Capítulo 18
DEREK
Cualquier elegancia del programa queda a un lado cuando algunas ratas huyen de nosotros al iluminarlas con la linterna del teléfono. Theo le pidió su celular a Cosette para facilitarnos las cosas, aunque no le contó para qué lo necesitábamos.
Bajar al subterráneo para cualquier otro podría ser la experiencia más cercana a una película de terror. Sin embargo, para alguien como yo que creció en la inmundicia no me impacta demasiado.
Theo en cambio, no está acostumbrado a la indigencia. Le pega de otra manera ver lo que esconden estas paredes, pero sabe disimularlo bien.
Por más que apunto al líquido que moja mis zapatillas no logro distinguir de qué se trata. La oscuridad no permite identificar su color. Sí puedo descartar que sea sangre, pero por el olor que hay en este lugar, dudo de que sea solo agua.
—¿Asustado? —pregunto.
—No, impresionado diría yo —responde con tono monótono—. La infraestructura es diferente a la superficie —comenta luego—, no sigue la misma simetría. Me gustan las cosas simétricas, lo que sigue un orden. Me llamaron la atención desde niño.
—A mí me gusta el dinero, los lujos.
—Eso lo sé bien —contesta—. Mira, esa fue la escalera que usamos esa vez.
Llegamos al punto dónde nos quedamos en aquella ocasión. Ahora que contamos con luz podemos ver cómo continúa el camino. Un pasadizo estrecho, sin ninguna ventana ni nada que permita sostenerse. Cualquiera podría resbalar con facilidad.
Me pregunto qué ocultará el programa en este nido de ratas.
De pronto, advierto que Theo lleva una mano a su cabeza.
Detengo el paso.
—¿Te duele? —pregunto de inmediato.
—No es diferente a las veces anteriores. Ayudaría tomar algo, pero no podemos confiar en las píldoras.
—Ese médico... no me dio buenas vibras, así como este lugar tampoco. Turbio todo. No las tomes, no sabemos qué contienen.
—Lo sé.
Sin embargo, verlo en ese estado... me remueve.
—¿Seguro puedes continuar? Si te sientes mal regresa, yo puedo hacerlo solo. Luego te cuento si encontré algo.
—No —niega rápido—. Como te decía, no es diferente a las veces anteriores. Solo debo recordar que pronto pasará. No sé qué las provoca realmente. Las migrañas.
Me acerco a él. Toco su cabeza con dulzura.
—Tranquilo, respira. Tomémonos unos segundos.
—No parece el sitio ideal para detenerse a descansar —dice, pero en verdad sé que está pensando en mí.
—Eso no me molesta. Si estoy contigo no me importa, podemos estar en cualquier sitio. Serán unos minutos.
Theo asiente. Nos observamos el uno al otro. Con la mano libre sostengo la suya, suave y despacio. Él me devuelve el gesto rozando dulce su pulgar con mi piel.
—Cómo han cambiado las cosas —suelto con cierta diversión.
Una distracción. Theo necesita una distracción. Y este juego entre nosotros parece ser uno bueno. Algo que tal vez nos esté salvando de todo lo que hemos tenido que ver y vivir estas semanas encerrados.
—Recuerdo uno de nuestros primeros desencuentros. —Sigue el hilo de la conversación.
—Cómo olvidarlo. —Suelto un bufido—. Me seguiste cuando me alteré tras el resultado del examen. Y encima me dijiste que le daba mucha importancia al esfuerzo como si este lograra vencer al talento. Descarado, Theo Ashford.
Theo se ve confundido, luego sacude su cabeza al reaccionar. Al parecer no teníamos el mismo recuerdo en mente.
—En verdad pensaba en cuando descubriste mi apellido, quien era mi padre. Pero veo que esa conversación te afectó más. Lo siento si se entendió mal, siempre he tenido poco manejo para decir las cosas. No es que no me importe lo que sienta el otro. —Baja un poco la cabeza—. Es solo que no me doy cuenta de cómo podría afectarle a quien me escucha.
—No... lo que pasa es que me diste en el punto débil esa vez. Mi ego estaba herido —admito—. Aun así, me pareció que en esa ocasión estabas un poco más... ¿Serio? No lo sé, como que lo tomaste personal. Es decir, claramente yo me lo tomé personal, pero por lo usual tú eres más relajado. Era como si mi actitud te hubiera causado conflicto.
—Sí. Me causó conflicto cómo dices. Es que... me recordaste a mi padre.
«Auch» una mancha fea en mis antecedentes entonces.
—El científico Ashford... no me da nada de orgullo si fue así. ¿En qué te lo recordé?
—En esa obsesión por lograr algo. Mi papá era así, es así. El método, la constancia lo es todo para conseguir su objetivo. Sin importar qué sacrifique, ni cuánto daño cause, lo hará. Así ha llegado lejos. Por eso te dije que las personas que viven de esa manera terminan perdiéndose, acaban mal.
—Pero a tu padre no le ha ido mal en la vida —debato—. Con esto no digo que quiera ser como él. Solo que sí logró llegar alto, por más que eso nos haga querer retorcernos.
Sé que esa risa ligera es porque se está imaginando el retorcerse literalmente. Y la incoherencia que esto le evoca. Lo he hecho a propósito para sacarle una sonrisa y se olvide de ese malestar físico.
—Pero no creo que se mantenga de esa forma. O al menos quiero creer que lo que me hizo algún día le traerá consecuencias.
—Claro que sí. Así será.
De pronto, me veo abrazándolo. Siento el dolor que trae consigo. Las cosas que su padre lo hizo vivir, que de seguro si supiera en su plenitud qué fueron, lo odiaría aún más. Solo tengo una pincelada de todo lo que experimentó, pero ya es suficiente para despreciar a quién forzó y usó a su hijo.
—Independiente de lo que pase aquí. Yo estoy feliz de haber ingresado, de haberte conocido, Derek —musita en mi hombro—. Soy una persona diferente después de conocerte.
—Creo que yo también lo soy, Theo. Creo que yo también —repito, medio anonadado.
Antes de estar aquí solo tenía un objetivo en mente; salir de la pobreza. El rencor y el odio en mi corazón era una constante. Rabia con mi familia por no hacer nada para ayudarse a sí misma, ese es el principal motivo por el cual nunca he demostrado afecto a nadie más que a Jasmine.
A Jasmine la oía llorar por las noches, sufría con nuestra miseria. Me entendía pese a su corta edad. Cuando se daba cuenta de lo que yo hacía para salir adelante no me miraba con recriminación, sino con admiración. Ella comprendía que la única forma de salir de esa realidad que nos tocó vivir era moviéndose. Optando por todos los caminos posibles, sin discutir, porque a veces no quedaban más alternativas.
Y ese llanto, ese llanto, cruelmente ignorado. Yo siempre fui el único que le dio palabras de consuelo, que la abrazó y acurrucó hasta que se durmiera. Los demás preferían hacer como si nada. Mi propia madre prefería refugiarse en que Dios pronto nos ayudaría.
No obstante, al llegar aquí. Al conocer a Theo. Pude sentir cosas que me había negado a mí mismo sentir. Con Febe nunca fue de esa manera, ambos cargábamos con los mismos sentimientos de desesperanza y apatía hacia los nuestros. Quizá fui injusto al restregarle el asunto de su madre. Febe tiene un problema, eso es una verdad. Pero aunque terminó siendo odioso con el tiempo, admito que en un inicio sí fue una escapatoria el sexo. Una escapatoria al aburrimiento y ante esa miserable vida.
—Antes estaba muy vacío. Cuando estoy contigo, es como si por primera vez estuviera haciendo algo sin un propósito. No hay maquinaciones. Solamente vivir, sentir. Hacer algo que quiero solo por eso, porque me siento bien a tu lado —digo. Su rostro más cerca del mío.
Si no fuera por el pésimo escenario seguramente ya lo habría besado.
Esos pensamientos se esfuman tan pronto un ruido nos distrae, haciéndonos retroceder varios pasos. El agua hace que las pisadas sean poco disimuladas. Aunque se quisiera correr no haría más que terminar de delatar nuestra presencia.
Regresamos a la subida en escalera, ocultándonos y apagando la linterna.
¿Quién carajos anda por estos pasillos? ¿Morgan? ¿Algún guardia?
Mi interés por descubrir qué es lo que hay al final de ese pasadizo se incrementa. El acceso a la base debe estar ahí.
—¿Qué hacemos? —pregunta Theo al oír que los pasos se aproximan más y más.
Una tenue luz a lo lejos.
Es un riesgo, lo sé. No obstante, mi curiosidad por ver de quien se trata me supera. Soy capaz de correr el riesgo de quedar expuesto con tal de saber. Una pequeña intuición embargándome.
Y estoy en lo correcto, porque cuando esa luz se acerca, veo el uniforme blanco.
Es uno de nosotros.
Félix.
—Impresionante la cantidad de ratas que uno se encuentra en este lugar —digo, dejando que su linterna me ilumine.
Theo a mi lado.
—Mierda... —De la impresión la linterna se le cae de las manos.
—Sí, ¡Mierda! —me burlo—. Te han pillado. —Sonrío con suficiencia—. Sabía que tú estabas involucrado. Ahora solo me pregunto hasta qué punto. ¿Quién eres realmente, Félix? —Lo apunto con el celular—. Será divertido descubrirlo, ¿A que sí?
—¿Qué hacen ustedes aquí? —pregunta mientras recoge la linterna del suelo— ¿Cómo supieron de las transacciones?
—¿Transacciones? —inquiero.
Su semblante cambia completamente. Se da cuenta que ha cometido un error.
—Nos dirás de qué hablas ahora ya —ordeno.
—¿O qué? No tienes poder Derek, no en verdad.
—Oh, ¿Eso crees?
Tengo dos opciones. Pero empezaré por la que me permitirá despejar dudas. Si no le importa significa que es un infiltrado.
Solo alguien que en verdad peligra su estadía le afectaría que lo delataran.
—En tu lugar no actuaría de esa manera, sino con humildad, mucha humildad, Félix. A no ser que quieras que le cuente al programa que hiciste trampa en el examen. Ya sabes, Febe pasándote las respuestas.
—¿Esa perra te lo contó? Me dijo que habían terminado.
Está claro que cualquier incipiente interacción entre los dos está muy alejada del afecto.
—Podré tener muchos problemas con Febe, pero de ella no hablarás de esa manera. No eres quien para hablar así de nadie.
—Hablo como quiera, además a ella parecía encantarle que la llamara así mientras la follaba —alardea.
Félix es un puto asco.
Theo se incomoda al escucharlo.
—Habla ahora, antes que pierda la paciencia —le pido.
—Bien. No sé cómo supieron de este lugar, pero hay un guardia, uno que puede conseguirte lo que necesites. Piénsalo como un mercado negro.
Y bien qué puedo ver qué es lo que ha necesitado. Él mismo se encarga de sacarlos de en medio de su sudadera y alzarlos en el aire como si de un trofeo se tratara. Tan estúpido y nefasto como para correr riesgos por una caja de preservativos. Ya imagino con quien planea usarlos.
—¿Y cómo pagas? ¿No me creerás tan estúpido para pensar que te dará lo que quieras sin un pago, no? Entramos sin nada, y todos estamos aquí porque necesitamos el dinero. Así que puedo concluir que no es plata lo que le das a cambio.
—Pues no, pero bien que necesita ciertos favores. —Guiña un ojo. Entiendo a qué tipo de cosas se refiere.
No creí que Félix fuera capaz de llegar a esos extremos.
—¿Y tú malgastas una oportunidad cómo esa únicamente por preservativos? ¿Debo creérmelo? Podrías incluso conseguir las respuestas del examen.
—Tampoco se prestaría para algo así. Nadie quiere perder su puesto de trabajo. Aunque intentaras sobornar a alguien, cosa que ninguno de nosotros podría, créeme que no se prestarían para eso.
Y eso suena a tener miedo.
—¿Y esa linterna? ¿La canjeaste? ¿Una mamada por la linterna? Porque no entiendo muy bien cómo descubriste el pasadizo sin luz.
—La conseguí después. Inicialmente me ofreció este trato cuando me pilló a solas. Me dijo que este era el único lugar seguro, fuera de cámaras.
Interesante. Muy interesante, pero dudo que sea precisamente "seguro".
—¿Y ustedes? Cada vez más unidos al parecer. —Hace énfasis en la presencia de Theo, quien se ha mantenido en silencio durante toda la conversación, analizando.
—Somos amigos —le responde él.
—Lo he notado. Peligroso para nosotros, para los que quedamos. Astuto Derek. Era lo más astuto que podías hacer.
Chasqueo la lengua. No sabe lo que dice, pero prefiero que crea cualquier cosa antes de que sepa algo con lo que pueda atacarme. Que sepa que Theo es importante para mí, puede convertirse en un problema.
—Cortesía de la casa, supongo. —Abre su tan codiciosa caja y me tira unos cuantos preservativos. Además de un frasco que ya puedo intuir de qué se trata—. Aunque una pena que hayan terminado contigo. Dime, hermano, ¿Lo hacías muy mal?
Bien. Febe le mintió alardeando que ella me había mandado al carajo. No podría importarme menos, es una vil mentira. No me afecta ni me interesa. Me quedo en silencio sin darle en el gusto. Sin responder a la provocación. Si él quiere estar con ella, si Febe quiere prestarse para algo así, ya no es mi problema.
—Mmh, bueno, me largo —dice a modo de despedida—. Si necesitan algo ya saben. Hubiera preferido que nadie más supiera de esto, pero no quedó de otra. Confío en que no delatarás lo del examen, Derek. Sobre todo a la amiguita esa que tienen, a Cosette.
—Tú secreto está a salvo conmigo —aseguro.
En verdad, estoy desquiciadamente satisfecho de tener algo con qué tenerlo agarrado de los cojones. Que de algo haya servido quedar segundo en la evaluación, distraerme de aquella forma. Tal vez debería agradecerle a Febe por esa jugada, si no se hubiera acercado a Félix nada de esto habría ocurrido.
Hago una media sonrisa mientras Félix pasa a un lado de nosotros hasta desaparecer de nuestra vista.
—¿Derek? —pregunta Theo.
Un llamado a la realidad. Un llamado a dejar a un lado los juegos, las manipulaciones.
—Lamento que veas esta cara de mí tan claramente. De ahora en adelante verás más seguido este lado mío. No olvides que los que quedamos somos los más peligrosos de todo el grupo.
Theo suelta un suspiro, por más que no comparta mi modo no me haría cambiar. Sabe que tampoco cambiaría por nadie. Al menos no esa parte que me permite sobrevivir, y que podría terminar siendo provechosa para todos.
—¿Te sientes mejor? —Recuerdo su malestar de cabeza.
—Ya pasó. ¿Continuamos?
Un camino que nos espera. Comprobar si Félix dice la verdad.
Sin embargo, el llamado de los parlantes resuena por todo el recinto. En el subterráneo también se oye, aunque con cierta distancia.
Y por las palabras que dijo anteriormente Morgan saco mis conclusiones rápidamente, antes de que termine el anuncio.
El examen se ha cancelado, pero una nueva actividad "recreativa" nos aguarda.
Una nueva oportunidad para el asesino de jugar sus cartas.
—Esto no es una coincidencia. No nos quieren aquí.
—¿Dices que nos observan? —Theo me quita un segundo el celular para analizar cada espacio del pasadizo.
—Si Félix dijo la verdad podemos pensar que al menos nos han estado buscando con las cámaras superficiales. Al no tener vistas de nuestro paradero nos atraen a la trampa como ratones —menciono al ver precisamente una rata huyendo en sentido contrario a dónde tendríamos que ir.
—Tendremos qué hacer lo que quieren. Después podemos regresar.
—También lo creo, pero al subir habrá que tener los ojos bien abiertos. Es impredecible —digo refiriéndome al asesino—, pero...
—No es impredecible —me interrumpe Theo—. Lo pensé como un método, ¿Tú también, no es así? —Asiento con la cabeza—. Igual como si se tratara de un procedimiento. De esa manera tú también llegaste a la conclusión de bajo qué circunstancias esta persona actúa. Lo que ocurrió con Phineas, no altera ese patrón. Solamente me hace tener la teoría de que ese asesinato fue efectuado por otra persona. Dos homicidas.
Tiene razón. Es lo más lógico a creer. ¿Pero de ser así actúan en conjunto?
—Si son dos y matan a alguien más, ya estaríamos quedando seis. Y en ese caso solo cuatro de nosotros seríamos inocentes.
—Félix podría ser uno —sugiere Theo— ¿Y el otro? ¿Sigues pensando en Febe y Cosette?
—Sí, Theo. Sigo pensando en ellas, incluso en ellas dos, aunque no en conjunto. Por ahora subamos, que estoy seguro de que una nueva fiesta es lo mejor que nos puede venir. La tendrán más difícil, aunque quizá eso solo lo hace más divertido para quienes están detrás del baño de sangre.
Él me sigue pocos pasos más atrás. Al menos sé que pase lo que pase somos un equipo, uno de verdad.
El anuncio de "Proyecto 151" aún presente en mi cabeza. Tendrán que esperar, planeo darme una ducha antes de hacer cualquier otra cosa.
Al salir al primer piso entro a la primera habitación que encuentro, sin molestarme en saber de quién se trata. Únicamente me importa que esté desocupada.
—Voy primero, después tú —le anuncio a Theo.
—Puedo ir a la mía.
—Pero necesito que alguien vigile, por si al dueño del cuarto se le ocurre aparecer.
Theo alza una ceja. Se ha visto atrapado en mi nuevo juego. Tal vez quería crear esta situación.
Me encierro en el baño. El agua caliente deslizándose por mi cuerpo. Intento no tomarme demasiados minutos. Tampoco quiero arriesgarme a una sanción.
Se ve que este cuarto es de alguien que no se encuentra en el podio. Las instalaciones son de peor calidad y la habitación es más pequeña, aunque eso no me importa en este momento. Solo una ducha, nada más que eso. Y tal vez haber arrastrado a Theo Ashford a una situación más que tentadora.
Cuando llega su turno aprovecho de espiar un poco el dormitorio. No hay nada fuera de lo común, los mismos artículos que se encuentran en el mío. Con la diferencia que aquí hay menos libros, menos materiales de estudio.
Luego de unos minutos la puerta se abre. A diferencia de mí, no se llevó un conjunto para colocárselo dentro del baño, sino que trae la toalla envuelta bajo su cintura. Quizá demasiado abajo. Puedo ver perfectamente lo tonificado de su abdomen, el agua que aún corre en pequeñas gotas sobre su piel.
Pasa a un lado mío en busca de un conjunto. En el armario hay de diferentes tallas, encuentra la suya y se encierra nuevamente a cambiarse. Todo demasiado rápido, o bien, que yo me he quedado medio embobado.
Espero a que termine, pero la paciencia no es lo mío. No sé cómo no voy directamente a por él.
—¿Por qué te los guardaste? —pregunta inocentemente al salir.
Reacción tardía, pero sé de qué habla.
No puedo evitarlo. La malicia apoderándose de mí.
—Quizá planee usarlos. Me gustaría sin duda.
—¿Cómo?
—¿En serio quieres que te diga cómo? ¿O preferirías que te enseñe? Respóndeme, niño genio. Estoy ansioso por saber la respuesta.
Traga saliva con dificultad.
—Tic, tac, tic, tac. Soy impaciente, Theo. No me hagas esto.
—¿Qué quieres saber exactamente?
—Oh, muy fácil. Solo quiero saber si te gustaría que te lo hiciera. Y de ser así, si debiera controlarme, ir muy muy despacio. O bien, como yo quiera. Honestamente, me gustaría hacerlo como planeo. Tengo algunas ideas en mente.
—Derek...
Mi dedo nuevamente sobre su sudadera. Dibujando encima de ese número "1" que aparece en automático pese a no ser el mismo conjunto deportivo.
—Odio tanto... —suelto sin pensar.
—¿Vas a seguir con eso? —Esta vez me clava la mirada.
—Mm, sí. ¿Quieres que te demuestre cuánto te odio?
—Demuéstramelo, si puedes.
—Acércate —le pido, como si no me bastara con la poca proximidad entre nosotros.
Theo lo hace. Su cabello mojado al igual que el mío. Una gota se desliza por su nariz y baja mojando sus labios.
—Más.
Su boca roza la mía con sutileza. Lamo la gota de agua, sus labios.
—¿Te lo demuestro?
—Sí, Derek. Sí.
No le doy tiempo de procesarlo. Lo lanzo a la cama.
—¿Esta es tu manera de demostrarme qué me odias? —Jadea.
—Sí, jodidamente sí.
Nuestros nombres son llamados por los parlantes. Nos buscan desesperadamente para poder iniciar con los preparativos.
—Parece que somos fugitivos. —Rio contra la piel de su cuello.
—Tenemos poco tiempo.
—¿Tienes miedo? ¿Me tienes miedo?
El hielo se apodera de ese rostro. Con fuerza nos hace girar, dejándome bajo él, a su merced.
—Yo no te tengo miedo, Derek.
—Me gusta cuando dices mi nombre así.
—¿Así cómo?
—Con deseo. Así como yo te veo, te toco. —Mi mano sube deteniéndose a la altura de sus muslos, ejerciendo cierta presión.
—¿No tenemos muchas cosas en qué pensar? ¿Hacer...?
—Lo sé, por eso necesitamos una pausa. Quitarnos un poco de estrés.
Un segundo llamado. "Proyecto 151" no se cansa de fastidiarnos.
—Creo que no tenemos tiempo.
—Shhh... Solo... —Juego con mis manos—. Déjame disfrutarlo.
Y es que aunque él esté sobre mí, sigo sintiendo el control ante esa inexperiencia que lo hace flaquear un poco. No porque no quiera, sino porque no sabe cómo continuar.
Levanto el torso para alcanzar su boca besándolo con cierta dulzura que va aumentando de intensidad a medida que toco su cabello, luego su nuca, después su pecho.
Nuestras respiraciones entrecortadas y jadeos toman el protagonismo del ambiente. El corazón lo tengo a mil por hora mientras sigo recorriéndolo por encima de la ropa. Al estar encima mío, puedo sentir su erección sobre la mía.
Mientras nos besamos no sé quién parte el movimiento. Solo sé que el vaivén genera fricción en nuestras entre piernas.
—Derek... Estoy excitado. Si tenemos que salir ahora no podré disimularlo.
—¿Quién diría que el príncipe de hielo podía decir esas palabras? Es música para mis oídos que sea por mí. ¿Sabes?
—Claro que lo sé, egocéntrico.
Tercer llamado. Específico hacia nosotros. Nuestros nombres exigiéndonos presentarnos.
—Que nos sigan buscando. Que nos busquen, a ver si nos encuentran —murmuro—. No pueden con nosotros. Nunca podrán con nosotros.
Paso mi boca por su cuello dejando un rastro húmedo y deleitándome de su jadeo, que poco a poco se convierte en un caliente gemido a medida que dejo descansar una mano cerca de su miembro.
—Nunca he vivido nada de esto. Ya lo sabes, pero te lo recuerdo.
—Entonces me encargaré de que cada primera vez sea increíble. Más que increíble porque es conmigo. No puedes tener un mejor maestro.
—¿Qué es lo que tanto quieres enseñarme, Derek?
—Se me ocurre algo sutil. Solo para empezar, y me recuerdes —digo con arrogancia—. Si no te gusta puedes detenerlo cuando quieras.
—Me parece bien. —Suelta una pesada exhalación preparándose.
Nos hago girar otra vez. Estando sobre él me siento cómodo para que mi mano suba hasta tocarlo; sube y baja despacio sobre el pantalón. La tela hace que el contacto sea superficial, y aun así me enloquece completamente advertir lo dura que la tiene.
—Me gusta.
—¿Sí? ¿Te gusta, prodigio? —Una risa suave antes de comerle la boca.
Exploro su boca al mismo ritmo que muevo la mano. Cuando nuestras lenguas se encuentran, mis dedos llegan a su pantalón, colándose estos por debajo de la tela.
Juego con el borde que me impide el contacto piel a piel. Solo un poco. Las ansías de hacerlo de una sola vez me embargan, pero me gusta verlo sufrir. «Solo un poco» me repito.
Al ver que no actúo, intenta ir por mí. Tocarme, pero se lo impido.
—Hoy solo yo... Solo yo. Pero... puedes decirme tú límite ahora, Theo. ¿Cuál es?
—Tócame, Derek.
Petición escuchada, más que escuchada. Cuelo la mano por debajo, moviéndola despacio. Arriba, abajo, arriba, abajo. Sin dejar de besar sus labios. Siento mi propia palpitación, la reacción de mi cuerpo al masturbarlo. Completamente enloquecido.
No puedo pensar en nada más. Murmuro algunas maldiciones antes de pasar el pulgar por sobre la punta, deshaciéndome del incipiente semen derramado. Gime contra mi boca cuando lo hago.
—Estoy por correrme... Derek...
Me humedezco la boca, y voy en busca nuevamente de sus labios, mordiéndolos con intensidad a medida que mi mano va más rápido.
—Me encanta oírte así. Me vuelve loco —digo—. Me pone a mil escucharte.
Y parece que a él saberlo. Sus mejillas se tornan más rosadas, su pecho sube y baja agitado. Sus gemidos me deleitan los oídos. Cada vez más inquieto. Más, más y más.
—Hazlo, córrete.
Su cuerpo se tensa. La mano se me humedece con todo el semen que derrama. La saco, esparciéndome la viscosidad entre los dedos. Me sigue con la mirada cuando curvo hacia arriba la comisura de los labios. Me llevo estos a la boca, chupándolos con descaro.
—¿Y qué tal? Para ser una primera vez dudo mucho que haya estado mal.
Sin embargo, no alcanza a responderme.
Tocan la puerta, al inicio suave, luego con insistencia al ver que esta está trabada.
El dueño del cuarto.
Magnus.
Que me jodan.
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