Capítulo 1
Aunque apenas era visible el lugar donde se encontraba lo sentía familiar ese olor a granja, caminó a tientas solo escuchando crujir paja debajo de sus pies, estaba tratando de darle sentido a su entorno cuando una obscuridad asfixiante extinguió cualquier atisbo de luz, intentaba razonar lo que estaba sucediendo cuando un grito inundó el silencio, al penetrar ese sonido en sus oídos sintió como si le desgarraran una parte de si mismo, poco a poco el simple alarido se convirtió en un nombre que se repetía una y otra vez, no podía ver nada, la desesperación lo invadió y el poco aire que permanecía en sus pulmones se esfumó.
Quería ir hacia el origen del grito, pero no podía moverse algo lo detenía, un golpe sordo hizo que despertara de forma repentina.
El lugar donde antes estaba se había esfumado, ahora solo podía ver las estrellas pegadas en su techo que ya habían perdido su brillo dado que el sol comenzaba a entrar desde su ventana, pasó su mano por la frente secándose unas gotas de sudor, de nuevo escuchó un golpe que lo hizo sobresaltarse. Aún seguía sin reponerse, apenas e identificaba que se encontraba en su habitación.
—Mati, cariño, no vas a llegar.
Esa suave voz logró hacerlo aterrizar a la realidad, ya no se sintió tan ajeno a lo que tenía alrededor.
—Ya voy—respondió, sintiendo que la voz apenas y le salía.
Miró a un lado suyo, sobre su escritorio estaba su reloj-despertador que marcaba las 7:50, en efecto estaba a 10 minutos de que se le hiciera tarde, ni siquiera el molesto sonido de gallo que tenía por alarma había logrado sacarlo de aquel sueño o más bien pesadilla.
Aún permaneció un rato más inmóvil pese a la premura, tratando de calmar su corazón que latía como si hubiera corrido hasta el país colindante de ida y vuelta, no era la primera vez que soñaba algo así, estaba acostumbrado a constantemente despertar igual de alterado como estaba en ese instante.
Tomó una bocanada de aire antes de animarse a empezar su día, finalmente se levantó arrastrando los pies y comenzó a vestirse con prisa con el uniforme escolar y bajó corriendo hacia el comedor donde un rico desayuno ya lo esperaba.
Cuando se sentó, las personas que se encontraban en el espacio una ya sentada y la otra todavía sirviendo lo que faltaba de comida, lo examinaron tal como era costumbre desde hacía muchos años.
—¿Estas bien, querido? Te ves pálido —preguntó con preocupación mamá María que era la que estaba sentada a un lado suyo.
—Volví a soñar lo mismo —respondió aun desorientado.
—Insisto que debe ser algo de tu vida pasada— Comentó mamá Marta que traía un plato lleno de pan tostado.
—¿Cómo dices eso? —Cuestionó incrédula su mujer.
—Vamos, Lavoisier menciona que la energía no se crea ni se destruye solo se transforma, si nosotros somos energía por lo tanto solo vamos cambiando de cuerpo.
—Otra vez con la idea de las reencarnaciones— le respondió negando con la cabeza.
—¿Es posible? —Siempre hacia la misma pregunta cada que salía el tema.
—Creo que si lo es —respondió de forma misteriosa mamá Marta tomando asiento junto a su familia.
—Como puedes creer en algo así siendo una mujer de ciencia— reprochó mamá María mientras untaba mermelada en su pan.
—No puedo cerrarme a un solo pensamiento, el universo es más allá de solo ciencia.
Se sorprendía que su madre fuera tan abierta de mente, los científicos que había conocido gracias a ella mantenían una sola línea de pensamiento y tratar de sacarlos de ella se volvía una discusión, por eso es por lo que la mujer era considerada poco convencional para su carrera.
—No te angusties cielo, al rato te hago el té y dormirás como un bebé —le dijo a su hijo acariciando su mejilla desviando un evidente debate que estaba a punto de darse con su esposa.
—Gracias ma, lo mejor es que me vaya a la escuela —ambas asintieron dándole la razón.
El día fue igual que todos, la misma rutina con las mismas personas sin embargo lo que más le pesaba es que fuera sintiéndose de la misma forma. Desde que entró en la adolescencia recordaba tener el mismo sueño o parecidos, con la misma sensación angustiante.
Sus madres se habían preocupado pensando que podría ser algún problema neurológico sin embargo tras muchos estudios concluyeron que no había ninguna anormalidad en él, lo mandaron con un psiquiatra que solo le recetó calmantes y fue toda la intervención médica que obtuvo. Conforme creció decidió dejar los medicamentos que lo único que le ocasionaban era somnolencia lo que significaba soñar aún más con lo mismo, por lo tanto, simplemente aprendió a vivir con ello.
Pese a siempre sentirse con ese desasosiego no llevaba una vida tan mala, tenia dos amigos en la preparatoria, era miembro activo del grupo de teatro de su escuela y de vez en cuando hacía de suplente en algunos juegos de beisbol. Sobre todo, lo que más le alegraba era saber que el fin de semana iría al rancho de su tío, aunque no era algo semanal era bastante frecuente.
Le gustaba ese lugar porque era muy sereno, estando ahí las pesadillas eran menos frecuentes y podía sentir mayor calma, al estar alejado del pueblo el único ruido era de los animales, aunque aún lado vivían otras personas apenas y las veían, no eran unos vecinos molestos para su suerte.
Aunque el resto de la semana siguió teniendo sueños, lo que le animaba es que el sábado al fin irían después de tres largas semanas de no poder ir porque mamá Marta había tenido simposios casi todo el mes.
El día que más esperó llegó, partieron temprano e igual que siempre viajaron escuchando canciones y cantando, le gustaba su familia, sus dos madres se complementaban de una forma interesante teniendo en cuenta que ambas eran polos opuestos por completo, mamá Marta era una reconocida científica, en cambio mamá María disfrutaba más de cosas artísticas, le gustaba dibujar y cantaba muy bien, aun pese a las diferencias, eran un gran equipo, el esperaba encontrar a una persona que lo complementara de la misma forma.
Hasta ese momento no había conocido a nadie, ni siquiera interesado. Creía que algo estaba mal con el por qué sus amigos quizás no habían tenido nunca ninguna relación sin embargo en algún punto alguien les había gustado, en cambio Matías nunca le pareció atractiva ninguna persona.
Sonrió cuando la carretera comenzó a perderse entre árboles, poco a poco acercándose hasta la cabaña de su tío. Bajaron estirándose un poco y un hombre robusto bastante joven los recibió con una sonrisa, el era hermano de mamá Martha también un polo opuesto a ella, el en vez de hacer una carrera como su hermana se decidió por la ranchería, actualmente se mantenía gracias al rico queso que vendía.
Después de platicar un poco, Mati se fue al establo como siempre. Por alguna extraña razón era su lugar favorito, pese a que olía a excremento y comida de animales. Solía irse ahí a pintar, una pasión heredada de mamá María, no sabía cómo encontraba la inspiración entre mugidos de vaca.
Sacó su libreta y su lapiz, pensando que dibujaría esta vez, empezó a realizar trazos aun sin tener una idea fija, solo dejó deslizar su mano hasta que perdió noción del tiempo.
Cuando estaba por terminar su dibujo que acabó siendo dos manos intentando alcanzarse, la puerta se abrió de forma abrupta, alzó la mirada un tanto sorprendido quizás era su tío para que fuera a cenar, no sabía cuánto llevaba ahí.
Se puso de pie y en cuanto vio la silueta pudo darse cuenta de que no se trataba de su tío, era más bajo y delgado quien estaba frente a él, no podía verlo bien ya que estaba a contraluz sin embargo, un sentimiento extraño le inundó, era como si hubiera estado esperando por el durante mucho tiempo ni siquiera podía decir que toda su vida por que 17 años le parecían poco.
Las lágrimas comenzaron a correr por su rostro, se acercó hacia esa persona y lo miró fijamente, jamás había visto ese rostro pese a eso sentía como si lo conociera, esa mirada confundida y extrañada se le hacía familiar, lo examinó de pies a cabeza como si no creyera lo que estaban viendo sus ojos y entonces actuó sin saber porque, lo abrazó y estrechó con fuerza llorando aún más.
Sentía que finalmente había encontrado a alguien que había extrañado demasiado, ese abrazo le dio una paz que no entendía por qué, finalmente la otra persona reaccionó empujándolo.
—¿¡Qué diantres!? ¡Yo solo venía por unas herramientas! —exclamó completamente atónito.
Sin decir mas dio media vuelta marchándose, y entonces sintió que algo se quebró en él, el pecho comenzó a dolerle, sintió una angustia ahogante tal como en su sueño y de pronto lo que solo había visto dormido comenzó a pasar por su mente, ese grito angustiado llamando a alguien, la desesperación. Sus piernas perdieron fuerzas y acabó cayendo hincado de rodillas hasta terminar hecho un ovillo.
Se quedó en esa posición, llorando de forma descontrolada, sin poder calmarse, sin poder levantarse, no entendía por qué sentía tanto sufrimiento.
Después de un rato entre sueños escuchó pasos apresurados, voces preocupadas y personas que lo rodeaban, alguien lo cargó y es cuando perdió por completo la conciencia.
De nuevo comenzó a soñar, pero esta vez era distinto, estaba sentado en un campo muy bello, había árboles y algunos pájaros cantaban, a su lado había otra persona que no podía ver bien su rostro ya que todo el sol del atardecer le daba de lleno, pero podía percibir que le sonreía, una sonrisa que le llenaba el corazón, este le ofreció una flor de papel, mientras le susurraba con una dulzura que le daba más calidez que el sol:
Siempre estarás en mi corazón, tu recuerdo jamás se marchitará.
Despertó de forma abrupta, respirando agitadamente, se encontraba tendido en lo que supuso que era el sillón en la cabaña de su tío, mamá María estaba sentada en el brazo del sillón acariciando su rostro, mamá Marta estaba en cuclillas haciendo lo mismo, su tío se encontraba parado a sus pies, trató de incorporarse, pero se sentía débil.
—Tranquilo cielo, tómalo con calma— le pidió mamá María, deteniéndolo.
—¿Qué pasó? — Quiso saber mamá Marta.
—No lo sé, no entiendo nada— respondió con un hilo de voz.
—Un muchacho nos dijo que había un loco en el establo— dijo su tío.
Intentó recapitular lo sucedido, pero todo estaba borroso, recordaba que alguien entró a donde estaba, de ahí en mas todo era niebla.
—Supongo que se refería a mi— contestó con una ligera sonrisa, eso hizo que la tensión del ambiente se disipara.
—Nos metiste un buen susto. —expresó mamá María.
—Lo siento —se disculpó.
—Está bien hijo, tranquilo te hare un té.
—Marti yo lo hago quédate con el —se ofreció mi tío, dejándonos a solas.
—Creo que tiene que ver algo con lo que siempre he soñado— les conté, ambas se mostraron sumamente extrañadas.
—¿Como es eso? —quiso saber intrigada mamá Marta.
—No comprendo mamá, aquel chico, ese que mencionó mi tío, cuando entro sentí demasiadas emociones, sentía que finalmente lo había encontrado.
Mamá Marta lo miró pensativa.
—No es lógico—concluyó.
—¿Ahora tú vas a decir que no es lógico? —le cuestionó mamá María.
—Bueno, creo un poco en la reencarnación —reconoció— pero es imposible que conozcas a alguien a quien nunca habías visto en tu vida.
Si lo exponía de esa forma si sonaba incoherente.
—¿Y si es alguien de su vida pasada? — conjeturó su esposa.
—Vamos mi vida, es imposible— le respondió.
—¿No conoces la leyenda del hilo rojo?
—¿Vas a creer en una leyenda? — sabía que estaban a punto de comenzar un debate bastante intenso por lo tanto hizo que su atención volviera a recaer en él, diciéndoles que le dolía la cabeza lo cual no era mentira, en verdad sentía que estaba punto de estallarle.
Por fortuna su tío llegó pronto con una taza de té que le ayudó a recobrarse.
En la cena pudo enterarse que aquel chico al parecer era nieto de los vecinos de a lado, su abuelo le había pedido a mi tío unas herramientas y a quien mandó fue a su nieto. Tenía lógica dado que, si era la primera vez que le sucedía algo así con él, era porque jamás lo había visto.
Después del acontecimiento no quiso salir más de la cabaña, temía encontrárselo de nuevo y no tenía cara para afrontarlo.
Regresaron el domingo por la noche como ya era costumbre, y una vez en casa retomaron la rutina habitual, sin embargo, para Matías las cosas no fueron igual. Para empezar los sueños eran menos intensos, ya no había despertado alterado ni sudando frio, sin embargo, el resto del día se encontraba en una constante ensoñación tal como cuando estaba medicado, donde constantemente veía imágenes difusas como si se tratara de una película, podía oír voces masculinas, risas, a veces llantos y para su suerte muy de vez en cuando gritos.
Además de eso, sentía la necesidad de verlo, saber como era, conocerlo, pero le abochornaba el solo pensar si quiera entrar en su campo visual, ya ni se diga acercarse.
Por primera vez en su vida pasaron casi dos meses sin ir con su tío, sus madres al parecer por su propio bien habían omitido las visitas, pero no pudieron seguir evadiendo el rancho porque sería el cumpleaños de su tío.
Por lo tanto, no les quedó de otra que ir de nuevo, Matías se sentía nervioso como nunca en su vida, en un constante conflicto interno en que por una parte pedía porque algo hubiera tenido que hacer ese fin de semana aquel chico y no se lo encontrara, pero por otra rogando volver a verlo una vez más.
Ya había hablado con sus madres acerca de sus inquietudes, era muy cercano a ellas, todo lo que le sucedía o sentía se los comunicaba, le parecía que su vida era más sencilla de esa manera.
Mamá Marta insistió en que buscara conocerlo para así quitarse la inquietud en cambio mamá María no estaba tan de acuerdo, dado como se puso en el primer encuentro, Matías no encontró valor, por lo tanto, de nuevo se quedó encerrado en su habitación dibujando.
Creyó que esa visita no tendría ninguna repercusión, el domingo estaban alistándose para regresar esta vez más temprano dado sus compromisos del día siguiente cuando tocaron a la puerta, Matías al escuchar que nadie atendía fue a abrir y casi se va de espaldas, frente a él estaba nada más ni nada menos que a quien había tratado de evitar.
El chico lo miró con un poco de susto, era lo más normal tomando en cuenta cómo fue su encuentro pasado.
—Disculpa, es que mi abuela se cayó y quiero llevarla a revisar, pero mi abuelo no está—no entendía como podía decir algo así con tanta calma.
—Voy a buscar a alguien—le dijo con voz temblorosa.
Fue a buscar a algún adulto responsable, quien se le cruzó en el camino fue mamá Marta, que en cuanto se enteró corrió a ayudar.
Aunque para cuando llegaron la señora ya estaba con una olla en mano dispuesta a cocinar pese a eso, todos le insistieron en llevarla a la clínica a revisar, una caída en una señora mayor era algo delicado.
Mamá maría y mamá Marta se encargaron de llevársela, el tío de Matías quedo designado a cuidarlos, aunque ninguno de los dos era un niño.
Los había dejado sentados en la mesa mientras él iba a ordeñar vacas no sin antes dejarle hecho un té al chico de la abuela.
Matías no pudo evitar quedársele viendo. En el fondo había deseado poder verlo mejor y ahora lo tenía frente a él, pudiendo examinarlo de forma detenida, sus ojos eran llamativos entre un verde y un marrón claro, su cabello era castaño ondulado y caía hasta sus hombros.
—¿Por qué me observas? —preguntó mirándolo por encima de la taza, no sabía cuánto tiempo se le había quedado viendo, pero sabía que había puesto aún más incómodo el ambiente.
—Miro tu extraña vestimenta —se excusó, restregando sus manos sobre sus piernas por debajo de la mesa. tampoco es que le estuviera mintiendo del todo, el chico se veía que apenas y llegaba a los veinte y sin embargo se vestía como profesor de historia, un pantalón de vestir holgado con una camisa y encima un chaleco a cuadros.
—Tu tampoco vistes de forma común—comentó dándole un vistazo que le puso de nervios.
—¿De qué hablas? Es de lo más normal.
—Vamos quien viste con suéter de cuello alto en plena primavera.
Era un excelente punto, solía usar ese tipo de suéteres porque no le gustaba su cuello.
—Aunque sea primavera esta fresco.
—Admito que tienes razón—reconoció, le dio un sorbo al té, apenas tocando la taza con los labios—Esto sabe peor que la sopa de mi abuelo—comentó con una cara de desagrado.
—Es un té para el susto—defendió el remedio de su familia.
—No estoy asustado—dijo con total calma.
—¿No estas preocupado por tu abuela? —cuestionó bastante sorprendido.
—Se de sobra cuando es algo grave. —sorbió de un solo trago lo que quedaba de té.
—No te conocía—observó Matías, a los abuelos los había visto, aunque apenas habían cruzado palabras en todo ese tiempo.
—Pensé que me conocías por cómo me abrazaste—sintió que los colores se le subieron.
—Soy sonámbulo, estaba dormido, quizás te confundí con un muñeco de trapo—se defendió.
—Ya veo, con que es así, no sabía que el sonambulismo podía ser vespertino.
No podía más con la vergüenza, sentía las ganas de salir corriendo, pero no podía dejarlo solo esperando saber de su abuela.
—Soy Noé—se presentó al notar que estaba haciéndolo pasar un mal rato.
—Matías—musitó avergonzado.
—En efecto, apenas me mudé, aunque mis abuelos han vivido aquí desde hace muchos años. —respondió su pregunta anterior.
—Si, los he visto—confirmó—¿Pero porqué apenas te mudaste? —quiso saber, siempre tenía una sed insaciable de saberlo todo.
—Digamos que apenas salí al mundo— contestó de manera escueta.
Las madres de Matías llegaron al lugar con la abuela riendo, por lo tanto, supieron que no fue nada grave.
Después de aquel incidente regresaron a la ciudad, Matías no podía dejar de pensar en el rostro de Noé, experimentaba una necesidad de acercarse a él, aunque su primer conversación había sido demasiado vergonzante.
Era extraño, tenía la sensación de que era alguien quien había estado esperando desde hace mucho, lo cual no tenía sentido porque en su vida lo había visto.
Harto de estar con ese desazón, aun sintiéndose apenado decidió enfrentarlo, por lo tanto, habló con sus madres para saber acerca de sus planes.
—¿Iremos este fin? —preguntó ansioso durante la cena.
—No querido, mamá Marta tiene congreso.
—Pero... pero... ¡Mi tío dijo que va a nacer una vaquita! —era una razón bastante sosa pero no halló alguna otra que sonara lógica.
—¿De cuándo acá te interesa algo así? —quiso saber mama María.
—Debe ser bonito ver nacer una nueva vida.
Mamá Marta lo miró examinándolo, no era común que les inventara excusas, pero no quería preocuparlas sobre todo a mamá María
—Ya se el motivo ¿Por qué no se van ustedes? —sugirió a su esposa.
—¿Nosotros? ¿Yo sola con Teo? ¡Estas loca querida! —exclamó.
—Vamos, ya es hora de que te lleves bien con el mi amor. —expresó con una sonrisa acercándose a besar su cabeza.
—¿Todo por una vaquita? —preguntó con resignación.
—Todo por una vaquita. —respondió guiñándole un ojo a su hijo.
—Está bien iremos—concluyó sin poder negarse a su mujer ni mucho menos a Matías.
El sábado partieron temprano a su destino, en general la convivencia era entre los tres pocas veces estaba a solas con una o con la otra, a decir verdad, le era difícil conceptualizarlas separadas.
—¿En serio es por la vaquita, querido? —quiso saber.
—La verdad es que deseo hablar un poco más con el vecino—confesó, no podía mentirle.
—Pero, Mati. ¿Por qué? La última vez te pusiste muy mal.
—Pero solo fue en el momento ma, ya vez que nos volvimos a encontrar y como si nada—en eso tenía razón, pero aun así no dejaba de sentirse intranquila.
—Cualquier sentimiento que te ponga mal debes alejarte, no te quedes por la curiosidad.
Él le sonrió a su madre asintiendo con la cabeza, apenas llegaron se dispuso a ir a la casa de junto, pero se vio interrumpido su camino ya que se lo topó cerca de la casa de su tío debajo de un árbol.
Se acercó despacio, parecía estar dormido, cuando estaba a escasos pasos de él, abrió los ojos.
—Matías—dijo con una voz suave.
—Hola—saludó con algo de timidez.
—¿Otra vez de visita?
—Va a nacer una vaquita— explicó.
—¿En serio? ¿Puedo ver? —no esperaba esa petición.
—Claro—accedió.
El chico se puso de pie y se dirigieron al establo donde estaba su tío acompañando a la madre vaca.
—Mat ¿Qué hacen aquí? —preguntó extrañado, ya que en el único momento que se acercaba a ese lugar era para estar a solas.
—¿Ya nació la vaquita de Bonifacia?
—No sabía que eso te interesaba.
—¿Le falta mucho? —preguntó Noé que parecía realmente interesado.
La conversación se dio entre ellos dejándolo de lado, a decir verdad, entre más fue viendo menos le interesó saber al respecto así que acabó alejándose.
Finalmente, la pequeña vaca salió a la luz, el tío la atendió mientras Noé se acercó a Mat.
—Pensé que venías a ver a la vaca.
—Creo que ya no me agradó la idea—reconoció.
—Te vendrá bien una limonada ¿Deseas venir? —comenzaba a notar que tenía una particular manera de hablar más propia para la edad que aparentaba, Mati aceptó.
Caminaron en silencio hacia su casa, apenas puso un pie en el pórtico comenzó a sentir algo extraño, era como si estuviera regresando a su hogar lo cual no tenía sentido, ni siquiera conocía ese lugar, nunca había estado ahí.
La abuela de Noé era muy agradable, platicaba mucho y se reía por cualquier cosa, se acabó quedando a comer con ellos, el abuelo no regresó hasta que ya estaban terminando, el señor era contrario a su esposa, muy serio y reservado de pocas palabras, llegando a ser hasta intimidante, pese a eso fue una tarde muy agradable.
Cuando ya estaba cayendo la noche comenzó a escuchar que lo llamaban.
—Lo mejor es que me vaya—anunció, los abuelos lo despidieron y Noé lo acompañó hasta medio camino.
—Les agradaste.
—Y ellos a mi—sentía que era una despedida la cual no quería enfrentar, era como si lo fuera a perder de nuevo, aunque no tenía sentido dado que era la primera vez que realmente convivían.
—Sera mejor que te apresures, podrías inquietar a tu familia.
Asintió con la cabeza no encontró algo más para alargar ese momento, estaba Noé por darse la vuelta cuando se le vino de nuevo un impulso.
—Noé—lo llamó deteniéndolo—¿Quieres venir a comer mañana? —lo invitó, el chico de cabello castaño le sonrió.
—Por supuesto.
Su sonrisa le hacía sentir un cosquilleo por todo el cuerpo, su respuesta le hizo sentir una inmensa felicidad que jamás había experimentado.
Al día siguiente, Matías se alistó lo mejor que pudo lo cual no le encontraba sentido, ni siquiera en su más reciente graduación le preocupó verse bien.
—¿Quién va a venir? ¿El rey de Gales? —cuestionó su tío con una sonrisa cuando salió de la habitación.
—Teo—comenzó a reprenderlo mamá María.
—Es broma cuñada, se ve bien —concluyó brindándole una sonrisa a su sobrino para darle confianza, aun así, ella lo miró de manera reprobatoria.
Se conocían desde hace más de 20 años y aun no podían llevarse de forma amigable, solo lo suficiente por mamá Marta.
Matías pasó la mañana sentado intentando dibujar, aunque lo único que trazaba eran líneas sin sentido, se sentía demasiado nervioso, las manos le sudaban. Cuando anunciaron que la comida estaba lista dio un respingo y aunque había estado esperando por ese momento le costó trabajo ir por Noé, se lo encontró a medio camino cerca del árbol de nuevo.
En parte, haberlo invitado era para tranquilizar un poco a mamá María, ella acabó encantada con él. No platicaba mucho, pero si le preguntaban respondía de manera diplomática, gracias a eso pudo conocerlo un poco más.
Resultó que era de una ciudad cercana de donde vivía, que nunca había estado en la escuela por temas de salud y que no tenia mas de cuatro meses que había decidido quedarse con sus abuelos.
Esa tarde también fue agradable aun con sus constantes torpezas, como tirar el agua, dejar caer los cubiertos y sin querer aventarle una calabaza a la cabeza de Noé, solo cometía puras vergüenzas frente a él.
Tuvieron que despedirlo por que aun debían viajar de regreso a casa y a mamá María no le gustaba manejar de noche sola, por lo tanto, tal como él lo hizo el día anterior lo acompañó a medio camino.
—Tienes una familia encantadora—comentó.
—Hoy fue un día normal, cuando esta mamá Marta es más caótico—el no hizo ninguna pregunta lo cual le agradó—lo siento por la calabaza—se disculpó una vez más.
Noé sonrió y soltó una ligera risa, la primera que le escuchaba, la cual hizo vibrar su corazón.
—Creo que me iré a costumbrando a pasar momentos extraños contigo.
Lo que estaba diciéndole, le hacía suponer que quería seguir en contacto lo cual le hizo demasiado feliz, ambos estaban de frente sin saber bien como proseguir, parecía que ninguno de los dos quería irse, entonces Matías se atrevió a preguntarle algo que se le vino de pronto a la cabeza.
—¿Podemos ser amigos? —soltó de repente, el otro chico lo miró asombrado, sin embargo, amplió su sonrisa.
—No tengo inconveniente con eso.
Matías se quedó soñado con el fin de semana que había pasado, les contó a sus madres todo lo que había pasado y al fin ambas se mostraron felices.
—Tenía mis dudas, pero enserio que ese chico es un encanto—le contó mamá María a su esposa.
—Y tu queriendo privar a nuestro hijo del amor de su vida.
—¡Mamá! —chilló Matías completamente rojo, ella solo soltó una carcajada.
—Veo que siempre tienes razón cielo—admitió mamá Marta hacia mamá María.
—¿Del qué? —preguntó extrañada.
—Lo del hilo rojo y tal.
—¡Solo seremos amigos! —expresó Matías ya muerto de vergüenza.
—Como que le creemos ¿No? —le respondió mamá Marta mirando sonriente a su mujer.
—Ya veremos qué pasa—añadió, aunque también con una sonrisa, Matías quería ser tragado por la tierra.
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