|14| Incordiar
Multimedia: Segundo Plato (Vos veis)
Contrario a lo que pensaría cualquier chica antes o pos veintes, Eliseo no huyó o se escondió de mí. Al día siguiente fue su turno de tocar a mi habitación y, notando mi pijama, ofrecer tener una conversación en lo que me aliste; le dije que sí.
Dormí, ¿qué? ¿cuatro horas? No estaba emocionada por su imprudente confesión a la ligera de lo que presuntamente siente por mí, pero no dejaba de recordarlo; es gracioso e inolvidable, fresco incluso. Ella tomó posesión de mi cuerpo que se envalentonó y no cedía al sueño por muy cansada que estaba. Me di una ducha caliente queriendo relajar a mis músculos, pero no sería fácil. Era cerrar los ojos y ver la estúpida expresión de Toredo diciendo una insignificancia. ¿O era yo que lo cataloga de insignificante cuando no es lo mismo para él?
Como quedamos, esperó en el living. No necesité hacerle una señal. Atento, se acercó de la esquina en que aguardaba y caminamos hasta salir del hotel. El clima era bueno temprano, pocas nubes y un sol radiante y agradable. Vi a una cuadra un puesto para alquilar bicicletas, e iba a proponerle dar un paseo, pero no fue necesario.
—Te ofrezco disculpas, Andrews.
—¿Por qué? No me has hecho nada.
—Sí hice. Me insinué y dije que me gustabas.
Rasqué tras mi oreja.
—No pidas disculpas por algo que tu no dijiste, no eras consciente.
Eliseo inhala encolerizado y exhala peor.
—Era muy consciente. Andrews, ese no es el punto, tu estás con alguien y lo que hice no estuvo bien. ¿Vas a aceptar mis disculpas?
En el tiempo que conozco a Eliseo nunca nos hemos ofrecido disculpas, ni escuchado al otro ofrecerlas. Se nota ajeno entre nosotros. Si me hubiese pisado esto sería fácil aunque el dolor esté intacto, pero no se ofrecen disculpas por manifestar sentimientos, que ahora que lo pienso él no se ha retractado de ellos solo se disculpa porque estoy en una relación.
Rayos.
—Sí, lo que sea. ¿Le dices a los demás que los veo en el almuerzo? —Seguí mi impulso y corrí lejos, gritando—. ¡Gracias!
No recuerdo la cuota de la regenta, solo sentía a mis piernas darle a toda máquina y mi espalda transpirar. Sentía que mi corazón no dejaba de latir con fuerza, golpeando en mi pecho y enviando sangre al resto de mi cuerpo en estado de ebullición. Sentía que el dolor físico no es nada comparado a lo revuelta que está mi mente, no sabe si halagada o reprobando lo que dijo un hombre de mí. El hombre en quien menos pensarías. ¿Ahora habré de fingir que no oí nada ayer y que hoy eso mismo fuese corroborado? La idea del futuro de unas horas incentivó a que pedalease con más fuerza. Tendría piernas tonificadas y menos en qué pensar.
Regresé al hotel con la mira de una buena ducha y almorzar antes de caer al suelo. El sol estaba sobre mi cabeza calentándola y disminuyendo mi ingesta de agua. Por poco creí que alucinaba al notar un hombre de cabellera oscura con lentes de sol y un estilo particular, uno que solo le pertenece a una persona que bien conozco.
Me arrimé a él y giró su cuello hacia mí.
—Hola, Cara mía.
No entendía nada, pero no era tanta mi confusión como para no abrazarlo más efusiva de lo normal. Me sostuvo soltando una risa cerca de mi oído.
—Guao, debo venir de improviso más seguido.
—Cállate —siseé.
Por lo pronto algo de todo lo que ha ocurrido este día tiene algún sentido.
La habitación de Michael está en un piso distinto, por lo que mi ida hasta la mía fue lenta y esperaba encontrarme con Eliseo en cualquier momento, oportuno o no, solo por estar en el mismo piso. ¿Eso de la casualidad? Es una excusa; los mortales, las personas normales se encuentran siempre con lo que no quieren o cuando quieren, no lo hacen. Y también las inmortales, he leído suficientes libros de ficción y paranormales para constatarlo.
Y claro, por supuesto, desde luego que lo encontraría, esta vez no solo. Elias y Presley caminaban junto suyo.
—¡Cara linda! —saludó Presley y me cogió del brazo, adelantando el paso de los hermanos—. ¿Qué pasó? No estuviste en el desayuno; Eliseo dijo que preferiste ir de paseo.
—Necesitaba no pensar.
—¿No pensar en qué?
—Exactamente.
Su golpe en mi costillas me hizo reír antes de que entráramos los cuatro al ascensor. No me gustaba esa sensación que se asentó en mí, así que le busqué remedio y rompí el hielo que también sentía que nos congeló a todos.
—¿Saben cuándo termina este viaje? —pregunté a nadie en particular.
—Mañana temprano regresamos —respondió Toredo—. ¿Por qué? ¿te aburrimos?
—Al contrario, no sabía que me gustaría tanto pasarla sin hacer nada —dije tiñendo mi tono en sarcasmo. Presley soltó una risa baja pero audible.
—Si te estás volviendo loca sin trabajo; me extraña que no me hayas pedido empleo. ¿Asistente de diseño te parece bien?
—Cara sigue teniendo trabajo —interviene Elias—, solo está en unas obligatorias vacaciones por su bien. Es más —mira a su novia con diversión y amargura—, tu también debieras tenerlas; trabajas demasiado.
—Ja, como si ella pudiese dejar de trabajar —se burló Eliseo.
Tanto oír la palabra trabajo amargaría mi apetito. Han pasado ya un par de meses desde que acepté a regañadientes que Elias tenía razón, mi tiempo y mi esfuerzo solo se centró en lo tan ocupada que pudiera estar, y lo estuve, tan ocupada que no descansaba; no sabía lo que significa descansar pero es una costumbre, tampoco sabría lo que es eso. Pero hago lo que está a mi alcance por abrazar esta temporada, no va a durar mucho mas.
—Hablo en serio con lo de tener a alguien conmigo —dice Presley—. Viajo próximamente y no me gustaría ir sola.
—Tú dirás, Elias —lanzo la pelota a su cancha.
Éste sonríe y asiente una vez.
—Por qué no.
Me emociono con la idea de tener qué hacer y escucho a Presley delirar con ese viaje rumbo al restaurante, donde nos esperan los demás.
Y digo escuchar por ponerle un nombre pero lo cierto es que no dejaba de observar de reojo y mucho disimulo a Eliseo. ¿Qué habrá en su mente? ¿es solo en la mía que se repite lo que dijo como también el que no debería importarme? ¿Es normal que esté preocupada por cómo seguirá nuestra relación? Nunca pensé en abandonar mi trabajo con los hermanos pero un ambiente embarazoso no es el ideal de ningún trabajador aunque estés entrenado para las situaciones de riesgo.
La voz de Presley se interrumpe con el sonido de mi celular en una llamada entrante. Veo de quien se trata y contesto.
—Hola Kaleb.
Me quedo rezagada y disfruto de que la preocupación anterior con esta llamada se ha disipado.
***
No estoy segura de qué esperar con Presley, pero estoy trabajando y lejos de mi casa; como dice Eli: a caballo regalado no se le mira el colmillo.
Lo malo es que no sé qué signifique para mi y Kaleb, aunque ciertamente esto solo empieza, estar tanto tiempo sin vernos tal vez no nos funcione. A él no parece disgustarle y al ponerlo sabre la mesa estuvo más bien facilitando formas de irme sin preocuparme por nosotros mas de lo debido, como el que hablemos de vez en cuando como hemos tenido de rutina, una muy agradable rutina. Pero, ¿es suficiente? Solo puede decirlo el tiempo.
Como el que administra Presley para arreglarse, lograr salir, ir al aeropuerto que nunca deja de estar lleno y ajetreado y no seguir prolongando la espera de mis indicaciones. Sí, estoy aquí para cuidarla pero no puedo perseguirla como una niña puesto que no lo es, así que le pedí su itinerario y escuché que el desfile al que iremos es uno de los más importantes de la moda.
Moda. Que palabra complicada. No recuerdo la última vez que fui a comprar un pantalón pero sí recuerdo la última que mi amiga compró y no fue hace mucho. Admiraba lo extenuante que se me hace la idea de usar tacones y lo maravilloso que le resulta a ella, ¿cómo no se caía o lanzaba los condenados y prefería andar descalza? No he conocido a persona más despreocupada además de Christopher que a esta mujer respecto al mundo que no tiene que ver con ella, en su propia lógica.
Aterrizamos en Atlanta y fuimos enseguida al desfile. Como dije, el tiempo para Presley es precioso para su beneficio vanaglorioso, sin embargo el que te hace llegar temprano, no tanto. Habría venido con más color, pero la vestimenta gris, blanca o negra resulta útil si quieres que entiendan quién eres y soy el guarura de Presley, así ella no parezca recordarlo. Creí que estaría cerca, mas no sentada a la par. El bullicio del sitio podía con cualquier conversación y mi protegida tenía una charla concentrada con la persona a su otro costado. Eso me dio lugar a recorrer con la vista y hay ciertos hombres y mujeres de seguridad repartidos.
Pronto, hubo un silencio agradable y que anticipaba a la presentación de dos diseñadores. Miré de refilón y continué avanzando de cabeza en cabeza, de cara en cara, y me topé con la de un custodio que se me hacía familiar. Entrecerré mis ojos y agudicé mi memoria, buscando, buscando... Tiene que estar en alguna parte de mis recuerdos sus facciones. No tardé en dar con el reflejo en mi memoria de nuestros encuentros en casa de Emule Videlmard. Y si está en este lugar...
Seguí al puesto siguiente y le vi, con toda su pretenciosa hermosura y sonrisa petulante. Me miraba antes de ser consciente de su presencia y decidí, tercamente, que no le quitaría la vista de encima hasta que me ardiesen los ojos. ¿Cómo fue que terminó en un evento público y de este calibre? No se invita a cualquiera, pero no es ninguna mentira que de Videlmard se habla y solo el tener relevancia te abre hueco donde se necesite. Qué risa.
—¿Cara, qué ves?
—A un idiota.
—¡Oh! ¿dónde? —se interesa—. ¿Puedo ver también? No obstante —dice estricta—, me perece un insulto de primera categoría, o tal vez segunda..., como sea, que no estés prestando atención al desfile. Por Dios, si tu ropa da mucho qué desear y...
—Sí, sí, puedes ver. Gira treinta grados a la izquierda.
—Oh... No puede ser... —pierdo el sonido de su voz, pero no dejo de ver al desalmado. Ahora está sonriendo—. ¿Quieres que nos vayamos? —susurra Presley.
—No, sigue en tu desfile.
—¿Estás segura?
Su preocupación me volvió a verla y asentí, para que esté tranquila.
—Eres mi jefe —le recuerdo. Eso hace que sonría y siga viendo su esplendoroso desfile.
Pero yo sé exactamente lo que intenta este hombre, es una manera poco sutil de hacerme saber que está cerca, que me observa y que de un modo extraño que entiende él solo, le agrada. No tengo oportunidad de sentirme violenta, ni siquiera molesta; me irrita que él sabe lo incómodo que es.
De nada había valido toda mi ignorancia en el asunto; me sigue pareciendo un tipo detestable. No he sabido qué fue su carrera política luego de lo manchada que quedó su fachada después de nuestro incidente, pero llegar a estar en mi mismo espacio para nada es fortuito. Las casualidades pocas veces vienen solas, si es que ellas existen. Si estamos donde estamos lo inminente es lo más lógico, y al terminar el desfile y la puesta en escena de los diseñadores poco pude hacer para impedirlo si no es causar un alboroto que hará mucho por la imagen de Presley.
El escolta fue el primero en acercarse e intercambiar saludos conmigo. Como es obvio, somos solo sombras, así que Emule se dirigió a Presley pero los cuatro sabemos a quién se dirige en primera instancia.
—Nunca esperé encontrarla por aquí, señorita Aguilera. La última vez no quiso usted verme al finalizar mi juicio en el que quedé indemne. ¿Lo recuerda? —Hice bien en guardar silencio, pero Presley sí respondió que no recuerda ningún juicio, lo que es verdad—. Pero mire, nos volvemos a ver.
—Lo que no entiendo es que hace la política mezclándose en la moda. Salvo por esa ridiculez de convertirme en su estilista no creo que le gusten estas cosas. ¿Piensa cambiar el curso de sus intereses?
—Pienso hacer ciertos eventos y necesito ropa, como cualquiera.
—Ropa —repite Presley con retintín, fingiendo estar ofendida—. ¿Es solo ropa para usted? Si es así, no se moleste en quitarle el puesto a personas que sí valoran este arte; se lo pido, por favor. Y si me disculpa, tengo que hablar con esas mismas personas. Pase buenas noches.
Me mantengo cerca de Presley y la acompaño el resto de la noche, con la cabeza bien en alto después de deshacerse de él a su estilo, uno que estoy perdiendo. Algunos son curiosos y preguntan quién soy, pero acabo siendo nadie. Y está bien, porque la que debe brillar y hablar de sus cosas, telas, colores, matices y lo que entienden los conocedores, es Presley y la veo en su elemento como pocas veces tengo oportunidad.
Porque a veces, para estar cerca de una celebridad, debes ignorar las incomodidades y que éstas se conviertan en chances. He aprendido eso muy bien.
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FELIZ NAVIDAD :*
Liana
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