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|37| Doble ganancia

Multimedia: I'm Ready (Sam Smith, Demi Lovato)

—No entiendo qué pasó.

—Si tu no lo entiendes, ¿entonces quién?

—No hay necesidad de ser antipático, Eliseo.

—Soy como me sale cuando le aplastan el corazón a mi hermano. Y tú, Monilley, no debes ponerte del lado de la inconsciencia.

Revoloteé mis ojos y bebí de mi cóctel de lima.

Monilley no se quedó en silencio.

—Lo que quiero decir aunque a ti te pese oírlo es que Presley está asustada.

—¿Asustada de Elias? —increpa aprensivo, soltando suspiros graves.

—Asustada de la idea del matrimonio.

—Eso es absurdo. Una persona tan práctica como ella debería saber qué conlleva casarse y que no es ninguna extravagancia.

Me sentía como en un partido de pin pong, lanzando y lanzando la pelota de izquierda a derecha.

—No puede ser —la oigo murmurar, desacreditando lo que dice Eliseo—. ¿Tú qué puedes saber? Hasta donde tengo claro aun no te casas. ¿Qué puedes saber del matrimonio si no solo teoría?

—Me empiezo a enredar —dice Eliana con cierta inocencia aunque está tan entretenida como yo—. ¿Qué tiene que ver él con lo que desee Presley?

—Es lo que quiero saber —objeta Mony mirándolo con apuro—. Dime tú, cascarrabias.

Eliseo se echó atrás como el dueño y señor que no es pero está seguro de ser, en el sofá de dos plazas y estiró los brazos, uno de ellos fue a parar detrás de mí y sentí los dedos juguetear con mi cabello. Escondí mi sonrisa tras la copa y esperé a que se siguieran torturando o desahogando con esta charla, a mi parecer, inservible.

—No tiene nada que ver —responde calmo y sobrado—. Y yo, Fantasía, sí sé lo que implica el matrimonio. Si alguien está asustado al respecto, se puede negar, no huir como la chica de esta película de los años noventa.... Esa, que se iba en cada boda...

—¿Novia Fugitiva? —le ayudo.

—Sí, ella. Es lo que me molesta, la indecisión y el que Elias no lo viera venir.

—¿Así termina mi fiesta? —me quejé, recibiendo las miradas de todos—. Vaya chasco.

Todos se sumieron en un silencio embarazoso y Eliseo fue el primero en querer arreglarlo.

—Cara...

—No —les detuve de las innecesarias excusas—. La pasé bien, pero sin Presley y Elias no es lo mismo. ¿Quién sabe? Puede que la próxima estemos celebrando que los cabezas hueca sí se casen.

Algunos rieron, otros me miraron sin remedio, y sin mucho melodrama, nos despedimos.

Se supone que acompañaría a Eliseo, pero no tuve que usar un traductor para saber que iría por Elias y es necesario que permita que lo haga o sino su tranquilidad será inversamente proporcional a la mía.

Estoy preocupada pero también segura de que no habrán calamidades, no como las que Eliseo tramita en su ágil cerebro.

Si he de considerar el hacerle frente a una amiga que necesita pensar en lo que desea, no me involucraría, solo si es de vida o muerte. Una propuesta de matrimonio puede ser lo que uno quiera que sea. Conversar de ello con Eliana, que se casó ilusionada y continúa en la misma ilusión, es prueba de que el proceso de aceptación de una vida de casados no es posible implantarla en cada cerebro con la misma exactitud.

Como tampoco es normal emocionarse por ver cómo se graban películas o comerciales.

Pero Eliana me pidió que la acompañara en calidad de familia y escolta. No se decidía si tener o no guardaespaldas, pero le asusta no tenerme cerca después de saber lo que pudo ocurrirme, sin importar cuantas veces le repitiera que era improbable que sufriera un secuestro, sin embargo si yo no estoy totalmente segura de eso la mentira no es una gran opción, no en nuestra familia.

Y la otra excusa es la menos creíble: me necesita para que no le ocurra nada malo.

Ajá.

Nos encontrábamos al norte de Georgia para grabar su último comercial, de un champú reconocido, fundamentalmente porque aquí se encuentra mucha vegetación y el director no quiso usar un fondo verde; las áreas solo se pueden equiparar a un denso y amplio bosque lleno de pinos, melocotones y magnolias. Las escenas que van a grabarse, según supe, eran de acción y aunque se piense que los árboles y el clima bajo es estorboso, en realidad es todo lo contrario. El comercial no va a estrenarse hasta el próximo mes, pero dado que se cambia de locación muchas veces decidieron ir al sitio más complejo donde grabar y hacerlo de primer lugar.

Ya Eliana ha viajado con regularidad. Esta no es la primera vez, ni será la última. Es considerada una de las actrices más pedidas por el público y de las más jóvenes también, lo que la coloca en una de las más ocupadas en el año. La temporada que estuvo en casa fueron unas cortas vacaciones, pero éstas no van a repetirse pronto.

Le comenté con desenfado:

—Gracias a Dios que no tienes mascota, se morirían antes que las plantas que no tengo. —Añado por ser insistente—. O casa.

Eliana me da una sonrisa dulce y llena de gracia.

—Es decir que ya decidiste.

, estuve a punto de contestar, pero su director la llamó y dejé que se marchase pensando lo que quisiera. Una vida con menos preocupaciones para Eliana es una vida buena.

Tengo una buena vida. Quiero que siga estando así.

Solo han sido semanas desde que dejara la casa de Elias para ser de compañía y no puedo acostumbrarme a esta sensación, como un aceite en mis manos: no importa cuánto lo intente, no importa cuánto me esfuerce por sacarlo, sigue estorbando.

No somos ningunos espías pero Elias y mi persona trabajamos con algunos que acabaron en el FBI o se volvieron doble agentes en algunas misiones envueltas en el secretismo impermiable protegido por asociaciones con la nación que a ojo público dicen no vincularse pero lo hacen por la vida del prójimo. Por el futuro. No sé esto porque me lo cuenten, sino porque algunos de nosotros tuvimos oportunidades que rechazamos. Por lo mismo: el futuro.

Lo que más se me hace ridículo de todo esto, de la sensación que me recorre, es que me estuviera moviendo en contrapunteo al compás de un hombre que solo le ha añadido a mi vida dolores de cabeza. ¿No podía vivir con que una mujer le diga que no? No me creo las sandeces de si soy una mujer difícil o si debí ser más complaciente, todo eso va ligado al engaño, a la trampa y a la manipulación. Desde el día uno en que dije no, ese hombre debió conformarse y hacerse uno solo con el rechazo, no convertirlo en una especie de vendetta o rabieta donde va a obtenerme porque valgo o no valgo. Otro tipo de manipulación.

Emule es demasiado presuntuoso. Me intentó estampar en la cara que tiene formas de moverse, no muy hábiles, pero estuvieron dentro de mi casa. Cerca de los sitios en los que frecuento. Rondando a las personas que quiero; el desfile fue una muestra.

Y si por un segundo, un nano segundo, se acercaba a Eliana o mis hermanos...

La sola idea abruma mis retinas. Hace que apriete las manos en puños dolorosos al ser clavadas mis uñas en la palma y la cólera se traslade y convierta en temblores, en pulsaciones en varias secciones del cuerpo que buscan acción.

—Vaya, hola.

Volqué mis iris a quien me habla y salté de la silla para ponerme en pie.

—Me alegra que estés feliz de verme.

No me moví o cambié mi expresión.

—Un Hola, Rodriguez. ¿Cómo estás después que te engañé y por mi culpa tu jefe está a punto de ser sentenciado a más de cincuenta años de cárcel y te quedaste desempleado?, sería una buena forma de empezar esta alegre charla.

Rodriguez ubicó las manos en los bolsillos de su gruesa chaqueta de un azul turquesa, colorida para la opacidad de lo que nos rodea porque se está grabando un comercial y no estamos en carnavales.

Rugió un suspiro.

—Esto no es un sitio turístico.

—Según tengo entendido es uno de los lugares que aporta al turismo con un significativo número de ganancias.

Resoplé, capturando poco de esa respuesta como una respuesta lógica.

Rodriguez ve a lo lejos donde están grabando. Lograron ubicar las cámaras en distintos sitios para las tomas y en esta oportunidad se grabará en un mismo lugar, pero pronto cambiarían, según Eliana, por las cámaras que persiguen a los que interactúan. Elevo mis cejas a él, que se ha embelesado en el mover de los actores, oyendo al director darle indicaciones. Pienso seriamente en sacarlo de aquí si aun no están grabando.

—No haces nada útil, Andrews —dice despectivo. Hago el favor de no responderle—. Y necesito que hablemos. Es algo urgente.

No me demoro en preguntas y le sigo el paso pasando al lado de uno de los campers que usan de camerinos. El suelo, por supuesto, es irregular gracias a la tierra, las rocas, la hierva si conseguías, y algunas raíces que lograron saltarse, bifurcar y elevarse, algunas con musgo y otras solo de un color cercano al gris y marrón. Nos alejamos lo suficiente para subir un poco entre árboles y posicionarnos en el sonido del bosque y nada del de voces humanas, salvo la nuestra.

Diviso a Rodriguez a mis nueve en punto y me da la espalda, con las manos en su cintura.

Ríe de repente.

—No pudiste quedarte callada... Fuiste tan estúpida para meterte en su vida, que lo investigaran y sí, consiguieran suficientes pruebas además de las que les proporcionaste, pero olvidaste que nadie trabaja solo. Que existen muchísimos mas.

—¿Te parece que voy en busca de los otros que se benefician?

—Serías capaz.

—No lo niego pero no lo hago. El único que me importaba ya está sufriendo las consecuencias.

—Va a salir —sentencia.

—No lo voy a permitir.

—¿Y qué puede hacer un simple guardaespaldas como tú?

Sonreí aunque no me está mirando.

—Me menosprecias, Rodriguez. Mas bien, dime qué es esta alegre charla y te vas.

Dio un giro y apuntó donde estoy de pie, a cinco metros de él.

—Vine a cumplir órdenes.

—Mmm, bueno —uní mis manos y las balanceé—. De una vez te digo que no pienso ayudarte a conseguir empleo. No por esto, sino porque estoy casi segura que esa vez te hiciste el sordo.

—¿Esa vez? —dice bufón. Se mueve con agilidad entre la espesa vegetación—. ¿Hablas en códigos?

—Por favor, no insultes mi ingenio.

El tiempo, es un factor importantísimo si quieres lograr cualquier cosa. Suena ilusorio, a poca relevancia, pero nunca sabes qué puedes hacer en un minuto si no lo tienes.

—Tu insultaste el mío al usarme para volverte su custodio.

El tiempo me indicaba que si Rodriguez viniera acompañado, yo no habría tenido este intercambio y la fuerza bruta junto con un montón de gente serían sus aliados. Pero está solo.

Extrañamente solo.

—Entonces... ¿esto es un adiós? ¿Vienes a cobrarte todas mis malas acciones?

El tiempo puede ser un gran amigo.

—No, Cara. Vengo a recordarte tus malas acciones y a aleccionarte.

Y mientras el tiempo era mi amigo, yo no confiaba por completo en él.

Por lo que llevé mis manos a mi espalda baja, al cinturón del pantalón y saqué mi arma. La que tuve una vez y me ayudó; la que hizo por mí lo que Rodriguez no pudo ni quiso hacer. Fue un escudo espontáneo que me permitió pensar.

Sin embargo, no tengo que pensar en lo que estoy haciendo.

—¿Que tú vienes a aleccionarme, dices?

Él dio un giro y se echó atrás, en un impulso involuntario. Y eso que aun no la cargo.

—Baja el arma, Cara. —Oh. Suena asustado.

—¿Y por qué? No creo que tú estés desarmado. Si viniste por órdenes, no creo que sean que me lleves.

—No quieres cargar con un muerto en tu consciencia —intenta disuadirme.

Solté una risotada.

—¿Tú qué sabes lo que quiero? ¡¿Cómo te atreves a mandarme?! —Quité el seguro y apunté, con la frialdad que solo puede otorgar la entereza que me ha dado los pocos remordimientos, los entrenamientos y los años multiplicados—. Estás cortado por su misma tijera. Pero no te preocupes, colega —mofo—. No dolerá mucho. En comparación con el dolor eterno que tendría al ser quebrada, esto no es nada.

Posicioné mis pies para recibir el impacto de manera adecuada y me moví de modo que cambiara la trayectoria anterior por una más conveniente. Disparé con una sola meta, y no era matar a alguien.

Porque no soy ninguna asesina y no vale la pena serlo por alguien que vino a descobrar un asunto que no le atañe, aunque se esté adjudicando ese derecho.

Apunté a su oreja y volé con la bala un trozo de la curva superior de ella, llamada hélix. Bajé mis brazos y permití sentir el frío rozando mis mejillas, para que se enfriara mi temperamento en ebullición. Rodriguez puede decir todas las palabras soeces que quiera y retorcerse. En tal caso, él se lo buscó.

—Dios mío, llegué tarde.

—¡No puedo oír, maldita sea! ¡NO ESCUCHO!

—No creo —le respondo a Eliseo, que está a mi lado, enviando ráfagas de denso vaho que desprende de su aliento cargado. Veo a Rodriguez lamentándose y apretando su oreja—. Seguirá vivito y coleando.

—¡Eres una perra! —grita Rodriguez.

—Ay, ya sabía eso —lo despido y a su opinión con mi mano—. Invéntate otra más original.

—¿Puede demandarte? —cuestiona Toredo, detallando al mismo sujeto que yo.

—¡Estás desquiciada... Arrrgg, dueleeee!

—Que lo intente, no va a irle mejor. ¿Cómo está mi cuñado?

—Bien, sobrevivirá. —Refiere a Rodriguez con un minio gesto—. Vienen los otros chicos en camino, ¿quisieras que lo escolten a algún lugar?

Le sonreí con todo mi cariño.

—Ese ha sido de tus mejores piropos, Toredo.

Me guiñó con su asidua y aun así fresca galantería.

—Voy a acompañarlo y tu vuelve con Eliana; nos veremos después.

***

Monilley llamó finalizando las grabaciones y tuvimos que tomar un vuelo relámpago, de los que ves si quedan puestos disponibles, si se cancelaron reservas o si a último minuto no llegó el pasajero. A nosotras nos benefició que no hubiera tanta carga de personas en ese vuelo y conseguimos llegar a Nueva York en la noche.

Si oyeron ella o el resto del equipo el disparo, no fue mencionado. Tal vez el mensaje de Eliseo diciendo que se encargó, era en torno no solo a mí, también a Eli.

Mi linda y parlanchina cuñada se esforzó en verse decente —palabra que usa para referirse a su belleza innata echada a perder por no acicalarse antes— camino a Bárbados. Porque allá vamos, a nuestros club favorito luego de que los abandonáramos por la misma persona por la que vamos.

Amo a Presley, pero puede ser un buitre egoísta cuando se lo pone como meta.

—No vas a darle la cantaleta, Ellie —me advirtió Eliana antes de llegar a la mesa en que están Presley y Monilley ensartadas en una ágil charla que no les deja vernos venir.

—Y tu no vas a abrazarla para consolarla por sus decisiones.

—Hecho.

—Apostemos.

—¿Qué? —Nos trancó el paso y se posicionó en mi camino—. No, no quiero.

Digo socarrona—. Porque vas a perder.

—No porque quieras que pierda, perderé.

—Eliana, tienes que saber tus propios puntos débiles y eres débil ante las personas que ves sufrir aunque se lo merezcan.

—¡Nadie merece sufrir!

—No digo que sí, pero sí digo que sí a que vas a caer. ¿Cuánto será? ¿Veinte o cincuenta?

Vi elevarse su labio inferior, como si deslizó su lengua en las encías superiores frontales. Lo está pensando su vena competitiva.

—Cien.

Terminamos de dar los pasos hasta las chicas y me dejé caer en una de las dos sillas puff vacías. Una muchacha con una charola, enfundada en un vestido de brillos, corto y de mangas largas, pide nuestra orden. Eliana pide, para mi admiración, vodka. Yo pido un cóctel salvaje, suele tener dos tipos de licor de poco porcentaje y unos cinco a seis ingredientes que lo hacen ligero al gusto, picante y azucarado. Un engaño para los que aman los dulces.

—Gracias por venir tan rápido —dice Monilley—. Estuve a punto de golpearla.

Presley le saca la lengua.

Eli dice—. ¿Has hablado con Elias?

—No.

—¿Y qué haces? —dice comprensiva, sugestiva—, ¿qué esperas?

—No espero. —Ventila un suspiro—. Le voy a decir que sí.

Miro a Monilley que, con una sonrisa, sigue bebiendo. Eliana se levanta alegremente y apachurra a Presley, que tiene un modismo agrío y de susto, pero feliz.

—Acabo de ganar.

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