Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

|10| A oscuras

Multimedia: Already Gone (Kelly Clarkson)

Mike exagera.

Mike siempre exagera y no debo caer en sus provocaciones, porque en lo que se refiere a mis gustos y los suyos no nos compenetramos. A él le gusta que lo mimen, que lo llenen de halagos, que exalten sus ademanes para con las mujeres y hombres, es su fuerte ser recíproco con ambos, pero a mí no me sale natural ni ensayado. Estar rodeada de personas que me hagan sentir bien no significa lo mismo que para él. El que compartamos amistades y que ellas nos hayan unido es casi un milagro, en el sentido propio de la palabra.

Ceder, en mi mundo, es dar todo de ti. Michael sabe esto con tanta exactitud que no me lo ha puesto fácil para tener la opción de negarme. Al menos no hay noche temática en Bárbados, pero si la hubiera... Ay, si la hubiera.

Llegó a mi casa con una funda de tintorería en su hombro y en la extremidad libre una caja negra, donde guardarías un arma de gran estructura, alargada y muy potente. Le dio una repasada a mi atuendo de andar por casa, un conjunto deportivo y calcetines que hagan el clima frío mas confortable.

—¿Me ayudas? —pidió con una sonrisa que llegó a sus ojos. Ahí pasan cosas raras.

Le quito la caja y permito que transite por mi cómoda estancia. La curiosidad me gana y abro la caja, encontrando unas monstruosidades de botas blancas como de cuero, tan largas que cubrirían piernas incluidas.

—¿Y esto qué es? ¿Vas de travesti?

Lo oigo reír, pero no como si se lo tomara a broma.

—¡Mike!

—¿Qué? Sería tremendamente divertido. —Mi escepticismo le disparada miradas. Él se rindió y soltó una carcajada—. No, no iré de travisti. Son para ti.

Veo a las botas, preciosas, sí, pero...

—Te las vas a poner —dictamina. Le arqueo mis cejas, porque su tono no es muy amigable—. Como un favor a mí, que te amo con locura —añade, para regalar mis oídos.

Como no le creo ni media palabra, suelto un—. Ajá.

—Cara mía...

—¿Para qué?

—Vístete y confía en mí.

No lo reflexiono demasiado y acepto los zapatos, hasta que abre el cierre de la bolsa y me muestra lo que hay en su interior.

—¿Por qué me haces esto, Michael? —le acuso.

—Porque quiero que la pases bien y dejes de insistirle a las citas absurdas. Te ves tonta, no sé si te lo dije antes.

Me acerqué hasta la prenda de falda alta azul oscuro como la noche de una tela atorciopelada y un top pequeño, probablemente ceñido, de mangas largas y cuello tortuga.

No sabe que me ha ido muy bien con Kaleb y que tengo pensado seriamente no seguirlo intentando, salvo por una última cita que ya fue programada y de la que no desistiré. Nadie dice que no se pueda pasarlo bieny si propicio un ambiente agradable, podría tener un nuevo amigo.

—Por favor —insiste Mike y no hay más que decir.

Tomo una ducha relámpago, verifico estar aun debidamente depilada y procuro no mojar mi cabello porque su mantenimiento tomaría media, tal vez una hora si quiero hacerlo bien. Me coloco la ropa, que se ajusta de formas que me hacen cuestionar si Mike me ha medido en secreto o qué tan buen ojo tiene para ello y paso a las botas, de ellas no me sorprende que sean de mi talla, y el cómo se encaja a mis pantorrillas, rodillas y unos centímetros de mis piernas. Verme en el espejo del armario me saca una sonrisa, no solo porque me gusto, es también el agregado de encontrarme usando un atuendo así, lo increíble que es.

Quiero divertirme. Lo hago poco, a solas y acompañada. Mike no es persistente por serlo aún si está preocupado por mí y quiero saber la razón.

Busco un bolso con que acompañar lo que traigo puesto, no tiene bolsillos y no guardaré mi celular en lugares incómodos. Acabo encogiendo un pequeño bolso triangular con una correa donde cabe perfectamente mi celular, dinero, identificación, llaves y un espejo.

Mike me hace dar prisa por salir y coloca su propio abrigo encima de mis hombros al dar por entero con la fría noche. Quise retroceder por mi propio abrigo, pero alegó que lo que visto no combina con ninguno de los abrigos que conoce y que no va a permitir que arruine lo que con tanto empeño hizo —agreguemos que me señaló de arriba abajo, todo un encanto—, así que no me movería si ya estamos a mitad de camino. Solo sonreí con gusto e hice lo que quiere.

Hay un disfrute que no tiene comparación o no es posible de describir al entrar en Bárbados. Mi amigo entrelaza nuestras manos y me retiene cerca, sé que lo está disfrutando. Veo reflejado el mismo placer de su mirada en la de los que están, los pocos que logro determinar y es cuando me percato de cómo están vestidas las chicas... y chicos.

Hay un emblema de colores similares que no pasa desapercibido. El negro, rojo, blanco y azul oscuro predominan, incluido el látex, el cuero y la tela de mono, aquella que es elástica y se adhiere a la piel como una funda perfecta. Hay cuerpos voluptuosos, delgados, corpulentos; antifaces de media cara a la izquierda, a la derecha, donde se vean los ojos, parte de la nariz y la boca, y de cara completa.

Y hay algo mas que no había la última vez que vine: mucha picardía y apreciaciones de alto nivel.

—Llegamos a tiempo —murmura Mike.

—¿A un baile excitante?

Ríe y acerca sus labios a mi oído.

—A la diversión. —Me toma de los hombros y ve a mis ojos—. Escucha, Cara. Ya has estado ahí, lo único que tienes que hacer es tener confianza.

—Te tengo confianza —le aseguro. Él asiente, conforme.

—Bien. Te dejaré sola.

—Y vendrá la diversión —tanteo.

—Vendrá —jura con su agradable sonrisa—. Nos veremos en unas horas aquí mismo.

Besa mi frente y se adentra en el río de gente. Como veo que se sigue actuando como lo harías en un club nocturno, voy a la barra y me pido uno de los especiales que están promocionando en una de las paredes, un espejo, escrito en marcador fluorescente. <<Delicias culposas>> fue el que escogí, pero estaban otros como <<Llegar al cielo>>, <<Tocar y morder>>, <<Las gracias, después>>, <<El coro que da vida>>, <<Pronuncia un nombre>>, <<Caramelo ácido>> y <<Besos calientes>>. El barman me quiso explicar los ingredientes de algunos, pero apenas dijo los de mi bebida, le di dos sorbos y un hombre bajo en comparación a mí, de anchos hombros, brazos fibrosos y un pecho prominente me obligó, por su postura y cercanía, a darle toda mi atención.

Le regresé el vistazo al castaño fibroso, de ojos finos, negros, y labios gruesos, como si diese besos solo al lamerlos. Tiene un cabello precioso, largo y sujetado en una cola alta, pero puedo ver su brillo y cuidado para con él. Una energía especialmente grata me envuelve al ser consciente de que está mirándome, pero no me permito ser curiosa y sigo bebiendo.

—No quiero irrumpir tu momento —dice y me tiene atraída rápidamente. Abre el interior de su saco y saca del bolsillo interno un sobre—. Esto es para ti.

Tomo lo que me ofrece, sin hacer alusiones de querer verlo.

>>Es una invitación que puede rechazar si así lo desea.

Asiento y acepto sus buenas noches antes de que se vaya.

¿Qué es esto?

Un sobre. Un sencillo sobre blanco.

Eliana una vez me habló, por encima, de una experiencia que tuvo con Charly. No quiso ser explícita pero no le hacía falta para que me percatara de que habían estado en una situación íntima. No les dieron un sobre como a mí, pero es inevitable que no lo compare.

Abro el sobre y hay una tarjeta. En ella está escrito un listado y un espacio en blanco al lado. No hay nombres propios pero establece:

Puerta 1

Puerta 2

Puerta 3

Puerta 4

Puerta 5

Puerta 6

Al lado de cada una hay un dibujo muy bien hecho. En la primera hay una copa, en la segunda una bailarina arqueada hacia un tubo, en la tercera un diván, en la cuarta un teléfono antiguo y en la quinta una mancha gris. La sexta tiene una máscara... O antifaz.

—Te dieron una de esas.

El barman me habla y aprovecho la oportunidad.

—¿Sabes qué significan?

Él se recuesta de la barra y me pide con un gesto que le entregue la tarjeta.

—La de la copa tiene que ver con bebidas que no son servidas en el área principal. Le sigue una variedad de danzas especiales que tienen varias funciones, como entretener o sacar a bailar, dependiendo de lo que desee. La tercera contiene un diván, solo eso. La del teléfono tiene distintos usos, todos placenteros y de acuerdo entre los que compartan la llamada. Eso que ves, ¿color gris? —Asiento, presente en su explicación—. Es un lugar donde no se puede ver aun sin usar un antifaz, pero se usan el resto de los sentidos. Y el antifaz es eso, permites que conscientemente velen tu vista y podría suceder cualquier cosa. La mayoría de estas experiencias te permiten abrirte a lo desconocido, conocer a otras personas y conocerte a ti misma.

—Sé quién soy.

—Aún mejor. —Me entrega mi tarjeta y señala mi vaso casi vacío—. Tú decides: te sirvo otro o vas y descubres si tu firmeza no es mas bien una flaqueza.

—Me estás picando —acuso, divertida.

—¿Y funciona?

—Mas o menos.

—Excelente, algo es algo —sonríe y se le marca un hoyuelo en la barbilla. Es un castaño oscuro de mirada interesante y un torbellino pasando por sus ojos grises—. Te diré una cosa: tendrás tu vaso lleno escojas lo que escojas. No hay nada que ganar o perder, Rubia.

Era lindo que lo pusiera de esa manera.

—Sirve mi trago, Grisáceo.

***

He estado aquí, frente a estas puertas.

Y permití que me cubrieran la vista. No sé si esto me hace una tonta confiada, pero soy una amiga confiada y en ello validaré lo que suceda hasta que le caiga a Mike en su conciencia.

También tomé mis precauciones con mis queridos amigos Presley y Elias, que me juraron que estaba segura y que de haberse hecho alguna cosa ilegal o que atentara contra la integridad de los que lo visitan, no estarían abiertos. Para tener un club de esta índole se necesitan permisos y Elias me recordó lo que aprendimos en la policía. Todo bien ahí.

Me toco el rostro, sintiendo la tela que cubre mis ojos. Escucho las directrices que me son susurradas y me dejo guiar de la mano hasta estar sentada en una superficie cómoda pero lisa. No ha cambiado la temperatura. No se escucha algo que se pueda entender, salvo las pisadas que cambian de tacones a zapatos planos. Sé que estoy en una mesa y que debo esperar a que se sienten frente a mí. No puedo tocar, no puedo quitarme en antifaz pero sí puedo preguntar cómo se ve mi acompañante. Habrá una conversación, uno o ambos decidiremos si la terminamos o continuamos. De antemano preguntan si deseo entablar la charla con un hombre o mujer. Decidí que fuese un hombre y que le diesen como premisa que no quiero saber su nombre.

Casi tan parecido con el bajito de ascendencia asiática y su imparable atracción que permuta el ambiente, así fue el que noté al no encontrarme mas sola.

—¿Hola?

Escucho un carraspeo —o una tos— y obtengo una respuesta.

—Hola. Mucho gusto.

—Igualmente. Linda voz.

—Igualmente. ¿Cómo acabaste aquí?

—¿No pude venir apropósito? —pregunto fingiendo cautela.

Sé que ríe y hace algún movimiento.

—Pudiste, ¿y?

—¿Y qué?

—¿Lo hiciste?

—Para nada. Apenas sabía de estas puertas e intento estar abierta para no gritar.

—No creo que grites.

—¿Tu gritarías?

—No. Pregunta trampa.

Rápido. Me gustaba.

—Ok. Te escucho.

—Si escuchas que hay revuelo pero nos han advertido que habrá consecuencias al quitarnos el antifaz, ¿aun así lo harías?

—Puedo pensarlo, pero no.

—¿Te gustan las reglas?

—Creo en mis otros sentidos.

Esperé una contestación tan rápida como sus dudas, pero me satisfizo su silencio.

—¿Qué tal tú? —le regreso.

—Me lo quitaría —dice sin más.

—¿Eres sincero?

—Lo soy. ¿Eres sincera?

—Meticulosa, pero sí.

—No es sorprendente.

—Típico pensamiento masculino.

—Estás confesando que piensas antes de ser sincera y eso puede tergiversar la verdad que pensaste en un inicio.

Él no lo ve, pero he elevado mis cejas en una grata sorpresa.

—Puede ser.

Ríe y he decidido que su risa está bien. Mas que bien.

—¿Y ahora?

—Sincera sin la meticulosidad.

—¿Puedes decirme algo más de ti?

—Si tú lo haces...

—Soy un gran partido.

Froté mis dedos en mi barbilla y contuve la risa. Suena convencido, nada engreído y no sé bien si eso le suma atractivo o lo hace pedante.

—Imagino que sí. También lo soy.

—Compartimos la misma imaginación; quién lo diría.

—Los que inventaron este lugar, seguramente no.

Compartimos una risa y me siento, para mis sorpresa y agrado, tranquila y hemos creado un ambiente mas confiable que el que respiraba al principio.

—¿Cuál es tu edad? —cuestiono.

—Treinta y tres.

—Tengo treinta y uno, recién cumplidos.

—¿Qué tan reciente?

—No voy a decírtelo —canturreo en medio de una risita—. Tengo que llevarme algún secreto para después.

Si oigo correctamente, suena a un suspiro.

—Te lo concedo.

—¿Me lo concedes?

—Sí.

—Oh pero que generoso hombre he encontrado. ¿Lotería? No hace falta, contigo lo tendré todo y un poquito más, ¿verdad?

—Como dije: misma imaginación. —Hace una pausa y no me espero lo que sigue—. Pero sí, lo tendrías. Todo de mí, en tal caso.

Esa declaración hizo latir mi corazón con fuerza. No porque debiera creerle o estuviera derretida, se debía a la forma en la que hablaba, con aquella firmeza de que podría estar pasando un tornado, le dirían que si quiere detenerlo debe retractarse y no lo haría. La palabra que empeñas es algo que me tomo en serio y él suena como si lo compartiera...

—¿Puedo hacerte una pregunta?

—Haces una —digo con melosería.

—¿Por qué no quieres saber mi nombre?

—¿Para qué?

—¿Disculpa?

—¿Para qué querría saber tu nombre si no vamos a volver a vernos? Esto consiste en tener una charla, no es una cita.

—¿No lo es? —instiga como si se asombrara de tal conocimiento. Ruedo mis ojos y espero a que siga—. No es así como se siente.

—No es importante eso, hombre.

—Lo minimizas, pero no te creo. ¿Cuál es tu color de cabello?

—Rubio —digo, consciente de que cambió el tema adrede—. ¿Y el tuyo?

—Castaño oscuro.

—De tener bebés, ¿cuál crees que sea el color que predomine?

—El castaño, a no ser que en mi familia hayan rubios; acrecentaría las posibilidades pero el gen dominante sigue jugando en contra. O a favor, dependiendo.

—¿Y los hay?

—Yo también quiero guardarme algún secreto. Dame ese capricho.

Sonreí. Por supuesto, se lo daría.

—Todo tuyo. ¿Te complazco?

—Mas de lo que imaginas.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro