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Capítulo 3

DEREK

—¡Derek! —El grito de Febe es tan estridente que me sobresalto—. Oye es contraproducente lo que hiciste ¿Cómo piensas rendir en ese estado?

De pronto, es como si se convirtiera en una madre. No en la mía, porque la mía primero se habría puesto a llorar por ver que estuviera compitiendo en un lugar como este, luego, me habría castigado por tener una supuesta ambición que se convertiría en una condena. En cambio Febe sería la madre que me hubiera gustado tener.

Y tiene razón. Pasé la noche en vela estudiando para la evaluación de hoy día que será de física.

Me toma del brazo a regañadientes y me arrastra al comedor.

Han pasado tres días, y a decir verdad nos hemos adaptado rápido a las reglas. La única ropa que podemos usar es la que se nos ha entregado, un conjunto deportivo bastante holgado en color blanco. Quienes quedan en el podio de los cincos primeros lugares tienen acceso a cosas que los demás no tienen. Nuestros cuartos están ubicados en el ala izquierda del edificio. Tenemos salas privadas para estudiar que cuentan con computadora y una imponente pizarra. Son pequeñas, pero modernas. La mía se convirtió en mi dormitorio al menos anoche.

Aunque el comedor es común a ambas secciones, la comida es diferente. Seguramente para que los demás vean los privilegios que ellos no poseen. En nuestro caso, contamos con una amplia variedad de alternativas. Incluso un menú de comida vegana. Hay platos que jamás he probado, pero disimulo la impresión. Los demás solo reciben una pequeña porción de carne. Al caminar a la mesa disponible escucho quejas de que esta tiene un sabor extraño. No me preocupo demasiado de ello ya que sé que nunca bajaré del podio.

En resumen, el sistema está hecho para que básicamente todos nos odien.

—¿Lo viste estudiar? —pregunto.

Febe toma asiento frente a mí.

—¿A quién?

—Theo.

—Eres el único que ha usado esas salas... Creo que a Cosette la vi un rato, pero no duró demasiado.

Como si la hubiera invocado Cosette aparece pocos minutos después. Febe la detesta, aunque aún no comprendo el motivo. Es verdad que pareciera ocultar algo, pero todos aquí son sujetos algo peculiares.

—Es curioso que tengamos que andar con el número todo el tiempo —habla Cosette a mi lado— cada vez que se ha intentado deshumanizar y tratar de ganado a un grupo de personas se les quita el nombre.

—Nadie nos ha quitado el nombre estúpida —le debate Febe.

—Febe, eso no es muy cortés de tu parte. Las buenas amigas no se tratan de esa manera. Solo era una mera observación.

—Febe no es mi nombre, es mi apodo ¿Me recuerdas por qué estamos sentados con la idiota? —pregunta antes de que Cosette pueda indagar en su verdadero nombre.

No respondo. Espero a que la tensión se calme. Pruebo un bocado de espagueti. Mientras saboreo la pasta no puedo evitar pensar que me gustaría que Jasmine probara este plato. No es lo más fino, pero su sabor no es barato.

Cuando la tensión ha terminado me preparo para plantear el tema, tengo curiosidad. Coloco una expresión encantadora.

—¿Tú... conoces a Theo de fuera?

—Ah, Theo. Sí, mi tía, una madre para mí, se casará con su padre, el científico Ashford.

—¿Qué hace él aquí? ¿Qué haces tú aquí? ¿Sabes de dónde venimos Febe y yo? De los barrios más bajos. —A pesar de que podría sonar como si la estuviera increpando, relajo los músculos, así como la expresión facial. Cosette advierte esto, así que no lo entiende cómo una recriminación. Es una simple conversación de quizá dos futuros amigos.

—Mi caso no es así... No soy de una familia con dinero. Perdí a mis padres muy joven, y... Greta...

Suspende el habla, así como el tenedor queda a escasos centímetros de su boca.

—¿Quién es Greta?

—No hay más mesas disponibles —anuncia Magnus, arruinando la conversación. Detrás de él viene Theo.

—Me iré. —No me importa no terminar de comer. No pienso compartir mesa con ese sujeto.

La conversación con Cosette quedará para otra oportunidad.

Me encierro en el cuarto, haciendo un último repaso antes del examen. No lo conseguí a la primera, pero ahora lo haré. No puede ser de otra manera, he estado en el primer lugar desde que ingresé a la escuela. Nadie puede arrebatármelo.

En treinta minutos suena el timbre, el anuncio de que hay que ingresar a la sala de evaluación. Tomo asiento en el mismo puesto que la primera vez. Comienzo a leer el enunciado, y sin querer, desvío la vista a Theo. Ya terminó de leer, está escribiendo en la Tablet. Lo que significa que ya está respondiendo.

Basta.

No debo compararme.

No interesa lo que él haga, que ya esté contestando no significa que lo esté haciendo bien.

Vamos, es fácil, siempre he dominado física. Hoy es mi día, no puede ser de otra manera. Utilizo la ley de Gauss para resolver el primer ítem. Estoy escribiendo cuando me distraigo con el llanto de un estudiante. «Anda a llorar a otra parte».

Vuelvo a enfocarme. No tengo dificultades. Termino de leer el tercer enunciado, tomándome pocos segundos y contesto.
R: r max = R, luego E max= |ρ|R/2ε0

Bien. Me queda la mitad.

—Ya terminé. —Theo y su soberbia se hacen presentes.

Volteo en su dirección. Sus ojos azules son grandes, pero cada vez que me observa parece algo aburrido, como si lograra hacerlos rasgados pese a lo redondeados qué son. Pasa la mano por su cabello café claro en un gesto desinteresado.

—Debes quedarte y esperar a que todos lo hagan —le responde Morgan.

Otra vez terminó en... ¿quince minutos? La prueba requería un poco más de tiempo el cual solo se tradujo en cinco minutos extra. Basta. Después tendré tiempo de pensar en esas estupideces. Ahora solo debo hacer lo que sé hacer. Yo domino la situación, yo puedo dominarlo todo.

Termino el examen. Una gota de sudor me recorre la frente cuando Morgan se levanta del escritorio.

—Bien, se actualizarán sus lugares. —Anuncia Morgan. Su traje es formal y elegante, combina con su cabello ondulado color guinda.

Cada segundo se siente un minuto; pesado y a la vez inestable. Mis compañeros a mi alrededor están más preocupados por salvar su pellejo. Puedo verlo en la gran mayoría, es lo único que les importa, mentalidad de mediocres y conformistas igual que mi madre y Dorian.

Theo se percata de que mi vista está puesta en lo que indique su maldita sudadera. No me importa quedar al descubierto. Desde que me alejé de casa siento que al fin puedo ser yo mismo y no estar constantemente fingiendo algo que no soy. Una ironía que me sienta libre encerrado en este lugar.

Poco a poco los nervios se apoderan de mí. En cualquier instante el cambio se hará visible, mas no me doy cuenta hasta que escucho el bullicio a mi alrededor. Ellos lo notaron de inmediato porque subieron o bajaron en el ranking. En cambio Theo y yo conservamos los mismos lugares.

El primer puesto lo tiene él.

Lo tiene él.

¡MIERDA!

«¡¿Por qué?!» No puedo evitar preguntármelo una y otra vez, consciente de que con la mano derecha estoy arrugando la hoja de desarrollo. Siempre he sido el mejor. Año tras año recibiendo premios y aplausos. Mis capacidades son altas, toda la vida he sido un referente.

La rabia me corroe. Él no lo merece como lo merezco yo. Lo odio, odio que esté en este lugar ¿Por qué tenía que saber de la existencia de este programa? ¿Por qué quiso venir si ya tiene dinero? No es mejor que yo, me niego a creer que es mejor que yo. No obstante, los hechos valen más que cualquier pensamiento y es segunda vez que me gana. Incluso reconocerlo en mi mente me genera impotencia. Tanta impotencia que necesito romper algo.

Grito y golpeo el puño contra la mesa. Todos se voltean a observarme. El dolor en los nudillos arde, pero no es capaz de calmar esa rabia que me brota del pecho. «Una mierda, una mierda». Pasé los últimos días durmiendo tres horas. Haciendo ejercicios hasta el cansancio. Qué frustración. Qué frustración no poder hacer que las cosas se adecuen de la manera que yo quiero.

La impresión por mi reacción dura poco.

Algunos aduladores van donde Theo a felicitarlo. Pobres idiotas. No. En verdad esos aduladores son estratégicos, están pensando en su pellejo. Quizá logren conseguir algo, su confianza, o bien, su ayuda. Pero... ellos deberían estar a mi alrededor, así como el primer lugar tendría que ser mío.

¿Por qué él tiene que quedarse con lo que yo más quiero? 

Corro y me encierro en la habitación. Y solo ahí las lágrimas llegan a mis labios invadiéndome su sabor salado. Sigo gritando mientras arrojo cada cosa que veo a mi paso.

No quiero ser patético, pero al ver mi reflejo en el espejo no puedo evitar sentirme la persona más miserable. Ese aspecto penoso; ojos irritados y rojos. Incluso escuchar mi propio sollozo se vuelve mortificante. No soy así, no soy un puto perdedor.

Tocan la puerta. Seguro es Febe que quiere regañarme por cómo reaccioné.

Le quito el seguro a la puerta, y me quedó de espaldas a esta. No quiero que me vea así.

—Febe... si vienes a...

—Soy Theo. —Abro grande los ojos, y ejerzo tanta fuerza en mis puños que por un momento creo que me causaré una herida más profunda.

—¿Qué haces aquí?

—Derek... tu reacción... me...

—¿Qué? ¿Lo disfrutaste? —A la mierda el orgullo. Me acerco a él, tomándolo de la sudadera.

Su proximidad me enferma. Sus ojos azules se clavan en los míos, inalterables. Esa puta inexpresividad empeora mi estado.

—Te vi estudiar durante la semana —dice— fue inevitable no observarte, creo que apenas has dormido.

¿Cree que no estoy consciente de ello? Qué irritante.

—La próxima vez te ganaré.

Medimos casi lo mismo. Siempre me jacté por ser alto, pero ni en eso podría declarar una victoria.

Debería soltarlo, sin duda es excesivo, nuevamente me estoy dejando llevar por mis impulsos, por la ira. Además la sangre de mis nudillos ha quedado impregnada en el blanco de su ropa.

—Será mejor que me sueltes —responde, ignorando mi aseveración. Mantengo la mano en la sudadera, él reacciona sujetando la mía.

—¿Qué te parece esto? Te soltaré una vez que admitas que soy mejor que tú —sostengo.

—¿Por qué serías mejor que yo? —inquiere. Siento su respiración, se entremezcla con la mía. Dispar y luego poco a poco sincronizada.

—¿No es obvio?

—Lo único evidente es que estás actuando como un niño al haber quedado segundo otra vez. Te dije que nadie jamás me ha ganado.

—Lo único imposible es ganarle a alguien que jamás se rinde. Así que será mejor que te prepares.

Me suelta y lo imito.

—No creí que fueras ese tipo de persona, no lo pareces honestamente.

—¿Qué tipo de persona?

—Le das mucha importancia al esfuerzo como si en algún momento lograra superar al talento. Si crees que esforzándote al máximo lograrás todo lo que deseas, entonces a fin de cuentas eres un soñador. No te hacía alguien idealista.

Sus conclusiones son nefastas. Este tipo muy inteligente será, pero no entiende a las personas. Sin duda, tenemos distintos tipos de inteligencia. Sin embargo, eso no quita que la suya sea valiosa, es como si fuera una especie de computadora capaz de almacenar una fuente considerable de información respondiendo en automático.

—¿Esfuerzo? ¿Eso crees?

La carcajada inevitablemente se me escapa de los labios.

—¿Me equivoco?

—A ver si te enteras, Theo Ashford, el esfuerzo no vence al talento. La obsesión vence al talento.

Juega con un mechón de su cabello. Le está dando vueltas a la idea, aunque no parece estar de acuerdo conmigo. No sé si es eso, o bien que otro pensamiento lo ha perturbado.

—La historia dice que las personas que viven de esa manera terminan mal o acaban perdiéndose en el camino.

Y sí, ha dado en el clavo.

—Pero han quedado en la historia.

—Eres un arrogante, Derek.

—Qué coincidencia, pienso lo mismo de ti desde el primer momento en que te vi.

Abre la puerta del cuarto, pero no sale de inmediato.

—Solo para que quede claro yo no compito contigo —dice sin voltearse a verme.

—Eso solo confirma tu arrogancia. Estás tan seguro de que vas a ganar, que no logras verme como una real amenaza.

—Yo no soy como tú.

—Ah cierto, muy cierto. Lárgate ¿quieres?

—Tampoco quiero seguir aquí. —Me deja ver su rostro.

—Será mejor que no me mires de esa manera.

—Solo tengo sueño, Derek.

Tomo los libros sobre la mesa y los estrello contra la puerta que ya ha sido cerrada. «Hijo de puta». Eso eres.

No. Peor que eso. Simplemente es una persona distante, cerrada de mente y muy muy aburrida.

—¡Derek! —Recién entonces me doy cuenta de la presencia de Febe en el cuarto. Debe haber entrado hace poco, no se dio cuenta de mi pequeño encuentro con el sujeto ese.

Camina rápido hacia mí, y me abofetea el rostro.

—¡¿Qué mierda fue eso?! Tú no eres así. Está bien, siempre te ha atraído un buen desafío, más si es intelectual. —Mantengo la cabeza hacia un lado, los ojos clavados en el suelo— ¿Pero qué mierda fue eso? Te apasionaste demasiado ¡Sabes perfectamente que reaccionar de esa manera solo te hace ver débil! ¡Los demás te perderán el respeto! ¡Si quieres llegar alto entonces debes comportarte como si ya estuvieras en la cima, imbécil!

—Me dejé llevar —curvo hacia arriba la comisura de los labios.

—¡Y una mierda me importa! ¡Quedaste como imbécil!

—No volverá a ocurrir, capitana.

Se sienta en la cama, parece agotada.

—Derek... vinimos aquí por el dinero. Te estás enfocando demasiado en él.

—Porque Theo es el que ha obtenido el primer lugar dos veces consecutivas. La única forma de alcanzar la victoria final es arrebatándole ese sitial y mientras antes sea mejor, sino se convertirá en un problema mayor a futuro. Pero... tienes razón... lo que ocurrió allá fue un error.

Reviso entre los cajones del baño, encontrando vendas. Las paso por la mano, envolviéndome los nudillos.

—Hay algo raro en él. No sabría decirte bien qué es... solo... que no entiendo qué tipo de persona es.

Sé a lo que se refiere. Es raro, en extremo reservado. Pero en este cuarto vi un microsegundo de personalidad. Impresionante.

—Tarde o temprano tendrá que mostrarse tal y cómo es. Nadie puede esconderse por siempre.

Febe me da la razón. Me siento a su lado. Ella revisa mis heridas, cerciorándose de que hayan quedado bien vendadas.

—Derek.... Quiero proponerte algo —dice mientras me acaricia la mano— lleguemos a los dos últimos, ayúdame a llegar a esas instancias, y quien gane entre los dos repartirá el dinero con el otro. Partiremos los 2000 millones de dólares.

«¿Febe qué tramas?» Supuse que haría una propuesta así, pero no tan pronto.

—Ambos ganamos. Creo en ti, y puedo ayudarte y protegerte de los demás. Está claro que en algún momento empezarán a jugar sucio.

¿Por qué proponerlo ahora? ¿Por qué no ayer? ¿O cuando estemos cerca de ganar? No. Está usando precisamente un momento vulnerable para su propia conveniencia. Sabe que es difícil que pierda el control otra vez, no volverá a ocurrir, o al menos no pronto. Pretende utilizar el día en que me he visto frágil y expuesto para que me refugie y rinda ante su propuesta.

"Creo en ti" Sabe que mi ego está herido, pero comete un error. Todo lo que ella sabe lo aprendió de mí.

«Febe, sé cómo piensas, porque yo pienso exactamente igual y mucho antes que tú. No volverás a sorprenderme, Febe. Es cierto, tienes voluntad fuerte, pero el peor error que puedes cometer es subestimarme. Deberías saberlo».

—Está bien, Febe —bajo la voz, volviéndose esta dulce— te llevaré a la final.

—Sabía que no te negarías. —Me envuelve en un acalorado abrazo—. Nos cubriremos las espaldas y nos repartiremos el premio.

El llanto de un muchacho nos interrumpe. Salimos y vamos a la sección de dónde proviene. Es quien ha quedado último, demoró en recoger sus cosas. Unos hombres lo han tomado de los brazos, arrastrándolo a la salida. Morgan camina con calma detrás de ellos.

Por algún motivo, me siento levemente perturbado.

Esa sensación persiste durante la tarde.

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