Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

|2| Confianza

Multimedia: Miss Independent (Kelly Clarkson)

El club nocturno Bárbados es de mis favoritos. No solo porque podía entrar quien tuviese dinero que gastar y estuviese bien vestido, sino porque esas son las únicas distinciones. El servicio no tiene reparo en ti, solo se ajusta a tus necesidades y tiene varias divisiones, aun no he accedido a todas, pero me prometí que una noche cedería a mi curiosidad. Ahí conocí el otro lado de mis amigas, bastante nuevas considerando la edad en que ellas se conocen. Un lado atrevido y a su vez elegante, sagaz y un poco atontado, si quieren verse así. Sacan partido con sus parejas; es un poco hipnótico verlos y saber que hay mucho más que solo atracción física, y sí que hay.

Leitan y Elias han ido por bebidas, mientras que nosotras esperamos sentadas en una mesa baja con pushes alrededor de colores vivos, azules, verdes, amarillo y rosa neón. Como Presley es cliente habitual le regalan con qué picar, dos bandejas con mini tacos, tortillas con varios complementos, como queso, ensalada y salsas para untar; nachos mezclados en químicos y nachos naturales con crema de aguacate, crema de ajo y una crema picante que no tiene nombre, solo un color rosa pálido engañoso. He comido de ésta última y pica que excita.

—Ahí viene otro... —me susurra Mony.

Humedezco mis labios resecos, esperando por la bebida que no llega. Inspecciono lo que abarca mis ojos, a los muchos cuerpos moviéndose o sentados alrededor, y entre lo cotidiano se atraviesa lo particular. Un muchacho con la suficiente confianza para usar un saco púrpura y franela blanca, abriéndose paso. Por la inclinación de su cuerpo y su vista fija en esta mesa, viene aquí.

Limpié el sudor corriendo por mi frente. El picante hace lo suyo y necesito con vehemencia beber algo, un refresco aunque sea, no importa si aumenta mi sed. Soplo aire y abanico mi rostro.

—Uy, pareces... —Presley menea sus hombros con una sonrisa bufona. Le doy una mirada recriminatoria y ríe, tocando mi brazo en una palmada fuerte—. Yo solo digo lo que pareces no lo que eres, mal pensada.

—Está cerca —musita Monilley otra vez. Presley y yo vemos disimuladas, pero algo tarde para ser disimulado como tal.

Me sabe mal este momento.

A las tres, porque una de nosotras está casada, otra va a casarse aunque lo niegue miles de veces y otra no tiene intenciones de estar con nadie. Un trío inepto para coquetear en un sitio donde la mayoría viene precisamente a ello, a coquetear y llevarse el premio mayor.

El chico es lindo. Ese no es el problema, eso le suma dificultad. Tiene una sonrisa muy bella, y nos saluda a todas cuando solo le interesa una. Nos pregunta si la estamos pasando bien; le decimos que estamos excelente. Nos propone acompañarlo a él y a sus amigos, si eso nos gustaría. Monilley, la mas benevolente con la palabra es quien le dice que no, pero que muchas gracias por tenernos en cuenta. Pasa el pequeño silencio y sus ojos marrones se fijan en mí.

—¿Te gustaría bailar?

Muero de sed.

—Tengo sed —dije sin pensar.

Para cuando noté lo que solté por la boca, el muchacho sonrió y no tardó en ofrecerme un trago. Pero ya venían con los nuestros, así que decliné lo más cortés que pude. Pero a nadie le gusta ser rechazado.

Él no abandonó su sonrisa, solo más comedida, e inclinó su cabeza a la dirección en la que vino en un ademán gentil.

—Estaremos al final, por si cambias de opinión.

Asentí, aguantando las miradas de las dos mudas gozando la aflicción de mi cuerpo. Nos quedamos solas y me desparramo en el push, oyéndolas reír; reírse de mi tal vez tercer o cuarto rechazo.

—No sé porque lo haces —comenta Presley, recomponiéndose del desternillo—. ¿Quieres enclaustrarte en la soltería?

—Está en su derecho de decir no —le responde Monilley.

—No es por eso —rebate.

—Y yo soy la del sentido agudo —bromea, depositando su atención en ella—, ¿cómo puedes asegurar algo solo por verlo?

Presley se gira hacia mí, con el semblante de buen rato que presume cuando tiene ciertas elucubraciones que se han afianzado ya hace tiempo.

—Me lo dice ella sin necesidad de mucha investigación. No quiere a los hombres cerca, no quiere. Pero no tiene que ver con Emule, es una decisión que ha tomado. ¿Por qué? Es lo que no capto.

—¡Bebidas, bebidas para todos!

Recibo de manos de Leitan un vaso de un líquido transparente que burbujea. Lo arrebato y doy un trago que acaba con él, relamiendo mis labios en el proceso. Ha sido gratificante, algo amargo y dulce, casi como un caramelo.

Elias se sienta a mi lado izquierdo, ya que en el derecho tengo a Monilley, y llama mi atención con otro vaso, lleno hasta el tope de hielo y color ámbar.

—¿Y? —reclina su rostro, pispireto y con una sonrisa que está a punto de volverse carcajada—, ¿vas a dejarme con el brazo extendido?

Le quito el vaso y termino la mitad, reconfortada y más tranquila.

—Disculpa, estoy pensando en si es bueno rechazar a tantos hombres.

Ríe al decir—. ¿Desde cuándo te importa rechazarlos?

—Desde que noto que tal vez estoy siendo muy dura conmigo. Yo valgo muchísimo, Toredo.

—Eso no se discute —certifica con especial convicción—. ¿O lo estamos discutiendo?

—No, no es tema de discusión. —Veo de soslayo como van pasando las personas y como el cambio de luces, todo lo que compone el lugar, incita a querer bailar; no siento eso—. ¿Bailarías conmigo?

Me espero un no, o un «será mejor que le pregunte a mi bella» y estaba bien para mí, pero Elias se coloca en pie y solo avisa al grupo que iremos a enseñarles a los pubertos como se hace.

Eso estuvo a punto de hacerme sonreír.

—¡Pásatelo bien! —gritó Presley, como una gran fan y seguidora de lo que predica.

Permití que Elias fuese mi guía y que estableciera en dónde nos ubicaríamos, aunque en Bárbados eso no existía como tal. Podías bailar donde quisieras, pero uno acababa imitando a los demás y los que sí lo hacen mantenían una distancia entre el área donde sentarse, donde estarse de pie, donde beber y por supuesto, donde bailar. Los espacios con mas masa, en medio y cayendo las luces en una hipnótica sincronización de colores, allí nos ubicamos. Suena una salsa pegadiza de un tal Oscar de León; Llorarás, es su nombre.

Elias marcaba el compás y no tardé en seguirle, faltando poco para golpearlo por esa sonrisa ridícula que tiene permanentemente. No entiendo cómo lo hace, cómo sonríe tanto y más si estás sudando. Nos acerca lo justo y disfruto relajar mi cuerpo, sin la sed de por medio; disfrutar de hacer esto con alguien a quien le tengo confianza.

Confianza.

—Es eso —susurro.

—¿Qué cosa? —me susurra mi compañero de baile de vuelta.

Remarco mis manos en sus hombros para verle.

—Confianza, Toredo. No confío en nadie y no puede ser, no quiero que sea así.

Sonríe amablemente y da un asentimiento.

—Muy bien, ¿y qué piensas hacer?

—¿Yo?

—No, el velador. ¡Claro que tú! —Nos hace girar, aun moviéndonos al ritmo de la música que ha cambiado a otra salsa más pausada, casi combinada con una bachata—. Hay hombres confiables y no confiables, ¿cómo vas a proceder con ellos para saberlo? Huyendo no es la solución.

—Hasta hoy me va bien.

—Andrews —reprocha—, qué mentirosa. Si hasta hace poco decías que no quieres que sea así, pues no queriendo no se soluciona nada. Ponlo en perspectiva, qué crees que está yendo mal. ¿Has salido con algún chico desde lo de Vindelmard?

No tenía que pensarlo mucho—. No.

—Ahí está.

—Dices que..., la solución radica en salir con hombres, porque sí, para probar. Como si me estuviese comprando unos zapatos. —La alegoría era vana, pero no se me ocurría otra cosa.

—Velo como una terapia...

—Estás otra vez con eso —bufé, rascando mi barbilla con su hombro para no verlo—. Fui hasta hace un año y estoy bien, Toredo.

—Si me dejaras hablar sabrías que es como un ejercicio, si quieres cambiarle el nombre; no importa, ¡hazlo y ya!

Suspiré con pesadez y le volví a observar, mas seria.

—¿Y cómo, cuándo?

Elias toma mis caderas, hace un movimiento juntando también las suyas y me sostengo para no caer al ser suspendida y apenas sujetada por una de sus manos, dando una vuelta completa de tirón y otra de regreso. Lo repitió al contrario, pero esta vez me soltó y antes de trastabillar, di con un brazo en el lío de mis ojos. Los enfoqué como pude y me erguí, consiguiendo un rostro mucho mas moreno que el de Toredo.

El hombre en cuestión agarró mi brazo con tanto cuidado pero con una firmeza que pudo haberme admirado si no fuese porque me deshice de ella en cuanto pude, tal vez siendo más brusca de lo que planeé.

—Gracias —dije para tratar de enmendarlo con quien intentó salvarme del golpe. Revisé si Elias seguía cerca, pero no lo divisaba.

—De nada, ¿estás bien?

Su voz había tocado una cuerda de entre todas, la que pudo haber llamado mi atención lo suficiente para querer volver a oírla. Es un moreno de altura promedio, llegamos a ser casi pares. No tiene cabellera, y le luce. Inspecciona mis brazos y pies con sus ojos castaños, como sus cejas. Hice un chequeo de daños, por si a caso, sintiendo mi cuerpo. Además de sudar y volver a estar sedienta, todo marcha bien.

—Muy bien. —Nada. Elias se fue y adrede—. No te pregunto como estás porque no llegué a tropezarte.

Niega y emerge una sonrisa abierta.

—Estoy bien —dice aun así. Sus ojos vacilan atrás de mí y al regresar, agrega—. ¿Quisieras que te invite un trago?

—¿No debería decir eso yo? —digo en tono casual, consiguiendo que sonría—. Después de todo, fui quien casi te tropieza.

—Cualquiera va bien.

Gustosa de se respuesta, dije:

—Te invito —tomo la delantera y busco la mesa con mis amigos. Elias atina a captarme y brinda hacia mí.

De nuevo, a punto de sonreír.

—¿Cuál es tu nombre? —pregunta en cuanto he pedido por los dos y nos recostamos en la barra a esperar. Lo bueno es que cargo mi tarjeta, identificación y efectivo conmigo, lo único que traía mi bolso es el celular.

—Cara.

—Un gusto, Cara —me muestra su mano y la acepto con gusto—. Gustav.

—Igualmente, Gustav.

—¿Te abandonaron? No lo tomes a mal —agrega rápidamente. Le doy una mirada curiosa—, pero bailabas con alguien y te soltó de esa manera, no suena casual.

—Es porque no lo es —digo claramente—. Bailaba con un amigo que intenta probar un punto conmigo.

—¿Un punto? ¿cómo cuál?

—Que no rechace por quinta vez a otro que me invite a bailar.

Gustav analiza lo que digo y en eso llegan nuestras bebidas, la mía sin alcohol y la suya con el suficiente. Es un cóctel de buena apariencia adornado por una fresa sin tallo en su costado; en comparación tomo un refresco que aún conserva su espuma.

—No te invité a bailar.

Le apunto con mi bebida, dándole la razón.

—¿Y si te invito?

—Te diría que sí.

Bebe un trago largo y acepta el guante.

—Te invito a bailar, Cara.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro