Capítulo 26
DEREK
Pasado.
La profesora junta todas las evaluaciones ordenándolas de la calificación más alta a la más baja. A esta en particular, le gusta exponer a quiénes reprueban. Pocos maestros suelen hacer eso, a la mayoría le importa un carajo nuestro rendimiento. Tampoco creo que a ella le robe el sueño nuestro desempeño, pero ya qué.
Toma la primera prueba y lentamente pronuncia el nombre de quién sacó la nota máxima.
El mío, obviamente.
Desde pequeño me di cuenta de lo fácil que se me hacía rendir en estas pruebas. La satisfacción que invadía mi cuerpo y alma ante ese segundo en que recibía toda la atención que jamás había tenido en mi vida era adictiva. Únicamente no me habría saltado algún curso para conservarla, para ser sobresaliente dentro de una masa de pares cuál de todos más lejos de alcanzarme.
Retiro la evaluación del escritorio, con la atención de todos mis compañeros sobre mí. O eso creo. Luego de retirarla y hacer una inspección al salón puedo ver claramente cómo todos cuchichean sobre cualquier banalidad, algunos dibujan en las mesas, otros juegan cartas. Se me olvida dónde estoy, que esa atención la he conseguido principalmente de los adultos. Quizá los primeros años la obtenía de mis pares, pero con el tiempo eso se fue atenuando.
—Felicidades —me dice la profesora antes de que me vaya a mi puesto.
Vuelvo a levantar la comisura de la boca. Camino orgulloso, sin importar que esté en una escuela rodeado de gente tan desagradable. Solo una mirada superficial siento encima de mí. La de esa chica que por algún motivo no hemos intercambiado palabra. Siempre pide que la llamen Febe.
¿Por qué me vigila? ¿Qué quiere de mí?
Tampoco es algo nuevo que ella me observe cuando cree que no me doy cuenta. Y así como eso no es nuevo, tampoco lo es esta dinámica, dónde yo conservo mi lugar.
Año tras año he ocupado el primer lugar en las ceremonias de premiación. Básicamente este es el sitio que yo ocupo dentro del curso, y ya lo he absorbido como si se tratara de un anexo a mi personalidad. Un distintivo que aunque nadie le dé el valor que merece, al menos pueden reconocerlo en mí.
Aunque lo admito, no siempre me ha traído el respeto de mis compañeros. En parte sí, pero también rápidamente me di cuenta de la inquietud a mi alrededor. La gente suele asociar que quienes son unos cerebritos también son serios, raros o quiénes los delatarán frente a cualquier falta de disciplina.
Así que demostré cada vez que estos prejuicios podían salir a flote que estaban equivocados. Nadie se metería conmigo. Para ello también tuve que recurrir a ciertas prácticas, no diré que fue solo para desligarme de cualquier rechazo de un grupo de futuros delincuentes, ya que también había pensado en optar por ese camino. Solo para salir del apuro, solo para emergencias.
Así que sí, robé un par de billeteras, cerciorándome de que me vieran. Necesitaba el dinero más que cualquiera de ellos, pero muchas veces cedí lo que había reunido luego de indagar en el maletín de algún profesor o compañero. Compartir el motín era mejor que cualquier palabrería. Pocos sabían de esto, solo los más peligrosos dentro del curso. Era con quienes necesitaba contar con cierta reputación para mantener su favor.
No es algo que pondría en mi hoja de vida, pero tampoco es como que me importe demasiado. Moralmente hablando. Las personas se reprimen de hacer muchas cosas por temor a las consecuencias. Seríamos realmente libres si pudiéramos desprendernos de estos supuestos valores que nos han inculcado desde temprana edad solo para coartar nuestro máximo potencial.
Si necesito robar para tener un sitio acomodado dentro del curso lo haré. A pesar de lo mucho que se esforzó mi madre por inculcarme valores, la moralidad me tiene sin cuidado. Mientras más se forzaba en que los aprendiera, más repudio y rechazo me generaba seguir esas reglas sociales.
No me siento mal si miento, y por lo tanto, no tengo problema en admitirlo abiertamente cuando lo hago. Si miento lo hago por conveniencia, no por simple fascinación de fantasear la realidad.
Es mi forma de sobrevivir.
Reflexiono sobre ello mientras pienso en el curso a seguir. Voy al gimnasio; pequeño viejo y de madera. En algunas partes la madera está podrida, su tono verdoso es desagradable a la vista. Ya puedo ver cómo un día esta se desplomará aplastando a uno de nosotros. Capaz ahí recién el gobierno querrá destinar dinero a esta escuela. Con algún discursito sobre lo mucho que les importa la educación y el bienestar de la juventud.
«Tarde».
Ignoro lo mucho que fastidia estar en un lugar así.
Pese al pésimo ambiente, actividades cómo estas suelen causar más revuelo que cualquier desempeño académico. Puedo comprenderlo, los problemas quedan a un lado, y algunos conservan ciertas esperanzas de que sea su medio para salir adelante.
Pongo las manos en los bolsillos, y me aproximo lo suficiente para que puedan escucharme.
—Me uno a ustedes.
Si hay un deporte que odio es el baloncesto. Lo detesto, mas coloco la mejor sonrisa; la más atractiva y amigable.
—Buena, Derek —me responde uno de ellos.
Me alzan en lo alto cuando hago que el equipo gane el partido. Siempre que juego ganamos, así que soy casi el equivalente a un trofeo para ellos. No me interesa en lo más mínimo un juego amistoso, solo me importa la aprobación, la admiración de todos. Soy el peor o mejor farsante de esta escuela, todo depende del punto de vista que se mire.
Voy a los baños encontrándome con la sorpresa de que el de hombres se encuentra clausurado. Vaya mierda. No me queda de otra que entrar al de mujeres. Sin embargo, aguanto las ganas ante la conversación que mantienen dos muchachas mientras están orinando.
Me quedo junto al lavamanos.
—¿Y qué se siente tener un padrastro? —pregunta una de ellas.
—¿Cómo sabes de eso?
Su voz se me hace conocida. Suena incómoda.
—¡Dah! Tu mamá se encontró ayer con la mía, le contó todo. Estaba muy feliz, parece que es un buen hombre. ¡Y anda viendo carros! Ya te veo llegando en auto a la escuela, ¿No sería increíble? Parece que tiene un buen trabajo.
—No me gusta hablar de mi vida —responde fríamente.
—Está bien... Perdón, Febe. Tampoco exageres.
—En fin —dice mientras me encierro en uno de los baños. Escucha el ruido de la puerta—. Se me quedaron unos cuadernos en el casillero.
—Anda después de la ceremonia. Ahora necesito que me acompañes a entregar un trabajo extra. A ver si me sirve de algo.
Espero a que se vayan pensando con detención en cada palabra.
«Interesante».
—Felicitaciones, Derek. —Una vez más me felicitan. Esta vez el director de la escuela. La medalla de dudosa calidad, seguramente de origen chino es colocada alrededor de mi cuello. El diploma sosteniéndose en mis manos y el flash de la cámara capturando el momento.
Debo reconocer que al menos han intentado montar algo medianamente decente.
Mamá no ha venido a verme, pero no importa. Tampoco importa que no tenga el dinero suficiente para pagar la fotografía. Me basta el recuerdo que me quedará a mí y a los demás.
Termina la premiación, y voy directamente a los casilleros. El mío se encuentra en otro bloque, apartado de Febe. No obstante, saco el clip dispuesto a abrir el candado de un casillero junto al de ella. Hago como si estuviera revisando lo que hay dentro, aunque... pensándolo bien no está demás aprovechar la oportunidad. Ya que hay un bolso reviso si hay algo de valor. «Una billetera».
Febe llega a los minutos.
—Somos los mejores de la clase, pero no solemos hablar. Es... algo extraño ¿no crees?
Sonrío para mis adentros.
—Tienes razón, Febe ¿Quieres... ir por un jugo? —Le echo un vistazo rápido a la billetera.
—¿Quieres los apuntes del martes? Faltaste a clases, no hace falta que seas amable con tal de conseguirlos. Te los doy.
¿Piensa que tengo otras intenciones? Mmh. Chica audaz.
—Yo invito el jugo —digo.
Cortesía de Bianca, nuestra compañera, por lo que alcancé a ver en su identificación.
Presente.
Conforme han pasado los días he dejado a un lado la perturbación de la película. Nos han dado más tiempo para preparar el siguiente examen, al parecer el nivel de dificultad aumentará más, así que no podía tomarse de un día a otro. Un mínimo de consideración, teniendo en cuenta que han hecho la vista gorda a que nos estén eliminado uno por uno.
He respetado la promesa de no consumir las píldoras, aunque la tentación la he tenido en más de una oportunidad.
Al tener un respiro de la preocupación sobre los asesinatos, he podido enfocarme en exclusiva a las evaluaciones. Sonará egoísta y estúpido, pero no puedo luchar contra ese impulso. No cuando esas palabras todavía me persiguen. «Un perro de la calle».
La ley del hielo con Theo aún continúa. Me recrimina mis actitudes, y yo por mi parte, no puedo dejar a un lado la conversación con Magnus. Sé que Theo no tiene la culpa, fue Magnus quien me vio en menos a pesar de todas las veces que intenté llevarme con él. Sin embargo, no puedo dar vuelta la página y seguir como antes si no le callo la maldita boca.
Llevo dos días sin dormir. Caer en esta rutina otra vez es extenuante. Me pesan tanto los ojos que pestañeo mientras intento seguir concentrándome. ¿Pero qué son diez minutos más de repaso si pueden marcar una diferencia? ¿Si pueden significar el éxito?
Solo quedamos seis. Magnus se irá pronto, ha quedado demasiadas veces de los últimos, claramente ya flaqueó comparado a cómo empezó el programa. Félix es un egocéntrico, que más parece estar divirtiéndose aquí dentro. Cosette me confunde, pero sé que la tengo controlada. Al menos siempre ha demostrado estar de nuestra parte, aunque eso no la descarta de mi lista. Si consideramos que los asesinatos no han continuado, bien podría creer que es ella la que está detrás de todo.
«Nuestra parte». Aún hablo de Theo y de mí como si fuéramos un equipo. ¿Lo somos?
Por más que lo fuéramos eso no quita que tarde o temprano tendré que ganarle.
Bostezo varias veces en tanto camino por el pasillo. Hoy día me toca liberar a Cosette para que pueda rendir la evaluación. Aún faltan unas horas para ello, pero igualmente voy a hacerle una visita.
—¿Has podido prepararte? —pregunto apenas estoy frente a ella.
—Hola, querido Derek. Primero se parte saludando.
Pongo los ojos en blanco.
—Pues sí —responde a mi pregunta—, aunque... convenientemente se les ha olvidado entregarme el último libro que entra en la evaluación.
Lo alzo en lo alto. Le brillan los ojos.
—¡Oh, querido Derek! ¡Mi salvador! ¿Qué haría sin ti?
—¿Puedo ser tu salvador cuando es mi culpa que estés encerrada aquí? ¿No te molesta?
Le entrego el libro en medio de los barrotes.
Una pequeña sonrisa se dibuja en su rostro. Suele hacerla. Cosette rara vez no se ve feliz, no importa en qué circunstancias se encuentre.
—Pues no. Dudabas de mí, y si estar aquí aclarará tus dudas, entonces lo considero un regalo... ¿Las cosas no están bien con Theo? —pregunta luego ante mi silencio.
La sola pregunta me pesa. Nos alejamos justo cuando se atrevió a contarle a todos de nosotros. Debería estar para él. Debería estar más cerca que nunca. Sinceramente extraño que hablemos. Si tan solo pudiera dejar a un lado mi orgullo. Soy consciente de que él no ha hecho nada malo, tampoco tiene la culpa de mi ego herido ni de mis complejos. ¿Si estoy consciente de ello por qué se me hace tan difícil? ¿Es que acaso no me interesa cambiar?
—A veces es...
—Oh, ciertamente debe ser un problema. Enamorarte y de tooodas las personas del mundo justo es la única qué es superior a ti.
Achico los ojos. Casi podría arrepentirme de haberle traído el libro pendiente. Lo hice porque sabía que nadie lo había hecho. ¿Cómo lo sabía? Porque yo me llevé todos los ejemplares de la biblioteca, a ver qué tan bueno era nuestro grupo de amigos. Si eran lo suficientemente altruistas para darles el suyo. Theo queda fuera de la ecuación ya que dudo que incluso haya tomado uno para él.
Sin embargo, ese comentario...
—¿Qué dijiste?
De inmediato puedo ver el arrepentimiento en su mueca.
—Perdón, querido Derek. No era lo que quería decir. Solo me refería a que siempre saca el primer lugar. Pero, eso puede cambiar en cualquier momento.
—Sí, supongo. Bien, te dejo estudiar.
—¡Gracias por el libro!
Me dirijo a la salida. Un recuerdo llega a mi cabeza antes de abandonar el subterráneo.
—Una cosa más. La última vez que hablé con Theo me dijo que le pediste que cuidara a tu hermana si algo te pasaba. ¿Tienes miedo?
—¿Tú no?
«Miedo».
Siendo honesto, una vez sentí demasiado miedo, lo que me persiguió durante un año a tal punto que decidí dejarlo a un lado a pura voluntad para poder continuar con mi vida. Lo que sentí en ese entonces difiere de lo que siento ahora. No obstante, el recuerdo se ha hecho más presente, tal vez por culpa de esa película. Si vuelvo a ese caos, podría pensar que quizá todo lo malo que me está sucediendo actualmente me lo merezco. A fin de cuentas suele existir esa creencia de que la vida después te la cobra. Nunca he querido creer en esas cosas, porque si las pensara tendría que dar por hecho que haber nacido en la miseria fue una especie de castigo, y no sé qué podría haber hecho mal un simple niño.
Abandono el subterráneo sin contestarle a Cosette.
Las horas pasan rápido. No me doy ni cuenta de cuando ya estamos todos en el salón, con Morgan frente a nosotros.
—Bien lucecitas. Les tengo una maravillosa noticia, hoy día nadie será expulsado. Pueden relajarse y dar lo mejor de sí mismos sin esa presión. Bueno, a excepción de los beneficios, claro está. ¿Pero a que no es un alivio que conservarán su estadía?
No. De relajo nada, ahora menos que nunca. Me preparé especialmente para este examen.
Hago un par de respiraciones profundas antes de empezar a contestar.
Leo el primer enunciado, después las preguntas asociadas a este. Bien. Debo determinar que T es homomorfismo de grupos, y delimitar el núcleo o Ker(T). Es un examen matemático complejo por la cantidad de unidades a evaluar, pero mantengo la calma. Di lo mejor de mí estudiando.
Al terminar cierro los ojos unos segundos. Tranquilo espero los resultados, mas el temor a abrirlos y ver la realidad se hace presente. El sueño acumulado tampoco me juega a favor, solo yo sé cuánto me esforcé y ver el resultado es deprimente, solo me hunde más en un hoyo del cual no he podido salir.
—No puedo creerlo... —escucho a Febe musitar.
—¡Derek! ¡Derek! —grita Cosette.
Abro abruptamente los ojos sin entender el alboroto.
—¿Qué pasa? ¿No que no se iba nadie? —pregunto, ya que no puedo encontrar otra razón para la alteración en la sala.
Félix quien también mantiene la cabeza volteada hacia mí se levanta. Todos se me acercan.
—¡Mira ya tu sudadera! —grita enérgica Cosette.
Agacho la mirada. ¿De qué habla? Sin embargo, una vez que por fin me atrevo a ver la impresión me paraliza.
¿Cómo?
¿Cómo es posible?
Desvío de inmediato la vista hacia Theo, al número en la suya. Necesito saber cuál tiene.
Después el número en la mía.
El mismo.
El N°1.
—Ha sido un empate —anuncia Morgan.
La pantalla actualiza los lugares.
No puedo creerlo. No contengo la emoción, grito, esta vez de alegría. Mierda. Lo he estado intentando desde el día uno y por fin, por fin me he quedado con el primer lugar. ¡Mierda!
—Parece que el hombre aún tiene esperanza contra la inteligencia artificial —se burla Félix.
—Qué odioso —le contesta Cosette—. Esto es un momento icónico, familia de bellísimas criaturas. ¡Debo dejar un registro! —Saca el teléfono y posa a modo de selfie, conmigo detrás—. El día que Derek...
—Que Derek le ganó a Theo —termina Félix.
Técnicamente eso no es cierto, un empate es un empate. Nunca creí que estaría tan feliz con un empate, pero mi ego queda a un lado, me importa un carajo. La frustración de cada vez que lloré porque el objetivo se me escapaba de las manos queda desvanecida. Un alivio dentro de esa impotencia de que alguien más se quedara con lo que yo tanto deseo. Y quizás, quizás necesitaba imperiosamente que los reflectores volvieran a estar sobre mí. Sabía que la atención de un grupo que sí sabría valorarlo sería más irresistible que cualquier experiencia anterior en la escuela. Que ahora mismo los organizadores tengan los ojos puestos en mí y recuerden mi nombre es más que suficiente.
Me arrebataron por demasiado tiempo esta droga. Cuando estás arriba y caes, la caída se siente demasiado fea. Y la verdad es que todos necesitamos sentir que somos buenos en algo. No solamente buenos, sino extraordinarios.
—Vamos, sabes que es un tremendo logro. ¿No tienes miedo, máquina? —Se dirige después a Theo—. Hoy te quitaron el título de genio inalcanzable —se ríe Félix abiertamente.
Theo mantiene la cabeza gacha en su puesto, no puedo advertir su expresión. Se levanta, ignorando a Félix.
—Felicitaciones. —Extiende una mano para estrecharla con la mía.
—Gracias —respondo a secas. El contacto de su mano se siente diferente.
Sigue sin darme la cara. Todos se quedan en silencio a nuestro alrededor notando la tensión.
Busco su mirada, pero... no vislumbro ninguna expresión. A diferencia de mis episodios de rabia cada vez que me ganaba, su actitud fría y distante no permite asomar ni un rastro de fragilidad.
No sé qué está pasando por su cabeza.
Cosette y Félix siguen alardeándome. Febe se mantiene algo apartada, pero igualmente enfocada en mí. Y mientras las cosas siguen así, Theo se va de la sala con Magnus siguiéndolo.
THEO
«¿Qué me sucede?» Veo cómo todos se le acercan formando un círculo, y no puedo hacer más que bajar la cabeza.
Vine aquí consciente de que me traería problemas con mi padre, que no tendría la aprobación de la mayoría al venir de una situación acomodada. Sin embargo, mi deseo de alejarme de él, de buscar una forma de ser independiente era más fuerte que todos esos temores. Y pese a ser mi sueño no he hecho mayor cosa para conseguirlo. ¿Qué he hecho estas semanas? Me sentí demasiado cómodo en la posición en la que estaba. El margen que dejaba a que alguien pudiera ganarme... Me confié. Me olvidé de que el resultado podía variar en cualquier momento.
Una parte de mí se alegra de que Derek lo haya conseguido, pero... es... ¿Lo que llamarían una sensación agridulce?
Magnus me persigue. Después de todo lo que pasó es la persona que menos quisiera ver. Sin embargo, en este preciso momento estoy vulnerable.
—Lo logró —susurro apoyando la espalda en la pared del pasillo. Llevo una mano al rostro tapándolo.
Dijo tantas veces que tendría el primer lugar y lo logró.
—Sí...
—Así que así se siente... —admito bajo.
—¿De qué hablas?
Me mantengo en silencio, intentando comprender todas las emociones que siento.
—No te sientas mal, bajaste la guardia. Han pasado muchas cosas, y además al alejarte de mí y de Cosette la única persona en la que piensas es Derek. ¿Si te das cuenta de que te alejó a propósito de nosotros? Solo respóndeme una cosa... ¿ustedes...?
—No te incumbe —lo corto de inmediato.
—¡Theo! ¡Escúchame, por favor! Él está jugando y le está saliendo de maravilla. Te metió todo este jueguito del amor para distraerte, y lo consiguió. Ya no eres el mismo del inicio, y a este ritmo vas a terminar perdiendo. Derek solo se ama a sí mismo, no esperes que en verdad te quiera. Solo quiere algo de ti.
—¿Y tú sí me quieres? —Magnus retrocede un par de pasos—. Me dejarás ir ahora, y de aquí en adelante solo te escucharé si quiero hacerlo, nada me obliga a escuchar opiniones no pedidas. Eres desagradable, Magnus.
—Te pegó... fuerte. Nunca creí verte así...
Sonrío.
—Ya encontré la palabra. Frustrado. Frustración es lo que siento. Así se siente... la frustración —digo más para mí mismo.
Camino poco a poco, con un solo objetivo en mente.
—¿A dónde vas? —me pregunta Magnus algo temeroso.
—A estudiar —respondo convencido—. Voy a estudiar.
—Pero... tú nunca lo haces. Nunca lo has hecho —murmura a mis espaldas.
—Sí, bueno, eso está por cambiar.
Yo no voy a perder.
Felicidades, Derek. Despertaste el monstruo que creía estaba dormido dentro de mí.
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