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|7| Tener citas

Multimedia: Girls Like You (Maroon 5 ft. Cardi B)

No puede ser.

Han pasado treinta minutos y mi cita no llega. Tampoco responde a mis mensajes y cuando decidí llamar, cae al buzón.

Me plantaron, es definitivo.

¿Quieres que vayamos por ti?

—No, Elias.

Sabes que a Presley no le va a importar... —dice en un tono persuasivo.

—Tengo entendido que están en un almuerzo que a ti te importa, entonces sí que le va a importar.

No le gustan las reuniones familiares. Llegamos en unos minutos.

—Que no, que no. No seas terco y llámame más tarde, ¿me oyes? Hazme caso.

Nos despedimos y llamo la atención de un mesero para pedir la cuenta de un vaso de jugo de naranja. Ni siquiera me importa la cantidad de la propina que dejé; estoy más concentrada en el hecho del cómo me siento y de si podré no ponerme a llorar. Es la tercera cita en la que me plantan, sin explicación alguna. ¿Cómo es que un hombre no es capaz de hablar, de ser lo suficientemente valiente para concretar una cita pero no para terminarla? Y me culpan por no confiar, ¿no?

Una de las cosas molestas de esta no-cita, es que estoy demasiado lejos de mi casa.

Ya que. A aupar se ha dicho.

Para cuando llegué a mi piso me vi gratamente sorprendida por una visita que disipó en buena parte mi mal genio y congoja. Eliana estaba frente a la puerta de mi casa, toqueteando como si tuviese la vejiga repleta. Me le aproximé por la espalda y toqué su cintura, logrando que saltara del susto. Nos miramos unos segundos, míos de diversión y los suyos de miedo, y corrió a abrazarme, agitándonos en el proceso.

—¡Oww, por fin te veo, Ellie! —Nos agitó más fuerte y la apreté con la misma fuerza. Nunca la dejo de extrañar.

—Hola, cuñada.

Se hace a un lado y ya tiene mis llaves en sus manos, moviéndolas con agilidad y abriendo la puerta.

—Con esas maniobras podemos ir de compras —digo en broma, permitiendo que acceda. Pongo las llaves en un bold y voy por un vaso de agua—. ¿Quieres algo?

Deja su bolso en uno de los sillones frente al televisor. Es un apartamento de colores neutros, muy similar a uno de solteros para caballeros puesto que el estilo minimalista de la mayoría siempre ha sido de mi gusto, eso radica en que tengo lo suficiente y no estoy comprando adornos como si necesitara rellenar los espacios que parecen vacíos. La cocina está abierta a la sala y es fácil comunicarse.

—Quiero que me expliques ese asuntito de ti no hablando con Cannon y si me puedes dar un té de hiervas, perfecto.

Bebí de una botella de agua y llené la tetera sobre la cocina para después colocarla en el fogón.

—El asuntito no es tu asuntito.

—¡Son mis cuñados! —exalta, dramatizando—. ¡Son mi familia!

—Pues haber escogido otra, más bien.

Extiende sus brazos y abre la boca.

—¡Cara!

—Lo siento, lo siento —dije no sintiéndolo en serio. Noté que se sacaba la chaqueta tipo bleiser y la dejaba encima del mismo sillón, colocando sus manos en las caderas. Uy—. ¿Dónde está Charly?

—Tiene una entrevista. No te hagas la loca, mamita —esto último lo dice en español por lo que le presto más atención de la que quisiera—. Desembucha.

Aunque han pasado algunas semanas de mi despedida de Cannon, no deja de perseguirme esa decisión. Desde entonces evito las reuniones de los viernes y evito hablarle a mi hermano puesto que de ambas maneras tendré que tocar el tema como si ya no lo hice. No hallo motivo para volverlo a hacer.

—Eché a Cannon, se lo merecía. ¿Por qué te afliges? No va a durar eternamente.

Sonríe mirándome con obviedad.

—Eres la única persona, o mujer más bien que conozco que puede mantener una ley del hielo por días, incluso meses.

—Una virtud admirable.

—¡No, no es admirable ser como una mula! —Se presiona la frente con una mano a la vez que cierra sus ojos. Cuando me ve, continúa—. Carlos está preocupado y yo también, ya van tres viernes que no va ninguno a comer con mis suegros. ¿Te importa tanto tu orgullo?

—No soy orgullosa por no disculparme por hacer lo que considero correcto. Cannon necesita un escarmiento, necesita poner sus pies en un suelo propio y si tiene que ayudarle su hermanita, lo hará.

—Quieres decir que si él te llama ahora mismo, ¿le hablarías? —Y me ofende que suene sorprendida.

—Claro —hago cara rara, como su pregunta—. Lo que no haré es tenerlo de vuelta.

Eliana corre hacia mí y me apachurra entre sus brazos. Y justo, suena la tetera con el agua hirviendo, lista.

—¿Y las comidas?

—No presiones.

Ríe revolviendo mi cabello pulcramente atado en una coleta alta que ya no es coleta. Nos sirvo un té a ambas y soy todo lo explícita que es posible respecto a cada una de mis citas, que por cierto, también le parecieron innecesarias.

—Siento que no esté resultando —dijo, picando de su ensalada de rúbula. Para este momento ya es hora de la siguiente comida—. ¿Vas a darte por vencida?

—¿Darme por vencida? —regresé la pregunta, divertida—. No creí oírte decirme algo así, jamás.

—Ay, tú sabes lo que quiero decir. ¿Y si tienes mil citas como este hombre de Love, Guaranteed?

—¿Qué? ¿Mil citas? —Tomé un poco de agua, perpleja. Era una exageración.

—Sí, mil citas. —Mi expresión la hizo reír—. Lo sé, es mucho y creo que vas por el mismo camino. Él lo intentó, en serio fue a cada cita con la mejor intención, pero encontró el amor fuera de ese sitio aunque bueno... je, je, técnicamente gracias a él fue que lo encontró pero, en sí, fue afuera. ¿Y si te tomas un descanso? —pregunta dulcemente—. Uno chiquito.

—¿Qué clase de descanso?

Sonrió pilluela y ya sabía, conozco lo persuasiva que es mi linda Eliana y lo que estoy dispuesta a hacer si lucha lo suficiente contra mí.

Usaba un pantalón plisado estilo escocés con un largo adaptado para hacerse notar el tobillo. Bailarinas amarillas junto a la blusa de un amarillo pastel cuello en v de mangas anchas, escalonadas y sueltas, llevadas por el viento como cortinas. Recogí mi cabello en una media cola suelta y varios mechones rubios se escapan, a conciencia, cerca de mis mejillas y frente. Estoy cómoda y espero a que llegue mi cita para cenar.

Suena mi teléfono. Lo saco de la minúscula cartera donde traigo justo lo que preciso si me plantan, dinero y un caramelo. Es Eliana.

Te veo desde aquí. Todo listo.

—Pareces un voyeur con esos visores —La diviso en el piso superior de un restaurante a dos locales más apartado del restaurante en que espero.

¿Quieres estar segura de que es quien dice ser, no?

—Sí, pero ese es el caso con la citas a ciegas, que no tienes ni idea.

Mentira. Él vio tu cara, tuviste que usar una imagen para crear tu perfil y viste la suya, supuestamente. Tu última cita fue espantosa, no dejaré que eso vuelva a... ¡oh, ahí viene un auto!

Giré para verificar y sí, se estacionó un auto que llevaba a una pareja y entregaron la llave al valet. Uju.

Escúchame, Ellie. Si no es, corres, ¿ok? ¡Corre!

—No voy a correr —dije un poco ofendida—. Esto no es una película de comedia romántica —le recuerdo, porque son sus favoritas y porque ha protagonizado varias.

No, ¿y? Anda, te cuelgo.

Doy un recorrido con mis ojos y es una lástima, pero no estoy tan cómoda como antes de hablar con Eliana. La noche es templada y no traje abrigo. He visto ya a varias familias, amigos y parejas entrar a este u otros restaurantes. La experiencia de haber sido plantada con anterioridad está remitiendo y causando lo natural: que tenga miedo.

Veo a mis bailarinas, recordando la sensación de la primera vez, con el ardor en la garganta por haber casi muerto ahogada y el desprecio hacia mi estado. Porque sí, se siente así. La siguiente fue más frívola, más reunida a la templanza como una temperatura cercana a los cero grados que solo será sustituida por la calidez si así se quiere. Yo no quise; no quería que me importara y de momento fue fácil ignorarlo, sin embargo vino la tercera. Ella logró tambalearme.

—¿Disculpa?

Elevo mi cabeza de súbito y me costó contener mi expresión. Hay un hombre que me supera en estatura, delgado como un nadador, fibroso más no explotado o de grandes dimensiones. De ojos pequeños y grises tras unos lentes de pasta mediana, negra. Su piel es oliva y contrasta con un cabello negro azabache, corto a los costados y más abundante en la cima, peinado a lo loco. Lleva un saco verde aceituna sobre una camisa blanca pegada a su torso; pantalones caqui y zapatillas azul cobalto con un trenzado que le adorna.

—¿Sí? —dije por decir. Su mirada me decía lo que la mía: ambos somos la cita del otro.

Me obsequia una sonrisa ladeada y ofrece su mano.

—Kaleb Mejía, un placer.

En cuanto le doy la mía, mi celular empieza a sonar. Le pido me disculpe y respondo a Eliana, la fisgona.

¡Es él! —es lo que grita.

Establezco contacto con la figura sosteniendo los binoculares. Decido colgar antes de cometer una imprudencia.

—¿Todo bien? —pregunta Kaleb, viéndome ahora confuso por cortar así la llamada.

—Sí, muy bien. ¿Entramos?

Precede mi marcha y no tardamos en sentarnos en una mesa para dos, céntrica, bien iluminada y de manteles rosas. Una mesera se acerca con el menú y es mi ocasión de mirar con mayor detenimiento a mi cita. Tiene labios gruesos, también cejas pobladas, nada de vello visible en su rostro pero el suficiente en sus brazos, un reloj en la muñeca de correa delgada y dorada, un anillo; parece ser los que dan en las graduaciones de universidad, con una piedra amarilla en él.

—¿Ya sabes qué pedirás? —cuestiona, abarcando el silencio entre nosotros con su voz gruesa, fijando su vista directamente en mis ojos.

Agilmente le respondo.

—Vieiras salteadas con judías verdes.

—Suena bien. ¿Las has probado?

—Me declaro culpable —comento y hago una mueca arrepentida—. Escogí este restaurante a propósito. —Elevó sus cejas hacia mí—. Espero no te moleste.

—No me molesta. Claro, si permites que escoja el siguiente.

Me asombré y sentí halagada al mismo tiempo.

—Ya veremos —dije tentativa.

Aceptó mi contestación y pedir la vieiras, que son una especialidad y muy solicitadas.

Admitía que al principio nos dedicamos a comer, pero en el plato principal, no sé cuál de los dos empezó, nos abrimos a una conversación que sobrepasa el estado actual y si tenemos algo para contar. También en un principio deseé que fuese nuestra cuarta cita, donde le digo todas mis quejas. Y entendí, a cada minuto, que no es necesario llegar hasta ahí para ser honesta porque, honesta, y con lo que soy es que van a marchar las citas que sigan; es lo que va a dictar si ellas tendrán razón de ser.

—Lo siento mucho, Cara —dijo, después de contarle mis citas fallidas. Le agradecí—. Las mías tampoco han sido de las mejores. En una ella solo se jactaba de su empleo fabuloso como aeromoza.

—Asistente de vuelo —le corregí. Me señaló, entusiasta.

—¡Eso era lo que siempre decía! —exclamó y nos unimos en una risa corta—. Tienes una linda risa.

—Gracias, la tuya es ronca y atractiva.

—Oh, gracias —volvió a reír y lamió sus labios antes de proseguir—. ¿Puedo preguntar por qué no sonríes mucho?

Arrugué mi rostro de un modo bufón, dando un sorbo a mi agua. Kaleb puso los codos en la mesa, poniéndose confortable.

—Hay una historia —deduce.

—No, no la hay.

—¿Y esa cara?

—La mía —elevé y retraje mis cejas varias veces, a ver si surtía efecto mi juego de palabras. No fue así—. Bien, esto es así. Ves esta —me señalé el rostro en un círculo con mi dedo—, es la cara que demuestra lo que siente cuando lo siente. No lo puedo evitar, no soy de sonrisa fácil. Llegué a creer que era una amargada pero luego lo tomé como un súper poder —dije un poco vanidosa—. Claro, puedo ser mal interpretada, como si estoy incómoda o triste. Solo es lo que hay.

Apreté mis manos en mi pantalón, aguardando su reacción y que mis nervios se aflojaran. Él bajó los codos de la mesa y en una pose más comedida, elevó sus labios en una sonrisa justa que transmitía cordialidad e inclinación a comprenderme.

—Eres como eres —respondió con una gesticulación simplista. Asentí alegre y seguí comiendo de mi postre de arándanos—. Y con eso establecido, ¿a dónde te gustaría ir?

—¿Ahora? —dije a medio bocado.

—Sí —afirmó, casualmente—. ¿O no quieres? —Sonríe con petulancia y eso consigue el mismo efecto que la sonrisa de antes, que me sienta mejor—. Si es así... —lo interrumpo.

—Sí quiero.

Me perdí un poco en una nueva sonrisa llena de satisfacción y jovialidad.

—¿A dónde?

—Llevo un tiempo con cierta curiosidad en un club al que van mis amigos.

—¿Cuál es su nombre?

—Bárbados.

Kaleb abrió su boca y soltó una carcajada que provocaba a cosas indebidas, como mirar demasiado sus labios y entretenerme en las venas de su cuello expuestas o en la curvatura de éste. Tenía curiosidad de porque la risa.

—Me convenciste. Iremos ahí.

***

Había una razón por la que Kaleb accedió, y es que conoce muy bien al dueño de Bárbados, casi tanto como Presley a los bartenders. Le conocí también y nos contó un poco de la historia de su local.

Es un hombre realmente fornido y su estatura por debajo de los uno sesenta le otorga, de lejos, una ilusión que lo hace ver mas bajo. No tiene cabello en su cabeza, pero sí una barba roja abundante como la de un vikingo y por cierto, su acento está logrando que crea eso, arrastrando ciertas sílabas y entonando con algo más de fuerza otras. Carismático y con una energía similar a la de su local, es decir que todo en él te llama y no puedes ni quieres evitarlo; lo recibes y te dejas fluir.

Es hasta excitante.

Yasir creó Bárbados en un ideal de lo que él consideró su sitio soñado en donde pasarlo bien. Además Bárbados es un lugar geográfico real, una isla del este caribeño, y un subrepticio de la palabra Bárbaros teniendo en cuenta que estos tienden a comunicarse como él lo hace, se les decía así a los que no hablaban griego o latín y a su vez al hablar se oían como auténticos balbuceos. En una manera que no se puede comprender si no lo escuchas salir de sus labios, unió a muchas personas en un mismo sitio para integrarlas y que no se empeñasen en las diferencias que existen y son latentes diariamente.

En medio de la música, las conversaciones y la buena compañía, escuché que se dirigían a mí y dejé de beber lo que me recomendaron, una bebida muy, muy adictiva, mirando mi vaso con asombro y quizá amor.

—Dios mío, ¿qué es esto?

Yasir sonrió con aquellos dientes blancos, parejos y enormes. Con su barba se ven como ventanas que abres a la luz del sol.

—Es un cóctel, se llama Alisios de Pasión.

—¿Qué? —relamí mis labios, sintiendo su excelso sabor—. ¿Es un afrodisíaco?

Rió y me hizo un gesto como si fuese una anomalía tierna—. No. Lo único que tiene es ron, cacao, Pisang, jugo de piña y de mango. Además en esta sección no hay nada de afrodisíacos a no ser que los pidas.

—Sí, perdona —dije arrepentida—, no quise ofenderte. Este lugar me encanta. Antes ¿me dijiste alguna cosa?

—Interrumpí tu éxtasis —golpeó mi hombro con el suyo— para preguntarte si has ido al lado norte de mi local.

Mordí mi labio inferior.

—No.

—¿Y quisieras? —pregunto Kaleb.

—Esto tiene un matiz sombrío y hasta prohibido —comento, sospechando de ellos—. ¿Es así?

—Tal vez. ¿No sientes curiosidad? Me dices que llevas un tiempo viniendo y se me hace raro que no hayas explorado. No eres de las que se escondan.

—Te pregunto una cosa. —Ampliaron sus cejas y su semblante para escucharme—. ¿Me haces una invitación?

—Te la hago.

—¿Aun siendo la primera cita?

El barbudo soltó una carcajada.

—¡¿Es su primera cita?! —instiga, grato en ello—. Hombre, deja que primero gatee.

—Aun siendo la primera cita —responde, ignorando a Yasir.

Tanta confianza encerrada en un solo cuerpo no debe ser normal. Ha de tener un talón de Aquiles, pero el mío no es ninguno de ellos.

—Acepto.

Los dos caballeros sonrieron y no dejaron que terminara mi cóctel porque allá, a donde vamos, hay cócteles para todo público y por encima, para todo uso. Tan explícitos ellos. 

_____________

Love Guaranteed: es una película de comedia romántica de Netflix en la cual un sitio de citas con el nombre de la cinta les garantiza a las personas que encontrarán el amor por medio de ella. Hay una situación entre un hombre que ha usado este medio y una abogada, a la que contrata para demandar al sitio puesto que le garantizaron amor verdadero pero hasta ahora, luego de mil citas, no se hizo realidad. Ambos se preparan para lograr que la dueña y creadora de Love Guaranteed le devuelva lo que invirtió en todas sus citas y, claro, algo más. Pero, ¿es cierto que puso todo de sí en cada cita? ¿y cómo estás tan seguro de que ya no encontraste lo que buscabas?

Recomendada si quieres tener un momento de relax mental y si eres de risa fácil ;)

Liana

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