Capítulo 10
DEREK
«Jodida mierda». Me friego los ojos, en un intento desesperado por terminar de despabilarme. Las ansías de ceder ante el sueño me superan, y maldigo entre dientes a "Proyecto 151" por ser unos putos sádicos.
Nos hacen beber alcohol y trasnochar, para luego anunciarnos que en pocas horas tendremos tres exámenes continuos. Por culpa de sus caprichos me he pasado la noche estudiando, con la compañía del ruido de la rejilla que se hacía presente cada una hora, dejando al descubierto dos pastillas. La de la izquierda; Adderall, un estimulante del sistema nervioso central, recetado principalmente para tratar TDAH (Trastorno de déficit atencional e hiperactividad). La pastilla de la derecha; zolpidem, un sedante hipnótico utilizado para tratar el insomnio.
Dejé a un lado la pastilla para dormir. Sin duda, es lo que habría necesitado luego de procesar la muerte de Quinn, pero soy la clase de persona que se pierde a sí mismo con tal de conseguir sus sueños. La paz mental tendría que esperar.
Opté por la dosis que me arrebataría el sueño. Y en efecto, me dejó como una máquina, tardando menos de lo habitual en aprenderme los contenidos. El problema es que el impacto tiene un margen de duración, después de este llega el cansancio.
Lo combatí con más cafeína, antes que optar por otra dosis.
El demente de Félix lo hizo y terminó con taquicardia, siendo atendido por enfermería. Yo no soy tan estúpido, aunque sí admito que cometí un acto impulsivo. Cuando fui a la cocina por más café, saqué el dedo del medio, apuntando a todas las esquinas y lugares dónde creo haber encontrado las cámaras. No tenía ánimos de seguir conteniendo mi furia hacia semejante programa que cree divertido torturarnos, encubriendo a un maldito asesino que seguramente lo aceptaron para divertirse mientras nos mata uno por uno.
Las personas que se llevaron el cuerpo de Quinn no eran policías ni paramédicos. Apuesto mi vida a que eran los organizadores del programa.
Sin embargo, el dinero es real, y por dinero soy capaz de vender mi alma al diablo de ser necesario.
Camino por fuera de la habitación de Theo. De seguro el genio sigue durmiendo, lo que no hace más que incrementar mi malhumor. El recuerdo de que tendré que terminar el día trabajando en la cocina no ayuda en nada.
Febe me intercepta en el pasillo antes de que llegue al comedor.
—¿Cómo sigue la cabeza?
Hago un gesto de fastidio, en tanto le confirmo otra vez que no se trató de nada de qué preocuparse. Se vuelve empalagosa, llenándome de caricias. Me sostiene del brazo, obligándome a entrar a su cuarto. Apenas cierra la puerta, estampa sus labios sobre los míos. Desesperada por encenderme como si fuera una puta máquina que se activará de un momento a otro. Hemos presenciado dos muertes, pero parece que ni eso es capaz de detenerla.
—En unos minutos empieza el primer examen —le advierto.
Hace caso omiso de mis palabras. Sus besos me invaden el cuello, dejando un rastro húmedo en mi piel. Quiero que se me quite de encima sin tener que lidiar con otro conflicto, mas me tiene acorralado contra la pared de su pieza. Lo mío no es forzarme a hacer algo que no quiero.
Me canso de esta mierda, me salgo de su agarre sin usar demasiada fuerza. No quiero hacerle daño, pero me tiene cansado esta actitud. Ya ni siquiera es capaz de disimularla.
—Oye, te estás convirtiendo en una ninfómana.
Sé que la he herido. Nunca le ha gustado verse demasiado desesperada. Al menos no a la Febe que conozco, últimamente ya no sé qué pensar de ella. Cada vez nos alejamos más.
—Tú me estás castigando por algo.
—No te castigo por nada, solo que mi cabeza está en otra parte ¿Crees que puedo tener ánimos para esto? ¡Nos estamos jugando el futuro! No perderé una oportunidad como esta por tus problemas, Febe. Ni siquiera hablas conmigo... Dime, ¿al menos puedo confiar en ti? ¿Por qué todas las muertes giran alrededor tuyo?
No quería tocar el tema de esta manera, pero ya no me ha quedado de otra. Desde ayer venimos arrastrando esta conversación.
—La primera muerte ocurrió en este preciso lugar. Tu cuarto. Y Quinn... advertí tus celos, Febe. Nos aniquilaste con la mirada antes de que empezara el juego, también cada vez que se me acercaba.
—Ves que me estás castigando, encima no confías en mí. —Abre grande los ojos, ocultando su trastornación y miedos con sus manos. Aun así, la pequeña abertura que deja entre sus dedos me permite vislumbrar su perturbación.
Febe no está bien.
Yo tampoco lo estoy.
Pero jodida mierda, ¿Qué más se puede hacer? Solamente conseguir el puto dinero y luego sobrará plata para pagar la terapia que vamos a necesitar.
—Solo son observaciones, Febe. No te creo capaz de hacer algo así. Básicamente me daría cuenta si fueras quien está cometiendo los homicidios —suelto con una sonrisa de suficiencia—. Aun así, ¿por qué te pones tan nerviosa...? ¿Sabes más de lo que dices?
—Me decepcionas... —Su voz se corta ligeramente, como si cayera presa del miedo—. Después que siempre he estado para ti.
—Ese es el error, Febe. No deberías desear tanto estar a mi lado. Soy un monstruo con ansías de poder. Siempre será así. Viniste aquí por tu cuenta, ¿no? Toma las riendas de tu vida y vuelve a actuar como en aquel momento en que decidiste ocultarme que participarías. Te estás perdiendo a ti misma.
Endurece la mirada, dejando a un lado los miedos y mirándome directo a los ojos.
—¿Me guardas rencor? ¿Es eso, no? No lo quise ocultar por lo que dijiste ese día. Tenía pánico de perderte, no quería que participaras porque en la escuela nunca hubo riesgos. Sabía que jamás te fijarías en ninguno de nuestros compañeros. Y la vida en tu casa siempre te ha tenido absorbido, no conocerías gente nueva así como así. Pero aquí, se ve que lo que sentías por mí ya no es como antes. Dime, ¿era por Quinn?
No puedo evitar taparme la cara. Habla de Quinn de esa manera, cuando su cuerpo aún debe seguir caliente en dónde esté.
—¿La muerta, dices? No, Febe, no sentía nada por ella, aun así respeto su deceso. Y... tampoco me interesaría por ella ahora, la necrofilia no es lo mismo —agrego para sacarla de quicio—. En fin, solo digo que deberíamos estar más preocupados por saber quién la empujó antes que por trivialidades tan patéticas como si deseaba enrollarme con ella.
—Después dices que yo estoy mal... solo escúchate. —Cierra los puños con firmeza—. Si tú no me das lo que quiero, entonces lo buscaré en otra parte.
Cree que con eso puede herirme, está muy equivocada. Lo único que está consiguiendo con sus caprichos es que me esté hartando de ella. Terminaría la relación si no estuviéramos encerrados en este lugar. No es una buena idea ganarme su enemistad aquí. Sé que jamás podría tomarse de forma madura una ruptura. Tampoco quiero hacerle daño gratuitamente. Su compañía es agradable, siempre y cuando no me desenfoque de mis objetivos. Lo que me da más impotencia, es que ella es asombrosamente inteligente, pero se pierde, se olvida de lo más importante.
Ahora entiendo por qué los más grandes muchas veces llegan solos a la meta.
—Adelante. —La incentivo. No podría importarme menos.
Me abandona dejándome solo en su cuarto. Suspiro y dejo reposar la espalda en la pared.
«Hay un examen que dar» me recuerdo y concentro nuevamente, eso es lo primordial.
Salgo del cuarto de Febe directo a la sala de evaluaciones.
Morgan parte hablando de los puntos extra que conseguimos en el juego de la verdad. Asegura que estos nos servirán en un futuro próximo, pero que por ahora nos mantendrá en suspenso.
No me da demasiado tiempo para pensar en las opciones, ya que anuncia la supuesta renuncia de Quinn. Presuntamente la competencia fue muy dura para ella, presentando una carta de renuncia y agradeciendo por la oportunidad de participar. Claro, no sabía que los muertos podían escribir una carta.
Está bien, es mejor que nos mientan en la cara y saber a qué nos enfrentamos, antes que vivir en una fantasía. Si ellos sueltan esos engaños con semejante naturaleza es porque es más que evidente que están involucrados y son cómplices de las muertes. Solo está reafirmando mi teoría.
Intercambio algunas miradas con Cosette, sigue afectada por la muerte de Quinn y por lo que pueda implicar que el programa esté detrás de todo. No obstante, no hay tiempo para compartir teorías ni apoyarse mutuamente. Las tablets se encienden y el tiempo comienza a correr, así que me olvido de lo que simplemente me estorba.
El primer examen va sobre el cuerpo humano. Observo de reojo a Theo. Se le da genial todas las materias, y matemáticas es su fuerte, pero se nota que lo que dijo era cierto. Las ciencias lo mueven, por algo su sueño de ser médico.
No debería desconcentrarme reparando en su emoción, mas se me hace imposible. Responde tan rápido, como si las soluciones las tuviera con anterioridad. Sé que no es el caso, no necesita razonar, simplemente aparecen automáticamente en su cabeza. Tal como si fuera una especie de ChatGPT dónde escribes la pregunta y te contesta de inmediato.
Vuelvo a enfocarme en mi hoja de respuestas, pero la rabia ya se ha apoderado de mi interior. Se me hace difícil dejar su imagen a un lado y me maldigo por ello.
Me recupero y repunto, aunque eso no quita que cuando Theo es el primero en terminar la evaluación, ejerza presión sobre la hoja, como si de esa manera pudiera controlar mi carácter.
Se acaba el tiempo y al actualizarse los lugares no puedo más que enfocarme en el número de su maldita sudadera; aquel N°1 intacto que mantiene esa racha desde el primer día. En cambio en mí nuevamente el segundo puesto. Theo también se da cuenta de ello, creo ya se ha acostumbrado a esa manía de querer superarlo. Sin embargo, en esta oportunidad hay algo de decepción en su mirada, mantenía la esperanza de que por nuestros acercamientos la rivalidad habría quedado a un lado.
Quizá esa proximidad no ha sido del todo buena. Sería más fácil ahogar estos sentimientos con el contacto cero, pero tampoco es una opción viable. Estamos viviendo juntos, y la competencia es real.
La muchacha que se ha quedado con el N°13 llora y grita al percatarse de que ha salido reprobada. Los guardias entran y la agarran de los brazos obligándola a abandonar la sala. Ella los araña e insulta. Exclama con fuerza de que esta era la única oportunidad que tenía para ayudar a su madre.
«Madre» es extraño que nunca piense en ella. Lo hago, pero siempre para reafirmar mis creencias que hacen contraste con las suyas. Nunca fue dura, en cierto sentido debería quererla, pero cuando su imagen cobra fuerza en mi cabeza no puedo más que sentir repulsión de esa conformidad.
Morgan consuela a la muchacha. Les pide a los guardias que les den un minuto, y en cuánto la sueltan, ella la envuelve en un cálido abrazo. La muchacha llora en su hombro y se deja acariciar la espalda. Su respiración poco a poco se calma, y cuando por fin el llanto ha cesado, la encaminan hacia su cuarto por sus cosas.
En tanto eso ocurre, a nosotros se nos brinda un pequeño receso.
Muchos tienen mal aspecto, dudo que las calificaciones logradas reflejen la inteligencia de cada uno. Estamos cansados, es una tortura evaluarnos después de lo de anoche.
Más pronto que tarde los tacones de Morgan anuncian el segundo examen. Esta vez la materia es química, no es de mis favoritas, mas en la escuela mantenía las mejores notas.
El tiempo para contestar se reduce a la mitad. Intento organizarme, centrándome en las preguntas más largas, y me siento como el puto amo del mundo cuando acabo antes de que se concluya la duración destinada a este. Reparo en mi alrededor, algunos ya están llorando porque les falta bastante para terminar de responder.
Me relajo y me echo atrás en la silla. Sin embargo, cuando volteo la cabeza, me percato de que Theo está durmiendo sobre la mesa. Su rostro lo ha dejado reposar hacia mi dirección. Se ve plácido, como si tuviera un sueño agradable, la profundidad de este me dice que terminó antes que yo.
Cuando fue la primera ronda se mostró ligeramente afectado ante mi aversión, pero ahora solo se ha quedado dormido ¿Tan insignificante soy? ¿Tan seguro está de que conservará el primer lugar que ni siquiera guarda un mínimo de recelo?
No, es peor que eso. Theo Ashford ni siquiera está participando, y yo aquí persistentemente viéndolo como una amenaza cada vez que está frente a la tablet. Ya lo sabía, pero confirmarlo no hace más que reafirmar lo patético de mi situación.
El ambiente está más tenso que al finalizar la primera ronda. Los puestos se actualizan mientras Theo sigue durmiendo. Me enfurezco, pero luego recuerdo su historia de vida, la parte que sé. Lo que le hacía su padre, y sus ansías de descansar después de todo lo que ha vivido. Algo cambia dentro de mí. Recordar su voz y los momentos en que ha depositado su confianza funciona como sedante.
Es anunciado quien se ha quedado con el N°12. El chico se lo toma mejor que la muchacha que fue expulsada anteriormente, creo que ya tenía asumido que sería quien se iría. Mientras toma sus cosas caigo en cuenta de que cuando acabe la tercera ronda quedaremos la mitad de los participantes que entramos.
Como si mis sospechas fueran ciertas, una vez que concluyen las evaluaciones, Morgan nos hace un discurso; desde este punto en adelante sabremos en verdad de qué se trata esta competencia, si hemos encontrado difícil llegar hasta aquí entonces tendremos que prepararnos para lo que vendrá a continuación.
Quisiera gritarle en su cara que sin importar que se traiga entre manos yo le haré frente. Sigue pensando que tiene a una persona común y corriente ante sus ojos.
Los puestos se actualizan y la perplejidad se apodera del ambiente.
Cosette tiene el último lugar.
Ni ella misma puede creérselo. No pestañea, se queda perdida en un punto fijo, deseando que todo se trate de un mal sueño del cual pronto despertará.
Yo tampoco termino de comprenderlo, empezó tan bien, era de las cinco mejores en un grupo de veinte personas, mas parece que ha ido en picada libre desde cierto tiempo. Algunos celebran que hayan salido airosos de semejante desafío. Se alegran de haber salvado el pellejo.
Morgan nos hace callar. Estoy seguro lo que dijo antes tendrá relación con lo que pasará ahora. Se cruza de brazos, alertándonos de que no todo está escrito. Y es entonces, cuando cobra sentido la bonificación que adquirimos del reto anterior.
—Lucecitas, los puntos no pueden ser utilizados en su beneficio, pero tendrán la opción de cederlos en favor de alguno de sus compañeros si son reprobados. Una vez les dije a dos de ustedes que en este programa buscábamos un ideal: la perfección. No queremos solo personas con un alto coeficiente intelectual. La inteligencia emocional también es un factor clave que irá adquiriendo fuerza a medida que avance el programa. Deben demostrar ser personas integrales. Ganarse el aprecio de sus compañeros puede salvarlos en situaciones críticas, como la que vamos a presenciar.
Así fue, Morgan nos adelantó a Cosette y a mí esas palabras, y ahora ella está al borde de irse.
Solo una persona puede escoger si le cede sus puntos o no a Cosette, esta es elegida al azar. Como garantía de transparencia nos muestran en pantalla como corren nuestros nombres hasta finalmente detenerse en el mío.
Todos se enfocan en lo que haré, porque de mí dependerá si Cosette se va del programa.
Los puntos que le faltan para superar al muchacho que quedó en el lugar N°10 fueron siete.
Cosette se levanta de su puesto, se dirige al mío y se agacha quedando de rodillas frente a mí.
—Mi querido, Derek, por favor... por favor —me suplica— tengo mucho por dar aún. No... he logrado repuntar, pero h-hablaba en serio, cuando decía que lo intentaría. No me quiero ir... esto es suficiente lección para dar lo mejor de mí... —solloza.
Oigo la risa de Félix, se está burlando de ella. Le usurpó su posición en el ranking y desde ahí su ego se elevó al cielo.
Febe me asesina con la mirada cuando tomo los dos mechones blancos de Cosette y los paso por detrás de sus orejas. Cosette levanta la cabeza conectando con mis ojos, en tanto yo limpio con suavidad las lágrimas que caen por sus mejillas.
Si quieres conservar el poder, los demás deben creer en lo que dices y haces, pero no solamente creer sino también depender de ti. El grupo ya me agradeció por enfrentar a Morgan, cuando en verdad ello me beneficiaba. También lo hicieron cuando conseguí la terraza, y así una y otra vez busco repetir esa sensación.
Aunque, lo que más importa, es que el grupo que ha enfrentado los asesinatos sienta que me necesita.
Theo ya confía en mí.
Magnus es un caso perdido, pero es a quien lanzo al escrutinio.
«Solo me quedas tú, Cosette».
Esta situación me beneficia tanto, que casi podría plantearme ser el favorito de "Proyecto 151" y que pretenden darme una mano, aunque pensar en ello sería demasiado arrogante de mi parte.
Si le cedo los siete puntos a Cosette, estará en deuda conmigo. Y no solo ello, los demás que queden en competencia sabrán que en caso de reprobar y que yo salga seleccionado les cederé igualmente mis puntos. Puede parecer rebuscado, pero sin duda hará que prefieran tenerme en buena. Es difícil que yo necesite de ellos, estoy condenado a ser el segundo lugar, pero jamás bajaría de ese puesto.
Es por estas situaciones que le doy tanta importancia a encajar en la sociedad.
Quienes creen que la independencia los llevará a la libertad son soñadores. Las personas te descartan cuando no necesitan nada ti. La única forma de ser realmente libre es por medio de la dependencia que los demás puedan desarrollar sobre nosotros.
«No te preocupes, Cosette. No dejaré que te vayas».
—Por favor... sé que a Febe no lo agrado demasiado —me murmura— pero, si me ayudas prometo que no sabrán de mi existencia. Necesito otro intento.
—¿No implica ninguna desventaja para mí? —le pregunto a Morgan. Tampoco quiero que los demás crean que acepté así como así.
—No. Ese puntaje nunca podrá ser utilizado en beneficio propio. —Morgan sonríe.
—Muy bien, se los doy.
Cosette grita de felicidad, en tanto el muchacho que se había quedado con el N°10 no puede creer lo que acaba de pasar. Los números de ambos se invierten, y los guardias entran a llevarse al chico antes de que cause un desmadre por la impotencia. Lo entiendo, no es justo, y no formaba parte de las reglas iniciales.
Tengo la impresión de que varias cosas van a cambiar de aquí en adelante, lo que dijo Morgan no fueron solo palabras al aire.
Cosette se acerca a Theo, lo abraza y sigue disfrutando de que se ha salvado de ser expulsada. Luego se acerca una última vez a mí, asegurándome de que no olvidará lo que acabo de hacer por ella.
«Cuento con ello, Cosette».
Despejamos el aula. Magnus me roza el hombro al pasar a mi lado.
Está bien, que lo haga frente a los demás, que lo haga delante de Theo, que todos se den cuenta de cómo es en verdad.
Me tomo unos minutos antes de ir a mi cuarto. Paso primero a la biblioteca, y cuando ya he conseguido lo que necesito me dirijo a este, dispuesto a continuar con el estudio. No obstante, cuando estoy a pocos pasos de la puerta me percato de lo que sucede fuera de la habitación de Theo.
—Disculpa, ¿me quieres decir algo? —le pregunta Theo a Febe.
Ella está demasiado cerca de él. Es la misma proximidad que suele usar conmigo cuando estamos expuestos al grupo, su manera de marcar territorio.
—¿Puedo hacerte compañía?
«¿Qué mierda?» Retrocedo un paso, y contengo las fuertes ganas de vomitar ante la escena que estoy presenciando. Se me hace difícil controlarme, pero debo hacerlo. Sus palabras tallan mi cabeza y mis pensamientos fluctúan de uno lado a otro.
—Eh... —Le dedica una mirada desinteresada—. Preferiría dormir, pero si son pocos minutos no hay problema.
—¿No crees...? ¿Qué podríamos... dormir juntos? Ya sabes.
Sé lo que está intentando hacer. Yo misma la incentivé, le dije "adelante", sin cuestionarme ni un segundo en que iría directo dónde Theo.
—¿No tienes tu cama para eso?
Febe no lo conoce como yo, cree que se trata de alguna broma. Su risa desconcierta a Theo.
—Yo me refería a hacer otras cosas. —Juega con sus coletas rosas y celestes.
—Dijiste dormir... —Analiza despacio—. No acostumbro a dormir con otras personas. Quizá alguna vez cuando era niño, después de eso nunca más.
—No, Theo... no estás entendiendo. —Deja un dedo sobre sus labios, callándolo—. ¿Debo ser más... directa?
No le da tiempo de responder. Se baja la sudadera, quedando expuesta frente a él. Desde mi posición advierto su espalda desnuda.
«¡Hija de puta!»
—Creo que... no lo has hecho antes, ¿no? No creo que importe. Seguro igual lo haces mejor que Derek.
Ve por encima de su hombro, percatándose de mi presencia.
Me encierro en mi cuarto y voy directo al baño. Reiteradamente me echo agua fría en el rostro, esperando que me enfríe la cabeza, mas es en vano. Me contamino por completo, pensando en lo que estarán haciendo en este momento. Que debe estar tocando su cuerpo, deleitándose. No quiero que lo haga, me repugna la sola idea, y que esté ocurriendo a escasos metros es simplemente vulgar y desagradable. No controlo mis impulsos, golpeo el puño contra el lavamanos. El agua comienza a tornarse rojiza, en tanto mis nudillos heridos arden. Río frente al espejo como un puto enfermo al darme cuenta de que la sensación no la aplaco.
El sonido de la puerta abriéndose me alerta.
—Ah, ¡Ya volviste! Parece que no te fue tan bien —escupo antes de verla.
Salgo del cuarto de baño como un desquiciado, pero una vez que lo hago aterrizo que quien tengo al frente es a Theo.
—¿Qué... qué haces tú aquí?
—Nos viste. No pasó nada.
—¡Cómo si me importara! ¡No podría importarme menos!
Theo desvía la mirada y con sus dedos se enrolla un mechón de cabello, tiene esa costumbre cuando está pensativo.
—Dices que no te importa, pero demuestras lo contrario. Es confuso.
—Sí, así es cómo funciona. Las personas muchas veces dicen lo contrario de lo que piensan, y lo opuesto a lo que quieren. —Me acerco más a él.
—¿Estás molesto por lo de Febe o porque te gané otra vez?
—¡¿Vienes aquí a sacármelo en cara?! ¡Cómo si no tuviera claro que siempre me ganas! ¡A ver cuánto te dura!
—Derek, solo dije un hecho. Quiero entender si ese es el motivo de por qué estás tan irritable. Pensé que nos estábamos llevando mejor, pero me doy cuenta de que sigues compitiendo conmigo.
—Pues te recuerdo que esto es una competencia.
—Pero tú te lo tomas personal contra mí. Y yo...
—¿Tú ni siquiera lo estás intentando? —termino por él.
—Yo... no necesito demostrarle nada a nadie.
—¿Estás diciendo que yo lo necesito? Já. Por supuesto que lo necesito. Ya conoces mi historia, Theo, y por más que me agrades yo...
Me contengo, mas de un segundo a otro corta distancia entre nosotros. Su rostro está tan cerca del mío que me toma desprevenido. No entiendo qué planea hacer.
—Tú también conoces mi historia. Creí que ya había consenso en ello. Quiero comprender... ¿Por qué pareces más furioso que antes? ¿Es por Febe? —inquiere— Te aseguro que no pasó nada. Antes dijiste que no la amabas, pero por tu reacción...
—¡Ella no podría importarme menos! —espeto furioso.
Absorto, hace un recorrido lento que va en descenso por mi rostro y después sube dejándome apreciar sus ojos azules.
—¿Qué pasa?
—Solo... pensaba en lo mucho que me confunden tus acciones —suspira. Su boca se acerca al lóbulo de mi oreja, sintiendo su respiración algo entrecortada. Me habla despacio en el oído, y por algún motivo me siento diferente. No hallaría la manera de explicar la revolución que conlleva tenerlo tan cerca—. Tú me confundes...
Siento el vacío cuando toma distancia entre nosotros. Se dispone a marcharse del cuarto, mas yo no puedo dejar de darle vueltas a sus palabras. ¿Qué quiso decir? ¿Significa que piensa en mí? Considerando la cantidad de tiempo que Theo Ashford ocupa en mis pensamientos es una batalla campal e incluso triunfal el que también tenga cabida en su mente. Significa que algo estoy haciendo muy bien.
—Gracias, Derek.
Tomo su brazo antes de que se vaya.
—Espera. —Sin querer ejerzo más fuerza de la que debería, no me importa parecer desesperado—. ¿Por qué me agradeces? ¿Qué quisiste dar a entender antes?
Theo duda antes de hablar, mas finalmente consigue relajarse.
—Porque gracias a ti estoy descubriendo ciertas... emociones. Cada vez más...
¿Qué dice? ¿Gracias a mí? Yo no he hecho nada por él, más allá de rivalizar una y otra vez. Sin embargo, necesito saber. Me mata no tener la certeza de cuáles son los pensamientos que tiene sobre mí. ¿Hasta qué punto he cavado en su cabeza?
¿Significa que entonces está pendiente de mis movimientos? Pero, él no compite, no lo necesita. Sabe que tiene un lugar seguro, al menos por ahora, ya dejó claro que no necesita demostrar nada ante nadie. No obstante, piensa en mí. Una risa maliciosa quiere cobrar vida cuando ya lo he perdido de vista, me siento demasiado bien.
Me devoran las extrañas ansías de demostrarle de lo que soy capaz. Aún no ha visto nada, y estoy seguro de que yo tampoco he vislumbrado por completo su genialidad. Así y todo, ninguno de los dos se queda atrás cuando se trata de seguir el hilo del otro durante un reto intelectual. Siempre tiene la respuesta que espero y más. Me calla la boca con todos sus conocimientos, pero sigue siendo sencillo sin que se le suba a la cabeza su posición.
¿Acaso lo que he sentido es admiración encubierta por mi orgullo herido?
No me entiendo.
Solo sé que quien creí una persona aburrida y fría ha terminado siendo la persona más interesante que he conocido en la vida.
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𝑀𝓊𝒸𝒽𝒶𝓈 𝑔𝓇𝒶𝒸𝒾𝒶𝓈 𝓅♡𝓇 𝓁𝑒𝑒𝓇
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