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Capítulo 30

FEBE

Una hora para el examen. Solo una hora. Por lo general no suelo estresarme demasiado con las evaluaciones, pero ahora siento la mayor necesidad de dedicarle tiempo. No me agrada nada hacerlo, pero su utilidad, la recompensa, debo pensar en ello. 

Aunque difícil es hacerlo cuando Félix me distrae constantemente. Aseguró que estudiaríamos, pero cada vez que puede reposa su cabeza sobre mis apuntes. No sé qué saca haciendo eso, si me va mal estamos fritos, ya se acostumbró a que le pase las respuestas correctas. 

—Así que mentiste. Parece que Derek fue quien te reemplazó por Theo. —Félix me impide continuar leyendo. 

Al menos estamos solos, porque recordar que los dos están juntos me causa muchos sentimientos. Quisiera hablar con Theo, una parte de mí quisiera hacerlo, aunque no entiendo bien el porqué. 

Cosette ha causado estragos en mi cabeza. Es quien menos quisiera que advirtiera mi perturbación, se daría cuenta e indagaría en ello. 

—Era una broma, Febe. Cambia esa cara, ¿O quién se va a fijar en ti?

Febe. El desprecio a ese apodo solo se ha incrementado.

«Si sigues comiendo así, nadie se fijará en ti» regresan a mí las palabras de mamá. 

—Oye... te estoy hablando ¿O también eres sorda?

Rechino los dientes. Hablo sin rodeos, porque ya estoy empezando a perder la paciencia. 

—Bueno, al parecer tú te fijaste en mí. 

Félix no para de reír. Estoy segura su carcajada puede escucharse desde el pasillo. 

—Obvio sí, muñequita... Yo sí —Se acerca y me besa el cuello— ¿Por qué no me muestras que sabes hacer con esa lengua?

¿Aquí? ¿Ahora?

Abandono el lápiz que sostenía con fuerza. Me agacho, metiéndome debajo de la mesa. Félix me sigue con la mirada, está expectante a mi siguiente movimiento. Sin embargo, cuando me acerco al borde del pantalón me detiene de inmediato. 

—No me refería a eso. —Me da la respuesta al alzar con diversión uno de sus pies. 

Su zapatilla. 

—¿Qué...?

—Límpiala mientras yo estudio un poco —dice restándole importancia, apropiándose de mis apuntes en la mesa. 

Me lloran los ojos en tanto mi boca se aproxima a la zapatilla blanca con algunas manchas de suciedad. Pienso en cualquier cosa en el instante preciso en que paso la lengua por ahí. Levanto la mirada esperando encontrarme con sus ojos en lo poco que permite apreciar el espacio entre la madera y él. No obstante, ni siquiera me está mirando. Indiferencia que pongo en duda por la sutil sonrisa que tiene en la cara. 

Corre la silla hacia atrás, y gateo en dirección a él. Capaz ha reflexionado, me pedirá perdón, o haremos que el juego sea mutuo. Pero en cuánto lo hago se levanta, y la zapatilla que tenía en la boca ahora la tengo sobre la cabeza. Siento la presión contra el suelo. La mejilla que se lleva el impacto se siente fría, con la única compañía de una lágrima que repentinamente se me ha soltado. Tal vez es la impresión. 

—Ya... no es divertido, Félix... —Mi voz sale algo ahogada. 

Ejerce más presión, oigo su carcajada. 

—Te ves bonita así —dice, y luego me deja libre. 

Me incorporo con cierta dificultad, pero una vez que me estabilizo solo puedo sentir ira. No le digo nada, porque aún busco las palabras precisas para expresar toda esa rabia contenida. Me he dejado convencer y humillar por Félix. Me ha utilizado para aprobar los exámenes, para tener sexo en el programa. Me usa y me he resignado a esa posición, he copiado los comportamientos de mi madre pese al asco que me daba su desesperación. 

Creí que esa era la manera de tener a alguien a mi lado, porque crecí viendo ese patrón una y otra vez. Traía resultados, mamá finalmente había alcanzado la felicidad, se veía radiante. Ahora me pregunto si en verdad lo era ¿Dónde aprendió que esa era la forma de vivir, que no había otro camino?

—Apúrate, Febe. Vamos a la sala de evaluaciones —ordena. 

Lo sigo, sigilosa detrás de él. 

Oveja detrás del pastor. 

Subordinada detrás de su jefe. 

Tal vez se ha ensañado por el rencor de mi decisión de liberar a Cosette, pero aun así ya estoy segura. Odio que me diga Febe


Aún no han pasado el anuncio de inicio del examen, pero todos hacemos los últimos repasos en la sala. Morgan entra y hace como si nos vigilara, la ausencia de dos personas pareciera preocuparla. 

Desvío la mirada hacia Cosette que se ha sentado a mi derecha. Está distraída con la vista fija en el poco y pobre paisaje exterior que tenemos a disposición. 

—¿Te pasa algo?

Cosette reacciona y rápidamente cambia su semblante por uno alegre. 

—¿Ahora te preocupas por mí, querida Febe? 

—Solo... te veías algo decaída. Es raro. 

—Oh, eso... nada especial. Desperté con una sensación amarga. 

Es tan extraño verla así. Sin embargo, soy la peor persona a la hora de subir el ánimo. Mi día tampoco ha sido bueno. 

—¡No te preocupes, querida Febe! —grita, y la emoción repentina me la contagia. Un poco nada más. 

Sin embargo, esa pequeña energía se apaga cuando recuerdo su nula sorpresa a la hora de ver a Derek y Theo juntos. Sumado a las conversaciones que tuvimos antes puedo entenderlo todo mejor, sacar mis propias conclusiones. 

—Tú lo sabías —la encaro. 

—¿Qué cosa? —se atreve a preguntar. 

La fulmino con la mirada. 

—Aaaaah... Derek y Theo... ¿Por qué crees que sabía?

Es evidente que estaba al tanto. De eso quería advertirme cuando decía que me podía quemar con fuego al jugar. 

—Está bien, lo sabía. Lo siento, Febe. Theo es especial para mí, Derek también es mi amigo. Además confieso que los shippeaba de antes, pero... me sentí enormemente culpable por hacerlo —agrega buscando la paz y no la guerra. 

Vuelvo a los monosílabos. Saber que están juntos no es algo que me agrade. Saber que a otros les pueda gustar que estén juntos me desagrada el doble. ¿Conmigo pensaban lo mismo? Apostaría a que no. 

Morgan se nos acerca precisamente para preguntarnos por Derek y Theo. Cosette responde por las dos diciendo que nadie tiene idea de su paradero. Ante ello nos pide que una de nosotras vaya a buscarlos dado que estamos próximos al examen. 

—Yo iré —se ofrece Cosette, liberándome de esa incomodidad. 


Una vez que regresan los tres puedo advertir la intimidad entre Derek y Theo, la forma en que se miran pese a que están a nada de competir nuevamente por el mismo objetivo. 

¿Theo se dará cuenta de cómo es Derek? ¿Lo conoce mejor que yo? Una ola de remordimiento me persigue y atormenta. 

Morgan espera a que tomen asiento. Nos da las mismas instrucciones de siempre, ya las sabemos de memoria. El tiempo comienza a correr, y aunque están detrás mío puedo sentir la tensión. El movimiento veloz de cómo mueven el lápiz. Derek y Theo están dándolo todo.

Con tranquilidad me enfoco en la tediosa tarea de leer cada pregunta. He partido por las extensas, por más que la pereza me gane espero me ayude a ahorrar tiempo. Esa ha sido más o menos mi estrategia estas semanas. Luego de un rato, Félix mueve el pie unas cuantas veces, la señal para que esté atenta. 

Necesita las respuestas. 

Escribo en el diminuto papel las que pide. Miro a Morgan, en tanto de reojo echo un vistazo a mi alrededor. El corazón se me acelera al hacer esa inspección y sigue así cuando sus dedos rozan los míos tomando el papel. Me obligo a mí misma a controlarme. 

Al finalizar los lugares se actualizan con prontitud. La pantalla nos ordena según nuestros puntajes. Números que a fin de cuentas definen lo que somos y nos dan valor. 

—Vaya, que tiemble la inteligencia artificial —Félix se burla de Theo. 

A pesar del esfuerzo de Theo otra vez ha sido un empate. Parece que Derek se ha tomado las cosas en serio. No me extraña, en la escuela siempre fue el mejor, era cosa de tiempo para que explotara todo su potencial y consiguiera lo que quería, aunque sé que también esta resolución lo deja insatisfecho. Solo estará conforme cuando quede en primer lugar, entre otras cosas. He aprendido que estar cerca de Derek solo trae desdicha. La amenaza de ser descubierta no me está dejando dormir como quisiera. 

—Yo diría que mejor te preocupes por ti —le responde Derek con ese tono burlón al que le da un toque elegante que solo él sabe conseguir. 

Félix se queda en silencio, no se ha percatado del número en la sudadera ni en la pantalla. Su vista baja percatándose de qué lugar tiene: El penúltimo. 

N°1. Theo - Derek

N°2. Febe.

N°3. Magnus.

N°4. Félix.

N°5. Cosette.

No puede creerlo, y es que no tiene sentido ha quedado al borde de largarse cuando le he pasado mis respuestas y yo voy después de Derek y Theo. 

Le tendría que haber ido bien. 

Claro, si le hubiera pasado las respuestas correctas. 

No alcanza a recriminarme nada, porque Morgan nos informa que esta será la última vez que podremos ceder los puntos acumulados. El azar hace lo suyo, los nombres deslizándose hasta detenerse en el mío. No hay espacio a cavilaciones, no cuando recuerdo todas las frases hirientes, las humillaciones.

—Le cedo mis puntos a Cosette. 

—¡¿Cómo?! —Félix arma un espectáculo. Patea las sillas y mesas. 

Cosette se lleva una mano a la boca, como si estuviera conteniendo reírse a carcajadas.  

—¡¿Esa lunática logró eliminarme?! ¡No puedo creerlo! ¡¿La prefieres a ella antes que a mí?! 

—Acepta la derrota y ándate de este lugar como ya han hecho los demás que están fuera —contesto. 

No sé si en verdad alguna vez fui una capitana o una dama de hierro. Pero ahora, ahora siento el resurgir de algo. Después de mucho tiempo al fin me siento fuerte.

—Félix... te escoltaremos... Ya quedaste eliminado —interviene Morgan. Los guardias asomándose en la puerta. 

No me quita la mirada de encima. Comienza a reírse, perturbado. 

—¿En serio perdí contra Cosette? 

—Ya supéralo de una vez. Estás siendo un poco pa-té-ti-co. —Derek se levanta de su puesto de manos en los bolsillos.  

Tengo un mal presentimiento. Conocí lo suficiente a Félix para saber que no está jugando. Me alejo a medida que se acerca cada vez más. Después me doy cuenta de que pese a que yo he tomado la decisión de su partida no soy su objetivo. Pasa a un lado mío deteniéndose en Cosette. 

Quizá es el instinto de supervivencia. Lo vi una vez en una mujer. Lo vi otra vez en un perro antes de ser atacado por otro. 

Miedo. 

Cosette sale corriendo de la sala. Los guardias no hacen nada cuando ella se convierte en la presa de Félix. 

Miro con frustración a Morgan, pero solo se hace la desentendida. 

¿No... harán nada? 

¿Seguirán sin hacer nada?

¿Qué pretenden, que nos matemos entre nosotros?

Los gritos de Cosette se intensifican a medida que Félix está a punto de alcanzarla. Todos corremos detrás de ellos. Theo que siempre se ha destacado por no mostrar mucho se le ve francamente desesperado. 

—¡Ya regreso! —grita Derek desviando el camino. 

—¡Derek! —le ruega Theo. 

—¡Confíen en mí! —nos pide— ¡Solo retárdenlo! 

Corre en dirección a los cuartos. No sé qué planea. 

El sector en el que estamos es poco concurrido. Una amplia escalera en caracol se presenta frente a nosotros. Cosette va varios peldaños arriba, pero Félix avanza apresuradamente. Comienza a sudarme el cuerpo, aun así no me rindo. No cuando ha quedado al descubierto su verdadera esencia. 

—¡Sigue huyendo de mí! —se le burla Félix. 

—¡Déjala tranquila, Félix! —le grita Theo. 

Las luces empiezan a volverse defectuosas. De pronto, el blanco incandescente pierde su brillo. Se vuelve opaco, se va a negro. 

—¡Imbéciles! ¡La asesina siempre ha sido ella! ¡Lo voy a demostrar! 

¿Lo va a demostrar? 

Desde el peldaño en que me encuentro alcanzo a ver a Cosette. Reparo en su rostro afligido; una última sonrisa que parece una despedida. 

—¡Para! —Magnus lo increpa cuando está a nada de alcanzarlo. 

Theo también apresura el paso, pero Félix está demasiado consciente de esa desventaja. Atrapa a Cosette. Examino el espacio abierto que deja la escalera, la gran altura en la que estamos. 

Se arma un forcejeo, y empiezo a sentir la necesidad de taparme los oídos, de aislarme de lo que está sucediendo. 

—Nunca aceptaría perder contra ti, hija de puta —le dice. 

Y veo el instante exacto en que esas manos hacen presión contra su cuerpo. Los labios de Cosette se mueven, aunque no escucho su voz. Tampoco soy la destinataria de esa única palabra, un nombre:

«Derek».

El mensaje era para quién se encuentra adelante mío, Magnus. Sus ojos clavados en él. 

Su última palabra antes de caer al vacío. 

—¡NOOOOOOOOOO! ¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO! —Los gritos de Theo son perturbadores mientras corre escaleras abajo hasta llegar a su cuerpo. 

Me quedo estática mientras Magnus se pone a llorar, dejándose caer en el suelo. 

—Todo esto no es nada más que tu culpa, Febe —me murmura Félix al pasar a mi lado—. Vivirás con esto toda tu vida. 

El cuerpo esa noche en mi cuarto. La tinta en mi cuerpo. La máscara que alguna vez me puse en el rostro. La muerte de Cosette... Ya no puedo soportarlo...

Los guardias de Proyecto 151 se hacen presentes. Morgan pide que le pongan esposas. Lo que ha hecho no ha cambiado su posición con respecto al juego. 

Me uno a Magnus cuando Theo continúa gritando, es francamente una pesadilla. 

Lágrimas caen sin control por mi rostro. 

Yo la quería. 

DEREK

No permitiré que otra vez alguien se salga con la suya. Corro hacia el cuarto en busca del arma que le pedí al guardia. Si debo usarla contra Félix, si debo amedrentarlo lo haré. 

Corro como si mi vida dependiera de ello. Si las cosas continúan de esta forma estoy a nada de que termine muerto. Ya se me intentó atacar una vez, solo sigo vivo por pura suerte. 

Armo un plan en la cabeza, ya lo tengo todo fríamente calculado para que Félix se quede sin opciones.

No obstante al entrar a mi pieza todas las ideas se desvanecen. 

Sobre la cama una máscara. Una que recuerdo a la perfección. 

Siento ganas de vomitar a medida que reúno el coraje para sostenerla entre mis manos. 

Sin usar los elásticos la elevo a la altura de mi rostro, comprobando que es la mía. La que yo usé. 

Apenas lo compruebo la suelto de un tirón. 

«Qué venenosa eres». 

¿Lo planeaste mientras fingías esos ojos asustadizos? 

¿Es por Theo?

¿Te dolió?

Elegiste al enemigo equivocado... Artemisa.

Dejo a un lado el odio solo porque la situación lo amerita. Tomo el arma y salgo corriendo en dirección de dónde provienen los gritos. No obstante, cuando oigo el golpe estremecedor, el grito desgarrador de Theo entiendo que es demasiado tarde. 

Pierdo la respiración, mi corazón y mente hechos un lío. No veo a nadie más, solo me guío por él. 

Por lo destruido que está, y en cómo algo dentro de mí se hace trizas al sentir su dolor. 

De los parlantes suena una música de festejo anunciando a los cuatro finalistas. 

Mi nombre y el de Theo son los primeros en ser pronunciados, después Febe y Magnus. 

Nadie está escuchando, nadie quiere oírlo. 

Dispararía a cada parlante que tengo a la vista para silenciarlos por siempre, pero me veo obligado a esconder el arma entre la ropa cuando veo a todos los trabajadores del programa. 

Y mientras me acerco más y más toda la angustia termina desbordándose. 

Cosette, la alegría del programa, se ha ido.  

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