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|8| Tener interés

Multimedia: Watermelon Sugar (Harry Styles)

Se ha abierto un interés en mí que poco suelo explorar, el que está ligado a la curiosidad por aquello que se consideran nimiedades y suplirlas por verdaderos gustos que llegan a ser vitales. Era una parte minúscula, una a la que no le daba cabida y que ahora, estando en camino a lo desconocido, daba lugar y me incitaba a seguir andando, y seguir, no importa a dónde tenga que ir.

Dentro del local, a una buena distancia de la melodía penetrando los oídos de quienes la oyen sin llegar a aturdir, del gentío haciendo de esto una fiesta enorme en que todos estamos convidados, ataviados con bellos vestidos y conjuntos masculinos casuales deportivos o de un elegante-sport acorde con las bebidas, muchas de ellas y en conjunto, de precios considerables. Cabellos agitándose en los bailes o en las carcajadas; unos cubriendo rostros ruborizados por el secreteo en coqueteo; meneos que distraen, que te hacen voltear y sumarte a los mirones discretos. Lejos de lo que atrae los ojos sin remedio, están las áreas VIP. Solo es un montón de buenos asientos con personas en él disfrutando del silencio. Esperaba alucinar por la obviedad de Bárbados en sí misma, pero mis acompañantes no se detuvieron a presentarme gente acicalada.

Voy sostenida de lado a lado por un brazo distinto. En uno me acomodo con naturalidad, en el otro aunque cómoda debo permitirme solo usar mi mano, por la diferencia de altura. Lo admirable de esto es que a Yasir esto no la supone una complejidad y está en su elemento. Estoy en su reino y lo sabe; lo sabemos.

Nos detuvimos frente a un asiento de espaldar elegante y gris. Yasir soltó mi mano y dio un toque, como si fuese una puerta, y este solo se dividió en dos y abrió para nosotros. No hubo mucho que ver, esa seudo puerta era la antesala a otra, una doble de lindos relieves dorados, manilla también dorada, e incrustaciones con un símbolo extraño, de tres o cuatro figuras geométricas superpuestas.

Si esto era una secta, regresaría por donde vine.

—Bienvenida.

Optó por la puerta de la izquierda y dimos entrada a un largo pasillo, de diestra a siniestra con puertas. Más y más puertas.

—¿A qué? —pregunté, mirando a ambos y quedándome en Yasir—. ¿Esto es un hotel acaso? ¿insinúan algo? Porque no he captado insinuaciones pero es buen momento para aclarar ese asunto.

—Tranquila —dijo Kaleb—. No insinuamos, vinimos a que seas turista.

—Le dan a todo esto un suspenso fastidioso, o me dicen o me muestran, ¡pero ya!

De Yasir brotó una risa y atrapó la mano que dejó, llevándome al final del pasillo, a la primera puerta.

—Verás, he aprendido que hay gustos para todo y que todos tenemos límites, pero creerlos nos separan de la calidad. No te espantes, no verás gente desnuda. Son solo puertas que tienen entretenciones, como yo.

—¿Te estás llamando a ti mismo entretención? —Lo miré de arriba abajo.

—Lo soy —dijo convencido y entretenido con mi escrutinio. Qué agradable era esa sensación desinhibida con quien no se pasa—. Puedes entrar.

No lo pensé y abrí la puerta, encontrando una habitación grande, de paredes verdes y salpicado de distintos colores en el techo. Lo sabía porque el alumbrado en él es blanco pero cambiaba a un rosa o azul, el salpicado se perdía unos segundos y regresaba. Era entretenido, sin embargo no es lo mejor. El aire tenía un especial olor mentolado, que abría las fosas y las incitaba a expandirse. Se encontraban algunos hombres y mujeres frente a unas barras transparentes, podías ver el calzado de los bartenders, por cierto, de ambos sexos.

—¿Recuerdas lo de los afrodisíacos? —Llenó Yasir el silencio en mi cabeza con su voz—. Aquí preparan bebidas especiales.

—¿Cómo de especiales?

Expresé con todo mi rostro mi sorpresa al ser arrastrada a la barra más cercana. Pidió a una chica con la mitad de su cabeza rapada y la otra de un azul oscuro genial, una bebida que me subiera el ánimo.

Y sí que lo subió.

—Esto es ilegal, ¿verdad? ¿voy a terminar desnuda en un cuarto oscuro?

—No es ilegal y nadie va a desnudarte. La mayoría de estas bebidas están hechas de ingredientes poco usados y poco mezclados pero que juntos crean variedad de secuelas. En tu caso te hizo espabilar de los cócteles anteriores y te hizo más consciente del entorno, nada más.

—Tiene un agradable sabor —añado y dejo el vaso en la barra, arrugando el ceño—. ¿Por qué tanto empeño en que viniese? En la parte vista suelo pasarla bien.

—Me caíste bien —admitió quitado de la pena—. Y Kaleb es un buen amigo y cuando supo que frecuentabas mi local, llamó y supuse que si nunca habías venido, tendrías una buena impresión. ¿Es así?

—Claro —confirmé—. Pero no dejo de pensar que tras alguna de esas otras puertas habrán cosas candentes.

Rió y tomó de mi vaso con confianza.

—¿Quién sabe?

—¡Tú lo sabes! —Le quité mi vaso y di un trago que llenó todo lo que está bien y se llevó lo que está mal—. Esto es mejor que el asunto ese pasión.

—¿Cómo va? —se apoyó Kaleb a mi lado—. ¿Está bueno?

—Buenísimo. —Y en verdad lo creía—. Gracias. ¿Ya nos vamos?

—Lo lamento pero sí —mostró su celular donde había contestado una llamada recién—. Tengo una cita temprano. Te llevo e iré a dormir lo que pueda.

Asentí de acuerdo y me giré a Yasir.

—Eres increíble y esto, solo esto, te hace más. Gracias por atenderme.

—Fue un placer —se acercó, dándome un beso en la mejilla—. Los espero.

Kaleb se despidió con un abrazo y dimos el mismo recorrido al entrar para salir. Lo iluminado del lugar se quedó grabado en mis ojos unos momentos antes de disiparse en el estacionamiento. Eliana había enviado un mensaje diciendo que me esperaría en mi apartamento despierta para hacer el respectivo interrogatorio. No iba a poder librarme y no quería hacerlo.

—¿Me dictas? —preguntó Kaleb encendiendo el motor de su automóvil, un Luxus GS azul eléctrico. Él me dijo el modelo, no sé demasiado sobre autos. Le di mi dirección y sentí un gran confort al ser encendida la calefacción—. Tanto silencio es mal presagio para la primera cita.

—No, el silencio significa que lo estoy disfrutando —volteé mis ojos hacia él—. ¿Qué me dices de ti?

—Lo disfruto también.

Me sentía bien y que a él le estuviese pasando lo mismo conforta ese hecho. Conservé los minutos de camino en ese silencio y quietud apacible, interrumpida únicamente por su respiración y la mía. Estacionamos frente a mi edificio y aun quería estar en este ambiente; supongo que era mutuo, porque no nos movimos ninguno para hablar o salir.

—Gracias —quebré el silencio y quité el cinturón para girar desde mi cadera—. No sabes lo bien que lo pasé.

—Si tan bien como yo, sí sé. —Soltó un suspiro, copiando mi acto—. ¿Estás de acuerdo con que escoja el restaurante?

—Das por sentado que tendremos otra cita —digo simulando asombro por su audacia—. Muy avaro de tu parte.

—Se especializan en carnes rojas. ¿Te gusta la carne?

—Y de paso te haces el chistoso —rodé mis ojos, pero respondí—: sí, me encanta.

Eso le alegró más de lo que pensé y decidí que mas de la una era una buena hora para despedirse, así que saqué mi celular del bolsillo de mi pantalón y se lo tendí.

—Graba tu número.

—¿No debería yo pedir el tuyo?

—Ambas nos llevarán a lo mismo. Solo anótalo.

Sonrió y no tardó en hacerme caso. Bajé de su vehículo con la sensación más agradable que he podido tener después de pasar no solo un rato, sino horas en excelente compañía. Y me despedí, imaginando que si la primera cita es así, la segunda no tiene otra opción que mejorar.

—¡Por fin llegas!

Es lo que oigo al encender las luces de mi estancia con Eliana sentada en toda la extensión del sofá con un cobertor y ropa de cama, o camisón como ella lo llama. Relajo mi rostro y permito que vea mi seriedad de siempre, incluso cuando está tomando mis manos toda emocionada y corriendo hasta sentarnos.

En un rato de ninguna emitir ruido, lo rompió—. Ellie, ten un poco de piedad.

—¿Por qué debería? Si conociste a mi cita antes que yo —mencioné, ofendida como nadie.

—Y era de muy buen ver —dijo sin arrepentimiento alguno. Apretó mis manos y sus oscuros ojos brillaron— ¿Cómo es él?

De todas maneras no pensaba resistirme a contárselo. Estaba igual o más emocionada que ella. Lo solté todo y me extendí en mis partes favoritas, que no fueron precisamente las últimas pese a lo memorables que son. Mis favoritas iniciaban con el encuentro, con el que llamase a Yasir por darme un gusto que no conocía y por no concebir no volver a verme.

Pero no tiene relevancia lo que mi cuñada dice sobre dejarme llevar. Las citas de esta índole provocan a utilizar escudos y necesito uno, al menos hasta que esté segura y no sé cuándo sea eso.

Por la mañana, al ser sábado, la convidé al gimnasio y gracias a que Eliana sí tiene auto no tuvimos problemas. Di contorno con la mirada al estacionamiento, pero no vi el auto de Eliseo. Quizá cambió a otro gimnasio o tiene trabajo.

—Más te vale que no me aburra —advierte Eliana. Por las dudas, la sujeté del brazo.

—¿Te aburres conmigo? —Negó—. Pues no será la excepción. No seas pesimista.

—Mira quién habla de pesimismo —dice entre dientes, pero acomoda nuestros brazos para ir cruzados hasta los ascensores.

Nos detenemos frente a uno y éste se abre mostrando a un pasajero.

—Buenos días —saluda Eliseo, mostrando su agradable sonrisa a Eliana, que la devuelve y me mira en el proceso.

—Buen día y es mi cuñada, así que detén tu sonrisa.

—Lo conoces —murmura la mencionada solo para nosotras. Le respondo con un apretón.

Toredo consigue hacer de su sonrisa comedida una explayada y más ligada a la guasa que a la coquetería.

—Sonrío porque es un bello día, Andrews.

—Y te llama por tu apellido —sigue ella murmurando.

—En cambio tú... —prosigue diciendo, pero no continúa y gira perceptiblemente hacia Eliana—. Eliseo Toredo, un gusto.

—Eliana Figuera, lo mismo digo.

Eliseo guarda su sonrisa y ve hacia mí como pidiendo explicaciones. Ríe soltando un suspiro grave y da un golpe seco con su cabeza, parpadeando en un ensueño que solo él entiende. ¿Qué es? Nunca lo ví actuar de aquella manera.

—Soy un gran admirador de tu trabajo —cambió su tono y estrechó la mano de su, al parecer, ídolo—. Creo que Lluvia Torrencial ha sido tu mejor actuación desde Amigos por Encargo.

Tuve que apretar fuerte mis labios y tragar para no soltar una carcajada. Sí que es su fan, puesto que Amigos por Encargo fue la serie que hizo salir de la oscuridad a Eliana interpretando a una estudiante de secundaria y luego universitaria que emigró con su familia por un mejor futuro y encontró buenos amigos en el camino de cada temporada y la mayoría vivían en el extranjero como ella, hasta colocarla frente a un proyector que la iluminase a tal punto que llegara a protagonizar un filme de acción que fue hace poco proyectado en la pantalla grande.

—Muchas gracias —dice ella toda dulzura—. Fue un salto gigante y muy satisfactorio. ¿Tú a qué te dedicas?

—Es mi jefe —interrumpo a la boca abierta de Eliseo y nos hago avanzar al ascensor. Me percato que se ha mantenido encendido el botón que deja las puertas abiertas—, ¿podemos subir ya? —Pincho el piso y me mantengo del lado opuesto al que está Toredo.

—Siempre tan gentil —habla Eliana con sarcasmo, ganándose la risa de su compinche.

—Te decía que llevo una agencia de seguridad.

Les presté atención a medias hasta dar con el piso del gimnasio. Una que otra vez fruncía, no entendiendo que alguien como Eliseo que suele ser despreocupado para cosas superfluas ahora está interesado en oír a su, según sus palabras, actriz favorita. No porque no sea cierto que Eliana sea excelente en su trabajo, solo es el que sea él. Está muy emocionado, como si ella le acaba de decir que sí a contraer matrimonio y ése era su sueño más anhelado.

O solo es lo que es: un fan cumpliendo el sueño de conocer a su artista favorito

—Tienes una expresión indescifrable —dice Eli al separarnos de Eliseo y esperar a que llegue el entrenador—. ¿Te molestan los fans?

—No digas tonterías, ¿por qué iban a molestarme tus fanáticos?

—No dijiste nada.

—¿Ahora no puedo mantenerme callada?

—Sé que no disfrutas de la atención y lo respeto, a mí tampoco me agrada ser invadida pero es imposible no agradecer a quienes apoyan mis proyectos dándoles de mi tiempo —explica, innecesariamente.

Echo atrás mis hombros y le doy un empujón.

—Analizaba. Estoy acostumbrada a que Eliseo sea desprendido y coqueto con chicas lindas y tu eres preciosa, Eli, y mi cuñada. Sentí que debía estar alerta aunque..., ahora que lo digo en voz alta suena ridículo. Perdona.

—Eres ridícula —sentencia y carcajea con mi sorpresa, devolviendo el empuje—, y una buena amiga. ¡Estoy impaciente! —Se mueve de un lado al otro en saltitos, agitando su cola alta, negra y de cabellera larga—. ¿Cuándo empieza esta cosa?

Al final no llegó el instructor y les pregunté a los primerizos e incluso los que tienen tiempo viniendo si no les incomodaba que fuese suplente. Con el beneplácito de todos impartí lo que creí conveniente esta vez, integrando lo más posible. Finalizada la lección llamé a Francis y no me tragué que fuese sin querer esta ausencia, pero lo disfruté, así que a fin de cuentas le agradecí el detalle de la experiencia.

Sentada en el suelo, bebo de mi botella de agua y Eliana responde una llamada de Charly discretamente, no obstante lo discreto se echó a perder desde que la reconocieron, pidieron lo usual y le dieron espacio para hablar a solas, en una esquina. Vigilo que esté bien y al no notar ningún ser humano, reviso si tengo llamadas perdidas. Y sí, un par.

De Kaleb y de Cannon.

—Así que ya viste. —Se sienta Eli frente a mí al estilo indio—. Carlos manda a decir que hablen o los obligará a hacerlo, y sabes lo irritante que puede ser.

—No, no lo sé.

—¡Pues cásate con él y lo sabrás! —exagera con una sonrisa de enamorada que ni sus cinco años de casados le ha podido borrar.

—Es lo que quiero, Eli. Esto que tienes con mi hermano que ni tú misma consigues describir.

—¿Te llamó Kaleb? —Le muestro mi registro de llamadas y suelta un chillido—. ¡Llámalo por favor!

—Primero lo primero.

Llamar a Cannon estuvo mejor de lo que esperé y aceptamos estar en un ambiente neutro para conversar con testigos. Iríamos a cenar a casa de Charly y resolver nuestros conflictos, como si también soy conflictiva; preferí no llevarle la contraria hasta no tenerlo de frente. Ha pasado el tiempo suficiente.

Con Kaleb su teléfono está desconectado y según el contestador se debe a que lo apaga en sus citas, así que redirecciona la llamada a la asistente con quien se programa las consultas.

¿Desea dejarle un mensaje? —pregunta solícita.

—No sé si sea buena idea, no quiero ninguna consulta.

No se inquiete, puedo recibir su mensaje y... Oh, ¿Doctor...? Hay una persona en la línea que quiere hablarle, ¿traspaso la llamada...? De acuerdo. ¿Señorita?

—Sí, aquí sigo.

Ya se lo comunico.

Eliana pregunta qué pasa y le resumo que estoy a punto de hablar con él.

Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle? —dice Kaleb, esta vez.

—Soy Cara, perdona por no decir antes mi nombre; no se supone que te hable por este medio pero terminé a punto de pedirte consulta.

Su risa disipa todos mis nervios por tal vez ser mal interpretada como una mujer invasiva.

No te preocupes. ¿Tienes planes esta noche? —pregunta directamente.

—Sí —digo y cuánto lo lamento—. Tengo una cena con dos de mis hermanos y mi cuñada.

Muy bien, ¿y mañana?

—Mañana es domingo —le recuerdo. Mi última cita un domingo fue fatal, pero él no necesita saberlo.

Puedes levantarte tarde y luego ir conmigo a un paseo en bicicleta y a comer la mejor carne que te prometí —sugiere. Me quedo pensando e imaginando como será eso—. ¿Te gusta el plan?

—Mucho —contesto sincera—. Sobretodo por la compañía.

También me gusta la compañía. ¿A las diez?

—A las diez. Nos vemos mañana.

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