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Capítulo 22

Capítulo 22

Celebré mi cumpleaños el fin de semana siguiente. Habíamos tirado la casa por la ventana para organizar la mejor fiesta de la historia. Había bebidas, aperitivos y buena música. Solo me faltaba que cierta personita por fin apareciera para sentirme completo del todo.

—Pelirroja despampanante a las nueve en punto —me informó Logan con una sonrisita una hora después de que todo el barullo comenzara.

Miré hacia donde me había dicho, esperanzado, pero sentí una nota de decepción al comprobar que no era mi pelirroja favorita.

—Capullo —mascullé.

Ambos, Logan y Liam, se rieron de mí. Este último lo señaló, cerveza en mano.

—Te dije que caería si le hacíamos creer que su chica ya había llegado.

—No es mi chica —objeté. Sidney y yo no éramos nada, solo un par de jóvenes que disfrutaban con la compañía del otro.

Liam puso los ojos en blanco.

—Sí, claro. Como que no se te cae la baba cuando estás con ella.

—Eso es otro punto muy diferente. Pero no estamos saliendo.

—Y, aun así, no te has vuelto a acostar con ninguna otra mujer desde hace mucho.

Chasqueé la lengua.

—No lo he necesitado.

Ambos se miraron, cómplices.

—Ay, amigo mío, te tiene bien pillado. Ojalá pronto te des cuenta de ello y luches por ella. Una mujer así nunca aparece dos veces en la vida.

No entendía muy bien a qué venían esas palabras y, en esos momentos, en medio de mi fiesta de cumpleaños, no quería pararme a pensar en ello. Solo quería beber, bailar y quizás coquetear con cierta chica que aún no aparecía.

Miré el reloj otra vez. ¿Dónde se habría metido?

Por suerte, no me rayé mucho. Mis amigos se encargaron de que lo diera todo en la pista de baile. En algún momento de la fiesta, un par de chicas se animaron a bailar conmigo, pero yo no tenía ojos para ellas. Solo quería que una en específico estuviera allí conmigo y aún no había hecho acto de presencia. ¿Estaría bien? ¿Le habría pasado algo?

Pero no tuve que comerme mucho la cabeza. Cuando volvía de la cocina con un cóctel en la mano, atisbé a lo lejos, en la puerta, una melena ondulante roja como las llamas. Llevaba un vestido muy sexy, a juego. Rojo. Poderoso. Intenso. Las largas piernas las llevaba enfundadas en unas medias de color carne, coronadas con unos tacones negros de infarto. Se había maquillado, o eso aprecié cuando me acerqué a ella, hipnotizado por su presencia. Había deseado tanto ese reencuentro, anhelado tocarla, que no podía creer el hecho de que estuviera allí, de que se hubiese arreglado tanto para mí.

Estaba preciosa.

Un brillo se apoderó de sus ojos, más definidos por el delineador, al verme y eso provocó que mi corazón brincara con energía, desbocado.

Quería borrarle el pintalabios rojo con mi boca.

—Has venido —hablé con alivio.

Sonrió y, con ello, iluminó cada rincón de mi ser.

—No me lo perdería por nada del mundo. Siento llegar tarde. Mia no quería que me fuera sin antes leerle un cuento.

Esa granujilla... No puedo enfadarme con ella.

—Ni yo. Me tiene enamorada, más ahora que está creciendo tan rápido. No quiero que lo haga. ¿Podría ser una niña pequeña para siempre?

Se me escapó una risita.

—No pienses en ello. Disfrútala ahora que puedes. —Nos quedamos un minuto en silencio. No sabía qué decir y, al final, opté por un clásico—. ¿Quieres una copa?

Negó con la cabeza.

—Hoy no me apetece beber. ¿Hay refrescos? No quiero que la Sidney borracha haga de las suyas.

Se me escapó una carcajada.

—La última vez que la vi, me pareció una chica muy agradable.

Se hizo la ofendida.

—Ah, ¿que la Sidney sobria es aburrida? —Puso morritos.

Me encogí de hombros.

—Yo no he dicho eso. —Le tomé una mano y entrelacé nuestros dedos—. Me gustan todas tus facetas.

Una gran sonrisa se instaló en su boca y solo por eso la espera había valido la pena.

Tiró de mí en dirección a la pista de baile.

—¿Me concede usted el honor de bailar conmigo, caballero de brillante armadura? —bromeó.

Enganché sus manos en torno al cuello mientras las mías descendían por sus curvas hasta quedarse en esas caderas deliciosas que tenía.

—Solo porque eres tú, Chispas.

La noche fue una combinación perfecta de bailes de distintos tipos, caricias sutiles y conversaciones amenas. En algún momento de la velada, la arrastré hasta mi grupo de amigos y allí ella sola acaparó toda la atención. Sidney tenía carisma. Era muy fácil hablar con ella. Vi cómo reía con ellos, lo bien que se desenvolvía. Y yo ni siquiera fui capaz de separarme de su lado.

La pegué contra mi cuerpo, mi boca le mordisqueó el lóbulo de la oreja.

—¿Por qué no vamos a mi habitación? Me apetece tenerte un rato para mí solo.

Una sonrisa traviesa desdibujó sus rasgos.

—A mí tampoco me apetece compartirte durante más tiempo.

—Mejor.

La llevé hacia las escaleras y ya en el piso de arriba no pude contenerme. La pegué contra la pared y la besé como llevaba queriendo hacerlo desde que la había visto, hacía un par de horas atrás.

—Estás preciosa —murmuré rompiendo el beso. Necesitaba llegar antes a mi dormitorio. No quería que ningún intruso nos viera en el pasillo en pleno acto. Quería tomarme mi tiempo para saborearla primero.

Y eso hice. Dejándola en la cama, me tumbé sobre ella y la besé con fiereza, con deseo y anhelo. Sus dedos en mi nuca enviaron un torrente de lujuria a cada una de mis células y mi entrepierna empezó a latirme de la anticipación. Necesitaba más, mucho más.

Me separé un poco, lo justo para verla. Sus labios hinchados, las mejillas sonrosadas, ese mar de pecas a la vista y el pelo salvaje. Era una puta diosa.

Le quité el vestido sin pensármelo dos veces y ella me quitó la camisa y los pantalones. Gruñí. Debajo llevaba uno de esos conjuntos picantones de lencería, negro de encaje. Me iba a dar algo. La erección que estaba teniendo no era normal.

—Así que te has puesto guapa para mí, ¿eh? —ronroneé.

Sonrió, culpable.

—Quería darte una sorpresa por tu cumpleaños.

Le di un pequeño golpe en el hombro.

—Alguien no podía esperar.

Me agarró el miembro por encima de la tela de los calzoncillos.

—Mira quién fue a hablar. Estás muy empalmado. —Se relamió—. Veamos si puedo hacer algo.

Antes de que pudiera decir nada, se arrodilló en la cama, me quitó la prenda y se metió mi polla en la boca. Chupó y lamió como si estuviera comiendo un polo y eso me estaba poniendo aún más duro. Tenía muchas ganas de ella.

—Como sigas así, voy a estallar, Chispas.

Pasó la lengua por la glande, enviando escalofríos a cada célula de mi alma.

—Hazlo. Sé que te mueres por hacerlo.

Siguió chupando y chupando hasta que ya no pude más.

Mamacita —farfullé sacándole el pene de la boca y llegando a mi clímax sobre ese conjuntito tan mono.

Jadeaba, pero no iba a terminar, no aún. Con una sonrisa de niño bueno, me deshice de lo poco que la cubría. Primero, liberé esos pechos de infarto que tenía y los devoré, goloso. La escuché jadear mientras jugaba con ellos, mis labios sobre esos botones erectos y rosados. Mientras, ella no para de decir mi nombre, con unos matices de deseo que volvieron a ponerme a mil.

Poco a poco descendí hacia el sur y, por fin, terminé de desnudarla. Su coño húmedo estaba listo para divertirse unas horas. Quería hacerla gritar de placer, disfrutar, correrse. Y eso hice. Me tomé mi tiempo para tocarla, jugar con su botón del placer, lamerla y saborearla. Me guió con sus manos en mi cabeza, abierta de piernas como estaba. Le pasé la lengua una última vez por su sexo antes de ponerme sobre ella para besarla.

—No pienso darte tregua.

—¿Es una amenaza?

Hundí un dedo en su interior, provocando que su cuerpo se arqueara hacia delante.

—Una advertencia. Pienso hacer que te corras tanto que mañana no podrás ni moverme.

Me dio un casto beso en los labios.

Hmmmm, estoy deseando que lo hagas, badboy.

No tuvo que suplicar mucho. Me coloqué el condón y, poco después, me hundí en su interior. Le hice el amor hasta el amanecer. Ninguno nos dimos tregua. La besé, la devoré, me enterré en ella, la follé con dureza, dulzura, crudeza y deseo.

Nos hice gritar de placer hasta caer rendidos.

No sé qué hora era cuando me desperté, solo que ella no estaba a mi lado. En su lugar había un vacío, un hueco que no debería haber. ¿Por qué se habría marchado tan pronto, sin siquiera despedirse?

Pero me equivocaba, porque Sidney no se había ido. Cuando bajé a la cocina a desayunar, me la encontré entre los fogones. Una de mis camisetas cubría esas piernas de infarto que tenía y el pelo, recogido en una coleta, le despejaba la cara. Sentados sobre los taburetes de la barra de desayuno, Logan y Liam conversaban con ella.

—Así que dices que te has quedado a dormir.

—Ajá —fue la escueta respuesta que le dio esa pelirroja a Logan.

—Con Carter.

—Sí.

—¿Juntos? ¿En una misma cama?

Sidney les lanzó una miradita que no pude ver.

—Supongo que ese cotilla ya os habrá puesto al tanto de lo nuestro. ¿Me equivoco? —indagó, sacando de la sartén una pila de tortitas esponjosas.

—No lo sé, ¿por qué mejor no nos cuentas tú qué está pasando? —la interrogó Liam.

Ninguno de los tres se había dado cuenta de que estaba escuchando la conversación. Mejor.

—No estamos juntos.

—Pero actuáis como si fuera más que un rollo —la rebatió Logan.

—¿Te gusta?

Resopló.

—¿Qué es esto? ¿Un interrogatorio de tercera grado?

—Solo queremos saber qué pretendes con nuestro mejor amigo. Ya sabes, ver de qué pierna cojeas.

Los señaló con el dedo.

—¡No seáis malos conmigo!

Ya no pude evitar ser solo un mero espectador. Con una carcajada, me uní a los tres. Me situé tras Sidney, la rodeé con mis brazos y le di un beso en el cuello, allí donde su pulso latía desbocado. Dio un pequeño respingo al notarme tan cerca.

—Buenos días, Chispas. ¿Has dormido bien?

Una sonrisa tímida se dibujó en sus labios. Se giró entre mis brazos y me rodeó con los suyos.

—¡Felicidades, badboy!

Enterré la cara en su cuello. Olía de maravilla, una mezcla perfecta de champú y esencia personal.

Hmmm, si todos lo cumpleaños van a ser así, no me va a importar hacerme mayor.

—Si acabas de cumplir veintitrés.

Hice un mohín.

—No me lo recuerdes. Y pensar que estoy tan cerca de los veinticinco. ¿Sabes que cuando llegas a esa edad ya no hay vuelta atrás?

Se rió.

—¿Estás teniendo una crisis?

—Solo quiero vivir cada instante.

—Hazlo.

Le di un beso en la mejilla sin poder contenerme. Estaba arrebatadora.

Alguien se aclaró la garganta.

—Si a la no pareja no le importa, no queremos que nos dé un subidón de azúcar tan pronto —nos interrumpió Logan.

Con la cara roja como un tomate, Sidney volvió a lo que estaba haciendo antes de que me hubiese puesto a su lado.

—Son más de las doce —objeté—. Técnicamente no es tan temprano.

Ambos me hicieron una mueca que les devolví.

Desayuné con ellos y, después, acompañé a Sidney a su casa porque me apetecía, porque aún no estaba listo para despedirme de ella aunque a la tarde la fuera a ver de nuevo.

—Me lo he pasado genial en la fiesta —dijo a unos pasos del portal.

Sonreí. Como ya era costumbre entre nosotros, íbamos tomados de la mano, muy pegados el uno del otro.

—Me alegra saberlo, Chispas. Me moría de ganas de que llegaras. No quería divertirme si no era contigo.

Se recolocó un mechón tras la oreja.

—Gracias por acompañarme. No tienes que hacerlo.

—Me apetecía. Me gusta estar contigo.

Me miró con los ojos abiertos de par en par.

—¿En serio?

Moví la cabeza arriba y abajo despacio, en señal de asentimiento.

—No sé qué tienes que... No sé. Todo es mucho más fácil cuando estamos juntos. Me divierto más jugando al fútbol, disfruto incluso de estudiar. Tienes algo que te hace diferente.

—Vaya, si no te conociera, diría que te me estás declarando —bromeó. Porque estaba hablando en broma, ¿no?

Tenía el corazón en un puño. Deseaba tanto decirle lo mucho que me gustaba, pero, al mismo tiempo, temía asustarla, descubrir que había malinterpretado las señales y que ella no sentía nada por mí. Me dejaría devastado.

Por eso, decidí seguirle la broma en vez de confesarle que sí había sido una declaración en toda regla.

—Qué más quisieras. Mírame. —Me señalé con altanería—. Soy el tío más bueno del campus.

—El más vanidoso querrás decir.

Reímos.

Me detuve al llegar al bloque de edificios en el que vivía.

—Te veo en un rato. Ponte guapa, aunque no lo necesitas.

Me despedí de ella con un beso en la mejilla y un guiño. Para cuando crucé la calle, una sonrisa tonta me bailaba en los labios.

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Nota de autora:

¡Feliz lunes, Moni Lovers!

¿Qué tal estáis? Yo he tenido un finde regular. Como ha sido Navidad, he tenido comidas más copiosas y el domingo lo he pasado un poco con dolor de tripa.

¿Qué os ha parecido el capítulo? Repasemos:

1. La fiesta de cumpleaños de Carter.

2. Carter busca a Sidney.

3. Sidney rompedora.

4. ¡Estos dos van a provocar un incendio algún día de estos!

5. El interrogatorio de Liam y Logan.

6. Sidney y Carter en modo enamorados.

Espero que el capítulo os haya gustado. ¡Nos vemos el viernes con el último capítulo del año! Os quiero. Un besito.

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