Capítulo 30
"La muerte de una mujer hermosa es, sin duda, el tema más poético del mundo."
- Edgar Allan Poe
—¡Phoenix por favor reacciona, tenemos que irnos! —grita Norman tomándome por los hombros. —Vamos, respira conmigo.
Niego. No podía hacerlo.
Tenía la respiración agolpada en la garganta y me zumbaban los oídos, pero de alguna forma conseguí negar con la cabeza.
—Yo... —no sé ni cómo conseguí encontrar mi voz, pero noté que los ojos se me llenaban de lágrimas de nuevo—. Él... m-mis hermanas...
—Escúchame, Phoenix, tienes que intentar respirar como yo ¿escuchas? No tenemos tiempo para quedarnos aquí.
Pero ya no lo escuchaba. Cierto los ojos un momento y casi podía sentir una mano oprimiéndome la garganta. Volví a abrirlos de golpe, aterrada, y me encontré a mí misma encogida contra la pared del pasillo de la primera planta. Ni siquiera sé cómo llegue aquí. Me costaba respirar. Me llevé una mano al pecho. Mi corazón nunca me había latido tan deprisa.
Me estaba ahogando. Intento inspirar, pero no puedo, era como si algo me obstruyera el pecho, lo estrujara y no dejara que el aire entrara. La desesperación se hizo todavía peor y empecé a notar que me cosquilleaban las puntas de los dedos y el cuero cabelludo. No podía respirar. Y no podía cerrar los ojos, porque si lo hacía lo vería, lo vería a...
Cómo en un sueño muy lejano, escucho la voz de Norman llamarme con desesperación, que seguía a mi lado en el suelo. Alargo mi mano para poder sostener su brazo, casi sin poder llenar mis pulmones de aire y con las mejillas empapadas de lágrimas calientes que se mezclaban con mi sudor frío, consigo apretar con mucha fuerza su brazo.
—Phoenix, por Dios ¿me estás escuchando? —por la forma en la que la voz de Norman salía, me daba la sensación de que esta a punto de llorar—. Vamos, reacciona. Estamos en peligro, por favor. Piensa en algo que hagan ustedes los locos ¡no sé! ¿Y si llamo a Devon o a Dominik...?
—Ni te atrevas —gruño con fuerza.
—¡Ah, me estás escuchando! —suena completamente aliviado. —¿Ahora puedes respirar? ¿Cómo demonios se hace esto?
Niego, con la respiración atascada en lo más profundo de mi pecho, donde descansan todos mis miedos. Escondidos de todo el camuflaje calmado de la superficie.
Al ver la urgencia en sus ojos. El miedo y el pánico pintando sus facciones, decido hacer lo que mejor sé hacer. La acción perfecta de mantener mi realidad caótica protegida por una gigantesca caja fuerte, hecha con el odio que guarda mi alma. Tragarme todo el dolor que llevo dentro.
Cómo me he cuidado todos estos últimos años de mi patética vida.
Olvido todo completamente. El dolor, la pena, el miedo. Todos esos sentimientos pesados son reemplazados por algo mucho más fácil y ligero.
La maldita realidad de mi vida.
La venganza.
Tomo una bocanada de aire, obligando a mis pulmones a recibir el oxígeno que necesitan. Es remotamente imposible, pero diría que esa es la única palabra que me define.
—¿Qué está pasando? —suelto, mientras seco mis lágrimas bruscamente. Mi cuerpo zumba, preso de las sensaciones intensas que me obligo a esconder.
Pero de todos modos, con la ayuda de Norman me levanto del piso, dejando todo mi peso caer en mis temblorosas piernas.
—Los de la organización, —Mira hacia un lado del pasillo. —Nos encontraron, vinieron por nosotros y ahora tenernos que huir porque han prendido en fuego toda la mansión. —Sus ojos húmedos recorren mis facciones. —Phoenix, tengo miedo de que ninguno de nosotros salga vivo de aquí.
Podría decirle que esa idea no estaría tan mala ¿por qué huir cuando puedes descansar feliz? Sería inútil. Pero decido optar por no soltar nada de eso.
—Lo resolveremos.
Aprieta sus labios en una línea. Nuestra atención cambia en el momento en que un grito desgarrador atraviesa las duras paredes del gigantesco lugar. Probablemente proveniente de una mujer. Un sentimiento extraño se instala en mi estómago al pensar en los chicos o en las chicas.
Una sola mirada es suficiente para Norman y yo salgamos corriendo hacia la plata baja.
El humo entra en mi sistema cuando el fuego sigue avanzando a una velocidad más rápida que nuestros pasos. Tengo que tapar mi nariz y toser unas cuantas veces mientras el humo empieza a quemar mi garganta. El fuego nos abraza como una manta cuanto más nos adentramos.
—Esto es una mierda, una completa mierda. —murmura Norman.
El calor se instala en mi piel como si estuviera tratando de quemar el cerrojo de la puerta que guarda todos mis traumas, donde él es el principal protagonista.
Detesto el calor. Lo aborrezco. Pero algo que es completamente diferente es que no pueda con él.
—¿Cómo sucedió esto?
—No lo sé —suspira detrás de mí. —Solo sé que cuando vi que entrabas en pánico mientras todo investigaban que coño le había pasado a la cabina, te saque de ahí lo más rápido que pude.
Un escalofrío recorre toda mi espina dorsal al recordar lo que Mazhar le había hecho a mi hermana. Trago un nudo. Debería haber hecho algo más, debe haber algo más que hacer.
Sé que no acabará con ellas. Lo sé. Las mantendrá vivas, solo para utilizarlas como control para doblegarme.
—¿Los demás siguen en la cabina?
Siento los pasos de Norman detrás de mí al mismo tiempo que nuestros pies se adentran a una de las habitaciones de la segunda planta. Igual que todas, el fuego se apodera de ella. Al pasar a la siguiente es lo mismo, no hay rastro de ninguno de los chicos, nada que pueda decirme si debería irme y salvarme o tendría que buscarlos.
Cómo nunca he sido una cobarde tomaré la segunda opción.
—Joder creo que sí. No lo sé exactamente —su mirada se dirige hacia una de las habitaciones con la puerta de par en par. —Pero tengo un puto miedo ¿por qué tuve que sacarte de ahí yo? Soy una mierda para esto.
—No todos nacimos para escapar de unos locos, Norman—añado—. Pero justo ahora tener algo con que comunicarme con ellos sería maravilloso.
Se detiene y rebusca algo en sus bolsillos.
—Todavía tengo mi teléfono ¿te sirve? —ofrece atrayendo el aparato hacia mí.
—Podrías haberlo dicho antes ¿sabes? —pulso para llamar a Lea, aunque en varios intentos no contesta. Pero escucho su voz. —¿Lea?
Su voz es apenas un susurro, pero a través de la llamada puedo escuchar su respiración errática.
—¿Phoenix? ¡Dios, estás bien! —chilla-susurra. —Esto es un puto caos, Luke y Axel están lidiando con un par de ellos. Me escondí, pero no tardarán en encontrarme.
Mi estómago se contrae.
—¿Dónde estás?
—Escondida en uno de los cuartos de la cocina.
Con una mirada hacia Norman le indico que tenemos que cambiar de dirección. Rápidamente bajamos los escalones mientras Lea sigue contando todo lo que ha visto y escuchado de esos malditos enfermos.
—Voy en cinco, quédate donde estás.
—No, ¡¿estás loca?! —murmura histérica. —Te están buscando a ti, Phoenix, esto es peligroso más que nada para ti.
—Los estaré esperado, entonces.
Termino la llamada cuando nos tenemos en el último escalón de la escalera, no se escucha absolutamente nada. Todo está pacífico, como si el fuego que está consumiendo la mansión Richter fuera silencioso. Cómo un felino con el hambre en sus huesos, clamando la mejor comida que pudo haber cazado.
En este caso la comida somos nosotros, el fuego nos caza. Pero los hilos los mueven ellos.
Al menos es lo que ellos creen.
—¿Ahora qué hacemos?
La voz de Norman resuena por toda la caótica mansión, haciendo eco hasta lograr llegar hacia el rincón más sórdido del lugar. Podría responderle con la verdad y decirle que planeo buscarlos a todos, pero eso solo alteraría su pánico.
Aunque estoy pretendiendo ignorar cómo sus extremidades tiemblan, seguro preso de su propia mente jugando con su miedo.
Continuó bajando el último escalón, mis ojos se dirigen a ambos lados, donde en cada lado hay una entrada. La cocina, el salón. Debería preocuparme por cómo está Lea, pero mi atención se centra en el charco de sangre que sobresale del camino hacia el salón gigantesco.
Mierda.
—Norman ve a la cocina, busca a Lea y dile que mate a cualquier persona que vea.
Inspecciona mi rostro con sus ojos saltones. El temor y la angustia adornando su rostro.
—Joder, de verdad estás desquiciada. Phoenix, no pienso dejarte sola con lo que acaba de decir Lea. —Suelta un suspiro tembloroso. —Tengo miedo, pero no dejaré que te pase algo. Devon, Dominik y Diamond me matarían si dejara que te pasara algo.
—Y Sofiane lo intentará si dejo que te suceda algo a ti. —Lo encaro. —Sé cuidarme sola, Norman. No necesito de un hombre para defenderme, que te quede claro. Ahora irás hacia donde está Lea y le dirás lo que acabo de decirte.
Da un paso hacia atrás, temeroso. Quizás sea por el peso de mi mirada o por las palabras duras que acabo de soltar. En este momento no me importan muchas cosas, pero ver a uno de mis nuevos amigos heridos o muertos no lo incluye.
—Maldición, das un puto miedo maldita sea.
Me alejo de su cuerpo tenso e impaciente.
—Vete, ahora.
Le doy la espalda mientras me adentro en la sala, mis ojos recorren todo el desastre que hace unas horas no tenía. Los candelabros que antes le ofrecía al salón un aspecto lujoso y caro están esparcidos por todo el piso que antes estaba horriblemente limpio.
Todo es un desastre, de hasta los muebles blancos manchados de sangre y fuego, hasta las paredes pintadas de un negro caótico. El sublime recuerdo de que un tornado caliente y en llamas fue el causante de todo esto.
Me pregunto de quién es la sangre que ensucia las paredes quemadas y los muebles destruidos.
Me adentro, paseando mi mirada por todo lo que me debería llamar la atención. No hay nada. Solo hay sangre y caos, nada que pueda darme un indicio de cualquier ayuda. No es hasta el momento de darme por vencida cuando un cuerpo tirado en frente de la chimenea capta mi atención.
Es uno de ellos.
Me hinco a su lado. La punta de mis dedos cosquillea ante anhelar la sensación de sentir su piel muerte bajo mi toque cálido. Hace tiempo que no había sentido esto. La ansiedad de querer perturbar la muerte de alguien que ni siquiera la merece.
Que envidia.
Rebusco en sus bolsillos, guardando todo lo que encuentro en ellos en los míos. Desde un cuchillo afilado, hasta frascos con líquidos extraños y jeringas. Absolutamente todo. Un ruido hace que mi mirada se alce, conectándola con otro de ellos.
Sus ojos permanecen en mí todo momento, ni siquiera logro captar su pestañeo. Su arma apunta justo en mi cabeza y sus ojos fríos y enojados apenas logran mover sus pupilas. Sonrío. Probablemente le dijeron el básico cuento de que soy peligrosa, que esté atento a todos mis movimientos porque podría matarlo en menos de dos segundo.
Y definitivamente eso es cierto.
¿Cuánto tiempo tuvo que tener de entrenamiento para poder mandarlo por mí? ¿Un año? ¿Dos?
Probablemente toda una carrera universitaria promedio.
—Ponte de pie y no intentes hacer nada —Su voz sale segura, fría y apropiada. Al parecer mandaron al más capacitado para esta tarea.
Esto es un chiste.
—Vaya, vaya —mi sonrisa es una amenaza para él, puedo verlo en sus ojos. En cómo aprieta más sus dedos alrededor de la pistola. —Mazhar me ha mandado alimento después de tanto tiempo.
Me levanto lentamente del piso, sosteniendo la navaja que estaba en los bolsillos del herido y matado. Que pena, habría sido grandioso y darlo para sacar sus ojitos verdes.
—Cállate la puta boca si no quieres que te vuele los sesos maldita asesina.
Arqueo la ceja.
—¿Por qué dices eso? Deberías estar agradecido de que te deje escuchar mi voz. —le guiño el ojo. —Será la única que escucharas antes de que te arranque la cabeza para enviársela a tu patético jefe como de regalo de cumpleaños.
Su mandíbula se aprieta, sus ojos lanzan balas y armas afiladas que mi sonrisa descarada logra esquivar fácilmente. Nunca había sido tan fácil enojar a uno de ellos.
Mis queridos guardas personales.
—Cierra la maldita boca —gruñe con los dientes apretados. —Vamos, estúpida camina antes de que dibuje tu lindo ceño con las balas de la organización.
Niego, aún con mi sonrisa permanente.
Por supuesto que me amenazaría con las balas Bağışıklık. Con una sola de ellas incrustada en tu organismo, podías morir rápidamente a causa del veneno de la ricina. No importa en el lugar que esté, puede estar causándote el menor dolor y apenas en hacer contacto con tu cuerpo tienes una fecha de muerte asegurada.
Lo sé porque yo misma cree esas balas.
—Que prometedora oferta, pero en este momento no creo que tengas las suficientes bolas para hacerlo. —Avanzo hacia él con pasos pausados. —¿Te dijo el bastardo de tu jefe que te despidieras correctamente de tus familiares? Es la pregunta que le suele hacer a los agentes que envía por mí. Sabe que no volverían con todas sus extremidades completas.
Da un paso atrás bruscamente, sin bajar el arma que empuña como la esperanza de la vida que debió de prometerle Mazhar.
—¡Aléjate! ¡Te dispararé si no te alejas!
Resoplo una risita.
—Oh, vamos. ¿No quieres probar primero las balas que hice? Te lo sugiero, son muy divertidas. Al igual que la muerte. —Ladeo la cabeza mirando el temor en sus ojos. —Vamos, no seas cobarde. Te llevarás toda la diversión, justo te envidio ¿sabes?
—¡Que te alejes! —Su gruñido resuena por todo el salón destrozado seguido de otro sonido, uno fuerte y peligroso.
Un disparo.
Miro hacia mi muslo. La sangre rápidamente se esparce por toda mi pierna, recorriéndome la pierna completa. Subo la mirada hasta sus ojos, encontrando su mirada de consternación.
Tiene miedo.
Sabe que debía llevarme sana y salva. Esto hará que lo maten, si es que logra escapar con vida.
Silencio, guardo silencio mientras mis músculos no se mueven ni un centímetro. Ver los lamentos en sus ojos, las disculpas qué quiere soltar de la punta de su lengua hacen que el acto de arrancarle la cabeza de los hombros sea una necesidad. Casi como el aire que entra por mis pulmones.
—¿Qué has hecho bastardito?
Traga saliva. La nuez de adán se mueve por su garganta y las ganas de cortarla me hacen picar la palma de mis manos.
—Maldición, esto no era parte del puto plan —levanta la mano para agarrar su cabeza entre ellas—. ¿Qué diablos he hecho?, eso fue...
Veo cómo abre los ojos ante las personas que acaban de entrar a la habitación con nosotros. Una furia implacable se abre paso en sus magistrales afecciones.
Se me corta la respiración.
Y su voz, sombría como la noche líquida, impregna el aire.
—El peor error de tu puta vida.
Ehhh, que pudo decir? JAJAJAJAJA perdón por dejarlas con la intriga, es que pues ellos no lo pueden evitar.
Si quieren un breve spoiler díganme en los comentarios, podría ser buena y dejarle un pedacito. Perdón 😔.
Lxs leo. Att: Phoenix <3
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