Acaso era mucho pedir un poquito de tranquilidad?
—Vivo aquí.
—Ya. Llegas tarde.
—He acompañado a Sidney a casa.
Me miró con una expresión neutra en sus facciones, imposible de descifrar.
—Me han dicho que últimamente pasas mucho tiempo con ella.
—Es mi novia. Es obvio que quiera estar con ella.
Arrugó el morro. Por supuesto, alguien como Sidney, cuya apariencia podría ser muy básica así de primeras, no podía estar a mi altura, hijo de alguien como él. Me pregunté si era conocedor de los últimos acontecimientos.
—No me gusta. Ella es la razón de que estés tan distraído.
Me crucé de brazos. Estuve a punto de resoplar. Me estaba sacando de mis casillas. ¿En serio íbamos a mantener ese conversación en la puerta de casa? ¿A esas horas? ¿Iba a echarme en cara con quién podía y no podía estar?
—No la conoces —espeté—. Es la mujer más maravillosa que conozco. No te haces ni una idea de lo enamorado que estoy de ella y no vas a poder hacer nada para que cambie de opinión. Ya no soy un niño pequeño, ya no te tengo miedo.
—Es una buscona.
Me reí en su cara. En serio, ¿me venía con esas? En ningún momento me había pedido dinero, ni siquiera lo había insinuado. Es más, insistía ella en pagar a medias cada vez que salíamos juntos.
—No la conoces —repetí—. No es como las mujeres con las que has salido después de mamá.
Papá se levantó de un saltó y se acercó a mí a pasos lentos.
—¿Tú crees? ¿De cuándo la conoces, eh? Seguro que ha estado actuando todo el rato delante de tus narices para embaucarte.
Pero no lo había hecho, porque yo conocía a la verdadera Sidney.
Negué con la cabeza.
—No tienes ni idea de lo que dices, y me está cansando todo este rollo. ¿Qué más te da con quién salga? ¿Acaso no es importante que yo sea feliz?
—Quiero evitar un desastre. Te va a partir el corazón. Te está distrayendo para ser mejor que tú.
—Mientes.
—Qué más quisieras.
Di un paso al frente. Ardía de ganas de cantarle las cuarenta, de soltarle por fin lo que me había estado callando durante años. Porque ya estaba cansado. No quería que Jacob Evans dirigiera mi vida de nuevo. Por ello, tomé una gran bocanada de aire y lo encaré.
—¿Quién te crees que eres para venir aquí y decirme lo que puedo hacer y con quién puedo salir? Solo te importa la mierda del fútbol y yo ya estoy hasta la polla. No puedo, no puedo más. Me presionas demasiado, me pides demasiado. El fútbol ya no me apasiona. No quiero seguir jugando, no quiero ser el mejor. Quiero enseñar a otros lo que sé, transmitirles lo que siento.
«Sé que no te está gustando lo que estás escuchando, pero, lo siento, es lo que hay. —Me encogí de hombros—. Me has pedido tanto durante todos estos años que he dejado de amar lo que antes me encantaba hacer.
Estaba furioso, lo veía en las llamaradas que refulgían en sus ojos. Si hubiese lanzado fuego por la boca, no me habría sorprendido. Me dio una bofetada de las que picaban.
—¡¿Te has vuelto loco?! ¡No puedes dejarlo a estas alturas!
Me llevé las manos al pelo, totalmente frustrado.
—¡Haré lo que quiera, que para eso es mi vida!
Me agarró del cuello de la camiseta.
—No pienso permitir que arruines todos los años que he invertido en ti. ¡Deja de ser un puto egoísta por una vez en tu vida!
—¡Y tú deja de ser un completo gilipollas conmigo! —rebatí sin poder mantener ya callado. No quería. Era hora de que pusiera las cartas sobre la mesa e hiciera lo que realmente quería.
—No tienes ni idea de lo que estás diciendo. Enseñar, dice. —Se rió, como si mi deseo fuera una tontería—. Increíble.
—Quiero ser entrenador, ¿hay algo malo en ello? Tú lo eres.
Arrugó el morro.
—No es lo mismo. Yo he jugado en las grandes ligas, ¿y tú? No, todavía. Ni siquiera has empezado una carrera profesional, ¿y te planteas en serio dejarlo cuando estás tan cerca de jugar?
—¿Te estás oyendo siquiera? No te importa lo que diga porque estás tan emperrado en que siga tus pasos que te da lo mismo si quiero o no. ¡Deja de controlar de una puta vez todo lo que hago!
Me soltó, pero la mirada heladora que me dirigió me dejó en el sitio.
—Vas a arruinarlo todo por un mero encaprichamiento tonto. ¿Vas a echar a perder años de entrenamiento, todo el dinero que tu madre y yo hemos invertido en ti? Menuda tontería.
—No lo es —negué. No iba a dejar que me amedrentara. Iba a luchar—. Quiero ser entrenador. Me gusta enseñar.
—No sabes lo que dices.
—¡Claro que lo sé! Me da igual que no te guste, pienso dedicarme a la enseñanza, te guste o no. Y, si no tienes nada bueno que decirme, tengo cosas mejores que hacer.
Con esas palabras, pasé a su lado dándole un codazo a propósito. No iba a dejar que volviera a entrometerse en mis asuntos nunca más.
...................................................................................................................................
Nota de autora:
¡Feliz viernes!
¿Qué tal estáis? Yo ando mucho mejor. Solo tengo una tos horrible. Tengo malas noticias: ya solo nos quedan dos capítulos y el epílogo para el final de Sidney.
¿Qué os ha parecido el capítulo? Repasemos:
1. Carter está orgulloso de Sidney.
2. Parece que la relación de Kendall y Sidney va viento en popa.
3. El entrenamiento con Jacob Evans.
4. Carter lo enfrenta.
5. ¡Eso es, Carter, empodérate!
Espero que el capítulo os haya gustado. ¡Nos vemos el lunes! Os quiero. Un besito.
Mis redes:
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro