Capitulo 2(*)
"Ustedes tan fuego, y yo tan decidida a quemarme."
Los días en Suiza han pasado súper rápidos y agotadores, pero gracias a los chicos no ha sido tan cansado. Son tan idiotas e imbeciles que la mayoría del tiempo apenas si puedo respirar bien por las risas.
Pero sin duda lo peor es como chicas diferentes cada día van a la casa en busca de Axel, me parece imposible cómo un rubio tan apuesto o caliente, como le dicen sus chicas, claramente seria una celebridad para el género femenino. Pero hasta el musculoso de Logan le parece imposible su popularidad.
Así que ahora, en medio del pasillo de la universidad Daughtler de camino a la oficina de rectoría. En primer lugar, todavía no logro descifrar si todas la personas que nos rodean en el pasillo están mirando a los chicos, a la belleza de Lea o a mi, la nueva y extraña pelirroja con ojos únicos.
Quedo fascinada con lo hermosa y grandiosa arquitectura de la universidad, así que aunque no esté informada sobre diseños de lugares no cabe duda que este lugar es fantástico. Paredes altas de un color crema, casilleros de un dorado oro, mientras que el piso está más reluciente que el espejo que desempaque anoche. Es tan impresionante lo gigantesco que es este lugar.
—Sabía que te gustaría la universidad —La voz de Luke llama mi atención. —Nos trasladamos a tantas, en diferentes ciudades pero en ninguna nos sentimos como en esta.
Asiento.
—¿Te hace sentir seguro?
—No se refiere a seguridad, Phoenix, es obvio que estamos traumados pero no nos hagas tan obvios. —resopla Axel. —Lo dice porque hay tantas mujeres, de todas las formas y tamaños...
Lea pone los ojos en blanco y yo sonrío.
—¿Por que siempre tienes que hablar de mujeres?
—¿De que más hablaría si no es de las maravillas de las tetas?
Ethan suelta unas risas sin despegar la vista de enfrente.
—¿Por que no hablas de cómo Devon te ganó la carrera la semana pasada? Todo el mundo no para de hablar de lo rápido que puedo superarte en menos de diez minutos.
—¿Quien es Devon?—inquiero, todavía sintiendo las miradas de todos en mi.
Axel resopla.
—Un cara bonita que hizo trampa para ganarme la competición del viernes.
—No hizo trampa —suelta Luke sin despegar la vista del pasillo.
—Por supuesto que si.
—Axel, literalmente había más de seis mil personas alrededor, había cámaras hasta en su coche. No puedes decir qué hizo trampa.
—¡Hizo trampa!
Me río por la obvia negación de Axel. Es estúpido, pero gracioso. Mi risa hace que algunas personas, por no decir todas me observen de pies a cabeza con sorpresa y ¿fascinación?
—Díganme por favor que no soy el nuevo centro de atención, se los suplico.
—Lo eres, lo serás y probablemente lo seguirás siendo todo el tiempo que estes aquí —Lea se arregla su cabello negro corto. —Pero tu tranquila que la vida es una.
Bufo.
—Que lindo consejo, gracias.
Los chicos se ríen mientras continuamos caminando hacia la oficina. Nos toma algunos minutos llegar pero rápidamente la secretaria del director me entregó mi horario ¿lo extraño? Sus constantes halagos hacia mis ojos con heterocromia. Pero sin duda lo más extraño fue la forma en la que el director me miraba a través del cristal que separaba su oficina de la oficina de la secretaría.
Juro por mis tetas que casi entro y le pregunto porque tiene que mirarme así.
Los chicos y Lea me acompañaron hasta mi primera clase, pera ya que es mi último semestre para tener mi carrera universitaria completada, la criminología no es fácil, pero basta con que te guste.
Al ingresar a la clase todos lo que están dentro de esta rápidamente dirigen su vista hacia mi, así que lo mejor que puedo hacer es ignorar esas miradas y sentarme en el único lugar que está vacío justo a un lado de un chico recostado del pupitre con la capucha de su sudadera cubriéndolo.
No le doy importancia.
Unos minutos después la profesora empieza la clase, a mi me da como consejo pedirle a uno de mis compañeros sus anotaciones para estar al día lo antes posible mientras que todos, absolutamente toda la clase se voltea a mirarme. Vamos malditasea, es normal que les de curiosidad ¿no?
Del mismo modo la profesora empieza a explicar un tema que absolutamente no entiendo una mierda, pero de la misma manera el chico que está sentado de espaldas frente a mi se voltea con una sonrisa "coqueta" en su rostro.
Bueno, es lindo, pero de coqueto no tienen ni siquiera la camisa blanca.
—Oye, si quieres puedo prestarte mis anotaciones —guiña su ojo. —No se, quizás también quieras tutorías.
Mmmm... bueno, ¿coger tutorías de este?, ¿acaso esta bromeando? Porque a leguas se le nota lo idiota e ignorante que es.
Con una sonrisa descaradamente falsa abro la boca para responderle pero una voz gruesa y caliente como el fuego del infierno me interrumpe.
—Por supuesto que no le darás tus anotaciones, maldito idiota. Vamos, lárgate de su vista—Mis ojos se abren al ver su rostro. Dios mío, ¿es real?—No pienso repetirlo, Jace.
Apenas siento cuando el chico siquiera recoge sus cosas y se larga, llamando la atención de la profesora que al mirar a mi dirección vuelve a seguir explicando. ¿Qué demonios fue eso?, dirijo mi vista hacia el hermoso extraño.
—¿Que diablos te pasa? Ni siquiera me conoces para estar metiéndote en asuntos que no son... —Al verlo sonríe mis palabras se atascan.
Es que... ¿desde cuando los hombres son tan hermosos?, mientras se quita la capucha revelando su cabello completamente negro, sus ojos cafés brillan de una forma tan malévola. Pero su boca ¡carajo! ¡Su boca se ve deliciosa!
—¿Ya terminaste de comerme con la mirada? —Inquiere con una sonrisa de ladeada.—¿O necesitas privacidad para hacerlo con la boca?
Por poco y me sonrojo.
—Te hice una pregunta, idiota. —rápidamente disfrazo mi fascinación con enojo. —No te metas en asuntos de personas que no conoces ¿entiendes?
Asiente.
—Hay algo que las nuevas, cómo tú, tienen que entender y es que dejar que unos imbéciles se atraviesen en tu camino puede generar muchos daños en el futuro.
Enarco una ceja.
—Pero eso a ti qué te importa. Si soy nueva, pero el hecho de que lo sea no significa que desconozca cada lugar nuevo que pise, así que hazme el favor de meterte en problemas que si sean tuyos ¿si?
Resopla una sonrisa, remojando sus labios. Vaya, me está tentando.
—Sabía que serias un desastre.
Este hijo de puta...
—Hazme un favor y desaparece de mi vista.
—¿Por que haría eso?
Lo fulmino, mientras me alejo un poco cuando hace intento de acercarse.
—Me estresas... —Ni siquiera me sé su nombre para completar. Una maldita pesadilla que esté discutiendo con un desconocido.
—Dominik, pero puedes llamarme el dueño de tu cuerpo.
Santo cristo, no soy religiosa pero maldición.
—¿Pero tu quien te crees? —susurro paseando mis ojos entre los suyos, sus labios y su pecho.
—De creerme me creo muchas cosas, pero de ser soy muchas más.
—Estás bromeando conmigo ¿no?
Suelta unas risitas.
—Por supuesto que no, nunca haría eso. —Se levanta de un salto mientras lo sigo con la mirada. Se vuelve a colocar la capucha y me guiña un ojo, pero a excepción del otro chico Dominik me deja sin aire. —Nos vemos luego, Phoenix.
Entrecierro mis ojos la puerta por donde acaba de salir. ¿Cómo sabe mi nombre? No lo he dicho en ningún momento, ni siquiera a la profesora que sospecho tiene algo con él por la forma en la que hace un momento miraban a Dominik, básicamente lo devoro con los ojos. No la culpo porque yo le babee en la cara.
Un rato más y salgo de la clase. Mis botas chocan contra el piso reluciente del pasillo, mi cabello largo se balancea mientras camino despacio intentando recordar todo lo que Luke me explico durante el mini recorrido que me regalo al venir. La biblioteca siempre es el mejor lugar para recomponerse del agobio ¿no?, pues no lo dudo dos veces para entrar.
Esta biblioteca es igual de impresionante que toda la universidad. Colores marrones y oscuros hacen el ambiente más melancólico y de una manera retorcida oscuro. Encuentro el lugar perfecto donde descansar al fondo donde hay dos estantes a cada lado.
Coloco la mochila en un lado mientras mi observo las diferentes tapas de libros. Sostengo uno en mis manos, quien diría que la tranquilidad perfecta sería estar rodeada de libros, sin sonidos y interrupciones.
—¡No! ¡Vamos, vamos! —Un golpe seco se escucha del otro lado de la estantería. —¡Maldición! —gruñe por último.
Olvidémonos del silencio y las interrupciones.
—¡Oye, hijo de puta!, ¡¿no ves que estamos en una maldita biblioteca?!, ¡cállate!
—¡Lárgate, puta de mierda! ¡No eres nadie para mandar aquí!
Con qué es así!
—¡Puta de mierda tu mamá, hijo de la remil putas! ¡A qué no vienes a ver lo gran nadie que soy, imbécil! —rechino los dientes. —¡Te haré tragar todos tus malditos insultos, mamaguevo!
—¡No sabes cómo quien te metes, así que cállate!
—¡¿Por que no vienes y me callas tú?!
Al instante me arrepiento enormemente de haber soltado esa pregunta. Puta mierda, yo no soy partidaria de la violencia solo quería tranquilidad y ahora un idiota desquiciado va a remeter contra mi. Rápidamente me pongo de pie, pero ya es tarde.
Esta justo al final del espacio que separa a las dos estanterías. De pronto mis manos empiezan a sudar, hago lo posible porque mis piernas no flaqueen al ver la sangre que gotea de la empuñadura de su cuchillo y de toda su ropa. Trago saliva. Al mismo tiempo sus ojos de un azul claro jodidamente hipnótico.
El silencio que tanto anhele y que ahora me congela se tensa como una fina capa de hielo. Mis respiraciones pausadas y sus pisadas cada vez acercándose más a mi don las que hacen un compás enfermizo en el ambiente. Mientras más cerca lo tengo, más tengo que inclinar la cabeza hacia arriba debido a su gran altura.
Intento dar un paso atrás cuando nuestros pechos se rozan, pero la pared me lo impide. Incapaz de poder hacer algo me quedo inmóvil, permitiendo que su dedo índice acaricie despacio mis pómulos con su mano libre.
—Es muy peligroso tentar al diablo, chica bonita. —susurra. Su aliento frío roza mi piel, erizándome completamente el cuerpo.
Trago duro.
—¿Por que? —cuestiono sin contenerme.
Ladea la cabeza, observando detenidamente mis ojos.
—Porque puede destruirte de la peor manera que puedas imaginar.
Y de verdad tengo que estar más enferma que cualquier ser humano al sonreír.
—Sería una linda manera de irse al infierno, ¿verdad?
Se detuvo en mis labios, mientras sus ojos se oscurecen reemplazando el color azulado como el cielo en un día soleado a un azul del color de las tormentas furiosas. Caos. Eso hay en sus ojos en este momento.
De pronto, unos pasos detrás de él hacen explotar la burbuja enfermiza que el extraño había creado y en la que, lamentablemente, yo había caído.
—Hermano, no vayas a hacerle daño —Suelta una voz detrás de él. —Vámonos de aquí.
El chico frente a mi susurra un lo siento lo más dulce que he podido escuchar mientras que el chico que estaba detrás él queda descubierto. Mis ojos lo escudriñan igual que a Dominik.
Duro. Sexy. Sensual. Delicia. Eso es lo que es el rubio de ojos grises ¿de donde salen estos chicos tan hermosos?
El chico delicioso conduce al extraño hacia el final del pasillo, lanzándome miradas furtivas y enojadas, ¿por qué? No lo sé, pero vaya que está muy enojado. Así que lo único sensato que se me ocurre decir es una estupidez.
—Para la próxima vez encierra a tu enfermo mental en una jaula.
—Cállate, maldición. —gruñe perdiéndose de mi vista. —Procura buscar a Lea y no dejarla. Es una advertencia.
Espera... ¿que?
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