Parte Única
Eran las tres de la tarde de un viernes 15 de marzo, además de también ser el día y la hora en la que Jung Hoseok vio venir su fin.
No es que Hoseok estuviera siendo dramático o algo parecido. Él había ansiado durante toda la semana que ese día llegara. Después de todo sería el día en el cual podría descansar un poco después de la atareada semana que había tenido, llena de proyectos, evaluaciones, más proyectos y más evaluaciones.
Con tantos problemas lo menos que deseaba que se añadiera a la lista era una enfermedad, pero la vida no es justa. Así que antes de salir de su última clase, su bendita garganta comenzó a arder, su bendita nariz comenzó a congestionarse y su bendito cuerpo comenzó a sentirse débil. Claro, tenía que haberlo predicho, no podía tener tanta suerte.
Salió de la universidad rumbo a la parada de autobús con sus amigos a espaldas suyas preguntándole constantemente si estaba bien mientras él trataba de calmarlos diciéndoles que sí y corriendolos en el momento en que intentaron acompañarlo a la parada.
Unos minutos más tarde estaba sentado en el asiento que da a la ventanilla del autobús camino a su departamento. Apenas había llegado a la parada, su transporte había aparecido de manera inmediata. Parecía que la vida estaba tratando de no ser tan injusta con él.
Durante todo el trayecto Hoseok mantuvo los ojos cerrados, algo completamente opuesto a lo que hacía normalmente ya que siempre mantenía los ojos abiertos. Después de todo viajar en el transporte público le servía para contemplar el bello paisaje y observar el comportamiento de las personas. Viéndolas lograba inspirarse en base a sus acciones, creando así ideas para sus trabajos y aquello siempre funcionaba. En esos momentos, no importaba cuánto Hoseok deseara observar el paisaje, simplemente no podía, ni siquiera era capaz de abrir los ojos y tampoco es como si quisiera hacerlo.
En cuestión de segundos su resfriado empeoró. Se dio cuenta de eso cuando los ojos le lloraban y le dolían con el simple hecho de ejercer un poco de presión. El dolor también había pasado a su oído dejándole la gracia de escuchar un ligero zumbido que comenzaba a crisparle los nervios.
Todo estaba perdido.
Con paso tambaleante bajó del autobús en el momento en que estuvo en la parada correspondiente a su complejo de departamentos. Tratando con toda su energía de mantener fuerza en sus piernas para no terminar en el piso.
Al llegar a su hogar solo tuvo la fuerza para quitarse los zapatos, tumbarse en la cama y dejarse llevar por los remolinos de la vida.
Se mantuvo mirando al techo por lo que pareció una eternidad mientras su mente tenía un duelo de pensamientos; de queja, de burla y algunos otros un tanto cómicos, como; seguramente me va mal porque es el día en que Denzel Croker perdió su felicidad. Antes de darse cuenta había caído en el mundo de los sueños.
****
Hoseok se movió al sentir algo debajo de su cuerpo, era incómodo así que decidió quitarlo con un mínimo esfuerzo, comenzando apenas a sentirse consciente de si mismo. Acto seguido se volvió sobre su estómago, adoptando una posición de medio lado y haciendo que dos de sus extremidades rozaran una con la otra. Aquella acción le dio la sensación de dos brasas hirviendo que eran frotadas una contra la otra. Abrió los ojos notando que se sentía incómodo. En primera instancia no lo había notado, quizá aún ni siquiera lo notaba.
Cuando estuvo en sus medios cinco sentidos se percató de que se sentía mareado, tenía la nariz aún más congestionada, la cabeza le dolía como el infierno, los ojos le lloraban y las lágrimas estaban hirviendo al igual que todo su cuerpo. Sin contar el hecho de que el calor que su cuerpo emanaba estaba a punto de hacerlo delirar haciéndolo cambiar de posición a cada rato.
Se estaba muriendo, esta vez era oficial. Tenía todas las enfermedades del mundo juntas y le pesaba el hecho de morir tan joven, sin haber viajado. Trató de ponerse de pie y dirigirse al baño de la habitación. Su esfuerzo se veía frustrado cada vez que lo intentaba por su total falta de equilibrio y su repentina pérdida de la visión.
Se rindió y permaneció tirado en la cama.
Unos diez minutos después escuchó la puerta principal abrirse, seguido de unos pasos dirigiéndose a la habitación. Con un gesto moribundo, Hoseok logró mirar al recién llegado y pudo percibir en el rostro del pelinegro una preocupación latente, casi tangible. El chico parecía haber perdido el color y el aliento como si hubiese corrido hasta llegar ahí.
—Mi amor, estás hirviendo —expresó el pálido después de acercarse a él. Sintió la mano de Yoongi bajar hasta el borde su adorable camisa y jalarla hacia arriba para poder quitarla.
Con un gran esfuerzo por parte del pelinegro. Hoseok fue arrastrado hasta la bañera, a la cual fue obligado a entrar una vez el agua alcanzó el nivel. Cuando la fiebre bajo un poco el mayor volvió a llevarlo a la cama.
—Estaba preocupado, Namjoon me dijo que te veías realmente mal hoy.
Yoongi se sentó en el pequeño espacio de la orilla de la cama. Llevando su mano hasta la frente del menor.
—Lo siento —murmuró Hoseok con la cabeza gacha.
—No lo sientas. Mierda, estás enfermo, solo debiste llamar para decirme que te sentías mal y habría venido antes. —Yoongi suspiró derrotado—. Aún estás caliente, vamos a tener que ir al médico —declaró dulcemente poniéndose de pie.
— ¡No! —gritó Hoseok.
El grito de Hoseok había salido en un simple lloriqueo, puesto que su garganta automáticamente se cerraba cada vez que hacía el intento de hablar.
— ¡Sí! —reafirmó Yoongi.
—Ni siquiera puedo pararme —murmuró con voz ronca, aún recostado en la cama. Su voz apenas era audible y eso lo estresaba provocando el ese característico gesto suyo. Un puchero en forma de una figura invertida.
—Si quieres te cargo —sugirió el pálido encogiéndose de hombros aunque realmente parecía estar absteniéndose de reír.
—No puedes soportar mi peso, iré al médico cuando me sienta mejor.... lo juro.
— ¿Y de qué sirve ir cuando te sientas mejor? —preguntó Yoongi—. Ah ¿Dónde están las pastillas para la gripe? —interrogó el mayor caminando hasta la mesita de noche del lado izquierdo de Hoseok.
Apenas el mayor se acercó, Hoseok pudo sentir la conocida calidez que Yoongi emanaba de su cuerpo y a pesar de tener la nariz congestionada y prácticamente ser incapaz de oler algo, solo por ver su aspecto sabía que el mayor olía a cacao cortesía de su acondicionador favorito.
Finalmente Yoongi encontró la caja de pastillas vacía.
La mirada juzgadora de Yoongi fija en él lo hacía sentir pequeñito. Estaba enfermo, lo menos que quería era ser regañado, aunque sabía perfectamente que él mismo se lo había buscado.
Comenzó a toser, una y otra vez. Yoongi cambió su expresión a una de inquietud.
Dos horas más tarde Yoongi había colocado un paño húmedo en su frente y lo había cubierto con mantas. Más temprano el mayor había ido por medicina, misma que rápidamente le dio a Hoseok.
— ¿Cómo te sientes? —cuestionó acariciando las hebras de cabello hacia atrás, presionando aún más el paño húmedo sobre la frente del pelicastaño.
—Un poco mejor —musitó.
Sus ojos se fijaron en los de Yoongi y sonrió débilmente. Sintiendo el toque de los dedos del mayor sobre su cuero cabelludo. El mayor dibujaba círculos en su cabeza, alentándolo a caer en un profundo sueño, sedandolo.
—Deberías de dormir —habló Yoongi por encima del silencio de la habitación—. Estás enfermo y la mejor manera de dejar de estarlo es descansando.
Yoongi se agachó hasta su frente y dejó un casto beso, que provocó que Hoseok tratara de alejarse.
—Si me besas —habló a duras penas Hoseok—, podrías enfermarte, no lo hagas.
—Yo no tengo las defensas bajas como tú —respondió rozando su boca contra su respingada nariz y se incorporó fijando su mirada en él. Ambos mirándose por varios segundos. Yoongi lo miraba con el más puro amor—. Te prepararé una sopa. Mientras trata de dormir.
****
Hoseok despertó en la oscuridad de la noche. Solo la tenue luz del foquito led de su regulador alumbrando de rojo un pequeño diámetro de la alfombra. Sus ojos se abrieron y se cerraron en varias ocasiones en un acto reflejo natural para tratar de acostumbrarse a la cantidad de luz a la que estaban expuestos en la estancia. Tan perdido había estado que no se había percatado del bultito a su lado, mismo que lo apresaba firmemente (aún estando en el mundo de los sueños) con su brazo y pierna.
Volvió su vista a la persona acostada junto a él. Sus ojos ya se habían adaptado en ese momento a la luz, por lo que pudo ver mejor el rostro de Yoongi. El mayor estaba plácidamente dormido, con la cabeza recostada muy cerca de su hombro. La quietud de la noche permitía que las respiraciones constantes de su novio llenaran completamente la habitación. Dichas respiraciones eran acompañadas por las propias, las cuales no eran constantes. Él mismo se obligaba a retener el oxígeno en sus pulmones para finalmente soltarlo de forma lenta y pausada. Entre sueños Yoongi pareció olvidarse de retenerlo y liberó el agarre que tenía sobre su cuerpo. Su novio ahora estaba estratégicamente de espaldas, momento que Hoseok aprovechó para sigilosamente rodar hasta la orilla de la cama, sosteniéndose con la pierna derecha para después colocar la izquierda y lograr ponerse de pie.
Lentamente Hoseok caminó al otro lado de la cama. Sus fosas nasales se sentían libres por lo que fue capaz de inhalar el olor de Yoongi. Sus ojos se cerraron sin darse cuenta, una respuesta automática al percibir el olor a cacao y la calidez que su novio emanaba. Era tentador estar ahí, pero si lo hacía corría el riesgo de contagiar a Yoongi.
Justo cuando estaba alejándose de la cama con la idea de ir a dormir al cuarto de invitados, una mano le rodeó la muñeca izquierda, provocando que Hoseok diera un saltito en su lugar.
— ¿A dónde vas? —Yoongi se había volteado de lado y giraba la cabeza para poder mirarlo con los ojos medio abiertos.
—Al otro cuarto —respondió—, voy a dormir ahí.
—No, estás enfermo, duerme aquí.
Yoongi habló con los ojos cerrados.
—Si me quedó aquí vas a resfriarte. Te he dicho muchas veces que voy a contagiarte, que no te quedes cerca de mi y te aferras.
Pudo escuchar un suspiro de exasperación de parte del mayor.
—Y yo ya te dije que no soy de papel. Mi sistema inmunológico es capaz de combatir las infecciones, a diferencia del tuyo.
Hoseok rodó los ojos ante el comentario que pretendía llamarlo débil, aunque en verdad lo era, a veces se preguntaba qué diablos hacían sus defensas. Y al parecer en ese momento sus barreras mentales tampoco estaban funcionando, porque Yoongi con solo mirarlo de la manera en que lo estaba haciendo comenzaba a tener poder sobre él. Odiaba eso.
Su labio inferior se encontró pronto preso entre sus dientes. Era tentador y el rostro de Yoongi no estaba ayudándolo a contener sus instintos más salvajes de lanzarse sobre él, aún estando enfermo.
— ¿Y si te enfermas? —preguntó Hoseok bajito, acercándose hasta la orilla de la cama.
Yoongi mantenía los ojos cerrados, había dejado caer la mano que sujetaba la muñeca del menor sobre la cama.
—No me voy a enfermar, mis defensas sí funcionan. He estado cerca de ti desde el viernes y supongo que ya es domingo, así que ahora acuéstate y cállate.
Hoseok lamió sus labios e internamente se sentía feliz. Casi saltando rodeó la cama hasta llegar al otro lado, jaló las suaves sábanas con mucho cuidado metiéndose debajo de ellas. Apenas entrar Yoongi se lanzó hacia él como si de un imán se tratara, pegando su cuerpo al suyo, tan cerca que sentía los latidos del mayor como propios, estos haciéndole una competencia a los suyos. Después de un rato escuchó la respiración de Yoongi volverse pausada y pesada.
El pelicastaño se giró con mucho cuidado apoyándose sobre su lado izquierdo para contemplar al pelinegro con benevolencia. Yoongi se merecía esa mirada y más por el simple hecho de soportarlo enfermo y cuidar de él. Sin mucho esfuerzo estiró su mano hasta llegar a la mejilla del mayor, comenzando a acariciarle para luego seguir con su cabello. Sus manos perdiéndose en las gruesas hebras de color negro.
La luz de la luna apenas le permitía ver la cara de Yoongi.
—¿Vas a dormir algún día? —la voz de Yoongi salió en un dulce regaño.
—Lo siento...
Yoongi no respondió y solo jaló de la mano sobre su cabello acercándolo más a él. La calidez se hizo más intensa gracias a esa acción, además de la conciencia del cuerpo del contrario.
—Hay que dormir así —expresó Yoongi cuando consiguió que Hoseok lo rodeara con su brazo. Quedándose acurrucado sobre el pecho de este—, estás calientito...
—Y enfermo —completó Hoseok mirando a la nada mientras sentía la picazón de las hebras del cabello de Yoongi en su nariz, aunque también sentía su magnífico aroma.
—Solo duérmete.
—Te amo, Yoongi.
Aquellas palabras bastaron para que Yoongi abriera los ojos y terminara mirándolo fijamente con dulzura.
—Yo también te amo, Hobi.
****
—De acuerdo, abre la boca.
Yoongi obedeció y abrió la boca debido a la voz molesta y demandante que Hoseok había utilizado.
—Creo que aún estás muy caliente.
Hoseok tomó el termómetro con su mano derecha y alzó el objeto a la altura de sus ojos, entrecerrandolos para verlo mejor.
—Umm, sí, aún estás muy caliente.
—Hoseok por favor, estoy muriendo. Córtame la cabeza, es la única forma. Hazlo limpiamente, hazlo ya —lloriqueó el mayor.
Hoseok rodó los ojos.
—Bien —en el fondo aún podía escuchar a Yoongi lloriqueando acerca de su estado, diciéndole que si de verdad lo amaba no dudaría en cortar su cabeza porque en ese momento Yoongi estaba muriendo—. ¡Oh dios mío! Había olvidado cómo te volvías cuando enfermabas, hace apenas una semana me decías que jamás te enfermarías y me obligaste a ir al médico.
Porque sí, el domingo en la tarde Yoongi lo obligó a ir al médico y lo obligó a tomarse cada una de las pastillas que le fueron recetadas.
Hoseok se cruzó de brazos.
—Ughhhhh, Hoseok —volvió a lloriquear Yoongi ignorándolo.
—Yoongi, esto es lo que sucede cuando no me haces caso y no te mantienes lejos de mi. Además esto también ocurre cuando no comes frutas y verduras. Comer una sola lechuga no te va a curar de absolutamente nada, necesitas comida real, siempre rechazas lo que cocino para ti, no aceptas las manzanas que partó para ti....
— ¡Hoseok! —gritó Yoongi o al menos eso trató de hacer, su voz sonaba gangosa y apenas audible—, te juro que si dices ese lema de "una manzana al día aleja al doctor de tu vida", voy a incendiarme a mi mismo, renacer de las cenizas como el ave fénix, voy a estudiar física cuántica en lugar de contabilidad y descubriré el viaje en el tiempo para viajar al momento exacto en que tus padres se conocieron e impediré que se conozcan.
Hoseok miró al techo y volteó bruscamente a mirar a su novio.
—Oh, no te atreverías porque no podrías vivir sin mí —Yoongi rodó los ojos e internamente Hoseok sabía que el mayor le había dado la razón—. Y sí, iba a ponerme filosófico y gruñón, pero definitivamente no lo haré porque tú no lo hiciste. Con esto me has obligado a utilizar la frase que mi madre solía decirme.
—Oh, ¿cuál es esa? —preguntó Yoongi sonando esperanzado.
Se veía tierno.
Hoseok lentamente se acercó hasta él tocando su frente, desde donde estaba tenía plena vista de observar los intensos ojos del mayor, que aún enfermo tenían ese brillo especial que tanto le gustaba a Hoseok.
Con sumo cuidado se acercó más a él.
—Un beso al día —dijo inclinándose dejando un casto y suave beso en su frente que apenas había sido como una caricia dulce—, aleja la amargura de tu vida.
Hoseok entonces sonrió radiante al terminar su acción, reincorporándose a mirar a su novio. Yoongi en cambio tenía una divertida expresión, era digno de admirar lo confundido que estaba, entonces con cierta vergüenza se escondió detrás de las sábanas, tratando de cubrir un sonrojo que adornaba sus mejillas.
El menor se puso de pie de brazos cruzados mirándolo.
— ¿Mejor? Ah y desde ya te digo que vas a perder clases por tu terquedad —regañó.
Como respuesta Yoongi emitió una especie de gruñido, escondiéndose por completo detrás de la sabana.
Y después de decirse a sí mismo que no debía molestar a Yoongi por ponerse rojo por un simple beso, Hoseok se encaminó hacia la cocina con el pensamiento de que debía proteger a Yoongi de la misma manera en que él lo protegía.
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