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Capítulo 15

Capítulo 15

Me había sentido mal la tarde anterior, durante los entrenamientos, pero lo de la mañana del domingo era insoportable. Me sentía hecha una mierda. Tenía la nariz taponada, me picaba la garganta y no dejaba de toser. Apenas había dormido por la tos y los mocos, no estaba lista para afrontar un nuevo día, aunque fuera domingo y mi día libre.

Un pequeño terremoto entró en la habitación.

—¡Mami, mami! —exclamaba mientras daba saltitos sobre el colchón.

Pese a lo mal que me sentía y a lo agotada que estaba, esbocé una sonrisa.

—Bichito —murmuré con la voz ronca—. Hoy mamá no se siente bien. Siento tener que cambiar de planes, pero hoy nos quedaremos en casa a descansar.

A Mia no le gustaba mucho los cambios de última hora, más cuando le había prometido que haríamos lo que quisiera.

Me estudió con detenimiento.

—¿Estás malita? ¡Oh, no! ¿Es mi culpa?

Me incorporé en la cama y la senté a mi lado.

—No, pequeña. Estas cosas pasan. Ya sabes que si una se pone mala, la otra cae días después.

Normalmente solía enfermar primero Mia, que era la que menos defensas tenía.

—Jopetas, con la ilusión que me hacía ir de excursión.

Sonreí, culpable. Le revolví el pelo.

—Ya iremos otro día. Te lo prometo, cariño.

Me estiré y, haciendo acopio de las pocas fuerzas que tenía, me levanté. Mientras preparaba el desayuno, con una lentitud insoportable, tocaron el portero.

Gruñí. ¿Quién demonios sería un domingo a las diez de la mañana?

—¿Puedes poner los trozos de fruta en el bol, bichito? —le pedí. Fui precavida y dejé fuera de su alcance el cuchillo.

La niña meneó la cabeza enérgicamente. Ojalá también me pegara su energía mañanera.

Volvieron a llamar y eso hizo que el tono de voz que empleé fuera más duro de lo que pretendía.

—¿Quién es?

—Vaya, Chispas, ¿cómo sabías que era yo?

Mascullé una maldición.

—Carter, ¿qué haces aquí? ¿No tienes cosas mejores que hacer?

—He pensado...

—Ah, ¿que tú piensas?

—Ja. Ja. Ja. Muy graciosa —respondió, sarcástico—. Se me ha ocurrido que sería buena idea pasarme por aquí y hacer una pequeña sesión de estudio.

—Está Mia.

—Mini Chispas no me molesta.

Arrugué el morro.

—No la llames así.

—Es una versión más pequeña de ti. En el fondo, te encanta.

No iba a admitir en voz alta jamás que poco a poco me había acostumbrado al dichoso mote hasta el punto de que me pareciera hasta adorable y original. Ni aunque me torturaran.

—¿Puedo subir o no? —preguntó unos segundos después.

Miré hacia la cocina, donde Mia me esperaba sentada junto a la mesa, el bol que le había pedido en el centro de la misma. Ambas íbamos en pijama, no nos habíamos peinado y ni siquiera habíamos desayunado. Pero tampoco me importaba. Me daba igual lo que pensara de mí. Ya había presenciado uno de mis arranques de vulnerabilidad y no había dicho nada al respecto, ni un mísero comentario. Ni siquiera estando a solas.

Suspiré.

—Está bien. Pero te aviso que no tengo el cuerpo para aguantar tus tonterías.

Entreabrí la puerta lo justo antes de reunirme con mi niña. Me senté a su lado.

—¿Quién era? —preguntó con esa vocecita tan mona. Sus grandes ojos verdes se me clavaron hasta en el alma.

—¿Te acuerdas de Carter, el chico que me ayuda con los deberes?

Una gran sonrisa se instaló en sus labios.

—¡Sí! Es muy majo.

No pude evitar que una ola cálida me recorriera el cuerpo al recordar lo bien que el badboy había tratado a Mia. La cría se lo había pasado en grande cuando, tras haber estudiado lo suficiente, acaparó toda su atención. Y el tío no dijo ni mu. Cualquier otro se habría quejado, porque puede que vierais a esa pequeña a través de mis ojos, pero yo sabía lo cansina que podía llegar a ser, pero ni con esas hizo un comentario al respecto.

A Mia le había caído bien.

—¿Podremos jugar los tres?

—Seguro que solo ha venido porque se habrá olvidado algo —dije en un intento por que no se hiciera falsas ilusiones. Lo que menos quería era que se encariñara en exceso con él.

Aunque, por lo que veía, ya era demasiado tarde. Maldita sea.

—Qué rollo.

Un suave portazo nos hizo girar la cabeza como un resorte.

—Menudo frío hace fuera, chicas. Menos mal que aquí tenéis puesta la calefacción. —Se frotó ambas manos, tiritando.

Mia fue hacia él como movida por un resorte.

—¡Carter!

El aludido la tomó entre sus brazos y la hizo girar en el aire.

—¡Enana! —imitó su entusiasmo.

La pequeña reía a carcajadas.

Me acerqué a ellos en silencio. No os voy a negar que me enternecía ver lo cariñoso que se mostraba Carter con Mia, que me encantaba ver lo bien que la trataba. Ese brillo dulce en sus pupilas no podía ser solo una fachada, ¿verdad?

—¿Has desayunado ya? Mamá estaba preparando el desayuno cuando has llamado —dijo nada más pisar el suelo. Le hizo un gesto con la mano para que se acuclillara a su lado y susurró—. Está mala por mi culpa. No quiero que se ponga peor. No me gusta verla triste.

—¡Mia! —la recriminé, aunque gracias a ese alzamiento de voz, me invadió una gran oleada de tos seca.

Los ojos claros de Carter me estudiaron con curiosidad.

—Ya veo. —Se volvió hacia la pequeña y le lanzó una mirada cómplice—. ¿Qué os parece si hoy me encargo yo del desayuno? Luego tu mami podrá irse a descansar y tú y yo lo pasaremos pipa juntos.

Mia dio varias palmadas al aire.

—¡Me gusta el plan! —Movió la cabeza en mi dirección y me lanzó lo que yo catalogué como la mirada más dulce y a la vez más manipuladora de la Tierra—. ¿Puede quedarse, mami? Por fa, por fa, por fa.

No supe qué decir. Si de por mí hubiese dependido, ya le habría echado a patadas de casa. Pero estaba Mia y a ella le había caído bien el insoportable de Carter. Además, así podría quizá volver a tumbarme en la cama. Pero, ¿me fiaba de que el badboy supiera cuidar bien del bichito? No las tenía todas conmigo, pero al final decidí aceptar la oferta a regañadientes. No me quedaba otra opción. Estaba para el arrastre. No me veía capaz de atender como se merecía a Mia y tampoco quería descuidarla.

—Está bien, puedes quedarte. Espero que no montes una fiesta en mi propia casa —lo amenacé con la poca fuerza que me quedaba.

Se llevó una mano al pecho.

—Jo, Chispas, qué mala imagen tienes de mí.

Me mordí la lengua para no rebatirle. Sin poder evitarlo, bostecé. Estaba muy cansada y creo que tenía unas décimas de fiebre.

Carter se dio cuenta, puesto que, dando varios pasos al frente, me apretó los labios contra la frente.

—Creo que deberías tomarte el día libre. Vas a irte a la cama y, si necesitas cualquier cosa, escríbeme o llámame e iré corriendo a verte. Mientras, Mia y yo podemos jugar a lo que ella quiera, a no ser que tenga deberes, porque, de ser así, será lo primero que hagamos.

—Los hice ayer.

—¿Podrías ponerla a leer un rato? Está aprendiendo y cada vez le cuesta menos.

—¡Ya sé cuál quiero leer! —medio gritó, corriendo por el pasillo que llevaba a los dormitorios, uno en frente del otro.

—¿Estás seguro de querer hacerlo? Puedo inventarme una excusa si...

Pero me calló colocándome un dedo en la boca. Recordé al instante el sabor de sus labios, de su piel salada. Una ola de calor me invadió por completo.

—No soy tan capullo como crees y pienso demostrártelo.

No recuerdo la última vez que tuve un día libre, libre del todo: sin clases, entrenamiento ni niños pequeños. Hacía ya cinco años desde entonces y, si bien me sentó muy bien esa calma, había una pequeña parte que se sentía vacía. Me faltaba algo.

O alguien.

Tras el desayuno que preparó Carter, volví a recostarme en la cama y no volví a despertarme hasta casi la hora del almuerzo, cuando escuché unas voces provenientes de la sala de estar. Frotándome los ojos, me detuve en medio del pasillo ante la estampa: Mia estaba retando a Carter a un duelo de baile y el susodicho había aceptado. De fondo se escuchaba Ámate a ti mismo, el nuevo single de Destiny, la gran súper estrella que también había estudiado en la NCU y que había arrasado en Internet.

—Seguro que no puedes mejorar este paso —la retaba él mientras hacía un movimiento chistoso que me sacó una sonrisa.

La pequeña lo imitó lo mejor que pudo. Mientras, yo me moría de ternura al ver a esos dos pasárselo en grande. Porque Carter no estaba fingiendo, ¿verdad? A nadie podía dársele tan bien aparentar.

—Me apuesto tres chuches a que no sabes hacer esto —se jactaba la pequeña.

¿Podía gustarme más lo que estaba ocurriendo? Me habría encantado embotellarlo y atesorarlo para siempre.

Tosí y, al hacerlo, rompí el momento.

—Mami, ¿ya estás mejor?

—Un poco mejor, sí. ¿Qué tal te lo estás pasando? Espero que no le hagas sufrir a tu nuevo amigo.

—Carter es súper divertido. Me ha contado muchos chistes.

—También me ha enseñado lo bien que lee, las películas que le gustan y todos los disfraces que tiene.

Sonreí.

—No habéis perdido el tiempo.

—Para nada. Ahora íbamos a poner una peli, ¿te unes? —preguntó Carter con esa sonrisa dulce y amable que no había perdido en todo el día.

—Solo si hacemos palomitas. —Le guiñé un ojo.

—No lo pidas dos veces.

Y así, sin más, nos sentamos en el sofá con Mia tumbada sobre unas cojines en el suelo. Mientras la trama avanzaba, no pude evitar pensar en lo bien que me sentaba no ser siempre la responsable del grupo. Desconectar me había venido bien. Pero, por otro lado, me daba mucho miedo lo rápido que se había encariñado mi pequeña con Carter y solo deseaba que no acabara sufriendo.

Carter y yo éramos como el agua y el aceite, explosivos.

Aunque pronto me daría cuenta de que no éramos tan diferentes.

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Nota de autora:

¡Feliz miércoles, Moni Lovers!

¿Qué tal estáis? Yo muy emocionada de ver lo mucho que os está gustando la historia de Sidney y Carter. ¿Qué os ha parecido el capítulo? Repasemos:

1. Sidney está mala.

2. La visita sorpresa de Carter.

3. Carter cuida a Sidney y a Mia.

4. ¡Destiny sigue triunfando!

5. ¡Estos dos ya han caído el uno por el otro!

Espero que el capítulo os haya gustado. ¡Nos vemos el viernes! Os quiero. Un besito.

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