Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 20

DEREK

Me encierro. La rabia carcomiéndome los huesos. Aunque se mantuvo frío estoy seguro por dentro los pensamientos le volaban la cabeza. Y es que no es para menos, intenté decírselo a Theo en más de una ocasión, pero siempre me dijo que era su amigo, que creía en él. 

Para Theo siempre fue así, pero algo me decía que en Magnus había algo raro. Una obsesión. 

Demasiado empecinado en hablar por él, en correr a cada persona que se le acercara, a cualquier "amenaza ante sus ojos". Aun así logró impresionarme, y que algo me impresione es mucho decir. He visto las peores cosas.

Todas esas fotografías. No soy la persona más moral, ni siquiera sé si podría considerarme una buena persona, tampoco me interesa serlo. Theo intenta recordármelo cada vez que dejo mi vulnerabilidad expuesta, pero no puedo terminar de creérmelo. No después de las cosas que he hecho. Mi pasado no está limpio, pero hasta yo tengo un jodido límite. 

Ahora sí que nadie volverá a ver con los mismos ojos a Magnus. 

Alzo la vista, para detenerme en ese patético escenario que se me presenta: Mi cuarto. Aunque de mío nada, porque en verdad solo representa mi pasado. La vida a la que nunca volveré. 

Tocan la puerta con cierto desespero mientras aún reposo la espalda en esta. 

Tomo distancia, permitiendo que abran la puerta sin darme un empujón de aquellos. Me sorprende ver a Theo, no han pasado ni cinco minutos. 

—Dime que esto es real —me pide. 

Cierro la puerta por él. 

—¿A qué te refieres?

—Lo de nosotros. Lo que pasa entre nosotros. Tengo demasiado qué procesar. Magnus... creí que en verdad era mi amigo, que no importaba todo lo que vivía con mi padre, porque al menos esos momentos que compartía con él eran algo genuino, pero al ver todo eso... ahora pienso que no es diferente a lo que vivía con mi padre y... 

Le sostengo la cara. Clavo los ojos en los suyos. Al tener ese tinte negro en su cabello, sus ojos azules destacan más ante el contraste.

—Es real. Soy la persona más cuestionable que podría haberse cruzado en tu camino, pero soy lo que ves. No hay más. Y... me gustas. 

—Tú a mí. Contigo me siento cómodo, en un lugar seguro —responde—. No pude hacerlo... No pude hablar con Magnus, ni escucharlo. 

—Ven. —Lo abrazo. 

Acaricio con suavidad su espalda mientras esconde su rostro en mi hombro. 

—Mira, cualquiera se espantaría al ver lo que viste. Yo lo hubiera mandado al carajo, así que no te recrimines por no haber encontrado palabras. Date tu tiempo y siempre, pero siempre piensa en ti. 

—No podemos pensar siempre solo en nosotros mismos.

«¿Quién dice?» Me gustaría decir. Ese es el problema, nos meten en la cabeza que hay cosas que están mal de decir. Políticamente incorrectas, cuando en verdad en la práctica la mayoría lo hace. 

Es feo decir que amas el dinero, o que solo trabajarías por este, pero la generalidad de personas tiene únicamente esa motivación a la hora de levantarse por las mañanas. 

Sabe mal que alguien diga que solo velará por sí mismo, mas no veo que este mundo esté plagado de personas tan buenas e inocentes, que serían capaces de dar la vida por el otro de ser necesario.

Vale, quizá eso sería un caso muy extremo, pero sí, que no veo esa moralidad en la cotidianidad. Solo es un discurso falso y nefasto. 

Aunque bueno, hay excepciones a la regla. Cuando Theo dice estas cosas, no dudo de la veracidad en sus palabras. A él en verdad le interesa ser buena persona, es buena persona. No es por quedar bien o aparentar algo, genuinamente es cómo es. Tal vez por eso me gusta.

—Okey, recuerda con quien hablas... Pero ignorando eso y hablando sobre esta situación puntual. Tú eres la víctima, así que sí, piensa en ti. Magnus es quien tiene que hacer lo que sea, buscar hablar, pedir perdón o no lo sé. Lo que hacen los simples mortales cuando la joden. 

Mi respuesta le causa gracia. Al menos le sube un poco el ánimo. 

—Bueno, ya que estamos, lamento que mi pieza no sea lo más placentero de ver para estos momentos. 

Theo toma un poco de distancia, recién percatándose de cómo es. 

Ahora comprende en totalidad ese margen de diferencia que nos separa. La humilde casa, la madera pudriéndose. Pequeña, y un gran desorden en el cuarto. Ropa tirada, restos de comida en descomposición. Goteras. No hay camas como tal, sino frazadas y sacos de dormir pegados los unos de los otros.

Un pequeño colchón a un lado.

—Es de Jasmine —digo al advertir dónde se detiene su mirada—. Se lo conseguí. Si no hubiera hecho nada habría dormido toda su vida contra la dureza del suelo. 

—Siempre la has cuidado mucho. 

—En verdad he hecho poco. Mira la vida que tiene. 

—Pero te tiene a ti. Tú has estado para ella. 

—La extraño. 

Sí, extraño su dulce voz, sus abrazos. Evito pensar demasiado en eso.

—Cada vez falta menos para que la veas... ¿Dónde solías dormir? —pregunta dándose una vuelta. 

—Pues ahí. —Indico el sitio al lado del colchón. 

Junto a este una pila de ropa, no demasiado extensa. Algunos zapatos, la mayoría en mal estado, pero unos cuantos más decentes que otros. 

La computadora vieja en una esquina, el recuerdo de cuando postulé a este programa, se siente lejano ahora. 

—No sientas lástima por mí. ¿Está bien? Que te voy a ganar un día de estos y te arrepentirás de pensar eso de mí. 

—No tienes que demostrar nada. Si me ganas tendré que vivir con eso, pero no creas que tienes que demostrarme algo. Por lo demás, yo no siento lástima por ti. Sé perfectamente que tú tienes algo de lo que yo carezco. 

Ese adormecimiento que mencionó antes. 

—Quería enojarme, estar furioso. Decirle algo, no quedarme ahí solo observándolo. O llorar... algo, solamente algo

—Theo, lo fuerzas demasiado. Solo deja que fluya. Tus emociones están ahí. De eso estoy seguro, no has perdido nada. Él nunca podría haberte robado nada. ¿Está bien?

—Sí. —Toma asiento en la cama. 

—¿Te sientes más tranquilo?

—Siempre que estoy contigo —suspira con pesadez. 

De un segundo a otro, comenzamos a hablar sobre nuestras vidas. Le cuento anécdotas con Jasmine, la persona que me hizo feliz durante mucho tiempo. Las manera en que jugábamos pese a no tener los recursos para ir a la tienda por el nuevo juguete de moda. 

Reutilizábamos lo poco que alguna vez papá consiguió, dándole una nueva vida. Así, aprendí a coser, nada muy profesional solo lo suficiente para que los puñados de tela puedan formar un vestido. Deshacer y volver a darle forma a las cosas. Reparar autos y antiguos juguetes de madera. 

Jasmine tenía una especial fascinación por usar tenedores de muñecas. A veces les pegaba trozos de lana que simulaban hacer de cabello. La ayudaba en ello, distrayendo a mamá para poder hurtar en medio de sus tejidos. Cuando se daba cuenta comenzaba con sus sermones. 

Dorian siempre la respaldaba. 

Nos forzaban a ir a la Iglesia cada domingo, incluso a dejar un par de monedas. Monedas que podrían habernos servido para comprar un poco de comida. Y no que Dorian luego tuviera que buscar en medio de los contenedores de basura de los restaurantes. 

Intentaba ser lo más diligente posible, rellenando cada envase con agua para dilatar su vida útil. Jabones, champú, lavalozas. Incluso la pasta de dientes. Otras veces esto se extendía por tanto tiempo que ya no quedaba de otra. Perdíamos la higiene, así como la salud. Todos hemos contraído infecciones producto de los alimentos que consumíamos, los hongos en las paredes. La humedad y el frío traspasando la madera vieja y podrida. 

Tomó su tiempo que nos adaptáramos a vivir en esas condiciones. 

Theo escucha con atención. Por momentos abre los ojos con cierto asombro, es el único atisbo de lo mal que pinta todo lo que le cuento. Sin embargo, hablar de mi vida en parte se siente liberador. Con Febe no fue igual, confiárselo fue solo porque no me quedó de otra, debido a nuestra cercanía y al ser compañeros de escuela. En cambio esta vez es una decisión, es alguien que se ha ganado mi confianza. 

Alguien que quiero más allá de una amistad, o una simple relación. 

Cuando termino de hablar, Theo deposita un suave beso en mi mejilla. Recostados en la cama, uno al lado del otro, de pronto, me siento tan liviano. Como si lo demás se hubiera esfumado por al menos un segundo, y creo a él le pasa lo mismo. 

Me habla sobre su vida. Algunas cosas ya las sabía, luego me cuenta detalles nuevos. Que su padre constantemente lo vigilaba. Su auto siempre era una amenaza presente, espiaban lo que hacía, sus movimientos, sus amistades. En la escuela se sentía un marginado, desde que era niño lo excluyeron por ser diferente, por ser un genio básicamente. La importancia que tuvo Magnus en su vida en ese entonces, aunque ahora le provoca una cuota de dolor viéndolo en retrospectiva. 

Lo cierto es que pese a todos los privilegios de ser hijo de un científico tan respetado, Theo nunca se sintió seguro. Partió de a poco, como un juego, como un niño siendo atraído por un juguete, y no se dio cuenta de cómo su padre empezó a experimentar con él. Todas esas pruebas orientadas en un sentido. 

—Todo eso que admiras de mí, yo no tengo mérito alguno. Esa memoria fotográfica, todo lo que tengo almacenado en la cabeza fue producto de horas y horas de someterme a imágenes, vídeos. Horas pérdidas de sueño, medicación. Todo lo más horripilante que puedas imaginarte. Él jugó con mi cabeza y me convirtió en un genio, o en una computadora. Un almacén de conocimiento para que un día sea mejor que él y continúe su legado, dejando una huella en el mundo. Quedar en los libros de historia. Ser especial, que los demás digan el apellido con respeto, y que las generaciones futuras puedan vanagloriarse hasta la eternidad.

Cada vez entiendo más por qué le afectó esa conversación. Desde cierto de punto de vista, cualquiera encontraría que comparto mucho en común con ese hombre. La obsesión y lo inescrupuloso. Pero eso solo está bien cuando yo lo hago, escucharlo de alguien más me parece repugnante, en especial si dañó a Theo. Si hubiese sido a alguien más ni me importaría, ¿Para qué voy a mentir? Lo que me duele es ver el sufrimiento que le ocasionó a él. 

—¿Qué edad tiene mi futuro suegro? —pregunto. 

El mundo de las ciencias nunca me aficionó lo suficiente para estar al corriente de los científicos connotados del medio. Así que solo tengo una idea de quién es, en especial cuando comenzaron los rumores en el programa debido a que Theo era su hijo. Más allá de eso no sé demasiado. 

—Treinta y ocho años. 

—Bueno, muy el perfecto y todo, pero te tuvo bastante joven. ¿Cómo le dio el tiempo considerando que ya estaría obsesionado con el estudio? Ya imagino cómo debió ser en ese entonces. 

—Siempre estuvo obsesionado con ser el mejor. Conoció a mi madre en la facultad, ella también pertenecía al mismo mundo. Creo que no fue planeado tenerme, pero no pareció molestarle. Tampoco puedo saber una versión exacta de los hechos. 

De pronto, sus mejillas se sonrojan. Tal vez demasiado. 

—¿Y eso? —pregunto con malicia. 

—¿Dijiste futuro suegro?

—¿Debería decirle suegro? Pues no sé. —Sacudo su cabello en medio de una risa—. Reaccionaste tarde. ¿Sabes en qué otro momento también reaccionaste tarde? Cuando Cosette habló de su ship. 

—No se trató de eso. Es que no lo entendí... ¿Qué quería decir?

—Nos estaba molestando, en el sentido de vernos juntos, Theo.

—¿Dices que mi hermana ya lo sabe?

—Digo que a Cosette pareciera gustarle esa idea. 

Una sonrisa dulce se forma en su rostro. Imagino debe ser un alivio para él. Sabe que si Magnus o Febe se enteran podría ser medio caótico. Con Febe no lo creo tanto, al estar con Félix su mente estará bastante distraída. Pero Magnus, después de lo que nos enteramos hoy día no lo soportará. 

—Yo que pensaba que eso de odiar al suegro era un mero cliché. Ahora me doy cuenta de lo real que termina siendo. 

—¿Vas a seguir con eso?

—Si te saca una sonrisa claro que sí. 

Y ahí está otra vez. Me encanta. Lo envuelvo en mis brazos, su cabeza descansa a la altura de mi hombro. Sentir su respiración tan próxima me cosquillea la piel. A los pocos segundos se queda dormido, tranquilo, plácidamente. 

No podía esperar menos del genio durmiente. 

Y aunque no es la posición más cómoda para mi pobre brazo, no lo muevo. Me quedo dormido junto a él. 

Despierto en medio de la noche. Mi brazo dormido por las horas con el peso de su cabeza sobre este. Con cuidado lo muevo despacio. Theo tiene el sueño pesado, pero aun así no quiero despertarlo sin querer. 

Lo logro con éxito y me levanto para ir al baño. Solo cuando me veo en el espejo recuerdo que aún seguimos con los disfraces puestos. Ni Theo ni yo nos cambiamos. No hubo tiempo para ello. Paso agua por mi rostro, me quedo pensativo ante lo que acaba de suceder. Dormir abrazado con alguien se siente íntimo, muy íntimo, y en ningún instante me sentí incómodo. Al contrario, creo que podría acostumbrarme a esa intimidad. 

—¿Ocurre algo? —pregunta asomándose por la puerta. 

—¿Te desperté? Creí que dormías más profundo.

—No me despertaste. Es que tuve un sueño, uno muy raro. Lo que también es poco habitual, no suelo soñar. 

Voy por un vaso de agua, se lo entrego mientras espero a que me comente de qué se trató. 

—Me vi a mí mismo. No yo exactamente, sino a cuando era niño. Estaba encadenado y me sonreía. 

—¿Y qué pasaba?

—Me decía que lo deje salir, pero no tenía miedo. Solo estaba algo desconcertado... no lo sé. 

—Yo creo que lo soñaste por lo que hablamos antes. 

—Y porque tú despiertas mis emociones. —Deja el vaso de agua junto a la mesa.

El peso de esas palabras cada vez es más fuerte y potente al entender el contexto.

—Y es que siempre han estado —le debato—. ¿Quieres que lo compruebe?

Alza una ceja. Quizá algunas cosas traigo a su recuerdo, o eso espero. 

—Tú sí que sabes sugerir cosas.

«Evidentemente, o no sería yo». 

—Tú sí que te estás volviendo bueno en entender mis insinuaciones —ronroneo—. Bueno, casi siempre. Quizá si yo las digo, se te hace más fácil. 

Se acerca a mí. Sus ojos un baile hacia mis labios. Sé lo que está pensando, así que solo me quedo a la espera de si toma la iniciativa. 

Y lo hace. Me besa los labios con más experticia. Su mano la apoya en mi pierna mientras sigue comiéndome la boca. 

—¿En serio quieres hacer algo?

—¿Te besaría si no lo quisiera? —Cuánta osadía. Definitivamente Theo Ashford tiene un lado atrevido que me encanta descubrir. 

Sonrío con malicia. Me echo hacia atrás, retrocediendo en la cama y colocándome tras de él.

Me deleito pasando la lengua por su nuca, sentir cómo se le eriza la piel ante el contacto es más que satisfactorio. Paso las manos por pecho, quitándole esa corbata. Me estorba, y planeo darle otros usos. 

 —¿Qué haces?

—¿Crees que no sientes? ¿Que eres un robot? Te demostraré que no. Claro que no.

Enrollo la corbata en mi mano sin ninguna prolijidad. Luego, la desenvuelvo para pasarla por otra parte. Una parte que me gusta mucho, pero que por esta vez tendré que privársela. 

—¿Derek?

La tela sobre sus ojos, tapándolos, dejándolo en completa oscuridad. 

—Si no sientes, no me queda de otra que intensificar tus sentidos. Bueno, los que quiero, ¿no? 

Me levanto de la cama y tiro de sus brazos para que se incorpore. Una vez los dos estamos en pie me deleito de verlo tal y cómo lo quiero. 

Voy uno a uno con los botones del traje, luego los de la camisa, lo suficiente para dejarle el pecho al descubierto. 

Beso, succiono y mordisqueo su cuello. Me encanta el aroma que siempre trae impregnado. El champú y jabón de Proyecto 151 como una segunda capa de piel. 

—Ahora verás la clase de sacerdote qué soy. 

A medida que bajo quitándole por completo la camisa muerdo su piel. Pequeñas marcas dejo por su cuerpo, aunque sin lastimarlo. Solo lo suficiente para que quede la huella, mas no para infligir dolor. 

Bajo el cierre de su pantalón ansioso de mostrarle lo equivocado que está, y lo mucho que siente cuando se trata de mí. De los dos. 

Tal cómo espero, advierto la reacción de su cuerpo por debajo de su ropa interior, así como la incipiente humedad en esta. 

Verlo provoca lo mismo en mí. 

—¿Te gustaría que continúe? 

Tener su visto bueno es música para mis oídos. 

Vuelvo a besar su piel bajando despacio hasta llegar a la ropa interior, besando en la punta, en la humedad impregnada, succionando en un aliento cálido. 

—Creí que habías dicho que yo tendría que arrodillarme. 

—Sí, pero dada la situación creo que debo hacerme cargo. Asumir la responsabilidad de haberte puesto así.

Está algo confundido, mareado. Así que para hacerlo sufrir más me levanto yendo por su boca. Juntando mi lengua a la suya.

—Quiero verte —pide. Sus manos van directo hacia la corbata en sus ojos, pero se lo impido.  

—Suenas un poco desesperado, Theo Ashford. Tienes que obedecer algunas reglas. La primera, nada de desatarse. Ni aquí. —Paso el pulgar por sobre esos ojos ocultos—. Ni tampoco acá. —Sin previo aviso tomo la camisa a medio quitar enrollándola por detrás en sus muñecas—. Y en segundo lugar, no tienes permitido correrte hasta que yo te diga. 

—Eres cruel, Derek. 

—Y te encanta que lo sea. —Me deshago de la túnica, de todo lo que me estorba hasta quedar únicamente en bóxer, y con la cadena con la cruz adornándome el cuello. 

Mi vista baja hacia su abdomen. 

—¿Derek?

Avanza un paso, buscándome, mas lo empujo obligándolo a retroceder. Mis manos un juego caliente por su piel. 

Fuego ardiente que desemboca quitándole lo que le resta de ropa. Y después hago lo mismo conmigo.  

No quiero contenerme. 

Necesito más. No me basta con el sabor de su boca. Pero antes que cualquier cosa, primero sacaré cierto provecho de esta situación. Theo se me acerca ansioso, roza su lengua con la mía, un rastro de saliva se desliza de sus labios al separarnos. Y en ese breve segundo, me aproximo a él. Recién percatándose de mi estado. 

—¿No te molestaría que me toque junto a ti? ¿A qué no?

Sin darle demasiado tiempo, le explico a lo que me refiero. Actuando. 

Llevo dos dedos a su boca, entrando y saliendo, siendo humedecidos por su saliva. Y después junto mi erección a la suya. Mi mano subiendo y bajando, abarcándonos tanto a él como a mí, mojándonos. Demasiada frustración reprimida queriendo consumirse, siento que voy a explotar de placer.  

—Oh... Derek. 

 La humedad mía y la suya entremezclándose. A medida que acelero gotea cada vez más deslizándose y empapándome por igual a mí. Exhalo con fuerza, perdiéndome en la sensación, en su calor. 

—Derek... si sigues me voy a correr. 

—¿No recuerdas lo que te dije antes? —lo provoco. 

Ahogo sus gemidos besándolo frenéticamente. Y aunque me esté muriendo por acabar con él me detengo. Justo cuando siento que está por correrse. 

Soy un puto desgraciado. 

—No... ¿por qué te detienes? No te detengas. —Se esfuerza por mover sus manos en un intento algo dulce. 

—No te preocupes, que esto recién está comenzando. 

Me arrodillo frente a él. Enloquece cuando siente mi respiración cerca de su miembro, un anticipo de lo que pasará a continuación. 

Me la meto en la boca, mi lengua bajo esta. Pienso hacérselo jodidamente bien, que le vuela la cabeza. 

—Se te ha puesto durísima en mi boca. 

Gime al escucharme, una descarga eléctrica me envuelve al oírlo tan excitado. Me la meto en la boca otra vez, usando mi lengua, lamiendo cada parte de él. Clavo las uñas en sus piernas. Sostenerlo mientras lo lamo me enloquece. Sus piernas tiemblan, su abdomen se tensa. Alzo la mirada, su cabeza echada atrás, vuelto loco. 

—Mmm... 

Retrocedo, solamente para lamer desde abajo hasta la punta. 

—Lo cierto es que me excita demasiado chupártela. 

Aunque la corbata le tape los ojos, advierto la línea de su frente arrugada. La tensión entre nosotros no se compara a nada. 

—Me encanta tu intensidad, Derek.

—Sí... lo hago de puta madre ¿a que sí? Contigo. Solo soy así contigo. Eres la primera persona que me vuelve así de loco. 

Por eso me gusta tanto. Lo disfruto tanto. El sexo nunca fue importante para mí, pero ahora parezco un puto enfermo cada vez que estoy con él. Desquiciado y desesperado por más. Nunca tengo suficiente. 

—Déjame verte. Necesito verte. 

Sigo provocándolo, metiéndomela entera. Succionando, chupando. Llevándomela hasta el fondo de la boca. Intento tener cierta compasión, mientras lo hago mis manos se van a su espalda, al amarre en sus manos soltándolo. Dándole vía libre para que se destape los ojos. 

La corbata cae al suelo. Sus ojos azules quedan a plena vista, su pulgar me roza el borde de la mandíbula. Una caricia suave. 

Theo Ashford tiene manos grandes, cierto anticipo de que otras partes de su cuerpo también lo son. Un desperdicio que aún nadie lo hubiera iniciado en el sexo. Pero ya me encargaré yo de dejarlo más que experimentado, porque no tengo planeado cansarme pronto de él. 

Deposito un beso antes de hablar nuevamente.

—¿Lo disfrutas, no? ¿Verme arrodillado frente a ti? Muéstrame cuánto lo disfrutas. 

Sus ojos se entrecierran. 

—Hazlo. —Una orden—. Y solo ahí podrás correrte.  

Y entonces lo entiende perfectamente. Sus manos me enredan el cabello, en remolinos antes de sostenerme la cabeza y mover sus caderas contra mi boca. Y en tanto me folla la boca mi erección me martillea, experimentando una fuerte convulsión. 

Y es ese deseo sumado al palpitar de su miembro en mi boca lo que me hace masturbarme con una mano mientras sigue follándome. Siento su humedad en la lengua, lamo cada fluido, tan al borde, chorreando. No puedo evitar gemir por más que estos se vean ahogados por la forma grotesca en que me folla y sujeta mi cabeza. El ruido obsceno de cómo se la chupo y me la clava hasta la garganta. 

—Ah... —Su jadeo, una advertencia de lo que ya veo venir. 

Dispara su semen en mi boca, siento su sabor, así como la viscosidad y lo caliente de este. Acabo segundos después, salpicando el suelo y parte de su piel. 

Me había dicho a mí mismo que le ganaría, y luego haría que grite mi nombre. Tal parece que el orden se ha alterado, porque lo último que gritó Theo mientras se corría fue mi nombre.

Exhausto me echo en la cama. Theo hace lo mismo, la agitación aún presente. 

—Esos disfraces tenían algo —suelto—. Algún fetiche que sacó lo peor de mí. 

—No mientas. Eres así, no es culpa de los disfraces —responde medio agotado—. Me quedó claro horas atrás cuando me tocaste.

—Es el efecto que causas en mí. 

—¿Sí?

—Sí, es que te quiero. 

—Yo también te quiero, Derek —responde. 

Luego de limpiarnos y vestirnos caemos otra vez rendidos en el sueño. No me importa que estemos aún bajo esa proyección de mi casa. Ni siquiera lo recordé mientras nos besábamos, solo es mi historia, pero no me define. 

A Theo tampoco pareció importarle, ya que nunca cambió la forma en que me miraba. Nunca se vio asqueado por el tipo de vida que tuve. 

Mierda. ¿Qué me hizo este maldito genio? ¿Cómo pasé de odiarlo a quererlo? Ni puta idea. Pienso disfrutar al máximo esta oportunidad que me ha dado la vida, de ser feliz con alguien a quien no parece asustarle quien soy ni lo que he hecho. 

Eso espero. 

𖣠━━━━━━━➊➎➊━━━━━━━𖣠

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro