Capítulo 21
Entro al bar maloliente, justo lo que necesito para pasar las penas y también la vergüenza del fracaso de padre en el que me he convertido. Billy me espera en una mesa al fondo de la sala. Ha ordenado por los dos. Una jarra de cerveza me aguarda, lo más cercano al paraíso luego de lo ocurrido en casa.
—¿Qué pasó ahora?
Nunca sé hasta qué punto ser honesto con Billy. Mi mujer me mataría si supiera que desparramo los asuntos de la familia. Siempre dice que la ropa sucia se lava en casa.
Sin embargo, después de beber un buen rato se me suelta la lengua.
—Es un desastre. Nunca pensé que ser padre sería fácil, pero algunos la tienen más difícil que otros. A mí me tocó el premiado.
—Reece, hay algunos rumores. ¿Son ciertos?
Entonces estamos más jodidos de lo que pensamos. A pesar de esconder todos los trapos sucios, la gente ya comenta cosas.
—¿Qué dicen?
Billy la piensa un poco antes de hablar. Tampoco quiere meterse en un problema, pero al final prefiere ser honesto. Somos amigos hace muchos años, incluso antes de formar una familia.
—Han desaparecido varias mascotas del vecindario... y le han vist...
—Es una aberración. Eso es lo que es. Sí, mata a perros, gatos, cualquier animal que vea. Partió de esa manera. A veces siento que me observa demasiado, como si estuviera esperando cuando dar el siguiente paso.
Mi amigo se queda pensativo, examinándome. No puedo enfocarlo con claridad, la vista se me distorsiona un poco.
—Sigues siendo su padre. Vamos, que se le puede dar otra vuelta.
—Es una casa de locos, Billy. No quiero volver a ese lugar. Dije que iría por cigarrillos, ya deben estar esperando que regrese.
—Deberían pedir ayuda. Ayuda profesional.
—No tenemos los recursos para hacerlo. Tampoco le tengo fe a ningún tratamiento.
Solo la Iglesia podría salvarnos de esta desgracia, pero nadie apoya la idea.
—Una por otra —dice mi amigo—. Al menos es brillante en la escuela. Siempre llamó la atención por eso.
Como si eso fuera a calmarme. Qué está demente. No tiene cura.
—Una desgracia. Alguien así no debería tener esa cabeza. Es más inteligente que todos nosotros juntos, es un peligro.
Ya me imagino los titulares del futuro, las víctimas que caerán en sus trampas. Yo incluido si es que no tengo suficiente cuidado. Solo me mantiene cierto respeto por ser su padre.
—¿Y por qué mata?
—No lo sé, Billy. Le gusta coleccionar órganos, examinarlos. Tiene una puta obsesión con desmembrar. Encima finge que no recuerda nada después. Como si yo pudiera creerle algo así, la única que se hace la estúpida es su madre.
Y es que es la pura verdad. La casa huele cada vez peor por culpa de sus colecciones, pero ella parece estar más preocupada de sus cenas, de la carne que hace sin falta cada día; de dudosa procedencia y calidad. El mercado dónde compra es conocido por vender alimentos en mal estado, se hizo famoso por tener un puesto de perritos calientes usando precisamente carne de perro. Pese a ello no deja de ir cada semana.
—¿Y entonces? ¿Solo vas a huir?
Mi amigo me conoce. Sabe que no tengo demasiada paciencia. He hecho lo mejor que he podido, pero no da para más. Incluso quise explorar ese amor hacia las luciérnagas. Me parecía un bonito pasatiempo si le ayudaba a dejar a un lado las otras actividades, las extrañas, si es que de alguna manera se le pueden llamar.
—No inmediatamente, pero pronto. Pronto planeo hacerlo.
—Que no se den cuenta, Reece. Si en verdad es así como dices, mejor que nadie sospeche nada.
Solo tomaré mis cosas y me iré. Una maleta, no, menos que eso. Un bolso. Tampoco es que tenga demasiadas pertenencias. Encontrar un nuevo trabajo en otra ciudad será difícil, pero la vida me está diciendo que debo huir antes de que me arrepienta.
Billy paga las rondas de cervezas, sabe que estoy corto de presupuesto. Antes de salir paso al retrete a vomitar. El alcohol terminó pegándome más de lo que esperaba. El olor a orina, los papeles sucios tirados en el suelo aumentan mis náuseas.
Cuando me siento mejor salgo del tocador. Billy ya no está por ninguna parte. Tomo mis cosas y salgo del local de mala muerte.
A mis espaldas siento que me llaman.
Reconozco esa voz, la voz de mis pesadillas.
—Hola, papá.
¿Qué...?
¿Estaré alucinando?
—¿Qué haces aquí?
—Vine a buscarte. —Sostiene un paraguas. La cabeza gacha, y una sonrisa en su rostro.
La ropa completamente blanca.
—Ven. —Me toma la mano, un agarre fuerte a pesar de lo pequeños y delgados que son sus dedos—. La cena espera.
Así planea llevarme de regreso a ese infierno llamado hogar. Su mano se siente pegajosa, no quiero pensar en la razón de por qué está así.
Y entonces el farol alumbra su ropa. No está completamente limpia, y no se debe a la sangre del animal. Esta es sangre fresca. Reviso sus bolsillos, tocando algo blando, con cierta humedad y rugosidad.
Lo quito de su ropa, y se me cae al suelo de la impresión. La lengua queda en medio de la calle, la lluvia mojándola. La vista se me nubla, intento secarme la lluvia que me empapa el rostro.
—¿De dónde sacaste eso?
La inocencia se apodera de su rostro.
—¿De qué hablas, papá?
Me sigue la mirada al pavimento, va por ella y la recoge.
—Así no podrá hablar, le confirmaste cosas.
Ahí está. Ya no hay secretos entre nosotros. Confiesa abiertamente su crimen.
—No... ¿Qué hiciste? ¡¿Qué hiciste?! —Pierdo el control. Le alzo en lo alto, agarrándome de su ropa.
Ladea la cabeza. Quien se haya inventado eso de que todos los niños son inocentes no sabía lo que decía.
No me da respuesta.
Camino desesperado en medio de la lluvia. «¿Billy, dónde estás?». Que esto solo sea una broma de mal gusto. La tenue luz del poste me ilumina el camino. Doblo en un callejón sin salida. A un lado de un contenedor de basura el cuerpo de mi amigo...
Llamo de inmediato a emergencias.
Abandono el lugar, agarrando del brazo a la aberración. Patalea por la brusquedad con que le sujeto. Puede irse a la mierda.
Y al entrar a casa, la cena está servida como si nada hubiese ocurrido.
Tomo mi lugar en la mesa, sin dejar de recriminarme en por qué tuve que abrir la boca, de haber seguido los consejos de mi esposa ahora Billy estaría de regreso en casa.
Como en silencio, observando a la aberración con odio en la mirada.
Me la devuelve.
𖣠━━━━━━━➊➎➊━━━━━━━𖣠
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro