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Décimo quinto capítulo

Décimo quinto capítulo

Cuando no tuvo a donde correr, Maisha le proporcionó una vía de escape, un techo, un plato de comida y una forma de ganarse la vida sin dejar mucho rastro, por los años que vivió en la pensión lo hizo manteniéndose al margen de todos, siempre mirando sobre el hombro esperando ser atrapado. El miedo se volvió su segunda piel, miedo a las sombras del día y al silencio de la noche, miedo a los pasos que se movían en su dirección, a las manos que sin querer lo rozaban.
Y luego apareció Ae, con su sonrisa tierna e insistencia incansable, ofreciendo con palabras algo a lo que no tenía derecho.
Fue su toque el que le enseñó con pericia y paciencia que no había nada malo en él, que su cuerpo era propio y que con la persona adecuada era capaz de sentir la plenitud de ser amado. Ae lo distrajo, le dio esperanzas donde nunca las tendría que haber tenido, él no era libre, no totalmente, y todo era cuestión de tiempo.
Cuando descubrió que estaba embarazado, el pánico lo llevó al peor escenario, porque tener ese pequeñito creciendo en su cuerpo era un tic-tac constante, un día tendría que dejarlo para pagar las consecuencias de sus actos. Desde allí todo se hizo cuesta arriba, solía mirarlo por horas tratando de que cada detalle de su bebé impregnara cada uno de sus recuerdos, le habló hasta el cansancio contándole de un mundo donde podrían estar juntos, le dijo que siempre estaría protegido aún cuando él ya no estuviera a su lado. Dejarlos fue un dolor que no podía compararse con nada, cientos de veces quiso deshacer sus pasos y volver a ellos, vivir oculto si eso significaba abrazarlos cada noche, pero entregarse fue la única opción viable si pretendía poder ser el padre que su hijo merecía.

〰️〰️〰️

Los ojos dolían de tanto llorar, las palabras de Ae picando en su alma, la amargura de una nueva separación, la decepción en los ojos oscuros.

-Heyyyy -lo llamó uno de los amigos que había hecho en el lugar- es hora de levantarte.
-Plan... -lloró y se hizo un bollito- no puedo...
-Falta poco -le acarició el pelo- vamos, falta muy poco.
-Siento que no puedo respirar -habló con la cabeza perdida en la almohada- solo quería abrazarlos y fue una pesadilla despedirme de ellos.
-Ven -lo ayudó a incorporase- cuentame algo bonito de los dos.
-Niko es maravilloso, un mini caballero -limpió la nariz con la mano- es mucho más hermoso que en las fotos, y tiene una voz diminuta... y Ae... Ae...
-¿Si?
-Él me odia -bajó la cabeza ante un nuevo aluvión de lágrimas- me odia por lo que les hice.

Los brazos de Plan lo rodearon y no dijo nada, lo dejó llorar tal como lo hacía cada vez que la amargura robaba su ánimo.

-Mira -le dio un pequeño empujón para que se acostara- yo cubriré tu turno en la cocina, descansa un poco más.

Hizo caso y se cubrió con una colcha para alejarse de todo que no fuera su propia tristeza. Estar en este lugar no era nada parecido a lo que pensó que debería vivir estando en la cárcel, el sistema penitenciario de reinserción social era sin duda un salvavidas en el infierno, una gracias concedida por los dioses. Una vez que se presentó a las autoridades, el juicio y la posterior condena a 5 años de prisión, la gestión del abogado pagado por Maisha le consiguió un inmediato traslado a la vieja casona donde se alojaban al menos 30 presidiarios que vivían, estudiaban y cumplían su condena allí, un sistema modelo de segundas oportunidades a los que pocos accedían. El régimen no dejaba de ser estricto y tener reglas a las que debían obedecer para permanecer en el lugar, pero había funcionado, en los 3 años y medio ya tenía en marcha una carrera como asistente social y era un experto en jardinería. Así como él, cada una de las personas cumplía labores para autosustentarse, aprendían un oficio y estudiaban una carrera que les proporcionara una nueva expectativa de vida. Por un tiempo, su único contacto con el exterior fue Maisha, ella se ocupó de darle las miles fotos que atesoraba y le informaba de cada hito en el crecimiento de Niko, la misma mujer fue quien rastreó a Earth para encontrarlo en un hogar de acojida donde había sido colocado, su pajarraco había crecido para convertirse en un colibrí, ligero y etereo, bello y frágil; de su madre nunca tuvo noticias.
Pete trató de cerrarse a los recuerdos, pero siempre había alguna célula en su cerebro que se encendía para recordarle que él era el culpable de estar allí por mucho que los demás le dijeran que no era así, y ahora, la culpa de lastimar a Ae y a Niko se le sumaba a la mochila de arrepentimientos.
Un golpe en la puerta lo trajo de nuevo al presente, por más que se regodeara en el dolor, debía persistir si esperaba tener la oportunidad de pedir perdón a Ae, solo faltaban 9 meses para poder tramitar una libertad condicional y cumplir lo restante fuera de estas paredes.

-Pete -llamó la voz- ¿estás despierto?
-Mmm...si.
-Escucha, me dicen que tienes visitas.
-Okey, enseguida voy.

Tal vez Maisha había ido a verlo, de seguro estaría preocupada luego del enfrentamiento que sabía tendría con Ae.
Se lavó la cara y trató de acomodar un poco el pelo que uno de sus compañeros había cortado, un poco más corto de lo que le gustaría, pero no estaba tan mal, despues de todo, recién estaba aprendiendo.
Caminó por los pasillos que ya bullían de compañeros en las labores asignadas, esta noche le tocaría el turno en la lavandería. La sala de visitas era lo más parecido a un salón de escuela, mesas y sillas reunidas en pequeñas mesas, algo no muy intimo, pero funcional.
Abrió la puerta, algunas personas ya estaban junto a sus familiares, buscó con la mirada el color del pelo de Maisha, pero algo muy distinto captó su atención. La piel oscura y el pelo casi negro, los ojos chocolate y la sonrisa que lo había aturdido la primera vez. Un imposible. Sus sueños y los miedos fucionándose para crear algo inverosímil.

-Ae... -alcanzó a susurrar antes de sentir que las piernas le fallaban.

No llegó a caer, pronto los brazos que lo habían sostenido cientos de noches lo volvieron a sujetar para envolverlo con fuerza a la que se aferró para no desvanecerse.

-Ae... -lloró con terror de lo que podía significar que estuviera allí, que supiera sus pecados.
-Shhhh Pete... -le besó la frente- Pete amor... estoy aquí.
-No...
-Si -guió su rostro para que mirara la determinación en ellos- y esta vez, no vas a alejarme.

〰️🖤〰️

Hola!
Espero que esten bien, gracias por dejar mensajitos en los capítulos anteriores. Hoy les traigo un poco más para comprender todo lo que hay detrás de mi Pete, no se ustedes, pero yo lo amo y entiendo las decisiones que tomó guiado por el miedo y la culpa.
Espero que hayan disfrutado del capítulo y pronto tendremos más. No se olviden dejar estrellita/comentario..

Saludos!!!

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