Capítulo 24
FEBE
Abro poco a poco los ojos. Siento el cuerpo adolorido, aunque sé la causa detrás de ello. Sin embargo, lo que no entiendo es la sensación pegajosa que tengo en todo el cuerpo.
Me incorporo y prendo la luz. Grito una y otra vez, tirando con brusquedad toda la ropa de cama cayendo esta al suelo.
La cama está manchada, así como mi cuerpo y ropa. Rojo. Rojo por todas partes. Corro al baño, haciendo que el agua corra por mis manos. Presiono una y otra vez el dispensador del jabón restregándome las manos con desespero. Me causo heridas de la insistencia con la que intento desprenderme del líquido.
Lamento estar sola, que justo esta noche no haya dormido con Félix. Alguien me la ha jugado. Siento unas ansías enormes de huir de aquí. Veo mi reflejo en el espejo cubierta de aquel líquido que parece sangre. En algunas partes este está seco, pero todavía siento cierta humedad en algunas partes del cuerpo. No creo sea sangre real, el aspecto se ve falso, pero no puedo evitar llorar, la angustia acoplándose en mi pecho.
Me desnudo, deshaciéndome de la ropa manchada. Abro el grifo de la ducha limpiando minuciosamente mi piel.
«¿Qué he hecho?»
—¿En serio lo preguntas?
«Mamá».
—Cállate.
¿Cómo lo hace? ¿Cómo puede seguir perturbándome? ¿Por qué siempre tiene que aparecer de alguna manera?
Su silueta, la curvatura de su cuerpo. Podría oír a la perfección cómo se burla de mí, de mi aspecto, de lo que me está sucediendo.
—Patética —me digo a mí misma— eres una patética.
El alivio al advertir que esa capa ha desaparecido de mi cuerpo es instantáneo. Respiro con más tranquilidad. Junto dos dedos para tocar la ropa sucia y dejarla en el sector de lavado. Y cuento unos segundos antes de salir y vestirme con un nuevo conjunto del programa.
Me recuesto en la cama, buscando algo de tranquilidad en el silencio de la noche, pero no consigo quitarme la rabia y angustia de este ataque. Es personal, buscaba herirme.
Dudo que consiga conciliar el sueño, así que solo se me ocurre un lugar al que ir.
Uno que jamás pensé que habría tenido en mente.
—¿Febe? —La incredulidad se apodera de su rostro al percatarse de mi presencia.
Tiene aspecto de despertarse hace poco. La oscuridad no me permite ver demasiado, pero ella enciende la luz de un teléfono.
—¿Te trajeron eso?
Me encargué de encerrarla en la celda. La revisé, me entregó sus llaves y lo demás, en ningún minuto vi el teléfono.
—Solo es para entretención, no tiene señal.
La linterna me permite ver el estado de la celda. La ha acomodado como si se tratara de su cuarto. Hay almohadas, frazadas, también un poco de comida.
—Veo que te las has arreglado para estar cómoda —menciono reparando en cada objeto. Debe haber sido cortesía de Theo o Magnus.
—Bueno, al menos se me permitió esto... ¿Qué haces aquí, querida Febe? ¿Viniste de guardia mala a atacarme mientras todos duermen?
En su entonación es como si incluso eso le causara ilusión. Con razón Félix insiste en que es una lunática.
—No. —Tomo asiento en el frío suelo—. Solo quería hablar.
Me avergüenzo de estar aquí, junto a ella. Sé lo que debe estar pensando, capaz incluso se está haciendo ilusiones de que de pronto seremos amigas. La sola idea me repugna. Sin embargo, cuando pensé que necesitaba ver a alguien, los demás no parecían ser una buena opción.
—¿Con Félix no hablan?
¿Hablamos? Poco. Cada vez que nos vemos es una guerra de quién le saca primero la ropa al otro.
—Tomaré el silencio como un no.
Resoplo. Es tan fastidiosa y aun así estoy en mitad de la noche hablando con ella, en un subterráneo sucio y maloliente.
Seguro habré perdido la cabeza.
No obstante, recuerdo lo que me motivó a venir aquí. No fue una simple necesidad de hablar con alguien.
—Una vez me dijiste que tuviera cuidado. Que quien juega con fuego se quema y que ahí necesitaría una amiga —musito.
A pesar de que nos separan las rejas siento el ligero roce de su espalda. Se ha acomodado de espaldas a mí.
—Buena memoria —enfatiza Cosette.
—¿A qué te referías?
—Pues... a que me parecía que te estabas equivocando en algunas acciones... Acciones que te podían salir mal.
¿Acciones? ¿Se referirá al beso con Theo?
—¿Tenía que ver con Derek?
—No es relevante en este momento —contesta— ¿Por qué te perturba el sueño como para venir a verme?
—Solo sé que no quería ir con Félix.
Con eso bastará para que no indague más en ello. Félix siempre la ha tratado mal, la odia, ese fue el punto en común que vio entre los dos.
—Félix no es para ti. Derek tampoco lo era. Solo me pregunto... ¿por qué no te das cuenta de que no necesitas de nadie?
—¿Intentas subirme el ánimo? ¿Crees que tengo mala autoestima? ¿Es eso?
—Solo pienso... que me hubiera gustado ser tu amiga. ¿En otra vida? ¿Crees que podría ser? Aunque bien que podría pensar que el hecho de que estés aquí es un paso. Parece como si hace nada hubieras salido de la ducha... ¿Cuál fue el apuro de salir a caminar? ¿No me quieres contar qué pasó?
Supongo que es más fácil hablar así. Sin tener que verle los ojos. Es más como hablar conmigo misma.
—Desperté en un mar de sangre, es decir, no era sangre. —Ahí entiende la necesidad de haberme bañado—. Pero la intención... la intención era causarme una pesadilla en vida. Siendo honesta, me alegré cuando Derek dijo que te encerráramos. Pero, al pasar esto, me pregunto si fue lo correcto. ¿Qué sentido tendría que estés aquí entre cuatro paredes si no eres quién nos está jodiendo?
Es imposible que ella me haya hecho esa broma de mal gusto. Lleva horas encerrada.
—¡¿Estás bien?! —pregunta de inmediato. Su exaltación me hace voltear, ella ha hecho lo mismo. Quedamos frente a frente.
—Sí. Ahora sí.
—Qué alivio, Febe. No te quedes sola esta noche.
No he pensado precisamente en pasar la noche con alguien. No esta vez. No cuando he quedado tan perturbada, pero evito decir algo al respecto. Genuinamente se ve preocupada.
—A veces pienso que... alguien quiere jugármela —digo en cambio—. Tal vez dejar esa... l-lengua en la cama no fue un mensaje para Félix, sino para mí. Así como bañarme en tinta roja, siendo que todos saben que mi fobia es la sangre.
—Bueno, si lo piensas bien, el primer cuerpo fue encontrado en tu cuarto. Viéndolo de esa forma, suena a algo personal. Lo cual es muy extraño. ¿Quién podría estar resentido contigo?
Pienso en ello y tampoco consigo comprender quien podría tener motivos para odiarme. No he sido la más simpática durante el programa, es cierto. Prefiero ser esquiva ante personas que no me interesan. Sin embargo, no he dañado a nadie, y la lista de opciones se reduce bastante al quedar pocos.
Lo peor que hice fue besar a Theo Ashford, pero él no sería capaz de vengarse por ese beso no consentido. Creo que incluso le di un poco de lástima. No estoy orgullosa de mis acciones, pero las cosas se me salieron de control cuando creí que perdería a Derek.
Ahora no duele, pero solo es porque Félix apareció en el camino.
Aunque pensándolo bien... Magnus estaba bastante cabreado conmigo...
—Por ahora no le des vueltas a eso —sugiere Cosette—. No tiene mucho sentido. Suena personal sí, pero también recuerda que estamos encerrados, y no sé quién podría conseguir tinta si estamos aquí sin poder ver a nadie.
Es verdad, ninguno de nosotros podría conseguirla. ¿Pero entonces qué? ¿Es otra prueba del programa? ¿No solo quieren agotarnos mentalmente con exámenes? ¿Sino también emocionalmente?
Bueno, la respuesta no tendría ya que sorprenderme.
—Necesitas dormir bien. Es... revivir un trauma después de todo. ¿No quisieras contarme el porqué de tu fobia? En ese juego todos mentimos. No fue por robar, ¿o sí?
Recuerdo la reacción que tuve con ella. El juego de la verdad. Pero es que volver a esa noche infernal, lo desolado de esta, el ruido de los grillos, y la sangre en mis manos es simplemente imposible querer pasar otra vez por esa tortura a través de un relato. Tal vez me haría bien soltar, decirle a alguien todo lo que me he guardado y arrastrado desde hace un año. Por un segundo creo que podría ser bueno...
—Yo... yo... —Las palabras se me quedan atascadas en la garganta.
Esa jodida noche, nunca debí haber salido. Debí quedarme en casa.
—No tienes que hablar si no quieres. Perdón por preguntar cosas tan estúpidas. Solo que... por tu cara pareciera que hiciste algo muy malo en el pasado, y... yo también me arrepiento de cosas. Tal vez quería escuchar que alguien más dijera que tiene culpa, podría haberme aliviado no ser la única.
Siento los ojos vidriosos. No pienso ser vulnerable frente a ella. Contengo las ganas de llorar.
—No me arrepiento de nada —miento.
—Pues yo sí. —Su expresión deja de ser agradable a la vista—. Por mi culpa mi hermana no puede caminar. Quizás me lo merecía. Cuando nuestros padres murieron, sabía que todo el peso recaería en Greta, que ella me cuidaría. Y Greta se convirtió en una hermana tan dulce que me sentí demasiado cómoda cuando ella se desvivía por mí. Mi karma es que yo haya tenido que cuidarla finalmente. De aquí al fin de mis días. Como puedes ver no la he tenido fácil.
Desde el primer día ha hablado de su hermana cada vez que tiene oportunidad. Nunca he querido ser compasiva con Cosette, yo misma he pasado por un gran infierno y nadie me ha tenido lástima. Nadie menos quienes quieren algo de mí.
—Yo tampoco. A pesar de todo... confieso que me habría gustado ser tú. Al menos pensaba que así como te ves la habrías tenido más fácil que yo. Eso creía. Y por eso te odiaba bastante.
—Espero ya no te compares, no sería justo.
—¿Por qué? ¿Porque no elegí verme cómo me veo?
—Es extraño que digas esas cosas. Cualquiera pensaría que te crees algo así como una sex symbol.
—Quizás solo me siento bonita cuando ellos me lo hacen sentir. Si me viera como tú probablemente no los necesitaría.
—Como decía no es justo que te compares conmigo. No sería una batalla limpia.
—¿A qué te refieres?
Se queda callada unos segundos.
—Porque yo fui hecha para esto —responde al fin.
—¿Para ser bonita? Que tampoco se te suba por las nubes. —Ríe ante mi comentario.
—Ciertamente eres muy graciosa, Febe.
«Graciosa» Jamás alguien se había atrevido a usar esa palabra para describirme.
Me incorporo del suelo, ha sido suficiente.
—Me gustó hablar contigo, pero no te vayas a creer nada de mí. Esto no significa que de pronto seremos amigas.
—Como dije, en otra vida. ¿Podría cantar, no? En satuuuuuurno...
La fulmino con la mirada. Detiene de inmediato su horrible canto.
Meto la mano por debajo de la sudadera y saco lo que traje antes de que me olvide.
—¿Y esto? —inquiere al hacer toda una maniobra para pasarlo por en medio de los barrotes.
—Creí que podías tener frío.
Es una manta que encontré en medio del armario. No es la gran cosa, pero es de mejor calidad que las que tiene en este momento. La conservé de cuando estaba en el podio, me sorprende que no se haya traído una, con todo el alboroto se le debe haber olvidado.
—Espero estés poco tiempo aquí. Esto me ha hecho pensar que no estás detrás de lo que pasa.
—Si estar aquí está ayudando a probar mi inocencia entonces es todo para mí. Yo los quiero.
No puedo evitarlo, no es por ser venenosa, solo que quiero terminar de entender su manera de pensar.
—¿Y por qué me querrías a mí si no me conoces?
—Es que yo siento que te conocí en el programa, lo que también hace que duela.
¿Tanto le duele la desconfianza? Lo entendería si en verdad fuéramos amigas.
—No espero que lo entiendas. Todo lo de esta noche ya fue demasiado. Sé lo difícil que debió haber sido para ti. Cuídate por favor, querida Febe.
Y así me despido de ella y regreso al primer piso inmaculado.
Tal vez, solo tal vez, su presencia ya no me parece tan desagradable. Puede deberse a que me haya escuchado con atención. Por lo usual, cuando alguien me dedica un mínimo de atención caigo en sus redes.
«Cuídate por favor, querida Febe».
Algo me dice que aún falta bastante para que la noche termine.
—¿Muñeca? —oigo su voz a mis espaldas.
Félix.
¿También despierto a esta hora?
—¿Me buscabas? —Da por hecho que si ando deambulando es para encontrarme con él.
Tiene motivos para pensar que es así, pero esta vez está equivocado.
A pesar de la tranquilidad que me ha dado conversar con Cosette la mano me tiembla ligeramente. Debe ser al percatarme del rastro rojizo que me ha quedado en las uñas. Me lavé minuciosamente las manos, pero no se fue por completo de mi piel. Me pregunto si tendré rastros en otras partes del cuerpo. Ahora me hubiera gustado revisarme mejor frente al espejo antes de salir así como así.
—Hey, hey, ¿Qué pasó? —Me acoge entre sus brazos.
Respiro con pesadez mientras me envuelve en ese reconfortante abrazo. Entro a la habitación, las caricias son rápidamente reemplazadas por toqueteos insinuantes.
—Yo sé lo que necesitas, Febe —asegura al notar mi aflicción.
Me dejo llevar por lo que dice, como si supiera más que yo sobre mí misma. Sobre mi cuerpo y mente.
Su beso es rudo y demandante. Sabe lo que hace, y no espera más que esto. Que esto que podemos darnos el uno al otro. Acaricio su piel morena mientras me clava la mirada con esos ojos verdes.
Me quita la ropa, y con brusquedad me hace quedar de espaldas a él. Me sujeta de los muslos, y entiendo perfectamente qué pose quiere, así que agacho la espalda lo más que puedo dándole una perfecta vista de lo que desea.
Ansioso entra dentro mío. Me agarra tan fuerte que el hundimiento de sus dedos sobre mi piel me causa un leve ardor que desaparece ante la insistencia del movimiento. Mi cerebro se va únicamente a eso. A la excitación. Como si de una droga se tratara; una que calma el nerviosismo y malestar. Me hace gemir a medida que el ritmo se vuelve más constante y placentero.
No hay te amos. Ni palabras endulzadas.
Solo nuestros cuerpos sudorosos. Apenas nos conocemos, pero él propuso esto, y desde que lo hizo no hemos parado.
Susurra palabras obscenas mientras me da algunas nalgadas. Demasiado fuertes a mi parecer, pero estoy tan excitada que cualquier queja queda en el olvido. Me hace tener un orgasmo que me recorre cada parte del cuerpo.
Frágil y flácida caigo en la cama. El alivio dura momentáneamente, porque tan pronto ha salido de mí, lleva la mano a su pene y se masturba pese a estar frente a él. Lo hace, extendiéndose demasiado tiempo, como si estar conmigo no le hubiera causado nada. Gime mientras continúa, manteniendo sus ojos cerrados ignorándome.
Y ahí, con los ojos cerrados, aislado de mi presencia acaba.
Ha sido de la misma manera las veces anteriores.
—No entiendo.... —digo. Y es que no lo entiendo. ¿Para qué molestarse en usar condón si nunca acaba dentro mío?
—¿Qué no entiendes? —pregunta mientras se limpia—. Ah, ya imagino. Hazlo mejor la próxima vez, Febe.
Me quedo helada. Es primera vez que me animo a preguntar, y hubiera preferido no haberlo hecho.
¿Entonces es eso? ¿Soy mala en esto?
¿No se excita lo suficiente conmigo?
Pero... él propuso que lo hiciéramos. Él me busca siempre. Me quedo paralizada, inmóvil. Primero el ataque en mi cuarto. Ahora esto. Mi autoestima va en un descenso veloz hacia el suelo, y el origen de esa caída partió cuando Derek terminó conmigo.
Recojo rápido mis cosas. Félix se da cuenta de que algo anda mal.
—No te lo tomes a mal. La práctica hace al maestro —dice, como si fuera una principiante. Como si esta hubiera sido mi primera vez—. No estoy molesto, Febe. —Casi podría oír una ligera risa al pronunciar Febe.
De pronto, Febe ya no me suena tan reconfortante. «Artemisa» Artemisa es mi nombre.
—Iré a dormir.
—Puedes dormir aquí si quieres. No me contaste qué te pasó.
Lo último que me apetece es dormir con él. Sería un recordatorio de esta escena, de que no soy lo suficientemente buena. Incluso mamá los dejaba siempre satisfechos, si lo único que desean es mi cuerpo, ¿entonces que queda si no soy más que una decepción en la cama? «Hazlo mejor la próxima vez, Febe». Él siempre hace que acabe, y yo ni una sola vez. Qué humillante.
—No había pasado nada. Mañana regresaré. —Es lo único que comento a su propuesta.
Me largo rápido, dando pasos apresurados hasta mi habitación.
Abro la puerta, el crujido de esta me inquieta antes de dar siquiera un paso.
Mi intuición me dice que algo va mal, y lo confirmo cuando reparo en lo que hay sobre la cama. Alguien entró otra vez, y esta vez se encargó de dejarme un regalo, como si no hubiera bastado con el ataque a medianoche.
Tomo la máscara grisácea; con los agujeros para los ojos y una sonrisa perturbadora, cerciorándome de que no sea la misma de esa noche. La noche del robo.
«No puede ser la misma» me digo a mí misma. No tendría ningún sentido, pero al examinarla con detención veo la salpicadura de sangre.
Mi mente va inmediatamente a un nombre.
«Derek».
«¿Cómo lo estás haciendo?»
La máscara resbala de mis dedos.
𖣠━━━━━━━➊➎➊━━━━━━━𖣠
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro