Epílogo
Entro a la clínica acaparando todas las miradas. Miradas que pretenden ser disimuladas, pero pecan de todo lo contrario.
Todos se han dado cuenta, menos la mujer despistada que atiende tras los mesones. La secretaria mantiene la vista fija en el computador, pero en cuanto se percata de mi presencia pide mil disculpas ante los segundos que me ha hecho esperar.
—Lo de siempre —digo desenfadado—. Vine por mi esposo.
—Por supuesto. —Revisa con apuro la pantalla—. Tendrá... que aguardar unos minutos, en este momento se encuentra en cirugía.
Tomo asiento, y me quito las gafas Cartier, con la deliciosa sensación de que los demás siguen mis movimientos. Pacientes, e incluso enfermeras se descuidan de lo que están haciendo para echar uno que otro vistazo. No los juzgo, con esta pinta seguramente yo también me quedaría absorto en cada detalle de la tela de mi traje, así como las joyas que me adornan los dedos. Aunque por supuesto, hay un anillo que destaca por sobre los demás con un imponente diamante.
Sonrío por lo bajo. Si me hubieran visto diez años atrás seguramente no me habrían visto de esta manera, en un estatus de inalcanzable.
—Lamento la demora. —Theo aparece después de unos quince minutos. Levanto la vista del teléfono—. Era la última cirugía del día, se extendió un poco más de lo normal.
—¿Todo bien?
La sonrisa de satisfacción que se forma en su rostro me da la respuesta evidente. Theo se ha convertido en un médico de renombre, no solo por su trato cercano con las personas, también por sus increíbles habilidades y conocimientos. Atenderse con él es estar en buenas manos, cosa que no muchas veces se puede dar por hecho. En mi antiguo vecindario había un apodo para los doctores, "los mata sanos". Y digamos que Theo sería todo lo contrario a esos charlatanes.
Le hago la seña para irnos al estacionamiento.
—¿Sin chofer? —inquiere.
—Sabes que me gusta conducir. —Me subo al Mercedes Benz S Class, Theo me sigue el paso.
—Siempre nos quedan mirando cuando nos ven juntos. —Theo hace la observación cuando ya estamos andando.
—¿Y qué esperas? No todos los días se ve juntos al mejor médico del país junto al dueño de la clínica dónde el mismo médico trabaja. Somos una pareja que no pasa desapercibida.
—Sí... nada tiene que ver con que tienes puestos unos diez mil euros entre ropa y accesorios —me debate Theo.
Ingenioso, pero erróneo.
—Pues, en eso te equivocas. Tal vez parece que me cargo diez mil euros, pero puedo decir con toda la sinceridad del mundo que por más que nuestro patrimonio es inmenso, no derrocharía el dinero de esa forma. La mayoría es de segunda mano, fuera de temporada o adquiridas en rebajas. Solo que... Las personas te tratan como te ven, eso es una verdad que nadie se atreve a decirla en voz alta, por lo políticamente correcto y esas mierdas, yo en cambio, la digo abiertamente. Incluso cuando era pobre me intentaba ver lo más presentable posible para causar una buena impresión.
Theo sigue con la vista clavada en mí, porque sabe que hay algo que me estoy guardando.
—Y está bien, tal vez a quería tirar mis mejores pintas frente a la persona que amo. Es una alternativa.
—Lo sabía.
—Obvio que lo sabías.
El portón eléctrico se abre, permitiéndonos la entrada a la residencia. Nuestro hogar.
Jasmine nos saluda desde la piscina. Está con su novio, lo ha invitado a nuestra cena, de seguro buscando mi aprobación. Cosa que dudo que ocurra. Me cuesta asimilar que ya es toda una adolescente.
Estaciono el vehículo, y en cuanto hemos dado algunos pasos dentro de la casa, el mayordomo se nos acerca informándonos que ella ya se encuentra aquí. Theo se entusiasma, y apresura los pasos en su dirección.
Greta lleva consigo un bastón. Entre operación y rehabilitación ha recuperado gran parte de su movilidad. Costeé todo su proceso a pesar de que ella se rehusaba en un principio. No me echaba la culpa de lo que había sucedido, pero yo jamás podría habérmelo perdonado si no hacía algo al respecto. Me nació del corazón ayudarla. Y con el tiempo se ha vuelto parte de la familia.
Damos un paseo por el jardín trasero en tanto se termina de preparar la comida. Es una hermosa tarde de verano. El atardecer está en su punto cúlmine.
Llegamos hasta nuestro sitio especial junto al invernadero. Nuestro recordatorio de quiénes se fueron antes que nosotros, una manera de rendirle honor a sus memorias. Fue idea de Theo la construcción del memorial, el nombre de cada participante de "Proyecto 151" en piedra. Aunque sea simbólicamente, este es un espacio dónde queremos creer que descansan en paz.
Greta nos da privacidad, tomando un poco de distancia.
Observo el nombre de Artemisa. Sé que Theo hace lo mismo con el de Magnus. Fueron personas que dejaron una huella en nuestras vidas.
Prometimos que seríamos felices por ellos, que avanzaríamos sin olvidarlos.
—A veces todavía no me lo creo —habla despacio—. ¿En serio ya estamos a salvo?
Sostengo su mano con fuerza.
—Tan a salvo como lo permite este mundo, ¿no? —La luz del sol le llega directo a los ojos. Se le ven más claros que nunca—. Cualquier cosa, la enfrentaremos juntos, Theo.
—Te amo, Derek —responde, y no puedo no conmoverme cada vez que me lo dice, aunque ya llevemos años juntos.
La tarde pasa rápidamente. Entre comida y conversaciones, todo el ambiente se vuelve muy ameno. Quedamos de volvernos a ver pronto, con excepción del supuesto novio de Jasmine. Quiero cumplir medianamente bien el rol de hermano mayor odioso.
Cuando la noche cae, salgo a la terraza de la habitación. Mis ojos clavados en esa exquisita vista que da al mar.
Theo me abraza por la espalda, y yo aprovecho para echarme atrás y morderle el cuello.
—¿Qué quieres, Derek? —pregunta, siendo que sabe perfectamente lo que quiero.
—Lo mismo que tú.
—No puedes saber lo que quiero —responde.
—Lo que quieres es a mí, no puedes negarlo.
—Y lo que tú quieres es a mí.
Voy en busca de su boca. Nuestras lenguas encontrándose mientras nos enrollamos en la cama. Sus besos son suaves y precisos, muerdo sus labios en tanto un gemido ahogado se escapa de ellos.
Él sobre mí, y la fricción de nuestras ropas.
Me desespera tanto este juego previo, que ya veo que terminaré acabando en medio de algodón egipcio, frazadas de lana virgen y cobertores de seda.
Sí, el de gustos exquisitos claramente es otro, mas no puedo molestarme.
Abro los ojos, me detengo en Theo mordiéndose sutilmente el labio inferior. El sonido de las olas acompañándonos. El licor caro sobre la mesa.
«Quiero a Theo y el dinero. Si debo elegir entre los dos siempre iré a por Theo, pero como soy un ambicioso sin remedio apostaré a tener ambos» dije una vez.
Conseguí dinero, lo suficiente para ahogarme en un mar de dinero si quisiera.
Pero por sobre todo, me quedé con el amor de mi vida.
Cualquiera pensaría que me salí con la mía.
Y si alguien se atreviera a decírmelo en la cara, yo le respondería:
¿Y qué?
*Quiero agradecer a cada persona que le dio una oportunidad a esta historia. La verdad, y por primera vez, me siento orgullosa de mi trabajo. Prometo seguir mejorando, pero por ahora mi corazón se queda llenito🥺❤️.
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