Capítulo 37
THEO
El helicóptero apenas ha despegado. Mi padre observa admirado cómo su edificio arde en llamas, y en tanto lo hace, el trabajador a un lado mío le reclama la bonificación prometida por quedarse hasta el final arriesgando su propia vida. Laurent le asegura que la suma se encuentra en el bolso oculto en medio de los asientos, pero una vez que lo toma y abre con la desesperación propia de la ambición su expresión cambia por completo.
—¡¿Dónde está?!
Aparto la mirada, enfocándome en esa puerta. En el segundo helicóptero que ya se encuentra bastante lejos de aquí.
—¿De qué habla? —Mi padre suena molesto ante la desconfianza—. El dinero estaba ahí.
«Estaba».
El equivalente al monto por mi vida. Al no haber muerto durante el experimento ese dinero se ha conservado intacto. Solo que a criterio de mi padre, ni él ni yo tenemos necesidad de disponer de este. Simplemente fue un señuelo para que tardáramos en descubrir lo que había detrás de la desaparición del dinero.
—Laurent, aquí no hay nada. —Da vuelta el bolso demostrando que este se encuentra vacío.
—Lo resolveremos una vez que salgamos de aquí —le responde seriamente mientras apura al piloto. Las llamas cada vez se hacen más grandes.
El hombre a mi lado enseña los dientes, poco satisfecho con esa decisión. Sabe que a Laurent le sobra el dinero, pero también conoce su habilidad en el juego y engaño, tal vez piensa que se trata de un nuevo truco, que ha arriesgado la vida por nada.
Un tenso encuentro se forma entre ellos. Distrae la atención de lo que está ocurriendo bajo nosotros. Este helicóptero no llegará lejos. Y cuando todos se dan cuenta de que algo está mal ya es demasiado tarde.
Los disparos se hacen presentes, y la hélice se vuelve inestable hasta que termina deteniéndose. Múltiples fallas alertan la inevitable caída. El impacto contra el suelo hace que mi cuerpo salte golpeándome la cabeza. Reacciono rápido, abriendo la puerta antes que el resto. Llevo una mano a la cabeza asegurándome de que no se haya tratado de nada grave. El olor a humo me invade las fosas nasales, pero en medio de esa niebla está él... cumpliendo su parte.
—No es posible. —Mi padre junto a sus dos ayudantes han salido del helicóptero con éxito. Unas cuantas heridas se encuentran en sus cuerpos, pero nada vital.
—¿Le sorprende? —Derek sigue apuntándolos con el arma mientras habla—. Parece que aún no entiende que personas como yo nunca se rinden ni renuncian a lo que aman.
Derek no se encuentra bien, el costo de su plan fue quedar malherido. Es imposible que sin ayuda haya conseguido escapar. A pesar de su promesa, si alguien más no hubiera interferido lo habría perdido para siempre, ese pensamiento me destroza.
—¿Renunciar al dinero? —pregunta Laurent—. Claro, tú robaste el dinero del bolso. Para alguien como tú esa suma sin duda sería una cantidad a considerar.
—Ah, eso... —Derek adopta esa pose típica cuando un plan está formándose en su mente— ¿Si fuera por el dinero estaría aquí? Obvio no, ya habría huido, más teniendo en cuenta que me daban por muerto.
—¿Y qué pretendes? ¿Que todos perdamos la vida en este edificio? Porque eso es lo que pasará luego de que hayas estropeado el helicóptero. —Mi padre habla calmado a pesar de estar hecho una furia.
—¿Que qué quiero? Mmh, déjeme pensar. —Camina de un lado a otro, como si tuviera todo el tiempo a su favor— ¡Ya sé! Quiero a Theo y el dinero. Si debo elegir entre los dos siempre iré a por Theo, pero como soy un ambicioso sin remedio apostaré a tener ambos.
—Si realmente te importara mi hijo —dice, negando el hecho de que Derek también lo es—, el dinero no figuraría en la ecuación. No creas que no te conozco bien, te estudiamos minuciosamente.
—No —niega—. Usted no me conoce ni un poco. Tiene razón, quiero el dinero, pero más lo quiero a él. Acepte que su plan fracasó. Entrenó a Theo para comprobar que con sus pruebas derrotaría a las demás ratas de laboratorio, cosa que no pasó, porque diga lo que diga gané yo. Y podría decir que en efecto, son los genes egoístas los que transcendieron, pero se equivocaría nuevamente, porque también existe el libre arbitrio. Los genes influyen en nosotros, en nuestra conducta, es cierto, pero depende de cada uno si cedemos ante esa influencia, o bien, nos rebelamos ante ellos. Y yo... yo decido rebelarme a la influencia de los genes Ashford, modificarlos y dejarme llevar por otras influencias. Así que... poniendo todo eso sobre la mesa, llamaría al experimento 151 un rotundo fracaso.
—Escoria. ¿Quién te crees tú para hablarme de semejante manera?
—¿Quién se cree usted para dirigirme la palabra? Mire a su alrededor, sus dos trabajadores han salido huyendo apenas pudieron. Se ha quedado aquí con su hijo que lo odia, y con el bastardo que también lo odia. —Laurent voltea a un lado, luego al otro, percatándose recién de ese detalle, de que lo han abandonado.
—Tú... tú no tendrías que estar aquí. —Retrocede unos cuantos pasos.
—Ah, eso. Recuperé el control, y una vez que lo recupero no lo pierdo. Fue un error que Cosette y Félix fueran de los últimos en irse. Sé que los guardias le avisaron a Morgan sobre el estado de Cosette, hicieron todo por cuidarlos y lo lograron, pero en cuanto este lugar se fue al carajo cada uno pensó en su pellejo. Félix llevaba a rastras a Cosette, y nos encontramos en la salida.
—Ellos nunca te habrían ayudado.
—Claro que no, Cosette no, pero... ¿A Félix lo ve tan inteligente? Bastó que al pobre le dijera que prefería no mantener una deuda conmigo. Quizá no sabe, pero yo les perdoné la vida al dispararles. Si él no me devolvía el favor tendría una cuenta pendiente conmigo. Le hice creer que igualmente podría salir y cobrárselas, o bien, podía optar por dejar todo zanjado ahí entre cuatro paredes como les gusta a ustedes. Eso y claro, el dinero del bolso me vino bien para comprar el apoyo de Félix. Y dado que no se toman las decisiones más inteligentes bajo presión terminó cediendo ante lo que yo quería.
Con que así fue...
Ya ha sido suficiente intercambio de palabras.
Camino hacia él lentamente. Mi padre no quita su vista de mí. Extiendo la mano esperando que Derek entienda lo que quiero.
—¿Qué?
A lo lejos suenan las sirenas, anunciando que tenemos poco tiempo.
—No sé cómo no se me había ocurrido antes. Tal vez porque nunca había pensado que mi padre sería capaz de matar a tantas personas inocentes... Tal vez porque siempre creí que si me castigaba sometiéndome a esas pruebas era porque yo era lo suficientemente defectuoso para merecerlo. Pero todos mis problemas... —Abro grande los ojos. Lágrimas se deslizan por mis mejillas—, se terminarán de esa manera... Es... ¿Lo que llamarían matar dos pájaros de un tiro?
Derek me observa algo preocupado.
—Has utilizado bien la frase...
Me entrega la pistola, aunque con cierto resquemor.
—Estoy convencido, Derek —le aseguro.
—¡Theo! ¡No puedes estar hablando en serio! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡No! ¡No puedo terminar así!
Sostengo la pistola, mas no tengo mayor experiencia en cómo debe utilizarse. De pronto, Derek acerca su mano al arma, no con la intención de quitármela. Al contrario, deja descansar uno de sus dedos sobre el mío, tan próximo a presionar el gatillo.
—Tú afirmaste el arma, pero yo hice fuerza para que terminaras presionando el gatillo. Compartiremos la culpa de por vida.
Nuestros ojos se encuentran cuando pronuncia esas palabras. No es lo que esperaba, pero me acaricia la mano mientras ambos tenemos control del revólver.
La lluvia cae ligeramente acompañando los gritos de mi padre, y apagando el fuego. Laurent mantuvo la compostura mucho tiempo, pero ahora no se limita a la hora de apelar a nuestra relación inexistente.
—Adiós, Laurent. —Las últimas palabras que le dedico y las pocas que merece.
Retrocedo un poco después del ensordecedor ruido. No porque me arrepienta, tampoco es la impresión de la sangre derramándose, ni de lo destrozado del cráneo. Solo busco con desesperación sus brazos, como si estuviera detrás mío listo para sostenerme.
—Se acabó. Ahora sí se terminó —asegura consolándome.
La lluvia se intensifica. Las sirenas finalmente suenan bajo nosotros. Hombres se despliegan listos para mantener en control la situación. En tanto no pierdo de vista ningún movimiento, advierto el momento exacto en que la policía atrapa a Cosette y Félix, también a los trabajadores de confianza de mi padre. Derek me toma de la mano cuando se percata de qué ha robado mi atención, ambos en las alturas arriba de un helicóptero de rescate.
—Era él o nosotros. O lo matábamos o iba a acabar con nuestras vidas. —Derek comienza el discurso planeado. No es del todo cierto, a mí jamás me hubiera matado, pero admito que tampoco siento remordimiento por mentir.
A lo lejos reparo en el instante en que mueven el cuerpo de mi padre. Tapan el cadáver, la prensa en las calles esperando por una buena fotografía del acontecimiento.
La noticia se ha esparcido rápidamente, no todos los días un científico connotado pierde la cordura y muere junto a su proyecto.
Lo que viene tampoco será fácil, pero pese a todas las complicaciones e interrogantes, me siento aliviado, como si por primera vez en mi vida fuera realmente libre.
Sí, al fin todo ha terminado.
DEREK
Dos semanas después.
El vehículo se detiene una cuadra antes de llegar a destino. He solicitado que así sea, no estoy seguro de si quiero que Theo vea en las condiciones en que vivía.
—¿Estás bien?
Se me hace inevitable no caer embelesado por su apariencia. Sus ojos tan vibrantes y llenos de vida, y esa ropa... Una remera oversized negra y jeans casuales... Vernos el uno al otro sin ese uniforme de Proyecto 151 ha sido toda una experiencia. Estábamos tan acostumbrados al blanco, que toda la ropa nueva ha sido de otro color, como si el blanco pagara el precio por las atrocidades ocasionadas por Laurent Ashford.
—Sí, esto no es nada al lado de... —Guardo silencio, porque sabe a lo que me refiero—. Solo que... regresar aquí, aunque sea por unos minutos es... No lo sé.
Por más que Theo no vea mi casa, puede hacerse una idea clara del vecindario de mala muerte en el que nos encontramos. Viéndolo bajo ese punto de vista no tendría que lamentar que el vehículo se estacione fuera del lugar que alguna vez consideré hogar.
—Lo entiendo, me sentí igual de raro cuando regresé a casa, ¿recuerdas?
Difícilmente no lo recordaría, no solamente porque todo lo que involucre a Theo se incrusta en algún punto de mi cabeza, sino porque también fueron días ajetreados entre servicios médicos y legales.
Nos hemos quedado en su casa mientras avanzan los trámites de la herencia, ha sido una pasarela de personas, y nunca se sabe bien en quién se puede confiar, hemos quedado algo paranoicos después de Proyecto 151 y no es para menos. Ayudé y acompañé a Theo en todo lo que he podido, y así seguirá siendo, estoy usando toda mi capacidad para dirigir las cosas de la forma en que lo deseamos.
—Ahora es mi turno de estar para ti —habla con suavidad—. Sabes que no me importa dónde creciste, deja que te lo demuestre.
Y sí, fue enfático en que tenía sus motivos para sentir cierta conexión con este tipo de vecindarios.
—Ya lo sé, prodigio. Dile al chofer que avance, que no me importa nada, solo estaba haciendo un drama —digo, y observo a Theo de reojo. Apenas dejo que le hable al chofer, porque en cuanto termina de darle la instrucción lo agarro de la remera acercándolo a mí, a mi boca.
—¿Y esto?
—Es el impulso que necesitaba para poder entrar de nuevo en esa casa.
Theo pone los ojos en blanco, más parece que he aprovechado la oportunidad en cuanto la vi. No lo niego.
—Derek... ¿Seguro que no era mejor venir por la mañana? —Me habla contra la boca. Ignoro ese detalle para poder concentrarme y responder como una persona normal.
Echo un vistazo a la calle, la iluminación tenue y el silencio propio de estar cerca de las dos de la mañana. Agradezco que pese a ello, la temperatura siga siendo alta.
—No —niego—. Será mejor de noche cuando todos estén durmiendo.
Theo asiente, espera pacientemente a que me baje del vehículo.
Camino sigilosamente, pasando de largo la entrada de la casa y yendo directo a la ventana junto al cuarto. Probaré primero de esta manera, aunque las probabilidades sean bajas.
Doy cinco golpes pequeños al ritmo que acostumbrábamos; la clave que teníamos con Jasmine a la hora de salirnos con la nuestra. Cuento con que siga despierta.
Escucho unos pasos dentro de la casa, y en pocos minutos la puerta se entreabre.
Jasmine está en pijama, se asoma con cierta timidez y recelo por el espacio que ha quedado entre la puerta.
—Volví, yo no rompo mis promesas. —Me asomo, quedando al descubierto.
Indecisa, como si se tratara de un sueño, duda por unos segundos. Pero finalmente reacciona, cerrando la puerta tras de sí y apretujándome en un fuerte abrazo en medio de lágrimas.
—¡Derek! —grita, y de inmediato suspendo un dedo sobre la boca para que baje la voz. No quiero que nadie más se entere de que he pasado por aquí—. Siempre supe que volverías. —Se limpia las lágrimas—. El dinero del sobre está intacto.
No lo ha usado, por más que puedo ver el estado de su ropa, y que incluso está más delgada que la última vez que la vi.
—Vine por ti, pequeña.
«Esta vida de mierda, se ha terminado, Jasmine».
—Pero...
—No nos faltará nada. No te faltará nada —enfatizo—. Lo prometo. Y... tampoco es una imposición, Puedes escoger, Jasmine, si quieres quedarte con ellos, hazlo. Pero yo nunca sentí que pertenecía aquí, ¿Lo entiendes?
Yo no volveré, en eso no hay alternativa. Y ella lo entiende, me conoce perfectamente.
—No quedarán a la deriva —comento, solo por si es necesario. Desvío rápido los ojos, porque sé que me debe estar mirando incrédula.
Theo insistió en que la herencia se dividiera en partes iguales. A fin de cuentas había una cuota que por derecho me pertenecía. La existencia de Cosette como una hija Ashford sigue siendo ignorada, pero dudo que nos cause problemas, la ha sacado barata si consideramos todos sus crímenes. Para que la historia fuera consistente, desde un inicio, Theo y yo nos pusimos de acuerdo en que omitiríamos la implicación de los genes Ashford en el experimento. La mayoría de las carpetas se quemaron, así que nuestra historia era lo más importante a la hora de dar con la verdad. A los ojos de la policía y de la prensa, el proyecto 151 fue un experimento dónde jugaban con nuestras capacidades y resistencia para luego matarnos en la medida que reprobábamos.
Dejar una parte del experimento al margen no fue una decisión que nos hiciera felices, pero era la única manera de sacar a Cosette de nuestras vidas por siempre. En el fondo, ella sabe que es la moneda de cambio; no ser legalmente una Ashford ni tener acceso a la riqueza, pero pasar un buen tiempo en un reformatorio mientras Morgan, su tutora legal, se encuentra bajo las rejas por ser cómplice de Laurent Ashford.
No todo podía salir a la perfección, pero es lo que queda.
Por ello, lo mejor es empezar de nuevo y bien lejos de este lugar del mal, y más con la fortuna que aguarda por mí. Lo que hoy he traído solo es un préstamo de Theo, en tanto los trámites de la herencia avanzan.
—¿Alcanzo... a ir a buscar algo?
—Anda con cuidado. Y deja este sobre en la mesa de la cocina —agrego rápido, casi como si me doliera reconocerlo.
Ella sonríe dulcemente.
La veo entrar de nuevo a la roñosa casa. Debatí mucho entre si ayudar a mi familia o no hacerlo, porque implicaba beneficiar a mi "madre". Pero luego de muchas vueltas y consultas con la almohada, decidí que debía pensar en que Dorian, Isaac, Rory, Tobias, Aria y Henry no tenían culpa en nada.
Además, es la forma de que mi madre guarde silencio a la hora de llevarme a Jasmine conmigo. A fin de cuentas, sigue siendo una menor de edad, al igual que yo. Su silencio también será un agradecimiento por dejarla al margen de cualquier participación en el experimento de Laurent. Mi carpeta y todo registro no existe. Ante la policía yo solo hablé del contrato que firmé a escondidas de mi familia.
Suspiro fuerte.
«Qué más da, espero no se lo gasten en una semana» pienso, y se me contagia la sonrisa adorable de Jasmine.
Una vez que regresa, trae consigo una pequeña bolsa con algo de ropa y los pocos juguetes que alguna vez le conseguí.
Advierte el vehículo estacionado, en su rostro reparo lo confundida que debe estar.
—Pues... no nos iremos solos. Así que... quiero presentarte a alguien.
Como si estuviéramos sincronizados Theo baja del vehículo. Jasmine se acomoda el cabello, y el vestido. Que por cierto, es de los pocos vestidos que tiene; hecho con retazos de diversas telas que nos íbamos encontrado para hacer de parche a medida que ella iba creciendo y aumentando de tamaño.
—Theo, te presento a Jasmine, mi hermana. Jasmine, él es Theo mi...
—¿Son... novios?
Por supuesto que se da cuenta de todo.
—Hola, Jasmine. —Theo se agacha, acariciándole el cabello.
Ella se mantiene intercambiando miradas sobre uno luego sobre el otro.
—Y sí. —Le doy la razón mientras subimos el vehículo a una nueva vida—. Theo es mi novio.
—¿Lo quieres? —Me toma por sorpresa que tenga la necesidad de interrogar a Theo. Le pongo el cinturón de seguridad fulminándola con la mirada.
Sin embargo, el que termina al borde de un paro cardíaco soy yo cuando escucho esas palabras salir de su boca, las que tanto anhelé.
—Lo amo.
«Se avisa» quisiera decirle, más caigo embobado tan solo al detenerme en su rostro.
Jasmine se da cuenta de ello, y durante el trayecto no para de sonreír. Presiento, no se debe a que su vida está por cambiar, sino porque por primera vez me ve realmente feliz, y no se debe al dinero.
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