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|19| Deudas

Multimedia: Can't feel My face (The Weekend)


-¿Cómo está?

-Está bien, Elias. No porque lo preguntes más está peor o mejor, solo está, come y conversa. Estuvimos hablando de mí, no tienes que volver a lo mismo.

-Te escuchas tenso -dice y está ese matiz burlón agobiante.

-Estoy esperando a que me digas que encontraste algo útil para encerrarlo.

-Riveira está haciendo lo que puede pero Videlmard tiene amigos cobre huecos. Siempre anda acompañado y no rompe ni un plato, habrá que seguir esperando.

Riveira es un hombre muy capaz y sigiloso que accedió a sernos de detective. Sigue los pasos de Emule hace poco así que mi actitud es más desesperada de lo que quisiera, no porque no sepa que está haciendo su mejor trabajo, sino porque sé lo que es sentirte un estorbo y quiera o no; Cara así se siente en mi casa.

-¿Hablaste con Kaleb?

-Sí, eso está listo -responde rápidamente. Hasta podría creer que mi hermano está nervioso, pero lo dejo ser; no tengo ganas de indagar si no le puedo ver a los ojos.

-Pues gracias. Te prometo que hago lo que puedo.

-Haces más, estoy seguro. No te desvivas tanto, a Cara no se le impresiona así.

-No es mi intención impresionarla.

-¿Ah, no?

No del todo.

-Es tu asunto -añade.

-Dices que es mi asunto y hace poco me amenazaste con que tiene una relación, ¿quién te entiende?

-Presley, la mayoría del tiempo, el resto de él finge muy bien -ríe como si fuese el gran chiste-. Cuando se despierte dile que quiero hablarle. Descansa.

Eso no me duró mucho. El descanso, quiero decir.

Alcanzo a enrollar la cinta en mi mano izquierda antes de arrepentirme.

Sigo creyendo que no es buena idea.

Sigo pensando en cómo hacer que Cara cambie de idea pero no le es atractivo comer hasta reventar mientras ríes a carcajadas con una mala comedia; lo aprendí hace tiempo.

-No seas tonto, Toredo. Ni que te fueras a morir -dice de espaldas a mí, haciendo lo mismo que yo-. No hoy, al menos.

-No he utilizado estos guantes con una mujer. No te vayas por otro camino -advierto-, no dudo de tus capacidades ni de las mías, pero no se siente del todo bien que hagamos esto por diversión.

-¿No desayunas golpizas?

-¿Tu sí?

-Tampoco, pero sería genial tener con quien hacerlo. A mis hermanos no les atrae, salvo a Conor, pero él lo hace en sus entrenamientos no para su propio entretenimiento.

Acabo de atar y me acerco, rodeando el cuadrilátero. Veo que extiende y contrae las manos de distintas formas, estirando también los brazos.

-¿Calentaste? -pregunto, pidiendo con mi mano que me entregue las suyas. Debo asegurarme de que están bien atadas.

-Está bien -rechaza negando y continúa dándome la espalda-. Puedo sola.

-Trae acá -persisto, esperando.

Sus hombros desnudos gracias al top que solo cruza en líneas delgadas su cuello hasta unirse en la misma tela de espaldas, suben y bajan, en una exhalación. Se da vuelta y me muestra las manos.

-¿Ves?

-No se ve, se prueba -digo y atrapo sus manos antes de que se vaya. Siento el ajuste y parece que no está apretado para no dejar que circule la sangre. Cierro sus dedos en un puño-. ¿Cómo se siente?

-La derecha está más ajustada.

No le pido permiso, deshago el pequeño nudo y desenrollo hasta un punto en que pueda darle vueltas nuevamente.

-Gracias -dice al acabar de anudar-. Y sí, calenté. ¿Estás listo o tendré que pelear con el saco?

Sonreí.

-Listo, Elle.

Ambos, a una distancia prudencial, nos pusimos en posición defensiva. La idea no es que nos golpeemos, usamos protección, ya que si accedí a practicar es solo por ella, porque fue su única petición al despertar y porque también lo necesito.

Hay algo en el ambiente con el mero hecho de que estemos de esta manera.

Cara fue quien se acercó primero a atacar. Noté qué golpe efectuaría tan solo por la posición de los pies y piernas, la forma en que su cadera se giraba, la alineación del hombro y brazo, antebrazo, muñeca y el puño. El impacto en mi abdomen pudo haberme sacado el aire si no fuese por la protección, pero pudo haber sido interesante. Fui a responderle con un crochet, un golpe lateral en su rostro, ella me esquivó y bloqueó el golpe con los guantes y repartiendo dos en el mismo sitio que antes.

Nos dimos espacio y fui quien se aproximó, con la intención de ir directo a su rostro para desorientarla. Se guardaba bien, moviendo los pies y no dándome cancha, además de tener una buena técnica para cubrir sus puntos débiles, pero si ella es rápida, yo tengo los brazos un poco más largos y la logro alcanzar, de modo que recibe un hook (o golpe de puño) y dos directos más contundentes. La oigo reír, pero aparto ese sonido de mi mente antes de que se vuelva a una postura de jab, que mantiene la distancia y se dirige a combinar golpes.

Sonrío aunque no sea muy visible, y espero.

La tengo encima y me muevo casi de la misma manera, esquivando a la izquierda por poco para tenerla en buena posición, en que le puedo ofrecer otro directo con más énfasis en el lateral de su rostro, casi en la barbilla. No tarda en responder a mi rostro con dos crochet seguidos y los dos empezamos un baile de idas y venidas, poco o nada de espacio entre nosotros, jadeos y estoy seguro de haber oído otra risa. No parecía que habría fin aun cuando creí estar a punto de tumbarla al suelo y ella a mí, el doble de veces.

Creo que ambos lo supimos y nos detuvimos a la vez.

Siento las gotas de sudor correr por mi espalda y las que se encuentran debajo del protector en mi cabeza. Me saco los guantes y las cintas, dejando mis manos libres. Cara hace lo mismo y se quita el protector, aventándolo en el cuadrilátero. Estira una de las bandas que delimitan y pasa por en medio de dos, bajando de golpe.

-Andrews -la llamo, preocupado.

-¡Lo que sea me lo puedes decir después que me duche!

Pero la ducha no me sirvió, salvo para tener calma y una aparente limpieza. Traté de ocupar mi mente en algunas llamadas que necesitaba hacer, y necesitar implica que obligué a mi cuerpo a reaccionar y a no vagar en recuerdos recientes, porque ser masoquista en verdad no me gusta, pero me estoy convirtiendo en uno.

No puedo estar a solas con Cara por más tiempo.

Tocan a mi puerta. Aquí no hay demasiadas personas y solo una se atrevería a tocar.

Me froto el rostro, germinando la frustración. Tomo la perilla, listo para recibir un fuerte rebote; pero este no llega.

-¿Interrumpo? -pregunta Andrews, detallando mi vestimenta y asumiendo que es así, porque adiciona-. ¿Te molesta que cocine? No tengo nada qué hacer y así te ocupas en lo que quieras y yo tengo las manos un poco ocupadas.

Pensé en lo intimidante y tierna que se ve preguntando algo de este modo.

-Puedes hacer lo que quieras. -Era tan textual. Podía hacerlo y no me daría más igual.

-¿Seguro a lo que te enfrentas?

No pude más que sonreír.

-Muy seguro. -De nuevo, era textual. Implícito hay un «Soy un suicida».

-Perfecto -sonaba contenta-. Te sorprenderé.

Y sí fui sorprendido. Y no pude no preguntar cómo era que sabía cocinar, aunque eso me costase que la creyera inepta. No, tenía autentica curiosidad.

Si yo aprendí fue porque a mi mamá y a papá por igual les parecía inconcebible que no pudiésemos sabernos valer para lo básico en una cocina y más si pretendíamos vivir solos algún día. Si bien hace unos años compartimos casa, fue porque unimos ahorros y no se veía nada bien la casa en cuestión, pero nos salió barato, a decir verdad. Elias era el encargado de la cocina pero ambos teníamos conocimiento, solo que a él se le hace relajante y a mí me sienta como un paso más para comer.

Con Cara no es así. Para ella es dar un poco de ti; una excusa para compartir en familia; un dato importante de una persona integral.

-Es un gasto innecesario comer en la calle -dice ella a punto de terminar su plato. El mío está limpio-, pero suelo ser desordenada en mis desayunos y comer fuera. O lo hacía cuando trabajaba.

-Cómo de desordenada.

-Pues mezclar lo que no debe ser mezclado, no quieres oírlo.

Pero no tardé en preguntar y hacerle entender que no me molesta escucharla, al contrario.

Es sencillo dar por sentada la presencia de los que han estado siempre, pero no quiero ser de los que hagan eso y la única forma de asegurarte es dar las suficientes razones para confiar en que vas a estar y, por consiguiente, lo estén también.

Ni siquiera supe lo que era tener un buen amigo, hasta perderlo. Lo eché en falta y no quise volver a perder a aquellos que se esfuerzan por tenerme con ellos, ¿por qué? Si los quiero conmigo.

No obstante, lo que me despierta Cara es diferente y a la vez similar. Quiero ser su amigo más de lo que ella afirma que soy, pero el término es soso y hasta molesto. Me exacerba y calma. Tiene voluntad en volverse otra cosa pero no la suficiente fuerza para conseguirlo. Como una derrota proclamada antes de que me decidiese a invertirla.

No me gusta pensarme como un perdedor. Mas bien un defensor del optimismo de que sea como un buen amigo o como sea el título que tenga, tendré a alguien como ella para quejarme de su mala forma de desayunar y bromear de lo bien que le ha hecho este tiempo de descanso para preparar mejores desayunos. Y seguirme burlando, porque nos divierte.

-Guao -murmura, mirando en dirección a las puertas corredizas con las cortinas corridas-, en esta casa el tiempo pasa volando.

-¿Quieres decir que no lo pasas tan mal?

Regresó a verme, sentado en diagonal a ella ya que estamos en el desayunador de mi cocina, con esa seriedad acostumbrada.

-Nunca dije que lo pase mal, pero espero que entiendas que odio molestar...

-Tu no molestas -irrumpo, porque es necesario que lo sepa, que esté segura como yo estoy seguro. Pero su expresión no cambia.

-Hmm, voy a intentar explicarte lo que me pasa ahora -reúne una bocanada de aire y lo expulsa-. No recuerdo haber dependido de alguien salvo mi familia, porque es obvio cómo somos, ¿no? -Asiento. Lo es-. A ellos se los permito y está bien, pero si alguien, sea quien sea, incluso Michael o Elias o tú tengan las mejores intenciones, eso no impide que me sienta incómoda y es algo mío, Toredo, no te mates la cabeza ideando cómo cambiar algo que solo es una mala costumbre o buena, no sé a qué lado colocarla; pero no tengo opción ¡y eso me vuelve loca! Quiero irme..., tal vez pudo ser lo mejor; que no intervinieras, con toda tu buena fe con todo lo que te impulsó. Eso en mí, no importa. Y lo siento, porque sí es importante.

No me quedó de otra que sonreír. No me sentía nada ofendido ni quería hacerla cambiar de opinión, no sería posible.

-No sé qué decirte, Cara. Creí ser un decente anfitrión -dije añadiendo humor.

Ella volteó los ojos, pero en ellos noté la gracia que le causó.

-Si vamos a discutir eso... Mejor háblame de tu etapa secundaria, ¿cómo hacían para diferenciarlos?

-¿Cómo lo haces tú?

-Eso es fácil. -En ella no hay dudas- No se parecen tanto.

-La mayoría opina la contrario y es normal que el voto mayor gane.

-Hay muy pocas personas detallistas. Dime, ¿Presley los diferencia?

-Siempre.

-Bueno, podemos asumir que al ella tener una profesión donde debe ser mas minuciosa de lo que ya es, le es más fácil notar las diferencias. Una de ellas es la forma de caminar, tu eres menos rígido y balanceas las caderas...

-¿Has estado viendo mis caderas? -interrumpí, mirándola con detenimiento y lleno de diversión-. Voy a creer que te aprovechas.

-Sí, sí, son una tentación -me habla como a los tontos sin atisbo alguno de haberle hecho gracia y sigue nombrando-. Tu rostro es mas contorneado, el de Elias no tanto. Tu eres mas expresivo con tus ademanes; Elias lo es pero le suma la expresión de su cara. ¿Continúo?

-No. Déjalo así.

Porque el ambiente que pareció quedar encerrado en el cuadrilátero, está ahora ahogando mi sentido común, y lo necesito o no seré capaz de quedarme en silencio.

A veces tengo malos sueños.

No los catalogo como pesadillas, solo van y vienen y todos tienen que ver con etapas de mi vida que han dejado sus huellas y regresan para recordarme que existieron y que nada va a ser capaz de hacer que lo olvide. ¿Soy un traumado? Puede ser, pero según un amigo que sabe muy bien de lo que habla y tomó mi caso como propio en el encierro de su consultorio con una mirada que me transmitió que ahí podía dar rienda suelta a todo lo que siento, no lo estoy. Sin embargo tampoco dijo que no tendré estos sueños, es más, los pronosticó para mi futuro y si hubiésemos apostado cien, entonces, le habría quedado a deber.

Este sueño en particular tiene un poco de morbosidad. Si la sangre te incita, claro. Y a mí me daba infinitas ideas.

En los días venideros a la muerte de Johnny soñaba constantemente con ello, pero estando más cerca de lo que estuve, de modo que era un recuerdo superpuesto donde yo no pude salvarlo o haber estado cerca mientras fallecía para decir algo inútil que se suele antes de que alguien espire. La sangre nos rodeaba; la sangre brotaba de él, no se detenía.

Éste último sueño fue conmigo. No suelo soñar en espacios abiertos, pero tenía que existir una excepción. El lugar en el que me encontraba era como un aparcadero sin techo, dando al sol de lleno, acumulándose hojas entre verdes y otoñales en el suelo y dando vueltas a causa de la brisa, no sabría decir si existía temperatura que sentir, pero percibía que me estaban observando. Y de pronto, en un abrir y cerrar de ojos no habían más hojas, sino una extensión de chorros desiguales de un tono muy similar a la sangre.

Al despertar mas que angustia me logré instalar en una meditabunda seriedad y reflexión. ¿Le tengo miedo a algo? Y si es un sí, ¿a qué?

Necesitaba hablar con alguien en persona. Le pedí a Sonia, quien mantiene la limpieza, que le avisara a Cara que saldría por unas horas y que por favor no se preocupara más de lo que ya lo hago.

-¿Quieres que le cocine un plato especial? -preguntó y sonreí por su amabilidad.

-Pídele que te ayude a hacerlo, eso va a gustarle más que el plato en sí.

Me asintió confusa pero sabía que lo haría. Sonia no temía pasarse de confianzuda con quienes le reciben y ofrecen esa confianza y Andrews se la daría.

Hice unas llamadas avisando que estaría en la ciudad, a los pertinentes y que fuesen pocos. Elias me recordó lo obvio: Cara debía regresar y hacer como si todo lo que pasó fue una sorpresa de la que se enteró recientemente. No quería entrar en detalles con ella y sé bien porque es. Pero no se puede hacer de vista gorda y oídos sordos.

Centré mi ruta al asilo Cilia Esmeralda y pasé por unos girasoles antes de entrar. Le extendí uno a Margo, la amable señorita que recibe a los visitantes. No necesita más para indicarme dónde está mi abuela. Voy al área de bingo donde también se lee y participan en otros juegos de mesa. Veo su cabeza llena de canas con un sombrero muy pequeño para que se mantenga recto encima de ella dando la espalda, así que llego y la abrazo por detrás, mostrando mi regalo.

-Bendición, abuela.

Lo recoge de mis manos y las aprieta entre las suyas. Están cálidas; yo estoy helado.

-Dios te bendiga, Eliseo. -Quité mi brazos de su alrededor y me agaché frente suyo-. ¿Y tu morocho?

-Encargándose por mí. ¿Estás ocupada?

Fui a abrazarle porque quise, pero mantenía una conversación con un señor y una señora, a los que saludé después de hacerle esa pregunta.

-Podemos suspender nuestra charla -les dijo a ellos y se levantaron para darnos espacio. Me senté en la silla más próxima a ella-. Bueno pues -dijo toda elocuente y calmada, a la vez-. ¿Qué tienes?

-He estado soñando otra vez con sangre -digo en voz baja-. La última vez... fue cuando murió mi abuelo.

-¿Y eso qué tiene que ver? -interrogó imperturbable.

-No soy ningún previsor del futuro pero es irritante que dos veces que tengo ese tipo de sueños muere alguien importante. -Frunzo el entrecejo y la señalo-. Más te vale que tu no mueras.

Se carcajeó la muy zángana. Pero era de esperarse.

-Si muero, muero, y si no, me aprovechas -dice aun con risitas-. ¿Esa es tu única preocupación?

-Desaprovecharte no es mi única preocupación-mencioné en un tono obstinado aunque no lo estoy-. No me quiero volver un lunático.

-Es difícil que eso les pase a los que son como tú: se ponen un montón de cargas encima que nadie se las puede quitar y se encargan de ellas lo más rápido que pueden, ¡eres idéntico a Samuel!

Froté mi rostro y reí.

-¿Dices que no me preocupe por mi preocupación?

-No debes. Así eres. ¿Y había mucha sangre? -Asentí. Me regresó el gesto-. Solo es un sueño, mi muchacho. Confiesa la verdad, ah, confiesa. Lo que querías era verme y tener con quien charlar.

Sonreí pues no tengo porque ocultarlo.

-Imaginé eso -añadió dando palmadas a mi antebrazo-. ¿Por qué no pasas por mí para pasear? Hace tiempo que no lo hacemos.

-¿Quieres ir a pasear? -pregunto sorprendido-, ¿desde cuándo?

-Desde ahora, ¿vamos?

A Margo no le pareció mala idea, así que saqué a mi abuela no solo a pasear sino que le ofrecí quedarse conmigo unos días en cuanto regresara a la ciudad.

Llevo en mi camino de vuelta una caja con donas de distintos glaseados y una rellena con una crema a la que llamaron arequipe cuando la compré y recordé medianamente que mi abuela preparaba algunas en mi niñez pero dejó de hacerlo pues le traen recuerdos en que se entrelazan la tristeza con la alegría de entonces, prevaleciendo la primera. Estuve verificando que todo saliera bien en mi casa, así que entré despreocupado y fui directamente a la cocina encontrando ahí a Sonia y a Andrews teniendo una amena conversación que ni siquiera mi presencia cortó.

Creo que puedo sentirme bien con eso.

-... frecuentemente.

-¿Y fue difícil?

-Al principio. El ejército no era algo que llamara mi atención por completo pero lo aprecié; no estaba segura.

-No se le nota.

-No te creas, Sonia. Esto que ves ha tomado su tiempo. ¿Entiendes lo que es tener cuatro hermanos?

-Suena entretenido -dice ella con cierta ensoñación y quizá picardía. Pasé a su lado en el desayunador.

-Está hablando la ignorancia de ser hija única.

-Perdonen que las moleste, pero traje esto -mostré la caja y ambas sonrieron. Ah claro-. ¿Quieren...? -No me dejan acabar y tienen ya en sus manos una dona-. Dense gusto -dije sonriendo y fui a por agua fría.

-No creí que tardarías todo el día -dice Andrews en lo que acaba de tragar un trozo de dona.

-Estuve con mi abuela. ¿Por qué? -sonrío con mis siguientes palabras-. ¿Te hice mucha falta?

Ella sonríe con mi respuesta.

-Sí.

Me sorprendo y siento complacido a la vez, lo que no sucede seguido pero tampoco me estoy quejando.

-Procuraré no dejarte sola de nuevo, entonces.

-La verdad -empieza a decir seriamente- es que he estado pensado en regresar a la ciudad de ser posible hoy mismo y espero que estés de acuerdo.

-¿A dónde irías?

-Elias me ha ofrecido su casa y acepté, además no seguiré encerrada; tengo que volver a mi rutina, Toredo.

Asiento, siempre he tenido presente que esto era momentáneo y que la mejor solución en estos momentos es dar una aparente indiferencia ante lo sucedido hace unos días. Aunque es notorio que no pensó en la propuesta que le hice de quedarse en mi vivienda.

-Podemos irnos ya, si quieres -sugiero. No voy a insistir.

Se despiden mi empleada y Cara, y emprendimos camino en retorno a la ciudad, más específicamente en la casa de mi hermano. No es un recorrido del que hacer gran aspaviento, Andrews se mantuvo todo él pensativa y yo también tengo cosas en mente que no tienen que ver con ella y necesitan de mi atención.

-¿Cómo te sientes?

Cruzo mi mirada con la de Cara y me atonto con esa duda.

-¿En qué sentido?

-No sé, fue muy extraño que te fueses de pronto... Perdón, me retracto -dice esto con ironía-, tu siempre eres extraño pero mira que irte así es una extrañeza que no tiene tanto sentido.

-Tuve un sueño y quise comentarlo con mi abuela.

-¿Sabe interpretar sueños?

-No -digo en una risa que sale ronca-, pero es buena dándoles la dimensión adecuada, yo tiendo a la paranoia -acompaño mi sonrisa con un tono guasón.

-Si ella puede ayudarte a preocuparte menos, tiene todos mis respetos.

No hice mucho por sacar otro tema hasta llegar a casa de Elias, que ya se encontraba abriendo la puerta seguido de estacionar. Le di las gracias con un gesto y vi a Cara, que también lo hace conmigo.

-Siento que tenemos una deuda -es lo que dice, para mi sorpresa. Hoy es el día de las sorpresas.

-¿Una deuda?

-Sí. La tenemos.

Aguanté todo lo que fue posible mi sonrisa y hablé en un tono mas serio.

-De ser así, entonces paga.

Ella no se amilanó-. ¿Pagar de qué modo?

-Yo te diré cómo, pero debes no hacer tantas preguntas. Y no, no te estoy pidiendo nada indecente, por Dios.

Rió y sus ojos se achicaron hasta ser una hendija.

-Siento que esto es en presente y no en futuro, ¿estoy mal?

-No lo estás. -Me acerqué a ella para mostrarle mi rostro a Elias, que aun continúa esperando-. Te la traigo mas tarde.

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