|41| La fecha
Multimedia: Love Again (Dua Lipa)
La tienda de novias Sofía fue un pequeño obsequio de Monilley para Monilley poco después que se casara. Al enterarse todos que llegué, Mony despidió al personal mas temprano, suspendiendo las citas con anticipación para los clientes de ese día y nos reunió a Presley, Eliana, ella y mi persona, Lu nos alcanzaría luego de salir de su trabajo como manicurista.
Sirvieron los pocos empleados que quedaron trabajando en los pedidos mas urgentes y que se desocuparon, una botella de un tipo de licor que adora Monilley. Es tan dulce que engaña y no notas que empiezas a embriagarte hasta que es tarde.
Lo mantuve lejos de mí.
Con mi cola alta bien amarrada y un sin fin de emociones pasando por mi rostro, señalé a mi reflejo.
—Esto no es nada, Cara. Son solo dos personas en este basto mundo que van a conocerte. O sea... no es la graaaan cosa.
Forcé a que entrara aire a mi pulmones y saliera, en respiraciones exhaustivas. Mas calmada, giré en el podio en el vestidor y crucé mi vista en el panorama que hacían mis amigas buscando vestidos.
—Creo que ese le quedará mejor que el otro. —Mostró un vestido colocándolo sobre sí misma.
—No, Fresita. Le favorece el azul. —Siguió moviendo vestido tras vestido entre percheros.
—Le favorece cualquier color vivo y cualquiera neutro, ¿cuál quieres que use?
—Los vivos. Siempre está vestida sobriamente.
—Ya les dije que no voy a usar ninguno de sus vestidos —medio grité, por estar alejada de ellas y para que quede claro—. Ni los de fiesta, ni los de novia.... ¡¿Acaso me están oyendo?! Dios... —reí. No hay remedio.
—¿Qué te puedo decir? —habla Eliana, divertida con todo el relajo que han montado, sentada en uno de los sillones velvet frente a mí—. Son tercas.
—Ya sabía que se pondrían así pero esperaba que no —albergué, bajando los dos escalones del podio y sentándome en el primero—. ¿Tú qué dices?
—No por nada sigo aquí sentada tomando refresco.
—Eli —apreté mi lengua contra el paladar para no reír y cubriendo mis rostro, la miré entre los dedos—. Eso no es refresco.
Ya le estaba dando otro sorbo y por poco lo escupe a mis pies.
—¡¿Qué?!
Se levantó de golpe y corrió, asumo que al baño, mientras se lamentaba por beber alcohol antes de la cena.
Al regresar y sentarse como si le pasó un camión, en serio muy asaeteada, le pregunto:
—¿Cuántos vasos?
Luce culpable.
—Cuatro... o cinco.
—Debí beber contigo. Tal vez eso quite este estrés.
—Es imposible que no te estreses; serán tus suegros y conocerán a los míos, no necesitas suprimir el estrés, debes vivirlo como las personas normales. ¡Yo lo llevo peor que tú! —exclama, pasando su cabello tras las orejas—. Estoy en la primera etapa de la ebriedad y Loreanne huele el alcohol a kilómetros.
No le quité importancia, ni una poca. Mamá es un lío con el alcohol si no estamos bebiendo todos al mismo tiempo y el contentamiento que tiene con Eliana desde siempre puede menguar por ignorar una de sus pocas reglas.
Me estiré lo que pude hasta tomar la botella en la mesa al lado de los sillones y di un largo trago enfrente de la asustada pero agradecida mirada de mi cuñada.
—Que sea de las dos.
—¡Encontramos tu vestido!
Impulsé la botella hacia mi boca.
Será una cena. Una cena que mi papá llamó «común y corriente, como todas las demás cenas, hija». Planeé un escenario completamente diferente al que ya Eliseo tenía más que listo, mi único cometido es estar y ser. Intentó persuadirme con la frase estúpida «Yo me encargo, amor». ¿Me conoce ayer? Debía estar allí, preparando comida o postres para doce personas. Estoy disuadida a creer que le permití hacerse cargo porque me encontraba cansada, lejos de mis cinco sentidos.
Volví a deslizar el líquido a través de mi garganta.
—Como que llegué justo a tiempo.
Lu aparece detrás de Monilley y Presley, mostrando un vestido corte tubo cuello v con hombreras. Naranja.
—Tu jamás te pondrás eso —declama Lu, saludando de camino a cada una.
—Es lo que trato de decirles hace horas pero ya, ya dejé de intentarlo.
—Dinos entonces —acucia Presley—, ¿cómo vas a vestirte?
—Iré justo como estoy.
Me alisté a mediodía sabiendo a dónde iré en la noche. Llevo un pantalón gris corte alto con bolsillos, sujetado en su pretina por un cordón. Una blusa café cuyo ruedo llega a principios de la pretina, cuello tortuga, con un collar de ilusión de zafiros sobre él. Sandalias completamente negras, altas y tacón corrido porque merece la pena usarlas.
—Te ves muy casual —se queja, acercando el vestido con ruego en sus actos—. Pero con esto te verías fantástica.
—Es presuntuoso —digo con todo el tacto del que soy dueña—, y no voy a presumir que tengo a su hijo, voy a conocerlos, a mostrarles quién soy y que me muestren quiénes son ellos. Gracias por preocuparse y las quiero pero no quiero que me usen de muñeca, necesito que me ayuden a relajarme, por favor.
Las cuatro me miran atentas y con un chillido de unas y un «awww Cara» de otras, se lanzaron a abrazarme. No me alcanzan los brazos para cubrirlas.
—Tonta —murmuró Mony, la que está mas cerca de mí—. Es lo que hacemos, ¿cómo estabas hace una hora en comparación?
Parpadeo, ajustando mis ojos en ellas y la tienda; las bebidas y Eliana tomando de más. Y ahora Lu...
Las abracé también, con todo mi cariño y alivio juntos.
—Son unas locas, todas. Hasta tú, Lu.
Ella sonríe y achica sus hombros.
—Traje pasteles, seguro eso me da puntos como tu mejor amiga.
Reímos y tomamos lugar para comer los riquísimos pasteles, de frambuesas, melocotón, manzana y limón.
Habría invitado a Monilley y Luliana a que vinieran pero esta, por ser la primera vez, contaba como reunión familiar y estarían mis hermanos, Eliana, mis papás, los de Eliseo, Elias y Presley, como futura nuera.
Eliana conducía, tarareando un rap en español al que apenas y le atajo una que otra palabra. La manera en la que le sigue el ritmo y no se equivoca en ninguna palabra me hace mirar su mandíbula con detenimiento. No sabes si el rapero quería adorarla o quería matarla. Para mí sonaba exactamente igual.
A media canción, apagó el equipo de sonido y adelante, a tres casas, está la de mis papás, con la luz del porche encendida, las de la sala y la estancia. Estacionamos en frente y permanecimos sentadas un rato mas.
—Van a quererte tanto como me quisiste cuando nos conocimos.
Con esa promesa, entramos a la casa.
Mi recibimiento fue un aroma inconfundible de uno de los platillos mas ricos que he comido: pabellón. Eliana me adelantó hacia la estancia, saludando a los que allí se congregan. Desvié a la sala y mis hermanos Cannon y Chris, se levantaron del sofá con Eliseo acompañándolos.
—Llegas tarde —reprochó Cannon.
—No llegas tarde —contradice Eliseo, mirándolo de modo que mi hermano levantó las manos y se sentó—. Ellos ya vienen.
Asentí y le di un beso, percibiendo el mismo olor que recorre la casa en él.
—No me dijiste que tú cocinarías.
—No habría sido una sorpresa. —Toca mi barbilla y estudia mis labios—. ¿Dónde está mi sonrisa?
—No quiero escuchar cursiladas, por favor —dijo Christopher, impartiendo su toque de impertinencia.
—Como si tú no las dijeras —replica Cannon—. Si eres una vergüenza de pan dulce.
—¿Quieres que te recuerde tu época de amoroso?
—Acostúmbrate, Eliseo. Esto será para siempre.
Eso me hizo gracia.
Sonó el timbre.
Le di la cara a la entrada y atrapé la mano de Eliseo. Eliana fue quien corrió desde el otro lado; nos miró, pidiendo permiso. Le asentimos y abrió la puerta, saludando y dando la bienvenida al hogar de sus suegros.
Ellos sonrieron. Fue lo primero que hicieron, además de dar las gracias y alabar la puerta, que tiene intrincados de hojas, espinas y flores en un acabado de madera clara. Dieron los pasos necesarios para que se cerrara la puerta tras ellos, guardaran los abrigos en el armario y les invitara a pasar Eliseo con un grito, típico de hijo.
La señora era baja en comparación al señor, que compartía la misma estatura que sus hijos. Ella, trigueña y de pelo ondulado. Él, algo más claro y cabello muy corto. Vestidos elegante y casual, él compartiendo el color rosa pálido del vestido corte recto en una corbata delgada, de resto, un saco casual azul oscuro cubriendo una camisa negra y pantalones de pana de un azul glauco, moderno. Oí tacones, pero no pude ver hacia abajo.
Fui quien dio el paso.
—Bienvenidos.
—Gracias —respondió la señora y miró rápidamente a su hijo, pero continuó conmigo—. Yo soy Elouisa y él mi esposo, Marlon.
—Es un gusto venir —dijo él y sí que no fingió como su esposa que miraba a Eliseo—. Pero vinimos por qué. Si fueras tan amable en decirnos, Eliseo, te lo agradeceríamos mucho.
El mencionado sonrió y se acercó a mí.
—Esa vez no era el momento pero ahora quisiera presentarles a Cara —me miró al decir—: mi novia.
Tuve que afincar mis pies en el suelo para advertirle a mis facciones que se quedaran como están ante lo que él acababa de hacer y decir.
Con ansiedad en mí, me di oportunidad de verlos y parecían contentos. Mas que contentos.
El señor Marlon soltó una sonora y fuerte carcajada.
—¡Bienvenida a la familia, Cara! —Y me sepultó en sus brazos.
Todo nervio se fue de mi ser y abracé a todos los que me abrazaron, sonreí feliz todo lo que se me antojó y me sentí orgullosa de ser quién soy, como siempre pero con un poquito más de brillo.
Yo fui en busca de mis padres, Charly, Conor y rebosante de dicha presenté a los primeros:
—Ellos son mis papás, Loreanne y Pit Andrews.
Los señores fueron serios si los equiparaba con las señoras, que se dieron un abrazo. Los escuchaba hablar y me convencía de que está yendo bien. Que es mejor de lo que idealicé. Sentados, cómodos y en un ambiente especial entre la familia.
El señor Marlon dijo, señalando el clima de afuera.
—Si se casan en otoño sería bueno. En esa época no hace ni tanto frío ni tanto calor.
—¡Aw, sí, Marlon! —secundó su esposa, deslumbrada—. Y a Cara le quedaría precioso el vestido de mi abuela, ¿verdad que sí?
—No, mamá —se anticipa Elias a su papá—. Nadie usará ese vestido.
—¡Pero Elias, qué podrás saber tú de buen gusto!
—Tengo a Presley. Más que suficiente.
No les escuché. Me moví entre mis hermanos obstaculizando el paso a la cocina y busqué donde recargarme. Como todo estaba ocupado con alguna cosa o tontería, acabé cerca de la puerta del cuarto de lavado.
Cubrí mi boca, conteniendo la risa.
Fue ambiguo en ese entonces y quedó suspendido hasta estar ambos en el mismo hemisferio. Llegué hace dos días y entender la magnitud de nuestra apuesta, de la que no se ha mencionado desde que la hicimos, es como recibir una noticia.
Me voy a casar.
—Cara.
Conseguí mi voz.
—Estoy aquí.
Eliseo se acerca y no descubre nada a mi alrededor, salvo a mí.
—¿Vamos a huir?
—Claro que no. Estoy respirando y... —Me reprendí. Tenía que admitirlo —. Mentira. —Le alcancé, a menos de un metro de separación—. Es mentira, Eliseo. ¿No oíste lo que dijo, lo que dijeron tus papás?
—Por poco dicen que te adoran, como es obvio. —Esa sonrisa. Sonriendo tan feliz—. Como supe que pasaría.
—No, nada de adorar. No estoy hablando de que me quieran...
—Adoran —interrumpe, bisbiseando.
—Estoy hablando de nuestra apuesta.
Se echa atrás, pone un brazo sobre el otro y arquea sus cejas.
—¿De eso? —chasquea sus dientes, bufón—. ¿Tú aun la recuerdas?
—No te hagas el amnésico —gruño—. Que bien sabes que ganaste.
Él negó; su semblante indulgente.
—No es importante ahora, Cara.
—Sí es importante —dictamino—. Ganaste y quiero saber la fecha que escogiste.
—Para eso tengo que buscar a Eliana y...
—Yo la busco.
No doy ni un paso y Eliseo está sosteniendo mis caderas. Su porte fracasado y el que baje la cabeza de modo que vea la cima de su cabello me hace cavilar.
Farfulla casi inaudible:
—Vas a creer que estoy loco, que... que soy un psicótico.
Empleé mi tono juicioso.
—No puedo creer nada si no sé de qué estás hablando.
Se planta en el acto y me fusila con sus ojos. Alarma y mas alarma en un pozo verde sin fondo.
—Un mes, después de conocerse.
Vago entre dos pensamientos, pero no me tomó tanto tiempo entenderlo. El tiempo en sí se fue en las cuentas.
Si la vida no trajera imprevistos que atravesar, como mi viaje, nuestros padres se habría conocido en menos de una semana. Creo discernir cómo trabaja la mente de Eliseo y que él lo habría querido, fuese apuesta o un fortuito anhelo, da lo mismo; lo deseó. Dice que no es importante para bajarle rayitas de intensidad a algo profundo que puede ser interpretado, fácilmente, como trastornado.
Un mes después de conocerse...
Uno.
Tengo una sola duda.
—¿Por qué tan pronto?
Ya menos en conflicto consigo mismo, inclinó su cabeza a un lado y me vio como si fuese un ser lleno de inocencia.
—Porque el tiempo perdido es para aquellos que no saben lo que quieren.
Elevé mis cejas ante su arrojo.
»Y Cara... Mírame bien y escucha lo que digo, aunque planeo decírtelo muchas veces. No necesito de meses de relación, de conocer cuál es tu peor cualidad o si me llevaré bien con tus hermanos para decidir que te amo y quiero pasar los siguientes años viviendo, comiendo, riendo, ejercitando, llorando, discutiendo.., contigo. Lo quiero todo contigo.
»Pero, si dices que no por ahora, yo sabré esperar. Con mucho dolor, esfuerzo y lágrimas.
Fruncí el ceño y quise darle un puñetazo a esa sonrisa pendenciera.
Troné—. No puedes decir cosas bonitas sin añadirle bromas.
—No es broma.
Bailoteo mis ojos y sonrío, porque sigue siendo lindo. Lindo técnica Eliseo.
Recuerdo las palabras sabias de Eliana y estoy dispuesta a ofrecer lo mejor de mí. Si esto era lo que más quería, el «amor» que el propio Eliseo un día me dijo que envidiaba que yo fuese valiente en buscar.
Ahora, ¿quién es el valiente?
—También te amo —recité con fervor. Ya, ya se está sonriendo...—. Pero, si quieres que nos casemos en un mes, tú vas a planearlo. No pienso mover un dedo salvo para el sabor del pastel, el vestido que puede no ser vestido y el destino de la luna de miel. ¿Estamos?
Me guiña y abre los brazos para meterme en ellos, agitándonos lado a lado como un niño.
—Tu mandas, Hada.
No sabe en la camisa de once varas en la que se está metiendo. O lo sabe y es un masoquista.
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¡Necesito compartir mi emoción! ¡YA FALTA NADA PARA TERMINAR! YUJUU
Liana
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