Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 25

Capítulo 25

Me temblaba el cuerpo solo de pensar en que ella anduviera suelta, libre, tras años encerrada. Sabía que me había ganado a pulso todo ese odio que decía que sentía por mí cuando era una niña y temía que quisiera destruirme.

—Debes calmarte —me decía Faith.

Después de la llamada de teléfono, Carter había insistido en subir conmigo a casa al verme tan alterada y Faith, que estaba a cargo de Mia, notó enseguida que algo marchaba mal.

—No puedo hacerlo —dije en voz un poco más alta de lo que había planeado. Mi hija dormía plácidamente en su habitación y lo que menos quería era despertarla.

Carter me apretó contra su cuerpo, su calor reconfortándome un poquito.

—Faith tiene razón. Como no te relajes, vas a empezar a hiperventilar.

Los encaré.

—¿Cómo creéis que me siento? Mi madre se ha escapado. Puede estar en cualquier parte, acechando, esperando el momento oportuno para atacarme por la espalda. No la conocéis, no sabéis lo cruel que ha sido conmigo. No pienso dejar que vuelva a acercarse a mí y mucho menos a Mia. —Apreté los puños hasta que los nudillos se me quedaron blancos—. Juro que como toque un solo pelo de su cabecita se va a tener que enfrentar a mi furia.

Me abaniqué con las manos.

—Vamos a hacer lo siguiente: vamos a descansar y mañana iremos a comisaría.

Faith y yo miramos a Carter.

—¿Piensas quedarte esta noche? —preguntamos casi al unísono.

—Por supuesto. Antes de que digas nada, no pienso irme sabiendo que esa demente anda suelta. Nadie se mete con mis chicas. No dormiré tranquilo si no sé que estáis bien.

Pese a lo tenso de la situación, que pensara también en Mia hizo que me relajara. No solo acababa de confesarme que sentía algo por mí, sino que mi bichito también era importante para él.

—Deja que se quede. Siempre andas de mejor humor cuando está contigo. —Faith se colocó la chaqueta y recogió sus cosas. Cuando pasó por mi lado, me puso una mano en el hombro y susurró—: Tienes muchas cosas que contarme. La próxima vez que nos veamos, quiero todos los detalles. —Y alzando la voz y moviendo la mano a modo de despedida—. Buenas noches. No seáis muy malos ahora que os quedáis a solas.

Iba a matar a Faith, era un hecho. ¿Cómo se le ocurría decir semejante locura? Miré a Carter. ¿Se había sonrojado? En sus labios se había instalado una sonrisa tímida, demasiado atractiva para mi gusto, pues quería borrársela con un beso.

Se fue y nos quedamos solos de nuevo. El pulso aún me latía desbocado por las emociones de la última hora: lo vivido durante la cena, la charla de después, nuestra sesión de besos posterior y la dichosa llamada que había puesto mi mundo patas arriba.

—No tienes por qué quedarte —rompí el silencio—. Puedo cuidarme sola.

Carter dio un paso al frente.

—Lo sé, pero no voy a quedarme tranquilo si me marcho. —Me acarició la mejilla con las yemas—. Por mucho que digas que estás bien, no lo estás y pienso luchar contigo ante lo que sea. Ya no estás sola.

Me pegó contra su cuerpo, sus brazos rodeándome. No sé qué fue exactamente, si todas las emociones vividas durante el día o lo tensa que estaba, solo sé que de un momento a otro empecé a llorar y, una vez que empecé, no fui capaz de detenerme.

—Tengo mucho miedo —admití entre hipidos. Me mantuvo entre la seguridad y el calor de su abrazo, con sus dedos acariciándome el pelo—. ¿Y si... se acerca a Mia? ¿Y si... me ataca cuando menos me lo espero?

Sentí su aliento en la oreja.

—No vamos a permitir que esa señora loca arruine tu vida de nuevo. Vamos a descansar, mañana irás a comisaría para denunciarla y yo me quedaré con Mia. No hay nada que discutir.

—Pero...

Me calló con un beso para, segundos después, apoyar su frente en la mía.

—Vamos a la cama... a dormir. Necesitas descansar y yo me muero por que te acurruques contra mí.

Nos llevó hasta mi dormitorio y, una vez en él, me sentí un poco abrumada. Íbamos a dormir juntos. Los dos. Por primera vez. Después de habernos confesado lo mucho que nos gustábamos y que queríamos exclusividad. ¿Significaba que había algo más?

Con un suspiro, empecé a deshacerme de la ropa sin importarme que estuviera allí. Pero, claro, tenía que montar un drama. Sino, no sería él mismo.

—¿Qué se supone que haces? ¿Acaso quieres tentarme, Chispas? Mira que mi intención es solo descansar.

Puse los ojos en blanco, aunque no pude evitar que se me escapara una sonrisa.

—Me has visto desnuda muchas veces. No hay nada nuevo, badboy.

Chasqueó la lengua.

—Eso es lo que tú te crees. Cada vez que hacemos el amor, descubro una parte nueva, como ese lunar que tienes en la espalda. ¿Qué se le va a hacer? Me encanta descubrir nuevos detalles con cada una de nuestras aventuras.

Me puse colorada.

Le tiré la camiseta que acababa de quitarme.

—Cierra el pico si no quieres que te eche a patadas.

Rió.

Me coloqué el pijama bajo su atenta mirada. Saqué del armario una sudadera varias tallas más grandes.

—Te tendrá que servir esto a modo de pijama improvisado.

—¿Y si duermo en calzoncillos.

Tentador.

—Póntelo, anda.

Dejé que se cambiara mientras yo iba al baño para terminar de ponerme cómoda. Me quité el maquillaje, me di una hidratante e hice mis necesidades básicas. Para cuando volví, Carter ocupó mi lugar. Mientras, me puse cómoda en la cama: me metí entre las sábanas calentitas y me tapé hasta arriba. Tenía frío.

—Solo me he ido unos minutos y ya estás acostada —se burló al entrar. Reí al ver lo mal que le quedaba la sudadera. Parecía más un camisón viejo—. ¿Qué? Te flipa lo bien que me queda, ¿eh?

Oculté una sonrisa.

—Estoy sin palabras.

Se me tiró encima y empezó a hacerme cosquillas. Empecé a reír sin parar.

—¡No! —intentaba susurrar—. No seas malo.

El muy listillo soltó una risita malvada. Se detuvo solo para recorrer el cuerpo con los dedos, sus ojos zafiro en los míos. Le tapé con el edredón. Nos sumimos así en nuestra propia realidad, donde solo existíamos él y yo y todo lo que me hacía sentir.

Me dio un pequeño beso en la boca, una promesa de que velaría por mí. Por instinto, me acurruqué contra su pecho.

—Estoy tan cansada. —Bostecé.

Me envolvió entre sus brazos.

—Descansa, yo estaré aquí para ti, Chispas, para las dos. Sois parte de mi vida ahora.

Sus palabras sonaban tan alentadoras que esa noche no tuve ninguna pesadilla.

—Mami —susurró una vocecita desde fuera—, ¿estás despierta?

Me di la vuelta en la cama y me froté los ojos con la mano.

—Mia, son solo... —Observé la hora en el reloj—... las cuatro de la madrugada.

Pese a la oscuridad, pude ver que hacía un puchero con los labios, que sus ojitos estaban bañados en lágrimas y sus mejillas cubiertos de rubor.

Se acercó a mi lado de la cama. Miró con curiosidad a Carter, pero en esos instantes, por fortuna, no dijo nada.

—He tenido una pesadilla —lloriqueó—. Estábamos tú y yo, y una señora nos gritaba mucho. —Se abalanzó sobre mí y se refugió en mis brazos—. Tengo mucho miedo.

Se me partió el corazón. Si bien conseguí la custodia de Mia a los dieciocho años, hasta esa edad tuve que criarla bajo el mismo techo que Alice y, por mucho que intentara borrar esa etapa de su vida, los recuerdos acudían a ella cuando menos me lo esperaba.

Maldije para mis adentros. De todas las noches justo ha tenido que ser esta, pensé.

Me quité la colcha de encima.

—Mira, cielo, vamos a darte un baño calentito para que el mal sueño se vaya y, después, podrás dormir con mami, pero solo hoy.

—Ujum.

El baño hizo tal efecto que pasó de estar muda a interrogarme como si fuera una criminal.

—¿Qué hace Carter aquí?

Le quité el jabón del cuerpo.

—Hemos salido juntos y se nos ha hecho tarde.

—Pero, ¿qué hacía contigo? Miri dice que solo los papás duermen juntos. —Se llevó una mano al mentón, pensativa—. ¿Es tu novio? Por fa, dime que sí.

Su carita esperanzada me sacó una sonrisa. Le di un beso en la frente.

—Claro que lo somos, bichito. Él es muy bueno conmigo y contigo.

Chapoteó.

—Me cae bien. Me gusta que me cuide y que juegue conmigo. Es como un papá.

La forma en que dijo eso último me cortó la respiración. Como toda niña de su edad, deseaba tener una madre y un padre y, joder, me encantaría que lo tuviera, pero ¿sería Carter el indicado para representar el papel?

Le acaricié la mejilla mientras la terminaba de aclarar.

—Te quiere mucho.

—Y yo le quiero a él. ¿Crees que querrá ser mi papá del corazón?

—¿Por qué no se lo preguntas a él mañana?

—¿Puedo? —preguntó al mismo tiempo que la sacaba de la bañera y la envolvía en su albornoz.

—Claro que sí, cariño. Pero espera a mañana.

—Está bien.

La ayudé a ponerse un pijama limpio y calentito y, tomándola entre mis brazos, la llevé a mi dormitorio, donde nos esperaba un Carter medio adormilado.

—Chispas, ¿qué ocurre?

—La peque ha tenido una pesadilla. No te importa que duerma con nosotros, ¿verdad?

Sonrió de esa forma tan dulce que me derretía por dentro. Se movió para hacernos hueco.

—Por supuesto que no. Ven aquí, princesa. Vamos a luchar contra esos monstruos malos que no quieren que descanses como es debido.

Carter acomodó a la niña en las sábanas y, cuando estuvimos los tres acostados, la imagen de esos dos me derritió por dentro. La cría buscaba cobijo en él y este último la envolvía contra sí mismo con ternura. Al ver mi mirada puesta sobre él, dibujó una sonrisa coqueta. Con una mano, acaricié a Mia en el pelo en movimientos constantes hasta que poco a poco su respiración se hizo más constante y acabó quedándose dormida.

—Lo siento —susurré, vocalizando con exageración.

Aún con mi hija entre sus brazos, se las ingenió para que yo también tuviera mi dosis de Carter.

—No importa. La adoro. Te adoro. Gracias por regalarme momentos como estos.

Los ojos se le habían llenado de amor puro. Mi corazón latía con fuerza.

—Buenas noches —me deseó. Me dio un beso en la frente cargado de cariño—. Que tengas dulces sueños donde eres tu propia heroína.

Con esas palabras, cerré los ojos y me dejé embargar por toda esa oleada de emociones nuevas que me arrasó por dentro. ¿Habría alguna posibilidad de que Carter y yo tuviéramos un final feliz de cuento de hadas?

—Wilson, necesito hablar contigo en privado —había dicho el entrenador King al final de la sesión de entrenamiento.

Me alejé del grupo, lanzándole a Carter, quien me observaba desde su posición, una miradita tranquilizadora.

—¿Pasa algo, entrenador?

Me indicó con un gesto que lo siguiera hasta las gradas del campo de fútbol en el que habíamos estado entrenando y, una vez allí, me indicó con un gesto que me sentara en ellas. Él hizo lo mismo segundos después.

—Te he notado muy distraída hoy y no es un comportamiento habitual en ti. ¿Tienes problemas en casa?

Lo miré. Kendall King era un hombre atlético de unos cincuenta y cinco años, arriba y abajo. De pelo marrón canoso y abundante, ojos de color oliva apagado, la mandíbula cuadrada y gesto serio, parecía preocupado de verdad.

Suspiré. ¿Qué no había pasado? Esa misma mañana había denunciado la desaparición de mi madre y había pedido una orden de alejamiento, porque no me fiaba de lo que pudiera hacer en libertad. Me había pasado horas en los juzgados y había estado a punto de perder los papeles cuando varios funcionarios cuestionaron mi labor como madre.

Había sido un día horrible.

Me coloqué las manos bajo las piernas para que no notara el temblor.

—Algo así.

Apretó los labios.

—Sé de primera mano que es muy complicado sacar adelante una carrera universitaria y otra de fútbol. Pero se puede, porque los grandes jugadores lo hacen.

Si tan siquiera fueran los estudios los que me preocupaban...

—Es... complicado. Ayer pasó algo en casa que no me esperaba. Siento no haber dado mi cien por cien, entrenador. Intentaré que no vuelva a pasar.

Pero no estaba segura de poder cumplir mi promesa.

Sus ojos se posaron en los míos. La mirada que me dedicó no era la del entrenador estricto al que estaba acostumbrada, sino la de alguien preocupado de verdad.

—¿Has discutido con tus padres?

Hice una mueca.

—Es difícil de explicar. Vivía con mi madre hasta empezar la universidad. No nos llevamos muy bien.

—¿Y tu padre?

—No tengo. No sabe que existo. Es una situación muy complicada.

—¿Qué ha pasado exactamente?

Lo analicé con la mirada, en busca de una señal, la que fuera, que me indicara si podía o no confiar en él. Iba a abrir la boca para contarle una mínima parte, pero una de mis compañeras se me adelantó.

—¡Eh, Sid! Es hora de darnos una ducha.

Sonreí, culpable.

—Lo siento. He de irme.

Pero cuando llegué al parking de la NCU, donde Carter me esperaba como ya era habitual, el señor King volvió a la carga. Me interceptó entre los pocos estudiantes que quedábamos en el campus y, antes de llegar siquiera al lado de mi badboy favorito, me retuvo del brazo.

—Espera, Sidney. Tenemos una charla pendiente.

Apreté los dientes. Odiaba hablar de mí misma, mezclar lo personal con lo profesional. ¿Acaso era tan difícil de entender?

—¿No puede ser en otro momento? Tengo prisa.

Me moría por llegar a casa y no despegarme de mi pequeña.

Se cruzó de brazos.

—Me preocupa que algo no vaya bien. Tienes un futuro brillante como jugadora. —Se encogió de hombros—. Solo quiero que mis estrellas brillen.

—Y lo haré. Yo...

Pero no pude decir nada más, pues, apartada de los demás, vi los ojos verdes de Alice, fríos. Me recorrió un escalofrío.

—Tengo que irme.

Me acerqué a ella con el corazón en un puño. Unos pasos enérgicos a mis espaldas me dieron a entender que no estaba sola y, cuando eché la vista atrás, el entrenador me seguía muy de cerca, sin apartar la vista de mi madre.

Alice estaba desaliñada, con el camisón del hospital lleno de mugre. Su pelo rubio estaba sucio, sin el brillo de antaño. Tenía unas ojeras profundas y todo en ella apestaba a alcohol y tabaco. Su mirada pétrea me heló el alma.

Aunque pronto se centró en el entrenador. Nos lanzó una miradita, exhibiendo una sonrisa maniática. Se me pusieron los pelos de punta.

—Kendall King, cuánto tiempo —habló con un tono de voz espeluznante.

La tensión era palpable.

—Alice Wilson. —Y, al decir su apellido, clavó la vista en mí. Algo en su escrutinio me puso nerviosa—. No sabía que tuvieras una hija.

Mamá arrugó el morro.

—Si no te hubieras largado tan de repente, te habrías enterado.

El entrenador abrió los ojos de par en par.

—¿Cómo?

Observé a Alice con curiosidad. ¿Qué demonios estaba insinuando?

—Mamá, ¿a qué te refieres?

Nos observó a los dos, con una sonrisa retorcida en la boca.

—Como si no lo supierais.

—¿Saber qué? —Calló de súbito para clavarme los ojos verde oliva—. No me digas que...

—Sí, ella es tu hija.

Y el mundo dejó de girar.

...................................................................................................................................

Nota de autora:

¡Feliz 2022, Moni Lovers!

¿Cómo habéis entrado al año? Espero que con muy bien pie. ¡Aquí tenéis el primer capítulo del año! ¿Qué os ha parecido? Repasemos:

1. Sidney está histérica.

2. Faith y Carter intentan calmarla.

3. Carter se queda a dormir.

4. Mia tiene una pesadilla.

5. Momento familiar.

6. El entrenador quiere hablar con Sidney porque la nota distraída.

7. Aparece Alice.

8. La bomba: ¡el entrenador el el padre de Sidney!

9. ¿Qué se siente que haya jugado con vosotros? Y pensar que estabais convencidos de que Carter y Sidney eran medio hermanos. Lo siento, el incesto no me va.

Espero que el capítulo os haya gustado. ¡Nos vemos el lunes! Os quiero. Un besito.

Mis redes:

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro