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III


Mi mano sangra. Nathan me empujó contra el casillero logrando que me corte con el borde de este. Por suerte huyeron como ratas antes de enfrentar cualquier castigo, mas no los delataría, ni fuera de mis cabales me animaría a acusar a esos tres, tomarían represalias en mi contra y la sangre se manifestaría en otras partes de mi cuerpo. Trago saliva antes de siquiera pensarlo.

La enfermera me venda la mano con cuidado, el corte no es muy profundo, pero igual arde. A penas termina de curarme camino hacia el salón, justificando mi demora con solo mostrar el vendaje. Travis me advierte desde su banco que no puedo decirle a nadie y capto el mensaje con ver la furia en sus ojos. Tal y como lo supuse.

Ignoro sus amenazas con la finalidad de sentarme en mi pupitre, no obstante, Nathan coloca el pie provocando mi caída. Nadie en el aula ríe. Soy como una especie de bufón para divertirlos a diario, pero esta vez se abstienen.

—¡Foster, a dirección ahora! —Dispone la profesora.

Sin nada que acotar él sale, no sin antes golpear su hombro contra el mío una vez que estoy de pie. Exhalo procurando no hacer contacto visual con nadie, menos con los dos restantes. Me siento para prestar atención a la clase y me quito el polvo del pullover. Qué bueno que tengo tres uniformes en casa, uno solo no bastaría si tuviese que lavarlo a diario después de tantas caídas inesperadas o advertidas.

Mi mano duele, no quiero usar este vendaje, quizás unas bandas elásticas logren cubrir el corte pasando inadvertido cuando tenga que practicar esta tarde junto a Rachel.

—Benjamín, ¿te encuentras bien?

—Sí, profesora, no se preocupe.

Treinta minutos después mi clase termina y puedo salir con prisa antes de que alguno de ellos me intercepte en la salida. Sujeto mi mochila llevando los libros en la mano; después podré guardarlos. Quiero llegar cuanto antes para cambiarme de ropa y buscar a Emma. Estoy nervioso, nunca he dejado que alguien me vea bailar, solo mi profesora y porque debe hacerlo.

Cuando ya me he alejado lo suficiente del colegio me detengo a guardar los libros y apuntes. Lo hago con cuidado, el movimiento de mi mano es certero por la prisa, pero torpe ante el dolor. El corte no es profundo, sin embargo, el roce con la venda lo empeora. 

Continúo mi camino con precisión, estoy a pocas calles del complejo estudiantil. De un instante a otro escucho una voz llamarme a la distancia.

—¡Benjamín! ¡Espera!

—¿Glen? ¿Qué haces aquí?

—No te encontré en el colegio —responde agitado.

—¿Necesitas el pendrive? Olvidé llevarlo a la escuela, pero estamos a unos metros de mi departamento; ven, y de paso tomas agua.

—Gracias ¿Vives aquí? ¿Solo?

—Así es, hace dos años.

—¡Eso es genial! Ojalá mamá me dejara vivir solo —ríe—. Ella se volvería loca. Y bueno, ¿qué piensas de mi baile?

—¡Que ambos son geniales! Sinceramente nunca creí que bailaras tan bien.

—¡Me subestimas, soy bueno en todo! —Alardea—. Mi amigo Harry estudió danza contemporánea. Sí, ya sé que no tiene nada que ver con lo que hacemos ahora, pero él también es bueno.

—Los dos lo han hecho bien, seguro tendrán la aprobación de los jueces.

—Gracias. Tú deberías presentarte —Me motiva en tanto entramos en el ascensor.

—No, no me gusta participar de concursos y certámenes. No es lo mío, no tengo carisma ni gracia.

El chico se queda mirándome como si me analizara, ha prestado atención a mis palabras; sin embargo, trata de calmar su respiración y es el motivo por el cual decide no acotar algo más.

Lo primero que hago al ingresar al departamento es servirle un vaso con agua.

—Buen departamento—Comenta observando alrededor.

—Es sencillo, pero tengo lo necesario. ¿Quieres comer algo? ¿O más agua?

—Más agua, por favor, he corrido el doble de lo que hago en educación física.

—Perdón por lo del pendrive, aquí lo tienes; lo olvidé por completo.

—No me importa tanto el pendrive, solo quería saber qué opinabas, no tenía tu número para enviarte un mensaje. ¿Crees que puedas dármelo?

Me sorprende de sobremanera que pida mi número. ¿Eso quiere decir que me considera su amigo o alguien cercano?

Ay, Benjamín, solo lo hace por amabilidad, déjate de boberías.

—Sí, intercambiemos números. Puedes comunicarte conmigo cada vez que lo necesites.

—¿De verdad puedo hacerlo?

—Así es, Glen, puedes —Sonrío agendando mi número en su teléfono.

Intercambiamos contactos, me cuenta acerca del casting y sobre su amigo Harry, quien al parecer es muy simpático. Se conocen gracias al baile; que suerte tienen.

Dos golpes se escuchan desde la puerta y, al mirar mi reloj, me doy cuenta de que es Emma, la persona más puntual que he conocido. Tan solo entrar al departamento clava sus ojos en Glen. Sonríe levantando su mano en un leve saludo. El menor imita el acto, pero se queda observándola.

—Ella es Emma, viene de España, está aquí por un intercambio. —Los presento.

—Woah que linda, parece una muñeca. —Murmura sin pensar.

—Ella puede entenderte —Ironizo y reacciona.

—Lo siento, yo... yo...

La rubia ríe con ternura por la reacción, aunque sin lugar a duda yo moriría de vergüenza si algo así me ocurriese.

—Gracias, Glen —responde—. Tú también eres muy bonito.

—¿Cómo sabes mi nombre?

—Te vi bailar en el video junto a tu amigo Harry, lo hacen muy bien.

—¡Clark! —Frunce el ceño—. Pensé que solo tú lo verías.

—Lo sé, lo siento, pero es que Emma ya estaba aquí y...

—¡Y ya! ¿Por qué tanta explicación? —Interrumpe—. Bailas muy bien, me encantó, ojalá ganes. Benjamín, ¿estás listo para irnos?

—Debo cambiarme, lo haré rápido —Oculto mi vendaje sin que ella lo note— Espérame aquí.

Corro hasta mi dormitorio para vestirme de manera apropiada, un conjunto deportivo y ya, es solo baile. Busco en mi armario el pequeño botiquín. Poco a poco retiro la venda remplazándola por dos bandas elásticas, no se notará con las mangas sueltas de mi buzo.

Al regresar a la sala Emma y Glen conversan alegres. Me encantaría tener la seguridad que se carga este muchacho. Parecía avergonzado hace unos minutos y ahora mantiene una conversación fluida como si nada.

—¿Por qué a mí no me invitas a verte bailar? —Pregunta al acercarme.

—¡Por qué no! Qué vergüenza.

—¡Pero tú me viste bailar a mí! —Resopla—. Por favor, llévenme con ustedes.

—Lo llevemos, Benjamín. Es un bebé, míralo.

—¡No soy un bebé, tengo 14 años! ¿Cuántos tienes tú? —Se queja.

—Tengo 17, y en unas semanas es mi cumpleaños, seré mayor de edad—Responde burlesca.

El pelinegro ha quedado sorprendido. Emma es pequeña de estatura, cara de muñeca, tal como lo mencionó hace un rato, con una voz dulce y delicada. Él con 14 años es más alto y robusto. 

—Bueno, ¿podemos irnos? —Los apuro para que salgan del departamento.

—¿Eso es un sí? ¿Me van a llevar con ustedes?

—Benjamín, lo llevemos.

—¡Aish, está bien! Solo porque Emma insiste.

Caminamos los tres hasta el estudio, se siente extraño estar acompañado. Normalmente voy y vengo solo a todas partes, nunca alguien se ha interesado en ser mi amigo.

Al tiempo de llegar a California, hace dos años atrás, creí que todo estaría bien, que las cosas cambiarían y alguien me abriría las puertas de su grupo; pero nunca ocurrió. No he mantenido conversación con ninguno de mis compañeros y, claro, los abusivos me tomaron de punto cuando mis aficiones por el baile se propagaron.

Todavía recuerdo las burlas del primer día. Una filmación junto a una edición y varios memes se pasaron de grupo en grupo, los pasillos secreteaban mi nombre; estar en la cafetería ya no era posible, ni siquiera entrar al baño con un montón de desquiciados tratándome de anormal y sexualidad dudosa.

A los días comenzó el martirio. Las burlas pasaron a empujones desencadenando lo que vivo en la actualidad. No los acuso por miedo, no hablo por miedo, incluso me escabullo en cada oportunidad hacia la biblioteca. A veces me pregunto si realmente es el precio que debo pagar para no preocupar a mis padres o para mínimo alcanzar lo que me propongo.

—¡Es aquí! —Indico, el estudio solo queda a unas cuadras del complejo estudiantil—. Vengan, les presentaré a mi profesora.

Rachel me espera sentada con su celular en mano. Tomo clases particulares con ella, así que solo somos nosotros. Queda sorprendida al verme con dos personas más.

—¡Hola, Rachel! Antes que nada, quiero que sepas que son mis amigos y me obligaron a traerlos.

—Sabes que no hay problema con eso. Hola, tomen asiento y vean lo que este chico sabe hacer —ríe colocando algo de música

Cuando entro al estudio me olvido de lo que me rodea, porque es el momento perfecto para desestresarme, dejar a un lado los problemas y solo concentrarme en lo que Rachel me aporta. Esta vez la coreografía ya está lista, es cuestión de practicar.

Tener a Emma y Glen de espectadores es impensado, pero obviando ese pequeño detalle, todo sale bien. Parecen admirarme a lo lejos, me siento cómodo con su compañía, saber que no me están juzgando sino apoyando me alivia.

¿Por qué las cosas no pueden ser así de fáciles? Sigo sin saber cuál es el problema, me lo replanteo a diario al analizar mi día y las palabras que recibo. ¿Cómo puede ser que tantas personas conserven una sola opinión o sean tan influenciables con un discurso general y desacertado? Un colegio destacado por el buen rendimiento académico, y una alta cuota, deja entrever que las buenas personas no son aquellas que más tienen sino las que están dispuestas a dar. Ninguno en mi salón entra en la categoría. 

Termino cansado con mucha sed y unas cuantas gotas de sudor recorriendo mi rostro cuando la clase finaliza. Rachel se ha encargado de que la práctica sea intensa, la veo sonreír con picardía bebiendo de su botella.

—Bien hecho, Benji C —Acota—. Nos vemos la próxima.

—Gracias, he quedado agotado pero enérgico. ¡Lo hemos hecho bien! —Chocamos puño.

Una despedida general nos permite la salida. El aire fresco en mi cara es lo mejor.

—¡Eso fue increíble!

—No es para tanto, Glen —Niego—. Oye, ¿Tus padres no estarán preocupados por ti? No has regresado a tu casa desde que salimos de la escuela.

—No te preocupes, le avisé a mi madre que hoy demoraría, pero ahora iré a casa—Asiente—. Nos vemos mañana en la escuela, Benjamín. Adiós, Emma, un gusto conocerte.

—Adiós, Glen, cuídate, ve con cuidado.

—Sí, no soy un bebé—resopla en tanto se aleja.

—Yo sigo pensando que es pequeño. —Comenta por lo bajo.

—Vamos a casa, Senpai.

Ella habla de lo bien que he bailado, de la sonrisa que se manifestaba en mi rostro al hacerlo y la concentración que emanaba.

El baile es una pasión para mí, me encanta, no sé si soy realmente bueno; pero me gusta y me divierto haciéndolo, eso es lo que importa.

Los rumores, las críticas, los golpes, nada de eso me impidió bailar; no creo que haya algo lo suficientemente razonable para hacerlo. Hasta que mis piernas aguanten el movimiento insistiré en practicar lo que me hace feliz. 

—¿Cenamos juntos? —Pregunta una vez que subimos al elevador del edificio—. Esta vez en mi departamento.

—Claro, me encantaría conocer tu hogar.

Un aroma a flores se percibe en el ambiente. El lugar ya estaba amueblado, los estudiantes de intercambio tenemos los mismos equipamientos, no obstante, el toque a hogar lo brinda cada uno. Este es perfecto, totalmente femenino y limpio.

—Tu departamento huele muy bien.

—Gracias, supongo. —Sonríe avergonzada—. Tu departamento también huele bien. Bueno, es más varonil, tú hueles bien.

Lo que acaba de decir me provoca una leve corriente sobre mis huesos. ¿Serán nervios? No puedo saberlo a la primera, mas no recuerdo haberme sentido así antes.

—¡Siéntate, compré una pizza de esas preparadas que solo la metes al horno y ya! —Se encoge de hombros—. Para que veas que soy una excelente chef.

—¡Ya lo creo! Deberías abrir tu propio restaurante en España. "Pizzas La pequeña Senpai"

—No es mala idea. —Finge pensar—. Podrías ser mi socio y hacerme publicidad. Con ese bello rostro todas las chicas querrían venir a mi restaurante.

¿Acaba de decir que le parezco lindo? No, debe estar bromeando.

La pizza sale del horno dejando un aroma exquisito, después de mis practicas muero de hambre.

—Disfrute de su pizza, señor Benji —dice al dejar las porciones sobre el plato.

Enciende la televisión, mientras comemos vemos un programa. Se escucha el crujido de la masa, ha quedado crocante en un punto exacto.

—Usted se ha esmerado, señorita Emma, esta pizza es de las mejores que he probado.

—Gracias, Benji Clarck, esto lo hice para usted. —Carcajeamos.

Trae un buzo en color rosa donde sus cabellos rubios resaltan. Y sí, yo también pienso que es como una linda muñeca de porcelana, de esas que cuidas para que nadie las maltrate.

—¿Crees que mañana pueda pasar por ti a la escuela?

—¡No! —Niego exaltado.

Jamás debe enterarse de lo fracasado que soy en el colegio. Piensa que soy bueno con las chicas, rodeado de amigos y ese tipo de cosas y, si bien nada de eso es real, no quiero que sepa cómo es mi calvario allí dentro. Tampoco quiero que la vean porque, por más raro que suene, no me gustaría que haga otros amigos y se aleje de mí. Soy un idiota.

—Perdón —Susurra—. No quiero que pienses que me meto en tu vida. Lo siento, yo no debí...

—No es eso, Emma, si quieres yo te busco a ti. —Planteo y algo dentro de mí pide a gritos que no lo haga.

—¿De verdad? ¿Irías por mí?

—Lo haré si tú quieres —Asiento.

—Seré la envidia de todas las chicas. —Aplaude— Sí quiero.

—¡Deja eso! —Reímos—. Me iré a dormir, no te acuestes tan tarde, mañana hay escuela, pequeña Senpai.

Se lanza sobre mí y, a pesar de los nervios, mis brazos la rodean gustosos. Aspiro el olor de su dulce perfume floral provocando que mis ojos se cierren extasiados.

—Hasta mañana, Emma.

—Chau, Benjamín.

Al separarnos, entro a mi departamento y simplemente me voy a dormir. Mañana será un día importante. 


Salgo del colegio directo a buscar a Emma. Estoy nervioso, no he dejado de pensar en toda la noche y el trascurso del día en cómo me verán en su colegio cuando llegue a su encuentro.

—¿A dónde vas, rata? —pregunta Nathan.

—A mi casa—respondo sin resoplar.

—¡Hoy parece que tiene ganas de hablar! —Se burla Alex Ross masticando chicle.

—Danos el dinero que traigas en este momento. —Ordena Travis.

Foster me toma de los hombros estrellándome contra la pared externa del colegio e impidiendo el paso. Ya se estaban demorando el día de hoy.

—No traigo dinero, solo lo justo para el autobús. —Miento—. Además, ustedes no parecen ser de las personas que necesiten dinero.

¿Eso ha salido de mi boca? ¿Estoy provocado a los bravucones antes de ir a buscar a Emma? Esto está mal, muy mal.

Mi cuerpo se tensa, siento el puño de uno de ellos impactar contra mi rostro, de inmediato intento cubrirme al caer, pese a ello, los tres comienzan a atacarme sin motivos, solo por no darles dinero. Me cubro la cara ambas manos; no obstante, desde la posición donde me encuentro las patadas impactan en mi cuerpo sin detenerse.

—¡Hey! ¡Ustedes tres! —Escucho la voz del director.

—Mencionas un solo nombre y te rompemos todas las costillas, Clarck. —Amenaza Foster antes de salir corriendo.

—¿Estás bien? —Pregunta mi superior ayudándome a levantarme del piso—¿Quiénes han sido? ¿Sabes sus nombres?

—No, aparecieron de la nada y me golpearon, no pude verles la cara. —Una parte es real, la otra un gran encubrimiento.

—Ven, yo mismo te llevaré a tu casa, la enfermera ya no está en la escuela. Podemos ir a un hospital a que te revisen.

—No señor, no hace falta.

—Insisto, jovencito.

—Estoy bien, puedo irme solo, vivo en el complejo de intercambio. —Sonrío para aminorar mi mal aspecto.

Por más que intento convencerlo el director Schein persiste en llevarme y no puedo librarme de su compañía.

Quisiera avisarle a Emma, aunque no tengo su número. No sé por qué en todo este tiempo no lo hemos intercambiado. Solo ruego que se encuentre bien y no se quede a esperarme pensando en que le he fallado.

—¿Estarás bien? —pregunta el director dejándome en la puerta de mi edificio.

—Sí, no se preocupe. Muchas gracias por traerme.

—Debería llamar a tus padres, Clarck.

—¡No! —Le pido encarecido—. No quiero que mi madre se preocupe, estaré bien.

—Intentaré dar con los culpables, por ahora descansa.

Mis costillas duelen, esta vez se excedieron con los golpes. Debería defenderme como lo aconsejó Glen, pero no estaría bien, sería rebajarme al igual que ellos.

La puerta del 5A está siendo azotada logrando asustarme, puedo escuchar el enojo de Emma desde aquí. He quedado como un idiota dejándola plantada en su escuela y sin poder avisarle, mas no fue mi intención hacerlo.

Con dificultad, y a paso lento, camino para hablarle, ya no sé si debo cubrirme el rostro o solo dejar que descargue su furia emocional conmigo.

—Vas a tirar la puerta, pequeña —expreso con dificultad.

——¿Benjamín? ¿Qué te pasó? —Se acerca con preocupación deshaciéndose de su rostro ceñudo por completo.

—Me caí. —Miento.

—¿Por un barranco? ¿Rodaste y te golpeaste la cara con una piedra repetidas veces? —Sus preguntas sarcásticas me hacen reír y doler al mismo tiempo.

Me quita las llaves de las manos con el fin de abrir la puerta y permitirme pasar a mí primero.

Bebo un vaso con agua notando una leve marca de sangre en el borde. Mi labio arde, mi cabeza explota y mi mano sigue percudida con tierra al igual que mi pantalón de vestir. Intento respirar profundo, no perder la calma y continuar. Hace unos días leí que además de contar hasta diez es bueno pensar en otra cosa, en algo que te haga feliz. Tengo muchos motivos cuando lo pienso en profundidad. 

—Siéntate en el sofá —Ordena—. ¿Tienes un botiquín?

—Sí, lo dejé en el baño. —Corre a buscarlo—. Emma, no hace falta, estoy bien.

—¡Cállate, Clarck! ¡Me preocupé por ti, tonto! Estaba enojada, me dejaste plantada en la escuela. —Hace puchero—. Pensé que te habías quedado con alguna chica de tu colegio y me habías olvidado.

—Senpai, ya te dije que no soy de esa clase.

—¿Te asaltaron o peleaste por una chica? —Insiste.

—Quisieron asaltarme, pero no tenía dinero. —No se me hace necesario contarle que soy un completo perdedor a quien golpean a diario. 

Remoja un poco de algodón en alcohol antes de limpiarme las heridas del rostro. Arde demasiado, soy muy sensible, quizás hasta llore como el cobarde que soy.

—Basta, puedo hacerlo.

—Cállate, Benjamín —Refunfuña.

¿Está enojada conmigo? Emma, yo si quería buscarte, pero ellos me atacaron.

—¿Dónde más tienes lastimado?

—Nada más.

—Quítate la camisa.

—Emma, te estas sobrepasando —expreso burlesco—. Vas muy rápido, no hemos tenido una cita.

—¡No estoy para bromas, Benjamín! Ven, vamos a tu habitación, necesito que te recuestes y te quites la camisa.

No estoy en condiciones de negarme, me duele todo. Con cuidado llegamos a mi habitación; me quito la camisa provocando que sus mejillas se ruboricen. Finge observar mi cuarto a detalle, no obstante, tengo ordenado, no hay nada de qué avergonzarme.

Al recostarme nuestras miradas hacen contacto. Describir lo que pasa se complica, es como una chispa que de a poco se vuelve fuego y me calcina el interior. Tal vez estoy muriendo, no lo sé.

—¡Oh por Dios! —Grita acercándose a mi— ¡Estás muy lastimado, tienes hematomas!

—Estoy bien, Senpai, en serio—asiento—. No te preocupes, solo me quedaré aquí un par de horas hasta que se me pase. 

—Traeré un poco de hielo y luego te pondré esta crema. Te preparé algo de cenar también, no tienes que levantarte.

—¿Por qué haces esto? —Me animo a preguntar.

—Porque estaba enojada contigo, pensé que me habías dejado plantada —responde cabizbaja—. Ahora solo déjame cuidarte, Benji, por favor.

—Quieres redimir culpas —Bromeo—. De acuerdo, te dejaré cuidar de mí, pero yo me pondré la crema, tranquila.

—Eres muy tonto. —Saca la lengua y se retira.

Los golpes de esos tres no fueron en vano, me siento acompañado y cuidado ahora. No era necesario después de todo, Emma me ha demostrado ser un ángel desde que llegó, y quizás es muy pronto para decirlo, pero me gusta pasar tiempo a su lado, o tal vez me gusta sentir que alguien se preocupa por mí, no lo sé. Lo cierto es que mi pulso se acelera cuando permanece cerca, por algo que no comprendo me animo a hacer chistes como si fuera habitual en mí. El hecho de que ella piense que soy de una determinada manera me permite jugar un poco.

Minutos más tarde regresa a mi dormitorio con una bandeja y mi cena. Huele muy bien, estoy muerto de hambre.

—¿Te molesta si ceno contigo?

—No, no me molesta, siéntate a mi lado.

—¿Estás mejor? ¿La crema hizo su efecto milagroso?

—Estoy como nuevo, pequeña, después de cenar hago un break dance —reímos.

—Mañana no irás a la escuela, yo tampoco, me quedaré a cuidarte.

—¿Qué? ¡No! Yo nunca he faltado a la escuela. —Termino de decir y me avergüenzo por completo, debe pensar que soy un nerd.

—No me interesa, no vas a ir. —Recrimina.

—¿Eres agente encubierta contratada por mi madre, Emma? —Alza una ceja y se cruza de brazos—. De acuerdo, me quedaré, pero tú no tienes que faltar a la escuela por mí.

No puedo contradecirla, ella parece estar decidida y me da sus motivos, los cuales solo parecen ser una excusa perfecta para no asistir a sus clases de educación física.

—Entonces me cuidarás porque eres floja. —Contengo la risa.

—No te golpeo porque estás malherido. Te cuidaré porque soy la mejor amiga que puedes tener.

Sigo pensando si tenerla cerca como mi mejor amiga es real o simplemente un sueño.


Hoy mi linda vecina llegó a cuidarme, tratándome como si estuviese a punto de morir o fuera un niño de cinco años. Lo más gracioso es que no tuve ni que levantarme a abrir la puerta, ¡ella se llevó mis llaves anoche!

Emma Santana, esa linda y loca extranjera, me dejó encerrado en mi propio departamento sin tener compasión. Está bien, no es como si yo me hubiese levantado después de que se fuera, al contrario, apenas puedo moverme, ¡pero vamos! ¡Invadió mi privacidad!

Insiste con la crema para dolores musculares, aunque no dejaré que ella lo haga. Sin embargo, se ve muy animada, ¿acaso pretende manosearme?

—Me gusta ponerte nervioso. —Confiesa—. Toma, ponte la crema, esos hematomas se ven terribles.

—Yo... —balbuceo—. Lo haré, no te preocupes.

—Me voy a mi departamento, hoy saldré con mis compañeras del colegio a tomar una malteada. Quería invitarte, pero te encuentras adolorido, otro día será, ¿de acuerdo?

—Claro, Emma, ve con tus amigas y déjame las llaves de mi departamento. —Estiro la mano para recibirlas.

—¡Aish, toma! Solo lo hice por precaución. Tienes que darme tu número por si acaso. Adiós, Benji, me voy.

Recibo un tierno beso en la mejilla antes de que salga de mi cuarto. A lo lejos escucho la puerta de la sala cerrarse, entonces sonrío. ¿Las personas en España son así o solo ella?

Como puedo salgo de la cama directo a la ducha antes de colocarme la bendita crema que no siento que haga efecto. Anoche dormí incómodo, la peor noche de mi vida. Mañana, cuando regrese al colegio, esos tres me golpearán nuevamente y todo se repetirá. Tal vez Baker tenga razón y deba defenderme, lo sigo analizando.

Las horas pasan y me siento en la sala a preparar algunos apuntes en mi ordenador. Debo preguntarles a los profesores los temas que dieron hoy para ponerme al día, si dejo pasar más tiempo no tendré ayuda de otros.

Envío un mensaje a Rachel para cancelar mis clases de esta semana, mintiéndole al decirle que me asaltaron. No sé por qué siento tanta vergüenza, no tengo la culpa de esto, tampoco entiendo los motivos; sin embargo, no quiero preocupar a las únicas personas a quienes les importo.

Un mensaje de texto ingresa en mi móvil: Emma. <<Abre la puerta, Benji>> Es tan floja que ya no pretende golpear. Voy a bromear con eso más tarde.

—¡Hola! —Me abraza—. ¿Cómo sigues?

—Bien, por lo menos me levanté de la cama, me bañé, comí un poco. —Enumero mis actividades con los dedos de la mano—. ¿Cómo estuvieron las malteadas?

—Bien, Cadence y Eloise me presentaron a unos amigos, fue una tarde grupal, la pasamos bien.

—Qué bueno, pequeña. ¿Quieres comer algo?

—No, solo hablar contigo, como siempre. Pero esta vez tú te acuestas con la cabeza sobre mis piernas.

Ahora soy yo quien la observa, desde esta perspectiva no deja de verse como un ángel. Me cuenta sobre la salida con sus amigas, quienes al parecer son igual de lindas que ella y muy amables. Hoy le presentaron a unos chicos, es posible que vuelvan a reencontrarse después. Habla de uno de ellos en particular y me temo ser reemplazado en un corto tiempo.

—La semana que viene es mi cumpleaños —Comenta—. Les dije a las chicas que quiero ir a tomar una malteada a esa misma cafetería.

—Sí, sal y diviértete, Senpai.

—Pero quiero que tú también vengas conmigo. —Pide calmada—. ¿Por qué crees que te estoy contando? Salvo que estés muy ocupado o no quieras ir.

No es que no me guste socializar con personas, sin embargo, hace dos años que no frecuento grupos de amigos. Temo no caerles bien a las compañeras de Emma, o que ella misma se avergüence de mí.

—Si no vas, me enojo.

—No, Senpai, no te enojes conmigo, es solo que... no sé

—Tú no me ves como una amiga, ¿verdad? Creo que he interferido en tu vida y en tus cosas como una molestia.

—No, espera —Me reincorporo adolorido para mirarla de frente— Emma.... ¿Vas a llorar? No lo hagas...

—Que pregunta tan estúpida, Clarck —Manifiesta enojada.

—Todo en mí es estúpido. —Seco sus lágrimas—. No estoy acostumbrado a hablar con chicas, tú eres la primera que se ha acercado a mí.

—¿De qué hablas? No inventes cosas para tranquilizarme.

—No invento nada, solo no llores, por favor.

—¿Y por qué no me abrazas? ¡Se supone que me tienes que abrazar para consolarme!

—¿Hay un protocolo para cada situación? —digo sorprendido—. ¡Estoy adolorido! No puedo moverme, tal vez alguien debería abrazarme a mí para que la consuele.

—Eres tan tonto, aun así, te quiero —Rompe la distancia rodeando con sur brazos mi cuello—. Te quiero mucho, Benji...

Y yo te quiero más, Emma..

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