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|9| Tener hermanos

Multimedia: Si yo fuera un chico (Beyoncé)

—La comedias son lo tuyo.

—Me gustan mucho, ya ves porque he hecho tantas pero Lluvia Torrencial fue como descubrir que no existen los límites.

—¿Y Charly piensa unirse?

—En lo referente a las elecciones de mi esposo no comento —hace una mueca arrepentida—. Lo siento, Eliseo.

Toredo muestra sus dientes en una gesticulación embarazosa—. Discúlpame a mí, soy un intenso.

—¡No, no! —sonríe Eli y automáticamente quieres que lo haga por un largo tiempo—. Es un gusto solo que con Carlos no nos metemos en nuestros asuntos y su carrera actoral como la mía son divisibles. Puedes hacer las preguntas que gustes de mí.

Asiento entretenida, como si me estuviesen hablando pero he sido enteramente ignorada desde que nos sirvieron agua hasta el postre, que es lo que como. Eliseo es devoto y con una memoria extraordinaria sobre el trabajo de Eliana y no lo puedo culpar, te tiene en su bolsillo desde la primera mirada y el esmero con que te atiende.

—Tal vez por lo mucho que se han propuesto no mezclarse que jamás supe que uno de mis custodios es tu cuñada.

—Tu lo has dicho —dice comedida y sujeta la muñeca de Eliseo fijándose en la hora. Él casi a contenido la respiración. Devoción es poco; por Dios.

—¿Nos vamos? —pregunto y Eli ya está de pie, despidiendo al hombre entre nosotras.

—Debo prepararlo todo —me resume ella y no hay más que entender—. Chao, Eliseo.

Es como su música favorita el oír a Eliana Figuera hablarle en español, así fuese una minúscula palabra junto a su nombre. No oculta su anhelo por verla de nuevo, Eliana cortés como suele le repite lo mismo y va por el auto aun estacionado en el edificio del gimnasio. Con la propuesta de Toredo para comer vinimos con él y ninguna va a molestarlo más. Lo que me da una fracción de minutos hermosos que disfrutar.

—Oh, no has podido caer más bajo —mencioné chisporroteando en un tono de desagrado y mofa—. ¿Qué ha pasado con el Toredo que solo aguarda y vienen a él? ¡Ya no lo reconozco!

Sonrió como un triunfador al que nada le puede perturbar.

—Es el mejor de mis días en años; no podrás arruinarlo.

—Te podías comparar con el charco que queda luego de una Lluvia Torrencial de qué tan profundo fue. —Espero unos instantes y Eliseo ríe, aceptando que mi juego de palabras divierte, un poco.

—¿Qué es eso?

Toco mis mejillas, creyendo que se refiere a una mancha en mi cara o labios. Él rueda sus ojos y saca de su pecho un gran suspiro.

—Sonreíste, Andrews.

—¿Ah sí? —desvié la vista y la regresé más resuelta—. Imagina entonces lo absurdo que fue todo.

—Lo que digas —Él sonríe—. Ha mejorado el doble.

Me intereso por esa resolución, pero opto por dejarla irse con la brisa que azota nuestra mesa al ver a Eliana estacionar. Eliseo hace un gesto de que me vaya sin problemas; no estuve segura de qué significaba exactamente.

***

El comedor tiene un mantel rojo con relieves dorados que Eliana coloca en ocasiones especiales, en diciembre, como tal. Sobre éste hay una canasta de pan recién horneado cerca de un jarrón con flores que trajo Charly, de varios tipos y colores. Hay frilojes negros y rojos en distintos recipientes, ensalada de aguacate, tomate y cebolla, arepas y tortillas integrales; dos jarras, una con té helado y otra con jugo de guayaba. Y aun falta el postre.

—¿Quién va a comer todo eso? —preguntó Charly con los platos en mano.

—¿Quién, no? —contraataca Eli, mofándose. Se atraviesa en su camino con los cubiertos y va colocando los correspondientes en cada puesto. Cuatro puestos—. No quedará nada, ¿de qué te quejas?

—No me quejo, mi amor.

Soy quien coloca los vasos y disfruto la vista de la buena comida.

—Yo me quejo de que nunca comemos así —intervengo—, solo cuando hay motivos. ¿No se puede comer bien sin motivos?

—¿El no romper mis platos te parece suficiente? —dice y no contesto la pregunta retórica. Si ella teme por su vajilla, qué queda de mí.

Los tres nos erguimos con el aviso del timbre. Eliana se encarga de que sea lo primero que vea al abrirse la puerta y no me deshago del asunto; si vine fue por mí y mi hermano, que junto a Charly son los mayores. Nunca le he querido faltar el respeto ni hacerle un mal, y si para acostumbrarme a su nuevo yo tenemos que comer arepas, lo haremos.

Charly abre y se queda unos momentos hablando, al dar pase, Cannon viene con uno de sus brazos hacia atrás, sosteniendo la mano de una muchacha.

—Buenas noches —dice campante. Posiciona a la chica frente suyo, con evidentes diferencias de estatura—. Les presento a Nela, mi novia.

Iba a dar un paso al frente pero Eliana sostiene mi mano y me obligo a obedecerla.

—Bienvenidos.

—Habrá que añadir un plato —susurro para Eli, que me suelta y rápidamente me vuelvo; no estoy para saludos formales.

Disimulo mover cosas de un lado al otro y pongo un plato junto a sus cubiertos aprovechando que Charly y su esposa son muy buenos actores y anfitriones. Ponen música suave que distiende el ambiente lo suficiente, calmando mi interior que está caldeado; arruinando las palabras que tenía para decir y ser plagiadas por unas más rencorosas.

«Cannon, Cannon, ¿qué es lo que te propones ahora?».

La batuta de la charla sobre el mundo de películas no va mal y Charly es esa colcha suave y gruesa que te abriga en temporadas templadas. Abriga a Cannon y que no se sienta excluido; abriga a Nela para que tome parte y de su opinión; me abriga, porque está tan molesto como yo y no quiere que rompa sus platos en la cabeza de también su hermano mayor.

—¿Me disculpan? —pregunto por gentileza. Como no necesito sus respuestas, camino de lado hasta salir del taburete largo que ocupo con Eli.

Al perder de vista el comedor doy pasos más veloces hasta dar con las puertas traseras del jardín. Mi bocanada de aire atrae los olores frescos, consumo mi cabeza con la idea de que voy a calmarme, de que no voy a actuar como lo está haciendo él por cariño a su moral y reputación frente a esa joven si es que en verdad es su novia y no una pantomima de las que acostumbra.

Pero es un imbécil. Es tan imbécil y está ocurriendo de nuevo, le estoy solapando sus jueguitos y no es posible, ¡no es posible!

Regreso resuelta a dar el bochinche por terminado.

—Levántate, Cannon —le ordeno haciendo que voltee su cabeza y la de Nela. Los dueños de casa se ponen en pie—. Vamos a darle movimiento a esto.

—Te habías tardado —comenta humorista, sin moverse.

¿A este quién lo educó?

—¡Que te levantes te dije! —bramé, rodeando el comedor favoreciendo a sus ojos—. Aprende a que cuando te hablan das la cara.

—¿Y para qué?

—Para que en el mismo tamaño nos digamos las verdades. —Cruzo mis brazos y le miro irónica—. Asumo que estás muy enojado conmigo como para traer a tu novia y que sea tu bandera blanca, ¿qué vas a hacer ahora que no resultó?

—Lo siento, Cannon —dice Nela, poniéndose en pie—. Y lo siento a todos; no somos novios —hace el favor de verse apenada—. Reciban mis disculpas y les dejo que hablen, conozco la salida.

No ha terminado de cerrarse la puerta principal con Nela del otro lado cuando estoy enfrentando en una posición de defensa al idiota de Cannon Andrews, que sigue sentado.

—¿A esto me llamaste? ¿quieres que me disculpe por echarte? No lo haré.

—Sé que no lo harás. ¿No dijiste que terminabas conmigo? —pronunció en una sonrisa lobuna.

—Terminaba con tus tonterías, Cannon —dilucido y frunzo el entrecejo—. ¿Qué es lo que tanto te molesta de mí, eh?

—¡Que me echaras de tu casa sin aviso y me hicieras quedar en otra con una plaga de desconocidos! ¡No tuviste piedad de mi estado!

—¡¿Cuál estado?! ¿El de desempleado con el corazón roto? ¡Pasaron siete meses y te reías, te divertías y usabas mi casa de motel!

—¡Eres una egoísta!

Me reí enojándome si puedo, más.

—Puedo ser todo lo que quieras, eso no cambia lo que tu eres: un desconocido. Que Rebecca te dejase y te despidieran por su culpa no es asunto mío, es tuyo y si no quieres enfrentarlo entonces tengo razón, eres un don nadie con un título absurdo.

La mesa se agita y él sale de ella, queriendo intimidar con su altura que no es muy dispar de la mía y sus grandes brazos.

Rebecca fue y quizá siempre será el gran y tedioso amor de Cannon. Ambos trabajaban en la misma firma, ella como licenciada en lo familiar y Cannon como penalista. Separados eran imparables, juntos sálvese quien pueda. Cualquiera juraba que se casarían, formarían su propia firma y serían los tiburones en cualquier caso que se les presentase. Sin embargo Rebecca de lo familiar no era lo familiar que se pensaría.

Prejuicioso o no, Rebecca se embarazó de uno de los socios de la firma y Cannon olvidó toda su ética. Le rompió a éste la cara, renunció y se alejó de todo lo que le recordara a su ex, entre esas cosas, su apartamento y su empleo prometedor. En casa de nuestros padres no mejoró, pero no era como si un regaño de Loreanne y Pit fuesen a recuperar la vida que Cannon acababa de perder.

Jamás he dicho el nombre prohibido por respetar el silencio que él estableció. Tuve confianza de que no duraría y regresaría con las pilas recargadas a tragarse el mundo como una píldora, pero no pasó. Se puso peor.

—No la menciones —amenaza, casi juntando nuestras narices.

—Rebecca, Rebecca, Rebecca. —Él endureció su semblante y a mí me dio mas ganas de seguir—. Y va a seguir siendo Rebecca pero no está, no volverá y estás perdiendo la oportunidad de volver a ser el hermano mayor del que estoy orgullosa. El hermano que amo, porque esto —le miro desde la punta de sus zapatos a la coronilla—, es un charlatán y no quiero un charlatán de hermano.

Cannon niega soltando un bisbiseo incrédulo y se aleja, dando la espalda. Revisé su postura y giré a Charly y Eliana, en el mismo lugar.

—¿Quieren un café cortado? —ofrece Eli.

—Mi amor, no todo lo revuelve el café.

—A ti y a mí nos es muy útil —dice desmedida y hace el ofrecimiento otra vez.

Es Cannon quien habla.

—Gracias, niña. Otro día. Prefiero irme.

—¿No vas a decirme nada? —cuestiono—. ¿Seguirás en esas?

Me dio una mirada extenuante, pero más cercana a lo que estaba acostumbrada antes de sus asuntos profundos.

—Tu y yo podemos hablar cuando no tenga ganas de gritar. ¿Estás bien con que lo pospongamos?

Asentí, gustosa con su propuesta. Le dio un abrazo a nuestro hermano y un beso en la frente a Eliana, a mí solo dirigió un gesto y quedamos tres, como al principio.

La dueña de la casa dice—. ¿Quién quiere postre?

Levantamos ambas manos. El postre es arroz con leche con un abundante baño de canela, una de las especialidades de Eliana y difícil de rechazar. Tomo un vaso de té helado con el afán de quitar este resquemor en la garganta después de haber hablado tan fuerte y el agitar de la situación en sí. Charly se sienta a mi lado y apoya su brazo en el mío.

—Salió bien —es su comentario.

—Y no rompí tu vajilla.

—Sabía que no la romperías.

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