Capítulo 6
DEREK
Los rumores no han dado tregua. La gran mayoría cae presa del cuchicheo. Unos pocos han comenzado a dudar de la veracidad del programa asegurando que las promesas del proyecto 151 no deben ser ciertas.
Admito que el contrato no lo leí por completo, eso fue un error de mi parte, pero tenía prisa. Si Dorian o mi madre se daban cuenta de lo que haría me darían el sermón del siglo.
¿Por qué estaban tan obsesionados con esos supuestos valores? ¿Acaso ellos no entendían cómo funcionaban las cosas?
Se ve que no.
«Acepta tu realidad» Me dirían.
No me gusta ese conformismo. Nacer en la inmundicia no puede ser una sentencia de por vida.
Viéndolo en retrospectiva no tenía opción. Si en esa casa nadie era capaz de mover su maldito trasero entonces yo lo haría. Jasmine merece una vida diferente.
Yo por supuesto que merezco una vida mejor.
Nadie me quitará ese pensamiento de la cabeza.
Me pregunto qué habrá pasado luego de mi partida ¿Me estarán buscando? ¿Dirán que soy la copia de mi padre?
No quiero pensar demasiado en esa posibilidad. Sé que Jasmine será fuerte y no se dejará influenciar por esos comentarios. Ella conoce mi interior.
—Derek... ¿Podrías hablar con Morgan? —Me pide la muchacha con el número doce. Los cuchicheos se acallan. De pronto, es como si yo fuera el salvador, una especie de mesías que conseguirá traer paz a su rebaño.
Febe se me aferra al brazo igual como si creyera que somos uña y carne. No me gusta cuando se pone así; marca su territorio meándome encima como un perro.
Estamos todos reunidos en el comedor. Aquí hay un tiempo para cada comida el cual debe cumplirse estrictamente. Si no lo cumples te tendrás que aguantar el hambre hasta el siguiente horario. Ahora estamos en el almuerzo.
—Bien, pensaré en cómo le hago.
La muchacha chilla, otros me agradecen.
Magnus me ve a lo lejos con cara de pocos amigos. Me causa gracia.
—¿Por qué no acudieron a mí? —Félix entra al comedor. Hace un gesto altanero, como si se creyera el rey del lugar.
Noto a algunas de las muchachas eufóricas por su presencia. Sus ojos verdes hacen contraste con su piel morena, y los rulos castaños le dan ciertos aires de galán, lo cual es un ensalce a su vanidad.
—Porque eres un payaso —suelta Febe— solo si quisieran armar una fiesta te buscarían.
A Félix le resbala el poco tacto de Febe, su postura es relajada y solo murmura alabanzas a la comida del podio.
—¿Qué harás? —me pregunta Theo. Deja su bandeja sobre nuestra mesa. Debió haber llegado junto con Magnus, me gusta que no se haya quedado a su lado.
—Hablaré con Morgan. Le diré que existen dudas sobre el premio, que necesitamos que nos demuestren que todo esto es real.
Theo come en silencio, pero su atención se vuelve asfixiante. «No es real». Tal vez imagino el peso de su mirada. Debe ser porque desde que ha tomado asiento solo percibo el aroma del jabón y champú. Mis impulsos quieren traicionarme y mi mente crea situaciones que no existen. Ni sé en qué estoy pensando. El obsesionado soy yo, no él.
—Lo que más extraño son esos deliciosos platillos. —Cosette se queda a mi izquierda.
Muchos ojos curiosos se posan sobre ella. Es la única que ha tomado asiento dónde se encuentran los cinco mejores. El lugar dónde pertenecía.
Me detengo en la pequeña porción de carne que se encuentra en su plato. Para ella tiene aspecto repulsivo, pero me atrevo a decir que he comido cosas peores.
—Tiene un sabor extraño ¿saben? Es fibroso y muy fuerte.
—Bueno, es cerdo —habla Félix— si no te gusta la grasa entonces lo odiarás.
Me entra la curiosidad, no es primera vez que escucho quejas sobre la comida.
—Déjame probar —le pido— a cambio te guardo un poco de mi lasaña.
Febe me asesina con la mirada. A pesar de sus regaños y actitud de madre, lo cierto es que Febe se deja llevar demasiado por sus emociones. Es muy celosa.
—Claro, Derek. —Corta tiernamente un pequeño trozo de carne y acerca el cubierto a mi boca. Los segundos se vuelven lentos.
El tenedor cae en medio del aire, y Febe se tapa los oídos. La alarma sigue sonando sin piedad.
—¡Qué mierda! —grita Febe.
—¡¿Qué pensaban hacer?! —Morgan regresa en gloria y majestad. Si hubiera sabido que bastaba esto para que hiciera acto de presencia lo habría hecho antes.
Reparo una vez más en ella. Su aspecto es enfermizo, tiene los pómulos marcados y la piel pálida. Incluso está más delgada, como si no hubiera comido nada desde esa noche.
—Ustedes dos vengan conmigo —ordena.
No queda de otra. La seguimos a pasos pausados robándonos todo el protagonismo.
Mientras caminamos no puedo evitar sonreír. «Hay cámaras en el comedor». Qué estúpidos al dejarse en evidencia, pero agradezco la información.
—No pueden compartir alimentos. Es una de las reglas —nos reprende una vez que entramos a la pequeña oficina—. Este proyecto está diseñado de manera tal que los forzamos a llegar al límite. Los beneficios solo pueden obtenerlos si se esfuerzan por conseguirlos. De lo contrario, se convertiría en una escuela de mediocres, lucecitas.
Al menos compartimos opinión.
—Estas exigencias son necesarias para explotar la mejor versión de sí mismos —enfatiza— buscamos ese ideal; estudiantes sobresalientes que lo den todo hasta dar con la perfección, la persona en quien depositaremos nuestra confianza.
«Esa persona está frente a tus ojos, pero no te enteras».
—Fue mi culpa —Cosette me tira un salvavidas— le ofrecí un intercambio, solo un bocado, no es algo tan grave.
Morgan se queda pensativa, aunque dudo que esté analizando lo que sucedió en el comedor, más bien creo que está perdida en sus propios pensamientos. Algo la tiene mal y por eso desapareció por unos días.
—¿Qué te había pasado? —pregunto antes que intervenga. Podría hablar en presente, porque la mujer frente a mí no tiene nada que ver con la Morgan que conocía.
Cierra la puerta de la oficina con brusquedad. Está cabreada.
—Tomé una licencia, estaba enferma, pero ese asunto no es de su incumbencia. Escuchen, no quiero ser la mala del juego. Es segundo llamado de atención para ti Derek, uno más y tendremos problemas.
—¿Es por mi origen, verdad? —hablo a la defensiva. Necesito que estos incidentes sean olvidados—. ¿Sabe cómo se le llama a eso? Discriminación.
—¿Pero de qué habla?
—Soy el más pobre del grupo.
«Orgulloso» Diría mi madre. Mira lo orgulloso qué estoy diciéndolo en voz alta.
Nótese la ironía.
—Solo nosotros tenemos acceso a sus archivos. Cada uno de los seleccionados tuvo una vida dif...
—Lo soy —afirmo—. Solo he compartido un par de días y puedo notarlo. Febe al igual que yo tiene una realidad dura, pero la mía siempre fue más precaria.
Cosette presta atención a cada palabra. Debe recordar lo que le dije esa vez en el almuerzo. Me quedé con la intriga de saber quién es Greta, no lo he olvidado. Imagino tampoco su historia ha sido color de rosas, detrás de esa sonrisa y dulce voz se esconde alguien que ha sufrido.
—El objetivo de este programa es precisamente ayudar a surgir a un estudiante brillante que haya demostrado sus capacidades. No tendría sentido actuar parcialmente perjudicando al que tenga una situación más vulnerable. Bien lo sabe, es inteligente.
Bien lo sé, pero estoy intentando salir del paso.
Mi distracción no sirve de mucho. Morgan nos indica que nos impondrá un castigo. Tanto Cosette como yo hacemos nuestro mejor esfuerzo en replicarle, pero es en vano. Tendremos que ayudar en la cocina en nuestras horas libres.
La medida me enfurece. Tengo demasiado por estudiar, esto solo es complicarme más las cosas, como si todo ya no fuera lo suficientemente difícil.
Espero a que Cosette salga para encarar a Morgan. De todas maneras, prometí que hablaría con ella.
—La desaparición del chico que tenía el puesto catorce ha generado cierto revuelo. —Me cruzo de brazos—. Algunos dudan de que todo esto no sea más que un juego. Queremos una prueba de que el dinero existe.
—¿Disculpe?
—Lo que escuchó, espero lo haga de buenas a primeras. De lo contrario, le tendré que informar a su superior de que ese mismo día usted andaba deambulando por las habitaciones de los estudiantes a altas horas de la noche. No creo suene muy bien.
—No puedo creerlo.
—Créalo.
—Ustedes no tienen accesibilidad a...
—¿Pero hay cámaras, no? Usaré las del comedor, haré señas hasta captar el interés de alguien. Seguro lo consigo.
Morgan se queda unos segundos debatiendo consigo misma. No le agrada nada lo que le he dicho, mas no debería tener demasiado problema. Si ella no le hizo nada a ese muchacho y si el juego es real entonces todo debiera ser simple y sencillo.
—Bien, lo verán con sus propios ojos —habla a regañadientes.
Llego con las buenas noticias a mis compañeros, incrementando aún más la popularidad entre ellos. Hay una marcada diferencia entre mi reputación y la de Theo. Él tiene la apariencia de un Dios todopoderoso, los aduladores lo persiguen y quieren besarle los pies sin conseguir ni un mínimo gesto de retribución de parte suya. No es de los que le importa agradar a la gente, no cae en ser grosero, pero su faceta de indiferencia es notable. Por detrás las malas lenguas abundan, aunque no es de extrañar que una persona vista como "demasiado inalcanzable" goce de un fandom y un grupo de haters.
En cambio a mí, pese a estar lejos de tener esa imagen, ya me tienen la suficiente confianza como para pedirme que hable con Morgan a nombre de todos. El ataque de rabia que presenciaron ha quedado en el pasado. La memoria es frágil, y solo queda que de una vez por todas mi cerebro logre procesar esas derrotas. Debo controlarme.
Ahora bien, el problema es que dentro de ese grupo de adulación están precisamente Magnus y Cosette, los mismos que formaron parte de la pesadilla de esa noche. Mientras sea así, si Theo dice que yo fui el asesino no lo pondrán en duda ni un maldito segundo. Pero ¿será que Theo en verdad prefiere creer que yo no tuve nada que ver? Ha parecido sincero cada vez que nos hemos quedado a solas. En cualquier caso, no tiene sentido seguir pensando en ello.
Dicen que cuando piensas en situaciones estresantes tu cuerpo libera cortisol igual como si nos estuviéramos enfrentando a un peligro inminente. Es difícil, pero estoy colocando de mi parte para superar lo de ese día. Debo enfocarme en la meta, debo pensar en mi hermana y mantenerme bien dentro de lo posible.
Por los parlantes pasan un anuncio convocándonos al gimnasio.
El acceso al gimnasio había estado restringido con anterioridad, es primera vez que ponemos un pie dentro de esa sala. Está repleta de espejos, la estructura me obliga a querer detallarla, como si temiera que del otro lado nos estuvieran observando. Theo está igual de ensimismado, el movimiento de sus ojos es lento, pero perceptible. Pareciera estar contando, o memorizando cada centímetro. Es tan extraño.
—Hoy tendrán una actividad diferente. Tras una reflexión con la comitiva llegamos a la conclusión de darles un incentivo. Hoy verán el premio en dinero con sus propios ojos. Esperamos esta sea una buena manera de que se enfoquen en lo importante, estudiar. Retrocedan y colóquense antes de la línea amarilla —nos indica Morgan.
Lo hacemos sin titubear. Cada instante cuenta, los latidos de mi corazón se me aceleran cuando del centro de la sala comienza a subir una plataforma. En esta se encuentra una gran caja transparente, permitiendo ver su contenido; una cuantiosa suma de dinero a solo pocos pasos de mí.
Es más de lo que podría soñar en toda la vida.
No contengo la carcajada. Mi pulso sigue en alzada y la emoción es tan intensa que me recorre todo el cuerpo. Imagino todo lo que podría hacer con esa fortuna. No sería un despilfarrador, no soy idiota, pero no puedo evitar soñar en grande. Imágenes de todos los lujos que tendría, Jasmine corriendo feliz en una casa amplia y bonita. Yo estudiando en una prestigiosa Universidad. Nuestra familia quedando en el pasado, siendo nosotros nuestra propia familia.
¿Cómo puedo conformarme con menos cuando tengo esta oportunidad única en la vida? No pienso desaprovecharla. Ganaré, aunque me tengan que sangrar los ojos de tanto leer.
Félix grita como desquiciado. Otros toman la misma actitud que él, mas nadie se ha acercado tanto a la caja como yo lo he hecho. La tentación es grande y siento la atención de varios sobre mí. Sé que estoy siendo demasiado evidente, no me importa, es algo que compartimos en este instante. Solo que yo tengo los ojos de la victoria.
«A la mierda Febe. Nunca me interesó tu trato. Pero ahora, al ver todos esos dólares solo vuelvo a reafirmarlo. Mío. Todo mío».
Todos son mis enemigos.
Y el principal de ellos, el muchacho que se encuentra a mi izquierda. Ojos azules y mirada inexpresiva.
Theo Ashford.
—¿Theo? —Magnus lo llama.
De pronto, se ha colocado a la misma distancia que yo me encuentro de la caja. Está demasiado concentrado.
—Shhhh —le hace— los estoy contando.
—¿Es en serio? —pregunto— desde esa distancia no es posible.
Ni que tuviera poderes para poder contar 2000 millones de dólares.
—Puedo —me calla sacándome de mis casillas.
Control.
Autocontrol.
Exponerte solo refleja debilidad.
«Contrólate». Me repito a mí mismo.
—Ya estás demasiado cerca —me advierte Febe.
Tiene razón, y ya no quiero que Morgan me vea a mal. Retrocedo a la línea amarilla.
El caos se calma cuando Morgan nos da las siguientes instrucciones.
Hoy no habrá evaluación, pero sí una competencia, quien gane será premiado con un teléfono.
Morgan se acerca al fondo del salón y nos sorprende al dejar al descubierto que la pared de espejo es falsa, en verdad se trata de una puerta oculta. Doy paso firme siguiendo a Morgan al interior de ese segundo cuarto, mas los espejos y vidrios continúan. Frente a nosotros hay una gran ventana que muestra el interior a dos habitaciones. En el de la izquierda hay una mujer sentada siendo interrogada por un policía mientras que en el cuarto de la derecha hay un hombre en la misma situación.
—Bien lucecitas. Esta vez no tendrán que rendir una evaluación escrita, queremos pulir otras habilidades. Presten atención a este caso. Ganará quien llegue a la respuesta correcta. Pondremos en práctica sus conocimientos teóricos.
La explicación es concisa. Las personas interrogadas simulan ser dos sospechosos que han actuado conjuntamente en un crimen. Morgan nos da audio de lo que hablan en el cuarto A.
Al tener sonido escuchamos lo que le indica el policía a la mujer, como no hay suficientes pruebas para condenarla le ofrece un trato, el cual repite en el cuarto B dónde está el hombre, rápidamente saco mis conclusiones.
«El dilema del prisionero». En esta no podrás ganarme Theo, hace nada me terminé el libro que tanto querías.
Repaso en mi cabeza. Si la mujer confiesa tendrá una pena de un año de cárcel, en tanto si el hombre no confiesa recibirá una pena de diez años de cárcel. Si ambos confiesan la pena se les rebajará a cinco años, pero si tanto ella como él deciden no hablar serán condenados a dos años en prisión. Por el contrario, si la mujer decide callarse y el hombre la delata entonces será la mujer quien recibirá la pena de diez años y el hombre un año de cárcel. Entonces...
—Es el dilema del prisionero —Theo me roba las palabras.
«¡MIERDA!». Soy un idiota perdiendo valiosos segundos mientras él simplemente ha dado la respuesta correcta.
—Lo que se pretende es leer una matriz de juegos anticipando las acciones de los individuos —me uno a la respuesta.
Morgan asiente con la cabeza.
—¿Qué debería hacer la mujer? —pregunta primero.
Se escuchan algunos balbuceos ininteligibles de mis compañeros. Hablo con claridad antes de que me roben la posibilidad de ganarme ese celular.
—A ella le conviene confesar, si confiesa pasará solo un año en prisión en tanto el hombre tendrá la pena de diez años.
—Sí, pero no puede saber si el hombre también confesará —me debate Theo— si él confiesa entonces ambos tendrán una pena de cinco años siendo que podría haber sido una menor. Sin embargo, si la mujer no confiesa y el hombre sí lo hace entonces la mujer tendrá una pena de diez años.
—Ese riesgo hará que la mujer quiera confesar, ya que de no hacerlo se expone a que su compañero sí lo haga y sea ella quien salga perdiendo —puntualizo.
—Confesar no es lo óptimo pensando conjuntamente —habla Theo— pero es lo que terminaría haciendo la mujer y el hombre al escuchar la oferta en forma individual. Este es un problema de racionalidad. Confesar se considera lo más racional, y por lo mismo, ambos terminan escogiendo una opción que los lleva a una peor consecuencia. El mejor resultado se tendría cuando ninguno de los dos confiesa. Nunca terminaré de entender a las personas —agrega a media voz.
Cierro el puño. El parloteo ha cesado, todos tienen la atención puesta en lo que discutimos.
—¿Ah, no? Es el egoísmo del ser humano. Se llega a una peor condena porque optan por el interés individual en vez del colectivo. No los culpo. Si yo estuviera en esa circunstancia haría un trato de guardar silencio y luego traicionaría a mi compañero.
Febe me fulmina con la mirada. Seguramente quiere abofetearme y regañarme de que otra vez Theo ha conseguido que se me caiga la máscara. En su lugar, repasaría un poco sobre mis propias acciones. En el fondo ella es igual a mí, solo que siempre es más fácil retar al otro antes que ver la realidad.
La otra opción es que lo esté asociando a nuestro pacto sobre el premio. Espero no, ya veré cómo lo arreglo.
—Sí, eso pensé. Te estás volviendo algo predecible para que incluso yo pueda adivinar tus respuestas.
Abro la boca para defenderme. Theo me gana nuevamente.
—Entiendo el comportamiento en sí —suspira—. Toda la vida está regida por principios físicos-químicos, al igual que nuestras decisiones se encuentran establecidas por una lógica económica —explica—. Así como haría Derek, tanto la mujer como el hombre confesarían. Y confesar va a desencadenar en el equilibrio de Nash.
—Claro... el equilib...
—Ya que es en esa situación en que ninguno de los dos querrá cambiar su decisión, porque para ese entonces no existe una mejor solución. John Forbes Nash, matemático estadounidense. Admiro su trabajo, y su manera de ver la vida es especial para mí...
—No lo entiendo... —oigo murmurar a Cosette. No lo deja terminar, aunque creo haber sido el único que escuchó su adoración por John Nash— ¿Me explicas lo del equilibrio?
Theo le responde en tanto yo estoy absorbido por nuestra conversación. Por un segundo me había olvidado de que todos los demás estaban presentes.
—Estamos perdidos si estos dos genios se unen —le dice Félix a Magnus, quien me dedica una pésima mirada.
John Nash. El libro de economía que le arrebaté hablaba brevemente sobre su vida. Recuerdo haber leído de sus aportes matemáticos, pero también de su particular manera de ver la vida. Todo lo concebía bajo una comprobación numérica incluso las actividades más triviales. Todo tenía una fórmula. Sin duda era brillante, aunque no la tuvo fácil, vivió una constante lucha contra la esquizofrenia paranoide.
Theo Ashford.
Lo observo mientras le explica el equilibrio de Nash a quien se le acerque.
Está serio, repitiendo casi en automático. Y hay algo más, quisiera terminar de leer sus ojos, pero termino deteniéndome en la intensidad de ese azul y olvidando cualquier intento por deducir qué es lo que pasa por su cabeza. Lleva sus dedos enredándolos en un mechón de su desordenado cabello. El movimiento es algo compulsivo, imprevisto como si fuera una especie de tic inconsciente.
Cada día siento más curiosidad por él. No soporto que ese interés no sea recíproco.
«Yo sentí un poco de curiosidad cuando te vi ahí arriba».
¿Quién se cree? ¿Quién se cree?
—Bueno, sin duda Theo y Derek estuvieron increíbles —nos felicita Morgan—. Sin embargo, solo uno puede ser el ganador, y aunque estuvo muy bien, quien dio una respuesta más completa al finalizar fue Theo.
Sí, ya me lo esperaba. Es un golpe bajo considerando que siempre me he jactado del tipo de inteligencia que poseo. Sin embargo, sé que Theo me ha ganado porque se lo sabe de memoria, no es que en verdad deduzca lo que haría la persona, aun así no le quito mérito, lo hizo bien. Yo en cambio, me dejé llevar por las pasiones, parece que estamos condenados a ser así.
—En cuanto a los demás, les aconsejo repasar contenidos. Son catorce, y solo dos participaron en la actividad.
Algunos se excusan, otros ríen por lo bajo. Anhelaban el teléfono, pero no tenían conocimientos sobre teoría de juegos.
Camino lentamente hacia la salida mientras Theo recibe el celular última generación.
Soy el primero en largarme. Sé que Febe intenta detenerme, pero necesito hacer algo.
Voy directo a mi cuarto. Abro el primer cajón del mueble, escribo y adjunto una nota que dejo en medio de las páginas.
Cuando ya lo he dejado en el lugar de destino, me recargo en la pared esperándolo. Nota mi presencia en cuanto llega a la puerta de su cuarto. Achica los ojos en tanto me dirige esa típica expresión que siempre mantiene. Pero una vez que entra deja la puerta abierta, permitiéndome ver su reacción al encontrar el libro sobre su cama. Lo abre y sonríe cuando lee la nota.
De pronto, me veo curvando hacia arriba la comisura de la boca.
«Solo es una tregua» Me digo a mí mismo. Nunca dejaremos de ser rivales.
Habría sido más que un instante si Febe no me hubiera encontrado.
***
—¿Puedes dormir tranquilo?
Escalofríos se apoderan de mi cuerpo ante tal pregunta que llega como un susurro enfriándome el oído. Cosette está demasiado cerca y tal proximidad me incomoda.
—Por lo que ocurrió, querido Derek —continúa— seguimos sin saber qué pasó. Ok, la competencia es real, no hay motivo para cuestionar al programa ni a Morgan. Si no es un experimento social, significa que hay un asesino entre nosotros, y que tú, Febe, Magnus, Theo y yo terminamos su trabajo y encubrimos. Ya no puedo dormir si la puerta no está con seguro. Qué agonía no sentirse a salvo.
—La verdad es que evito pensar en eso.
Lo cual es cierto. Mi mente intenta bloquearlo a como dé lugar.
Caminamos lentamente hasta dar con la cocina. Es amplia y blanca. Ya me estoy cansando de ese color, no solo debemos vestir de blanco, sino que además cada maldita sala está bañada en esa tonalidad como si simbolizara algo.
—Por lo que veo estaremos solos. Lástima, seguro a mi amiga Febe no le gustará nada.
Ignoro su comentario y voy directo a lavar. Soy bastante rápido, en casa debía preocuparme de este tipo de quehaceres.
—¿Ustedes llevan mucho tiempo juntos?
—Sí —la fulmino con la mirada.
—Uy, qué enamorado —la ironía se hace presente.
—Mi relación con Febe no es de tu interés.
—Ya sé, pero estoy intrigada. Ustedes se ven taan felices. Cuéntame sobre el día que comenzaron a salir. —Apoya los codos en la mesa mientras yo enjuago los platos. Sus palmas hacen de soporte de su rostro. Tiene cara de muñeca.
—¿Crees que soy de esos? ¿Que lo pediría luego de una cita romántica? No hay nada que contar. Simplemente nos besamos y decidimos seguir besándonos luego de ese día ¿Quedó claro?
Está muy seria para ser ella. Me quita uno de los platos y lo friega por mí.
—No hay porqué ponerse de ese modo. Tú y mi amiga Febe sin duda tienen mucho en común.
Suspiro. Al menos está ayudando con la labor.
Nos toma poco tiempo. Limpiamos el piso y cada maldito utensilio. Ya estamos por terminar cuando le digo a Cosette que se adelante, que me encargaré de apagar las luces y dejar todo cerrado. La veo perderse, caminando, dando pequeños saltitos. Le doy una última revisión a la cocina. Apago la luz y solo han pasado unos segundos cuando siento la presencia de alguien más.
Me agacho esperando que no me vea. La oscuridad sigue presente, y la isla de la cocina es lo suficientemente grande como para ocultarme. Sus pasos son lentos y gateo rodeando el mueble.
Asomo un poco la cabeza. Es un muchacho, se encuentra de espaldas impidiéndome ver su rostro, pero la tenue luz me permite advertir el cuchillo que ha tomado.
No es el más amigable, sino uno de hoja grande, ideal para cortar huesos o grandes trozos de carne.
Lo esconde en medio de su ropa y cuando se voltea puedo ver su rostro con claridad.
Magnus.
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𝑀𝓊𝒸𝒽𝒶𝓈 𝑔𝓇𝒶𝒸𝒾𝒶𝓈 𝓅♡𝓇 𝓁𝑒𝑒𝓇
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