IV
DÍAS DESPUES
Hoy es el cumpleaños de Emma. Con mucho entusiasmo me ha invitado a una pequeña reunión en la cafetería que tanto le gusta, junto a sus amigas y un grupo de chicos a los que ha descrito como increíbles y alegres. Espero caerles bien, o al menos no arruinar los planes.
Estoy en la última clase del día, no dejo de mirar mi reloj porque lo que menos quiero es demorarme al salir y que me molesten como es costumbre. Cuando regresé al colegio luego de la golpiza, los tres agresores se acercaron para amenazarme. Accedí a sus pedidos, les di mi dinero, dejé que me humillaran como siempre. Sé que está mal, pero soy débil y tengo miedo. No reacciono en forma agresiva, no quiero hacerlo, menos en el colegio para llamar la atención del resto.
En clases de educación física al formar equipos pidieron por mí, fue la primera vez que me involucraban. Al terminar el partido me felicitaron, me sentí bien, pero duró poco. Alex Ross se encargó de regresarme a la realidad.
"No eres bueno, solo te lo dicen por lástima, Clarck" y sí, creo que tiene razón.
El timbre suena otorgándome la señal para salir corriendo. Tengo que pasar por mi casillero e irme al departamento sin llamar la atención. Guardo unos libros, me llevo otros, y cuando estoy a punto de cumplir mi objetivo, Nathan me enfrenta sin sentido empujándome al pasar. Guardo silencio y soporto el dolor de mi hombro, él se está retirando.
Salgo del colegio y realizo el típico trayecto hacia mi departamento. Me encuentro nervioso en demasía, no sé si es buena idea acompañar a Emma a la reunión con sus amigos. No quiero que deje de hablarme, tampoco hacerla pasar un mal momento, es que no me siento seguro de esto.
—¿Benjamín? —Escucho una dulce voz a mis espaldas.
—Senpai. —Sonrío—. ¡Feliz cumpleaños! No te vi salir esta mañana.
—Me quedé dormida, pero es mi cumpleaños, no importa. ¡Vamos a casa! —Toma mi brazo y caminamos juntos.
Nuestros colegios no quedan tan lejos, los separan unas cuadras, sin embargo, nunca coincidimos, y la vez que quedé en buscarla, el desenlace fue horrible. Todavía se notan los pequeños hematomas, aunque en un par de días desaparecerán por completo.
Llegamos al edificio y decido darme un baño antes de salir en compañía de mi vecina. ¿Cómo debería vestirme? No tiene que ser formal, pero tampoco tengo que verme como si no me interesara.
Busco en mi armario, elijo un pantalón negro, zapatos, una remera azul y mi chaqueta de cuero. Considero que se ve casual ¿O tal vez ir de negro es exagerado? Me cuestiono frente al espejo.
El toque de la puerta me advierte que ya no tengo tiempo para pensar y que tendré que quedarme así de una vez. Emma se ve radiante. Trae un suéter holgado en tono rosa claro y su cabello suelto cayendo hacia los costados. Rubio, ese rubio perfecto que ningún tinte podría imitar. Los ojos le brillan cuando me observa con su tierna sonrisa y no duda en opinar sobre mi aspecto.
—Pareces un bad boy de esos populares. —Insiste con su broma.
—¿Me ayudas a elegir otra ropa?
—¿Es broma? ¡Te ves increíblemente sexy!
—¿Qué? ¡No digas algo así! Yo no soy sexy, que tonta.
—Ya vamos, ¿no? Llegaremos tarde. —Toma mi mano tironeando de mí para salir.
Sexy... esa palabra jamás podría ser aplicada en mí, pero si en ella. Emma podría encajar con cualquier adjetivo calificativo orientado hacia la belleza.
—Estás muy bonita —Comento dentro del ascensor.
—Gracias, demoraste en decirlo como 10 minutos. —Se queja mirando su reloj.
—¡Perdón! Es que... —Estoy tan nervioso, siempre lo arruino—. Tú no me dejaste hablar, pero...
—Es broma, sabes que me gusta ponerte nervioso. —Admite traviesa—. Te ves muy lindo cuando te sonrojas, y pareces un pequeño niño intentando dar una excusa.
—¿Te burlas de mí? —La miro asombrado—. Te diviertes conmigo, pequeña, eres muy mala.
La charla es agradable. Me habla sobre su escuela, lo emocionadas que están sus amigas por conocerme a causa de lo que ella les ha contado; sobe todo de nuestras tardes y noches de programas televisivos. También me platica acerca de su madre, a quien llamará en la noche cuando lleguemos a casa.
El trayecto hasta la cafetería se hace corto, con ella a mi lado ocurre. Llegamos antes de lo pensado y creo saber el motivo de por qué le gusta tanto este lugar. Tiene las paredes internas pintadas con temática oceánica, es como si fuera una enorme pecera artística. Para alguien amante del mar, esto podría ser considerado una nueva maravilla.
—Ya todos están dentro, vamos, solo faltamos nosotros —dice abriendo la puerta de la cafetería.
Me transmite su emoción. Es su cumpleaños, está en otro país, y alcanzó la mayoría de edad, es algo para festejar sin dudas.
Mi alegría se termina en un instante cuando quedamos dentro. Sus amigas y tres chicos ocupan la mesa. Aquellos de los que tanto me había platicado días atrás, esos que eran increíbles y divertidos; para mí una pesadilla. Nathan, Alex y Travis.
—Emma, no puedo —digo de repente.
—¿Qué cosa no puedes?
—Tengo que irme, no puedo quedarme, lo siento.
—¿Por qué? ¡No me hagas esto! por favor. —Aprisiona mi mano con fuerza—. Quédate un momento, hazlo por mí.
Mierda, ¿Por qué tiene que pasarme esto justo ahora? ¿Cómo puede ser que estos tres sean las personas tan buenas y radiantes que ella describía? ¡Me niego a pensarlo!
Veo su rostro confuso mirándome como si estuviera demente, más no es mi culpa. El agua llena el interior de sus pupilas paradisiacas donde una vez más quiero sumergirme.
—Por favor, quédate, nos iremos temprano si quieres. —Pide sin soltar mi mano.
Acepto quedarme porque sus ojos me encantan y me hipnotizan. Su dulce voz parece quebrarse, suena hasta desilusionada, y no es que quiera creer que soy importante para ella, pero no puedo lastimarla así el día de su cumpleaños.
—Está bien, me quedaré un momento, ¿Sí? Tú puedes seguir aquí con tus amigos. —Sonrío apenado.
—¡Gracias, Benjamín! Vamos, todo estará bien.
Las caras de mis agresores no tienen descripción, quizás igual que la mía ahora.
—Chicos, él es Benjamín, el chico del que tanto les he hablado.
Las chicas me saludan con sonrisas sinceras, en tanto los demás fingen hacerlo, y por mi bien, hago lo mismo. Es un momento incómodo, no quitan sus miradas de mí, ya puedo imaginarme como me tratarán mañana.
Intento permanecer quieto centrándome solo en las chicas, ellas no dejan de conversar.
—¿Qué te pasó en el labio? —pregunta Eloise.
—A Benjamín lo asaltaron hace unos días.
—¿Te asaltaron? —Interroga Nathan— ¿Dónde fue?
—Sí, a la salida del colegio.
—¿Y cuánto dinero te robaron?
—Nada, solo huyeron después de los golpes.
—¡Que idiotas! —expresa Cadence—. Por suerte ahora estás bien.
—Sí. —Confirmo inseguro—. Estoy bien.
Al menos lo estaré hasta que pasen uno 20 o quizás 30 minutos soportando tres pares de ojos con intenciones de aniquilarme.
Los presentes interactúan mientras toman sus malteadas. El único consumiendo una taza de café es Ross, al parecer, tambien tiene ganas de irse, es el menos involucrado en la conversación. Si no los conociera también creería que son buenas personas, o tal vez lo son y conmigo no es el caso.
—Emma, ahora que eres mayor de edad puedes salir de noche y comprar alcohol. —La molestan sus compañeras.
—Sí, tal vez salga a beber por ahí o bailar en algún club—Ironiza.
—Podríamos hacerlo si quieren. —Propone Alex—. Tengo un amigo que nos puede hacer pasar. ¿Qué tal este sábado?
—¿Lo dices en serio? —Habla entusiasmada.
—Claro, vamos todos, tú también puedes ir, Benjamín.
Jamás saldría con ellos, tenerlos alejados es mi mejor opción, pero Emma... ella no merece tener amigos así.
—Sí, puede ser —musito.
—No me gusta bailar —dice Cadence—. Pero iré si todos lo hacen.
—Benjamín baila muy bien.
Los tres ríen, ellas no parecen entender de qué se trata, a su escuela los rumores no han llegado, o tal vez sí, y desconocen al portador.
—¿De qué te ríes? —pregunta ceñuda Cadence a Nathan— Tú apenas puedes caminar.
Carcajean, no puedo unirme a ellas, aunque por dentro creo que fue un gran chiste.
—Bailar es cosa de chicas —Menciona Travis—. Los hombres no somos tan buenos en eso.
—¡Benjamín es increíble! —Admite mi vecina—. Lo he visto bailar y es genial.
—Yo también bailo—Comenta Eloise— pero no soy tan buena, algún día podrán comprobarlo.
—Benji, tu celular está sonando—Señala Emma.
—Oh, no lo escuché, gracias.
Esto sí que es inusual, nadie me llama, solo mi madre. Saco el celular del bolsillo encontrándome al pequeño Glen en pantalla. Su foto de perfil es simpática.
—¿Hola?
—Benjamín, por favor, necesito que me ayudes, ¡Tuve un accidente! —solloza.
—¿Dónde estás?
—Estoy en la plaza frente al ayuntamiento. Por favor, ven.
—De acuerdo, iré. Quédate ahí, tranquilo, todo estará bien.
Tengo los nervios de punta, a esto se suma la intranquilidad de este niño recurriendo a mí. No puedo decirle a Emma o querrá salir a socorrerlo y abandonar a los presentes, ella piensa que es como un pequeño bebé que hay que proteger.
—Emma, debo irme.
—¿Por qué tan pronto? —Hace puchero—. Por favor, quédate un rato más.
—No puedo, es importante.
—¿Pero todo está bien?
—No lo sé, luego hablamos.
—Iré a tu departamento esta noche cuando termine de hablar con mamá, ¿Sí? Te quiero, Benjamín.
Su abrazo se manifiesta frente a los demás, ya lo ha hecho antes, pero ahora siento mis mejillas arder. Me despido a modo general antes de retirarme, nunca me atrevería a pasarme de la raya frente a estos tres. La mirada que traen es como la de un grupo de sicarios que ha dado con el objetivo, parecen asesinos seriales. ¡Mañana me van a apuñalar!
Salgo corriendo de la cafetería, Glen se ubica a unas dos cuadras, tengo que apurarme. ¿Qué le habrá pasado? ¿Por qué me llama a mí y no a su madre?
Entre la desesperación, una voz grita mi nombre, y al voltear, está ahí observándome.
—¿Glen? ¡Pero no te ha pasado nada! —exclamo.
—¿Qué hacías con los bravucones? —Pregunta cruzado de brazos.
—Es el cumpleaños de Emma, vinimos por malteadas y resulta que ellos son sus amigos.
—¿Es el cumpleaños de Emma? ¿Y por qué no me ha invitado?
—¡Pero si solo te ha visto una vez!
—Bueno, ¡pero pensé que ya éramos amigos! —Reclama—. Ben, ¿Te molestaron? ¿Quieres que entre y les dé una paliza?
—No, Baker—reímos— Ya te he dicho que no debes golpear a nadie. La violencia nunca será una solución.
—Lo sé, pero practico karate, puedo hacerlo cuando es necesario. —Guiña el ojo— Vamos, quiero que vengas conmigo a un lugar.
—¿A dónde? Tuve que mentirle a Emma, pensé que te habías accidentado.
—¿Dejaste a Emma por ir a auxiliarme? Eres un gran amigo, Benjamín. Perdón, pero sentí que debía sacarte de allí. Por cierto, buen outfit.
—Gracias, supongo.
En el ayuntamiento se reunirá con su amigo Harry Sanders, el chico del video. Asegura que tienen algo que decirme y espero no sea nada malo, no ha querido adelantarme nada, tengo que esperar.
El chico nos está esperando en el parque que se encuentra en frente. Es un poco más bajo que Glen, de cabello rubio y ojos claros. Su rostro manifiesta una sonrisa sincera, nada forzada; tampoco parece estar nervioso, sino más bien entusiasmado.
Una corta presentación es suficiente para que los tres nos sentemos a platicar. Glen le cuenta lo que ha ocurrido y termino hablando de los bravucones como él los llama. Sanders asegura que ha sido muy valiente de mi parte mantenerme en esa mesa, y un gran desperdicio al no terminar mi malteada. En esto último tiene razón, estaba deliciosa pero mi estómago no aceptaba ni una gota.
—Bueno, ¿Ya le dijiste? —pregunta Harry al terminar la conversación.
—¡No, aun no! —Susurra.
—¿Qué quieres decirme? Y otra cosa, ¿Cómo sabias dónde estaba?
—Primero, son dos cosas las que tengo que decirte, y segundo, te seguí —menciona calmado.
—¿Lo seguiste? ¡Y por qué lo dices con tanta naturalidad! ¡Eso no se hace, Glen! —Recrimina su amigo.
—¡Está mal seguir a las personas, Baker! Te di mi número.
—Lo sé, Clarck, pero esto es importante y tenía miedo de que dijeras que no.
—Ya díganme que quieren.
—Benjamín, no te conozco mucho. —Comienza el rubio—. Pero nos gustaría que te presentaras junto a nosotros, ya sabes... en el concurso de talentos. Y antes que digas que no, escúchanos cantar. —Saca su móvil con el propósito de enseñarme un video.
Además de buenos bailarines, tienen voces brillantes, afinadas e increíbles. ¿Por qué tendría que unirme a ellos cuando pueden lograrlo solos?
—No, de ninguna manera. —Me niego—. Yo no soy bueno para esas cosas. No quiero ser un artista.
—Pero yo si quiero, Benjamín, por favor —Junta sus manos en forma de súplica.
—¡No sé cantar, Glen!
—Pero sabes bailar —Acota.
—Pero no sé cantar.
—Pero sabes bailar—Repite gracioso— Benjamín, te podemos enseñar. Yo cantaba muy mal y desafinaba.
—¿En serio? —Estoy sorprendido, su voz es perfecta.
—No, en realidad nací con un don, pero lo puedo compartir.
Baker es muy ocurrente y despreocupado, es la primera vez que me siento uno más.
—Benjamín, piénsalo. —Insiste Harry—. Puedes ser muy bueno, tal vez necesitas práctica.
—Yo solo puedo rapear.
Han dado en el centro, entre ellos festejan chocando sus puños, sin embargo, no creo que sea buena idea.
—¡Rapea algo ahora! Tengo algo en mi teléfono —Busca una base en su celular.
Nunca pensé que me animaría a hacer algo así frente a dos personas que acabo de conocer, no obstante, me transmiten confianza, han compartido conmigo dos videos; uno bailando y otro cantando.
Improviso algo simple, refiriéndome a lo mal que está perseguir a las personas y lo importante de no mentir en una llamada telefónica. Sanders ríe, Glen intenta no hacerlo, sabe que me refiero exclusamente a su accionar.
—No lo pediré de nuevo, lo tomo como un sí. —Afirma Harry—. Por favor, Benjamín, ¡Eres muy bueno!
—No lo sé...yo...
—¡Seremos como los Jonas Brothers! —Interrumpe Baker y volvemos a reír.
—Lo pensaré, ¿Está bien? No quiero prometerles nada.
—Recuerda que solo es un casting. Nada nos asegura que los tres quedemos, quizás ninguno lo haga.
Harry tiene razón, es una audición grupal donde la selección es individual, luego podrían descartarme y ellos continuar como si nada, eso estaría bien.
—De acuerdo, lo haré solo para ayudarlos. Aunque si me eliminan en primera ronda seré la persona más feliz.
—¡Gracias!
Los dos me abrazan como si les estuviera salvando la vida, cuando fue en realidad Glen quien lo hizo conmigo minutos atrás. ¿Qué habría sucedido si me quedaba allí sentado? De seguro terminarían acosándome hasta en la biblioteca.
—Ahora te diré lo segundo, y no puedes negarte porque ya estamos sobre la hora, lo siento mucho —Habla el menor con prisa y sin dejar de mirar su reloj.
—¿Y ahora qué, Glen? Te estás aprovechando de mí.
—El último favor, lo juro. —Cruza los dedos—. Saldremos con unas chicas, y ellas son tres. Ya sabes... nosotros dos, ellas tres... tú estás aquí...
—¡Tengo 17 años, ustedes 14! —Frunzo el ceño—. No saldré con una niña.
—Una de ellas es la hermana mayor, tiene 16, por favor. —Junta sus manos otra vez—. Seré tu guardaespaldas en la escuela, no dejaré que esos tres te lastimen.
—¿Tú me seguiste por esto?
—Sí.
—De acuerdo, solo por hoy, la próxima usa el celular y no me alarmes.
—Lo prometo, Ben —enseña su mano.
Salir con esas tres chicas fue apacible, una de ellas, tal y como lo dijo el pelinegro, tenía 16 años y era la hermana mayor de Sandy, la chica que le gusta a Harry. Glen me presentó como su amigo, casi como un hermano, y en mi interior me sentí feliz porque en poco tiempo nos hicimos cercanos.
Las horas pasaron y llegó el momento de retirarnos. Me despedí de Kayla, la chica con la que hablé por largo rato, y luego nos fuimos a casa. Al llegar al departamento Emma estaba entrando al suyo, pero me ignoró por completo. ¿Está enojada conmigo? Sí, como no estarlo, me fui antes de lo planeado el día de su cumpleaños. Lo peor es que aún no le he dado su regalo, soy un estúpido.
Me cuestioné si debía golpearle la puerta para darle explicaciones o no, y decidí que mañana sería un mejor momento. Recordé que hablaría con su madre, no podía interrumpirla.
Ahora, recostado en mi cama, me siento culpable, sin embargo, haré todo para solucionar este malentendido.
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