Capítulo 7
FEBE
Artemisa era considerada en la mitología griega la diosa de la caza, la naturaleza salvaje y la castidad. Apolo, era su hermano gemelo, también conocido como Febo. De ahí que Artemisa era llamada por el apodo Febe, su variante femenina.
Cuando leí el origen de mi nombre me sentí identificada. Decidí que me ocultaría bajo esa misma sombra. A fin de cuentas resultaba ser una gran metáfora de la manera en la que crecí.
La vida de mi madre siempre giró en torno a la aprobación masculina. Fue un golpe cruel del destino el que mi padre nos abandonara. En una mujer como ella, la paranoia se hizo presente; la obsesión por la belleza y el afán desmesurado por atrapar a un nuevo hombre se convirtió en la constante de cada día.
Hoy no es la excepción. Se regodea con una de mis chaquetas frente al espejo. Dijo que era un regalo para mí, eso fue lo que aseguró cuando extendió la bolsa, mas sabía que era la excusa para no sentirse patética. De seguro a la vendedora le contó que estaba de compras por su hija, cuando en verdad buscaba el atuendo perfecto para la cita que le aguarda en unas horas más.
No tendría tanto problema si únicamente se tratara de eso, una madre obsesionada con vestirse como su hija pese a lo ridícula que se ve. Pero ese miedo a envejecer me lo ha traspasado con sus observaciones quisquillosas y tóxicas. De ahí el rencor que se ha instaurado en lo más profundo de mi alma.
Nunca he excedido el peso "normal" para alguien de mi estatura, pero ella ama alardear con que a mi edad contaba una pequeña cintura, y que incluso ahora mi ropa le queda mejor a ella, aunque nos llevemos décadas de diferencia.
Esta vez no es distinto. Esas palabras salen de su boca con tanta naturalidad que me doy cuenta de cuánto cree en ellas. Mejor debería enfocarse en ser responsable con el manejo del dinero. Es escaso y además mío, porque es lo que mi padre paga por mí, solo que aún no puedo disponer de este libremente.
Ellos se divorciaron hace muchos años, sus peleas constantes anticipaban aquel desenlace. En cierta medida culpo a mi padre en toda esa toxicidad que mi madre brota por los poros. O al menos patéticamente suelo justificarla con eso, de que su obsesión por preservar su supuesta "belleza" así como su juventud perdida es por lo que le hicieron.
—Deja de comer esas patatas, así menos podrás lucirla. —Sus palabras son como un escupo en el rostro, pero no dejo que consiga lo que quiere. Mastico la comida de forma grotesca y exagerada, me gusta molestarla.
Suelto un suspiro de alivio cuando llegan a recogerla.
Todas sus citas son iguales; solo dos horas fuera, después los trae a casa y se van al cuarto de al lado.
Profecía cumplida.
Regresa a casa con él, chocan contra todo lo que hallan a su paso hasta llegar a su cuarto. Exagera sus gemidos, como si creyera ser una especie de actriz porno famosa. Busco cualquier cosa para callar ese asqueroso sonido, presentándose la respuesta divina frente a mis ojos: Los auriculares sobre la mesa. El último regalo de papá. No solo protegen mis orejas, también me aíslan de esta realidad.
A diferencia de otros hombres este no huyó después de tres salidas. Bastaron dos semanas para que compartiera casa con él. Mamá decía que tenía dinero y que se trataba de una buena oportunidad.
Solo escuchar esa palabra fue suficiente para que fuese amable con él.
Luego de cuatro meses se casaron. La casa de dos, paso a ser nuevamente una casa de tres. Desde ese entonces cada noche los oigo en la habitación de al lado. La paz solo llega a mí cuando la música suena en mis oídos, y aún sin esta, esos auriculares se han convertido en todo para mí.
—Si sigues comiendo así, nadie se fijará en ti.
La misma frase todos los malditos días. Dejo el desayuno a medias, así no dan ganas ni de comer.
Cierro la puerta con fuerza, y camino hacia la parada de autobús esperando que la jornada escolar logre distraerme.
Hoy día tenemos la ceremonia de premiación a los primeros tres lugares de la clase.
Yo he conseguido el segundo puesto. Siempre me ha ido bastante bien, pero no estoy obsesionada con el estudio. Tampoco soy una genio que no necesita estudiar. Lo hago, pero no lo disfruto, solo es algo útil y ya.
En efecto, cada hora borra el malestar ocasionado por la convivencia. Tal vez se debe a ese pequeño reconocimiento que obtengo al subir al escenario, posicionándome a un lado de Derek. Trent está al otro extremo. Los aplausos de nuestros compañeros llueven. Las autoridades nos colocan a cada uno la medalla correspondiente.
Al terminar la ceremonia voy a los casilleros. Derek también está en el suyo, solo dos más a la derecha del mío.
—Somos los mejores de la clase, pero no solemos hablar. Es... algo extraño ¿no crees?
Año tras año Derek saca el primer lugar. Además de ello, suele llevarse bien con todos los del curso. No cae en el típico estigma de genio raro. Aun así, siempre termina arrastrando malas caras. No lo conozco lo suficiente para saber si se debe a que es una persona desagradable, o bien, porque en el curso reina la envidia. No obstante, de alguna manera esa atmósfera logra esfumarla. Sabe cómo controlar a las masas cuando quiere.
Mi deducción final es que Derek es un hipócrita. Alguien que esconde su verdadero interior con tal de ser aceptado socialmente, pero no porque realmente le importe el qué dirán sino más bien como un paréntesis. Le es útil hacerlo y solo por ello se apega a ese comportamiento.
—Tienes razón, Febe ¿Quieres... ir por un jugo? —Revisa con prisa su billetera, confirmando si tiene suficiente para pagarlo.
—¿Quieres los apuntes del martes? Faltaste a clases, no hace falta que seas amable con tal de conseguirlos. Te los doy.
Capto su atención. Por primera vez una sutil sonrisa.
—Yo invito el jugo.
Veinte minutos que han sido como estar en el paraíso. Dicen que no es bueno fiarse de primeras impresiones, pero irremediablemente siento la necesidad de expulsar todo lo que cargo dentro. Él me transmite confianza. Le cuento cómo ha sido mi vida, que mi padre formó otra familia, y el afán de mi madre de tirarse a quien se le cruce. En él algo pareciera hacerle clic como si de alguna manera se sintiera identificado con lo que le estoy contando.
—Si nada puedes hacer, entonces al menos desquítate un poco.
—Si hago un lío solo empeorará las cosas. Además dependo de ellos, aunque odie admitirlo.
—Por eso, desquítate, pero de la manera correcta ¿Me dejarías opinar?
—Dime lo que harías en mi lugar.
La tensión flota entre nosotros. Con sus palabras es capaz de llevarme a una tierra lejana. Compartimos cierta oscuridad; por su lenguaje corporal y por la forma en que dice las cosas creo comprenderlo más. No me dará la respuesta convencional, dirá lo que en verdad piensa.
Y eso es muy difícil de conseguir hoy en día.
—No hagas un alboroto, tampoco inventes algo. Sé la misma de todos los días, pero busca la manera de crear un caos que solamente tú conozcas... ¿Sabes qué es lo que más ama el ser humano?
—El dinero —contesto sin rodeos.
Justamente es el dinero lo que me tiene en esta posición. Mi padrastro es el proveedor, mi madre maneja el dinero que envía mi padre, y yo... pues yo no tengo nada.
—Aparte. Creo que me agradas.
Me quedo en silencio buscando otra respuesta, dando pequeños sorbos al jugo que me ha comprado. Ante mi vacilación él continúa.
—Piensa en las promesas de los políticos, en esas campañas electorales que te prometen el cielo, mar y tierra. Se toman causas sociales que tienen su electorado, y luego, cuando están en el poder, se preocupan de llenarse los bolsillos. Pero, un par de discursos maquillados y la gente estará feliz. A las personas no les interesa la verdad, lo que quieren es oír poesía. Las verdades siempre son dolorosas de escuchar. Conseguir un cambio no es factible, así que solo queda encontrar la manera de que tú realidad se vuelva más placentera ¿Cómo logras eso viviendo con dos especímenes como esos?
Entiendo a dónde va, pero no es lo que quiero.
—Yo no quiero jugar a ser la niña perfecta, alguien que está de acuerdo con todo lo que dicen y hacen. Quiero vivir la vida como yo quiero, no como el resto cree que debería vivirla.
—No dije eso. Solo piensa en esa idea, en qué podrías hacer y que sea creíble.
Bebo lo que queda de un trago. Me incorporo y agradezco el jugo y la buena charla.
Me detengo cuando me dirige la palabra una última vez.
—Febe, no vayas a pensar en eso, por favor.
—Derek. —Me quedo helada.
—Hablo en serio, Febe. Una fantasía, rápidamente despierta otros instintos, más en un hombre de cuarenta y dos años, y perderás el poder.
—¿Me ves queriendo provocar a un viejo asqueroso? No te preocupes por cosas como esas. —Suelto una carcajada en tanto camino lentamente alejándome de él.
No quería mentir, pero eso fue lo primero que pensé.
Llego a casa y busco el vestido más escotado dentro de mi colección. Nunca he tenido demasiado busto, pero un sujetador una talla más pequeña parece ser una buena solución a ese problema. Obtengo esa curvatura con la que todo el mundo queda embobado.
El crujido de la puerta anuncia su llegada. Sé que hoy día salía más temprano del trabajo. Cuando voy a la sala se encuentra frente al televisor con una lata de cerveza en la mano.
—Mamá aún no llega —le hablo y su vista baja a mi escote— ¿me ayudarías con una tarea?
Da un sí sin siquiera pensarlo. Toma asiento en la mesa en tanto le enseño el cuaderno acercándome más a él. Me inclino, simulando que nada pasa, aunque percibo cómo me come con la mirada. El cuaderno queda expuesto, pero es como si no estuviera. Lo que está al descubierto soy yo cual oferta de mercado, o al menos eso quiero que crea. Los números no se le dan nada bien, me doy cuenta del inútil que ha conseguido mi madre como esposo. Tampoco es como que ella sea demasiado inteligente.
Me sigo haciendo la idiota, porque a los hombres les gustan las mujeres idiotas, o al menos esa idea se insertó en mi cabeza al ver que mamá siempre ha tenido un séquito de perros haciendo fila fuera de la casa.
Mi padrastro simula explicarme, y así continuamos sentados con el pasar de las horas pesándonos encima.
Lo único que aprendo de él es que si fuera profesor de matemáticas sería despedido en menos de una semana. Todos sus resultados están malos.
Tal como en esa ocasión repetí esas insinuaciones múltiples veces. Nunca me tocó. Pero ese día antes de que llegara mamá, escuché un ruido extraño en el cuarto de baño. La puerta estaba entreabierta y lo vi a él. Fue la primera vez que pude tener una imagen mental de aquel líquido que solo había estudiado alguna vez en ciencias.
Observé hasta que su mano quedó sucia, convencida de que la imagen que tenía en su mente era yo y ese apretado vestido, así como también me debió tener presente cada noche cuando estaba con mi madre.
Fue mi mayor venganza.
«No vayas a pensar en eso, por favor».
Sé que no quería que hiciese algo así, no era lo que quería insinuar, pero por primera vez oxígeno entra a mis pulmones. Es alivio instantáneo que ha sido posible únicamente gracias a esa conversación con Derek.
Debo permanecer a su lado. Después de todo, «detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer» suele decir mi madre. Me observo en el espejo, regodeándome de lo bien que me queda la chaqueta que ella me ha regalado.
***
—¡Febe! ¡Ven! ¡Eres la única que falta!
La estúpida de Cosette otra vez se hace presente. La odio. Detesto su presencia. Mi madre la amaría, su cuerpo es perfecto, así como su rostro cuenta con todas las proporciones que caerían bajo el "estándar de belleza". No soporto su cercanía.
—No sé de qué hablas, pero no quiero.
—Ah, bueno. Le diré a Derek que te sentías enferma.
¿Desde cuándo Derek se presta para estas niñerías? No lo entiendo. Está obsesionado con ganar. El Derek que conozco estaría estudiando de cabeza, no perdiendo el tiempo.
—Iré. —Cierro el puño con firmeza.
—¡Ah! ¡Qué felicidad! —Me agarra del brazo arrastrándome al comedor.
Ahí está, sentado en el suelo junto a los demás.
Quinn, la misma muchacha que le pidió que hablara con Morgan, ahora lo tiene abrazado y él ni se molesta en apartarla.
Lo conozco. No es algo que le agrade y tampoco se deja querer porque no tenga voluntad. Disfruta la atención, estaba buscando esta oportunidad.
—Hazte a un lado —le ordeno a Quinn.
Derek me sonríe con diversión. Quinn no cede.
—Quinn, hazte a un lado. No querrás contradecir a la capitana.
—¿Capitana?
—Mi capitana —declara, invitándome a que me ponga a su lado.
Recién entonces ella me hace un lugar, claro cuando yo hablo no tiene peso, pero si lo hace Derek entonces sí es capaz de moverse.
Me siento junto a Derek, el contacto con la fría cerámica me hiela las piernas pese a contar con el grueso conjunto del programa. Hemos formado un círculo; los catorce que seguimos en competencia.
—¿Qué haces? Ya que te importa tanto ganarle a Theo creí que estarías estudiando.
—Theo está aquí —susurra— si él no está estudiando entonces no hay problema.
—¿Me ves cara de estúpida? Él nunca estudia. —Lo fulmino con la mirada.
—Febe, no te dejes llevar por los celos, por favor.
—Me podrías haber avisado, pero no, siempre poniéndote primero. No piensas en mí. Por eso no quería que vinieras —le escupo.
Sí y no. Es curioso, cuando recibí la invitación a "Proyecto 151" recuerdo haber saltado de alegría al ver la carta en el buzón de la casa. Me pregunto en qué momento Derek habrá recibido invitación, cuando estuvo en mi casa fingió no saber nada sobre ello, pero luego apareció como uno más.
Estúpidamente creí que sería algo que haría por mí misma, pero cuando Derek entró por esa puerta el primer día supe que había sido una ridícula. No podría lograrlo sola, y el miedo a perderlo tendría que superarlo, que comparta con gente nueva no significa que vaya a abandonarme.
—¿Problemas en el paraíso? —Cosette aparece por detrás, juntándonos y forzando un abrazo de tres.
—Eso jamás estúpida.
—Uy, no hay porqué ponerse agresiva, más que nada, vinimos aquí a jugar, aunque déjenme decirles que tristemente el gran anfitrión de este juego es Félix.
—Por supuesto. —Se pone en pie—. Los de arriba saben cuánto amo la diversión y me dejaron las instrucciones.
—¿Entonces es obligatorio?
—Lamento decir que sí —me responde.
—¿De qué se trata? —pregunta Magnus. Está entusiasmado.
—Félix, solo lee la carta—le pide Derek sin rodeos.
Félix se pone de pie. Mientras sostiene el papel en una mano con soltura pasa la otra por su cabello. Algunas muchachas sueltan suspiros, aunque no se compara al magnetismo que Derek genera en todo el grupo. Él y Theo son los que más roban la atención.
«Será mejor que dejen de observarlo de esa manera». Me aferro con más fuerza al brazo de Derek.
Félix lee la carta de Morgan. Lou saca de la caja todos los instrumentos que se encontraban en esta; una ruleta y un control que cuenta con dos botones una V y una F. También hay catorce notas con un resumen de las instrucciones, las reparte a cada uno, así será más fácil retenerlas una vez que empiece el juego.
Me enfoco más en la nota que en las palabras de Morgan leídas por Félix.
Verdad o mentira.
Instrucciones.
1. Por turnos cada uno de los participantes deberá girar la ruleta. Quien salga seleccionado comunicará la frase hecha especialmente para cada participante.
2. Quien responda tiene la opción de terminar la oración diciendo una verdad o una mentira. Si contesta honestamente se conserva la cantidad de dinero del pozo. Si miente se restarán 500 millones de dólares.
Excepción: Puede esquivar la sanción si al mentir logra engañar a su compañero convenciéndolo de que ha sido honesto. En ese caso, la persona que haya mentido recibirá una bonificación de 20 puntos en su siguiente examen.
3. Para el compañero que debe usar el control: Si marca que su compañero ha mentido y no es cierto igualmente habrá una penalización de 500 millones de dólares.
4. Si todos los participantes optan por decir la verdad serán recompensados con diez puntos en el siguiente examen.
*Si en la siguiente evaluación todos sin excepción superan los 70 puntos tendrán permitido ingresar al acceso C.
*En "Proyecto 151" consideramos valiosa la sinceridad, así como también la capacidad de convencimiento.
*Solo son tres minutos para formular una respuesta sino el juego se termina sin obtener ningún beneficio al quedar incompleto.
*Una vez que se gire la ruleta nadie puede retirarse.
Cualquier celebración por la bonificación se pierde a medida que nos enteramos de las reglas.
—¿Quiere decir que tendremos que hablar sobre temas personales? —pregunta Quinn.
—Recuerden que tenemos sus expedientes. —Félix vuelve a leer esa parte de la carta de Morgan—. Es evidente que así será.
En la postulación tuvimos que adjuntar un expediente académico. Inicialmente yo también me había asustado con esa información, pero si solo se trata de nuestros antecedentes de escuela no es preocupante. De igual manera, me invade la tensión propia del recuerdo de las salpicaduras de sangre y el hedor.
—Qué demonios... —se queja una de las muchachas.
—Están jugando con nosotros —suelta otro.
—Es un 25% del premio —comenta Theo sobre la sanción— basta que cuatro personas cometan uno de esos actos para perder el dinero.
Los quejidos se pronuncian sin tregua. Nadie está excitado con la actividad.
—Se premia al mentiroso —Derek habla por lo bajo.
—Se premia la honestidad —añade Theo consiguiendo la atención de Derek—. Dependerá de las decisiones que tome cada uno.
—Claro que sí, prodigio...
—Sobre el acceso C... —inquiere Quinn.
—Ah, sí, Morgan se refirió a ello. —Félix va al final de la carta—. En "Proyecto 151" consideramos valiosa la sinceridad, así como también la capacidad de convencimiento. —Hace una pausa—. Aun así, existe una manera de que todos sean beneficiados con diez puntos y el pozo se mantenga intacto si... todos contestan con la verdad. La ganancia de que cuenten con esos diez puntos es que si en el siguiente examen como grupo superan los 70 puntos tendrán permitido ir al acceso C ¿Extrañan el aire fresco, no es así? Es el pasaje que conecta a la terraza del edificio. Mucha suerte en el juego, lucecitas. Se despide, Morgan.
Varios soltamos suspiros. Es cierto, extrañamos el aire fresco y la luz natural.
—Ehh... tengo una idea —confiesa con timidez Lou. Es extraño que tome la iniciativa, es una muchacha bajo perfil, siempre evita relacionarse demasiado con el grupo— mmh, p-podríamos ponernos de acuerdo en decir la verdad, así todos salimos beneficiados.
—Interés individual versus interés colectivo —musita Theo.
—No es problema —habla Derek demasiado contento—. Iba a proponer lo mismo que Lou. Podemos con esto, es fácil. Recuerden el ejercicio del dilema del prisionero, no es demasiado diferente.
«Claro, Derek. No te veo haciendo esa propuesta». Pero sí es cierto que lo que más conviene pensando colectivamente es que todos digan la verdad y que quien posea el control marque la V en cada turno. La multa es demasiado alta. Quieren que nos expongamos.
—Sí, sería más fácil si lo hubiera entendido a cabalidad —confiesa Cosette— lo siento, Theo.
Él solo parece algo cansado por el tiempo que invirtió explicándole el dilema del prisionero y el equilibrio de Nash.
—¿Empezamos? —pregunta Félix.
Todos asienten, algunos se ven más temerosos que otros.
—No nos traiciones, Derek —agrega Theo con cierta indiferencia.
—¿Traicionarlos? Pero si estoy tan entusiasmado de por fin tener contacto con el mundo exterior. De hecho, quiero ser el primero en girar la ruleta.
Nadie se opone. La flecha da vueltas en círculos hasta finalmente detenerse en Magnus.
De la parte baja del plástico se abre una ranura. Una tarjeta hecha especialmente para ponerlo en un aprieto.
Magnus traga saliva.
—Bueno dice así... Sería capaz de todo con tal de proteger a Theo y hacerlo ganar proyecto 151, incluso...
La mirada de Derek se oscurece. Está sonriendo. Significa que se trae algo entre manos. Ya vi esa expresión antes, la primera vez fue cuando planificamos aquel robo de hace un año. Desconcierta con esos repentinos cambios de semblante. Expone descaradamente aquella sonrisa desquiciada que utiliza cuando sabe que tiene el control de la situación.
—Descuida, la contesto por ti, Magnus —no lo deja hablar—. Sería capaz de todo con tal de proteger a Theo y hacerlo ganar proyecto 151, incluso... ¡Sería capaz de matar! —Ensancha la boca, mostrando todos los dientes—. Verdadero o falso ¿Qué opina el público? Tic tac tic tac tic tac.
Apenas es la primera ronda y Derek ya hace correr sangre.
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𝑀𝓊𝒸𝒽𝒶𝓈 𝑔𝓇𝒶𝒸𝒾𝒶𝓈 𝓅♡𝓇 𝓁𝑒𝑒𝓇
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