Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

|17| Querer

Multimedia: The Power Of Love (Huey Lewis & The News)

Una hora después

La carretera se hacía inusualmente larga según mi parecer, pero al ver la hora marcada en el equipo de sonido no ha pasado más de una hora y mi casa, la que uso los fines de semana cuando no hay trabajo que hacer, está a tres.

No era a ella a donde me dirigía esta mañana. Era temprano para el común denominador de los que trabajan a las siete treinta u ocho am, pero para mí era tarde; la impuntualidad es la excusa de los que no usan despertador, o no les importa usarlo. El tránsito se hizo un asco por lo mismo, todos con la idea de llegar temprano sin esforzarse por hacerlo. Yo ya estaba en mi trabajo para entonces pero podía verlo desde mi oficina, esa desesperación.

Y me hacia gracia. Es inútil correr, no va a retroceder el tiempo.

Pero la llamada de Elias me hizo uno de ellos. Los que desean haberse levantado antes para no ser despedidos. Y es lo que me tiene sentado al volante, sabiendo perfectamente por mandato de quién fue Andrews atacada en su propio apartamento. Mediocremente, debo añadir.

Si haces bien tu trabajo y tienes un entrenamiento de primera el error se compara a llegar tarde.

—Podrías intentar alegrarte —dice Andrews por primera vez desde que le colgó a su hermano—. Conseguiste lo que querías.

Ella no tiene la menor idea, pero le seguiría el juego con tal de no tenerla callada y sepa cómo se siente.

—¿Crees que tengo lo que quiero?

—Sí —siento su mirada pero sigo viendo adelante, como un conductor normal—. Estoy aquí, ¿o no? Te saliste con la tuya.

Sonreí con bastante mejor ánimo que al recogerla.

—A medias. ¿Has pensado en quien fue?

—No hay que analizarlo mucho para adivinar que a Emule Videlmard no le gustan las negativas ni que le hagan pasar ridículos —Al decirlo no noté ni miedo ni duda. Está convencida y tiene rabia, con justas razones—. Lo que no entiendo... —dice, perdiendo poco a poco el volumen de su voz, hasta que volvió a hablar alto—. No sé qué tanto alcance tiene. Pagar a unos hombres, pagarle a un portero, al que vigila las cámaras es fácil, pero tiene que ser más.

No quise decirle abiertamente que he estado investigando a ese hombre desde que intentamos meterlo en la cárcel, todo esto por mi cuenta. No porque no confiase en mi hermano en tal caso, o en ella misma, sino que esto tenía que ver con una inconformidad mía. Como si supiera que no iba a quedarse así porque he llegado a entender a las personas como Videlmard.

Codiciosos. Vanidosos. Muestra poca vulnerabilidad y eso no juega a su favor. Afable cuando lo necesita, cuando le es beneficioso. De una fachada impecable, desmesuradamente perfecto. Seguro de lo que tiene, inseguro de lo que no, lo que le hace ser también impulsivo. Combinaciones no muy saludables.

No he estado seguro de sus movidas hacia Andrews, ha sabido ocultarlo en su campaña por tener de nuevo una buena imagen. Si no se ve, es como si no hicieras nada. Pero no se necesita de la presencia del interesado para tener dicho interés. Y esa es la segunda razón por la que he estado persiguiendo a Cara.

Nunca creí que dejaría de estar interesado en ella.

Corroboré lo que tres años atrás consideré con esa llamada; a Cara la quieren o muerta o de trofeo, aunque se debe ser muy mediocre para no conseguir anular a alguien si eres tan bueno en lo que haces. Pero tampoco es que los culpe.

—¿Qué pasa? —pregunta y decido que es buen momento para hablarle con ética.

—Emule siempre ha estado al pendiente de ti, la única diferencia es que se cansó de esperar y ordenó a esos hombres en un arrebato impulsivo.

—Si vas a obtener algo que deseas lo haces bien —dice como una sabelotodo. Yo pienso exactamente igual.

—Dije que fue un arrebato.

—No termina de tener sentido —asocia en el mismo tono—, ¿qué tengo yo que lo pone tan sensible?

—Eso lo sabrá él —digo tajante—. He estado averiguando y debo darle crédito, se ha hecho de buenos aliados que están levantando su presencia, entre ellos algunos senadores y alcaldes de otros estados. Se juntan a comer fines de semana y los acompaña en sus reuniones convenientemente gubernamentales. Ha de estar buscando esposa. Ya sabes —agrego con ludibrio—, se necesita de una familia para atraer a la familia, que es de lo que está constituida la sociedad.

Cara permanece en silencio unos segundos, como si se disolvieran sus dudas, pero no creo que se tarde en advertir a lo que voy. Tal vez solo está molesta.

Sinceramente si una mujer tratara de secuestrarme no sabría qué hacer. Dar gracias o huir. Y si está desquiciada como Videlmard, una parte de mí que lo consideraría divertido no correría en dirección opuesta. Pero esto es algo hipotético.

—Esposa de ese —musita y le sale un suspiro grave—. Tienes un plan, ¿no? El mío era esconderme por unos días hasta que se calmara lo del allanamiento y regresar como si no ha pasado nada, pero no puedo volver a mi casa; no lo haré, mas bien. Puedo vivir con cualquiera de mis hermanos pero implicaría ponerlos en peligro...

—O podrías quedarte conmigo —la interrumpo. Me volteo a verla y conecto con sus azules ojos.

—No quiero ser molestia —Y sé que lo dice en serio.

—Es necesario estar incómodo un tiempo si es lo que salvaguardará tu tranquilidad. No vas a verme mucho —regreso al frente, ignorando mi propia monserga—. Tengo custodiada la casa. Si alguien accede es porque hay fugas y confío en mi gente, que son también la tuya.

—Creí que estaba despedida —declara desenfadada.

—No lo estás —le aseguro.

—Para lo que me importa —farfulló—. Si salgo de esta, renunciaré.

Para nosotros no está mal ni suena a suicidas dar por hecho que no vivirás mañana. Entregas tu vida por el bien de la ajena, todo el tiempo. Das tu cuerpo como un instrumento en sí de protección y defensa en pro de un individuo; no hay chances para oponerte, no quieres hacerlo si tienes vocación.

No es bien visto que se compare a un guardaespaldas con un escolta. Parece ser la misma cara de una moneda pero uno de ellos se considera privado y el otro como un sustituto el cual no se compara su preparación. El primero es lo que nosotros convertimos en una suma de ambos, tienes a una persona preparada en varios tipos de defensa, aquella que impide que te ataquen o agredan e incluso llegue al asesinato; posee también un arma de fuego legal que puede usar de ser requerido y hace de escudo hacia el resto de las personas. El segundo cumple una sola función, pese a que puede tener todas las anteriores.

Cara no dejaría su trabajo solo porque se ha hecho difícil; lo ha sido desde el inicio.

—¿Es que pensaban darme una persona que cuidar?

—Lo primero es cuidarse uno mismo. ¿Fuiste al psicólogo?

Berrea antes de decir:

—Lo hice, Eliseo. Lo hice y tengo una hoja firmada por ella que dice que soy apta para trabajar, son ustedes los que no lo entienden y me estoy cansando. ¿Te gustaría saber lo que he hecho todo este tiempo? —No me molesto es responder. Ella continua—. Nada. Absolutamente nada. Tener citas, beber, dormir como morsa y escuchar a mi cuñada quejarse de las novelas cuando ella protagoniza varias de dos horas. Mi desesperación es grande, hombre.

Me echo a reír.

—Bien. Te aseguro que en cuanto esto se resuelva, vuelves a tener tu trabajo como es debido.

—Ajá.

Sonrío y niego con mi cabeza. Es claro que no va a creerme si ha estado meses sin trabajar hasta que cuidó de Presley. Que por cierto...

—¿Ya has asumido que el regalo en el desfile era para ti?

—Sí.

No creí que sería tan escueta. Es importante.

—¿Y? —le insisto.

—¿Y qué? —inquiere belicosa, volteando hasta la parte superior de su cuerpo completamente a mi puesto—. ¿Debo sentirme feliz, agradecida, halagada o asustada, reprimida y asombrada del poder que tengo y no tengo?

—Ninguna, Andrews —digo, no queriendo hacerla rabiar—. Solo decía que...

—Ya lo sé, Eliseo —me corta—. Pero estoy tomando esto como lo que es, no tiene que ver conmigo tiene que ver con un hombre con poder que quiere un caprichito. Si yo no quiero no va a pasar nada de lo que temes. ¿Falta mucho?

—Estamos por llegar.

No estaba de acuerdo con esa percepción. Cualquiera con cuatro dedos de frente querría estar con Cara, así sea solo para apreciarla. Los custodios tienden a ser en su mayoría hombres y las mujeres que se arriesgan a tomar este empleo no les interesa relacionarse hasta cierta edad, por lo comprometido que es y a pocas les importa el aspecto si no es para quedar bien. La buena presencia no se traduce a buena apariencia.

Y Andrews tiene ambas aunque ella lo ponga en poco. No es mujer de sacarse partido pero no lo necesita, solo su cabello es demasiado llamativo, lo enrosque, lo sujete, lo apriete o suelte, es lo mismo.

—Disculpa, Toredo.

—¿Te disculpas? —me deshice en una carcajada que acallo lo más rápido que puedo—. Necesito un minuto para asimilarlo.

—Mientras lo asimilas —dice sarcástica—. Me disculpo por esto, de antemano. No te lo pedí pero aquí estás, eso lo aprecio. Pero eres poco objetivo.

—Lo que tú digas.

—No... no me respondas como si fuese una niña, en serio no eres objetivo, no debes llevarme a tu casa eso lo hacen los trogloditas. Me siento como en una de esas cosas raras que hacen en las película.

—No es una cosa rara querer que duermas en paz al menos hasta mañana que sepamos cómo se recibe tu desaparición. ¿Vamos a discutir sobre esto todo el día? —Pongo el intermitente para cruzar al siguiente carril y aprovecho de ver a Cara, quien había cruzado sus brazos encima de la cartera—. ¿Qué traes ahí?

—Dinero y mis dos armas.

—Si no tenías vehículo, ¿cómo pensabas irte?

—Fernadez, al que tu desplazaste iba a ir por mí y de ahí me movería sola, por carretera. No hagas preguntas bobas, Toredo. —Empiezo a sonreír. Claro que lo sabía—. Él seguro te lo dijo. Si mis pocos amigos te dan cuentas de mí es porque no he hecho un buen trabajo extorsionando.

Volví a reír. ¿Extorsionar? Nunca creerías que Cara Andrews podría usar esos métodos para hacer valer su privacidad pero Elias nunca ha soltado nada indebido respecto a ella así que una de dos, o mi hermano es tan discreto como sé que es o ella sí lo ha extorsionado.

Le voy a la primera.

Faltando poco para llegar a mi casa hice una llamada a mi jefe de seguridad para que tuviese todo listo en cuanto abriese la puerta de mi auto. No me molestaba en disimular que quería que se hiciera todo debidamente, para algo pagaba un buen sueldo y constataba que mis empleados se sintieran bien. Y personas leales y con buena mano no es fácil de encontrar pero sí de mantener contentos.

Mi casa se encontraba lejos de la ciudad en la que trabajo pero cercana a otras, y los que trabajan en ella viven en esas ciudades o pueblos pequeños. El mantenimiento es amplio pero no exhaustivo hasta que decida venir de visita. Como no avisé con antelación va a estar bastante solo excepto por la seguridad. Seguro nos lo sabremos gestionar.

—¿Vives allí? —cuestiona Cara a pocos metros de la entrada que divide mi terreno del resto por bardas de cemento y ladrillo unidas a un portón que no tiene nada que envidiar a los otros. No me molesté en colocarle iniciales ni adornos. Sirve para lo que sirve: no dejar entrar intrusos y avisar quién está merodeando, si son capaces de hacerse notar.

—Vivo.

Se abre como lo haría una puerta y conduzco a menor velocidad hasta estar frente a mi casa, de dos plantas y mas de cuatrocientos metros cuadrados. Salimos y cruzamos los escalones de piedra de dos metros cada uno. Así te piensas mejor si quieres entrar, con todo el tiempo que tardas en llegar definitivamente a la puerta.

—¿Para qué quieres tanto espacio? ¿tienes un salón de armas?

Era una de las pocas preguntas personales que le oía hacerme, no obstante la segunda era una broma. Tengo que aprovechar.

—Si pudieses tener todo lo que necesitas cerca de ti, ¿no lo aprovecharías?

—En parte, pero me gusta ir hasta donde está lo que necesito.

—No seas envidiosa —digo para picarla y lo consigo porque me da un empuje que saca una risa.

Abro la puerta y la hago pasar primero. Tengo en recibidor grande que da a dos espacios, a una sala con pocos muebles y chimenea, y a una sala propiamente dicha con sofás y sillones tapizados en colores neutros puesto que los cojines y adornos subyacentes hacen el suficiente ruido visual.

—Segunda puerta a la derecha está tu habitación. Cuídala, por favor.

Andrews me miró con cierta altanería.

—Eres un pésimo anfitrión. ¿Y la cocina?

—Tendrás que buscarla, tengo asuntos que tratar.

—No te creo pero está bien.

No oyó mi respuesta, se dirigió a las escaleras y corrió por ellas.

Necesito sacar esta energía que corre dentro y me avisa que el ambiente ha cambiado. Estuve más asustado de lo normal por Cara y no tiene sentido.

Si muere..., ¿qué? ¿Qué vendría después?

Si se casara..., ¿qué seguiría?

En absoluto me planteaba preguntas como esa. Y hoy fue el día de las preguntas. Apenas es mediodía, ¿qué será de mí en la cena?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro