Capitulo 13
"No sabía que yo era la bomba que destrozaría todo, hasta que acabé en cenizas sin saberlo."
—Joder, por milésima vez ¡Así no se juega! —Le grito a Norman luego de arrebatarle el control de la consola.
—Y yo qué diablos voy a saber si ni me explicas bien —Responde mientras se derrumba agotado a mi lado en la cama.
Norman y yo hemos estamos acostados jugando en la consola toda la tarde. No sé qué me sorprendió más, que Norman llegara aquí súper temprano o que después me pidiera que le enseñara a jugar, aunque la verdad solo le presté atención en cuanto puso en mis manos montones de dulces. Así que desde entonces me he pasado la tarde entera intentando enseñarle a Norman cómo se juega, intentando porque es más bruto que un burro.
Entre dulces, juegos que según Norman eran muy aburridos y el ajetreo que había en la primera planta de la casa pasamos la tarde. No me atreví a asomar la cabeza por la ventana para no verme involucrada en la dichosa fiesta en la que Lea y los chicos decidieron hacer después de que anunciaran detener las clases esta semana por lo del cadáver.
¿Qué mejor manera de celebrar eso qué haciendo una fiesta? Supongo que eso se le vino a la cabeza a ellos, porque a mí por ningún lado.
—¿Qué hora crees que es, Phoenix? —Norman deja de mirar a un punto fijo para posar su mirada en mí.
—No lo sé, pero creo que todavía es temprano —respondo mientras me pierdo en sus ojos marrones.
—¿Podías dejar de mirarme así?, Me siento acosado —Le sonrío son inocencia luego de hacer caso omiso a su petición.
—¿Qué culpa tengo yo de mirar así?
—¿Y yo que voy a saber? Solo sé que es raro —Aclara luego de empezar a masticar un caramelo de chocolate.
—¿Le dices "raro" a mis ojos o a mi forma de observar? —Planteo mientas le arrebato la bolsa de dulces de kiwi.
—¡Por dios!, a las dos cosas. Tus ojos dan miedo, bueno no miedo, pero es raramente fascinante observar esos dos colores en los ojos de una persona. Algunas veces me haces sentir extraño, como si yo fuera tan aburrido, yo no soy para nada aburrido comparado contigo y no te ofendas —Sin poder aguantar más se me sale la carcajada que estaba conteniendo —¿De qué te ríes? Estoy hablando en serio, Phoenix. Pareces un puto gato de eso raros que aparecen en documentales de los animales más extraños del mundo.
—Norman... déjate de estupideces —Digo entre risas sin poder entender el humor de Norman.
—No son estupideces...—Frunce el ceño como si le hubiera dicho una barbaridad. Abrió la boca seguramente para inventar una de sus comentarios raros, pero la termino serrando cuando escuchamos a alguien tocando la puerta de mi habitación.
Salto de la cama para dirigirme hacia la puerta y la abro.
—¿Qué haces en pijama todavía? —Frunzo el ceño luego de ladear la cabeza, sin poder comprender a Ethan.
—¿De qué hablas?
—¿No vas a bajar a la fiesta? —Paso mi mirada por su atuendo. Jeans rotos, botas gruesas y chaqueta de cuero. Con qué ya es hora de irnos.
—Hmm... sí, dame unos minutos para que me arregle ¿si?
—Si, pero no tardes porque ya están llegando muchas personas y Lea se va a volver loca si no te ve —Me explica antes de caminar escaleras abajo.
Cierro la puerta detrás de mí al tiempo que veo a Norman haciendo no sé qué con su celular. Camino hacia mi armario y pasó la mirada por todo mi ropero.
—¿Ya te vas a cambiar? —Pregunta Norman detrás de mí.
—Ya es tarde ¿no escuchaste a Ethan? Tenemos que vestirnos ahora —Le respondo al tiempo que agarro entre mis manos una de mis chaquetas de cuero.
—Pero es temprano —Se queja el muy idiota.
—Norman, no es temprano y si no te cambias ahora te dejaré aquí encerrado —Le advierto. Escucho sus pasos cuando sale de mi armario sin protestar en voz alta.
Continuo mi búsqueda y encuentro unos jeans rotos con unas cadenas a los lados, una camiseta negra unas dos tallas grande y unas botas negras de tacón. Observó mi reflejo en el espejo, suelto mi cabello y lo peino un poco, no quiero amarrarlo así que por primera vez lo dejo suelto.
Al salir, veo a Norman sentado en mi cama con su respectiva ropa decente. Camisa negra con unos pantalones medió ajustados confinados con unas botas y su cabello tan perfectamente arreglado me parezco una loca despeinada delante de él. Joder, mi amigo si es guapo.
—Deberías terminar de arreglarte en vez de estar babeándome —Comenta con su vista puesta en la pantalla de su celular.
Resoplo.
Norman y yo bajamos a la que según Lea iba a ser una pequeña fiesta, pero esto parece un manicomio donde los invitados tienen todo tipo de trastorno, si, esto parece una fiesta de locos.
El volumen retumbado en mis oídos, mi corazón palpitando al ritmo de la música, la adrenalina que corre dentro de mí y todas las personas balanceando sus cuerpos sudorosos al ritmo de la música. Trato de inhalar profundo e intentar, fallando en el intento, de calmar mi ansiedad y la tentación de irme a mi habitación.
Observo toda la casa y a todas las personas qué hay en ella, son demasiadas.
—Ya me arrepentí, me voy...—Me corto la última palabra, ya que Norman no se encuentra a mi lado. Maldición, ya perdí a ese idiota.
Sigo caminando entre la gente para ir a un lugar que no esté tan atestado de gente. Si no fuera porque le prometí esta mañana a Norman que intentaría buscar respuestas sobre lo que hacen mis amigos y su hermano, ya yo estaría encerrada en mi habitación.
Entro a la cocina donde no se escucha tan fuerte la música. Organizo mis pensamientos y me preparo mentalmente para afrontar esta enorme fiesta, maldita sea la hora en que mi mente decidió la terrible decisión de ser una asocial.
Cuando me doy cuenta de que no soy la única en la cocina me arrepiento al instante de haber entrado aquí en primer lugar.
—¡Qué sorpresa! Tenemos a una hermosa invitada —Suelta con una grotesca voz el hombre que tenía una pistola en su mano. En cuanto mi mirada se topa con la pistola en su mano, mis ojos se abren enormemente. — Tranquila, no tengas miedo, yo no te haré nada. —Sonríe.
Me alejo de él.
—Creo que debería irme.
—¡No! Pero si recién empieza el juego —Dirige la vista hacia la chica que tenía hincada en frente de él la cual esta casi al borde de echarse a llorar. —Ya que no terminaste lo que se te pidió puedes irte, Laura —La chica rápidamente sale de la cocina mientras yo y el maniaco nos quedamos solos.
Genial, excelente.
Me quedo parada en mi lugar unos metros más cerca de él qué antes. Mierda, el karma me está cobrando hasta lo de mis abuelos.
—¿Jugarías un juego conmigo? —Me pregunta mientras le pone el silenciador a su pistola.
Está comprobado, el karma me está cobrando hasta lo de mis abuelos.
—¿Qué juego? —inquiero de vuelta. Puede que esté un poco sorprendida, pero no soy estúpida, o bueno, si lo soy.
—Es sencillo, te diré tres cosas de mí y tú me dirás lo que es mentira y lo que es verdad. —Entrecierro los ojos con desconfianza ante su sonrisa de satisfacción también por su parche que no me da mucha confianza. ¿Por qué diablos este tipo tendría un parche?
—¿Y cómo diablos voy a saber yo si es mentira o verdad? —Este tipo de verdad que está sacado de un manicomio.
—Eso depende de ti, fosforito —Responde con su, al parecer, habitual sonrisa enormemente de felicidad. —Si yo pierdo me tienes que disparar justo a la cabeza con mi pistola —Mi rostro se descoloca notablemente en cuanto las palabras salen de su boca.
Debe de estar bromeando.
—¿Quieres que yo te dispare en la cabeza si pierdes? —Suelto una risa de incredulidad —¿Es en serio?
Si este tipo tiene la mitad del cerebro intacto me corto una mano.
—Si —Responde totalmente calmado o quizás ¿feliz?, es cómo si anhelara que yo le dispare a la cabeza o debe estar seguro de que yo perderé, si es lo segundo está muy equivocado, yo nunca pierdo en nada.
—¿Y qué pasa si yo pierdo o gano?
—Si ganas me tienes que disparar y si pierdes te dejaré ir sana —Declara luego de caminar hacia una mesa. Mi seño se frunce sin poder evitarlo.
—Eso no es justo.
Creo que lo más profundo de mí anhela morir o al menos le gustaría, creo, no le encuentro ninguna otra explicación o quizás solo esté loca, eso si le daría al clavo.
—Dime por qué no te parece justo —Deja de hacer lo que estaba haciendo con su pistola para prestarme toda su atención pero esta vez diferente, cómo intrigado ¿fascinado? ¿Quién sabe?
—Si tú pierdes yo te disparo y si yo pierdo lo justo serio que tú me dispares ¿no? —Las palabras salen de mi boca sin que yo las detenga, sé que es una estupidez, pero un juego es un juego.
La sorpresa y una rara fascinación le irradia toda su expresión, ver cómo su único ojo visible se oscurece y su aterradora sonrisa crecer, le manda un montón de advertencias a todo mi sistema nervioso.
—Me parece bien. Acércate, fosforito.
Me acerco a la mesa en donde él ya se encuentra sentado, y tomo asiento delante de él con su pistola con silenciador en el medio de la mesa. Me pican las manos cuando visualizo la pistola, así que las aparto lo más lejos posible y las coloco sobre mi regazo.
—¿Empiezas tú o empiezo yo? —exijo. Ya quiero salir de esta pérdida de tiempo.
Me quede unos segundos analizando su ojo y su parche extraño. La curiosidad me entra ¿cómo le sacaron el ojo? ¿Hicieron que le duela?
Aunque ahora que lo veo detenidamente, tiene cierto parentesco con Norman. Sería una locura que este imbécil sea el hermano qué tanto mi nuevo amigo intenta mantener a salvo.
—Empiezo yo —dice. Con su ojo marrón tan parecido a los de Norman, puesto en mí. —Perdí mi ojo izquierdo por una apuesta.
Sonrío.
—Verdadero —Respondo calmada. Sus ojos se iluminan y exhala profundamente antes de asentir para indicarme que es cierto. —Me encanta el maquillaje.
—Verdadero —Le sonrío con inocencia mientras niego despacio con la cabeza. Su sonrisa se ensancha aún más y el atisbo de victoria se instala en su rostro. —Perdí esta ronda.
—Parece que si.
—Sigamos entonces. —Se toma un momento antes de soltar las palabras. —Follo bien duro a todas las chicas con las que me acuesto.
Me atraganto con mi propia saliva por su comentario tan descarado, no es que sea una santa, pero no me lo esperaba. Su comisura se eleva aún más.
Me duele la mandíbula de solo verlo sonreír de esa manera es... aterrador.
—Verdadero —suelto al tiempo en que intento ordenar mis pensamientos.
—No.
—¿No? —Niega con la cabeza con su sonrisa de victoria en la cara. Me estoy dando cuenta de que a este extremo a él le importaría una mierda si gana o pierde. —Mi turno. Sé bailar en él tuvo.
—Ha puesto que si — Acerca su rostro unos centímetros más cerca de mí con su escalofriante sonrisa de desquiciado. —Verdadero.
Maldigo en voz baja por perder esta ronda.
—Es correcto, garfio.
Suelta una carcajada muy divertido por el nombre que le he puesto.
—Va a ser un honor morir por tus hermosas manos. —Si este tipo no salió directo de un manicomio me corto un brazo.
—Es tu turno —Le recuerdo con el corazón palpitándome en los oídos. No puedo creer que esté al borde de la muerte y me importe una mierda.
—Lo sé, Fosforito. En este momento anhelo morir en tus manos.
Por su respiración agitada podría decir que está ansioso, esto es lo que les pasa a los jugadores adictos, aunque presiento que él no solo es un jugador adicto creo que él solo quiere... morir. No voy a negar que siento adrenalina y no sé qué tan bueno seria ganarle a este idiota.
—Verdadero — Responde luego de soltar un suspiro profundo. Sé lo que está haciendo y me aseguraré de que eso no pase.
—Tu turno, Fosforito, destrúyenos.
Ignoro su último comentario y pienso bien lo que estoy a punto de soltar, mi vida depende de este estúpido juego y no siento ni un poco de pánico ¿qué diablos me pasa?
—Nunca en mi vida he disparado una pistola...
Dominik
La canción Vegas de Joseline Hernández, retumba por toda la casa. La morena que tengo en frente mueve sus hermosas caderas al ritmo de la música rozándolas a propósito con mi entrepierna. Atrapo su cintura entre mis manos.
Su cuerpo se contrae y se agita bajo mi contacto, a ella le gusta que la toque, que le diga palabras sucias al oído. Ella no es como cierta pelirroja de ojos únicos con carácter fuerte. Si hubiera sido Phoenix ya me hubiera mandado a la mierda cincuenta mil veces.
Ella de verdad es única y ni siquiera sé el por qué de no tolerarme o de por qué me atrae tanto. Es como una necesidad, ella hace que mi cabeza de vueltas.
No tengo la menor idea del por qué de no soportar a nadie a su lado más que al idiota de Norman o por qué que no le interesa socializar con las personas. Su forma de mandar a la mierda a cualquier persona que le estorbe en su camino es memorable, simplemente hermosa.
La morena, la cual no recuerdo el nombre como era de esperarse, toma mi brazo izquierdo y me conduce hacia las escaleras. Estoy tan perdido en mis pensamientos que choco accidentalmente con el hombro de alguien, cuando ve volteo con el ceño fruncido veo que es un Axel con el rostro pálido y la respiración muy agitada.
—¿Qué te pasa? Te mordieron la polla o algo así —Pregunto divertido. Ver a Axel de esta manera solo pasa una vez al año si acaso.
—Tenemos que irnos a la cocina, Sofiane está jugando uno de sus juegos enfermizos con Phoenix. —Me quedó procesando las palabras de Axel y pensando de qué manera más sangrienta mataré a Sofiane si se atreve a tocar a Phoenix.
Le dije a ese idiota que no jugara sus juegos con nadie en esta fiesta, pero al parecer el puto imbécil no puede controlar sus malditos instintos. Dejo a Axel y a la morena detrás y atravieso a todas las personas para llegar rápido a la cocina.
Si ese idiota le pone siquiera un puto dedo encima a Phoenix le cortaré la maldita cabeza, y que rece a qué Devon no se entere de esto.
—Sigues con esto y te olvidas de volver a tocar a una muje... —escupo con rabia en cuanto entro a la cocina y veo a mis hermanos y a los hermanos de Phoenix a un extremo.
Frunzo el ceño sin comprender el panorama. Ver a Sofiane tirado en el piso tocándose el pecho ensangrentado y a Phoenix sentada en una silla con una pistola en sus manos apuntando precisamente el entrecejo de Sofiane, no es precisamente lo que estaba pensando encontrar. Su rostro tan hermoso se encuentra en con una calma tan agobiante, tan exorbitantemente y con su vista furiosa fija en él hace crecer algo extraño dentro de mí, como una chispa.
—¿Qué coño hiciste, Sofiane? —gruñe Diamond enojado.
Todos en la cocina están impactados por esta escena incluyéndome.
Sofiane permanece con la vista fija en Phoenix y no sé por qué eso hace que mi furia crezca en grandes cantidades, en unas que son letales para él. Por la forma en que la observa me hace querer llenarlo a balazos. Detesto que la mire de esa manera, nadie puede mirarla de esa manera excepto yo o mis hermanos.
—¿Fosforito, le cuentas tú o yo? —Inquirió con esa estúpida sonrisa en la cara. Tuve que contener las ganas de borrársela de un puñetazo.
Hasta este momento no me había dado cuenta de que Phoenix lo observaba con aburrimiento e indiferencia, mientas baja la pistola y la coloca en la mesa, muy despacio.
Sonrío.
Ella no le tendría miedo ni al diablo.
—Estábamos jugando y quedamos parejos, eso es todo —comenta Phoenix con un tono extremadamente calmado, parece hasta cómo si estuviera a punto de dormirse.
—¿Y por qué Sofiane está herido y tú le estabas apuntando a la cabeza? —pregunto con mi tono burlón. Me causa demasiada gracia ver cómo Sofiane está retorciéndose en el piso y que Phoenix le valga tan poco eso.
—Porque si yo ganaba ella tenía que dispararme en la cabeza y si ella ganaba yo tenía que hacerlo —Hace una pausa conteniendo el dolor. —Pero como quedamos parejos ella me tenía que disparar en alguna parte de mi cuerpo y yo tengo que hacer lo mismo...
—Hiciste trampa —aclara con calma.
—Era inevitable, querida. Pero ahora es mi turno de terminar esto...
—Debes estar pasándote de la raya en el término de la locura si crees que le pondrás un dedo en cima —Advierte Devon. —Quedamos en que no te acercarías a ella, Sofiane. —Lo observo. Sabía que esta pequeña pelirroja se metería en la cabeza de ellos también.
—Ya déjense de idioteces —Dice Phoenix, luego de ponerse de pie llamando la atención de todos en la habitación.
Su cuerpo llama toda mi atención, ver cómo esos jeans marcan perfectamente su figura hace que mi polla se tense. Tiene un culo perfecto. Su cabello largo le llega hasta el comienzo de sus caderas me vuelve loco y tengo que pensar en cualquier cosa con tal de no dejar que mi imaginación vuele por los aires. Maldita sea la hora en que esta mujer llego.
—Solo es un juego estúpido. Y cómo sea que te llames, no vuelvas a intentar hacer trampa si juegas conmigo, es estúpido.
Sofiane no es de perder en ninguno de sus estúpidos juegos, nunca, ni con el mejor contrincante. Debe de estar idolatrando a Phoenix y no sé por qué eso no me produce nada bueno.
Nunca pierde porque sus juegos fáciles son para hacer sus trampas sin que nadie se dé cuenta, y se vuelve peor cuando pone su vida en juego, quiere morir y no se anima a matarse el idiota.
Phoenix sale de la habitación chocando mi hombre con el suyo a propósito. Sonrío sin poder evitarlo. Sin previo aviso su perfume llega a mis fosas nasales mandando todos mis intentos de evitar los pensamientos lujuriosos que la involucran a ella, al demonio. No llega a dar más de medio paso cuando mi mano se ensancha en su brazo. Acerco mi rostro a la cueva de su cuello y por inercia inhalo su aroma, su dulce aroma empalagos de fresa llena mis pulmones y evito por unos segundos soltarlo. Una puta locura.
Qué hipnótico.
—¿Recuerdas cuando te dije que soy el dueño de tu cuerpo? —inquiero despacio mientras mis labios rozan el óvulo de su oreja. Mi aliento le manda un escalofrío a todo su cuerpo bajo mi toque. Me encanta tener el más mínimo efecto en ella. —Estaba hablando en serio, Phoenix.
—La verdad, me importa una mierda —responde con la respiración pesada. Intentar liberar su brazo de mi mano, pero paso mi brazo izquierdo por su cintura y la atraigo más a mi cuerpo.
Si hace el más mínimo movimiento su trasero rozara mi entrepierna y eso no será para nada bueno. Haciendo su largo cabello hacía a un lado, revelando un cuello delicado enrollo mi mano alrededor de su cuello e inclino su cabeza a un lado para poder inhalar con más hambre de su olor no apto para personas normales.
Desde ahora podría catalogarme como un adicto a Phoenix.
—Te importará lo suficiente cuando lo haga.
—gruño. Sin poder evitarlo lamo la curva de su cuello, justo donde se encuentra su pulso. Joder, nunca pensé que alguien podría saber tan maravilloso en este mundo, esta chica es irreal.
El gemido que sale de los hermosos y tentadores labios de Phoenix es el sonido que nunca podré olvidar en mi vida, no lo haría ni aunque quisiera. Sentir cómo se estremece debajo de mí es algo que rondara en mi cabeza y perturbará mis noches por toda mi vida.
Nunca podré olvidarme de esto.
—Eso solo pasará en tus sueños —exhala antes de apartarse repentinamente de mí y perderse de mi vista.
Me quedo unos momentos en mi lugar sin poder apartar la mirada del lugar de donde acaba de irse. Suelto una carcajada de incredulidad, nunca en mi vida he conocido a una mujer que tenga los suficientes cojones de negarse rotundamente a sus ganas. Es... joder, es magnífica.
Me divertiré mucho con esa mujer.
Vuelvo a la cocina intentando olvidar la sensación de tener a Phoenix pegada a mí, sin poder lograrlo. Cuando entro a la cocina me encuentro a Lea curando la herida de Sofiane.
—Te dejamos en claro que no te metieras con ella—reclamo—. Nunca.
Abre sus párpados muy despacio para observarme fijamente y luego sonreír como si esto fuera una puta broma.
—Quería saber si eran ciertos los rumores —explica con su sonrisa burlona asomándose por su rostro. —Y tengo que decir que si tenían razón. Es magnífica.
Algo dentro de mí se enciende y como si fuera algo insignificante lo dejo en lo más profundo de mi ser. Cuando estoy a punto de mandarlo al infierno, Ethan se adelanta.
—Yo les aconsejaría que se mantengan alejados de Phoenix.
Enarco una ceja.
—¿Qué demonios quieres decir con eso? —gruñe Diamond.
—Solo es un consejo, Diamond —interviene Logan.
—Pensé qué habías dicho que seria la...
—Y va a ser así, pero por ahora es mejor que estén alejados —Lea le responde a Devon que se había quedado al margen de todo lo que pasaba.
¿Por qué dicen esto? ¿Quieren decir que Phoenix es peligrosa o algo así?
—¿Qué? ¿Nos haría daño? —pregunta Sofiane con burla.
—No que yo sepa, pero podría ser muy peligra para ustedes —Lea termina de curar a Sofiane y después guarda el botiquín.
¿Phoenix es peligrosa para nosotros? ¿Por qué lo dice? Phoenix podría verse hermosa e inocente, también mandarte al diablo todas las veces que te cruces en su camino, pero no me la imaginaría haciéndole daño a nadie, solo si se lo merece, ¿no? Ella no es como nosotros.
—¿A ti que te pasa? —Sacudo la cabeza y me doy cuenta qué mi menor hermano mayor se había acercado. —Estás distraído.
—Estaba pensando en la morena que deje por venir a perder el tiempo aquí —Respondo mientas entro mis puños en mis bolsillos.
—¿Y entonces por qué viniste?
—Para lanzarme de un puente ¿no ves?
—Vete al diablo, Dominik —ruge mientras se aparta de mi lado. Una risa roca brota de mí haciendo que mi pecho vibre.
Me encanta molestarlo.
—¿Qué fue lo qué pasó? —exige saber Magnus. Tomo asiento en el mismo lugar donde estaba Phoenix hace unos minutos y donde puedo sentir su perfume de coco y canela con como si estuviera aquí.
Jesús, su olor es magnífico.
—Sofiane estaba jugando con Phoenix... — empieza a explicarle Lea a Magnus.
—¡¿Qué?! —El gruñido de enojo de Magnus hace que la sonrisa feliz de Sofiane se borre de inmediato. Sonrío por eso y por lo que se viene. —Te dije un millón de veces que no jugarás con nadie en este lugar ¡¿es que no entiendes?! Pero no, bienes y juegas con la última persona que debías siquiera poner tus ojos en ella.
—Es un ojo...
—Cállate, Axel —Lo reprende Magnus enojado sin siquiera apartar la mirada de Sofiane. — Más te vale que no vuelvas a jugar con ella. Eres como una maldición, Sofiane. Ella es importante, muy importante y eso lo sabes muy bien.
Sofiane dirige la mirada hacia un punto fijo con la mandíbula apretada y los puños cerrados. Que esté enojado hace que mi felicidad crezca.
—Solo era un juego —Intenta excusarse. Por supuesto que era un juego, siempre dice lo mismo.
—Si, y también cuando matas a los que juegan contigo —Le contesta Magnus luego de posicionarse al lado de su novia y abrazarla.
—No le iba a hacer nada ¿si?
—Si, claro, Sofiane. Déjame recordarte que si no llegamos le hubieras disparado —Le recuerda Devon.
—No lo habría hecho —Se defiende. — Eso no fue lo que le propuse, ella misma fue la que dijo que si yo ganaba le tendría que disparar en la cabeza.
Ahora si me interesa la conversación.
— ¿De verdad ella hizo eso? —Pregunta con incredulidad, Lea. —¿Por qué?
—Porque ella es maravillosa —Responde con fascinación y emoción —Y porque para ella era justo que los dos estemos al borde de la muerte.
—¿Cuántas veces les diré que Phoenix necesita ser internada en un psiquiátrico?
—Axel, cierra la boca por una vez en tu vida —Lo reprende Lea y esperamos que Sofiane termine de hablar.
—¿Por qué me miran así? Yo solo quería ver si ella tenía las agallas de matarme. Pero ahora deseo que me asesine con sus magníficas manos —Ya me estoy empezando a hartar de este imbécil — Aunque, Magnus, deberías dejar de hablarnos como si fuéramos tus putos hijos.
—Los trató así porque cada vez que les aconsejó no hacer algo van y lo hacen como si no les importara.
—La verdad es que no nos importa —Murmura Axel. Sofiane suelta una risa divertida y yo lo sigo sin poder evitarlo.
—Hagan los que les dé la gana—Magnus dirige su vista hacia todos nosotros. — Deberíamos divertirnos y dejar a este idiota a qué se cure solo.
Sonreímos. Claro que nos divertiremos esta noche.
—Phoenix supo donde dispararte, la bala pudo salir y no perforó nada grave.
—Al parecer tiene buena puntería —Añade Logan.
—O quizás fue suerte —Interviene Ethan.
—No creo que sea suerte, pero está bien —Dice Lea para luego abrasar a Magnus y salir de la habitación.
Después de un par de ratos hablando con mis hermanos y los chicos salgo de la cocina y me dirijo a la parte de atrás de la casa, donde como era de esperarse se encuentra repleta de personas. En una esquina un poco alejada veo a mi pequeña fogata. Sonrío sin poder evitarlo.
Ella es tan solitaria que prefiere estar de cabeza metida en algún libro que socializar con las demás personas. Aunque pensándolo bien, quien no le temería a esa cara de pocos amigos que siempre se carga y esos malditos ojos tan extraños que, a decir verdad, producen tantas cosas dentro de mí que de solo verlos directamente, me ponen malditamente nervioso. Pero nadie tiene que saber eso.
Prefiero mantener eso en secreto.
—¡Oh! Aquí estás, te he estado buscando —Aparece de la nada una Melissa muy sonriente, dejo de observar a Phoenix y a cómo le sonríe tensamente al idiota de Norman —Le pregunté a mi queridísimo amigo Devon donde estabas, me dijo que de seguro estabas follando con alguien —Se me acerca más al oído. Mi sonrisa no puede crecer más por verla así de borracha, de seguro su novia, Delia, la va a matar por esto. —Pero no te preocupes, no le creí.
—Me alegra, pero si a tu novia no le molesta, claro, tú podrías ser con la que estuviera follando —Le susurro. Con una sonrisa amplia en los labios. —Aunque si ella quiere se puede unir, no tengo problema.
—¡Eres un idiota, Dominik! —grita luego de golpearme el hombro. Suelto una carcajada por su reacción de siempre.
Siempre me ha gustado molestarla con que folle conmigo, y siempre su reacción es la misma, pero estoy completamente seguro que Delia me mataría por solo hablarle así a su novia. Delia siempre es posesiva con su novia y con razón ¿quién no quería estar una morena tan despampanante como lo es Melissa? Aunque, una hermosa, extraña y malhumorada pelirroja de ojos con colores distintos que me tiene casi al perder la cabeza.
Vuelvo a mirar hacia donde está, pero mi seño se frunce al no verla, ni a ella ni al inútil de Norman.
—¿Estás buscando a Phoenix? —Mi mirada vuelve a Melissa que todavía sigue adelante de mí con sus ojos acusadores puestos en mi rostro.
Mi sonrisa vuelve y sin pensarlo le respondo lo primero que me viene a la mente.
—¿Por qué tendría que buscar a Phoenix?
—¡Ay, Vamos! Es muy evidente que todos ustedes han estado muy extraños desde que Phoenix llegó —reclama mientras suspira exageradamente. Sí, tiene razón, hemos estado muy inquietos desde que ella apareció, desde que apareció de no sé donde nos estamos volviendo locos.
—No es cierto —Aclaro. Claro que es cierto, no he podido verla a los ojos sin sentir que me quema por dentro y que escarbaría en lo más profundo de mi ser descubriendo todo lo que escondo ahí. Su mirada me pone nervioso, y eso es muy extraño. —Solo estamos...ocupados.
Sus ojos exploran mi rostro buscando algún indicio de que estoy mintiendo, pero es evidente que no va a encontrar nada. Soy el mejor ocultando lo que no quiero exponerle al mundo, después de todo ¿por qué querría ser abierto con alguien? ¿Para qué? Y para qué voy a mentir, tampoco es que sepa cómo hacer para expresar lo que pienso o siento. Después de todo sería malditamente estúpido.
—Por favor, Dominik, lleva casi un mes aquí y pareciera que de pronto nadie puede quitarle los ojos de encima. —A mi querida amiga le está haciendo efecto el alcohol más de lo que debería.
—¿Estás celosa, Meli?
Frunce el ceño y luego niega mientras sella sus labios, extrañada.
—¡¿Qué?! ¡Por Dios, no! —exclama exagerada. si, el alcohol la pone muy exagerada. —Phoenix es magnífica, es hermosa, parece de otro planeta con esos ojos y además no lo presume. Es más, a ella le importa un bledo eso y créeme, no todas las chicas son así...
—Pero...—Le insisto a seguir. Sé qué hay un, pero, siempre lo hay y prefiero pensar en eso a prestarle atención a sus... palabras.
—Pero ustedes y los chicos están extraños desde que ella llegó, ya no los vemos como siempre y no sé si es ella o...
—¿Me estás diciendo que la odias?
—¡No! Dominik no, creo que nunca podría odiarla y siendo sincera, me incluyo en el montón de personas que no pueden apartar los ojos de ella —Susurra lo último con precaución. —Aunque me parece un poco irreal —Coloca su dedo en su mentón imaginándose, de seguro, a Phoenix.
—Creo que deberías irte, linda, estás un poco pasada de alcohol y no queremos accidentes —Muevo las cejas de arriba abajo provocativo. Bufa y coloca su vaso de una bebida extraña en una mesa que teníamos cerca.
—Yo puedo irme sola... —No termina la palabra porque si no la sostengo casi cae de cara al piso. Por esto evito lidiar con mujeres poco tolerantes al alcohol.
—Yo te llevo, pero si despierto desnudo junto a ti no me culpes.
—¡Dominik! —chilla. Suelto una risita y la llevo a fuera.
La llevo hasta su apartamento que comparte con su novia Delia, que al parecer en cuanto me vio con su novia en brazos, borracha y casi al borde de vomitar. Delia se enojó tanto con Melissa que ni me dio las gracias y me cerró la puerta en la cara.
Aunque ni las estaba esperando de todos modos.
La vida es tan maldita con las personas con buenas intenciones.
Y cómo le cuesta tanto dejarme en paz viene a traerme a una pelirroja con su ojo izquierdo verde turquesa y su ojo derecho color grisáceo, un cuerpo que parece ser de un mundo paralelo donde todo es perfecto y humor qué te quedas pensando en si odiarla o hacer cosas que, para ser exactos por mi propio bien no quiero pensar. Vino para destrozar completamente todo lo que yo y mis hermanos hemos conseguido ¿para qué? Para destruir todo a su paso.
Absolutamente todo. Y volver nuestra vida un caos completo.
Ella llegó para destruirnos de la manera más hermosa posible y no puedo estar más feliz por ser destrozado por ella, por su fuego y por su inteligencia.
Solo por ella.
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