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|35| Sabio perdón

Multimedia: Heart Attack (Demi Lovato)

Eliana tiene embelesado al muchacho de Bienes Raíces que, aunque ha sido profesional y nos ha mostrado religiosamente cada apartamento, sé cuando, como y donde la observa. Lo cierto es que no es atrevido, un dato asombroso venido a menos para otras personas pero para mí dice mucho de sí. No parece estarle prestando atención, pero lo hace. Muchísimo.

¿Y quién lo culpa? Yo, no.

Siempre he dicho que Eli es de esa clase de gentes que te hacen sentir bien en su compañía, es como la anti-tesis de Presley. Si bien Pres puede ser una gran defensora de tus derechos, no es una buena canalizadora de ambientes y gentes que la rodeen. En cambio mi cuñada logra sortear entre lo que hay a la vista y lo que no se ve, se ajusta y convida a los demás a que también se instalen. Y lo podría hacer por horas.

Es verla acomodarse a la circunstancia de ser el objeto de atracción de un hombre sin salir de su habitual personalidad, preguntando por los servicios que ofrece el edificio, si los muebles vienen incluidos o pueden ser vendidos sin problemas una vez has obtenido el departamento y reemplazarlos, con su real sencillez, que más confirmo lo amable que es y lo poco que quiere hacerle pasar un mal rato al agente.

—¿Qué opinas, Ellie? —pregunta después que nos han explicado todo lo que ofrece y lo que no, este apartamento.

Está a una buena ubicación, lejos de la anterior. Me ofrecen un gimnasio privado, piscina, áreas de descanso comunes y lo que da un apartamento de una habitación con un armario respetable, sala, dos baños, el privado y el de visitas; una cocina que colinda con la sala, concepto abierto y con una península, encimeras de cuarzo y mucho almacenamiento, gavetas cobalto que me cautivaron recién las vi; cocina a gas con su respectiva campana; mucha luz natural gracias a las ventanas que cubren casi la totalidad de las dos paredes que te encuentras al entrar y al abrirse dan aun balcón que muestra la vista de los otros edificios, lo bastante lejanos para que entre la claridad. Los colores del apartamento difieren del anterior. Ése era cuero, pisos oscuros y poco que disfrutar.

Aquí hay color encima de tonos neutros. Los sofás son de forro azul claro de dos plazas sin apoya brazos, cojines blancos y negros, una mesa de centro en forma oblicúa con estructura de madera oscura y la superficie para sujetar objetos, totalmente de vidrio. Un televisor pantalla grande en un extremo, diagonal a ambos sofás, apoyado en la pared y un agradable mueble debajo de él, claro y con gavetas hexagonales, similar a una estantería de su misma forma clavada a una de las paredes.

—Lo voy a pensar.

—No quiero ser incisivo, Cara —dice el agente—, pero es una ubicación muy solicitada y no quisiera darte malas noticias si no decides a tiempo.

Asentí. Lo tengo presente.

—Lo sé, Fil. Gracias.

—Sí, gracias por todo —agrega Eli y separa la manga de su chaqueta de mezclilla para ver la hora—. Carlos dijo que a la tres y creo que vamos justas.

—¿A dónde?

—¿Cómo que a dónde, mal hablada? —pregunta con esa sonrisa suya que te pone en aprietos—. ¡A la reunión! Habrá un anuncio.

—Tenía entendido que Eliseo... —Ella me interrumpe.

—Nada, Eliseo nada. Mi fan número uno hará lo que yo diga y eso es esperarnos en la reunión de Carlos.

Silbé con fuerza.

—Estoy sospechando de tus pretensiones, los hombres de mi vida responden más a ti que a mí, eh. Muy sospechoso.

Corre a abrazarme y dar saltitos en el sitio obligando a que lo haga.

—¡Aww, yo sé que me amas!

Nos giré juntas y le dije a Fil.

—Gracias, nos estaremos comunicando, ¿te parece?

Él miró de Eli y a mí. Un poco más tardado con ella.

—Como quieras, estoy a tu disposición.

Oh, qué mal ha sonado eso.

Pero Eliana se me adelantó con una risa cuando fuimos por su auto y nos despedimos de Fil—. Que Eliseo jamás escuche una cosa así, por favor.

—Lo haces sonar mal, Toredo no es un celoso idiota o celoso en potencia. Si lo oyera se reiría por dentro sabiendo lo obvio: que quien está y estará en mi vida es él.

Eli consumió el silencio y cuando creí que no hablaría, habló:

—Oh, Ellie. Has dicho algo dulce...

Para alguien que es consecutivamente dulce lo recibí como un lindo piropo.

Me entretuve revisando unos mensajes anteriores que compartí con Eliseo en la mañana y sentí una sacudida distinta en el carro. Vi que Eliana daba una vuelta en U cambiando de calle y de dirección.

La escuché admitir con un gruñido ininteligible:

—Bien. Te mentí. No iremos a ninguna reunión.

Empecé a sospechar en serio si lograron la tamaña proeza de orillar a la por-siempre-sincera Eliana Figuera a mentirme.

—¿A dónde vamos?

—A cambiarnos y a Bárbados —dijo con renuencia; no conmigo. Eso lo sé.

—¿Y tu estuviste dispuesta a raptarme? —Sinceramente era lo que más me preocupaba. Del resto puedo deshacerme si quiero.

—Lo estuve y prometo que está todo bien, ¿sí?

No me puedo molestar con su mortificación y menos si me ha acompañado a buscar un nuevo hogar.

—Sí te amo, Eli. Es lo que te salva.

No le pedí saber y decidí confiar hasta saber qué me depara al final del camino. No quiere decir que no tengo ansiedad pero es más fácil cotejarla con una persona en la que confías y confío en Eli con mi vida.

—¡Ay, ya no puedo más! —gritó logrando que la mirara como a una demente. Sostuvo el volante con las dos manos y se encorvó tímidamente—. Vamos a que Cannon se disculpe porque está muy arrepentido de lo que dijo y no encontraba manera de que aceptaras verlo después de eso y se las ingenió para convencerme de que yo haría un buen trabajo guardando secretos. Pero... ¡no lo hice! —rió y gimió sacudiendo los hombros—. ¡Soy una pésima ayuda!

Me tragué la risa.

—Eli, cálmate.

—¡Y Carlos...! —sigue quejándose y hace un tic con sus labios—. Mi Carlos va a estar muy triste, no soporta verlos pelear. Nadie soporta que peleen y menos por Rebecca... Es que si esa piojosa está ahí yo misma lo haré pagar todos los insultos que te lanzó.

Mi voz sonó fría—. ¿Rebecca estará dónde?

Los ojos negros de Eliana se entretuvieran en las vías de un camino recto y no contestó a mi cuestión, lo que prefirió fue usar su inteligente tono razonable.

—Sé que te estoy pidiendo mucho, Ellie. Cannon se equivocó y tienes todos los derechos de estar molesta y no verlo, pero hizo algo lindo, se esforzó por enmendarlo y tu lo único que tienes que hacer es estar. La decisión es tuya.

Inhalé y exhalé varias veces.

Yo también estoy harta de las peleas.

Me quedé justamente en la ropa en que estaba: unos pantalones cortos de corte alto marrones y una chaqueta tipo universitaria de dos tonos, beige en las mangas, cuello y ruedo, negro al frente y espaldas, encima de una franela blanca y tenis naranjas con suelas y trenzado negro. Junto a Eliana, que lleva un vestido estilo campana, amarillo, bajo una chaqueta de mezclilla y sandalias altas de un tono más claro que el del vestido.

Bárbados a esta hora no abre al público. La música y las bebidas se reparten pasadas las ocho pm, pero un vigilante esperaba en la puerta y nada mas vernos, abrió para nosotras.

Eliana está nerviosa.

No estoy diferente, pero lo sé disimular mejor, por extraño que parezca.

—Es tu decisión —me recuerda. Como si hay opción ahora que llegamos al destino. Como si no importa, podemos dar vuelta y hacer del resto del día menos estresante.

Dije con voz lastimera:

—Sin arrepentimientos.

Las luces incandescentes están encendidas y el club tiene un color extraño con esa diferencia, pero se sigue sintiendo como Bárbados.

Me había informado Eliana que la idea era aparecer en la noche, cuando todo estuviera listo —el todo también escapa de su conocimiento—, pero que Cannon estaría monopolizando ese todo desde temprano.

Y si a esto se refería con un modo de convencer de perdonarlo, está haciendo un trabajo sugestivo.

Es lo que logra que te conozcan tanto, que una sorpresa es buena si la sabes exprimir.

El piso que nos recibe tiene muchísimas cajas cerradas, pero una de ellas tiene antifaces y siempre quise, muy en el fondo de mi ser que le agradan las cosas temáticas, vivir la experiencia de un ambiente que incluya no saber quién es quién. Y si hay cuero, mejor. Si a ello le mezclas todo lo que sé que hay en Bárbados pero que aun no conozco y lo que ya existe, las bebidas que no encontrarás en otro lugar, el trato cercano, los ambientes privados y la buena, pero buena música, me tienes. Y Cannon lo sabe.

Hay un par de tubos que no había visto antes en la barra principal, la que se encuentra en medio. Lo miro suspicaz.

—Caramba —murmura Eli haciendo eco de mis pensamientos aunque yo habría dicho algo distinto—. Tengo que venir mas seguido.

—¿Le preguntaste dón...?

Fui interrumpida por la voz de Cannon acercándose. Miré apremiante a Eliana y ella sonrió, agarrando mi brazo y conduciéndonos justamente donde viene su voz, en un pasillo adyacente que conduce a los baños, una oficina y otros espacios de almacenamiento del sitio.

Mi hermano venía acompañado de Yasir, y de Rebecca.

La eterna Rebecca.

El apretón en mi brazo me recordó que no estoy molesta con ella, pero Eli sí lo está. Rebecca es una persona y merece que la trate como tal.

Cannon reverberó su cansancio hacia Eli.

—Se arruinó todo, por lo visto.

—Claro que no... —dice Eli, mediadora.

—¡Te pedí que la distrajeras no que la trajeras directamente! —Pero no puede no atisbar a nuestra cuñada con cariño.

—Promete —digo—. Si me traes hombres desnudándose me tendrás por completo.

Él ríe como si no lo pudiera contener y siguiera desconfiado, cansado. Señala al espacio con cajas.

—¿En serio te gusta?

Dije que sí con mi cabeza. Cannon falló en el momento alegre y cerró los ojos, luchando con asuntos suyos e internos. Miré a los que nos rodean y se fueron yendo poco a poco, con un susurro hilarante de Eliana hacia Rebecca que no soy capaz de repetir sin que me ría.

—Que bueno —habló Cannon, refregando su rostro y dejando la mano sobre la cabeza—. Cara..., yo lo siento mucho, por todo lo que dije, fueron estupideces; te socavé y no sabes la profundidad de mi arrepentimiento. De todos mis arrepentimientos. Me arrepiento... de haber puesto tanta distancia entre nosotros, aunque vivimos juntos, estuvimos lejos. Y después —Respiró más cerca—, fui a ver a Rebecca...

Me negué sin rodeo.

—No quiero saberlo.

Cannon me acorraló con sus siguientes confesiones:

—Me dijo que tiene una niña. Que el padre la dejó sola y determinó hacerse una mujer de compañía para subsistir con ella. La algarabía que provocó su engaño trajo consigo su despido y no quisieron aceptarla en otras firmas...

—Ya sé todo, Cannon.

—Lo que no sabía yo era que hubieron otras mujeres. Que ese viaje del que no querías hablarme incluía a otras y me molesta que no confiaras en decírmelo por involucrarme personalmente.

—¿Y acaso me culpas ahora por eso? —dije, sintiéndome violentada.

—No —respiró sus palabras y noté la contrición en su voz—- No te culpo. Lo entiendo, y entiendo que lo mantuvieras para ti; era delicado y la habría comprometido a ella porque yo me habría vuelto loco pensando que estaba en serio peligro. —Echó su cabeza atrás y vi a su cuello mientras tragaba—. Eliseo me explicó que todo cumplía un plan y que ella estuvo completamente segura. Y te pido perdón por no creerte.

El testimonio pasaba por mí, alrededor y dentro, congraciándose conmigo y la idea de recibirlo. De ganar a mi hermano para toda la vida como se supone que debe ser.

—¿Y qué pasa con Rebecca? ¿Es cierto que vas a casarte con ella?

Su risa se estrujó en mis oídos.

—¡Por supuesto que no! —Su cara de náuseas me dijo suficiente—. ¿Quién te dijo eso?

—Eliseo.

—La última vez que hablamos le estuve preguntando si piensa algún día conocer a nuestros padres. —Pasó sus dedos índice y pulgar en la comisura de sus labios, sonriendo jovial—. Sí sabes que saben que tienes novio, ¿no?

—No he intentado encubrirlo—dije toda orgullosa—, ¡y no te salgas por la tangente! ¿Por qué Eliseo me mentiría?

—Considera: si quiere verte bien y feliz y nuestra pelea no te hace bien ni feliz, pudo creer que esa sería una excusa para que me armaras lío y acabáramos arreglando nuestros conflictos. Es hasta astuto... Por cierto. —Es la representación de la inocencia—, aun no me dices si me perdonaste.

Golpeé su brazo con fuerza. Que sintiera el dolor. Pero Cannon no se inmutó, está mas entretenido que adolorido.

—¡No te perdono! ¡Me llevé un susto odioso creyendo que te casarías con ella!

—¡¿Y yo qué culpa tengo de que te mintieran?! —cuestionó desenfadado y risueño.

—¡Cállate! —proclamé conteniendo la risa.

Nos miramos por unos segundos.

—¿Y? —hostiga, sabiendo que está ganado.

Me ha ganado.

—Te perdono, imbécil gorila, si tu me perdonas también. Si alguna vez te ofendí y no lo vi. Si no te entendí, si no aprecié tus sentimientos..., perdóname. Y si no soy tan buena hermana en un futuro —abrí mis brazos, mostrando lo que hay. Lo que soy—, perdóname también.

Movió su cabeza a los lados en una mueca litúrgica. Respiró hondo al abrazarme y que lo dejara hacerlo.

—Por todo y por nada —musitó—, te perdono.

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