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IX

—¿Puedo pasar?

—No... ¡Digo, sí! pasa.

Deja de tartamudear, Benjamín ¿Por qué eres tan tonto? ¿No es acaso lo que querías? ¿Verla y arreglar este problema?

—Siéntate ¿Quieres tomar algo?

—Agua, por favor.

El vaso se llena a la par que mi ansiedad. Quiero sentarme a su lado para escuchar lo que tiene que decirme; por otra parte, temo cual pueda ser su reacción cuando le confiese que soy un perdedor.

—Emma, yo necesito hablar contigo porque...

—Perdón, Benjamín. —Interrumpe con los ojos llorosos—. Perdón por desconfiar de ti aquella noche.

—¿Qué? ¿Por qué vas a llorar? No lo hagas —Seco sus lágrimas con mi dedo pulgar—. Eres tan bonita, Emma...

Sus brazos rodean mi cuello cuando los míos rodean su cintura. Extrañaba tenerla así de cerca, respirar su perfume y el olor de su cabello. Verla natural y espontanea.

—Perdón por abofetearte. —Suplica acariciando mi mejilla— ¿Te dolió?

—Me dolió mucho. —Confirmo entre risas—. Eres brava, pequeña.

—En verdad lo siento, Benji —Repite arrepentida—. Yo no debí...

—Estabas enojada, Senpai, a veces cuando nos enojamos no pensamos bien las cosas. —Trato de calmarla, su llanto no parece cesar—. Pero quien debe pedirte perdón soy yo, por cómo te traté la última vez que nos vimos, y por irme el día de tu cumpleaños.

—Ya lo sé todo, sé porqué te fuiste.

Me estremezco levantándome del sofá con desasosiego. Camino simulando mis intenciones de abrir la ventana, sin embargo, soy muy bobo para ello, actuar es algo que no se me da muy bien.

—Cálmate, no voy a reclamarte nada. —Toma mi mano—. Tengo mucho que explicarte.

—¿De qué hablas? Quien te debe explicaciones soy yo. ¿Qué es lo que sabes?

—Sé que no golpeaste a Travis ni a Alex, también sé que no insultaste a Nathan por un simple enojo, tenías tus motivos.

—No soy el chico que crees.

—No, claro que no. Tú eres mucho mejor de lo que pensé.

—Emma—Suspiro pesado y tomo valor para hacer mi gran confesión— ¡Soy un perdedor! ¡No tenía amigos, nunca los tuve!

—¡Ahora tienes amigos y me tienes a mí! —Aprieta mi mano—. ¡Benjamín... tú... me gustas!

¿Le gusto? ¿De gustar como amigo o de gustar más allá de eso? ¡Reacciona, Clarck, que pregunta tan imbécil!

—¿Podemos sentarnos y hablar? Quiero explicarte todo.

—¿Vas a tomarte ese vaso con agua o me busco otro? —No quiero ser indiscreto por tomármelo sin consultar en forma previa.

—Trae una jarra. —Sonríe y obedezco.

Emma me explica detalles que me hubiese encantado saber desde un principio para evitarme este mal rato.

—El día de mi cumpleaños estaba feliz de poder compartirlo contigo. —Comienza el relato—. Tú eres la primera persona con la que entablé una conversación aquí en California. Eres tierno, tímido, eso me dio pie para acercarme a ti sin problema. Venir a tu departamento a diario era casi una excusa para verte.

—¿Querías verme?

—Siempre quiero verte, y por ser mi cumpleaños quería estar todo el día contigo. Les hablé mucho a mis amigas de ti, y en cuanto te conocieron, quedaron fascinadas. Ya les había mencionado que eras atractivo, y claro, mi mejor amigo aquí en California.

—¿Atractivo? Emma, si vas a burlarte de mí...

—¿Por qué me burlaría, Benjamín? ¿Qué hay de malo que yo te vea atractivo? No es la primera vez que te lo digo ¿O sí? —Recrimina cansada.

—No, pero pensé que bromeabas.

—No sabía que esos tres eran los causantes de tus golpes. De haberlo sabido, ¿Crees que los habría invitado? ¿Crees que yo me seguiría juntando con ellos después de lastimarte?

—Yo no quería intervenir, son tus cosas, además...me daba vergüenza.

—¿Vergüenza de qué? ¿De que te golpearan? Benji, mírame. —Acuna mi rostro y se aproxima— ¿Por qué dejas que se burlen de ti?

—Porque estoy acostumbrado, siempre fue así con ellos tres, desde hace dos años. —Confieso abriéndome por completo—. Cuando llegué a California quise hacer amigos, pero no sucedió. Y soy raro, tú misma lo dijiste.

—Cuando dije que eras raro, no tuve la intención de hacerlo en tono despectivo, y lo sabes... —Enfatiza—. ¿Quieres saber por qué me enojé contigo el día de mi cumpleaños?

—¿Por irme?

—Sí, por irte, porque pensé que era importante, ¡Pero después —levanta la voz— te vi con una chica!

—¿Una chica? No... yo...

—Una tal Keyla o algo así.

—Kayla—Corrijo ganándome una mirada de enojo—. Pero ella... yo...Glen me dijo que...

—Sí, ya sé, es la hermana de la chica que le gusta al amigo de Glen, y tú lo acompañaste porque su mamá no lo dejaba estar hasta tan tarde solo.

¿La señora Baker no dejaba salir a Glen hasta tarde? ¡Ni siquiera la conocía en aquel entonces!

—Sí, su madre es exigente... ¿Tú cómo sabes?

¿Esto cuenta como mentira o simular un acto que no es real?

—Glen fue por mí a la escuela hoy—dice interrumpiendo mi cavilación—, bueno, él en realidad iba en busca de mis amigas, pero me vio a mí y me explicó absolutamente todo lo que ha pasado. Me sentí una idiota.

—¿Él te contó todo?

—Así es, desde los golpes que recibiste en la escuela, hasta lo de la maceta que casi me da en la cabeza.

Senpai, eso fue un accidente, yo nunca quise lastimarte. ¡Estaba tan nervioso porque tú estabas con el insistente de Kelly!

—Lo sé —ríe—. Estabas de chismoso con tus amigos. Tranquilo, no cayó cerca nuestro. ¿Estabas celoso de Travis? —Interroga juguetona.

—¿Estabas celosa de Kayla? —Redoblo la apuesta.

—¡Ya! ¡No es gracioso, tonto! —Me empuja suave cruzándose de brazos— ¡Pensé que me habías dejado plantada en mi cumpleaños por ella!

—Lo siento, no estaba en mis planes. El niño te contó lo que hizo, ¿Verdad?

—Sí, y con mucho orgullo reveló haber golpeado a Travis y Alex —reímos—. Él te aprecia, asegura que eres como un hermano mayor.

—Glen me ayudó en muchas ocasiones, y gracias a él, conocí a Vincent y Harry. Ahora tengo un grupo de amigos.

—¿Y yo? —Hace puchero.

—Tú también eres una gran amiga, la primera que se acercó a mí. —Palmeo su mano y no duda en entrelazarla con la mía—. Pensé que habías regresado a España.

—Y yo pensé que te habías ido a Berkeley y no regresarías —Menciona apoyada en el respaldo del sofá—. Me sentí muy mal, lloré mucho y me fui a casa de Cadence.

Copio la misma posición, sentado a su lado y con la mirada hacia el techo sin soltarnos la mano. La sala es testigo de nuestro desahogo. No hace falta mirarnos, la compañía es certera, y el aprecio contenido, también.

—Fui a visitar a mis padres, luego ellos vinieron. Mi celular se rompió, no podía comunicarme contigo porque no tenía tu número. Te busqué en las redes sociales y tampoco te encontré.

—Que acosador. —Bromea—. Regresé al departamento desde el momento en que Glen habló conmigo. No me iré a ningún lado, bueno, a España en uno o dos meses.

—Eso me alegra mucho, saber que estarás aquí en el edificio y que podremos vernos a diario.

—¿Y eso es todo? —Se reincorpora para mirarme.

—¿A qué te refieres?

—Este es el momento en donde tú me dices "No, Emma, eso no es todo, te he extrañado tanto que te voy a abrazar".

—Sabes que soy torpe para algunas cosas, no sé cuándo es indicado abrazar y cuando no.

—Cuando quieres abrazar, es indicado.

Es ahora o nunca, Benjamín.

No es una novedad que la he extrañado tal cual ella lo ha mencionado hace unos minutos. Después de días aclaramos nuestros problemas y solo fueron malentendidos, diferentes perspectivas a situaciones en común.

Unirnos en un abrazo es la última pieza de este rompecabezas, es como si cada problema resuelto se transformara en una de ellas y el cariño que nos tenemos completara las partes restantes.

Se separa de mí con delicadeza, y esos ojos color cielo se fijan en los míos. Nuestra distancia es corta, las respiraciones se acrecientan poco a poco.

—Emma... —Susurro.

—Ya hazlo, Clarck. —Sonríe.

Me siento avergonzado porque hasta un cursi momento puedo arruinar con algún comentario. Tomo su mejilla y me acerco hasta unir nuestros labios, un beso suave, cargado de nervios y torpeza porque nunca he hecho esto y debo verme patético mientras ardo por dentro y tiemblo por fuera.

—¿Fue tu primer beso? —Investiga al separarse de mí.

—Sí, perdón, no sé cómo se hace...

—¡Me encanta! —Se muerde el labio con picardía—. Yo puedo enseñarte muchas cosas.

—¿Qué cosas?

—Todas las que tu mente perversa te deje imaginar —Susurra en mi oído riéndose luego al notar mi expresión de sorpresa.

—¡No me hables así, Emma! —expreso sonrojado—. Deja de ponerme nervioso.

—Me gusta ponerte nervioso, ya te lo he dicho. Eres muy lindo, Benji.

—Basta, no lo soy —reímos—. Ya deja de hacer eso.

—¿Sabes por qué me gustas?

—No, ¿Por qué?

—Porque desde el primer momento en que te vi en el ascensor, me di cuenta de que los yanquis no son todos iguales.

—¿Eso sería algo bueno, o malo? —Entrecierro los ojos.

—Sería algo bueno, tú eres el primero en gustarme.

—¿El primero? ¿O sea que hay otros más?

—¿Eres celoso, Benjamín Clarck? Porque me encantan los celosos.

Me gusta cómo cambia su voz para hacer cumplidos y sacarme de mi zona de confort. De cierta manera termino por soltarme y me uno a ella en sus chistes, aunque me gana, siempre lo hace.

—Estás loca, Emma Santana, sin embargo, tú también me gustas. —Beso su frente.

—Entonces... ¿Cuándo me pedirás ser tu novia?

—Pensé que ya lo eras —Contesto seguro sin titubear.

—Eso no me lo esperaba, fue rápido. —Reímos.

Se recuesta en el sofá apoyando la cabeza sobre mis piernas. Hablamos por horas. Días sin platicar llevan a una acumulación de información, y por supuesto, hay que reafirmar pequeños detalles.

Abro mi corazón y relato como era mi calvario diario en el colegio, la forma en la que Glen me había defendido, y en cómo esa amistad desencadenó en ensayos y una audición. Esto último le sorprende, sus celos aparecen al pensar que puedo ser reconocido en todo el mundo. Es una exagerada al igual que mamá.

Ella narra lo que ha vivido en estos últimos días y el concepto que tienen sus amigas sobre mí. Les he caído bien, afirman que haríamos linda pareja y esto último me alegra saberlo. Finalmente, comento sobre el negocio de mi padre con los Foster, y mi rechazo al proyecto.

—¿Crees que hice mal en rechazarlo?

—No, hiciste bien. Él te trató muy mal durante años y no se ha disculpado contigo como para que lo consideres.

—¿Pero no crees que rechazar el proyecto también sería afectar a su padre que no tiene nada que ver? Ellos fueron amables conmigo.

—Bueno, pero su hijo les salió idiota. —Se encoge de hombros—. Igual es tu decisión. ¿De qué trata el negocio?

—Emma, ¿Quieres ser mi novia? —Me declaro sin dejar de observar sus ojos bonitos.

—¿Es broma o lo dices en serio? —Pregunta confundida.

—Es en serio. Piénsalo bien, si dices que sí, te contaré un secreto.

—Interesante —Finge pensar—. No puedo vivir con esta curiosidad, ¡Acepto! —Deposita un tierno beso sobre mis labios.

Saca lo mejor de mí, ahuyenta mis miedos, incentiva mis actos, y sin dudas, acelera mi corazón. Hoy es un día de revelaciones.

—Tengo mucho dinero. Bueno, mis padres son dueños de una cadena de restaurantes en el país y pronto van a expandirse a Asia, por eso aprendí chino y japonés. Y quiero estudiar Administración en la universidad el próximo año.

—¡Eso es genial! Ya sabes lo que quieres hacer, me gusta.

—Papá quiere que maneje una de las sucursales aquí en California junto a Nathan, esa era la idea.

—¿Cómo se llama el restaurante?

—Golden Palace.

Sus ojos se abren en un instante quedando boquiabierta antes de emitir una oración.

—¡Pero por qué dices que es una cadena de restaurantes, una sucursal... hablas como si fuera un puesto de comida rápida! ¡Es uno de los restaurantes más caros del país!

—Ah... sí.

—Para comer ahí hay que... no lo sé... ¡Vender un órgano!

—¡Emma! No exageres, no es caro comer ahí, o no les iría tan bien a mis padres. Va mucha gente a diario

—De acuerdo, lo siento. ¿En tu escuela nadie sabe que eres como Richie Rich?

—¿Cómo quién? —Quedo confundido, pero prosigo— Nadie sabe que mis padres tienen dinero. Recuerda que yo gané una beca y no tengo amigos. Corrección, ahora si los tengo, aunque tampoco lo saben.

—¿Por qué?

—Porque siempre pensé que, si decía que tenía dinero, las personas se acercarían a mí por esa razón, ¿No lo crees? Y mira, nadie lo hizo hasta ahora.

—Yo lo hice —Asiente orgullosa—. ¡Qué vergüenza, te cociné una pizza en el horno ya comprada! —Carcajeamos.

—Fue la mejor pizza que comí en mi vida, tú eres la futura competencia de mis padres.

—¡Deja de burlarte!

Es preciosa. Se avergüenza de algo muy simple sin tener en cuenta que esos son los detalles por los cuales me agrada.

—Emma, ¿De verdad somos novios?

—¿Ya me quieres dejar? ¡Te aguantas! —Se reincorpora quedando a mi lado—. Me voy a dormir porque estoy cansada, ya es tarde.

—Sí, es verdad. Mañana tengo que hacer algo con los chicos en la noche, pero el sábado podemos hacer algo nosotros ¿Está bien?

—Sí, lindo—Besa mi mejilla—. Por cierto, dame tu nuevo número y usuario de Instagram.

Accedo a su pedido, a pesar de que mi cuenta de Instagram no la utilizo hace tiempo. Se queda mirándome con desaprobación haciendo un gesto de incredibilidad. La misma mirada juzgadora de mi madre al notar mis pocas fotos en Facebook.

—Ya me pondré al día con las fotos. —Justifico gracioso—. No me mires así.

—Me voy a dormir, te veo mañana en la tarde —Vuelve a besarme—. Gracias por perdonarme.

—Gracias por ser mi novia.

—Si quieres me quedo y tenemos sexo en ese sillón.

—¿Qué?

—¡Es broma! —Carcajea—. Amo que te pongas así, lo siento. Te quiero, Benji, descansa.

Proceso todo lo que acaba de ocurrir, demasiada información en un solo día. Ya se ha hecho tarde, no hice ms apuntes y poco me importa, estoy demasiado feliz. Voy a ir a dormir de una vez, más no sin antes enviarle un mensaje a Baker:

"Gracias, Glen, eres de oro" ENVIAR.


La campana suena y me levanto en un santiamén, no hay tiempo que perder.

—Clarck. —Escucho esa voz que me atormentan a diario—. Espera.

—¿Qué quieres, Nathan? Tengo que ir con mis amigos.

—Escucha, tenías razón.

—¿Sobre qué?

—Sobre Travis, él estaba mintiéndome para salir con Emma a mis espaldas, decía que me ayudaría a acercarme a ella, pero no fue así.

—Lo siento, no sé qué quieres que haga.

—Nada—Niega y se queda viéndome—. Emma siempre nos habló de su vecino, no sabíamos que eras tú, pero ella tiene razón, eres una gran persona.

—¿Lo estás diciendo solo para que acepte el proyecto? ¿Te envió tu padre?

—No, te lo estoy diciendo porque es verdad, y te pido disculpas por todo lo que te he hecho en estos años, aunque sea tarde. —Gira para retirarse.

—Nathan, Emma es mi novia.

—Lo sé, Benjamín —Voltea a ver y sonríe—. También le pedí disculpas a ella. Dijo que no iba a perdonarme hasta que su novio lo hiciera.

—Tal vez lo haga... si hacemos una batalla.

—¿Estás provocándome, Clarck?

—Admito ser muy bueno —Alardeo.

—¿Ah sí? Puedo asesinarte con mis rimas.

—Lo veremos, Foster, lo veremos.

Extiendo mi mano y este la recibe en señal de paz, una tregua a tanta guerra innecesaria.

Una vez Brooks me dijo que todas las personas tienen una lucha interna; pensé varios días respecto a ello y las posibles luchas de los que me rodean. He sido consciente de que no había algo malo en mí, ¿Por qué debería asegurar que en otro si existía? Nathan no es malo, también batalla.

Visualizo la mesa que se encuentra ocupada por las tres personas que me alegran el día. Están sentados comiendo tranquilos, con el uniforme correcto y nada que acapare la atención.

—¿No me pidieron el almuerzo? —inquiero una vez que estoy a su lado.

—Lo siento, Ben, lo olvidamos —Habla el menor con la boca llena.

—De acuerdo, ya regreso.

—¡Es broma, Benjamín, ¡aquí lo tienes! —Grita Vincent y la mesa de al lado ríe.

Lo sabía, no podían olvidarse de mí. Regreso a mi asiento con mi discurso preparado, hay mucho que contarles.

—De nada —dice el pequeño—. Leí tu mensaje esta mañana ¿Qué hacías despierto a esa hora?

—¡Gracias, Glen! Eres como un hermano, siempre me salvas.

—¿De qué están hablando? ¿Te golpearon otra vez? —pregunta Harry.

—¡No! Emma...es mi novia.

—¿Tu novia? ¿Hicieron videollamada? —Festeja.

—No, Vincent, Emma sigue en California. Ayer regresó al departamento porque Glen fue a buscarla al colegio y le contó todo

—¿Tú hiciste eso, Baker? ¿Cuándo?

—Ayer no estuve con mi madre, fui con Emma y sus amigas. Las tres me interrogaron. Pensé que sería tranquilo, ya saben, yo contándole todo a Emma y ya, pero no...

—Ella no me dijo nada de eso —Menciono haciendo memoria.

—¡Chicos, fui acosado! Una de ellas dijo que yo parecía mayor —Cuenta con su mirada perdida en algún punto fijo—. Era linda, mencionó algo de una identificación falsa.

Creo que tendré que hablar con Emma al respecto. No sé qué clase de chistes o preguntas le hicieron a Glen, pero es un hecho de que no ha comprendido nada.

—Les conté todo y por suerte tenía las pruebas. —Asiente en dirección a Brooks.

—¿Les mostraste los videos?

—¡Sí, eran fundamentales! Te lo dije.

—Esperen —interrumpo la conversación—. ¿De qué videos hablan?

—Ya cuéntenle a Benjamín todo lo que ustedes dos, par de idiotas, hicieron. —Señala Harry con sus pequeños dedos.

—Ben... cuando golpeé a Barbie, y la última discusión con Foster, le pedí a Brooks que filmara todo desde las escaleras del pasillo. —Admite apenado.

—¿Por qué? ¿Se burlaron de mí?

—¡No, Benjamín! No es eso.

—Escucha, desde el primer día que vi que te molestaban, intervine. —prosigue el pelinegro—. Dijiste que no querías que Emma supiera lo que padecías en la escuela, pero yo pensé que ella debía saberlo, por eso le pedí a Vincent que lo filmara. Quería alejarla de esos tres y que te valorara un poco más. Perdón.

El quiebre de su voz al contarlo es suficiente para saber que dice la verdad. Juega afligido con los dedos de sus manos sin levantar la mirada, parece un cachorrito perdido que se esconde por miedo a ser regañado.

—Perdón, Benjamín, no sé por qué accedo a las ocurrencias de este niño anarquista—. Golpea suave su cabeza—. Relatado de ese modo suena estúpido, aunque logró convencerme aquella vez.

—¿Y por qué no se lo mostraste desde un principio?

—¡Porque tú no querías! —Alza la mirada para enfrentarme.

—Benjamín, Glen lo propuso desde el día de la bofetada – Vuelven a reír, menos el pequeño, él continúa nervioso —. Tú dijiste que la olvidarías.

Glen siempre insistió en decir la verdad porque Emma no podría dudar de mi palabra, se refería a los videos. No obstante, se acopló a mi pedido, nunca jugó por la espalda. Lo de ayer fue cuestión de suerte, no sabía que Emma seguía en California.

—Gracias, no estoy enojado.

—Y no, porque ya es tu novia —bufa—. Ya lograste tu cometido.

—¿Por qué respondes así? Ahora no te llevo a cenar. —Amenazo.

—¿Nuestra cita sigue en pie? —Festeja el rubio—. ¡Hay que festejar!

—Saldremos los cuatro, mejor dicho, los tres —ignoro a Baker.

—¡Te ayudo a conseguir novia y me ignoras!

—¿Se te olvida que yo salí con la hermana de la chica que le gusta a Harry por tu culpa? ¡Emma se enojó conmigo por eso!

—¿Salieron los tres sin mí? —La voz de Vin suena de repente en medio de la discusión.

¿Acaso era un secreto y no debía decir nada? ¿Dónde estaba Vin aquella tarde?

—Vincent, yo pensé que...—titubeo.

—¡Es broma! —Carcajea—. Yo no podía ir, tenía otros planes.

—¡Que idiota, pensé que había metido la pata!

—Nos contamos todo, nunca temas revelar un secreto. Regresando a lo importante. ¿A qué hora nos juntamos hoy y a dónde iremos?

—Vayan a mi departamento y de ahí salimos. Los llevaré a un gran lugar.

—Cuando termine de ponerme lindo, iré.

—Entonces seremos tres, Harry no llegará nunca —ironiza el pelinegro.

—¡Cállate, tonto! —Lo golpea.


Mi novia elige mi vestuario. Ella se adjudica el sentido de la moda, dice que tengo un gran porte y que todo me queda bien, más yo pienso que es una exagerada.

—Tengo que verme bien, pero no importante ¿Entiendes, Emma? —La molesto.

—¡Cállate! Yo elegiré tu ropa para que del 1 al 10 seas un 5.

—¿Por qué un 5?

—Quiero que te miren lo justo y necesario—Cambia su tono de voz a uno amenazante.

—¡Nadie me mira, Senpai!

Nos sentamos al borde de la cama, sus ojos se centran en los míos en una mirada cómplice y juguetona. Su presencia me hace feliz, que me ayude en cosas simples como elegir la ropa, a sabiendas que no es necesario, es hasta divertido. Desde su llegada a California que no ha dejado de hacerlo, ojalá nunca se vaya de mi vida.

—¿Alguna vez has visto el agua del mediterráneo? —Interrogo a una corta distancia de su rostro.

—No, pero supongo que es igual a cualquier otro mar.

—Yo creo que lo ves siempre y no te has dado cuenta.

—No comprendo.

—Tus ojos son como el agua del mediterráneo, no sé cuántas veces me he ahogado en ellos de tanto mirarte. —Dejo un mimo sobre su cara como quien toca un cristal, con cuidado y apreciación.

Sonrojada, dirige su visión a mi ropero, poniéndose de pie, y alejándose de mí.

—¿Te puse nerviosa? Lo lamento Senpai, yo...

—Toma, ponte esto, te espero en la sala. Tonto, lindo y ahora poeta. —Susurra alejándose de la habitación.

Emma Santana, la pequeña Senpai, ha escogido el atuendo indicado para mí, me gusta. Salgo a su encuentro esperando total aprobación de su parte, o quizás un último cambio si no queda convencida. Ella se encuentra sentada en el sofá jugando con el celular, no ha percibido mi presencia y es casi una suerte, porque puedo admirarla a la distancia, aunque sea por cortos segundos.

—¿Del 1 al 10 que tan 5 estoy? —Alzo la voz para que voltee a verme.

—¡Diablos! Creo que calculé mal y lo multipliqué porque estás un 50.

—¿Ah sí? ¿Y cómo haces tú para nunca bajar de 100? ¿Es un secreto europeo? —Abrazo su cintura acortando nuestra distancia; de a poco sus brazos se apoyan detrás de mi cuello con parsimonia—. ¿Crees que vamos muy rápido?

—Contigo iría en tren bala, Benjamín.

—¡Emma! —Me separo—. Me da vergüenza.

—Perdón —dice burlesca—. Eres muy tierno, estás bien vestido y hueles riquísimo. Mañana es nuestra primera cita, tienes que superar este outfit.

—Lo intentaré.

Mis cuatro amigos llegan preparados para ir a cenar. Emma los saluda, y le presento a Brooks y Sanders, a quienes solo ha visto una vez. A partir de ahora, tengo a las personas que quiero a mi lado, soy feliz y me siento completo.

—Adiós, diviértanse. Cuiden a Glen, es muy chiquito.

—¡No soy un bebé, Emma! —Resopla.

—Adiós, Senpai, que descanses, no te quedes hasta tarde.

—¡Benji, por favor, estás tan lindo! —Besa mis labios—. Vete ya, o no te dejaré ir.

—Adiós, adiós.

Hablábamos de música y comics, de películas y libros, de tecnología y videojuegos. Los temas son variados cuando hay buena compañía. Con nuestras manos en los bolsillos, avanzamos por las calles de California. Estamos a dos calles de llegar al restaurante, no sé cómo será la reacción de mis amigos al saber dónde comeremos, si lo tomarán bien o mal por no habérselos dicho antes. Estoy nervioso.

—Chicos, cenaremos aquí esta noche – digo en la puerta de Golden Palace.

—Que gracioso —responde Harry—. Vamos, a dos calles hay un McDonald.

—No es broma, Sanders. Cenaremos aquí, entren.

—¿Estás loco? ¿Sí sabes que este es uno de los lugares más caros del país?

—Lo sé, y ustedes son mis amigos, lo más importantes.

—Benjamín, deja de bromear, caminen —ordena Vin adelantándose.

—Voy a entrar. Me acompañan si quieren, y si no, adiós —Alardeo con seguridad dejándolos en la puerta.

Al darme vuelta, ninguno viene tras de mí. Me harán quedar como un idiota en medio de toda esta gente.

—¡Entren ya, porque los voy a matar si paso vergüenza!

—Clarck, ¿Es broma? —Susurra—¡Vamos!

—Ven aquí, niño —Sujeto su brazo y tironeo hasta quedar dentro del lugar.

La chica de recepción me mira sorprendida, no he avisado que vendría. Sin embargo, le guiño el ojo y ella comprende que debe seguirme la corriente y buscar un lugar en alguna parte.

—Tengo una reserva a nombre de Benjamín Clarck.

Finge buscar mi nombre y me asigna una mesa, una de las mejores para variar. Los chicos permanecen callados, no se atreven ni a mirar la carta una vez que tomamos asiento.

—Clarck, ¡Esto carísimo!

—Hey, pueden pedir lo que quieran, yo los invité.

—Benjamín, podemos irnos, fingimos desmayo grupal —bromea Harry.

—O la cucaracha en el plato —idealiza Vin.

—¡Nada de eso! Comeremos mucho, y eso incluye el postre. ¡Pidan lo que quieran, vamos!

Cada uno ordena un plato diferente, lo que comienza en inquietud se va olvidando cuando hablamos de otras cosas, obviando el tema dinero.

El restaurante se encuentra repleto, todas las mesas están ocupadas por personas mayores, de traje, y posiblemente con trabajos de oficina. Luego estamos nosotros, cuatro adolescentes de jean y zapatillas, pero con la mejor ubicación entre todas las mesas.

—Chicos... recibí el mail de la agencia y no quedamos seleccionados.

—Lo siento mucho. —Comienzo a decir, seguro les traje mala suerte—. Más adelante habrá otras audiciones. ¡Ustedes son geniales!

—La próxima lo haremos los cuatro —argumenta Vin—. Quizás yo soy el toque de suerte que les falta, me animaré.

—¿No están decepcionados? —pregunta Baker.

—No, era una posibilidad. Además, esto nos unió como grupo, podremos hacer otras cosas más adelante. ¿Tú estás triste, Glen?

—No, Harry, habrá nuevas audiciones, ahí nos irá mejor.

—¿Un brindis? —digo levantando mi copa de gaseosa—. Por nuestro fracaso virtual, pero por nuestra amistad real.

Reímos, hablamos, nos molestamos entre nosotros, comemos mucho; ojalá esta reunión pueda repetirse una infinidad de veces más. Me hubiese encantado conocerlos antes, ya queda poco para que finalice mi año, los voy a extrañar el próximo cuando ingrese a la universidad.

El tiempo pasa y traen la cuenta, la cara de mis amigos se torna indescriptible. Tal vez Emma tiene razón en cuanto a los precios, hace mucho que no vengo a cenar aquí.

—Benjamín... —musita mirando el papel—. El desmayo grupal sigue siendo una opción.

—Harry, tranquilo, tengo el dinero, pero quiero llamar al chef porque no nos han preguntado si queremos postre.

—¡Ben! Por favor, vámonos, estoy tan nervioso que no puedo comer.

Intento mantener la calma, mi actuación no va a durar mucho, sus acotaciones son por demás graciosas.

Le hablo a Becky, la chica de recepción, y le menciono que no nos han ofrecido postres; solicito que sean traídos exclusivamente por el chef. En cuestión de minutos él aparece con una bandeja con cuatro flanes, sabe que son mis favoritos.

—Aquí les traigo 4 postres exquisitos, dignos para estos cuatro caballeros —dice el señor Roberts.

—¿Usted piensa que podré llenarme con uno solo? —Indago chistoso.

—No sé, jovencito, ¿Cuántos postres le gustaría comerse?

—No lo sé, me gustaría probar de todo un poco. ¿Qué otro postre me puede ofrecer?

—No, señor, está bien —Se entromete Vincent— él solo está bromeando. Muchas gracias.

—Ben, no tengo hambre.

—¡Pero tú siempre tienes hambre! —Se sorprende Harry.

—Si hay que huir no voy a poder correr —murmura.

—Con que huir, ¿No? —Cambia el semblante el chef de Golden Palace—. ¿Acaso no tienen el dinero para pagar?

—No tenemos dinero, señor, ¿Cree que podamos lavar los platos? —Hago mi último intento actoral.

¿Papá podrá conseguirme las tomas de las cámaras de seguridad? Porque estas caras tienen que quedar registradas eternamente como anécdota de amistad.

—Bueno, es una suerte que no tengan que pagar nada esta noche.

—¿Cómo dice?

—Ser amigos del dueño tiene sus ventajas —Deja los postres sobre la mesa—. Enseguida vuelvo con otros, Benjamin. ¡Disfrútenlos!

La primera cucharada de flan entra en mi boca y es exquisito, voy a repetirlo sin dudas. Mamá no está aquí para cuestionarme cuánto como.

—Clarck... tú...

—¡Claro! —expresa Sanders—. ¡Por eso tan tranquilo!

—¡Benjamín, casi me da un infarto! ¿Eres el dueño?

—El hijo de los dueños. —Asiento comiendo mi flan.

—Ahora sí comeré —dice Glen.

—Adelante, este flan es demasiado bueno, mi favorito.

—¿Por qué no nos dijiste antes?

—No lo sé, no es algo que comente.

—Ben, no lo tomes a mal, pero... con todo el dinero que debes tener ¿Por qué no eres como el padrino?

—¡Glen! —reprocha Vincent— ignora ese comentario, aunque sí, nunca mencionaste que tuvieras dinero.

—A veces creo que la gente se acercaría a mí solo por eso, y ustedes lo hicieron por otras razones, ahora ya conocen todo de mí. Gracias por ser mis amigos.

—Basta de agradecer, Benjamín, para eso estamos.

—¿Van a comerse el postre o van a seguir hablando? —Se burla el menor con la boca llena.

—Come despacio —Lo reta Harry mirando hacia los costados —. Hay gente sofisticada aquí, y luego estás tú devorando como el demonio de Tasmania.

—¿El qué?

—No es tanta la diferencia de edad, pero nunca sabes nada —Se lleva una mano a la frente—. Este niño... mejor sigue comiendo, después lo buscas en Google.

Se les activó el apetito, ahora tendremos degustación para rato.

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